Si nos detenemos un instante a pensar sobre nuestra forma de vida actual tardaremos muy poco en darnos cuenta de que vivimos a la velocidad de la luz: estrés, trabajo, prisas… Lo mismo nos ocurre a la hora de viajar. Los períodos de vacaciones cada vez son más agotadores, incluso alguien descubrió hace mucho tiempo aquello del síndrome postvacacional. Sin embargo, existen otras formas de conocer el mundo. Una de las principales características del slow travel es recuperar la tendencia natural del viajero para sumergirse en la vida cotidiana local, conectar con el lugar y sus gentes.
Slow travel es conectar a su vez con la cultura y no pasar de puntillas por nuestro destino. Muchos viajeros se mueven a velocidades de vértigo: plannings interminables, tren-bus-avión-coche como si de un malabarismo se tratase, hay gente que en «tours de ovejas» recorren 6 países de Europa en siete días… ¡agotador! Desde mi punto de vista eso no es viajar, eso es simplemente marcar en las casillas de la libreta los lugares como «visitados» para acumular destinos en la colección de viajes.
Viajar es detenerse, respirar, admirar. No estar atado todo el día a la cámara de fotos, ni al smartphone, viajar es sentarse en un parque, admirar el devenir cotidiano de la ciudad, leer un libro mientras tomas un café. El ansia por querer conocer el destino al que hemos llegado en profundidad puede arruinar un viaje, da igual si eres un turista, mochilero o viajero ocasional.
El movimiento Slow («despacio» en inglés) surge en la década de los ochenta frente a un ritmo de vida frenético: estrés, nuevas costumbres alimenticias como la comida rápida (fast food, comida chatarra…), pasar media vida en el centro comercial en lugar de vivir la calle, tours estresantes… El movimiento Slow se planteó el objetivo de vivir sin prisas y centrarse en la experiencia a través de pequeños placeres. De ahí nace el slow travel en el ámbito de turismo y a su vez surgen las conocidas como slow cities (ciudades lentas).
El movimiento de slow cities, originalmente nacido como Citta Slow en Italia en el año 1999, ofrece la posibilidad a ciudades de todo el mundo con menos de 50.000 habitantes de pertenecer a este singular club en el que lo importante es empaparse de esta filosofía y salirse de la vorágine globalizadora que nos devora.
La primera ciudad lenta fue la italiana Bra. En 2003, 30 ciudades europeas fueron declaradas slow cities y otras tantas lo habían solicitado. A día de hoy son más de un centenar de poblaciones las que poseen en cuño Citta Slow en países como Alemania, Italia, Holanda, Corea del Sur, Polonia, España, Reino Unido, Turquía o Estados Unidos, entre otros. A día de hoy en España sólo ciudades apuestan por vivir en slow motion: Lekeitio y Mungia en Vizcaya, Begur y Pals en Gerona, Bigastro en Alicante y Rubielos de Mora en Teruel. Para pertenecer al movimiento las ciudades han tenido que pasar un casting: apostar por el reciclaje de residuos, que su política urbanística sirva para mejorar el territorio, no para ocuparlo, mejorar la calidad del medioambiente y reducir la contaminación, promocionar la agricultura ecológica, recuperar y potenciar las tradiciones más ancestrales así como promover la hospitalidad y convivencia entre los habitantes y turistas.
Como con cualquier tendencia que se precie, el sector turístico ha intentado sacar tajada del asunto. En el mercado puedes encontrar slow paquetes de vacaciones, guías de viaje especializadas, centros turísticos que ofrecen el oro y el moro.
Lo mejor para tu salud y presupuesto como mochilero es que agarres la mochila, elijas un destino y una vez allí les des al botón de cámara lenta en tu retina.
VIAJAR CON SEGURO... ¿SÍ o NO?
Si vas a viajar por libre, lo mejor que puedes hacer es contratar un buen seguro de viaje. Mi recomendación es que contrates un seguro de Intermundial, la compañía más experta en seguros de viaje, con quien tendrás asistencia médica y todas tus necesidades cubiertas tanto antes de viajar como en destino.
En este post tienes todas las Opiniones sobre el seguro de Intermundial.