Viajar es una de las mejores experiencias que se pueden hacer en esta vida, pero incluso hasta a los más expertos bloggers de viaje les suceden cosas cuando viajan. Llevarse un buen seguro nunca está de más, pero nada mejor que aprender de la experiencia de los que más viajan, y hacerse eco de los problemas de algunos bloggers de viaje que un día también estuvieron en apuros durante su aventura.
Mucho antes de lanzar nuestro blog de viajes A World to Travel y convertirnos en bloggers de viaje a finales de 2012, el virus viajero ya había hecho mella en nosotros. Hoy os contaré una pequeña anécdota de hace ya casi diez años. Por aquel entonces, no es que hubiésemos decidido viajar sin seguro de viaje, ¡es que ni siquiera éramos conscientes de su existencia y la necesidad de contratarlo!
Así fue, que mientras recorríamos la distancia entre las dunas marroquíes de Erg Chebbi y Fez, nuestro taxi compartido paró y yo compré una brocheta de carne de un puesto callejerodonde la refrigeración brillaba por su ausencia. Horas más tarde, caía enferma en lo que serían tres de los peores días de mi vida. O al menos eso me dijeron, pues no me acuerdo de mucho. Por lo visto, sufrí fiebres altísimas que me hicieron delirar entre otras lindeces.
Gracias a las casualidades de la vida, en aquel viaje me acompañaba Jose, mi compañero de vida y viajes cuando no voy sola Él se las arregló para conseguir médico y medicinas en un país en el que nadie hablaba su idioma y cuya moneda de cambio eran paquetes de cigarrillos y, por supuesto, dinero. No volvimos a viajar a un país fuera de la Unión Europea sin seguro de viaje.
Si vas a viajar por libre, lo mejor que puedes hacer es contratar un buen seguro de viaje. Mi recomendación es que contrates un seguro de Intermundial, la compañía más experta en seguros de viaje, con quien tendrás asistencia médica y todas tus necesidades cubiertas tanto antes de viajar como en destino.
En mi caso fue un problemilla de salud de uno de mis hijos en Ko Pha Ngan (Tailandia), visto ahora a toro pasado nos parece una tontería pero al tener que ingresarlo en ese momento nos fastidió el final del viaje.
La salud es un tema que preocupa muchísimo a los bloggers de viaje y especialmente a los padres que viajamos. Por ello nosotros siempre nos hemos marcado como líneas rojas que los lugares que visitamos sean seguros y tengan buenas infraestructuras hospitalarias. La distancia nos daba un poco igual y sobre el papel, Tailandia cumplía ambos objetivos.
El viaje fue como la seda y tras dos semanas moviéndonos de Bangkok al norte y luego al sur, llegaba el momento de disfrutar de unos días de playa como colofón del viaje. Habíamos escogido Ko Pha Ngan porque las islas del Mar de Andamán estaban en plena época de lluvias y nuestra estancia no coincidía con la famosa Full Moon Party. La isla sólo tiene unos 12.000 habitantes y esos días estaba tranquila, así que el relax estaba asegurado. Además, habíamos reservado un hotel idílico junto al mar en el norte de la isla, en lo que eran unas vacaciones de nuestro trabajo como bloggers de viaje.
La primera tarde allí nuestro hijo Oriol (que tenía 3 años por entonces) empezó a no querer comer y su temperatura corporal era más alta de lo normal. Fuimos a una farmacia a comprar un termómetro y la fiebre fue subiendo cada vez más. Decidimos esperar a ver cómo pasaba la noche antes de tomar otras medidas. Pero la cosa no mejoraba y desayunando vomitó lo poco que había comido el día anterior.
En esa zona de Tailandia hay poco riesgo de malaria y dengue, pero no quisimos arriesgar ni un ápice y decidimos que lo viera un médico. Llamamos a nuestro seguro médico y a pesar de que era de madrugada en España actuaron muy rápido y nos pusieron un taxi del hotel al hospital más cercano que se encontraba a una media hora. A pesar de ser una isla muy pequeña, Ko Pha Ngan cuenta con una clínica privada adscrita al Bangkok Hospital con buen equipamiento y médicos de primera.
Lo primero que nos dijeron fue que el crío tenía unas anginas galopantes que le impedían comer y beber y que presentaba principio de deshidratación. Además los síntomas coincidían con los del dengue, por lo que decidieron hacerle las pruebas para descartar esa enfermedad tropical. Afortunadamente el test dio negativo, pero tuvieron que ingresarlo para bajarle la fiebre e hidratarlo por vía intravenosa.
En unas 48 horas empezó a encontrarse mejor y le dieron el alta. Respiramos aliviados aunque el final idílico del viaje se fue al garete. La factura de aquellas 48 horas de incertidumbre nos hubieran costado 2.000 dólares, así que menos mal que estábamos cubiertos por nuestro seguro. Tanto el seguro, como el personal de la clínica y del hotel Anantara Rasananda como nuestra agencia con los que habíamos reservado el viaje respondieron de 10. Constantes llamadas, soluciones inmediatas y una atención excelente provocaron que unos momentos difíciles lejos de casa se resolvieran de la mejor forma posible.
Mis padres lo tenían claro: «Con esta niña hay que tener un cuidado tremendo de viaje». Extremo cuidado que no siempre he tenido conmigo misma cuando comencé a viajar sin su compañía. Me ha pasado de todo. Ysi hay algo que haya aprendido de mis experiencias es que, no sólo hay que contratar un seguro de viaje cuando salimos de Europa, también es algo más que recomendable dentro de la Unión Europea incluso como bloggers de viaje. En muchas ocasiones lleva costes añadidos que desconocemos, pero es que os puede suceder algo similar a lo que me ocurrió en Rumanía hace 3 años.
Me encontraba ya en mi penúltimo día de viaje (afortunadamente) disfrutando de la ciudad de Bucarest. Era pleno mes de agosto y el calor apretaba. Los mosquitos hicieron de las suyas. Nada fuera de lo común si no fuese porque a las pocas horas de las picaduras (unas 20 por cara, brazos y piernas) comenzaron a salirme unas ampollas de tamaño descomunal. Y cuando hablo de tamaño descomunal, hablo de ampollas de hasta 5 centímetros de perímetro, a las que hay que añadir cara y brazos hinchados como si me hubiesen pegado una paliza. Os podéis imaginar el susto que me llevé. Al día siguiente casi no podía abrir un ojo y muchas de las ampollas habían reventado y no paraban de supurar. Decidí ir al hospital con mi resguardo de la Tarjeta Sanitaria Europea, el que te dan cuando tienes un contrato de trabajo temporal. En admisión no hablaban inglés, y me miraban a mí y a mi papel con cara de pocker. Pasaban las horas y nada. Ni siquiera me cogían los datos o me decían que esperase. Nada. Me tuve que ir, estaba claro que allí no sabían qué hacer conmigo.
Fui directa a una farmacia porque las heridas estaban empezando a infectarse. Los farmacéuticos no daban crédito cuando me vieron aparecer por la puerta y, aunque me ayudaron a desinfectarlo, tenía que coger un vuelo en pocas horas y estaba segura que en los controles me retendrían y me harían muchas preguntas. Curiosamente no fue así aunque os aseguro que llamaba mucho la atención. En cuanto aterricé en Barcelona, respiré aliviada y me fui al hospital más cercano. Allí me tuvieron toda la noche pinchándome medicamentos en vena y curando unas heridas de las que aún hoy en día me quedan marcas en la piel de recuerdo. Meses más tarde me enteré que todo fue una reacción provocada por un parásito que llevaba en el cuerpo desde un lejano viaje que había hecho a Camerún. Muy desagradable.
¿Hay algo peor para un viajero que le roben el pasaporte fuera de su país? Pues sí, que ese país no tenga embajada de tu propio país. ¡Un infierno! Eso fue lo que me ocurrió cuando me robaron la mochila en Camboya con absolutamente todo lo de valor. Cámara de fotos, 400 dólares en efectivo, tarjetas de crédito… y entre todas las cosas estaba, efectivamente, también mi pasaporte.
Mil trámites me esperaban, empezando por unos policías corruptos que me pidieron dinero en el momento de presentar la denuncia del robo. Me presentaron solamente dos soluciones. Volver a España (algo que bajo ningún concepto concebía) o acercarme a la embajada española más cercana, que estaba en Tailandia. Pero… ¿y cómo salgo de Camboya sin pasaporte? En ese caso, la embajada francesa es la que se hace cargo de los españoles y otras nacionalidades, y pagando las oportunas tasas en la propia embajada francesa por los trámites, me hicieron una especie de pasaporte provisional (un papel cutre vaya…).
Luego volví a la embajada tailandesa para obtener un visado (sí, los españoles no pagamos visado para entrar a Tailandia, pero yo, sin pasaporte, ni era español ni era nada…). Y después pagar en la inmigración camboyana el visado de salida. Finalmente conseguí, un mes y medio después del robo, tener mi nuevo pasaporte conmigo. Pagándolo, claro.
En resumidas cuentas, el disgusto y el dinero que me gasté por el simple hecho de que 2 malnacidos me robasen la mochila. ¡Desde entonces el pasaporte se ha convertido en una auténtica obsesión! Y yo me pregunto como bloggers de viaje que somos… ¿Para cuándo un pasaporte electrónico? ¿Hasta cuándo vamos a seguir llevando ese libreto prehistórico que vale más que nuestra vida como si fuera nuestro hijo de lo valioso que es? Que sí, que los sellitos en el pasaporte quedan muy bien, pero creo que es hora de modernizarnos un poco.
La naturaleza no avisa dos veces
Rinocerontes vía Shutterstock
TROTAMUNDOS Arturo Brullard
Considero que en mi vida y la de mi mujer hay un antes y un después como bloggers de viaje debido a un momento que casi nos cuesta la vida. Mi esposa y yo entramos caminando a la selva de Chitwan en Nepal. Luego de caminar cerca de 3 horas divisamos un rinoceronte de la India. Nos escondimos tras unos árboles y luego de unos minutos, el inmenso mamífero de más de 2.5 toneladas, bajo a tomar agua. Para nuestra sorpresa estaba con una cría. Lo observamos a menos de 40 mts de distancia, la emoción era enorme, disfrutábamos de un bello espectáculo que solo la naturaleza nos puede regalar. Perode repente, Siba nuestro guía, golpea fuertemente con un palo al suelo y grita a todo pulmón, ¡¡RUUUUN!! RUUUUN!!
Mi mente se quedo en blanco. Y solo atinamos a correr despavoridos para salvar nuestras vidas. Corrimos, corrimos y corrimos, no se si por dos , cinco o diez minutos, solo se que fueron eternos; y mientras escuchaba gritos y los pasos de un gigante detrás de mí. Y cuando apenas me alcanzaban las fuerzas escuché la palabra que pensé nunca escucharía, ¡¡STOP!!. Y paramos unos segundos cuando nuevamente Siba gritó ¡¡RUNNNN!!. Y con más ganas de vivir que fuerza arrancamos nuevamente a correr. Gracias a dios este segundo y último round duró poco. Pasado el peligro nos detuvimos a descansar. Estábamos confundidos, no sabíamos bien que nos había pasado. Lo único que teníamos claro es que de milagro salimos con vida de Chitwan.
Un mes después, ya en Lima, nos enteramos que íbamos a ser padres por primera vez. La felicidad mas grande de mi vida. Estoy seguro que lo que vivimos fue una advertencia y una gran lección como bloggers de viaje para lo que se nos venía.
Durante el año que estuve viajando dando la vuelta al mundo tuve varios problemas de salud, como es normal en nuestra vida cotidiana y en la de cualquiera de los bloggers de viaje también. Lo que no esperaba es que un pequeño golpe que me di en las costillas mientras practicaba sandboarding en las dunas de Huacachina (Perú) me provocase tantos problemas durante tantos meses. Había pasado más de 7 meses seguidos en Asia sin ningún indicio de malestar de barriga ni diarreas. Había comido en restaurantes que Chicote (del programa “Pesadilla en la cocina”) clausuraría a la de tres y jamás había caído enferma de viaje. Pero cuando a uno le toca le toca. Y no darle demasiada importancia no hizo más que empeorarlo. Además, el hecho de cargar con la mochila día tras día tampoco ayudó.
Pero el peor problema del dolor en la costilla es que iba y venía, llegando a veces a ser tan agudo que no podía ni salir de cama. Ahí fue cuando ya no hubo vuelta atrás: Me quedé sin bucear, me perdí trekkings que me hacían muchísima ilusión y acudí al médico y al hospital (¡¡importantísimo tener seguro de viaje!!). Me dieron pastillas, me hicieron pruebas, radiografías… pero aún es el día de hoy en que no estoy recuperada al 100%. Son gajes del oficio, supongo. Y mi error de no darle importancia a algo que acabó dándome días muy duros en mi viaje. Así que (¡y lo diré aunque suene a señora madre! 😀 ) si os lastimáis estando de viaje, tened en cuenta que vuestra salud es lo primero y acudid al médico o al centro de salud lo antes posible.
Uno suele temer torcerse un tobillo mientras está de viaje, sufrir de graves intoxicaciones (tan comunes) o incluso padecer la temida malaria. Durante nuestra vuelta al mundo como bloggers de viaje no padecí ninguno de estos serios problemas, aunque sí de uno muy real y mucho más común, aunque no tan mencionado. Me atacó una horda de chinches. Puede que le haya ocurrido a más de uno, lo que yo no sabía era que soy más sensible a la picadura de estos desagradables bichitos que la mayoría de viajeros. Así que cuando me levanté aquella mañana en Ventiane con una buena erupción en toda la espalda y parte de los brazos, no sabía qué hacer.
El picor era tal que me iba a producir una infección por las heridas, así que decidimos ir hasta el hospital más cercano. Sabíamos que no era urgente, pero en el hospital querían hacerme mil pruebas e incluso ¡me asustaron diciéndome que podía ser gripe aviar!. Finalmente, les convencí yo misma de que se trataba de una alergia a las picaduras de los chinches, me recetaron una pomada antiinflamatoria y en unos días todo volvió a la normalidad. Eso sí, viajando como bloggers de viaje aprendimos muchísimo sobre cómo detectar si había chinches o no en los lugares donde nos alojábamos.
Por ser nuestro lector, si adquieres el seguro TotalTravel o cualquier otro seguro con nosotros tendrás nada más y nada menos que un 10% de DESCUENTO sobre su precio total usando el código MOCHILEROS. No te lo pienses, ya no tienes excusa para arriesgarte sin motivo, recuerda que prevenir es curar.
Viajar es una de las mejores experiencias que se pueden hacer en esta vida, pero incluso hasta a los más expertos bloggers de viaje les suceden cosas cuando viajan. Llevarse un buen seguro de viaje nunca está de más, pero nada mejor que aprender de la experiencia de los que más viajan, y hacerse eco de los problemas de algunos bloggers de viaje que un día también estuvieron en apuros durante su aventura.
Una piedra en el camino
AHORA TOCA VIAJAR Cristina Romagosa & J.A. Adamuz
Fue el mayor dolor que sentí nunca. Y llegó sin avisar. Cuando estás lejos del hogar, el dolor te hace sentir totalmente solo y vulnerable. No podía creerlo: con recorrer Latinoamérica estábamos cumpliendo el sueño de muchos bloggers de viaje, pero nadie nos dijo que algo en los viajes como la vida, también puede ir mal. El dolor vino del riñón izquierdo, pasó como una descarga a la zona lumbar, continuó por la derecha hasta el estómago: un tremendo y doloroso abrazo que no remitía.
Se trataba de un complicado cálculo renal que me obligó a pasar por el quirófano, en la Ciudad de México. Por suerte viajaba con Cris. Ella me animó, pudo encargarse del papeleo, de hablar con el seguro. Se enfrentó a la diferencia horaria que hacía que todo se retrasara y nos dejara en la incertidumbre de un pasillo de espera. Fue una semana en el hospital. Cuando me dieron el alta, recorrí parte de Guatemala con un catéter doble que me hacía orinar sangre, hasta que volví de nuevo a México para que me lo retirasen.
Todo duró un mes, más o menos. La hospitalización costó cerca de 17.000 euros, por lo que sin el seguro, el viaje se habría acabado y habría vuelto arruinado. Casi dos años después, llegábamos a Ushuaia, el fin del mundo. Aprendimos que en los viajes, como en la vida, puedes encontrarte con una piedra en el camino. Se trata de superarla y siempre continuar porque, ¿quién sabe qué nos espera como bloggers de viaje allá en el horizonte?
Estando en mi segundo viaje en Filipinas durante 3 meses, comencé a encontrarme un poco mal. Tenía algún escalofrío. Era una sensación extraña, parecía que estaba comenzando a tener los típicos síntomas de una gripe, así que me tomé algún paracetamol y aguanté un poco más. Tras unas horas, y de paseo con mi hija pequeña y mi mujer, Helen, por Pandan (un pequeño pueblo de la provincia de Antique en Filipinas), la fiebre aumentó, por lo que decidimos irnos a casa. Su familia (mi mujer es filipina), algo preocupada aunque no más allá de la preocupación que puede suponer una gripe, me dieron un poco de leche de coco, unos plátanos y un paño frío para ponerme en la frente e y así intentar bajar la fiebre.
Pronto comencé a sentir que tenía muchas ganas de ir al baño. Así que cuandovoy al servicio y empiezo a orinar de un color anaranjado que de repente se torna rojo, y empezó a salir algún coágulo de sangre…acongojado y con mucho miedo llamo a Helen y le digo, – ¡¡Estoy orinando sangre!! – Ella atónita, pero sin perder la compostura me dice – ¿Estás seguro? Y eso me calmó aunque me asusté, y el acojone fue máximo.
En ese momento recordé que tenía seguro médico que había cogido desde España, algo que ya saben que deben hacer todos los bloggers de viaje. Así que llamé, y aunque tuve que esperar un poco para que se pusieran de acuerdo con el hospital más cercano que tenía, ya que éste no pertenecía a su afiliación, pero pude ir e ingresarme durante 5 días en los que estuve a base de antibióticos, suero intravenoso, etc… La broma salió bastante cara, y agradecí el haber viajado con seguro. Al final, tuve una infección de vejiga que en su momento no supieron acertar a qué se debió.
O entras ilegalmente en Honduras o te quedas tirado en medio de la selva. Este percance me ocurrió en 2011 cuando viajaba en la parte exterior de una ranchera entre el Salvador y Honduras para cruzar la frontera de Perkin, un paso fuera de las rutas habituales y que está en unas montañas en medio de la selva en la que solo hay un camino de tierra. Pasé la frontera de El Salvador sin problemas y al llegar a la hondureña el funcionario de inmigración que debía sellar mi pasaporte estaba de vacaciones y nadie estaba allí para hacerlo.
La ranchera en la que viajaba quería continuar y el conductor me apremiaba así que tuve que decidirme rápidamente. No había opción, tenía que continuar hacia Honduras y tratar de arreglarlo más adelante o me quedaría incomunicado y a 40 kilómetros del pueblo más cercano.
Le dije al conductor que esperase un minuto y pedí a uno de los dos policías hondureños que estaban en la frontera si me podía escribir en una hoja lo que había pasado a lo que accedió amablemente. Con ese folio con la firma del policía y un sello accedí al país.
Siguiendo las referencias de otros viajeros y bloggers de viajes, al principio no me preocupé demasiado, pero días más tarde traté de regularizar mi situación en la isla de Utila. Allí me dijeron que debía ir a Tegucigalpa y pagar la multa de 120 dólares o sino tratase de salir por la frontera que había entrado. Al día siguiente volví a esa misma oficina y les pregunté a los funcionarios si lo podíamos arreglar el tema “entre nosotros”. Por suerte accedieron a sellar mi pasaporte como si hubiese llegado en un velero desde Guatemala por 10 dólares. Varias veces me he planteado lo que podría transportar el velero en cuestión…
Fue al despertar de un 31 de diciembre cuando fui al baño para orinar, y de repente sentí que tenía un gran dolor de cabeza, y uno de mis testículos estaba inflamado. No le di mucha importancia, pensé que era algo momentáneo, pero por la tarde seguía igual y empecé a sentir algo de fiebre, situación que me preocupó,por lo que tuve que llamar a mi seguro de viaje. Me dieron indicaciones de un hospital privado, y me fui a urgencias. Allí pasé una revisión y me hicieron las analíticas de rutina. Recibí el año nuevo en una camilla de un hospital, situación que como podréis imaginar no me importó mucho, porque mi salud estaba por delante de todo.
Estaba alarmado, aunque la tranquilidad de haber viajado con seguro y comunicándome con otros bloggers de viaje hizo que no me sintiera solo. Ellos se ocuparon de asignarme una cita con un urólogo, y este me recetó un tratamiento para así poder continuar mi viaje a Phuket. Y el tratamiento dio buen resultado. Al parecer, todo se trató de una picadura de un mosquito en algún momento cuando me bañé en una playa a las afueras de Bangkok.
El «problema» más grande que hemos tenido viajando como bloggers de viaje surgió de un insecto muy pequeño. Un diminuto mosquito picó a Enrique en la zona del tobillo durante su viaje a Tailandia, exactamente en Chiang Mai. Al llegar a Koh Phi Phi la picadura iba hinchándose e infectándose, tuvo que llamar al seguro para ver a que clínica tenia que ir, en la clínica hasta salió la palabra «amputation» al ver el color del tobillo, estaba color lila. Con una combinación de antibióticos vía pastillas, una pomada y un gotero al día durante tres días no fue a más y se solucionó, ya veis con que tonterías se puede estropear un gran viaje…
Llevaba años soñando con viajar a Cuba hasta tal punto que, cuando puede divisar la isla desde avión, me emocioné. Tras tres días increíbles en La Habana, me dirigí al pueblo de Viñales que se caracteriza por sus peculiares valles con mogotes, Patrimonio de la Humanidad, y unas preciosas casitas con porche de colores. Por la noche, el ambiente por sus calles es increíble: el poblado se llena de música. Tras cenar en la casa particular en la que me alojaba, pensé en unirme a la fiesta hasta que… ¡Tropecé, de la forma más estúpida que pueda haber, en la mismísima entrada de la casa! Se me torció el tobillo y el astrágalo (huesos del tarso, que está articulado con la tibia y el peroné) golpeó con tanta fuerza el asfalto que el estómago me dio un vuelco y no fui capaz ni de gritar del dolor.
Al cabo de 15 minutos allí sola en el suelo, me armé de valor para levantarme. Podía mover el pie, ya había tenido esguinces otras veces… Mis anfitriones se sorprendieron al verme regresar tan pronto. Les conté entonces lo ocurrido. Fueron a pedir a las casas de los alrededores hielo y vendajes y es que, el hospital más cercano estaba en Pinar del Río (a 35 km) por lo que esperaría a la mañana siguiente para ver cómo evolucionaba.
Apenas pegué ojo esa noche pensando en que no podría seguir con este viaje tan deseado. A la mañana siguiente la inflamación parecía haber bajado así que hice…lo que nadie debería hacer: ¡seguí con mi viaje!. Durante mi última semana por Cuba, «traté mi lesión» lo mejor que pude sin dejar de visitar el país: me compré una tobillera, me tomaba mis antiinflamatorios e intentaba no forzar y mantener el pie en alto (mis gastos se incrementaron un poco por los bicitaxis, las calesas de caballos y los taxis pero yo feliz). Podía haber ido al hospital ya que tenía seguro de viaje pero me hice la valiente...hasta que cuando llegué a España, mi pie se puso azul y me diagnosticaron una fractura del maléolo del peroné. Lo acabé pagando caro con 2 meses de escayola y otros 2 de rehabilitación.
A pesar de haber leído sobre los síntomas del “mal de altura”, con otros bloggers de viaje, nunca imaginé que podría padecerla a 2.500 después de haber estado a altitudes mucho más elevadas. Esto me sucedió el verano del 2017 cuando llegué a San Pedro de Atacama (Chile). Ese mismo día comencé con dolores de cabeza y fatiga extrema. Las recomendaciones generales eran que masticase hoja de coca y bebiese mucho. Y eso hice. Con varios gramos de hojas, infusiones y muchas botellas de agua me adentré en las altas montañas (superando los 5.000 m) para llegar hasta Sucre. Esos días fueron duros, pero el paisaje me compensaba un poco el malestar e intentaba pensar que ya se me pasaría.
Antes de seguir camino a La Paz pensé en ir al médico para consultar si podría seguir más tiempo así o tendría que pensar en bajar de altitud. Para entonces tenía hormigueo en manos y cara, dificultad para respirar, dolores fuertes de cabeza, dificultad para hablar y mantener la verticalidad al caminar… Llamé al seguro y me dirigí a la clínica que me indicaron. Después de varias pruebas me dijeron que tenía que quedarme ingresada porque tenía líquido en el pulmón y otros síntomas claros de “mal de altura”. El caso es que decían que mi aseguradora no autorizaban el ingreso. Mi compañía decía que sí, que lo tenían tramitado, tanto el ingreso como todas las pruebas necesarias. Cinco horas más tarde la propietaria de la clínica me dice que autoriza mi ingreso si yo me hago responsable económicamente de todos los gastos que surjan. Les dije que sí, sabía que aunque tuviese que adelantar el pago, luego me lo reembolsarían. Me tuvieron ingresada dos noches y me hicieron TACs y pruebas externas varias.
El caso es que yo me iba sintiendo peor con la medicación y por seguir en altitud, así que decidí bajar a Santa Cruz. El problema, que decían que no habían recibido la autorización y el coste del hospital era muy elevado y no aceptaban tarjeta y los cajeros solo me daban al día una cantidad que me haría permanecer tres días más en Sucre hasta saldar la deuda con la clínica. Por suerte la chica de la compañía de seguros se lo tomó como algo personal, y después de llamadas y trámites, por fin me dijeron que el seguro se hacía responsable. Cosa que yo sabía desde tres días atrás. La compañía me dijo que fuese a otro hospital en Santa Cruz, en donde me hicieron más pruebas y retiraron toda la medicación que estaba tomando.
Según ellos, lo que tenían que haber hecho en la clínica de Sucre era una evacuación inmediata. Mi nivel de sodio era bajísimo y estaba totalmente deshidratada. Tardé tres meses en recuperarme totalmente de este “mal de altura” al que no le di importancia. El coste total de todo este proceso hospitalario superó los 3.000€…
Por ser nuestro lector, si adquieres el seguro TotalTravel o cualquier otro seguro con nosotros tendrás nada más y nada menos que un 10% de DESCUENTO sobre su precio total usando el código MOCHILEROS. No te lo pienses, ya no tienes excusa para arriesgarte sin motivo, recuerda que prevenir es curar.
Videoperiodista, documentalista y aventurero. Entre mayo de 2006 y junio de 2007 realicé uno de los grandes viajes de mi vida: la ruta panamericana. De esta aventura nace el documental “La costura de América” que narra este viaje en solitario de 45.000 kilómetros, realizado íntegramente por tierra y más de 11 meses desde Prudhoe Bay (Alaska) hasta Bahía Lapataia en Tierra de Fuego (Argentina). He trabajado como corresponsal de la Agencia EFE en la India y realizado decenas de reportajes sobre turismo, cultura y sociedad para el canal de televisión español Telecinco. En enero de 2014 estuve nominado en los Premios Goya con mi cortometraje documental "La Alfombra Roja" rodado en un slum de India y que lleva acumuladas más de 130 selecciones en festivales de cine de todo el mundo. Sigue mis viajes en mi blog de viajes o mis redes sociales: Twitter, Facebook, Instagram y LinkedIn