En julio de 2013 Roberto puso rumbo a Brasil con una beca de la universidad (estudiaba biología). Allí terminó la carrera y, como premio, decidió cumplir el sueño de su infancia: conocer Sudamérica. Lo que no sabía era que se iba a encontrar con una inesperada amiga que cambiaría el devenir de su viaje… y de su vida.
En un pequeño pueblo de la selva boliviana se encontró con una cachorra de solo un mes de vida abandonada a su suerte, enferma y llena de pulgas. La idea era llevarla a un veterinario y encontrar una buena familia boliviana que la quisiese. ¿Cómo iba a viajar con un perro? Pero las cosas cambiaron: empezaron a viajar juntos y ya no pudo darla en adopción. Se tuvo que adaptar a las nuevas condiciones, mendingando a los buses de Perú y Ecuador por un asiento, viajando a dedo en zonas poco pobladas y salvajes, acampando en plazas de pueblos andinos y selváticos… Pero le daba igual: se había enamorado de Cocaí.
Juntos visitaron Bolivia oriental, recorrieron los ríos Madeira y Amazonas en un viaje fluvial de casi dos semanas durmiendo en hamaca, anduvieron por el majestuoso norte de Perú, lleno de cascadas y zonas arqueológicas, y terminaron su aventura en Ecuador. En esos 15 meses había cumplido su sueño: vio y vivió la Patagonia, las cataratas de Iguazú, las playas de Brasil, Machu Picchu, el Salar de Uyuni, la Amazonía, las Islas Galápagos… Además conoció a gente maravillosa e hizo grandes amigos. Pero si algo se llevó de este viaje, por encima de todo, es la unión tan estrecha con otro ser vivo y el aprendizaje de que en esta vida todo se puede.
Roberto quería seguir viajando, pero tenía claro que lo quería hacer con Cocaí. Después de un año y medio en España disfrutando de familia y amigos, emprendieron un nuevo viaje. Esta vez el viaje empezaría en México, de nuevo con una beca de la universidad (esta vez psicología). Allí consiguió un permiso de trabajo para Canadá. Fue un viaje de 18 meses por México, la costa oeste de EE.UU. y Canadá hecho siempre en autostop.
Roberto contó su historia en Madrid en el evento de charlas de viaje más importante de España. Conoce más sobre su historia en su página de Facebook, su perfil en Instagram o su cuenta de Twitter. Toda la información del evento en su web oficial[/su_highlight]
Nombre, apellidos, profesión -conocida 😉 a qué dedicas el tiempo cuando no viajas- y lugar de nacimiento.
Nombre. Roberto Sastre Enríquez de Salamanca Profesión. En paro… ¡Pero escribo mucho! Estoy trabajando en mi proyecto de Viajeros Perrunos, que trata de animar a otras personas a viajar con sus perros y elevar la conciencia perruna (y animal en general). Soy licenciado en Ciencias Biológicas y graduado en Psicología, pero no estoy pensando en buscar nada relacionado con ello (al menos de momento). Mi tiempo libre cuando no viajo. Escribir y disfrutar de mi familia y mis amigos. Lugar de nacimiento. Madrid.
VIAJAR CON SEGURO... ¿SÍ o NO?
Si vas a viajar por libre, lo mejor que puedes hacer es contratar un buen seguro de viaje. Mi recomendación es que contrates un seguro de Intermundial, la compañía más experta en seguros de viaje, con quien tendrás asistencia médica y todas tus necesidades cubiertas tanto antes de viajar como en destino.
Equipo de camping (tienda, saco, camping gas, navaja…), comida de perro (¡antes que la mía propia!), cámara de fotos, cuaderno/diario de viaje, cepillo de dientes. Todo lo demás es prescindible 😉
Sabemos que durante un gran viaje a veces no tenemos el tiempo necesario para interiorizar o asimilar todo lo que estamos viviendo y a veces, al regresar, es cuando las vivencias comienzan a ordenarse. ¿Qué has aprendido en tu gran viaje?
Que necesitamos menos para ser felices, que el peor mal se llama “estrés”, que la aventura está ahí fuera… Y sobre todo dos cosas: que el mundo está lleno de gente buena dispuesta a tenderte la mano y que en esta vida TODO se puede (¡incluido viajar con perro!).
La vuelta a casa, puede que sea el momento más intenso y a la vez difícil de un gran viaje. ¿Qué recuerdos te vienen de ese instante?
A mí curiosamente me llega más tarde ese momento. Al menos eso es lo que me ha ocurrido en las dos ocasiones que he vuelto de un gran viaje. Seguramente los primeros meses los llevo bien porque soy muy familiar y quiero mucho a mis amigos. Vamos que estoy en compañía de toda esta gente especial que se echa de menos viajando. Es a partir del tercer o cuarto mes cuando me doy cuenta de que quiero volver a mi vida de perroflauta.
«Viajar con perro es una herramienta fantástica pues te acerca mucho a los locales, en especial a los más pequeños»
¿Ha cambiado tu forma de pensar sobre la sociedad/el mundo en que vivimos? ¿Cómo te sientes en tu vida cotidiana después de haber vivido lo que has vivido?
Sí. Más o menos lo que respondía en la pregunta 2. Creo que vivimos en un mundo muy estresante, al menos en las grandes ciudades y en el mundo más “occidentalizado”. Una sociedad en la que vamos corriendo a todas partes y en la que prima el éxito profesional o económico. El que no está haciendo “nada” (trabajo o estudiar) es tachado de vago o inútil. ¡Así me siento yo en mi vida cotidiana! Hay mucha presión por hacer cosas “productivas”, aunque luego a ti no te reporte satisfacción y felicidad. Por otro lado, hay todo un mundo ahí fuera por explorar que te demuestra que hay cosas mucho más importantes: vivir tranquilo, más contacto con la gente, con la naturaleza…
¿El momento físico o mental más extremo/peligroso/extraño/intenso/paranormal que hayas vivido en tu gran viaje?
¡He tenido muchos! El que se me viene a la cabeza así a bote pronto es el viaje en el coche de unos narcotraficantes en México. Uno de los capítulos más extremos y surrealistas que he vivido. Les conocimos en una gasolinera haciendo dedo, ¡pero yo no sabía nada de su “oficio” claro! Esto es lo que escribí en mis diarios de viaje:
“El viaje empezó con muchas risas. Resulta que eran dos hermanos llamados Emilio y Emiliano, pero además tenían como otros tres Emilios y otros cuatro Emilianos entre sus filas de hermanos. Por lo visto, el padre había tenido hijos con muchas mujeres y, o bien eran nombres que le entusiasmaban mucho, o igual no se sabía más. Yo les dije que mi perra se llamaba Emiliana y casi se mueren de risa.
Y de repente, de un segundo para otro, la risa se transformó en tensión… “Bueno, Roberto, pues te tenemos que contar una cosa”, dijo Emilio (o Emiliano no sé). “Somos malandros”. Obviamente yo sabía a qué se referían: eran narcotraficantes. Pero me hice el tonto un poco. Me dijeron que se habían decidido a llevarme porque querían saber de primera mano cuál era la percepción de un extranjero sobre este “negocio”. Y yo, “Bueno, pues depende, ¿no? Hay que ganarse el pan de alguna forma…”. A mí me dio miedo que se estuviesen abriendo tanto conmigo, algo así como te cuento lo que sé, pero te lo llevas a la tumba, literalmente. Sin embargo, en el fondo sabía que les caía bien y que no me iban a hacer nada. Además, me contaron hechos súper interesantes. He aquí algunos.
Para empezar, que las mafias de narcos en México varían mucho de un estado a otro. Estamos acostumbrados a hablar de los narcos como un todo cuando hay muchas diferencias. Según ellos, las más peligrosas en la actualidad se encuentran en Tamaulipas, Guerrero y Sinaloa. Ellos eran sinaloenses, pero como no les gustaba el modus operandi de aquéllos, emigraron al sur. Así, cambiaron un tipo de narco más sanguinario y extorsionador (con secuestros incluidos) por otro exclusivamente centrado en tener el poder del negocio de la droga. Las misiones de Emilio y Emiliano son repartir – la distribución de la droga vaya – y echar a todo aquel que esté vendiendo en su territorio. Primero le avisan; si persisten llegan las secuelas, aunque ellos me aseguraron que nunca habían matado a nadie (¡y yo feliz de escuchar aquello!). Pueden pegarle una paliza al “intruso” o, como le hicieron a una mujer que se atrevió a vender cristal por allí, robarle el coche y esconderlo en el bosque para siempre (o tirarlo a un río).
Otra de las cosas que me contaron es que la policía está compinchada (excepto la militar, que son los que los buscan), así como el gobierno. No es algo nuevo, pues siempre se ha escuchado, pero que te lo diga un narco cara a cara en un espacio tan pequeño como es el interior de su coche impresiona. Y más cuando me enseñaron mensajes en su grupo de WhatsApp: miembros del equipo, policías y gente de gobierno avisándose unos a otros qué carreteras tienen un control militar, caminos alternativos para pasar la droga, etc. Efectivamente, el narcotráfico es súper organizado.
Íbamos conversando sobre estas cosas cotidianas, como quien habla del tiempo, cuando tomamos un camino de tierra, saliéndonos de la carretera. Les dije que yo me quedaba mejor en la carretera para seguir mi ruta, pero me dijeron que les había caído muy bien y me querían llevar más lejos, y que para ello tenían que dejar antes unas cosas en casa. No hice más preguntas y me quedé ahí pasmado. Aunque confiaba en que no me iban a hacer nada, no podía dejar de imaginarme que me iban a pegar un tiro y tirarme a un río que corría en paralelo a nosotros. Incluso miré a Coqui pensando si eran estos nuestros últimos minutos de vida. “Bueno, al menos espero que a ti te adopten como mascota del equipo narco”, le dije con la mirada. Ciertamente, tenía sentido que me matasen después de haberme contado todo aquello…
Pero no lo hicieron, obviamente (de lo contrario estas páginas no existirían). En su lugar, ya habiendo llegado a destino – una especie de hacienda – abrieron el maletero y sacaron cajas de marihuana y cristal… ¡Y armas! Cocaí, mientras tanto, se saludaba con los primeros perros narcos que había conocido, e incluso parecía intuir algo, pues iba con el rabo y la cabeza gachos. Emilio y Emiliano se sacaron cada uno una pistola del pantalón, se la entregaron a otro wey que debía ser el guardián de ese escondite de cosas prohibidas, y nos metimos de nuevo al coche.
Todo esto lo hicieron porque a partir de ahí los territorios no quedaban bajo su control, y no tenían red de apoyo o aviso en caso de controles militares. A mí, no obstante, no se me había ocurrido que cuando me habían dado el ride estaban “de servicio”. Si nos llega a parar la militar hoy seguía en la cárcel. Madre mía. Salimos a la carretera principal y paramos en un Oxxo un momento. Emilio se bajó a comprar y Emiliano le dijo que me comprase algo a mí también (o Emiliano fue el que se bajó y Emilio el que dio la orden, ¡qué más da!). Y así continuamos, comiendo papitas y bebiendo gaseosa por las tierras secas del norte de Nayarit. Muy chido, o muy surrealista.
El colmo del surrealismo, sin embargo, venía a continuación. Preocupados los narcos por la distancia que me separaba de mi familia en esas fechas especiales – Navidad – me ofrecieron llamar a mis padres con su teléfono (borrando luego la llamada; ellos eran los primeros interesados en ello). Me negué muchas veces a la oferta (“No, de verdad, gracias. Es muy caro”), pero ellos insistieron más (“No es nada para nosotros, yo hago una llamadita y me cargan rápido el dinero”). Se pusieron muy pesados y no quería tampoco llevarles la contraria… Total, que acabé hablando con mi madre desde el teléfono de un narco. “Todo bien mamá, me han dado un ride unos tipos muy buena onda que insistieron en que os llamase”. Todo muy loco.
Al final llegamos a un punto que consideraron suficientemente lejos (lo cierto es que nos avanzaron un buen tramo). Otra gasolinera, aunque esta vez en mitad de la nada, cerca de la frontera con Sinaloa (un estado que ya no me atraía tanto…). Nos despedimos como si fuésemos viejos amigos que se han reencontrado después de años sin verse y, justo antes de bajar del coche, me pusieron en la mano un total de 1000 pesos (unos 50 euros, que allí es una cantidad importante). De nuevo, imposible rechazar su oferta, no me dejaron. Así que salí del coche con este dinero negro en mi poder.
Curiosamente, según contemplaba cómo se alejaba el coche con estos hombres a bordo (que también son seres humanos, no lo olvidemos) una señora se me acercó y me dio otros 100 pesos. “Para tu perro”, me dijo. Como estaba en shock ni siquiera hice el amago de rechazarlos”.
«En un gran viaje más que dinero hace falta usar la imaginación». La pregunta 1000 veces repetida por aquellos que no se han lanzado o tienen miedo es que cuesta demasiado dinero. ¿Qué le dirías a alguien que ahora está soñando con emprender su propia aventura y pone los medios económicos como barrera para hacerlo?
¡Que salga ya! Tengo varios amigos que siguen sin creerme cuando les digo que gasto menos de viaje que estando en Madrid (y eso que vivo con mis padres y no pago alquiler y compras). Mi consejo sería que saliese ya, que no espere a tener suficiente dinero ahorrado porque nunca es suficiente. Una amiga tenía más de 15.000 euros después de varios trabajando y no le parecía suficiente… Aunque viajes gastando poco el dinero se acabará antes o después y ahí puedes hacer dos cosas: volverte o buscar hacer dinero. Hay muchas formas.
Aquellos que nos ven vivir una aventura sea a través de las redes o de un blog muchas veces idealizan el viaje o los destinos, algo a lo que no ayuda a veces redes sociales como Instagram. ¿Qué no te ha gustado de tu experiencia viajando? ¿Qué cosas, países, personas, sensaciones personales te han dejado una huella negativa?
A mí me gusta todo. De verdad lo digo. Cuando estoy de viaje me ha gustado hasta lo feo. Porque todo forma parte de la aventura. Creo que hay dos claves para que puedas disfrutar de cada rincón cultural que visitas: no ir con expectativas e ir con la mente abierta. Al final, cuando viajas por un periodo prolongado acabas valorando por encima de los sitios turísticos (dígase Machu Picchu, la Muralla China o el Coliseo Romano) el aspecto cultural y social. El conocer las costumbres, entablar conversaciones y hacer amistades con los locales (y también con otros compañeros de ruta claro). Y, sobre todo, las experiencias y aventuras vividas. Obviamente todo el mundo habrá tenido alguna experiencia concreta mala, pero eso no quiere decir que generalices… No puedo decir que un país o una población de un país me hayan dejado una huella negativa porque no ha sido así nunca. Ni lo va a ser.
«Quiero demostrar que viajar con perro, si bien algo complicado, es posible, incluso en las condiciones más humildes (sin coche, con bajo presupuesto). Pero no solo es posible, sino que es la experiencia más maravillosa del universo»
Lo que sí siento como un gran inconveniente es el perderte cosas de tu entorno familiar y círculo de amigos, especialmente grandes sucesos en sus vidas. Eso es algo que solo puedes recuperar en parte cuando vuelves. Puedes mantener el contacto por Skype y redes sociales, pero no es lo mismo. Luego hay que currárselo y estar con ellos un tiempo. Por eso cuando vuelvo también me gusta quedarme bastante.
Tres momentos/personas anónimas que se te hayan quedado grabados del camino y por qué. Personas que serán siempre importantes cuando recuerdes tu gran viaje.
Qué difícil escoger solo a tres. ¿Entiendo por anónimas que no valen amigos? Voy a decir estos tres, pero hay muchos otros que merecerían mención:
1. El trabajador de una gasolinera en Utah. Estábamos en el interior de Utah en pleno invierno haciendo autostop rumbo a un Parque Nacional. No nos llevaba nadie y así estuvimos durante dos jornadas, pasando mucho frío. En la tienda de la gasolinera entré varias veces, para comprar comida y preguntarle si sabía dónde podíamos acampar. El primer acto de buena fe de este gran hombre llegó la segunda mañana antes de ponernos Cocaí y yo manos a la obra. Estaba haciendo Skype con mis padres, tirado en los tablones del único bar que allí había, cuando una camarera me invitó a pasar. Con Cocaí, los dos empapados… ¡Y nos puso una hamburguesa a cada uno! Todo cortesía del hombre. Pero es que luego esa misma tarde el tipo se salió de su puesto de trabajo para llevarnos al Parque, a más de 150 km. Increíble lo que hizo por nosotros.
2. John y Shawn y su casoplón. Cruzando en ferry del norte de EEUU a la Isla de Vancouver conocimos a este matrimonio cercano a los 80 años. También tenían perro y debieron de empatizar mucho con nosotros. Total, que nos invitaron a su casa mientras buscaba curro (tenía un permiso de trabajo). Y una casa cualquiera… Una mansión frente al mar impresionante… Hasta jacuzzi tenían. Veníamos de un viaje por la costa oeste de los EEUU súper costra durmiendo en la tienda en bosques al lado de la carretera y de repente esto. El cielo. ¡Encima al final nos quedamos 15 días con ellos! Y porque nos fuimos a buscar suerte a otro pueblo que si no ahí seguíamos… Nos querían adoptar.
3. Vivir en un faro. Precisamente al irnos de allí ocurrió este hito. Cuando llegamos a Port Renfrew buscando trabajo el pueblo se volcó con nosotros. Nos dieron trabajo de inmediato (en la construcción), pero al ser tan pequeña la población tenían ya todas las habitaciones de trabajadores ocupadas. Nos dejaron dormir en lo alto de un antiguo faro (ya en desuso, ¡pero la luz aún funcionaba!) de manera provisional en el que tan solo había una cama. La primera noche al llegar a “casa” después de un día de duro trabajo me encontré con bolsas de comida y electrodomésticos en la puerta del faro. Y poco a poco gracias a la gente del pueblo nos hicimos con una nevera, una cocina eléctrica, una mesa, un par de sillas, cajones… ¡Hasta una tostadora! Al final nos quedamos 3 meses de guardianes del faro. No nos cobraron el alojamiento porque sabían que estábamos ahorrando para seguir viajando.
¿Qué haces o intentas aplicar para que tus viajes sean responsables y sostenibles con el entorno, las personas, los animales?
Qué guay esta pregunta porque me viene como anillo al dedo. El proyecto de Viajeros Perrunos nació con un doble objetivo:
– Animar a otras personas a viajar con sus perros. Ante las muchas preguntas que nos han hecho sobre cómo viajar con perro he decidido crear este blog. Queremos demostrar que, si bien algo complicado, es posible, incluso en las condiciones más humildes (sin coche, con bajo presupuesto). Pero no solo es posible, sino que es la experiencia más maravillosa del universo. Imagínate compartir el viaje de tu vida con tu compañero fiel y que tenga como efecto secundario el acercamiento a tanta gente (hay amantes de los perros en todos los rincones de planeta). El que ha viajado sabe que el viaje son las personas, y viajando con un perro se conecta el triple con la gente. El objetivo: que otros nos sigan, llenar el mundo de perros viajeros… Y que la infraestructura turística no tenga más remedio que adaptarse a nosotros. Queremos más alojamientos pro perros, así como buses, trenes, barcos y hasta aviones (¿por qué no?). ¡Que viajar con perro no sea una odisea!
– Contribuir con nuestro granito de arena a elevar la conciencia animal de los lugares que pisan nuestras patas. Especialmente en países o zonas menos amistosos con ellos. Viajar con perro es una herramienta fantástica, pues, como acabo de decir, acerca mucho a los locales, en especial a los más pequeños. Pequeñas cosas como ver a un perro limpio, cuidado y querido ya significan mucho en algunos lugares.
Por otro lado, intentamos dar ejemplo a otros niveles. Desde llevándonos nuestra basura cuando acampamos hasta comprando cosas más amigables con el planeta (menos plástico, más productos vegetarianos, etc). No se puede hacer todo, pero sí muchas cosas.
¿Hay otro gran viaje a la vista? ¿O con uno ya es suficiente?
No es suficiente ni con uno ni dos… ¡Queremos más! Cocaí y yo nos vamos a Asia dentro de poco. Vamos a salir a mediados de marzo y no sabemos cuándo volveremos. No hay un itinerario fijo, pero la idea es empezar por Turquía y el Cáucaso. Luego no sabemos si ir por Irán o por los “Stan”. Me gustaría ir por Irán y Paquistán, pero me da un poco de respeto por el tema de que no parece que les gusten mucho los perros… ¿O quizás hay que ir a descubrirlo? Al fin y al cabo es parte de nuestro proyecto.
Videoperiodista, documentalista y aventurero. Entre mayo de 2006 y junio de 2007 realicé uno de los grandes viajes de mi vida: la ruta panamericana. De esta aventura nace el documental “La costura de América” que narra este viaje en solitario de 45.000 kilómetros, realizado íntegramente por tierra y más de 11 meses desde Prudhoe Bay (Alaska) hasta Bahía Lapataia en Tierra de Fuego (Argentina). He trabajado como corresponsal de la Agencia EFE en la India y realizado decenas de reportajes sobre turismo, cultura y sociedad para el canal de televisión español Telecinco. En enero de 2014 estuve nominado en los Premios Goya con mi cortometraje documental "La Alfombra Roja" rodado en un slum de India y que lleva acumuladas más de 130 selecciones en festivales de cine de todo el mundo. Sigue mis viajes en mi blog de viajes o mis redes sociales: Twitter, Facebook, Instagram y LinkedIn