Si has llegado a este post es porque eres uno de esos curiosos soñadores que aspiran a recorrer la carretera panamericana en coche, por libre, en bicicleta… Puede que lo que estés buscando es simplemente información sobre esta ruta por curiosidad o quizás te estés planteando emprender la que, te aseguro, será una de las mayores aventuras de tu vida.
Como viajero, realicé la panamericana -mi primer gran viaje- durante 11 meses de Alaska Tierra del Fuego (Argentina) en transporte público entre junio de 2006 y mayo de 2007. 45.000 kilómetros, 15 países y un documental de por medio del que más adelante te hablaré. Te invito a conocer la historia, las curiosidades, los lugares más maravillosos de América Latina por los que transcurre y todo lo que necesitas saber sobre la ruta panamericana. ¿Comenzamos?
Iosu López e Iván González en el Salar de Uyuni (Bolivia)
Aunque para muchos es la carretera más larga del mundo en realidad la Panamericana, según el Libro de Récords Guinness, ostenta el título de ser “la ruta manejable más larga de mundo” porque es un sistema de carreteras nacionales que conforman un sistema vial. En total son unos 48.000 kilómetros desde Alaska (Estados Unidos) a Ushuaia (Argentina), una ruta que conecta el norte con el sur de América. Este número puede variar si personalizas tu propio recorrido. Dependerá de cómo quieras aventurarte por la carretera Panamericana, hay quienes la recorren en coche, bici, moto, caminando o en bus como yo.
¿Por dónde pasa la carretera Panamericana?
Oficialmente la carretera Panamericana atraviesa 14 países americanos: Canadá, Estados Unidos, México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina.
Aunque, como te comenté anteriormente, todo va a depender de cómo diseñes tu ruta. Por ejemplo, si pasas por el Tapón de Darién saltas de Panamá a Colombia sin toparte con Venezuela. Pero si quisieras entrar a este país siguiendo la carretera panamericana, Venezuela la atraviesas por las cordilleras que conectan Colombia y Ecuador antes de llegar a la costa del Pacífico en el Perú.
Una de las dudas comunes cuando comienzas a planear la aventura es por qué países pasa la ruta Panamericana. Yo incluí Belice por lo que atravesé 15 países en el siguiente orden:
VIAJAR CON SEGURO... ¿SÍ o NO?
Si vas a viajar por libre, lo mejor que puedes hacer es contratar un buen seguro de viaje. Mi recomendación es que contrates un seguro de Intermundial, la compañía más experta en seguros de viaje, con quien tendrás asistencia médica y todas tus necesidades cubiertas tanto antes de viajar como en destino.
Iosu López en el Denali National Park en la carretera panamericana
La ruta panamericana comienza al norte de Alaska. El punto más al norte de Alaska se encuentra en Prudhoe Bay, un lugar de prospecciones petrolíferas a orillas del Océano Ártico. Conforme descendía rumbo al sur pasé por ciudades como Fairbanks o Anchorage. Naturaleza en estado puro.
CANADÁ
SS Klondike, Whitehorse (Canadá)
Después de un «breve» tramo por Canadá -pasa por los estados de Yukon, Alberta y British Columbia-, destaco las paradas en Whitehorse y Vancouver (ciudad que te recomiendo conocer). La panamericana sigue por la costa oeste y vuelve a entrar a Estados Unidos pasando por ciudades tan chulas como San Francisco y Los Ángeles.
MÉXICO
Ruinas de Palenque (México)
Tras cruzar una de las fronteras más transitadas del mundo, Tijuana es la puerta de entrada en Latinoamérica. Descendí por Baja California hasta La Paz y de ahí crucé en ferry a Los Mochis. Decidí subir en El Chepe (el tren de la Barranca del Cobre) hacia Chihuahua. Luego rumbo al sur visité Morelia, Ciudad de México, el estado de Chiapas, Quintana Roo y Yucatán con todas sus joyas mayas para abandonar el país azteca por la frontera de Chetumal.
Decidí entrar en Belice antes de pasar a Guatemala para conocer el mítico Blue Hole y bucear en las azules aguas de sus cayos Amberguis y Caulker. Caí enfermo de fiebre tifoidea lo que supuso un parón y momento duro en esta aventura por la carretera panamericana.
GUATEMALA
Procesión de Santo Tomás en Chichicastenango (Guatemala)
En Guatemala fui a visitar la hermosa ciudad maya de Tikal, Antigua, el lago Atitlán y Ciudad de Guatemala.
EL SALVADOR / HONDURAS
Iosu López y Yamil en la isla de Utila (Honduras)
En mi caso no pasé por San Salvador, capital de El Salvador, y crucé de Guatemala a Honduras para conocer las ruinas de Copán y las islas caribeñas de Utila y Roatán donde volví a bucear. La isla de Utila tenía un magnetismo tan fuerte que casi no consigo salir de ella. Toda la historia en las crónicas de mi ruta panamericana que puedes leer en este mismo artículo.
NICARAGUA
Pelea de gallos (Nicaragua)
Centroamérica es pequeña pero grande y rica en naturaleza, cultura y gentes. Visité las ciudades coloniales de León y Granada, también la isla de Ometepe.
COSTA RICA
Volcán Poas (Costa Rica)
El país de la «pura vida» me recibió con los brazos abiertos tanto en su costa del Pacífico como del Caribe. Un chute de naturaleza impresionante.
PANAMÁ
Iosu López en una playa de Kuna Yala (Panamá)
En este país se interrumpe durante 130 kms la carretera panamericana por el Tapón del Darién, que es uno de los principales obstáculos de la ruta. Como viajaba en transporte público tuve que buscar una alternativa para cruzar a Panamá. Aquí te cuento cómo cruzar la frontera de Colombia a Panamá.
Es importante que tengas en cuenta que este tramo es quizás el más complicado y caro si viajas en vehículo. Deberás buscar un barco para cruzar a Sudamérica. El presupuesto puede rondar los 1000 dólares según el tamaño de tu vehículo. Cruzar fue toda una aventura en cayucos de los indígenas Kuna desde Colón hasta Puerto Obaldía, frontera entre Panamá y Colombia.
Carretera Panamericana centro (Mapa)
COLOMBIA
Centro histórico de Cartagena (Colombia)
En Colombia, la ruta se inicia en Turbo a donde se llega desde Capurganá en una lancha rápida. Llegué a Cartagena y Barranquilla, luego a Medellín y Bogotá antes de pasar a Ecuador.
ECUADOR
Centro histórico de Quito (Ecuador)
En Ecuador no tuve en esta ocasión la oportunidad de conocer las Islas Galápagos pero sí dos puntos vitales del país andino. De Otavalo a Quito y muy cerca de ahí a la Mitad del Mundo para poner un pie en cada hemisferio. Antes de seguir al próximo país que atraviesa la carretera panamericana fui a Cuenca y me subí en el techo del Tren de la Nariz del Diablo.
PERÚ
Iosu Lopez en la Huaca Arco Iris junto a la carretera panamericana
En Perú, la Panamericana sigue la ruta nacional 1, que bordea la costa, pasando por Máncora, Trujillo y Lima. No podía dejar de ver la grandeza de las ruinas incas en el Valle Sagrado, sobrevolar las líneas de Nazca que yacen junto a la panamericana sur peruana, navegar por el lago Titicaca y entrar en mi país número 13: Bolivia.
BOLIVIA
Iosu López grabando un documental en la carretera de la muerte
Copacabana, La Paz y una experiencia única: recorrer un tramo de la Carretera de la Muerte en bicicleta. Pero lo bueno en este país no había hecho más que comenzar. El trayecto de Uyuni a Santiago de Atacama (Chile) lo hice en 4×4 cruzando el salar de Uyuni y ha sido una de las excursiones más impactantes de toda la carretera panamericana.
CHILE
Carretera panamericana a su paso por el desierto de Atacama en Chile vía Shutterstock
El paso por Chile fue fugaz. Parada en Santiago de Atacama y trayecto en bus hasta Salta (norte de Argentina).
ARGENTINA
Valle Encantado en la Patagonia de Argentina
Argentina es un país gigante. Llegué al punto más austral de la ruta panamericana: Ushuaia y de ahí a Bahía Lapataia (Parque Nacional Tierra del Fuego), el final de mi aventura.
Carretera Panamericana sur (Mapa)
Luego puedes a hacer rutas alternativas dependiendo de tu tiempo y presupuesto. Los principales desvíos más comunes son: ir a Belice como hice yo, visitar Bolivia, Uruguay y Brasil o pegarte la aventura de conocer el resto de países sudamericanos.
Mi ruta fue, literalmente, toda una aventura solo con mi mapa de la carretera Panamericana. Un mapa de papel con el que me iba guiando. Nada de Google Maps o WhatsApp, no existían para aquel entonces.
Historia de la carretera Panamericana
Los planes para construir este sistema de carreteras en el que se ha convertido la ruta Panamericana comenzaron en los años 20. La idea fue concebida con motivo de la V Conferencia Internacional de Estados Americanos en el año 1923. Inicialmente querían unir América con una única vía asfáltica, pero eso a derivado en un conjunto de caminos.
A partir de los años 30 fueron inaugurando distintas partes de este camino. Como antecedentes, algunos historiadores afirman que los primeros pasos para construcción de la Panamericana fueron dados por el Imperio Inca ya que han podido comprobar la existencia de una ruta que unía Quito con Santiago de Chile.
Expedición Trans-Darien 1959-1960
La travesía de Amado Araúz y Reina Torres, matrimonio panameño, es la primera gran aventura de la que se tiene constancia atravesando el Tapón de Darién en vehículo. La pareja, acompañados de un ex militar inglés y un ingeniero australiano, estuvo a bordo de un Land Rover al que apodaron “la cucaracha cariñosa” y se adentraron a la selva en junio de 1960.
Una travesía que duró 136 días y recorrió unos 500 kilómetros aunque no estuvo exenta de dificultades. Cruzaron 180 ríos, algunos de ellos en balsas improvisadas con troncos, y construyeron cerca de 125 puentes para poder avanzar. En algunos tramos contaron con la ayuda de tribus indígenas y hasta sufrieron de malaria a parte de superar ataques de insectos, serpientes, arañas… Al llegar a Colombia fueron recibidos con banda de música y júbilo en las calles ya que se habían convertido en los primeros exploradores en cruzar el Tapón de Darién.
Luego de esta pareja se sumaron muchos otros aventureros que, patrocinados por compañías automovilísticas americanas e inglesas, consiguieron también completar este tramo agotador de la selva.
¿Cómo evito el Tapón de Darién?
Bienvenido a Panamá vía Shutterstock
La selva del Darién, conocida como el Tapón del Darién, es una brecha de 130 kilómetros que interrumpe el tramo de carretera Panamá- Colombia. Este territorio de espesa vegetación no posee ningún camino ni carretera que lo transite.
Tienes dos vías para evitarlo:
1. Volar desde Panamá a Colombia o viceversa dependiendo del sentido con el que estés haciendo la ruta.
2. Embarcarte en un barco si vas con vehículo propio o, si es solo con mochila al hombro, en lancha. En caso de que sea la última opción, debes llegar a Puerto Obaldía (pueblo fronterizo panameño) y pillar una lancha hasta Capurganá (pueblo fronterizo colombiano). Desde allí otra lancha que te lleva a la ciudad de Turbo (departamento de Antioquia)
En el blog también tienes un post sobre cómo cruzar la frontera de Colombia a Panamá. Ahí te cuento todos los detalles para evitar el Tapón de Darién si vienes haciendo la ruta desde Argentina.
La Ruta Panamericana continúa al sur, desde la localidad colombiana de Turbo hasta Ushuaia, en la provincia argentina de Tierra del Fuego.
¿En qué sentido hago la Panamericana?
Muchos se plantean: ¿cómo hago la panamericana? ¿De norte a sur o de sur a norte?u En mi caso preferí hacer este gran viaje de norte a sur puesto que el «fin del mundo» -Ushuaia en Tierra del Fuego (Argentina)- me resultaba un lugar icónico donde terminar mi aventura. Ushuaia es la ciudad más austral del continente americano, el último reducto poblado donde solo quedan la inmensidad del océano y la Antártida.
Al final tú decides dónde termina la ruta Panamericana. Hay viajeros que se decantan por recorrer la carretera en sentido contrario puesto que parten de Argentina o encuentran épico terminar el viaje en Alaska. Sea como fuere, esta gran aventura y una de las rutas más apasionantes del mundo merece la pena hacerla en cualquiera de los sentidos.
De Alaska a la Patagonia argentina, dentro del Parque Nacional Tierra del Fuego, finaliza la ruta nacional 3 de Argentina en un entorno precioso conocido como Bahía Lapataia. En el cartel de madera que ves en la foto superior se indica la distancia desde este punto austral hasta Alaska: 17.848 kilómetros.
Se dice que esta distancia es un cálculo aproximado desde este punto en línea recta hasta el estado norteamericano.
¿Cuánto se tarda en hacer la ruta panamericana?
Carretera panamericana en la costa de Perú vía Shutterstock
Según el trayecto que elijas, la carretera panamericana es esa «costura de América» que conecta un total de 14 países. Pero, como he comentado antes, también hay rutas alternativas que te pueden llevar a conocer otros destinos de este cautivador continente.
Muchos viajeros se planifican la ruta entre uno y dos años. Otros hasta la hacen sin fecha de vuelta, más como nómadas digitales. En mi caso me llevó once meses, aunque pienso que lo más cómodo hubiese sido dos años.
Este fue el promedio en días/meses que le dediqué a cada país en la carretera Panamericana (distancias incluidas de mi trayecto en transporte público):
Estados Unidos: 34 días / 7577 kms
Canadá: 6 días / 4260 kms
México: 93 días / 8499 kms
Belice: 24 días / 994 kms
Guatemala: 21 días / 994 kms
Honduras: 23 días / 1252 kms
Nicaragua: 9 días / 658 kms
Costa Rica: 11 días / 403 kms
Panamá: 8 días / 1119 kms
Colombia: 12 días / 3118 kms
Ecuador: 10 días / 980 kms
Perú: 13 días / 3286 kms
Bolivia: 13 días / 1889 kms
Chile: 2 días / 685 kms
Argentina: 29 días / 7787 kms
Muchos viajeros me preguntan: ¿Qué debería llevar en la maleta/mochila para un gran viaje por la panamericana?¿En qué temporada hiciste el viaje (invierno/verano). Como puedes ver en la escaleta pormenorizada que incluyo en este post, comencé la aventura en junio y finalicé casi doce meses después evitando el invierno principalmente tanto en Alaska como en la Patagonia.
Respecto al equipaje ideal lo que te comiendo es una mochila de 60-70 litros con la ropa básica, algo de abrigo y ropa de verano. A lo largo del camino si necesitas puedes comprar o cambiar ropa a precios bastante asequibles.
¿Cuánto dinero necesito para hacer la ruta Panamericana?
Principalmente va a depender de tu presupuesto, del medio, cómo quieres que sea el viaje y del tiempo que quieras estar en ruta. Con el paso del tiempo se han ido creando redes y comunidades de viajeros que ayudan a disminuir gastos. Por ejemplo, puedes optar por a hacer couchsurfing o housesitting, compartir en un hostal envés de un hotel con habitación privada.
Lo más importante es que sepas cuánto dinero llevas y con eso planifiques la ruta, sobre todo el tiempo que estarás en cada país y por cuáles quieres pasar.
¿Cuánto mide la Carretera Panamericana?
La Carretera Panamericana es una de las rutas más extensas y notables del mundo, abarcando un vasto territorio desde Alaska en América del Norte hasta Argentina en América del Sur. La longitud total es de aproximadamente 30.000 kilómetros, lo que genera gran fascinación entre los amantes de la conducción y la aventura por los innumerables paisajes y culturas que recorre. Considerando cuántos kilómetros tiene la Panamericana, es impresionante cómo esta red de carreteras conecta casi todos los países de América, excepto un pequeño tramo conocido como el Tapón del Darién, que separa Panamá de Colombia. Esta obra de infraestructura no solo facilita el transporte y el comercio, sino que también simboliza el esfuerzo por unir el continente americano de norte a sur.
Viajeros y viajeras que han hecho la ruta Panamericana
Son muchos los viajeros y viajeras que han cogido sus mochilas, bicis, autocaravanas o se han ido solo con un billete de ida para vivir las mejores de las aventuras que alguien puede tener: recorrer la Panamericana.
No tenía ninguna experiencia previa en grandes travesías. Pero en 2013, Álvaro, decidió dejar su vida “normal”, es decir su trabajo, una hipoteca y una relación estable. Su vida dio un giro y la bicicleta fue su inseparable amiga que lo acompañó hasta Alaska. Una aventura que lo llevó a recorrer la costa Oeste, travesar México de cabo a rabo, subir los andes sudamericanos para terminar alcanzando Ushuaia dos años después.
Una pareja chilena que en el 2013 decidió vender todo lo que tenía en Chile para partir a la aventura soñada de a hacer la Panamericana. Primero llegaron a Canadá, allí trabajaron una temporada para comprar su camioneta “Dora”. Ella, junto a su camper “Manfred”, han sido las fieles compañeras de Claudia y Cristian en esta pedazo de travesía desde Alaska a la Patagonia que les llevó 3 años y 52.000 kilómetros.
“La Costura de América”: 11 meses y 45.000 kms – Iosu López
Al igual que otros viajeros, también dejé mi vida de confort: un trabajo estable en la tele, a mi familia en España, una novia y todos los esquemas sociales que se suponía debía seguir. Antes de cumplir los 30, decidí abandonarlo todo para cumplir mi sueño de infancia: recorrer América de norte a sur y hacerlo íntegramente por tierra. Con los ahorros que tenía me lancé a la aventura recorriendo este maravilloso continente solo en transporte público. Tomé desde un autobús hasta una avioneta llena de gallinas en la comarca de Kuna Yala en Panamá.
1 año recorriendo la Panamericana en una furgo 4×4 – Marc, Serena y sus dos hijas
Un viaje que comenzaron en Alaska con sus dos hijas, Xènia (9 años) y Jordina (11 años), y finalizaron en Argentina hace a penas un año. Estuvieron viajando durante 14 meses en una furgoneta 4×4 muy bien equipada. Esta familia personalizó su ruta Panamericana saliéndose un poco del asfalto para explorar más lugares naturales, como buenos amantes de la naturaleza.
1 año y medio para llegar a Argentina a través de la Panamericana – Pilar y Jorge
Una pareja argentina que aprovechó el año y medio que tenía para viajar y se lanzaron a un viaje épico por América en un motorhome restaurado. Siguieron la ruta Panamericana en 2017 desde Canadá y, en principio, su idea era llegar a Argentina en este tiempo. Pero, como ellos mismos describen, “el viaje tomó forma propia” y en ese año y medio tan solo llegaron a Panamá.
La Panamericana de sur a norte en combi – Mariela y Carolina
Carolina es colombiana y Mariela es argentina. Juntas decidieron arrancar con esta aventura en “sentido contrario”. Comenzaron en el fin del mundo, Ushuaia, para terminar en Alaska contemplando auroras boreales. Salieron de Argentina sin vehículo particular y al llegar a Sao Paulo fueron a una exhibición de combis, fue allí donde tuvieron la idea de comprarse una. Después de buscar muchas opciones, decidieron comprar una T1 (modelo de 1969) que apodaron “Abacaxi”.
Al comprarse la combi, su ruta Panamericana tomó otro concepto. Hicieron una pausa en el viaje dejando a “Abacaxi” en casa de una amiga en Brasil. Ambas se regresaron a República Dominicana (país de residencia) para ahorrar durante un tiempo y planificar el nuevo tramo que comenzarían con su combi. De vuelta al sur, camperizaron a la pequeña de cuatro ruedas arrancando nuevamente con la ruta.
Otros viajeros que han estado por territorio de la Panamericana
Hay también otros viajeros que, aunque no planifican sus viajes expresamente en realizar la Panamericana, atraviesan tramos de esta ruta tras la aventura de descubrir el pintoresco continente americano.
Juan Miravete, conocido como “el Winger”, dio la vuelta al mundo subido en su Honda Goldwing GL 1800. Conoció muchos de los países que conforman la Panamericana.
Nacho Dean, aventurero nato, dio la vuelta al mundo a pie durante 3 años y, en su paso por América, prácticamente se la recorrió de cabo a rabo.
También está la historia de Fabián Barrio, otra vuelta al mundo, pero esta vez en moto durante 2 años. Obviamente tuvo su peripecia por el asfalto de la Panamericana.
La ruta Panamericana es una excusa perfecta para iniciarte en un gran viaje que te hará conocer diferentes culturas, despertar el paladar con gastronomía variada, te adentrará por paisajes que van desde desierto hasta selva y lo más bonito de todo: conocer a nuevas personas cada una con sus tradiciones. Te aseguro que este viaje te sumará infinidad de experiencias.
¿Dónde termina la ruta panamericana?
Eso dependerá del sentido en el que decidas recorrerla. De Alaska a la Patagonia argentina, en el extremo sur, dentro del Parque Nacional Tierra del Fuego, finaliza la ruta nacional 3 de Argentina en un entorno precioso conocido como Bahía Lapataia. En el cartel de madera que ves en la foto superior se indica la distancia desde este punto austral hasta Alaska: 17.848 kilómetros. Se dice que esta distancia es un cálculo aproximado desde este punto en línea recta hasta el estado norteamericano. Tu viaje te aseguro que sumará muchos más así como infinidad de experiencias.
¿En qué sentido hago la panamericana?
Ruta panamericana vía Shutterstock
Muchos se plantean: ¿cómo hago la panamericana? ¿De norte a sur o de sur a norte? En mi caso preferí hacer este gran viaje de norte a sur puesto que el «fin del mundo» -Ushuaia en Tierra del Fuego (Argentina)- me resultaba un lugar icónico donde terminar este gran viaje. Ushuaia es la ciudad más austral del continente americano, el último reducto poblado tras el que luego tan solo quedan la inmensidad del océano y la Antártida.
Hay viajeros que deciden recorrer la carretera panamericana en sentido contrario puesto que parten de Argentina o encuentran épico terminar el viaje en Alaska. Sea como fuere, esta gran aventura y una de las rutas más apasionantes del mundo merece la pena hacerla en cualquiera de los sentidos.
¿Es segura la panamericana?
No te voy a mentir. Algunos de los países por los que atraviesa este eje vial tiene problemas de seguridad, sin embargo, lo que mejor funciona en un gran viaje es el sentido común y siempre consultar con gente local para ver cómo están los siguientes tramos. Evita viajar de noche.
La Costura de América: 45.000 kms a través de la ruta panamericana
En el año 2012 presenté en esta web el primer capítulo de la primera serie de viajes de Mochileros TV: «La costura de América». Producida por Qbo Films e Emagic Producciones, la serie cuenta con un total de 8 episodios la historia del mejor y más intenso viaje que he realizado hasta la fecha en mi vida por el continente americano.
Antes de cumplir los 30, decidí abandonarlo todo (trabajo, casa, familia…) para cumplir un sueño de infancia: recorrer América de norte a sur y hacerlo íntegramente por tierra. Un viaje en solitario de 45.000 kilómetros y casi 11 meses de aventura desde Prudhoe Bay (Alaska) hasta Bahía Lapataia en Tierra de Fuego (Argentina) a través de la carretera panamericana. El cambio en mi perspectiva vital, el autoconocimiento interior y el esfuerzo personal de superación marcan un viaje de descubrimiento de la rica y compleja topografía humana y social del continente americano en sentido inverso al flujo migratorio.
Para aquellos que no conocíais esta aventura, aquí un aperitivo, el teaser de la serie.
De este viaje no sólo surgió una experiencia personal inolvidable, también este documental que ahora podréis ver en forma de serie capitulada tanto en nuestra web o en el canal de Youtube.
EP1. «La última frontera / The Last Border»
A lo largo de los años 2009 y 2010, realicé más de una veintena de proyecciones de este documental, que ahora puedes ver capitulado en internet, en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Málaga o Sevilla, además de ciudades fuera de España como Nueva Delhi (India) y Montevideo (Uruguay). Todas ellas fueron a beneficio del hogar de niños de la calle «Horizontes al Futuro» ubicado en la ciudad hondureña de Comayagua financiado en parte por la Asociación Tenguaje de Sevilla.
Sin más dilación, aquí tenéis el primer episodio de esta gran aventura. ¡Esperamos que lo disfrutéis!
EP2. «Siempre al sur / Always South»
Bajo un sol abrasador (más de 48 grados celsius) en Badwater, Valle de la Muerte (Estados Unidos)
En este segundo capítulo de «La Costura de América», nuestro aventurero sigue rumbo al sur por la ruta panamericana después de recorrer las vastas tierras de Alaska y Canadá. En dirección hacia la frontera internacional entre Estados Unidos y México, en el camino atravesará páramos como el Valle de la Muerte y el imponente Cañón del Colorado, jugará un puñado de dólares en la meca del juego -Las Vegas- y llegará a Tijuana para conocer de primera mano la dura realidad de la inmigración ilegal.
EP3. «México lindo / Beautiful Mexico»
El camino bajo mis pies
En el tercer capítulo de la serie «La Costura de América», nuestro aventurero, después de detenerse durante unos días en la fronteriza Tijuana donde descubre de primera mano la crudeza del fenómeno migratorio, continúa su viaje a través de la península de Baja California. A su llegada a La Paz se verá sorprendido por la visita inesperada del devastador Huracán John.
Tras recorrer más de 3.000 kilómetros por el extraordinario México desde la frontera norte hasta la cálida Riviera Maya, Iosu se adentra en Belice, el primer país de Centroamérica, donde se enfrentará a un momento crucial en su aventura. ¿Logrará superar uno de los momentos más duros del viaje?
EP.4 “Lejos de casa / Far From Home”
Peleas de gallos (Nicaragua)
En el cuarto capítulo de la serie «La Costura de América», nuestro aventurero, después de superar uno de los momentos más difíciles y complicados de este viaje, continúa su camino por Centroamérica en dirección hacia Panamá. Iosu se detendrá en el altiplano guatemalteco para conocer de cerca las tradiciones indígenas y analizar la situación de un país al que todavía le duelen las cicatrices de un genocidio de 36 años.
Admirando las ruinas de la civilización maya en Tikal (Guatemala)
En Nicaragua nos metemos de lleno en las peleas de gallos, deporte nacional de este país centroamericano y descubrimos algunas de las leyendas y encantos de la isla nicaragüense de Ometepe.
EP.5 «Perdido en el paraíso / Lost in Paradise»
Navegando en un cayuco comandado por indígenas Kuna por el caribe panameño
Los últimos meses hemos estado muy ocupados viajando por medio mundo y preparando nuevos reportajes que comenzaremos a emitir una vez se termine la emisión de nuestra serie «La Costura de América». El pasado mes de junio estrenamos «Lejos de casa», el cuarto capítulo en el que nuestro aventurero, después de superar uno de los momentos más difíciles y complicados de esta aventura, continuaba su camino por Centroamérica en dirección hacia Panamá.
Viajando por la carretera panamericana en autobús
Tras haber hecho una parada para recuperar fuerzas en la isla nicaragüense de Ometepe, Iosu López retoma el camino por Centroamérica a través de Costa Rica y Panamá donde se topará con el Tapón del Darién, una extensión inmensa de selva donde se interrumpe el trazado de carretera panamericana. ¿Cuál será su opción? En este episodio nuestro aventurero vive una de las experiencias más apasionantes de su aventura por el continente americano.
EP.6 – “La mitad del mundo / Half of the World”
Músico callejero en Quito (Ecuador)
Mochileros TV presenta el sexto episodio de la serie «La Costura de América» desde un lugar muy especial y lejano. El pasado mes de septiembre emitimos el último capítulo «Perdido en el paraíso», en el que nuestro aventurero vivió una de las experiencias más apasionantes de todo su viaje por el continente americano.
Iosu Lopez con gorro peruano en un autobús
Sin embargo, la aventura continúa esta vez por Sudamérica donde nuestro viajero tendrá que atravesar países como Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina para llegar a su destino final: los confines del mundo en Tierra del Fuego (Argentina).
EP7. «Dentro del corazón / Inside my Heart»
Iosu López rodando su documental en la Carretera de la Muerte (Bolivia)
Te traemos el séptimo episodio de la serie «La Costura de América». La aventura continúa por Sudamérica donde nuestro viajero tendrá que atravesar en Bolivia una de las rutas más peligrosas del mundo en bicicleta: la carretera de la muerte en dirección al desierto de sal más grande del mundo.
A mitad de camino en la carretera más peligrosa del mundo
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EP8. «Desierto de sal / The Salt Desert»
Por falta de tiempo en otros tantos proyectos no pude terminar los dos últimos episodios pero prometo hacerlo. Entra en mi canal de YouTube y disfruta de todos los episodios en la lista de reproducción de «La Costura de América».
Laguna Colorada – Geisers Sol de Mañana – Aguas Termales – Laguna Salada – Desierto de Rocas Salvador Dalí – Laguna Verde – Laguna Blanca – Hito Cajón – San Pedro de Atacama – Calama, CHILE
36986
3/4/2007
Calama – San Pedro de Atacama – Paso Jama – Salta, ARGENTINA
37506
5/4/2007
Salta – La Ciçenaga – Jujuy – Tumbaya – Purmamarca – Tilcara – Humahuaca – Jujuy – Salta, ARGENTINA
38896
5/4/2007
Salta – San Juan – Mendoza, ARGENTINA
38942
7/4/2007
Mendoza – Chacras de Coria – Mendoza, ARGENTINA
39028
9/4/2007
Mendoza – Bodega La Rural – Pasrai Fábrica de Aceite Oliva – Bodega Cavas de Don Arturo – Mendoza, ARGENTINA
40317
10/4/2007
Mendoza – San Carlos de Bariloche, ARGENTINA
40517
11/4/2007
San Carlos de Bariloche – Villa La Angostura – San Martín de los Andes, ARGENTINA
40717
12/4/2007
San Martín de los Andes – Villa Traful – San Carlos de Bariloche – El Bolsón, ARGENTINA
41925
13/4/2007
El Bolsón – San Carlos de Bariloche – Esquel – Comodoro Rivadavia, ARGENTINA
42687
14/4/2007
Comodoro Rivadavia – Río Gallegos, ARGENTINA
42984
15/4/2007
Río Gallegos – El Calafate, ARGENTINA
43159
17/4/2007
El Calafate – Glaciar Perito Moreno – El Calafate, ARGENTINA
43427
18/4/2007
El Calafate – Puerto Bandera – Boca del Diablo – Bahía Onelli – Glaciar Upsala – Glaciar Spegazzini – Puerto Bandera – El Calafate, ARGENTINA
44307
19/4/2007
El Calafate – Río Gallegos – Ushuaia, ARGENTINA
44359
21/4/2007
Ushuaia – Parque Nacional Tierra del Fuego – Bahía Lapataia – Lago Roca – Ushuaia, ARGENTINA
44519
22/4/2007
Ushuaia – Lago Escondido – Lago Fagniano – Ushuaia, ARGENTINA
44553
24/4/2007
Ushuaia – Canal Beagle – Isla de los Lobos – Isla de los Pájaros – Faro Les Eclereurs – Isla Bridges – Ushuaia, ARGENTINA
44773
25/4/2007
Ushuaia – Río Grande, ARGENTINA
(vuelo)
26/4/2007
Río Grande – Buenos Aires, ARGENTINA
(vuelo)
2/5/2007
Buenos Aires – Aeropuerto Internacional Ezeiza – Madrid, ESPAÑA
45227
4/5/2007
Madrid – Pamplona, ESPAÑA
Washington D.C., USA. Km. 0
Las últimas semanas han sido un constante ir y venir de recados, preparativos, despedidas y tareas. Parece mentira que soltar amarras resulte tan farragoso. Gracias a Edel pude llegar a tiempo de recoger todo lo que he venido acumulando en mi habitación durante estos 6 últimos años. Empiezo a pensar que padezco el síndrome de Diógenes, ese por el cual acumulas kilos y kilos de cosas sin sentido alguno. Estuvimos hasta las 4 de la mañana terminando de guardar los restos de la mudanza y llenar las dos mochilas que llevaré a mis espaldas durante los próximos meses. Difícil decisión la de cargar con lo mínimo sin olvidar nada importante y organizarlo de tal manera que ocupe el mínimo espacio posible. Edel fue una vez más la artífice de semejante tetris. Se nota el entrenamiento cuando hace unos años jugaba a las máquintas y se pasaba hasta la pantalla 43.
Dormir, dormimos poco. Tres horas que se sumaban a la falta de sueño de las últimas semanas. Tras el oportuno control de seguridad en Barajas, resulta que llevaba una navaja en la mochila, así que vuelta atrás para facturar el cuchillito de marras. Mi primer vuelo Madrid-Frankfurt vía Spanair estuvo marcado por el Mundial. A mi lado iban dos argentinos engorilados por el próximo partido entre su selección y la holandesa. Luego me enteraría que el resultado no pasó de un simple empate. El resto del viaje sin mayores complicaciones. Una vez en Frankfurt, buscar la puerta de embarque del avión con el que debía enlazar, registros de seguridad por un tubo y un larguísimo paseo por este aeropuerto que parece más una ciudad que un lugar de aterrizaje de aviones.
Tras 8 horas de vuelo con United Airlines (con asiento con pantalla incorporada y selección de películas) pisaba tierra en el aeropuerto de Dulles, en Washington D.C. Vuelvo a toparme con varios controles de seguridad, incluído el escaneo de los dos dedos índices y una foto que te sacan con una web cam por si pones una bomba o algo así. Es curioso tener que rellenar de nuevo el cuestionario de inmigración en el que te preguntan cosas como si has participado en el bando nazi durante la II Guerra Mundial y en el que a continuación te avisan de que si respondes a alguna de las preguntas que sí no podrás entrar en Estados Unidos. ¡Estos yankis están muy mal!
El aeropuerto de Dulles está a unos 50 kilómetros de Washington D.C., así que para llegar a casa de Enrique, amigo del alma que me acogerá en su apartamento durante los próximos 6 días, tuve que buscar el Washington Flyer, un bus conducido por un chino que hablaba solo en voz alta, al que no le entendía ni papa y que te deja en la estación de metro West Fall Church. Allí subirse al susodicho por casi 3$, recorrer varias estaciones, transbordo en Metro Center hasta llegar a Dupont Circle, lugar según cuentan los lugareños elegido por los estudiantes para salir de marcha y según una fuente anónima, centro de reunión de gays. ¡De lo que uno se entera!
Tras 12 horas de viaje se agradece enormemente encontrarte con uno de tus mejores amigos y darte un fuerte abrazo despues de casi 6 meses sin verte. Su apartamento tipo boeing (lleva el nº 747) mola un montón y la cena que me preparó (pollo con cuscús, espárragos trigueros y una fresca Coronita) me supo a gloria. La foto que estáis viendo está sacada desde su ventana. Hoy estoy sintiendo las sacudidas del jet lag. Me he despertado 5 o 6 veces seguidas en intervalos de una hora. Así que habrá que dejar que el cuerpo se acople. Mientras tanto, un completo desayuno y esta tarde a darse un paseo por la ciudad de la Casa Blanca.
Recuerdos a todos.
Washington D.C., entre terroristas y homeless
La noche del pasado jueves fui con Enrique a casa de dos amigos suyos españoles; Iñigo (cámara de TVE) y Tatiana (su novia y corresponsal de La Voz de Galicia). Más tarde acudimos a un local en el que actuaba un grupo latino llamado Los Nayas donde se reunían varios españoles que trabajan en Washington para despedir a unas profesoras que regresaban a España. No creáis que tuvimos juerga hasta tarde puesto que a partir de las 2 de la madrugada cierran todo, en las discotecas no sirven alcohol y no cierran más tarde de las 5 de la mañana. Eso sí, lo que fue memorable fue acabar cerrando el bar bailando Kojón Prieto y los Huajalotes, cortesía de uno de los amigos de Enrique.
Al día siguiente, viernes, me desperté para ver el partido de fútbol entre España y Arabia Saudí. Muchos sabéis mi escaso interés por el fútbol pero… siendo el Mundial y estando tan lejos de casa pues como que me dio morriña. De recuerdo me llevo el gol de Juanito narrado por el canal deportivo ESPN mientras se oye de fondo a los energúmenos de la SER. Dr. Livingstone patrocina este microvideo.
Juanito, spanish hero
El resto del día, visita turística por el National Mall con un calor húmedo pegadizo un tanto insoportable. La Casa Blanca, Memorial a Lincoln, Monumento Washington… y una sorpresa un tanto curiosa, una mujer que se llama Conchita, una señora que lleva haciendo una vigilia ininterrumpida por la paz frente a La Casa Blanca durante más de 20 años. Allí tiene instalado un chiringuito de denuncia contra el uso de armas nucleares así como contra la infinidad de acciones abusivas por parte de Estados Unidos.
A mediodía cita con Enrique para comer en el National Press Building y encaminarnos una hora después hacia la parada de autobús que nos iba a llevar a Nueva York. Como en todos los lugares, tienes diferentes compañías entre las que elegir. Lo divertido de este trayecto es que puedes elegir entre Greyhound (gran empresa de transporte nacional), los chinos o los judíos. Como lo oís. Al final optamos por los judíos (dicen que el servicio de los chinos deja mucho que desear). No imaginéis que el autobús iba repleto de judíos con sus trenzas y gorritos, tan sólo el cobrador tenía este aspecto. Ahí estamos, ¡rompiendo moldes!
Dr. Livingstone
GALERÍA DE FOTOS WASHINGTON D.C.
Nueva York, USA. Km. 394
Hacía 13 años desde la primera vez que visité La Gran Manzana junto a mis padres. La sensación de volver a pasear entre las arterias de una ciudad así produce sensaciones que uno debe experimentar en sus propias carnes. Nueva York es una inmensa mole cargada de estrés, miseria y éxito. Entre los rascacielos uno se siente un ser diminuto protagonista de una película de Hollywood.
Un ejercicio que me gusta hacer de vez en cuando en mis viajes es quedarme parado en una esquina o lugar apartado (esta vez entretenido con un sabroso/grasoso hot dog) y otear a mi alrededor cómo se comporta la gente que pasa de un lado a otro. Nueva York tiene mucho que ver, soñar, imaginar… eso sí, para verlo hay que andar mucho. Lo bueno de esta ciudad es que es prácticamente imposible perderse gracias a su ordenado cuadrante que se divide en calles horizontales y avenidas verticales.
Enrique y yo nos hospedamos en casa de Roberto y María. Roberto (Ruppert como le llama su novia para chincharle) es compañero del ICEX y trabaja en EFE en la delegación neoyorquina. María es valenciana, vino hace 4 meses a aprender inglés, conoció a Roberto y desde hace un tiempo viven juntos. Ambos nos acogieron en su pequeño apartamento situado en la 45 con la 8ª, a tan sólo 5 minutos de Times Square.
El sábado comenzó con un desayuno a la una del mediodía a base de hamburguesa y colesterol en vena en Roxy, delicatessen situado en pleno Times Square. Paseamos por Broadway, la Quinta Avenida, vimos el Rockefeller Center, Empire State, Saint Patricks Cathedral, Central Park… todo bajo un cielo gris y ratos de lluvía intermitente. Uno de los momentos divertidos fue echar unas canastas en la tienda oficial de la NBA. El juego consistía en meter el mayor número de canastas posibles en un tiempo limitado. El maestro de ceremonias era un negrito un tanto zumbado con un aspecto parecido al rapero Snoop Dogg. No tuvimos la oportunidad de competir a la vez entre Enrique y yo. La revancha la guardamos para más adelante. Tras este pequeño lapso deportivo tomamos el metro hacia el sur de Manhattan para dar una vuelta por el East Village.
La Gran Manzana
Por la noche fuimos a cenar al Café Wha? (115 MacDougal Street, entre Bleecker y West 3rd Street), lugar en el que se rumorea que una cazatalentos descubrió a Bob Dylan. A parte de Enrique, Roberto y María, vinieron unos amigos suyos (la italiana Eleonora y, atención, dos pamplonicas, Laura y Eduardo…como no éste último conocía a uno de los hermanos de Enrique).
El Café Wha? ofrece un menú basado en hamburguesas, ensaladas y carnes. Todo siguiendo los cánones del estilo de vida americano: cantidades desproporcionadas y platos cargados de salsas grasientas. Lo ideal para acabar siendo un obeso. Lo mejor de este garito es la banda que toca en directo a lo largo de toda la velada interpretando temas de todo tipo de estilos y gustos. Sus músicos la verdad es que son la caña. Lo peor: el clavadón de 50$. Aún y todo mereció la pena. Terminamos la noche en un local llamado MATSURI (371 W 16th St), restaurante oriental que muta en discoteca bajo el nombre HIRO y en la que se rodó la escena de la película «Kill Bill» en la que actúa un grupo de rock de chinas mientras Uma Thurman se dedica a repartir toñas a diestro y siniestro. El local ofrecía un espectáculo al estilo del Circo del Sol con bailarinas colgando del techo balanceándose sobre sábanas blancas.
Ayer domingo me levanté tarde, fui a una tienda gigante de aparatos electrónicos regentada por judíos llamada B&H en la que me compré un trípode. El servicio y la atención eran espectaculares. No tenías que cargar con nada. Elegías los productos y cuando llegabas a la caja ahí te estaban esperando. Sin colas ni malentendidos. Para regresar de Nueva York a Washington tomé el autobús de VAMOOSE (contrata de los judíos). Como no tenía sitio me acabaron situando en el asiento del copiloto, me devolvieron el dinero y mantuve una interesante charla durante todo el viaje con el conductor cubano Jorge Gómez.
Después de estos días de descompresión, llega el verdadero momento de iniciar el viaje solo. Mañana salgo rumbo a Anchorage (Alaska) a las 14:40 horas.
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GALERÍA DE FOTOS NUEVA YORK
Anchorage, ALASKA. Km. 788
C Street, Anchorage
Nadie me había dicho que fuera fácil ser un aventurero. Tras una emotiva despedida en la estación Metro Center de Washington D.C. con mi gran amigo y mejor anfitrión Enrique, me dirigí al Ronald Reagan National Airport. Tras un leve despiste en el que me equivoqué de línea y el consiguiente agobio al pensar que llegaba muy justo de tiempo (finalmente no fue así), me subí al avión de Frontier Airlines en el que pude ver en directo -ojo al dato- el partido de fútbol entre España y Francia. La tecnología cada día me asombra más y los putos gabachos (permitidme la licencia) tienen una suerte que se la pisan. Seré un hooligan con Brasil en los cuartos de final.
Estos días en Washington ha estado lloviendo una barbaridad. Seguro que habréis visto en las noticias que es una tormenta tropical y por esa razón tardamos más de una hora en despegar. Después de tres horas y media de vuelo aterricé en Denver (Colorado), estado situado más o menos en el centro de Estados Unidos. El cansancio acumulado durante estos días con los cambios horarios y las pocas horas de sueño me provocaron un pequeño bajón físico que solventé con un poco de agua y paciencia. Hay veces en las que me alucina lo que un cuerpo humano puede aguantar. Todavía me quedaban casi cinco horas más de vuelo hasta aterrizar por fin en Anchorage, una de las ciudades industriales más importantes de Alaska, aunque no su capital, que es Juneau.
El hostal en el que me alojo se llama Jason’s International Youth Hostel, un lugar agradable situado en 3324 Eide Street, en Midtown, no muy lejos del centro en el que se paga 25 dólares por noche y cuyo precio incluye un grasiento desayuno basado en huevos duros, patatas y una gruesa salchicha demasiado picante para mi gusto. Aquí comparto una habitación que tiene un par de literas con tres estudiantes turcos bastante simpáticos que han venido para trabajar durante el verano en barcos de pesca o… algo así creí entender. Para llegar aquí tuvieron que coger 4 aviones: Ankara-Amsterdam-Nueva York-Minneapolis-Anchorage. Me invitaron a probar de su cena -pizza reciclada del día anterior, Pepsi y una especie de empanada turca algo reseca- y para contrarrestar me han despertado demasiado pronto esta mañana con la banda sonora típica que se escucha habitualmente en un Döner Kebab.
Una cosa curiosísima de Alaska en esta época es que hay 19 horas de luz, lo que quiere decir que anochece cerca de las doce de la madrugada y amanece 4 o 5 horas más tarde. Quien padezca de insomnio o no pueda dormir con luz en la habitación lo tiene crudo aquí. Por su parte, Anchorage es una ciudad un tanto soseras. Tiene algo más de 250.000 habitantes (como Pamplona), casas bajitas (exceptuando el imponente hotel Hilton) y largas y espaciosas avenidas repletas de edificios de oficinas o restaurantes de comida basura. El centro de la ciudad tiene muy poco que ver. Está repleto de centros comerciales, tiendas de souvenirs, garitos de artesanía esquimal, antigüedades, bisutería y agencias de viajes que te ofrecen el oro y el moro en excursiones.
Después de varios días comiendo pizzas y demás porquerías, quitando alguna comida decente en casa de Enrique, hoy he decidido buscar un supermercado para comprar tomates y lechuga y hacerme una ensalada en condiciones. Tarea más difícil de lo que imaginaba. En el hipermercado más cercano al hostal tenían de todo, eso sí, envasado, artificial… pero nada fresco. Así no me extraña que haya tantos gordos. He tenido que andar un montón para acabar encontrando una tienda de orientales con miles de productos rarísimos para comprarme una zanahoria, dos tomates, dos pavías y una lata de atún. Suculentos manjares comparando la dieta de los últimos días.
Mañana salgo a las 8:15 de la mañana rumbo al Denali National Park, lugar en el que se encuentra el monte McKinley, el más alto de Norteamérica. Para ello, tomaré el Alaska Railroad con el que llegaré a Denali doce horas más tarde. El viaje promete ser laaaaaaargo pero interesaaaaaantísimo. Daré buena cuenta de todo lo que vea con una oportuna galería de fotos.
Como dirían los esquimales os doy a todos CAMAANI, que viene a significar algo así como un abrazo caluroso desde las frías tierras de Alaska.
Iosu Livingstone
GALERÍA DE FOTOS ANCHORAGE (ALASKA)
Anchorage – Denali en el Alaska Railroad
Es difícil encontrar taxi a las 7 de la mañana en una ciudad desierta y tranquila como Anchorage. La providencia estuvo de mi parte y pude llegar a tiempo a la estación del Alaska Railroad para realizar el checking de maletas. Mi tren salía a las 8:15 con rumbo al Denali National Park, situado a unos 233 kilómetros, y cuya espectacular extensión de bosque boreal y tundra acoge la montaña más alta de Norteamérica, el McKinley -conocido también como Denali- con 6.194 metros de envergadura. Alaska, palabra de la lengua aleut que significa «el gran territorio», es un lugar extrañamente acogedor. Como podéis ver en las fotos, el color verde y marrón prevalece en sus paisajes y llama la atención el permanente silencio en el ambiente tan sólo interrumpido por el ruido de las aguas de algún río aislado. Durante las 7 horas que dura el viaje dediqué mi tiempo a admirar los diferentes parajes y echar alguna que otra cabezada necesaria para recuperar parte del cansancio acumulado. El tren realiza un par de paradas en dos pequeñas localidades: Wasilla (una de las escasas poblaciones de Alaska en las que se cultivan vegetales, el resto generalmente se importan) y Talkeetna, punto de partida de aquellos osados que pretenden ascender al McKinley.
Un par de anécdotas reseñables del trayecto. Entre vagón y vagón pedí a Danny, un señor que se encontraba sacando fotos, si podía grabarme con mi videocámara para tener algún plano en el que saliese yo. Lo gracioso del momento fue que cuando la cogió me percaté de que el pobre señor tenía un acentuado tembleque. Afortunadamente, todo queda bien disimulado con el traqueteo del tren. Por otro lado, no sé muy bien por qué, el revisor me otorgó la estrella de sheriff y agente junior del Alaska Railroad. Si la memoria no me falla, creo que es la primera condecoración que me otorgan. Un buen comienzo de viaje, sí señor.
Lo más engorroso de llegar a un lugar que no conoces es la odiosa sensación de sentirte perdido como un pez fuera del agua. Tras recoger mi pesada mochila y la guitarra española que me he traído para alegrar los momentos de soledad, me dirigí al Visitor Center -Centro de Visitantes- para ver si alguien me aclaraba cómo podía llegar al hostal que previamente había reservado por teléfono desde Anchorage. Una amabilísima señora me solucionó el agobio con un par de llamadas y me metió de nuevo en la pecera en un santiamén. Tras hora y media de espera con autobús de por medio hasta el Wilderness Access Center, apareció la furgoneta del hostal conducida por un chaval de Texas llamado Seth. Para mi sorpresa, en el interior se encontraban Fran, un chico madrileño que trabaja como profesor de español en Oakland y que tras 15 días en Alaska volverá a España, y Patricia, antropóloga de la Universidad de Morelia (Méjico). No sabría muy bien cómo describir la alegría que supone poder expresarse sin trabas y con relajación en tu propio idioma. Curiosamente Seth es un tío que ha viajado con pocos más de 30 años por un montón de países, entre ellos estuvo trabajando como profesor de inglés en España. Me eché bastantes risas oyéndole imitar el acento gaditano y contarme historias de borracheras en Salamanca con una francesa y sus servicios de relaciones públicas, como él mismo lo definía, tomando día tras día miles de vinos con los abueletes de Cádiz.
Unas 12 millas al sur del parque, en el punto 224.5 de la Parks Highway cerca de Carlo Creek, se encuentra el Denali Mountain Morning Hostel. Al contrario de lo que me imaginaba, el alojamiento era fascinante. Situado en medio de un bosque junto al río, bajo dos espectaculares montañas nevadas, con varias casitas de madera, duchas limpias, tienda de comestibles y un trato amable, por unos 27$ me alquilaron una tienda de campaña -lo único disponible en ese momento- ya montada y bien dispuesta sobre una plataforma de madera. Al otro lado de la carretera, tomé una cerveza y una sabrosa hamburguesa en un coqueto restaurante mientras charlaba con Patricia sobre su trabajo, viajes y el conocimiento de uno mismo a través de ellos. Después a dormir como los Lunnis porque a la mañana siguiente tocaba probar suerte para ver si quedaban plazas libres para uno de los autobuses que se adentran en el parque y para el que Fran tenía ticket a las 7:30.
GALERÍA ALASKA RAILROAD
Denali National Park, ALASKA. Km. 1663
A pesar de llevar en Alaska cerca de 5 días, continúa sorprendiéndome la práctica ausencia del término noche en este lugar. La noche -dejadme usar esta palabra- del jueves al viernes me desperté a las 3 de la madrugada y pude comprobar que seguía siendo de día. Antes de coger la furgoneta del hostal que nos acercaba a la entrada del parque, tomé con Fran a las 6 de la mañana un generoso desayuno con dos huevos sunny side up (que significa algo así como la cara del sol hacia arriba, uséase, un par de huevos fritos corrientes con sus yemas solares), patatas fritas, una gruesa loncha de jamón york y cantidad de tostadas. Portentosa base alimenticia para empezar un día con las pilas bien cargadas.
Una vez en el Wilderness Access Center, fui a la taquilla a ver si la suerte me sonreía y quedaban tickets para poder hacer la excursión a la misma hora que Fran a un lugar del parque llamado Fish Creek. Debí nacer con una flor en el culo porque quedaba un único pase y llegué segundos antes que un señor que venía con la misma intención. A veces se gana y a veces se pierde. Lo siento señor desconocido.
El recorrido duraba en total 6 horas con diversas paradas a lo largo del camino en las que acudir al baño y dar un corto paseo. El conductor del autobús, equipado con un micro de teleoperador y con un tic de respiración nasal tipo sorbemocos cada 5 minutos, se encargaba de amenizar el viaje con chascarrillos, información interesante sobre cada uno de los lugares y advertencias sobre los peligros de la vida salvaje del parque. Y es que este parque es único donde los haya. Prácticamente no hay senderos marcados y tienes total libertad para bajar del autobús en el momento que desees y hacer caminatas allá por donde te plazca. Eso sabiendo que por ahí perdidos hay animales peligrosos como osos Grizzlies o negros y otros bichos aparentemente apacibles pero que pueden resultar igual de letales como los alces o caribús. Esto no quiere decir que uno por ejemplo pueda acampar a sus anchas donde quiera, para ello hay reservadas zonas para las que hay que comprar un ticket, ver un video educativo sobre los peligros del parque y llevar un recipiente especial para meter la comida y que los osos no la huelan. ¡Pobre Yoggi! ¡Cómo va a conseguir sus emparedados! Menuda contradicción.
De camino a Fish Creek
Los paisajes y animales del parque eran sobrecogedores. Mientras que nuestro conductor nos soltaba una chapa de aquí te espero, el resto de pasajeros debíamos dedicarnos a buscar entre las infinitas praderas y montañas todo tipo de animales posibles: ardillas (Rubens, aquí les dicen escuirels, ¿recuerdas Pokemon?), cabras salvajes, pájaros, nutrias, alces, caribús y osos Grizzlies y negros. Cada vez que alguien veía algo debía gritar STOOOOOOOOOPP!!! y comenzaba la oportuna sesión fotográfica. Pude ver todos los animales que acabo de enumerar, algunos de ellos bastante cerca. La jornada de más de 6 horas y 202 kilómetros recorridos no podía haber sido mejor.
A las 17:30 regresamos con el empanado de Seth al hostal. Mientras ordenaba un poco mi tienda de campaña y grababa unas imágenes del lugar con la cámara de video, conocí a Wullie McLeod (pronunciado Maclaud, como un personaje de alguna serie que ahora mismo no recuerdo). Este señor de 54 años, amante del chocolate, más aún del alcohol -como posteriormente me cercioraría- es oriundo de Haines, pequeña población pesquera situada al sudeste de Alaska. Me pasé prácticamente toda la tarde conversando en inglés -reconozco que yo mismo alucinaba como podía mantener una conversación tan larga en este idioma- sobre temas diversos. Wullie alucinaba que yo fuera caucásico (vamos, más blanco que la sal) y fuera spanish. Constatemente me decía «not dark, not dark» mientras se liaba un cigarro y le daba un trago a su cerveza. Luego pasó a definirme como spanyard, término que supuestamente utilizan los yankis para diferenciarnos de los mejicanos y demás latinos. Aunque algunos crean que España está pegado a Méjico.
Wullie enseñándome a jugar el Horseshoe
Mientras Wullie se agarraba una caraja de aquí te meneo (pudo beberse entre 7 y 8 latas de cerveza), me enseñó a jugar a este juego en el que tienes que encajar herraduras de caballo que pesan un quintal en un palo metálico. Luego me mostró su pequeña habitación en un edificio situado detrás del restaurante del otro lado de la carretera en el que lava platos, me invitó a un par de sus cervezas y regresamos al río para seguir hablando durante un par de horas más sobre sus antepasados confederados en la guerra civil, su trabajo como trampero de zorros y castores, la triste situación de su novia alcohólica que vive en Haines y el gran amor que siente por estas tierras. Una dura vida que me conmovió y que espero haber alegrado por unas horas con un poco de comprensión y compañía. El día terminó compartiendo una cena a la que yo le invité mientras Wullie terminaba de ahogar las pocas palabras que su cerebro llegaba a pronunciar en su última cerveza. Sus ojos de repente se le iluminaron al verme pagar la cuenta, se levantó, me estrechó la mano y me dio un fuerte y ebrio abrazo diciéndome que nunca nadie le había invitado a nada. «Yo siempre me lo he pagado todo». Siempre hay una vez vez, Wullie.
Al día siguiente vuelta a levantarse pronto, desayuno de campeones y una nueva visita al parque durante 11 horas para llegar más lejos aún, destino a Wonder Lake, precioso lago localizado frente al McKinley a 150 kilómetros de la entrada del parque. En este lago en días de claridad la gran montaña de Norteamérica se refleja con una bella impresionante.
A orillas del río Toklat
Al regresar tuve que esperar tres horas a la furgoneta puesto que la hora de regreso eran las 21:30 y pasé uno de los peores momentos del viaje. Era tal la fátiga que tenía acumulada de todos estos días que me dio un bajón físico bastante fuerte llegando a pensar que en algunos momentos me desmayaba. Logré aguantar tumbado y escuchando música para distraerme y me metí al sobre rápidamente nada más llegar al hostal.
GALERÍA DENALI NATIONAL PARK
Fairbanks, ALASKA. Km. 1861
Me encuentro varado en una ciudad sin mayor interés. Quería haber salido hace un par de días rumbo a Prudhoe Bay, en el norte de Alaska, pero no había plazas en el único autobús que llega hasta el fin/principio -según se mire- del mundo. Fairbanks es una pequeña población situada en el centro de Alaska con algo más de 28.000 habitantes y que nació a orillas del río Chena por obra y gracia de las hordas de mineros que vinieron a principios de siglo durante la fiebre del oro. Por eso aquí la denominan «The Golden Heart of Alaska» (El corazón dorado de Alaska). Salvo un viejo barco de esos que tiene una rueda gigante y te da un largo paseo por el río, un museo de arte nativo y un par de minas de oro que puedes visitar y en las que probar suerte, no hay mucho más que ver. Uno de los mayores atractivos de este lugar es asistir a una exhibición de mushing (trineos tirados por perros) cuyas competiciones en invierno como la Iditarod -más de 1500 kilómetros de recorrido- congregan a cientos de participantes y miles de seguidores.
Con la casa a cuestas
El viaje entre Denali y Fairbanks transcurrió con absoluta normalidad; alguna que otra cabezada e interesantes conversaciones con Denise, la conductora de la furgoneta. Durante el año, Denise es maestra de inglés en una base de la fuerza aerea norteamericana y en el verano realiza este trabajo para sacarse un sobresueldo. Según me cuenta, Alaska es un lugar estratégico para los yankis. Algo que queda pantente si te fijas en que tienen tres grandes bases militares con miles de soldados para proteger sus reservas de petróleo y marcar posiciones debido a la cercanía con Rusia.
El hielo justo
Hacemos parada en una gasolinera de Nenana, pueblecito a orillas del río del mismo nombre, para tomar un tentempie. Fijaros lo aburridos que están en este lugar que al finalizar cada verano resucitan el juego de nuestro querido Joaquín Prat (El Precio Justo) a su manera. Me explico. Antes de que llegue el crudo invierno con temperaturas de menos de 5 grados bajo cero, organizan el NENANA ICE CLASSIC que consiste en lo siguiente. Compras un ticket por 2.50$ y haces tu apuesta. Debes adivinar qué dia, hora y minuto el hielo del río se resquebrajará. Para saberlo, introducen en él una especie de tripode gigante pintado con franjas blancas y negras que posee un sensor y una alarma. Cuando la masa de hielo comienza a moverse, la alarma suena y vuelven a montar una gran fiesta. En la pasada edición 8 fueron los afortunados al romperse el hielo el 2 de mayo a las 17:29 y se repartieron algo más de 300.000 dólares.
El alojamiento en el que estoy durmiendo en Fairbanks (GoNorth Hostel), como podéis comprobar en la galería de fotos, es excelente. Eso si quitamos que está plagado de mosquitos chupópteros que me han sorbido la sangre y que los somieres de las camas más que estar hechos de metal parecen de chicle. He compartido barracón con Phill, británico de Manchester de unos 40 años y carpintero de profesión, que ha llegado hasta aquí atravesando todo Estados Unidos en moto partiendo de Nueva York, lugar al que volverá de nuevo en moto. ¡Toma geroma, pastillas de goma! Tanto él como Brian, otro motorista profesor de niños discapacitados oriundo de Pittsburg, han sido compañeros de alguna que otra ronda de cervezas en la terraza de la tienda. Éste último nos ofreció un par de noches un concierto de ronquidos en Do Mayor. He aquí una prueba sonora.
Concierto de ronquidos en Do Mayor
lavandería llena de gordas frikis y en la que encontré este llamativo mural más friki todavía. Una de estas obesas -seamos políticamente correctos- de proporciones indescriptibles (no exagero nada) intentó amablemente encasquetarme a su hermana, de iguales dimensiones pero de menor edad, y yo hice la mítica escapa a la inglesa. ¡Corre forest, corre!
Finalizada la colada, acompañé a Jeff junto con dos amigas suyas a una tienda gigantesca de ropa de segunda mano en la que me compré un par de forros polares por 10 euros. El resto del tiempo lo he pasado conversando con un chico tejano profesor de español y recorriendo el solitario y feo centro de la ciudad. Durante uno de mis paseos encontré el Museo de Hielo, un viejo cine reconvertido en sala de exposiciones donde conseguí hacer una entrevista a su director, Dick Brickley y a An Zhe, escultor de hielo chino que realiza exhibiciones para los visitantes y que no entiende casi una papa de inglés. Imaginaros hacer una entrevista con un tipo que no controla inglés, con un entrevistador (osea yo) que sabe poco más; todo ello dentro de una cámara frigorífica con ventiladores de frío a todo trapo y con una temperatura de unos 5 grados bajo cero. Mi mayor reto periodístico sin duda alguna.
An Zhe esculpiendo un caracol
Mañana a las 11:00 me viene a buscar una furgoneta para llevarme a Chena Hot Springs, un balneario a unos 90 kilómetros de Fairbanks con multitud de actividades (kayak, montar a caballo, piscinas termales, perros con trineos…) y un hotel completamente construído en hielo. Aunque me encuentre muy lejos, no os olvido.
GALERÍA FAIRBANKS (ESTADOS UNIDOS)
Chena Hot Springs, ALASKA. Km. 1951
Atendiendo a las reclamaciones de algunos de mis seguidores y tras tres días sin un acceso a internet como Dios manda (osea gratis, ¡no os imagináis la de dinero y tiempo me estoy dejando para conectarme a internet!), aquí va una nueva crónica del navarrico viajero. El pasado viernes, como os comentaba en mi anterior narración, me vino a buscar al hostal una furgoneta del balneario Chena Hot Springs. La señora que conducía, cuyo nombre no atino a recordar, me instruyó acerca de la vida en Alaska cuando uno vive prácticamente aislado en medio de los interminables bosques que hay por estas tierras. Durante el verano acostumbran a tener entre dos y tres trabajos (si uno es profesor, por ejemplo, también trabaja de conductor de autobús o camarero en otro lugar) además de aprovechar para hacer cambios en sus casas, arreglar el jardín y demás tareas difíciles de realizar durante la época invernal. Cuando las temperaturas descienden brutalmente a partir de septiembre, cambian sus costumbres y dedican el tiempo a leer, escuchar música, ver películas, esquiar y siguen el ejemplo de sus compañeros de habitat -los osos- y duermen tanto como el cuerpo aguante. Eso sí, también trabajan, pero sólo en su empleo habitual.
Una de las mejores cosas que tiene ser periodista -si te lo sabes montar bien- es que te inviten por la cara a todo tipo de lugares y actos diversos con la excusa de hacer una crónica o publicar un reportaje. Así que un servidor consiguió contactar por teléfono con Roger, el director de márketing del balneario -ya que me habían encargado un reportaje para Telecinco-, le expliqué mis intenciones y me he pasado un par de días a cuerpo de rey en un lugar inmejorable. He paseado por el monte, dormido por fin en una habitación gigantesca y confortable con dos camas de matrimonio, televisión y ducha para mí solo (todo un lujo si lo comparamos con los dormitorios comunes en los que he pernoctado los últimos días), visitado un espectacular hotel construído completamente con bloques de hielo y disfrutado de ricas comidas (halibut, salmón y demás suculencias).
Siguiendo la estela de los hermanos Swan
Después de darme una vuelta de reconocimiento por el balneario y el Aurora Ice Hotel con Roger, llegó el momento de probar la calidad de sus aguas termales. Chena Hot Springs es un lugar muy agradable y tranquilo en verano pero más aún en invierno cuando a más de 15 grados bajo cero uno puede bañarse en sus aguas y disfrutar de espectaculares auroras boreales. Sino que se lo digan a los cientos de japoneses y coreanos que vienen cada año en manadas con sus cámaras de fotos para estarse toda la noche a la intemperie gastando carretes como posesos. En invierno, cuando sales del agua, se te forma rápidamente una ligera costra de hielo sobre la piel debido al contraste de temperatura y el pelo se te hiela quedándose con el aspecto del que tenía pumuki. Nimiedades si tenemos en cuenta que uno está metido en el Rock Lake con su agua curativa bien calentita a más de 40 grados en la que uno se siente -como dijo en su día Ortega Cano- taaaannn agustiiiiiitooooo.
Rock Lake
Entre las múltiples actividades que te ofrece el balneario, está la posibilidad de conocer muy de cerca el mundo del mushing (arte del trineo tirado por perros), deporte muy popular por esta zona y que en invierno tiene dos importantes competiciones en condiciones extremas como la Iditarod (entre Anchorage y Nome) y la Yukon Quest (entre Whitehorse y Fairbanks), con 1850 y 1609 kilómetros de recorrido respectivamente. El cuidador de los perros me enseñó cómo los entrenan, su alimentación, aprendizaje… y me dio una vuelta en una especie de trineo-carrito con ruedas tirado por estos simpáticos animalitos. La zona de mushing es como la Academia de O.T., por un lado están los perros con experiencia (como si fueran los miembros del jurado) y por otro los aspirantes a correr como locos tirando de un trineo, que son éstos tan majetes.
Los nominados a ser perro de trineo son…
Otra de las monerías que había en el lugar es esta preciosa perra Husky o Alaska Malamute, no estoy muy ducho en la materia, que acababa de ser madre de una numerosa camada hace unos pocos días.
¡Qué linda perrita!
Tras el baño reparador, el viernes por la noche cenamos en un salón especial con la compañía de dos reporteras americanas, el encargado de visitas, Roger (jefe de márketing y ventas) y Lalo, un chico mejicano encargado del equipo de limpieza del balneario. Lo más gracioso de la noche fueron las anécdotas que contaba Roger y la traducción simultánea en español de Lalo, no sólo por su contenido sino porque ambos eran unas locazas que no veas. Imagináos a las drag queens Diossa y Malizzia sin maquillar y sin esos vestidos extravagantes, hablando en inglés y diciendo expresiones del tipo las auroras borealas son padrísimas en plan locaza mejicana. Me partía de la risa.
El sábado tocaba trabajar en el reportaje del balneario. Durante casi tres horas estuve grabando imágenes en el Aurora Ice Hotel, edificio contruído con aproximádamente 15 toneladas de hielo, con una temperatura interior de 5 grados bajo cero, en el que uno puede casarse en su capilla (sí, hay gente que lo hace), dormir una noche para celebrar tu luna de miel en una de sus gélidas habitaciones (elección un tanto equivocada si uno pretende tener sexo con su pareja y que la pasión no se vea perjudicada como me decía Roger) o tomarte un pelotazo con sabor a manzana en una copa esculpida en hielo en el Stoli Ice Bar mientras te vierten el vodka desde un pez helado. Allí entrevisté a Steve Brice, uno de los escultores de hielo más importantes de Alaska, y me quedé con los pies más helados que un témpano.
El resto de la jornada lo pasé grabando imágenes del balneario, vi un alce a menos de 15 metros cerca de mi habitación, tomé mi último baño en el jacuzzi termal y entrevisté a Bernie, director del centro termal. No sólo es un simple empresario, este señor ha conseguido crear una turbina que convierte la energía geotermal en electricidad y muy pronto logrará autogestionar la energía del complejo. Todo un invento revolucionario que será inaugurado el próximo 1 de agosto por el Secretario de Energía del Gobierno de Bush nada más y nada menos.
Gracias a sus estudios de científico loco -al estilo de Regreso al Futuro- y a la energía geotermal, Bernie ha conseguido tener un invernadero con cuatro o cinco variedades nuevas de tomates y patatas durante todo el año (incluso a 20 bajo cero), logra mantener heladas las 15 toneladas de hielo del Aurora Hotel por tan sólo 11 dólares al día (antes le costaba con electricidad 1000 dólares diarios) y está desarrollando un sistema capaz de proporcionar energía a los vehículos. Según me comentaba, desde Chena Hot Springs podría lograr mantener el gasto energético diario de todo Washington D.C. Ya se lo decía su madre de pequeño: «Hijo, si puedes hacer algo interesante en tu vida, por muy extraño que parezca, hazlo, no hagas el estúpido como el resto». Sabiduría materna.
GALERÍA CHENA HOT SPRINGS
Prudhoe Bay, ALASKA. Km. 2843
Sin duda, mi viaje hacia Prudhoe Bay desde Faibanks ha sido la mayor paliza que me he pegado en lo que llevo de ruta panamericana. 16 interminables horas subido a bordo de una furgoneta operada por la compañía Dalton Highway Express (clavadón de 422$ por ir y volver en una furgoneta de no más de 7 personas), manejada con maestría por nuestro conductor Matthew gracias a algún que otro chute cafeínico. Y es que conducir 16 horas seguidas y al día siguiente volver a desandarlas no es moco de pavo. El tío se metió entre pecho y espalda 4 vasos gigantes (tipo supermegamaxi del Burger King) de café y un red bull. Lo que despertó en mí la curiosidad de si a nuestra llegada sobre las 10 de la noche se podría dormir. «Sin problema, leo un poco y enseguida me duermo», me contesta tan pancho. Vaya máquina.
Para llegar a Prudhoe Bay hay varias opciones. Ir con Dalton Highway Express, ir en avión, tomar un tour de 3 días con un par de agencias (te llevan por tierra a la ida y te traen de vuelta en avión), alquilar un coche con el riesgo de quedarte tirado en medio de la nada o lo que hice yo, reservar hotel, reservar tour y comprar el billete con Dalton Highway como os había dicho. Si lo volviera a hacer, sin duda regresaría en avión. Llamar carretera a la Elliot-Dalton Highway sería echarle demasiadas flores. Los 802 kilómetros de recorrido se resumen en algún que otro tramo de asfalto a tropicones, cientos de kilómetros de pista de grava y socavones a millones. Eso sí, el paisaje que te acompaña es estilo mastercard; no tiene precio.
El domingo salimos de Fairbanks a las 6 de la mañana. En la furgoneta iban conmigo Dick (jubilado del Sur de California que se había venido en coche desde allí para darse una vuelta por Alaska), el mendas y tres científicos jóvenes que se dirigían a un campamento de investigación que tiene instalado a orillas del lago Toolik la Universidad de Alaska Fairbanks (UAF). Allí estudían los ecosistemas árticos y el cambio climático. Nuestra primera parada fue en Wildwood General Store, pintoresco lugar donde descubrí que, evidentemente, no era ni el primero ni seré el último en aventurarse a una hazaña de este tipo. Había que aprovechar para evacuar líquidos así que me dirigí a una de las letrinas. Para mi sorpresa en su interior tenía colgado un cuadro pintado horrendo y un cartel en el que se podía leer: «Imagínate esta letrina a 15 grados bajo cero». Por si acaso, mejor paso de probarlo.
El trayecto está salpicado de pequeñas paradas para tomar fuerzas, un refrigerio e ir al baño. Otra de ellas fue a orillas del gigantesco Río Yukon, que nace en el territorio canadiense que lleva su nombre y desemboca 3200 kilómetros después en el Estrecho de Bering (Alaska).
Vista del Río Yukon de camino a Deadhorse
Entre el campamento del Río Yukon y Coldfoot (le pusieron este nombre los primeros buscadores de oro en 1900 porque, sin haber llegado todavía el invierno, uno no podía dejar de tener los pies fríos), paramos 5 minutos en el lugar por el que se supone que pasa la línea imaginaria del Círculo Polar Ártico, donde un par de días antes, un lobo había atacado a una chica de 25 años mordiéndole en el brazo y la pierna. Al parecer evitó la muerte gracias a que logró llegar a una pequeña cabaña y refugiarse dentro. Y es que Alaska es así. Vas tan tranquilo por la carretera con tu coche y de repente te puedes encontrar un oso grizzlie o un alce ahí en medio. La verdad, mola.
Una de mis mayores dudas era saber por qué lo que se supone que es una carretera que se dirige a un importante punto de prospecciones petrolíferas, con incesante tráfico de camiones… tiene un firme tan deplorable.
Uno de los muchos camiones con los que te cruzas durante el trayecto hacia Deadhorstrong
Una de las respuestas que obtuve fue que no interesaba que el turismo llegase en grandes cantidades a Deadhorse. Más tarde entendí porqué. Resulta que la pequeña población de Deadhorse, situada en la bahía de Prudhoe, no es más que un asentamiento temporal de containers, maquinaria, un pequeño aeropuerto, un par de hoteles montados con módulos prefabricados (Artic Caribou Inn y Prudhoe Bay Hotel) y decenas de naves industriales que abastecen a los cerca de 500 trabajadores de 5 grandes petroleras, entre ellas British Petroleum. Allí no hay nada que ver, incluso el acceso al tan ansiado Océano Ártico está prohibido al público. Tan sólo se puede pisar sus orillas y aventurarse a bañarse en sus gélidas aguas si se toma el tour de algo más de una hora y 37$, cuyo monopolio está en manos del hotel Arctic Caribou Inn.
Antes de llegar a Deadhorse vimos varios caribús, diversos tipos de aves y cuervos y más de 30 muscox -no he logrado traducir que son exactamente , pero parecen ser una especie de búfalos-. Cena rápida y al sobre, que al día siguiente finalmente iba a pisar el Océano Ártico.
Prudhoe Bay, punto de partida de la carretera panamericana
La mañana de lunes, tras una rutinaria comprobación de pasaporte, subí a un pequeño autobús con un conductor-guía que durante el trayecto nos iba explicando la utilidad de cada edificio por el que pasábamos. Imaginaos que os dan un tour por un polígono industrial y os van contado que ahí los chinos importan matasuegras y en ese otro almacén fabrican rulos de plástico para peluquerías. Sinceramente, estaba tan sobado que hice poco caso a lo que decía el señor conductor.
Iosu en el autobús que te lleva a orillas del gélido Océano Ártico
No puedo describir en palabras lo que supuso para mí llegar a aquel lugar. Suponía subir el primer escalón de un largo viaje que se empezó a gestar 8 meses atrás pero que llevaba circulando por mi interior desde hacía muchos años. Infinidad de horas imaginando aquel inhóspito lugar y ahí estaba, a 0 grados, helado de frío y con el Océano Ártico frente a mí. Durante un cuarto de hora de silencio, se me pasaron un montón de cosas y sensaciones por la cabeza. Eché de menos a la gente que quiero, sentí una extraña sensación de felicidad contenida y, no pude olvidarme de la tierra que me vio nacer. De ese día guardo una muesca en el corazón.
Viva San Fermín, Gora San Fermín
GALERÍA PRUDHOE BAY (ESTADOS UNIDOS)
Fairbanks (Alaska) – Whitehorse (Canadá) por la Alaska Highway
Mi siguiente destino tras regresar de Prudhoe Bay era avanzar desde Fairbanks (Alaska) a Whitehorse (Canadá). 980 kilómetros que recorrí en un minibús de Alaska Direct Bus. Salimos a las 9 de la mañana el señor conductor y yo. Cosa que me hizo pensar, aún en mi somnoliento estado que, o no viaja nadie en autobús o tengo más potra que el jorobado de Nôtre Dame (o… era joroba). Aproveché el espacio (dos asientos, tampoco creáis que aquello era el supercolchón Flex) para dormir como un bendito. Cuatro horas después, hacia la una del mediodía llegábamos a Tok. Aquí paramos para comer -me hice un sandwich de jamón serrano que digerí en la zona friki de la lavandería mientras leía una revista de armas en la que encontré este explícito anuncio– y cambiar de autobús. Un bus hace el recorrido entre Fairbanks y Tok -unas 4 horas- y el otro entre Tok y Whitehorse -alrededor de 8-. Así que espero que al segundo le paguen más por meterse entre pecho y espalda 16 horas de carretera en un sólo día. ¡Y luego dicen que los vascos son unos sobrados!
El Michael Knight de Alaska Direct Bus se llamaba Dave. Volvía a viajar solo como el rey de Roma. Nombrar Estados Unidos fue el inicio de una larga conversación acerca de lo gilipollas que son los americanos, los gordos que están, lo mal que comen… así que mi gozo en un pozo. Yo le daba palique y Dave se encendía con su antiamericanismo. No me fijé si usaba sonotone pero mientras hablábamos la música sonaba a toda tralla. El repertorio a la altura de un buen melómano estancado en los 60: Santana, Grateful Dead, blues del Mississippi… porque como decía «solo me gusta lo antigüo».
Su lado más humano fue saliendo a flote a medida que pasaba el tiempo con un recital de eructos (lástima no tener prueba sonora), rascada de entrepierna sin miramientos y para rematar su poderoso «arte», le concedí el premio al acto ecológico del día cuando al terminar de comerse un helado de palito, abrió la ventanilla, dijo algo así como «está rico este heladito» al estilo Homer Simpson y lo tiró a tomar por culo.
Por otra parte, su lado más romántico fue decirme que los últimos 4 años se iba varios meses a Tailandia y demás países asiáticos a viajar con el dinero que ahorraba. Como buen investigador vital, divorciado y con 4 hijos, aunque no se daba a la bebida como muchos europeos y americanos, si que buscaba la compañía de una bella señorita. Pero… eso no era prostitución, «allí es distinto, no hay tantos prejuicios, el sexo es algo natural». Vamos, que intentaba convencerme de que la muchacha que se pasa un mes con él y lo hacía por su cara bonita. A pesar de todo Dave era un gran tipo. Como íbamos solos, aquello era realmente curioso, dos colegas repartiendo periódicos y haciendo cosas tan ridículas como traducirle en este caso yo, con mi cutringlés, el estribillo de una canción de Santana: «Oye como va, mi ritmo, que nos vamos ya, mulaaata». Quedó algo así como «Hey, how´s going, you like my rythm, woman in blaaack and whiiiiite».
EL COLOCÓN FRONTERIZO
Nos aproximábamos a la frontera y me empezaba a poner nervioso por si me tocaba algún agente de aduanas de la Policía Montada un tanto estúpido. Y así fue. Me tocó la china, una señora gordita, ruda y de mal carácter que me asedió a preguntas; dónde vas, de dónde vienes, cuánto tiempo vas a estar en Canadá… le faltó preguntarme mi número de zapatillas y si uso hilo dental. Dave, con su pinta de Walker Texas Ranger retirado, relajó la situación un poco más tarde en la furgoneta contándome que cuando era joven, vivía en Beaver Creek, pueblecito situado en plena frontera. Uno de los veranos encontró trabajo como limpiador de maleza de ambos lados de la carretera en el tramo antes de llegar a la frontera. Y para su sorpresa allí se encontraron de todo: hachís, bolsas de marihuana, pistolas, pastillas… Le inquirí a ver si se llevó algo a casa y me salió por la tangente.
OBRAS Y CALENDARIOS
No puedo dejar de contaros una anécdota divertida. En medio del camino nos detuvieron por unas obras en la carretera. Se acercó a nuestra furgoneta una simpática y atractiva chica -llamémosle La Chica del Stop-, que se encargaba de parar el tráfico. Dave, tras charlar un rato con ella, tuvo una brillante idea de negocios. Sin miramientos, le preguntó a la moza qué le parecía la idea de hacerle unas fotos en bikini posando con la señal de stop para incluirlas en un calendario en el que aparecieran las chicas que trabajaban en la carretera. «Los conductores estamos ya aburridos de ver tantos animales salvajes en el camino», sentenció Dave. La chica toreó la situación con mucho arte y continuamos nuestro viaje.
En una de nuestras miles de paradas para entregar el Anchorage Daily News (Luquitas, estos listillos os birlaron el dominio de la web) y el Fairbanks Daily News-Miner, nos detuvimos en una destartalada gasolinera contruída en madera con dos viejos surtidores de gasolina. En su interior reposaban miles de fósiles y talabartes de toda clase dispuestos de forma caótica. Los dueños del lugar me contaron la increíble historia de una señora inglesa, de unos 60 años, que había pasado por allí hacía 5 días. La superabuela -como pasé a denominarla- venía desde Galés corriendo tirando de una especie de carro con ruedas a sus espaldas (cual mulo del carro de Manolo Escobar) donde debe llevar ropa, alimentos y su tienda de campaña. Su objetivo: Dar la vuelta al mundo en un período de 2 años. De momento había atravesado todo Europa, la gélida Siberia y China en una de cuyas etapas se debió romper la costilla y no acudió al médico. Según me comentaba uno de los señores, él mismo había tocado su costilla fracturada ya curada que «sobresalía con un pequeño bulto». A su lado, mi viaje es un tour por Madrid en el turístico autobús rojo de dos pisos. Intenté localizarla para hacerle una entrevista pero no la encontré.
No es la única propuesta de viaje sorprendente. Entre los aventureros que me he cruzado por el camino no puedo olvidarme de Dominic Gill, británico de casi 30 años que se encuentra realizando el mismo recorrido que yo pero en tándem. Lo curioso de su aventura es que viaja solo y busca gente que se suba con él y le acompañe durante alguna de las etapas de su recorrido. Así reza el lema de su aventura: «Recorriendo América en bicicleta en busca de compañía» (Take a seat). Nos cruzamos un par de mails con la intención de subirme a su tándem pero no nos conseguimos encontrar.
Otro par de fenómenos son Philippe y Miriam, simpática pareja de arquitectos, él de Suiza, ella de Alemania, que salieron hace algo más de 2 años desde Ushuaia en bicicleta, se detuvieron un año en Méjico para trabajar y aprender español (divertidísimo oírles hablar con expresiones mejicanas) a quienes me encontré en Fairbanks a punto de terminar su recorrido en Prudhoe Bay.
Estos son algunos de los momentos que me ha proporcionado la Alaska Highway, carretera que comienza -depende desde donde se mire- en Fairbanks (Alaska) y finaliza 2400 kilómetros más tarde en Dawson Creek (Canadá). Pero…, lo que queda por contar del resto del trayecto es otra historia.
Whitehorse (Yukon), CANADÁ. Km. 4617
Después de 17 horas de viaje -salí a las 9, llegué a la 1:30-, cruzarnos literalmente en la carretera con un oso marrón y un alce y alucinar con este Arco Iris en el Klondike Lake, dormí en Beez Kneez Bakpakers, un hostal muy mono pero cuya dueña Callin me cayó como el culo. Así que a la mañana siguiente decidí moverme y cambiar a uno muy cercano Hide on Jeckell (situado en la calle Jeckell, así que no se han comido mucho el coco para ponerle nombre). El hostal está regentado por un par de suizos/alemanes en el que uno se siente como en casa. Tiene su estantería con cientos de libros para intercambiar, montón de CDs para poner música a tu gusto, están concienciados con el reciclaje con un montón de cestas en la cocina para guardar papel, plástico, cristal, compost, aluminio… y, parece mentira que lo diga, pero se agradece que no tengan televisión. Las habitaciones se dividen por continentes y las literas tienen un distintivo con la foto de un animal. Yo estoy en Australia y me ha tocado ser la tortuga de las Galápagos, un gran acierto teniendo en cuenta la lentitud con la que siento que estoy avanzado estos días.
Tras un sueño reparador -interrumpido por algún que otro ronquido-, la tarde del jueves la dediqué a comprar comida, acudir a la oficina de correos e indagar acerca de precios y opciones de bonos en la compañía de autobuses Greyhound. Disponen del Discovery Pass -un bono estilo interraíl- con 7, 15, 30 ó 60 días por un precio de entre 329 y 750 dólares. Ideal para viajar por Canadá, Estados Unidos y una zona reducida de Méjico si no quieres dejarte tu presupuesto sólo en el transporte.
MUSHING>
Como ya os he comentado en alguna ocasión, Whitehorse es el punto de partida de la Yukon Quest, carrera de trineos tirados por perros con unos 1600 kilómetros de recorrido que finaliza en Fairbanks. Aprovechando que me encontraba en Whitehorse, me pasé por su oficina y concerté una entrevista con su manager Stephen Reynolds para el día siguiente.
Una vez hecha la entrevista, me vino a buscar a la estación del White Pass & Yukon Railroad -tren turístico que une Whitehorse con Skagway (Alaska)-, la mujer de Frank Turner, uno de los mushers más importantes de la ciudad. Ambos regentan Muktuk Adventures, empresa que han montado con el objetivo de acercar al público en general esta disciplina deportiva. En el camino hacia la casa que tienen a las afueras de la ciudad, la mujer de Frank me contó que había pasado unos años de su infancia en Madrid durante la década de los 50.
Su padre, un tipo muy culto que habla 7 lenguas y que ahora «está estudiando a fondo el euskera», trabajó como profesor de idiomas en varias embajadas de la capital. Sus recuerdos de aquella época están un tanto borrosos, pero la señora Turner recordaba con absoluta claridad un día que fueron a comprar huevos. Debido al racionamiento de alimentos de la época, ella compró dos y su padre otro dos. En el camino hacia casa, se le cayeron al suelo los suyos y la gente que pasaba en ese momento por ahí montó un revuelo estruendoso. Salió corriendo asustada. Tened en cuenta que perder un alimento tan básico de semejante manera era peor que ver fusilar a 100 republicanos. ¡Cómo ha cambiado España!
Hay personas que se complican la vida y las hay que se lo juegan todo a lo que decida una moneda. Frank creció en Toronto en una familia de clase media. Un buen día decidió que era el momento de levar anclas, cambiar de aires y trasladarse a un nuevo lugar. Pero… ¿a dónde? Junto a su mejor amigo decidieron que la mejor manera era echarlo a suertes. Una moneda de 1 dólar decidiría por ellos; cara (Yukon), cruz (Méjico). Ganó Frank.
104 perros de trineo
Esta visita fue una de las más emotivas de lo que llevo de viaje. Frank sabía transmitir con pocas palabras lo que un musher siente por su perros y las dificultades de este deporte extremo en pleno contacto con la naturaleza. Así, no fue difícil entender por qué a pesar de tener casi 60 años, pudiendo dedicarse a la vida contemplativa y gestionar su empresa, el próximo mes de febrero participará en la Yukon Quest por vigésimo-tercera vez sufriendo temperaturas de más de 20 grados bajo cero. El mushing es un estilo de vida marcado por un acentuado amor a los perros. Frank nos quiso dejar muy claro que «los perros de trineo no dejan de ser animales, con un aprendizaje doméstico pero con un lado instintivo impredecible. Es muy importante cuidar de ellos, ser un equipo en el que haya confianza. si das el 100% ellos también lo harán». Faltaba que nos lo hubiera dicho para que, casualidades de la vida, después de un paseo por el río con 8 de sus perros uno de ellos matase frente a nuestros ojos a uno de sus dos gatos con el que llevaba viviendo desde hacía 10 años. En ese instante comprendí el dolor que puede llegar a sufrir una persona cuando se muere uno de sus animales.
La rueda perruna
Whitehorse, actual capital del Territorio del Yukon tras haberlo sido con la fiebre del oro Dawson City, es el término municipal más grande de Canadá a pesar de tener tan sólo 28.000 habitantes. Durante la Segunda Guerra Mundial su aeropuerto desempeñó un importante papel estratégico. El centro de la ciudad se puede visitar a pie sin mayor problema. Entre sus mayores atracciones se encuentran el S.S. Klondike, barco construído en 1937 que realizó su última travesía por el Río Yukon en 1955 y que ahora es monumento histórico nacional, la fábrica de cervezas Yukon Brewing que elabora las populares Yukon Gold, Arctic Red, Yukon Lead Dog y Sourdough Ale o el Centro de Interpretación Beringia, área que durante la última Edad del Hielo abarcaba Yukon, Alaska y el este de Siberia.
ENTRE LUNNIS y LATINOS
Desde pequeño he conocido a los Looney Tunes por televisión pero lo que no me esperaba era que, en una lavandería atendida por una extraña señora hindú con la cual confirmé que todos los indios hablan como Apu de los Simpson, iba a aprender que en Canadá también tienen parientes. Resulta que a las monedas de 1 dólar les llaman Loonies y a las de 2$, Toonies.
Un día antes de irme recibí en el hostal una llamada inquietante. Danielle Rechstein, periodista francesa afincada en Whitehorse desde hace 20 años, se puso en contacto conmigo ya que Stephen Reynolds (manager de la Yukon Quest) le había avisado que un periodista español se encontraba en la ciudad. Además de trabajar para el Gobierno de Yukon, Danielle realiza de manera altruista la publicación para emigrantes latinos llamada Northern Latino. Lo más curioso de todo es que quedamos para tomar un té y yo no sabía muy bien para qué. Mientras degustábamos una deliciosa sopa calentita de ternera, me percaté de que mi papel como periodista en aquel instante se había transformado en el de entrevistado. ¡El primer medio que se hacía eco de mi viaje!·Supuestamente apareceré en el número de agosto.
HOSTAL MULTICULTURAL
En el hostal compartí habitación con un etíope que había vivido en Zambia, estudiado en la India y emigrado a Estados Unidos donde, tras 12 años en el país de las oportunidades, le habían dado la patada en el trasero para que regresase amistosamente a su país. Decidió probar suerte en Canadá y logró obtener la visa de trabajo. Dientes brillantes, pequeña gafitas y la piel del color de la ceniza. Hablamos de países, gente, culturas y racismo. En una ocasión, me contó que cuando vivía en un pueblo de Mississippi, estaba limpiando su coche cuando pasó al lado un coche con 3 afroamericanos y la radio con rap a tope. El vehículo se detuvo, uno de ellos se bajó, se le acercó y le dijo: «Oye man, ¿tú qué eres?».
En este hostal volví a experimentar lo que es no dormir durante varias horas gracias a los ronquidos de un gordo brutal, degustar un exquisito plato de vegetales y pasta con queso ucraniano cocinado por un asiático afincado en Vancouver y probar un pastel con crema de bourbon hecho por un camionero de Connecticut. Allí también conocí a Eva, psicóloga nacida en un pueblecito de Gerona, que está viajando por Yukon y la Columbia Británica durante 4 meses y con la que compartiré viaje hacia el sur de Canadá durante un buen puñado de horas.
GALERÍA WHITEHORSE (CANADÁ)
Vancouver (Columbia Británica), CANADÁ. Km 7176
Canadá es un país enorme. Para cerciorarse de ello no hay más que ver las tremendas distancias que hay entre sus ciudades más importantes. Dicen que muchos de los canadienses tienen un marcado antiamericanismo debido a la presión de Bush sobre su actual gobierno y la actitud servil de éste. Esta viñeta resume con sorna esta situación.
El pasado lunes subí en el autobús de Greyhound a las 13:30 del mediodía. Objetivo: Llegar a Vancouver sin desfallecer en el camino. Y es que un servidor se metió entre pecho y espalda (más bien esta segunda zona resultó más afectada) cerca de 41 horas metido en una lata metálica con ruedas.
Afortunadamente para los que tienen incontinencia urinaria, el trayecto entre la capital del Yukon y la Columbia Británica está plagado de cortas pero numerosas paradas. Cinco horas después de salir de Whitehorse, el autobús se detuvo unos 45 minutos en Watson Lake. Esta diminuta población que debe su nombre al trampero británico Frank Watson no tendría ningún interés turístico de no ser por su original bosque de letreros/señalizaciones. Una colección de más de 55.000 letreros de todas partes del mundo que comenzó en 1942 cuando al parecer un desconocido colocó un cartel que rezaba: «Danville, Illinois».
Durante el camino, el paisaje mantiene un tono verde y marrón debido a la infinidad de píceas -tipo de pino delgado y alargado- que pueblan las tierras de la Columbia Británica. Entre tanto verde a veces la vista se alegra con algún que otro lago cristalino. Fort St. John, Fort Nelson, Dawson Creek o Prince George… son las poblaciones más importantes entre semejante extensión de bosque. Salvo que a uno le apetezca detenerse en alguno de sus parques provinciales, no merece la pena perder el tiempo en esta zona de British Columbia. Solamente si uno quiere hacer uno de los mejores recorridos del mundo en canoa, tendrá que acercarse a Bowron Lake, cerca de Prince George. Se trata de una ruta circular de 116 kilómetros que pasa por 10 lagos y varios ríos rodeados de bellas montañas. Si uno se lanza a hacerlo le llevará entre 6 y 10 días.
Durante las primeras 18 horas de viaje me resultó prácticamente imposible conciliar el sueño. Por un lado el asiento no era excesivamente espacioso y por otro, cuando estabas a punto de dormirte, el conductor te avisaba por megafonía de la oportuna parada. Aquello parecía una sesión de torturas. Antes de llegar a Dawson Creek disfruté de uno de los mejores momentos del viaje, ver a esta nutrida manada de búfalos pastando tan panchos a ambos lados de la carretera.
El resto del viaje se resume en alguna que otra cabezada, subir y bajar del autobús, entrar y salir del baño, beber zumos, dormir poco, comer peor y durante la madrugada del martes al miércoles estar cagado mirando como conducía uno de los chóferes zumbados que nos tocó entre Prince George y Kamloops. El miércoles 19 de julio llegamos a Vancouver a las 6 de la mañana. ¡Prueba conseguida! Tomé un taxi hacia el hostal HI Vancouver Downtown(1114 Burnaby St) que pertenece a la Red Internacional de Albergues. Habitualmente en Canadá la hora de Check-out es a las 11 de la mañana, con lo cual me tiré 5 horas sentado en un sofá esperando a que liberaran la habitación. Pros: Más céntrico, bonito, si quieres marcha sales a la calle y la tienes y servicio agradable. Contras: No hay placas para cocinar y si estás en el primer piso, de jueves a sábado te toca soportar el ruido de la discoteca que hay debajo. Y cuando digo ruido -por experiencia propia- es escuchar al DJ diciéndote al oído que no dejes de bailar mientras tu quieres sobar y tu cama retumbando a golpe de bombo.
Aerotaxi despegando desde la bahía de Vancouver
La leyenda «Beautiful British Columbia» figura en las matrículas de esta región. Aunque parezca presuntuoso está muy acorde con la realidad. Y es que la Columbia Británica es cuatro veces mayor que el Reino Unido y tiene unos paisajes tan variados y variopintos que quitan el hipo. Según cuenta la Lonely Planet, el escritor Samuel Johnson dijo una vez: «Si estás cansado de Vancouver, es que estás cansado de la vida». Y puede que tenga razón. A pesar de la humedad de más del 80% en verano, el aire cosmopolita y ambiente relajado (si obviamos la cantidad de homeless y drogadictos que deambulan por sus calles), Vancouver parece a primera vista un lugar ideal para vivir una temporada.
Nada mejor que un gran paseo por la ciudad para desentrañar sus secretos, virtudes y miserias. En mi camino me encontré Hills, galería de arte nativo muy interesante para conocer que Norteamérica tiene más historia de la que uno imagina. Continué rumbo a Gastown, germen de la actual Vancouver por obra y gracia de John Deighton, alias Gassy Jack, marinero inglés que llegó a estas tierras a principios de 1880, fundó el hotel Deighton House donde ofrecía al público un espectáculo de monólogos al estilo del Club de la Comedia. En este barrio se encuentra situado este reloj de vapor que marca los cuartos y horas en punto con unos musicales acordes, aunque se dice y se cuenta que ya solamente funciona con electricidad. No muy lejos de ahí encontré Angel Fabric Paint, una curiosa tienda de ropa customizada regentada por Jackie Haliburton, artista de Vancouver cuyos infantiles diseños ha comprado gente como Steve Tyler (cantante de Aerosmith), Antonio Banderas o Uma Thurman.
Uno de los puestos de alimentos en el barrio de Chinatown
No podía dejar de visitar el barrio de Chinatown, uno de los tres más grandes de Norteamérica según las guías de viajes, aunque también lo dicen del de San Francisco. Allí me topé con el lugar ideal para terminar el día y disfrutar de un remanso de paz: el Jardín Clásico Chino del Doctor Sun Yat-Sen, el único jardín de este estilo construído fuera de China. Un equipo de 52 expertos provenientes de la ciudad de Suzhou tardaron cerca de 2 años en contruir este «refresco para el corazon» -como dice su folleto- basándose en la filosofía taoísta del ying y el yang. Todo se equilibra, la luz y la oscuridad, lo áspero con lo suave, lo pequeño con lo grande…
El sábado alquilé una bicicleta en Bayshore para recorrer los cerca de 11 kilómetros del circuito para cicloturistas que rodea el extenso Stanley Park. Pero antes había que recargar las pilas con una comida energética.
Pizzeando
Stanley Park es uno de los parques urbanos más grandes de Norteamérica (mira que son pesados con eso de ser el más mega, ultra, super, maxi del mundo). 404 hectáreas de superficie verde, carril bici y persona, tótems, praderas donde la gente juega a cricket, playas con cargueros al fondo, piscinas… El delirio para salir de la ciudad y sentirse en el campo. Como hacía tanto calor, había que refrescarse. Siento no poder ofrecer imágenes del momento; mi ayudante de cámara imaginario no pudo materializarse en un ente físico.
Fresquitooooo
Para sentirme parte una serie de esas americanas, teniendo ya el escenario ideal, tan sólo me faltaba el walkie-talkie y algún que otro abdominal. De esta manera no desmerecería en absoluto con los bicipolicías de California.
Iosu Croket, el bicipolicía de Vancouver Vice
Antes de continuar os dejo con un breve consejo comercial.
Dakine, sponsor de Ruta Panamericana
Bea, Gonzalo y Cristina practicando en videoiosing
En esta segunda entrega podemos percibir una notable mejoría en el manejo de la steadycam aunque el discurso está un tanto inconexo (Gonzalo, seguro que cuando corriges tus prácticas pones cosas de este tipo). Que os voy a decir… que sois la leche y que os quiero un montón!!!!!!. Al resto de internetvidentes os animo a participar el Concurso Videoiosing. Cuelga tu video en Youtube o envíamelo al mail. El ganador/a recibirá un regalo exclusivo del aventurero Livingstone. Por cierto, un detalle, para que veáis lo perfeccionista y colgado que estoy, llevo media hora copiando letras con acentos para que no falte ninguno porque este teclado americano no me deja ponerlos.
DE FRONTERA a FRONTERA y TIRO PORQUE ME TOCA
No voy a cruzar la frontera a nado. Lo haré en autobús. Vancouver se encuentra a pocos kilómetros de la frontera con Estados Unidos, a unas 4 horas de Seattle, en el vecino Estado de Washington. Según he leído en varias guías, los trámites para cruzar la frontera suelen ser bastante tediosos. Cruzo los dedos para que no sea así. Proxima estación: San Francisco. Mientras llega ese momento, aquí os dejo unas instantáneas de mi visita a esta magnética ciudad.
GALERÍA VANCOUVER (CANADÁ)
San Francisco (California), USA. Km 8877
Cruzar la frontera entre Canadá y Estados Unidos fue menos complicado de lo esperado. En el control de aduanas nos hicieron bajar del autobús, cargar con nuestro equipaje y pasar por un control que regentaban dos agentes. A mí me tocó un policía que tenía pinta de balcánico, no excesivamente borde y que hacía gala de su conocimiento de idiomas soltando frases y palabras en alemán, español, italiano… Por delante me esperaban otras 24 horas de autobús, con noche de por medio, una nimiedad si tenemos en cuenta las 41 horas que me metí en el cuerpo cuando llegué a Vancouver desde Whitehorse.
REGLAS DEL LISTO-GREYHOUND
Antes de entrar en materia y relataros algunos de los momentos más interesantes de mi estancia en San Francisco, no puedo pasar por alto lo aprendido en los últimos días en la línea de autobuses Greyhound. Esta compañía, una de las más baratas y asequibles de Canadá y Estados Unidos, tiene más de 2800 destinos en ambos países. En España, Gustavo (hermano de mi amiga Bea) me había advertido de algunos inconvenientes y recomendaciones para hacer del viaje con Greyhound un trayecto mínimamente cómodo. Yo me había venido con la idea de que iba a compartir asiento con vagabundos, yonquis, delincuentes, chicanos y algún que otro alcohólico y… la verdad, no ha sido para tanto. Viajé con gente de toda índole: Negros, blancos, indios, chinos, gordos, flacos, olorosos, pulcros… Pero, a lo que voy…reglas a tener en cuenta.
Nunca sentarse en la parte trasera del autobús por dos motivos principales:
1. El motor mete un ruido infernal.
2. El baño se encuentra en la margen izquierda y esporádicamente desprende unos efluvios nada agradables.
Y lo más importante aunque menos solidario, si el viaje que vas a hacer dura más de 8 horas debes adoptar la estrategia que he denominado del «uñas». Consiste en colocar un gran mochila en uno de los asientos, sentarse en el otro y cada vez que el autobús se detiene para recoger viajeros, tienes que hacerte el dormido encima de la mochila. La razón es sencilla. Así uno conserva dos plazas para poder dormir algo por la noche en una postura mínimamente decente. Instinto de supervivencia.
Llegando a San Francisco
Normalmente hay tantos lugares en el mundo para ver que son pocas las posibilidades de volver a visitar una ciudad en la que ya estuviste. San Francisco es quizás la ciudad más europea de Estados Unidos, tiene un aire diferente, una arquitectura especial y un clima agradable y extraño. En 2002 vine aquí con mis amigos Migueltxo, Ascenzo, Enrique, Nacho y Belén. Habíamos recorrido la ruta 1 que deambula por la bella costa californiana entre Los Ángeles y San Francisco pasando por pueblos como San Luis Obispo, Santa Bárbara o Carmel. El tiempo pasa y merece la pena rescatar estas fotos de hace cuatro años.
Belén, Nacho y Enrique de pie, Ascenzo sentado y Iosu tumbado. Foto tomada en el barrio Haight-Ashbury de San Francisco en 2002.
Iosu vs Nacho
Por morriña o curiosidad por ver cómo el tiempo también había pasado en los lugares que una vez visité, decidí alojarme en el mismo hostal de antaño, el Green Tortoise, situado en el número 494 de Broadway, justo en la frontera entre Chinatown y Little Italy y a pocos pasos del Basque Hotel (con un lauburu gigante en el exterior, «oyes, que somos vascos»). Green Tortoise es barato (unos 25$) y cómodo. Recordaba el lugar más sucio y deprimente cuando compartí habitación con Enrique y dos chicas más (Kike seguro que te acuerdas de la broma que nos gastaron Nacho y los demás…¡qué tiempos aquellos!). No es que fuera un lugar completamente diferente pero es cierto que cuando uno regresa a un lugar en el que estuvo tiempo atrás, con sus nuevas experiencias y la persona diferente que es, choca enfrentar las vivencias pasadas con el sentimiento actual.
El hostal tiene más de 7 puestos de internet gratuitos, ofrece excursiones de todo tipo y cuenta con un salón gigantesco de techos altos, tipo salón decimonónico, donde, además de la cocina, se realizan actividades cada día. Green Tortoise me obsequió la noche del lunes y el miércoles con sendas cenas gratis de comida italiana y mejicana y el martes barra libre de cerveza cortesía de San Francisco Brewing. Ese mismo día, una vez perdida la vergüenza con unas cuantas pintas de cerveza, tenías la posibilidad de subirte a un escenario para tocar o cantar lo que quisieras. Si os estáis preguntando si me animé… ¡pues va a ser que no! En el hostal compartí habitación con una señora con peluquín y su hijo flipado por las bombas fétidas (afortunadamente no tiró ninguna en nuestro cuarto), una pareja y dos chicos australianos (Luk y Mat) muy majos que llevaban viajando varios meses por Europa, Centroamérica y Estados Unidos. En los aledaños del lugar predominan los peepshows, showgirls y demás establecimientos de este género. ¡Quién dijo aquello de que la tentación vive arriba!
La tentación vive abajo
EL BULLI TORTOISE
Uno de los momentos más memorables del hostal fue cuando me preparaba un bol de fresas con leche y azúcar en la cocina. Se acercaron dos chicas de Gales con cara de extrañadas y me preguntaron si el plato que estaba haciendo se metía en el horno o si era un pastel muy elaborado. ¡Si es que con la basura de comida que ingieren cualquier cosa les parece alta cocina! Me hizo sentirme como el Ferrán Adriá del Green Tortoise.
EL TIMO DE LA STAMP-ITA
En uno de mis paseos por la ciudad me adentré en Chinatown. Quería comprar un sello («one stamp please») y le pedí uno a un chinorri bastante desagradable. Me timó. El sello valía 75 centavos y me cobraba algo así como 1$65, contándome no sé que rollo de las tasas… Y es que cuando viajas te intentan tangar tantas veces como pueden. Hay que estar muy atento pero aún y todo alguna que otra vez te la meten doblada. Es el arte del timo al recién llegado. Suele ocurrir en estaciones de autobús. Cuando llegas a un nuevo lugar, con tu cara de paleto, aparecen todo tipo de pesados intentando venderte la moto de hostales a buen precio… y gangas de todo tipo. La actitud: Firmeza, mostrarse seguro, estar muy atento de tu equipaje y detenerse en el primer bar o terraza que haya, sentarse, pedirse algo de beber y darse un tiempo prudencial para situarse. Aún y todo, no serán ni una, ni dos, ni tres… las veces que caigas en alguna engañufla. Otro hecho reseñable fue el desagradable encuentro con la dependienta chinorri de una tienda de verduras en la que quería comprar una lechuga. Al intentar entrar me dijo una serie de improperios en mandarín que entendí como «oye, que ya hemos cerrado, vete a otro sitio que llevo todo el día currando y estoy hasta las narices de vender brotes de soja. Así me lo aprendí yo». Paula, tú que conoces más de cerca a los chinakens, dame algo más de perspectiva porque no hay quien los entienda. 肆陸陽隅陫
LA ROCA
Tan sólo iba a estar un par de días en San Francisco así que decidí ver alguna de las cosas que dejé pendientes en mi anterior visita. La cárcel del Alcatraz era una asignatura pendiente e ineludible. Conocida como «La Roca», esta penitenciaría cerró sus puertas en el año 1963 para pasar a formar parte del Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos. La única manera de llegar, salvo que a uno le apetezca hacerlo a nado con riesgo de morir ahogado, es tomando el ferry que opera la compañía Blue and Gold Fleet desde el Pier 41 del puerto de San Francisco por el módico precio de 16$. Este pago incluye un esmerado servicio de audio guiado (te dan unos auriculares con un aparatito digital) para visitar la cárcel en varios idiomas, entre ellos español.
Celda de Alcatraz
Tantas veces has oído hablar de las fugas de Alcatraz reflejadas en infinidad de películas de Hollywood que estando allí dentro te sentías de una manera extraña. Inconscientemente te ponías en la piel aquellos presos entre los que se encontraba el mafioso Al Capone e imaginabas cómo pudo haber sido vivir encerrado entre aquellos muros.
Entre barrotes y toneladas de piedra
En uno de mis anteriores comentarios, concretamente el que escribí desde Whitehorse (Canadá), os comentaba que me habían hecho una entrevista para una publicación mensual llamada Northern Latino dirigida a los habitantes de orígen latinoamericano que viven en el Territorio del Yukon. Si pincháis en el link podéis ver el artículo que aparece en el número de agosto. Aprovecho para agradecer el trato cordial de su directora Daniele Rechstein y recordar la agradable charla que mantuve con ella. Espero que continúes con esta interesante propuesta periodística.
Bahía de San Francisco
Después de disfrutar de esta fabulosa vista de la bahía de San Francisco que uno se encuentra en lo alto de «La Roca», hablemos del lado oculto de esta isla-prisión. Alcatraz no fue solamente una prisión de máxima seguridad a la que enviaban presos que daban problemas en otras cárceles, también fue el lugar de residencia de algunas familias de empleados cuya vida no era muy diferente de la de cualquier habitante de San Francisco. Cada día un barco venía a recoger a los niños que habitaban en la isla para llevarlos a la ciudad a recibir sus clases en el colegio. Presos, alguaciles, alcaides, familias, niños…. eran los pobladores humanos de esta isla-prisión pero… sus primigenios pobladores no son tan conocidos por el gran público: los pájaros, cientos de pájaros revoloteando y posándose en cada uno de los rincones de Alcatraz. Pese a lo que muchos pueden pensar, Alcatraz es un refugio de vida salvaje para cientos de aves entre las que predomina la gaviota occidental.
Colonia de gaviotas en la Isla de Alcatraz
Parece que le he cogido gusto a eso de andar en bicicleta. Debe ser que como está tan de moda ahora Miami Vice y en Vancouver decidí emular a Sony Croket, estilo bicipolicía, en San Francisco no iba a ser menos. Al regresar de mi visita a Alcatraz, alquilé una bicicleta en el mismo muelle 41 con Blazing Saddles y me envalentoné para recorrer los 13 kilómetros que separan San Francisco de Sausalito, pequeño pueblo al otro lado del Golden Gate.
Frente al Golden Gate
Hay veces que no es fácil retratar -más aún viajando solo- esos fugaces pero intensos momentos de felicidad que experimentas durante el viaje. A pesar de estar helado de frío, quedarme todavía más de 6 kilómetros por recorrer con la bicicleta para llegar al hermoso pueblo de Sausalito y tener un «bote acumulado» de más de 8000 kilómetros entre pecho y espalda… ser consciente de que estaba atravesando el apabullante Golden Gate de nuevo y sin niebla -cosa rara- con mi bicicleta era un momento Mastercard, de esos que «no tienen precio».
Videoiosing bicicleteando, una nueva modalidad
Aprovecho este videoiosing en la nueva modalidad de bicicleta para recordaros que el CONCURSO de VIDEOIOSING ha prorrogado su plazo de entrega hasta el próximo 31 de diciembre de 2006. Aquellos que os animéis a emular uno de mis autovideos desde cualquier lugar del mundo, demostrando originalidad en vuestros comentarios y apariciones, podéis enviar vuestras obras a la siguiente dirección de e-mail: [email protected]
De momento, mis amigos Gonzalo de Pedro alias «Sudecrepitud» y Beatriz Lucas aka «Luquitas PiliMili» son los únicos participantes de momento con este sensacional videoiosing enviado desde la mítica plaza de Times Square en Nueva York. ¡No olvidéis pinchar en el link!
El siguiente reto: 15 horas de autobús, más de 1000 kilómetros de carretera parte de ella a través del desierto de Mojave y una incógnita que resolver… ¿Sobreviviré a Las Vegas? Eso lo sabréis dentro de unos días. Mientras, ahí van unas instantáneas de San Francisco y Alcatraz.
La última noche en San Francisco dormí muy poco. Estuve tomando unas cervezas con dos australianos, Luk y Matt, y un tipo del que no recuerdo su nombre que parecía salido de la película «Clerks». Barbilampiño, delgado, con una especie de gabardina enmohecida y unos ojos como faros de camión, no por su tamaño sino por el colocón que llevaba encima. Al parecer había viajado hasta San Francisco desde un pequeño pueblo del interior de Estados Unidos con intención de llegar a Australia para quedarse allí una temporada de turismo. Entre las preguntas de rigor para saber algo más acerca de su vida, cuando le pregunté a qué se dedicaba me contestó: «Yo no trabajo, vivo de los beneficios de mi plantación de marihuana». Era un dealer con el negocio perfectamente establecido, experto en la evolución de los precios de la mercancía según la oferta y demanda y gran conocedor de las variedades y efectos de estos psicotrópicos.
Descansé poco más de 4 horas ya que mi autobús salía de San Francisco a las 6 de la mañana. El paisaje se iba tornando del húmedo verde canadiense a un tono seco amarillento mientras que cada vez se hacían más presentes en el ambiente las conversaciones en español. En mi camino dejé atrás ciudades y poblaciones como Oakland, San José, Madera, Fresno, Visalia, Delano, Bakersfield, Mojave o Barstow. 15 horas y 1100 kilómetros después, entraba de noche en Las Vegas. Un comienzo muy freak si tenemos en cuenta que acabé hablando con dos uruguayas y Max (un egipcio que trabajaba como segurata en un casino cuya madre vivía en Málaga) para compartir un taxi en el que nos tangaron un poco como a novatos.
Viajero previsor vale por dos. Así que teniendo en cuenta que al día siguiente me iba a levantar a las 5 de la mañana para ir de visita al Valle de la Muerte, reservé habitación en el Hotel & Casino Tropicana, con 3300 habitaciones y situado en pleno Strip, nombre con el que denominan a Las Vegas Boulevard, la calle donde están los principales casinos como el Bellagio, Mirage, Mandalay o New York New York.
Como un señor
EL VALLE DE LA MUERTE
La única referencia que tenía acerca de este árido lugar era lo que había leído en el interesante libro «Los sótanos del mundo» de Ander Izaguirre. Y… era exáctamente como él lo había descrito (Ander, me imaginé vuestro paseo por Badwater con esas temperaturas y casi se me derrite el cerebro). Su nombre al parecer se debe a uno de los dieciocho supervivientes de un grupo de treinta que intentaron, en 1849, encontrar un camino más corto en dirección a los campos auríferos de California. La excursión de 740 kilómetros en total estaba comandada por Ralph, guía y conductor de Action Tours (agencia más que recomendable) entusiasmado con la geología y los ovnis. Nuestra primera parada; la vista panorámica Dante, para hacerte una idea general de la enorme extensión que ocupa el Valle de la Muerte.
Dante View
Esta gigantesca depresión se encuentra al este de las montañas Rocosas, entre los estados de Nevada y California. Como bien pude aprender entre las interminables explicaciones y alguna que otra cinta que nos puso Ralph con un señor científico hablando de las placas tectónicas, el Valle de la Muerte se formó debido a sucesivos hundimientos de bloques contiguos de la corteza terrestre. Bien podría valer la expresión «es un lugar de otro planeta». Un valle de silencios, sequedad, encanto y con un marcado contraste de gamas cromáticas frente a lo que uno se imagina de un lugar desértico. Si hay una cosa clara es que sientes haber dejado muy atrás la civilización.
Tras visitar Dante View, nos detuvimos unos kilómetros más abajo en las amarillentas formaciones de Zabriskie Point, paisaje producto de las esporádicas y breves lluvias torrenciales que tienen lugar en el Valle. Sí, en el desierto también llueve. El agua se transforma en escultor del terreno creando verdaderas obras de arte.
Un poco más abajo se encuentra Furnace Creek, lugar que puede considerarse como la entrada oficial por la vertiente norte al Parque Nacional del Valle de la Muerte. Furnace Creek es un pequeño rancho-oasis al estilo del viejo Oeste donde puedes reservar habitación. Muy cerca del pueblo se encuentra el Centro de Visitantes, inaugurado en 1960, donde los rangers facilitan mapas y folletos explicativos. Siguiente parada: El Golfo del Diablo.
Asándome de calor en el Golfo del Diablo
Y tanto que hace calor. El Valle de la Muerte es uno de los lugares más tórridos del planeta. En julio de 1913 el termómetro llegó a marcar más de 56º centígrados. Una nimiedad si tenemos en cuenta que al sol y a ras del suelo se han llegado a contabilizar 88ºC. Ese día el termómetro oscilaba entre los 48 y 49 grados. ¡Casi nada!
Como dato curioso, al estar expuesto a semejante bochorno, el cuerpo humano puede transpirar hasta cuatro litros de líquido entre el amanecer y el atardecer. Perdí la cuenta de las botellas de agua que me bebí pero debieron ser algo más de 6 litros.
Badwater, uno de los puntos más bajos del mundo sobre el nivel del mar
A menos que uno sea gran conocedor de la zona y tenga una capacidad sobrehumana de soportar el calor, lo más recomendable es explorar el valle en coche y reducir al mínimo los recorridos a pie. Mejor no tentar a la suerte ya que el calor puede matar muy lentamente. La visita al Valle de la Muerte continúa con la colorida Paleta de los Artistas, el cráter Ubehebe (palabra nativa que significa «Cesta en el suelo»), un área de dunas aisladas y finalmente el Castillo de Scotty. Si os interesa conocer algo acerca de la interesante historia de este último lugar echadle un vistazo a esta web.
LAS VEGAS
Casino «New York, New York», con montaña rusa y todo
Construída en medio del desierto de Mojave, en esta ciudad donde el juego pervierte al más Santo no sirven los diminutivos. Aquí todo es megaultramaxi. Empiezo a pensar que entre sus primeros pobladores tuvo que haber alguien de Bilbao. Aprovecho la ocasión para contaros un chiste que me contó mi amigo David «Troco» el otro día. Saben aquel que diu que era un simposio de genetistas y uno diu: «He cruzao un oso panda con un mandril y ahora tenemos un panda mandril que está todo el rato enseñando el culo». A lo que todos contestan: «Biennnnn». Otro: «Yo he cruzao una oveja con una gallina y ahora tenemos una especie que da huevos y leche». Y todos: «Biennnnn». Llega el español que es de Ribaforada y diu: «Yo he cruzao una luciérnaga con una ladilla». Y todos… «¿y qué?»… «Que ahora mis cojones parecen Las Vegas».
The Strip, Las Vegas Boulevard
Luces de neón, reclamos, cochazos, multitudes de gente de un lado para el otro… Las Vegas es otro mundo. Su historia da como para un libro. En diciembre de 1946, el famoso bandido Bugsy Siegal construyó el complejo hotelero original de Las Vegas, el Flamingo, en las tierras desérticas de Nevada. Soñaba con crear una nueva ciudad en medio del desierto. Desafortunadamente, Bugsy murió en Hollywood a causa de un balazo en 1947, así que nunca pudo ver su sueño hecho realidad. Hoy en día, este oasis de juegos de apuesta ubicado en medio del desierto tiene más de un millón de habitantes y más de 40 millones de visitantes por año.
JAYWALKING
Entre las excentricidades de esta ciudad hay una muy llamativa. Tienta todo lo que quieras a la suerte en los casinos pero nunca se te ocurra cruzar la calle con el semáforo en rojo o menos aún por un lugar donde no lo haya. Según las leyes del Estado de Nevada, el jaywalking (que es como llaman a esta modalidad de peatón suicida) está penado. Por ejemplo, si un conductor te atropella cruzando por donde no debes, puede demandarte y solicitar que le pagues los perjuicios causados.
Caretos y birra
Aburrirse en Las Vegas es prácticamente imposible. Dejarse el presupuesto en menos de lo pensado más que probable. Después de dos noches en el Hotel & Casino Tropicana (unos 210$), decidí mudarme para abaratar costes a uno de los Motel 6 que hay en la ciudad. Limpio, de esos que tienen la puerta de la habitación que da a la calle como en las películas, agradable y justo a mitad de precio aunque posible refugio de gente de todo tipo. Si alguna vez váis a Las Vegas, os recomiendo que vayáis al que está justo en Las Vegas Boulevard, os ahorráis dinero en el alojamiento y estáis en el mismo Strip a pocos metros del meollo.
Las Vegas es sinónimo de espectáculo. Reúne los mejores conciertos (actuaba Santana cuando yo estuve), musicales del Circo del Sol como «Love» o «Zumanity», la exitosa obra «A new day» que desde hace un par de años interpreta Celine Dion, showgirls, comedia, exposiciones… Estar en Las Vegas y no jugar en uno de sus casinos es como estar en Sanfermines y no beber kalimotxo.
¡Abran juego!
En Las Vegas todo está subordinado al juego. En muchos de los hoteles-casino cuando entras te encuentras de lleno con las tragaperras, la ruleta, el blackjack, las mesas de póker… en lugar de la recepción. Tiene una explicación: Lo importante es que, vayas donde vayas (al restaurante, al ascensor, a la calle), pases obligatoriamente por el casino y que, gracias a una estudiada iluminación y a la ausencia de ventanas, pierdas la noción horaria y no sepas si es de día o de noche. Así que no me quedó otra que probar suerte.
Mi primera vez
Hay máquinas de todos los tipos, colores y formas. Puedes jugar en tragaperras de 1, 5 o 25 centavos y subiendo la cantidad, al video póker, la ruleta de la fortuna… Os puedo decir que las tragaperras es un vicio. Cualquiera puede acabar enganchado a algo tan estúpido como meter monedas en una máquina y darle a un botón.
Recogiendo beneficios
Dicen que afortunado en el juego, desafortunado en el amor. Perdí los 25 dólares que aposté en un par de días.
CAÑÓN DEL COLORADO
Para finalizar mi estancia en Las Vegas no podía dejar de visitar una de las maravillas de Norteamérica. La excursión de unas 8 horas a su vertiente oeste (puedes ir a la parte sur pero el tiempo se amplia hasta 14 horas) la hice con otra agencia: Gray Line. Personalmente no la recomiendo. Frente a la furgoneta de 7 personas en la que fui al Valle de la Muerte y su trato personalizado, en esta excursión de unos 400 kilómetros en total, fuimos un grupo de 25 personas en un autobús, apenas hubo explicaciones e información acerca del Cañón y las dos únicas paradas en la impresionante presa Hoover Dam y cerca de un bosque de Joshua Trees se redujeron a menos de 10 minutos. Lo que yo llamo excursión de ovejas y pastor.
El Grand Canyon fue creado por el río Colorado durante millones de años. Tiene unos 446 km de longitud, cuenta con cordilleras de entre 6 a 29 km de anchura y alcanza profundidades de más de 1.600 metros. En su inexorable desgaste ha dejado al descubierto cerca de 2.000 millones de años de la historia de la Tierra. Según varía la altitud, la vegetación se transforma de bosques de Joshua Trees (una singular mezcla entre el cáctus y un árbol común) a un tipo de árboles y arbustos de tonos verde oscuro.
En la vertiente oeste que visité se encuentra la Reserva de la Nación Hualapai desde la que se puede divisar el Cañón desde dos lugares: Eagle Point y Guano Point. En éste primero están construyendo una pasarela semicircular de cristal en la que dentro de unos meses podrás experimentar la sensación de estar suspendido sobre el vacío con más de 1700 metros de profundidad bajo tus pies. Además de disfrutar de una espectacular vista tipo western y un rancho de comida precocinada servida por los nativos, te muestran varios modelos de viviendas típicas de su etnia y un baile folklórico bastante soso. Lo malo es que todo está únicamente preconcebido como espectáculo para el turismo. Si el presupuesto te lo permite, gastándote 150$ puedes volar en helicóptero entre las paredes del Gran Cañón durante aproximadamente 30 minutos.
Iosi Wayne, el vaquero del Oeste
Las Vegas me hizo sentir lo mejor y lo peor del ser humano: La soledad de no poder compartir muchos momentos con quienes quiero, la felicidad de encontrarme en medio del abrasador desierto y apreciar su esplendorosa belleza, la tristeza de lo decadente, la falsedad maquillada entre luces de neón… aún y todo, volveré a repetir.
Deseaba con ansia llegar a Los Ángeles para ver a mis amigos Nacho y Belén. Si llego a quedarme un par de días más en Las Vegas, me gasto todo el presupuesto del viaje en las hipnóticas máquinas tragaperras. Después de esperar casi una hora y media de cola para comprar mi billete en la estación de autobús, me subí en el Greyhound Express con destino a la Meca del Cine. Iba a ser la segunda vez que visitaba esta inmensa y soleada ciudad en la que la silicona, la falsedad y la soledad extrema afloran por encima de otras cosas.
BIENVENIDO A LOS ÁNGELES
Tras un caluroso abrazo al reencontrarme con mis amigos e invadido por una extraña sensación melancólica, me subí a su pequeño Jeep con destino a su cuco apartamento situado en National Boulevard, al noroeste de Downtown. El objetivo era claro: desintoxicación alimenticia, recuperar por unos días la sensación de «estar como en casa» y dormir por un tubo. Dicho y hecho. En los dos o tres días siguientes a mi llegada, me convertí en un hombre-seta mientras mis anfitriones trabajaban arduo en la preparación de su nueva película. Como buen amo de casa, uno de aquellos días les preparé para comer mis platos estrella: Fresas con leche a la bilbaína (simplemente fresas con leche y azúcar -había que ponerle uno de esos nombres con retintín-) y el reconocido y aclamado Pollo Strogonoff.
Cocinando un suculento pollo strogonoff
CON UNA O MÁS BOLAS
En aquellos días de relax, cuando Nacho y Belén terminaban su jornada laboral centrada en la búsqueda de un director de casting, realizábamos alguna que otra actividad lúdica. El primer día quedamos con Álvaro Ron, Marga y Rosana (también son españoles y trabajan en L.A.) en una bolera que no desmerecería en ambiente y decoración con la de «El Gran Lebowski». No estaba el caricaturesco latino Jesús pero sí que habían varios grupos de abueletes asiáticos marcándose strikes rato sí rato taumbién. Era mi turno. Mi primer lanzamiento. Iba a perder mi virginidad boleril. Iosu corre con su bola, lanza con un estilo soberbio. La bola se desliza con una delicadeza inusual como mecida por el viento. ¡Booooonggggggg! (Golpe de la bola contra la barra metálica). Un servidor, tonto como ninguno, había tirado la bola cuando todavía no se habían colocado los bolos. Pero el espectáculo no acababa aquí. Siguiente tiro. Seco mi mano en el aire que sale por unos agujerillos. Escojo la mejor bola. Comienzo a bailar al ritmo de la música que suena. Realizo un paseo hacia la pista, desciendo la bola hacia el suelo, lanzo y…. ¡zasssss, platakaklac! resbalo y me doy un leñazo importante que acabó conmigo en la pista contigua y mi mano contusionada. Aún y todo, quedé segundo a pocos puntos de vencer a Ronny, un gran asiduo de la bolera. Tenemos pendiente la revancha en Chile dentro de unos meses.
Un par de días más tarde había que echarle más pelotas, así que fuimos a uno de esos salones de billares con lamparita cenital iluminando los rostros de los malotes y buenotes allí presentes.
Nachito jugando al billar
Formando pareja de juego con Marga, debía demostrar que eso de meter la bola con el taco en cualquiera de los agujeros no se me daba tan mal. Resultado final: Patético. Metí una vez la negra e infinidad de veces la blanca. Mejor dedicarme al ganchillo.
Iosu no dando pie con bola
FREAKIES y MUSCULOSOS
Tras varios días prácticamente enclaustrado en la casa de los Manubens-Canalejo salí con Marga a dar un paseo por Venice Beach, ecléctico lugar en el que se mezclan pescadores, musculosos haciendo pesas en un gimnasio al aire libre, puestos de gafas y gorras a precio de todoacien, vagabundos, casas de diseño, vigilantes de la playa y freakies de toda clase y enjundia. Uno de los más famosos es un chico negro vestido únicamente con un tanga que se pasea con sus auriculares puestos. Siento no tener documento gráfico. Mejor que lo veáis con vuestros propios ojos si venís alguna vez.
Los blancos no la saben meter en Venice Beach
No muy lejos de la playa y no tan conocido por los turistas que visitan Los Ángeles se pueden ver unos bonitos canales -de ahí el nombre de Venice Beach (Playa Venecia)- en los que hay unas casas que deben valer unos cuantos miles de dólares. Imposible olvidar la excelente comida italiana y los sabrosos panes de ajo de la Trattoria «C and O» situada en el número 31 de Washington Boulevard en la que un plato individual parece una fuente para 3 comensales. Muy recomendable.
MANULEJO TOURS
En principio tenía pensado irme de Los Ángeles el lunes 7 de agosto pero decidí quedarme un par de días más para coincidir con Kakun y Jorge que venían desde Nueva York para visitar en algo más de 10 días parte de la costa Oeste de Estados Unidos. Con ellos regresé a algunos de los lugares que había visto 4 años atrás en mi anterior viaje con mis amiguetes Migueltxo, Ascenzo y Enrique. En aquella ocasión -también llevé cámara de video- fui vilipendiado en algunos momentos del viaje cual cámara de «Aquí hay tomate» con improperios del estilo: «Tú, deja ya de grabar».
De no ser por la efectividad y buen hacer de Manulejo Tours (operado por Nacho «The Driver» y Belén «The GPS»), hubiese sido imposible ver todo lo que vimos en sólamente día y medio. Un tour vertiginoso. Para empezar dimos un paseo por Santa Mónica y su muelle ferial donde estaban rodando un anuncio de una bebida, luego a Downtown y su distrito de la moda lleno de puestos de coloridas telas y artilugios de toda clase. Muy cerca de ahí pude ver también el lado más mísero y deprimente en la calle en la que se concentran muchos de los homeless y desheredados de la ciudad. A continuación nos trasladamos al curioso barrio de Silver Lake, una zona en la que se están concentrando en los últimos tiempos bohemios, pintores, artistas, músicos… Esta zona queda muy cerca de Echo Park y Los Feliz. Allí acudimos un día a ver tocar en la sala Spaceland a James Combs, un amigo de Nacho.
Precisamente en este bonito enclave de Los Ángeles se sucederán las nuevas historias de la película que Nacho y Belén se encuentran preparando con guión de Manubens-Gullón. Si Girls Never Call, su ópera prima, tuvo un presupuesto de 6000 dólares, en «Silver Lake» darán un paso de gigante ascendiendo a 1.5 millones. Os deseo toda la suerte del mundo. Eso sí, me apunto si hay uno de esos estrenos de alfombra roja y convite gratis.
Mientras preparan este nuevo proyecto cuyo rodaje se prevé para mediados de 2007, no pude dejar de visitar una de las localizaciones principales en las que se rodó su ópera prima.
Set de rodaje
Antes de continuar con la visita por la ciudad tengo que hablaros de la faceta artística de Belén. Dejando de un lado sus deliciosas tortillas de patata y calidad como cocinera (asistí a un curso rápido para aprender los secretos de este gran plato español mientras cargaba fotos en el blog, osea que no me enteré mucho), Belén tiene una pasión: La moda. A través de su propia marca Canita, confecciona y diseña camisetas, vestidos y algún que otro complemento entre los que destacan estas novedosas corbatas para chica que vende en la tienda virtual Etsy y algunos comercios de Los Ángeles como «Sweet Charity».
Nuestra visita prosiguió por el campus universitario de UCLA, la zona de Westwood donde degustamos un goloso corte de helado elaborado con dos cookies y helado en medio (Charlie, siento no poder enviarte uno por correo). No muy lejos de allí se encuentra el cementerio donde reposan los restos de Marilyn Monroe, Billy Wilder y Jack Lemon situado en el número 1218 de la calle Glendon.
En el tour era necesario ver el lado más cool de Los Ángeles y dejar caer nuestra baba al ver las mansiones de Berverly Hills y Bel Air. Y para no rebajar el nivel nos acercamos a hacer shopping con la mirada en Rodeo Drive porque el bolsillo no daba para tanto. Somos fashion de la muerte.
Rodeo Drive
Y claro, irse de Los Ángeles y no pasear por Hollywood Boulevard, caminar sobre sus estrellas, ver el Teatro Chino o el Kodak donde se realiza la ceremonia de entrega de estatuillas de los Oscar es como estar en Madrid y, como diría mi amigo Rubens, «no comer un bocadillo de calamares, típico, típico».
Teatro Chino en Hollywood Boulevard
Tampoco faltó la obligatoria visita a la tienda Ross con su slogan «Dress for less» donde encuentras ropa y complementos de temporadas pasadas a precio de ganga, comer una indigesta hamburguesa en el In n Out justo el día en que su fundadora falleció (por eso me debió caer mal al estómago) o entrar en contacto con la comida mejicana en un puesto callejero de burritos y tacos.
Han sido unos días maravillosos en los que me he divertido y tenido interesantes conversaciones con gente tan simpática como Bárbara, Bianca, Rosana, Marga, Álvaro Ron, Beni o Vicente Pérez. A algunos de ellos no les conocía pero me han acogido en su casa (gracias Rosana por tu hospitalidad, Bárbara por esa cena, Bianca por los vaciles y Marga por la visita a Venice) como si fuera uno de sus mejores amigos. Espero volver a veros sea en Los Ángeles o en España. CONCURSO VIDEOIOSING
Compitiendo en la sección oficial os presento una nueva entrega de un refinado y un tanto perturbado videoising a cargo de Gonzalo, Pizá, Enrique, Patricia y Bea. Retransmiten vía internet su speech desde Nueva York. Aquellos que no les conozcáis, fijaos sobre todo en la chica que aparece a la derecha y sus gestos. ¡Eso es arte!
Este videoiosing ha obtenido una puntuación importante. Si quieres participar en este concurso, no tienes más que grabarte un autovideo con tu cámara de fotos o video y enviarlo a la siguiente dirección de e-mail: [email protected]. El ganador tendrá un regalo sorpresa exclusivo de un servidor al finalizar su ruta. ¡Participa!
Nueve días no se resumen en un pis pas así que aviso que la crónica es extensa. Hace al menos un par de años que quería pisar México. En 2004 visité Costa Rica y el verano pasado Perú. Ambos países me encantaron pero deseaba ante todo conocer las costumbres, lugares, cultura y naturaleza de este inmenso país llamado México. Por una razón u otra -preferentemente el alto precio de los billetes de avión- no había podido ser hasta ahora.
Mi último viaje en Greyhound se desarrolló sin mayores problemas salvo un incidente aislado. Unos kilómetros después de San Diego hicimos una parada. Allí bajé para comprar algo de picar. Al llegar a una de las máquinas expendedoras me percaté de que había una bolsa de patatas que se había quedado atascada entre el cristal y el resto de productos. Le arreé un golpe bastante bestia pero la bolsa ni se inmutó. En ese momento miro de reojillo y veo en el reflejo de la máquina que hay una agente de policía apoyada justo detrás mirando. Literalmente se me cayeron las pelotas al suelo aunque recobré la templanza enseguida. Ya me veía con un multón en el historial a pocos kilómetros de abandonar el país. Y no exagero porque en Estados Unidos están tan zumbados que te ponen una multa cuantiosa si dejas una distancia de algo más de un palmo entre las ruedas y la acera cuando aparcas el coche. No hubo llamada de atención. Suspiro de alivio. Así que me hice el longuis y eché unas monedas para comprarme algo.
EL SEMÁFORO
Llegamos al puesto fronterizo de San Ysidro donde nos hicieron bajar del autobús, recoger nuestro equipaje y ponernos en fila de a uno para pulsar un botón y esperar a que un semáforo decidiera nuestro destino:
– ROJO (revisión de maleta con el consiguiente engorro de desahacer todo)
– VERDE (cruzas tras el semáforo y esperas a que terminen los trámites de revisión a aquellos pringaos a los que la fortuna no les ha sonreído)
Salió verde. Curiósamente nadie me pidió el pasaporte para entrar en Méjico ni tampoco había un agente de aduanas estadounidense al que devolverle la tarjeta de la visa. Al parecer debes de saber por ciencia infusa que estás obligado a devolverla por tus propios medios, lo cual, si no lo haces (como es mi caso) a partir del 19 de septiembre -fecha que expira mi visa- seré un ilegal más en las listas de aduanas estadounidenses. En cuanto al Gobierno mejicano, permite la entrada sin mayores problemas debido al constante tráfico de gringos de un lado al otro de la frontera cuyo viaje no va más allá de 40 kilómetros en dirección sur. Si continúas hacia el interior de Méjico se supone que un control de migración te solicitará el pasaporte y el pago de 210 pesos como tasa de entrada. Este pago debes hacerlo en un banco una vez rellenada la ficha que te entrega el funcionario. Como español se puede pedir desde 15 a 180 días de estancia.
Cruzando el puesto fronterizo de San Ysidro a pie
Tijuana es una metrópolis fronteriza con casi millón y medio de personas. Un punto de intercambio donde transitan personas, sonidos, sueños, decepciones y habita la lujuriosa llamada del vicio. La pecadora Tijuana sacia diariamente las ansias de libertad y hedonismo de muchos gringos con el bolsillo cargado de dólares en sus numerosas tabernas, casinos y prostíbulos. «Llevo 45 años viniendo a Tijuana y tan sólo una vez me contagié de gonorrea», comentaba un yanki cincuentón a su amigo con el pecho henchido de orgullo.
A mi llegada a la Central Camionera -los mejicanos llaman camión al autobús- me estaban esperando Tonalli y Dania, su novia. Tonalli fue compañero de piso de mi amigo Migueltxo durante su estancia en Los Ángeles. Tan sólo le había conocido una noche en Madrid durante su viaje a Europa por un par de semanas junto a su hermano Tonatiuh y nos bastaron unos pocos minutos para charlar como si nos conociéramos de toda la vida.
Tras dejar el equipaje en su casa de Playas de Tijuana, nos dirigimos al Estudio Láser donde Tonalli imparte parte del Taller de Sampleo que realiza cada miércoles.
Taller de Sampleo, Estudio Láser de Tijuana
En aquella sesión conversé con el dueño del estudio (cuyo acento era una mezcla entre vasco, argentino y mejicano) y los simpáticos alumnos del taller: Héctor (que estuvo viviendo 6 meses en Valencia), Julio, Giovani… Como mi nombre significa Jesús terminé siendo Chuy, así es como llaman cariñósamente al Hijo de Dios. En esta sesión Tonalli pretendía grabar algunos extractos y notas con músicos de Son Jarocho, tipo de música tradicional originaria del Estado de Veracruz.
Tonalli Magaña y músicos de Son Chimbicá grabando
Tijuana es sinónimo de ajetreo cultural. Frente a su lado deprimente y fama de ciudad peligrosa, debajo de su asfalto bulle un hervidero de ideas, músicos, pintores, artistas… Entre sus principales exponentes está la escena de la música electrónica que ha logrado con éxito traspasar fronteras gracias al colectivo Nortec, uno de sus principales bastiones. Nortec surge de las palabras norteño-techno, la convergencia de lo folclórico y lo moderno, una fusión efervescente a cargo de seres digitales con nombres como Fussible, Bostich o Clorofila.
Un referente moderno de la ciudad es el Centro Cultural Tijuana (CECUT), con aspecto de globo ocular donde se celebran conciertos, exposiciones de arte y proyecciones de 360 grados en su espectacular sala Omnimax.
Tras grabar varios samples y notas, los tres músicos de Son Chimbicá grabaron una canción popular con instrumentos como el charango, la jarana o el mosquito. Mi primer día en México y Tijuana me daba la bienvenida con una de mis mayores pasiones: La música. En esa sesión de grabación tuve el placer de poder improvisar algunas notas con un viejo violín que encontramos en el estudio sobre esta preciosa canción titulada «Las olas del mar», la cual os brindo.
AL OTRO LADO DE LA LÍNEA
Leo en un artículo que la ciudad nació como «una ranchería indígena de frailes franciscanos, fue parcela de encomenderos españoles, campo de batalla de milicias mexicanas y norteamericanas, y depósito de libertinos y aventureros gringos».
La triste realidad de Tijuana está marcada por la frontera o línea -como aquí le llaman-. Esta frontera común con Estados Unidos de 3.200 kilómetros de longitud, la más transitada del mundo, es domicilio de gente que no es de ningún sitio, nido de coyotes y polleros (mafiosos dedicados al negocio de la mercancía emigrante), y punto de partida de los sin papeles hacia el sueño americano. Marcando por teléfono *Línea puedes averiguar el número de coches que hay en el puesto fronterizo esperando a cruzar.
Un caso lamentable entre otros muchos que tienen lugar en la frontera de Tijuana es lo que sucede en el Parque de la Amistad -Border Field State Park para los yankis-. Este parque se encuentra dividido por la valla fronteriza. Hasta hace unas semanas las familias de uno y otro lado se reunían los domigos a ambos lado de la frontera, cual presos de cárcel, para compartir charlas y comida que podían pasarse a través de un pequeño hueco de la valla.
Cada día cruzan por sus puestos fronterizos a pie o en coche miles de personas sufriendo colas interminables de más de dos horas. Un total de 90 millones de desplazamientos anuales es una de las cifras que se manejan. Cada día mueren personas y niños en medio del desierto buscando una oportunidad ante la mirada impasible de ambos gobiernos.
Extremo oeste de la valla fronteriza entre México y Estados Unidos
LA MONA SE VISTE DE PIEDRA
Conocida de manera popular como La Mona o La Mujer Blanca, esta vivienda-escultura de más de 17 metros de altura y 18 toneladas de peso se encuentra instalada en una de las colonias más pobres de Tijuana. La Mona es obra del artista local Armando Muñoz García, quien según fuentes oficiales la creó para celebrar el centenario de la ciudad aunque otros dicen que es una obra protesta. Al parecer, un miembro de la corporación municipal afirmó en una ocasión que «no era bonito ni adecuado para el turismo que vieran al aterrizar o despegar la pobre colonia de casas contigua al aeropuerto de la ciudad». De esta manera se puede comprender que la escultura tenga la mano en alto para llamar la atención.
Armando Muñoz habita en esta vivienda tan especial que cuenta con cuatro niveles bien distribuidos y comunicados; en la cabeza está la oficina, en el pecho una recámara con dos camas, en el estómago la cocina y en los glúteos se ubican los sanitarios, como una alusión a la vida real.
La Avenida de la Revolución (La Revo) es la arteria carótida de Tijuana. Durante el día abren comercios y restaurantes, el tráfico recorre sus venas con frenesí y rebuznan unos horrorosos burros pintados de cebra como reclamo turístico. Por la noche la ciudad se disfraza de puta y el ambiente se transforma en un alboroto de bandas de música, terrazas con hip hop y rancheras sobrepasadas de decibelios y gritos y cantos de borrachos. Aquello parece el bar de «Abierto hasta el amanecer». Los porteros de los locales llaman la atención de los viandantes en la acera con frases del tipo: «Come in, tits, pussys…all you can drink». Sobra la traducción.
En plena Revo se encuentra el precioso Frontón Palacio Jai Alai, construído entre 1926 y 1947, en donde hasta 1998 se celebraban partidos de pelota vasca. ¡Hay vascos hasta debajo de las piedras oyes! No muy lejos de ahí uno puede adentrarse en la denominada Zona Rosa, lugar como dicen aquí de tolerancia donde cohabitan prostitutas, locales de table dance, camellos y rateros. Junto a Tonalli y Dania me adentré por una de sus callejuelas. La técnica de Tonalli para ahuyentar posibles problemas y gentuza con no buenas intenciones -practicada junto a su hermano Tonatiuh- es hacer gestos raros, parecer que estás algo loco, plagado de tics y echar algún que otro escupitajo. Así que practiqué un poco por si las moscas. Fue divertido aunque levemente acojonante.
Banda de música tocando en La Zona Rosa
Dice una conocida canción: «Welcome to Tijuana, tequila, sexo y marihuana». Por si alguno/a se lo pregunta, puedo afirmar que fui bienvenido a Tijuana pero me largué de allí sin probar ninguno de los tres pecados. Otra vez será.
SALSIPUEDES, BELLACO
A poco más de 60 kilómetros de Tijuana se encuentra un pequeño y apacible pueblo llamado Tecate. Precísamente aquí nació y se fabrica una de las cervezas más consumidas en el norte de Méjico que lleva su mismo nombre.
En el tranquilo Rancho «La Paloma» de esta localidad fronteriza fueron criados Tonalli y Tonatiuh por sus padres Salvador Magaña y Eva Guzmán, dos excelentes personas. Con ellos mantuve durante una mañana de sábado una profunda charla acerca de la vida, la emigración y otros interesantes temas así como una sabrosa comida mejicana. Salvador es un portentoso escultor cuya obra se centra en la figura de la paloma. Además tiene infinidad de esculturas como este Dodó cuya cola emite notas musicales cuando se golpea, estas ballenas como símbolo de la maternidad o esta rana con una apertura de lata de refresco clavada en su costado que usa esporádicamente en unos cursos sobre concienciación ecológica que imparte en escuelas.
Esa misma tarde regresamos a Tijuana y tomamos la preciosa carretera que bordea la costa en dirección sur. Íbamos de acampada los bros (Tila y Tona), Dania y sus amigos Jorge y Álex con la intención de ver la lluvia de estrellas que llevaban anunciando en los medios de comunicación desde hacía un par de semanas. El lugar en el que nos detuvimos se llamaba Salsipuedes, a pocos kilómetros de Ensenada, en la costa del Océano Pacífico.
Vista panorámica de Salsipuedes
Teníamos comida y bebida para pasar una bonita velada a orillas del mar pero se me antojó hacer carne y patatas asadas así que fui con Tonatiuh y Jorge a Ensenada a comprar. Lo que tenía que haber sido un viaje de no más de 30 minutos se convirtió en una odisea de cerca de 4 horas. Los dos diablillos en los que había confiado mi destino me llevaron primero a eso de las doce de la noche a un laboratorio de la Universidad de Baja California en el que estaba trabajando la novia de Jorge. Como buen periodista se me ocurrió preguntar qué es lo que estaban investigando. Craso error: Me tuve que tragar la chapa del profesor adjunto acerca de una bacteria que atacaba la uva, los polisacáridos y reacciones frenopáticas. Huímos de allí como alma que lleva el diablo.
Pero todavía quedaba mucha noche por delante. A continuación, a pesar de mis constantes peticiones por ir a comprar ya que Tonalli y el resto nos estaban esperando, estos pillos me llevaron a una cantina en la que lograron que me balanceara de esta manera al ritmo de una banda mariachi cual concursante de «Mira quien baila».
¡Oh balansé, balansé!
Una vez salimos de la cantina este par de granujas querían llevarme a una discoteca a conocer el ambiente festivo de la ciudad. Mediante técnicas de distracción y convencimiento dignas de una secta, por fin logré que me llevaran al supermercado «Gigante» no sin antes disfrutar de un escueto tour por la Zona Rosa de Ensenada. Todavía en el regreso nos quedaba realizar una última parada en casa de Ceballos, un amigo de ambos que celebraba esa noche su despedida de soltero y al que pedimos prestada una parrilla. Así que imposible rechazar tomarse una cerveza a su salud.
A la luz de la hoguera
Evidentemente, cuando llegamos al campamento todos ya estaban dormidos. Jorge se fabricó una hoguera en menos de 5 minutos (¡tirando el muy bestia la bolsa de carbón sin abrir!), entre risas y tonterías despertamos hasta al apuntador para finalmente saborear unos deliciosos tacos de carne asada antes de ir a dormir. Lo pasé bomba.
NOTICIAS FRESCAS
Algunos medios de comunicación se han hecho eco de mis humildes aventuras a través de la Ruta Panamericana. Recientemente apareció un reportaje en la contraportada del Diario de Navarra con fotos a color y en Tijuana me hicieron una entrevista en el programa «Hola Californias» de la televisora Síntesis TV.
IOSITO ADRIÁ: TORTILLA DESESTRUCTURADA
En Fairbanks (Alaska) cociné mi primera tortilla de patata. El primer intento quedó en una pobre mezcla de tortilla francesa con patatas que pudo probar el tejano Nick a la que no daría más de un 2 sobre diez. Uno de mis propósitos en este viaje es conseguir hacer una tortilla con consistencia, color y textura con una puntuación de entre 8 y 9 sobre 10. Segundo intento.
Paso 1: Freír patatas, mezclarlas con huevo y cuajar un lado de la tortilla
Pero es sabido por todos que uno de los procesos más difíciles de este plato culinario es darle la vuelta a la tortilla. No es nada fácil pues hay riesgos que asumir y tu obra puede quedar seriamente dañada. Parece que tengo bastante maña con la sartén así que he decidido apuntarme al casting de la segunda edición -si es que la hay- del programa «La cocina del Infierno».
Paso 2: De vuelta y vuelta
Como véis mi tortilla tiene buen aspecto, textura y consistencia aunque su sabor es mejorable. Me autocalifiqué con un Progresa Adecuadamente. A colación con este texto tan gastronómico, os obsequio con una canción compuesta por Tonalli durante el rodaje de la película «Girls Never Call» -en ella trabajó como Ingeniero de Sonido- en el que dicen y cuentan que este típico plato español fue uno de los más importantes y repetidos del cátering.
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ARTE Y MUERTE FRONTERIZA
El foro Tijuana, la Tercera Nación apostó por el renacimiento cultural de la ciudad fronteriza con un acto artístico que tuvo su hueco en la edición 2005 de la Feria de Arte Contemporáneo de Madrid (ARCO). A lo largo de más de dos kilómetros de valla se suceden pinturas, murales e iconos mezclados con un realidad más deprimente: Decenas de cruces que rinden homenaje a la memoria de los más de 2.600 emigrantes muertos en su asalto al otro lado.
Cruces en la valla fronteriza
En Tijuana abundan curiosamente -quitando la juerga, las putas y todo tipo de droga- las farmacias. Dicen que la causa de que haya tantas es que más fácil comprar tranquilizantes y otras medicinas difíciles de conseguir sin receta en Estados Unidos, así que tienen muchos clientes gringos.
Tan sólo una semana después de haber dejado Tijuana recuerdo con nostalgia las noches en el Café Latitud 32, los tacos de pescado y camarones empanizados de un puesto callejero, las charlas con Tonalli de camino a su trabajo, mis primeras quesadillas en «El Francés», la despedida a lo waino con los bros y Dania… ¡hasta casi coincido en una fiesta con Manu Chao!
Una de las cosas más sorprendentes que se descubren viajando -no es necesario tampoco irse demasiado lejos- es la capacidad que tenemos algunos seres humanos para conectar entre nosotros de un modo especial habiéndonos conocido hace unos pocos minutos. Eso es lo que he sentido estos días con Tonalli, Tonatiuh y Dania así como con algunos de sus amigos y conocidos. Después de recargar con unas porciones de cariño algunos huecos de los ventrículos que estaban ciertamente necesitados, toca regresar a la soledad de nuevo. Siento que me estoy bebiendo el mundo por los ojos y con todas esas vivencias riego mi corazón para hacerlo crecer. Por delante se abre ante mí el basto desierto de Vizcaíno en Baja California Sur. Próxima parada: Guerrero Negro.
Guerrero Negro (Baja California Sur), MÉXICO. Km. 12886
Desierto del Vizcaíno
Después de algo más de una semana con Tonalli, Tonatiuh y Dania había llegado el momento de recorrer Baja California. Salí de la Central Camionera de Tijuana sobre las 7 de la tarde rumbo a Guerrero Negro con la compañía de autobuses Autotransportes Baja California (ABC). Para los ojos ortográficos no falta la N en Autotrasportes, así se llaman. El trayecto duraba 12 horas, así que no pude ver demasiados paisajes durante la noche. Según mi opinión algunos conductores de autobús -por lo menos los que me han tocado a mí- van un poco rápido para el estado que tienen aquí las carreteras. Tan sólo queda encomendarse a la suerte, el destino, Dios o en quien uno crea y esperar llegar sano y salvo.
San Vicente, San Quintín o Rosarito fueron algunos de los pueblos que atravesamos de madrugada por la carretera Transpeninsular, una ruta estrecha y llena de curvas que se inauguró en el año 1972. Compartí parte del viaje hasta Ensenada con Antonio Santacruz, un señor de unos 40 años que trabajaba como locutor en una radio local. Al ver que llevaba una guitarra, surgió una entretenida conversación en la que me desveló que era cantante aficionado y un apasionado de la música. Yo por mi parte le conté que había estado en un estudio de Tijuana grabando el violín con un grupo de Son Jarocho. Debió pensar que era alguien importante -ya que me habían traído de España a México para una sesión de grabación- y antes de bajarse en su parada me regaló un disco con 10 canciones que él mismo había editado.
CACA, CULO, PEDO, PÍS
El resto del trayecto transcurrió sin mayores problemas, aunque sobre las 4 de la madrugada comenzó a extenderse un hedor a caca muy intenso. Previamente, el conductor había recomendado no hacer popó en el servicio ya que la ventilación no funcionaba. Por ese motivo durante el camino iba a realizar diversas paradas por si alguien tenía una urgencia. Cuando el olor se hizo insoportable, detuvo el autobús en el arcén y descubrió el pastel: Un señor mayor se había cagado literalmente en el asiento. Aquello era tan desagradable que tuvimos que bajar del autobús, algunos incluso con náuseas. Diez minutos después continuamos la marcha, la caca yacía en el desierto, el señor al fondo del autobús soportando las miradas de odio de los viajeros, la escotilla del techo abierta y un poco de ambientador en el suelo.
Desierto del Vizcaíno
Amanecía sobre este vasto desierto que forma parte de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, la zona protegida más grande de América Latina con más de 25.000 kilómetros cuadrados de superficie. Poco antes de las 7 de la mañana llegué a Guerrero Negro, pueblo de unos 12.000 habitantes situado al borde del Desierto del Vizcaíno y la costa del Pacífico. Esta localidad es la entrada norte al Estado de Baja California Sur. A tan sólo un par de manzanas -cuadras le dicen aquí- de la estación de autobuses encontré un alojamiento económico: Motel Las Ballenas (Zona Hotelera – Tel/Fax 615 157 01 16), limpio, cómodo y con televisión por unos 220 pesos, unos 18 euros.
El orígen de Guerrero Negro proviene de la traducción al español de «Black Warrior», un barco ballenero estadounidense que se hundió cerca de la costa en 1850. En esa época el Capitán Charles Scammon, un ballenero, descubrió la entrada a una laguna que servía como lugar de apareamiento y nacimiento de miles de ballenas grises: La Laguna Ojo de Liebre. Scammon explotó la caza de estos mamíferos por su preciado aceite llevándolos al borde de la extinción.
Hoy en día esta laguna es un santuario restringido para mamíferos marínos y aves migratorias. Gracias a los esfuerzos del gobierno mexicano la ballena gris se ha salvado de la extinción y su número se ha incrementado de 2.000 a principios de siglo a más de 20.000 a mediados de los 90. Cada año las ballenas grises recorren algo más de 600 millas -marinas digo yo- desde las frías aguas del Mar de Bering en Alaska a las cálidas aguas del centro de Baja California en las costas del Pacífico. De enero a marzo, la Laguna Ojo de Liebre se convierte en un lugar fascinante en el que observar a estas criaturas parir, aparearse y chapotear en su hábitat natural.
La población de Guerrero Negro nació en el año 1957 cuando el empresario norteamericano Daniel Ludwig decidió instalar en este lugar una salina para abastecer la demanda de sal de la costa oeste de Estados Unidos. «Antiguamente, hacia finales del siglo XIX, comenzó la primera explotación salinera del lugar, cuando algunos carritos jalados por mulas llevaban sal de los depósitos naturales salinos hasta los barcos balleneros», me cuenta Jorge, mi improvisado guía en la salina de Guerrero Negro que es dueño del motel en el que me alojo y con el que me puse a charlar en la sala de ordenadores que tienen al costado. Según me cuenta, su padre trabajó más de 30 años en la extracción de sal por lo que se conoce el lugar como la palma de su mano. Además, debido a que apenas hay turistas en la zona en esta época, en una de las pocas empresas que hacen tours llamada Malarrimo, por ir uno solo te cobraban 500 pesos. Yo me apañé el tour por 130 con guía exclusivo. Uno ha de estar muy vivo si quiere abaratar costes.
La salina se instaló a orillas de la laguna Ojo de Liebre aprovechando los salitrales naturales del lugar sin imaginarse que años después esta pequeña empresa llamada Exportadora de Sal se convertiría en la salina más grande del mundo.
Exportadora de Sal
Esta salina no es sólo un negocio rentabilísimo, emplea a alrededor de 1.000 trabajadores de la zona y respeta el entorno ecológico puesto que está ubicada dentro de la Reserva de la Biosfera Vizcaíno. Exportadora de Sal destina una parte del presupuesto anual para la conservación y estudio de las aves migratorias que visitan cada año Guerrero Negro. Cerca de su entrada se encuentra este bonito Refugio de Aves en el que uno puede pasarse toda una tarde disfrutando viendo volar, zambullirse en el agua o corretear por sus orillas a cientos de aves migratorias.
Cuentan los lugareños que uno no puede dejar de ir al restaurante “Malarrimo”, cuyo propietario, Enrique Achoy, en los años setenta fue el chef del comedor de la empresa salinera y que ahora deleita a todos con sus deliciosas especialidades: Almeja mano de león, langosta, almeja chocolata, pulpo, camarón, pescado cabicucho y unos buenos ostiones.
Guerrero Negro es un lugar tranquilo, ventoso, no excesivamente bonito por sus construcciones al que seguro merece mucho la pena regresar en la época de ballenas. Mi estancia en este pueblecito se resumió en algún que otro paseo por su calle principal -el Bulevar Emiliano Zapata-, algunas horas colgado de internet (gran aliado para combatir la soledad y los momentos desocupados), breves conversaciones para pedir comida o bebida y un diálogo constante conmigo mismo. Había llegado la hora de afrontar el regreso a la soledad del viaje. Puedo decir que es duro, hay momentos difíciles, de tristeza por echaros de menos pero un señor muy pequeñito que tengo en el corazón me pincha para seguir de momento adelante.
VIDEOIOSING, SUMANDO PUNTOS
Mis amigos Gonzalo y Bea van ganando puntos hasta el momento con una participación continuada y una calidad en sus videos dignos de cualquier instalación de videoarte freak. ¿No crees que ya va siendo hora de atreverte a demostrar tus cualidades como reportero dicharachero?
Gonzalo y Bea, dos freakies en Nueva York
Te invito a participar en el Concurso de Videoiosing. Tan sólo tienes que enviar un video desde cualquier lugar del mundo cual reportero de un canal de televisión contando lo que te apetezca a la siguiente dirección de e-mail: [email protected]. El ganador se llevará un premio exclusivo que el viajero entregará personalmente -en el caso de que el triunfador sea español- o vía correo. ¡Participa!
San Ignacio (Baja California Sur), MÉXICO. Km. 13029
Misión de San Ignacio
Aproximadamente 142 kilómetros al sur de Guerrero Negro se encuentra este esplendoroso oasis. Para viajar en autobús por Baja California existen dos compañías principales entre las que optar: Águila (664 621-2424 ext. 102) o ABC. Opté por conveniencia de horario por la primera. Después de algo menos de una hora de viaje y una corta parada en Vizcaíno, llegué a la diminuta estación de autobuses que se encuentra a un costado de la carretera Transpeninsular. En este punto se adentra en diagonal -como si de un Y griega se tratase- un pequeño camino asfaltado que conduce al Hotel Rice & Beans (615 154-0283) donde me alojé por unos 400 pesos. Sirven comidas sabrosas, evidentemente acompañadas de arroz y frijoles, y se puede pagar con tarjeta, algo prácticamente difícil de conseguir en muchos de los pueblecitos de la península. Es muy recomendable antes de viajar informarse en qué lugares y en cuáles no hay banco con cajero automático. San Ignacio es uno de ellos.
El camino de acceso al pueblo, alrededor de dos kilómetros desde la carretera Transpeninsular, permite adentrarse en un paisaje de ensueño que contrasta con la aridez de la colindante Sierra de San Francisco y el paisaje desértico de sus llanuras anexas. Uno puede coger un taxi por 30 pesos la dejada -el viaje- o darse un paseo si se prefiere. El teléfono de la Cooperativa de Taxis de San Ignacio es 154 00 14.
En lo alto del cerro
Este oasis es fruto de un río subterráneo cuyo torrente aflora al exterior. Tras represarse, se convierte en una hermosa laguna bordeada de tulares y carrizales con inmensos palmares datileros erguidos a sus lados. El camino desemboca casi dos kilómetros más tarde en la plaza central de pueblo adornada por frondosos árboles de la India. Imponente, sencilla y robusta se alza frente a ella la iglesia de la Misión de San Ignacio de Loyola.
Domingo Romero, el taxista que me ha venido a buscar, usa gafas oscuras, bigote canoso poblado y en su gesto se asoma alguna que otra arruga amable al volante del taxi nº 8. Nacido en San Ignacio hace poco más de 60 años y con manos curtidas durante más de 30 como pescador, se retiró del mar para trabajar en tierra conduciendo su Buick desde hace más de 20 años. Durante el trayecto me cuenta algunos datos acerca de la historia de la localidad: «Los indígenas que vivían aquí hace más de 300 años eran los cochimíes. El 19 de noviembre de 1716, el padre jesuita Francisco María Píccolo descubrió este oasis y decidió fundar la misión 12 años después con el apoyo del también jesuita mexicano Juan Bautista Luyando. Tardó en terminarse de construir 70 años». La Misión de San Ignacio es sin duda una de las más bellas de Baja California Sur. Saliendo por el pórtico de su derecha uno recala en un relajante patio de tierra poblado de naranjos.
Lo más llamativo del lugar es la extremada quietud y el silencio que se respira en sus angostas calles. Me intrigaba conocer el pasado de San Ignacio y Domingo me llevó al lugar idóneo para hacerlo: La casa de Jane Bames, conocida por los lugareños como Juanita, la actual dueña de la Casa Lereé (615 154-0158 / [email protected] / www.prodigyweb.net.mx/janebames). Ésta fue la primera casa de huéspedes de San Ignacio y es fácil de reconocer ya que está pintada de color azul cielo. Para seguir con la hospitalaria tradición, Juanita alquila tres bonitas habitaciones con estacionamiento incluido dentro del portón:
– La Hermosa (650 pesos): Una suite con una recámara con cama de matrimonio y un catre además de otro cuarto con cama matrimonial, baño privado y acceso a la cocina de la casa.
– Piso rojo (350 pesos): Pintoresca recámara pequeña con cama matrimonial, sanitario y lavamanos. Sus puertas dobles abren hacia el jardín bajo hermosas bugambillas.
– La cocinita (350 pesos): Hermoso cuartito con cama matrimonial que abre sus puertas al jardín.
La Casa Lereé ofrece también al huésped una curiosa librería con ejemplares de la literatura latinoamericana a la venta así como algunos objetos de artesanía. Juanita vive en la localidad desde hace algo más de tres años y se ha encargado de recopilar libros, objetos, juegos infantiles, dibujos, fotografías y recuerdos plasmándolos en un libro con la historia del pueblo. Mucha información ha brotado de la mente de Juan Jacobo Rousseau, un señor que supera los 80 años cuyos recuerdos han permanecido impolutos en su excelente memoria. Conversé con ambos durante una tarde y terminé jugando al juego de los aros, que simplemente consiste en encajar varios aros metálicos en tres palos colocados frente a uno.
Jacobo visita cada día la Casa Lereé y ayuda a Juanita a reconstruir algunos de los juegos con los que se divertían los niños del pueblo a mediados de siglo. Mi corazón y mi imaginación viajaron juntos deseando que ambos tuvieran una bonita historia de amor en los últimos años de su vida.
Al final de la tarde entré en la tienda Abarrotes Arnoldo, cuyas puertas dan a la plaza del pueblo, donde además de proveerme de agua estuve charlando un rato con el propio Arnoldo acerca de la historia de México y España. En la plaza todavía quedaban signos de las pasadas fiestas en honor del santo patrono que tienen lugar anualmente la última semana de julio. Música, jolgorio, carreras de caballos, peleas de gallos, bailes, feria y juegos pirotécnicos son algunos de los actos que se celebran y en los que uno se puede divertir. Antes de regresar al hotel, comenzó a levantarse repentinamente un vendaval importante.
¡Que llueve, que llueve!
En cuestión de minutos el cielo se cubrió completamente de gris, el viento rompía y lanzaba al suelo algunas ramas de los árboles y se desató el diluvio universal. Hacía más de 3 años que no llovía en San Ignacio.
En medio de la tormenta
San Ignacio es el lugar perfecto desde el que realizar excursiones para conocer los alrededores de la zona. En sus inmediaciones existen infinidad de atractivos: La Laguna San Ignacio, refugio nacional de la ballena gris; espacios para practicar la pesca deportiva, el surfing y el buceo.
Un lugar que no se puede dejar de visitar es la espectacular Sierra de San Francisco donde existen yacimientos de pinturas rupestres prehispánicas inscritas por la UNESCO como patrimonio de la humanidad. Para visitarlas es necesario contactar con las oficinas del INAH, anexas a la misión, donde se obtiene el reglamento y los permisos correspondientes. Si se prefiere dejar el papeleo a un operador, la agencia más seria de la localidad para contratar un tour es Kuyimá, situada en una de las esquinas de la plaza central.
Junto a las oficinas del INAH se encuentra un pequeño museo donde te explican mediante paneles y fotografías los antecedentes históricos de la cultura cochimí y el significado de sus obras pictóricas. Todo apoyado por una maqueta a tamaño natural que representa el techo pintado de una de las cuevas.
Mi visita a este hermoso pueblo se tradujo en paz para el espíritu y una relajante belleza para mis ojos. Punto obligado de parada en tu futura visita a Baja California Sur.
Prácticamente es imposible en lo que llevo de viaje por México comprar un billete de autobús con antelación. Normalmente la compra se hace el mismo día del viaje debido a que puede surgir cualquier imprevisto. Y así sucedió el jueves que había pensado irme de San Ignacio. Al parecer el autobús que llegaba a las 14 horas se estropeó en Guerrero Negro por lo que me quedaron dos opciones: estar un día más en San Ignacio o dirigirme a Santa Rosalía, la siguiente población, en taxi. Domingo Romero, el taxista con el que había realizado varios viajes en este pueblecito, me hizo una oferta que regateé hasta acordar 450 pesos (36 euros) por el trayecto.
De esta manera nos embarcamos en un trayecto que no duró más de hora y media durante el que Domingo me fue explicando cual guía turístico los lugares por los que pasábamos como el inactivo Volcán de las Tres Vírgenes. Tras un puerto de montaña ciertamente peligroso en donde se ha despeñado más de un camión, se convertía en un regalo para la vista el azulado Mar de Cortés a cuyas orillas se instaló la ciudad de Santa Rosalía.
TRAS LA SOMBRA DE EIFFEL
Localizada a 63 kilómetros de Mulegé, esta población pesquera en la que dormí una noche se ubicó a finales del siglo pasado en torno a la compañía francesa El Boleo, que había obtenido la concesión para explotar sus yacimientos de cobre. Entre sus atractivos destaca la Iglesia metálica de Santa Bárbara -patrona de los mineros- cuya construcción es atribuida por muchos estudiosos a Gustave Eiffel. Dicen algunos que esta iglesia prefabricada fue traída a Santa Rosalía en 1894 desde un almacén de Bruselas en el que se encontraba desmontada tras haberse expuesto en la Exposición Universal celebrada en París en 1889. Sus orígenes son un tanto inciertos e intrigantes. Otros opinan que la iglesia habría sido adquirida por una empresa minera norteamericana, propiedad de los Rockefeller, para ser instalada en sus minas californianas. El carguero que la transportaba sufrió una avería y tuvo que recalar en la Baja California, en donde se desembarcaron las cajas de la iglesia para facilitar la reparación. Abandonado en el lugar, el cargamento fue recomprado por la Compañía del Boleo.
LLEGADA AL OASIS
Sea como fuere, el caso es que tras pernoctar en Santa Rosalía tomé de nuevo un autobús en dirección a Mulegé. El paisaje que ofrece la carretera Transpeninsular mientras bordea la pendiente oriental de la Sierra de la Giganta es completamente desértico hasta llegar a esta especie de oasis de aspecto subtropical. El pueblo, que colinda al sur con los municipios de Comondú y Loreto, tiene cerca de 5000 habitantes y es el más extenso de los cinco municipios que conforman el estado de Baja California Sur.
El nombre de Mulegé se deriva de la lengua cochimí “Carmaañc galexa”, que significa «barranca grande de la boca blanca». Este pequeño poblado se encuentra a orillas del mar de Cortés y fue descubierto por el padre jesuita Juan María de Salvatierra en 1702. Palmas datileras, olivos y árboles frutales como el mango, guayabo, naranjo e higuera permiten a quienes visitan este lugar la posibilidad de saborear deliciosos manjares de clima tropical en el desierto. Me alojé en el precioso Hotel Las Casitas (Tfno. 153 0019, C/ Madero 50), cuyas habitaciones con aire acondicionado y televisión (290 pesos) dan directamente a un sombreado patio cubierto por plantas tropicales en el que trinan periquitos y loros. En este relajante e inspirador lugar se hospedó el poeta mexicano Alan Gorosave.
Una de esas tardes mientras veía la televisión volví por un instante a mi feliz infancia. ¿Cómo? ¡Mira el vídeo!
A unos 3 kilómetros del pueblo se encuentra la playa de Punta Prieta en uno de cuyos extremos se alza el Faro de Mulegé. Hacia allí me dirigí caminando a un lado de la orilla del Río Mulegé bajo el abrasador sol de mediodía no sin antes proveerme de una botella de agua.
Junto al Faro de Mulegé
Durante el trayecto se unió a mi marcha un perro al que decidí llamar Tintín y que me obedecía más o menos como si nos conociésemos de toda la vida. Apunto estuve de adoptarlo.
Regresando de playa de Punta Prieta con Tintín
En Mulegé está la tercera misión de Baja California Sur: Santa Rosalía de Mulegé. Construída hace 300 años en piedra con forma de “L” y rodeada de cáctus, fue abandonada un siglo después por falta de población aunque en su interior todavía se conservan una estatua de Santa Rosalía y una campana, ambas del siglo XVIII.
Pocos kilómetros al sur de Mulegé se halla la Bahía de Concepción con algunos de los más espectaculares paisajes de la península de Baja. Sus numerosas playas de arena blanca (Coyote, El Burro, Coco, Requesón…) y sus caletas protegidas por enormes riscos y majestuosos cardones del desierto son el lugar perfecto para practicar buceo o snorkel. Desde Mulegé se pueden contratar excursiones desde 80 dólares con Cortez Explorers, empresa de buceo perteneciente a un gringo.
Dos días de relax y soledad aminorada por la lectura, mi breve amistad con Tintín y algún que otro rato tocando la guitarra. Al despedirme del lugar estuve conversando con dos mujeres del pueblo acerca de la inmigración mientras me tomaba una refrescante Manzanita (parecido al Kas Manzana). Cada vez me encuentro más próximo al final de la Península de Baja California lo que me alegra un montón por haber cumplido un largo trayecto dentro de México de unos 1400 kilómetros. Loreto y La Paz serán los dos últimos destinos de este tramo.
Tras un par de horas de viaje en autobús llegué a la minúscula y un tanto caótica estación de Loreto donde tomé un taxi para acudir directamente a la Posada San Martín (B. Juárez nº 4 y esquina C. Davis), regentada por Mathea Smith de Davis, que posee habitaciones espartanas con aire acondicionado y televisión por 250 pesos. El taxista me cobró 35 pesos por la dejada cuando en realidad debería de haberme cobrado 30. Son los extras que a veces uno deber pagar cuando se desconocen las tarifas que imperan en cada sitio.
Mi actual destino tiene un aire, tanto por su arquitectura como por la tranquilidad que se respira en su ambiente, de poblado antiguo. Considerada la primera ciudad capital de Las Californias, Loreto fue el punto de partida de los primeros frailes españoles empecinados con propagar la fe católica por estos lares. Así que dejaron constancia de su paso evangelizador construyendo la imponente Misión de Nuestra Señora de Loreto con un interior un tanto sobrio. El centro de la ciudad se cierne en torno al Ayuntamiento con calles empredradas en sus aledaños y un largo paseo de setos con forma de arco. Conocer lo más importante de la ciudad; la plaza Cívica, sus tiendas de recuerdos y artesanía, la selecta Posada de Las Flores, el malecón y la Misión no lleva más de 30 minutos. Otra cosa bien distinta es recorrerse los más de 2.000 kilómetros cuadrados de costa, mar e islas protegidas del Parque Marino Nacional Bahía de Loreto. No tenía ni ganas, ni dinero, ni tiempo.
En este lugar se respira un calor húmedo sofocante afortunádamente atenuado por la brisa que sopla a orillas del malecón. Era tanto el calor uno de los días que se desató un aguacero que inundó algunas de las calles hasta tal punto que no se podía cruzar de un lado al otro. Debido al mal funcionamiento del sistema de alcantarillado -problema presente en otras tantas poblaciones de México-, la calle se convirtió en un río de lodo y desperdicios por lo que no me quedó más remedio que cruzar quitándome las zapatillas pero dejando mis calcetines por eso de protegerse de los gérmenes. Y es que uno es hipocondríaco vaya donde vaya. O… ¿en esta ocasión no sería más bien previsor?
Paseando por el malecón
RUTINAS DE VIAJE
Los dos días que permanecí en Loreto los destiné prácticamente en su totalidad a las tareas rutinarias semanales que forman parte del estilo de vida del viajero errante: Sacar dinero del cajero automático, comprar sellos, acudir a la oficina de correos para enviar las postales correspondientes, pagar la habitación de la posada, comprar el billete de autobús para el siguiente destino, entregar y recoger horas más tarde la ropa de la lavandería, actualizar el blog, cargar fotos y vídeos en internet y comprar agua embotellada para beber y lavarme los dientes. ¡Qué ajetreo!
Luego quedan deshacer y volver a hacer la maleta, guardar la ropa sucia en su bolsa -de la ropa sucia-, averiguar antes de dormir que no haya bicho (cucarachas, lagartijas, mosquitos…) vivo en la habitación y en el caso de haberlo, como me sucedió en Loreto, exterminarlo a zapatillazos. ¿No os parece apasionante mi viaje? Aún y todo, sigo adelante. ¿Seré un tanto masoquista? ¿O…un quejica?
LAZOS EN LA RED
Internet tiene muchas ventajas y algún que otro inconveniente. Entre sus virtudes me permite comunicarme de forma rápida y segura con mis amigos, familia y novia, actualizar el blog mejor o peor según la conexión de cada lugar y sobre todo mostrar al mundo mi particular aventura. Eso permite además que algunas personas lleguen por diversos cauces a la web y se pongan en contacto conmigo a través del e-mail o dejando un comentario en el blog.
Es el caso de Jay Jay, un baja californiano oriundo de Ensenada (Baja California) que vive en Cholula (Puebla), quien ha incluído uno de mis videoiosings en su blog «El Cuchitril no tiene quien le escriba».
También han contactado conmigo gente como Cynthia de El Salvador para brindarme ayuda en su país, Isabel García (española que viajó a principios de septiembre a San Diego para asistir a una conferencia y que me pedía consejos acerca del transporte y hospedaje en Baja California), Enrique Kogan desde Miami se puso en contacto para saber el tiempo y coste de un viaje desde su ciudad «a Buenos Aires en carro, andando unas 6 horas por día y parando para descansar», Domingo Riesco desde Santiago de Chile se preguntaba acerca de mis sponsors puesto que tenía la idea de hacer «algo similar en el futuro» o Juan Manuel Pizarro de Buenaventura (Colombia), argentino de orígen que vive en este país «hace casi 3 años». Juan Manuel ha viajado por Sudamérica un par de veces y me ofrecía «con mucho gusto un lugar donde quedarte mientras estés por aquí».
Mil gracias a todos ellos -y los que han quedado sin nombrar- por interesaros por mi aventura y por vuestra solidaridad desinteresada.
La tecnología avanza a un ritmo desenfrenado. La red a veces da miedo. Mientras estoy escribiendo esta crónica suena en el ordenador de al lado el «Sufre mamón» de los Hombres G. ¿Será una señal? Hablando de internet y la comunicación. Hoy conversé a través de Skype (gran invento) con mi amigo Willy llamándole desde el ordenador a su móvil. Con ese don que tienen los argentinos para embellecer las palabras y los momentos, me dió un consejo que le había regalado su padre hace tiempo para suplir los duros momentos de soledad: «Sal, camina hacia un parque, mira las estrellas porque están en el mismo punto desde el que la vemos todos, piensa que no estás solo, estás con todos nosotros». Palabras reconfortantes que me animan a seguir el inquietante camino que queda ante mis pies. La Paz será mi próxima parada.
Sabía que corría cierto riesgo dirigiéndome a La Paz un par de días antes de la supuesta llegada del Huracán John a la península de Baja California. No quería perder tiempo y retrasarme más días. Desafortunádamente mi amiga Kakun, meteoróloga de TVE, se encontraba encarando el síndrome postvacacional como para poder informarme puntualmente de los movimientos del Huracán John a su paso por México. No hay problema; para eso está internet. John, Juanito para los amigos, comenzó descargando su furia en las costas de los Estados de Guerrero y Jalisco como bien se puede apreciar en la fotografía. El Huracán John alcanzó inicialmente fuerza 4. Conforme avanzaba fue perdiendo poder disminuyendo a 2 para finalmente quedarse en 3.
Después de 5 horas de trayecto en autobús entre Loreto y La Paz, tomé un taxi seguro -así se llamaba- por el módico precio de 40 pesos. Siguiendo las recomendaciones de la Lonely Planet acudí al Hotel Lorimar (Calle Bravo 110) que oferta dos tipos de habitaciones: Viejas -240 pesos- y Nuevas -345-, ambas decentes. Este hospedaje se encuentra a tan sólo un par de minutos del malecón y a poco menos de 15 del centro de la ciudad.
La Paz, capital de Baja California Sur, fue elegido hace varios siglos por Hernán Cortés como punto estratégico de avanzadilla en su conquista de esta parte del continente. Decidí pasear por sus calles para empaparme del ambiente y de sus gentes antes de que John me lo impidiese. Al frente del Jardín Velasco, en plena plaza Constitución, se encuentra la modesta Catedral de Nuestra Señora de La Paz. Pocos metros más allá me detuve en un librería en la que estuve buscando un ejemplar de «Notas de Viaje» del Che Guevara, libro en el que se inspira la película «Diarios de motocicleta». La búsqueda resultó infructuosa aunque encontré una biografía editada por Debolsillo escrita por Pacho O´Donnell («Che: La vida por un mundo mejor»). Como muchos sabéis soy poco aficionado a la lectura sin embargo prácticamente he devorado el libro en pocos días. Creo que la lectura me va a proporcionar salud mental en los innumerables momentos de soledad. Se aceptan sugerencias.
La madrugada del viernes 1 de septiembre el Servicio Meteorológico Nacional había anunciado que el ojo del Huracán John tocaría tierra en Los Cabos y que su diámetro causaría vientos fuertes y lluvía en municipios como La Paz o Loreto. Y así fue, salvo que cambió de trayectoria y pasó justamente por encima de nuestras cabezas provocando infinidad de desperfectos en carreteras, casas, comercios… Echadle un vistazo a la galería de fotos para haceros una idea aproximada del poder destructivo de Juanito. Como evidencia esta crónica salí ileso de un larga noche en la que se oía rugir el viento y caer la lluvia en cantidades exageradas.
Destrozos del Huracán John
Durante las largas horas de espera en la sala de estar del hotel, estuve conversando con una pareja de italianos, Kiara y Marco, e hice muy buenas migas con Francisco y Humberto, ambos ingenieros de telecomunicaciones mejicanos que se encontraban también varados en La Paz a la espera de que abriesen el aeropuerto. Ambos me invitaron a una deliciosa sopa de fideos instantánea mientras intercambiábamos información de las costumbres de nuestros respectivos países. Al día siguiente les invité a un par de cervezas y pizza poco antes de alucinar con uno de los mejores atardeceres que he visto en mi vida. Lástima no haberlo compartido contigo Edel.
ENTRE LEONES MARINOS
Pasada la tormenta y recuperado el estado de calma, el sol volvió a lucir como en días anteriores. Tenía contratada desde el viernes una excursión con la empresa Cantamar para hacer snorkel en los aledaños de la Isla Espíritu Santo pero se canceló por el huracán. El domingo 3 de septiembre, a las 7 de la mañana, me vinieron a buscar en una furgoneta para dirigirnos al puerto de Pichilingue desde donde salía nuestro barco «Siempre sí«. Todos los turistas, salvo yo, iban a realizar buceo con botella. Si os interesa este tema mirad la web de Cantamar porque ofrecen alojamiento en un precioso resort y cursos de buceo de 4 a 15 días. Nuestra guía en la excursión resultó ser una cómica japonesa llamada Aki.
Los Islotes
Tardamos algo más de hora y media en llegar a Los Islotes, al norte de la Isla Partida, donde habita permanentemente una colonia de lobos marinos (Zalophus californianus), otros los llamaban leones marinos. El Mar de Cortés es uno de los grandes destinos de buceo del mundo y también uno de los más desconocidos. Este mar posee un ecosistema único en el que se puede encontrar los grandes habitantes marinos, entre ellos la ballena azul, la orca, el lobo marino, el tiburón ballena, el tiburón martillo y la manta raya. Los mejores lugares de buceo se encuentran en la zona de La Paz, alrededor de las islas del Espíritu Santo y Cerralvo, justo donde yo me encontraba.
Allí tuve una de las experiencias más excitantes de lo que llevo de viaje. Además de ver infinidad de peces multicolores, revoloteaban a mi alrededor varios leones marinos con los que pude juguetear. Algunos eran crías muy jóvenes, según Aki inofensivas, y un par de machos de más de 250 kilos con los que había que tomar cierta distancia de seguridad. La numerosa colonia de leones marinos se encontraba sobre las rocas de Los Islotes emitiendo ruidos -quien sabe si de apareamiento-, zambulléndose en el mar, restregándose contra las rocas o simplemente tomando el sol. Los leones marinos viven en colonias dominadas por una jerarquía social determinada, en las que siempre domina un gran macho que controla a un par de hembras y a varios ejemplares jóvenes. El dominio sobre su familia es total y muchas veces, el macho no permite el acercamiento de ningún otro ejemplar que pueda representar una amenaza para su indiscutible jefatura.
Impresiones después de nadar con leones marinos
Después de 50 minutos en el agua regresamos a la embarcación y nos dirigimos a un nuevo lugar de inmersión: Isla Ballena. En el camino hacia allí vi saltar sobre el agua a un grupo de unos 7 delfines y sacar la cabeza para respirar a una tortuga. José, un español adicto al buceo que venía con dos amigos, me explicó algunos de los aspectos más importantes del buceo con botella -no bombona, eso les horroriza-.
Navegando hacia Isla Ballena
La jornada terminó con una tercera inmersión en Fang Ming, un viejo barco que antes de su hundimiento en estas aguas servía para transportar de forma clandestina en sus bodegas cargamentos de inmigrantes chinos. Al encontrarse a bastante profundidad no pude hacer snorkel. Los que bajaron pudieron nadar junto a tortugas y descubrir este inquietante pecio. Me prometí regresar para aprender buceo y disfrutar de otra manera del fondo marino del Mar de Cortés.
Para terminar de redondear el día, a pesar de tener la espalda más roja que un cangrejo, La Paz se despedía con un crómatico atardecer que ha quedado impreso de por vida en el recuerdo.
Cromático atardecer en La Paz
Un hasta pronto de la península de Baja California de la que saldré al día siguiente en ferry rumbo al Estado de Sinaloa. Pero… eso es otra historia.
Era lunes 4 de septiembre cuando salí de La Paz en autobús rumbo al puerto de Pichilingue. Desde este lugar parten dos ferries operados por la compañía Baja Ferries que conectan la península de Baja California con el México continental. Uno hace el trayecto La Paz-Mazatlán-La Paz y el otro La Paz-Topolobampo-La Paz. Por el módico precio de 680 pesos (68 dólares) tomé el que me llevaría a Topolobampo, pequeño pueblo costero situado en el Estado de Sinaloa. El ferry llevaba en sus bodegas decenas de coches, camiones y trailers de carga inmensos.
COMIENDO CON UN EX PRESIDIARIO
En la cola de espera para abordar el ferry, entablé conversación con Arturo, señor de unos 50 años nativo de Tijuana cuya profesión consistía en conducir varias veces por semana coches de segunda mano desde la frontera con Estados Unidos hasta La Paz. 1500 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para entregar los vehículos en un concesionario que los vendería a mejor precio. Sentados en el salón del pasaje mantuvimos una larga conversación acerca de viajes, música norteña, narcotraficantes, la historia revolucionaria de México, curas y monjas inmersos en orgías -dijo tener constancia de una en Tijuana hace un par de años y no quise entrar a fondo en el tema-… Llegó el momento de la comida. Mientras comíamos de repente me preguntó: «¿Oye, has estado en la cárcel?». A lo que respondí que no. «Pues esta comida se parece a la de la cárcel». Inicialmente se me subieron las pelotas a la garganta. Arturo continuó con su plática. «Hace unos años estuve en la cárcel durante tres meses. Participé en una pelea de gallos, llegó la policía y me detuvieron. ¡Pinches pendejos huey!», recuerda mientras se mete a la boca un pedazo de filete de ternera reseca.
HEYYYYYYYYY JULITOOOOOOOOO
A eso de las diez de la noche desembarcábamos en el muelle comercial de Topolobampo. Allí nos esperaba un autobús color azul cielo que nos acercó a la terminal de pasajeros para recoger nuestras maletas. Mi destino final era la ciudad de Los Mochis, a 23 kilómetros de Topolobampo, desde donde parte el tren que recorre la hermosa Barranca del Cobre. Una vez recuperé mi maleta busqué un colectivo, ese tipo de autobús desvencijado parecido a los que llevan a los escolares estadounidenses que tanto abunda en las ciudades mejicanas. Me recibió un mozo de maletas al que le faltaba un tornillo pero que resultaba bien gracioso. El trayecto duró algo más de 20 minutos con la radio descargando rancheras, reggaeton, salsa y el mítico tema «Hey!» de Julio Iglesias: «Hey!, que hay veces que es mejor querer así, que ser querido y no poder sentir, lo que siento por ti. Ya ves, tú nunca me has querido ya lo ves, que nunca he sido tuyo ya lo sé, fue sólo por orgullo ese querer…». Sin duda era el colofón perfecto para una larga jornada de viaje.
CHEPE: HACIA EL INTERIOR DE LA SIERRA TARAHUMARA
Los Mochis («Lugar de tortugas») es una ciudad sin apenas historia. De no ser por el famoso y turístico ferrocarril Chepe: Chihuahua-Pacífico pocos conocerían este lugar. Este tren, inaugurado en 1961 después de varias décadas de complicados trabajos, se adentra en la frondosa Sierra Tarahumara y llega 16 horas después de su salida a la ciudad de Chihuahua. 665 kilómetros de recorrido con 39 puentes, 87 túneles y paisajes que quitan el hipo y mutan del árido desierto al montañoso interior del norte de México. Los billetes pueden adquirirse tanto en la misma estación del ferrocarril como en la agencia Viajes Flamingo que se encuentra en los bajos del Hotel Santa Anita. Los precios varían ostensiblemente entre el Expreso de Primera (780 pesos) que sale a las 6 de la mañana y el Económico (aproximádamente la mitad) que inicia el recorrido una hora más tarde. Parece que no hay excesivas diferencias, según me dijeron otros turistas que se subieron en el Económico, entre el Expreso de Primera y este último.
Permanecí un par de días en el Hotel Hidalgo (240 pesos, entre Zaragoza y Prieto) haciendo alguna que otra gestión en la ciudad -internet, correos, compra de utensilios de higiene…- y degusté algunas joyas culinarias como una deliciosa pizza en el local Pizzas Price donde su cocinero me dio sus «más sinceros respetos para Miguel Bosé, Mecano y Rocío Jurado» o el tradicional sope, especie de pizza con base de torta de maíz y una montaña de ingredientes sobre ella que se come con cuchara. Siguiendo con la gastronomía, muy cerca del hotel, a una cuadra más o menos, hay un puesto llamado Hot Dogs Venezia con los perritos calientes más sabrosos que he comido hechos con aguacate, jamón, salchicha, cebolla frita, mayonesa, lechuga y tomate. Las salsas quedan al gusto del consumidor.
Tras pedir un taxi en el hotel a eso de las 5 de la mañana, recogí todos mis bártulos y me fui directo a la estación de ferrocarril. Por delante se abría ante mis ojos uno de los paisajes más bellos de mi viaje por México: La Barranca del Cobre.
Cruzando un lago
Ubicada en lo más profundo de la Sierra Madre Occidental, la Barranca del Cobre se compone de 20 cañones con una profundidad en algunos puntos superior a la del Gran Cañón de Arizona. Por poneros un ejemplo, la Barranca de Urique tiene 1879 metros de desnivel, ahí es nada. Como un reptil serpentea entre sus precipicios el Chepe, considerado por algunos aventureros como «el viaje más dramático en tren del hemisferio occidental».
Abordo del Chepe
El tren se desliza lentamente por los railes deteniéndose en lugares como El Fuerte, Témoris, Bahuichivo o San Rafael, lugar éste último en el que ya se comienza a notar la presencia de nativos tarahumaras vendiendo artesanía a los viajeros del tren. La siguiente estación es Posada Barrancas y algunos kilómetros más alla, el Chepe se detiene durante unos minutos en Divisadero desde donde se puede ver una espectacular panorámica de la Barranca del Cobre.
Divisadero
Debido a un descarrilamiento a causa de la lluvia, debimos apearnos del tren en esta pequeña población para tomar un autobús en dirección a Creel, mi destino final. Me alojé en Casa Margarita (Avenida López Mateos, junto a la plaza central), excepcional casa de huéspedes con dormitorios compartidos (100 pesos) y habitaciones individuales (unos 250 pesos). El precio incluye desayuno y cena. En ambos casos comes platillos riquísimos y variados. Otra de las particularidades de este hospedaje es que es un sitio ideal para hacer amistades con otros viajeros tanto en la cena y el desayuno como en los tours que realizan para conocer los alrededores por un precio económico. Allí conocí a la pareja de belgas Koen y Argyan, un par de chicas noruegas y un inglés un tanto brasas.
RARÁMURI, CORRE QUE TE CORRE
En esta espectacular sierra habitan los indios Tarahumara. Ellos mismos se autodenominan Rarámuri (gente de piés veloces). Viven en cuevas escavadas en roca volcánica y cabañas de madera de la misma forma en que lo hicieron sus antepasados durante los últimos 500 años.
Una de las cosas más llamativas de estos indígenas es la capacidad que tienen para recorrer largas distancias corriendo. Todavía cazan venados persiguiéndolos hasta dejarlos exhaustos y obligándolos a despeñarse por barrancas en las que previamente han colocado estacas afiladas. Además organizan periódicamente entre aldeas carreras de bolas que llegan a ser de hasta 200 kilómetros y duran dos o más días. La noche anterior cada grupo hace una ceremonia y se masajean los músculos con grasa de borrego. Un jugador de cada equipo arranca pateando una bola hecha con madera de encino mientras sus compañeros le animan. Cada cierto tiempo se turnan la pelota hasta llegar a la meta después de haber atravesado una ruta llena de vericuetos entre las montañas. Las apuestas se hacen con costales de maíz, ropas y animales de granja.
CONOCIENDO LA SIERRA TARAHUMARA
Una vez establecido en Creel era el momento de explorar los alrededores. Tomé la excursión que ofrecía Casa Margarita por 160 pesos. Éramos 9 pasajeros, el guía y el conductor montados en una furgoneta. Nuestra primera parada fue en una casa típica tarahumara escavada en el interior de la roca. En invierno conserva el calor y en verano el ambiente es fresco respecto a la temperatura que hace en el exterior. Allí estaba una señora preparando tortillas mientras sus dos hijos jugueteaban en el suelo polvoriento.
Unos kilómetros más adelante nos adentramos por una pista para conocer las formaciones rocosas del Valle de los Hongos, las Ranas y la Misión de San Ignacio.
Valle de los Hongos
22 kilómetros más allá de Creel, cerca de la aldea tarahumara de Cusárare, se encuentra un fascinante salto de agua hacia el que nos dirigimos atravesando un caudaloso río. Parte del camino había que realizarlo a pie, así que tocaba hacer un poco de deporte.
Camino a la cascada de Cusárare
El trayecto estaba salteado de diminutos puestos de artesanía atendidos por señoras tarahumaras. Tres kilómetros después, el esfuerzo había merecido la pena al contemplar la belleza de este espectáculo natural.
Cascada de Cusárare
Con un nombre tan extraño, a los pies de esta cascada de 30 metros de altura, tras haber descendido hasta su base, salpicado por el agua que desprendía, ya no sabía si se llamaba Cusárare, Curasásare o Cusasásare.
A los pies de la cascada
La excursión terminó de regreso a Creel con una parada en el Lago Arareko (¡osti tú si parece vasco!) en el que encontré este divertido cartel con una seria advertencia.
El recorrido a través de la Barranca del Cobre me hizo sentir que regresaba al comienzo de mi viaje en Alaska cuando me subí a bordo del tren que me llevó de Anchorage al Parque Nacional Denali. La compañía de Koen y Argyan, las cervezas en una cantina del pueblo mientras me tocaban unos mariachis el «Rancho grande» con los decibelios sobrepasados, la conversación con recomendación incluída del recepcionista del hostal -licenciado en literatura- para que leyese «El llano en llamas» de Juan Rulfo y otros tantos momentos me hicieron sentir muy feliz. ¡Qué más puedo pedir! Pues por pedir, haberlo compartido contigo, Edel.
El domingo 9 de septiembre, tomé junto con Koen, Argyan, las dos chicas noruegas y el inglés brasas un autobús de Estrella Blanca por 180 pesos rumbo a la capital del Estado de Chihuahua. Chihuahua es conocido no sólo por esos perros con aspecto de rata, la ciudad fue cuartel general del revolucionario Pancho Villa.
El viaje hacia allí, de unas 5 horas de duración, se hizo un tanto tedioso con alguna que otra parada en lugares como San Juanito, Adolfo López Mateos o Cuauhtémoc. Este último lugar es la capital de los menonitas en el norte de México. Estos extraños seres humanos, ataviados con llamativas vestimentas y acompañados por sus hijos hueritos (de pelo rubio y aspecto caucásico) se suben al autobús durante los escasos minutos de parada para vender grandes trozos de queso. Según he leído acerca de esta secta, únicamente se casan entre ellos -vamos, como los Borbones hasta hace no demasiado- y en lugar de nombre cada uno tiene asignado un número.
Como el inglés que venía con nosotros no tenía ni idea de español y necesitaba llegar a Los Mochis de cualquier forma ya que el tren había descarrilado, hice labores de agencia de viajes consultando por teléfono horarios de autobuses, destinos y enlaces. Casi 6 horas después de haber salido, por fin llegamos a Chihuahua. Siguiendo las recomendaciones del recepcionista de Casa Margarita en Creel, acudí con la pareja de belgas -después de despedirnos en la estación de autobuses de Chihuahua del inglés y las noruegas- al Hotel Jardín del Centro (280 pesos, aire acondicionado y tv por cable), situado frente al Hotel San Juan -que atestigua tener 65 teléfonos, 65 baños y 65 cuartos pero no sabemos si todos juntos o separados-, en pleno centro de la ciudad.
Tras dejar las maletas e instalarnos, fuimos a dar un paseo para conocer un poco la ciudad. Primero entramos en el Palacio de Gobierno, un edificio de tres plantas del siglo XIX cuyas paredes estaban cubiertas de murales pictóricos que relatan la historia de Chihuahua, en uno de ellos me integré a la perfección.
Lo más curioso de nuestra visita a este insigne lugar en el que fue fusilado el sacerdote revolucionario Hidalgo, fue que mientras paseábamos por el cuadriculado patio, no dejaban de aparecer parejas de recién casados para hacerse las fotos oportunas post-matrimonio. Y no solamente eso, alguna que otra quinceañera ataviada con vestido pomposo y colorido tipo Sisí Emperatriz llegaba con sus padres para la sesión fotográfica. Así que nos divertimos de lo lindo viendo el espectáculo. En México y otros muchos países, celebrar la transición de niña a adolescente tiene un arraigo muy particular. No significa que las niñas estén listas para casarse como algunos creen, más bien que las chicas pueden presentarse como personas adultas en eventos sociales.
Entre las excelencias culinarias de la región, es necesario destacar este puesto que encontré en la calle, no muy lejos de la Plaza Hidalgo, que preparaba un receta «carente de colesterol»: Los Dori-Nachos.
Dori-Nachos
EMULANDO A JUANITO WAYNE
En Chihuahua hay tres cosas que predominan sobre el resto. En primer lugar, decenas de estatuas de los perritos que dan nombre a la ciudad (de ellos os hablaré más tarde). Por otra parte hay un par de artículos que venden infinidad de tiendas: Botas y sombreros vaqueros. El uso de las botas vaqueras es sumamente popular entre la gente que vive en el norte de México. Este hecho demuestra la importante conexión cultural de esta parte del país con el sur estadounidense: Texas y Nuevo México. Los precios de las botas rodan entre los 50 y 300 dólares, según sea el material del que están hechas: res, cuero, piel de serpiente, de mantaraya… Al parecer existe también un mercado negro en el que «puedes encontrar botas de piel de tortuga y todo tipo de animales en peligro de extinción», me comenta el dependiente de una tienda. No me pude resistir ante la tentación y me compré estas botas tan molonas. Lo único que me faltó fue llevarme un sombrero.
En nuestro recorrido por la ciudad no faltó una visita a su majestuosa catedral en cuyos alrededores aparecen como setas; limpiabotas, ociosos y músicos callejeros. En su fachada sur, en un angosto callejón, cuando comienza a atardecer se origina un espectáculo inusual y sorprendente.
La invasión de las golondrinas
Koen, Argyan y un servidor regresamos al hotel para dejar los bártulos y salimos a buscar un lugar para cenar. Por casualidad nos topamos con La Casa de los Milagros (C/ Victoria 812), un restaurante precioso con actuaciones en directo de cantautores y música folclórica donde nos tomamos algún que otro cóctel y picamos algo. Allí nos topamos de nuevo con la pareja de noruegas y el inglés brasas. ¡Definitivamente el mundo es un pañuelo!
¡ÁNDELE, ÁNDELE!
En Chihuahua se encuentra la que fue primero casa de Pancho Villa y posteriormente cuartel general, Quinta Luz, que en la actualidad acoge en su interior el Museo de la Revolución Mexicana. Entre sus objetos más interesantes destaca el coche Dodge en el que Pancho Villa fue acribillado a balazos, un arsenal de armas de la época, habitaciones con el mobiliario original y fotografías de la Revolución y sus protagonistas. Villa ha pasado a la historia como uno de los héroes de la Revolución mexicana aunque vivió la mayor parte de su vida como ladrón sanguinario y coleccionista de esposas y mujeres. En la taquilla se puede ver una extensa cronología que confirma el carácter mujeriego del revolucionario.
Quinta Luz, la casa de Pancho Villa
Descendiendo por la calle 10 -en ella se encuentra Quinta Luz- en dirección sur hacia la Plaza de Armas, uno se topa con el Parque Lerdo. Unos metros más allá surge imponente Quinta Gameros, una mansión art nouveau que acoge el Centro Cultural Universitario.
¡UH! CHIHUAHUA
Como ya os comentaba anteriormente, en las calles de Chihuahua abundan decenas de esculturas de perritos chihuahua con todo tipo de diseños y decoración. Originalmente se creía que los chihuahuas eran descendientes de una antigua raza asociada con la realeza en la civilización azteca conocida como Techichi. Actualmente se cree que estos perros rata fueron traídos a México por conquistadores españoles a través de sus rutas de comercio con China. Según esta teoría, la costumbre de reducir de tamaño tanto plantas como animales en China puede ser un punto importante de conexión con el incierto orígen de esta raza perruna.
Con mi amigo el Chihuahua
Cada una de las esculturas está pintada por un artista con técnicas bien distintas que van del mosaico al aerógrafo. Todas poseen un letrero en el que figura el nombre de diseñador y aquella institucion o empresa privada (Burger King, Coca Cola…) que patrocina la obra. Esta exposición urbana llamada Chihuahua´s Dog Parade se inauguró pocos días antes de llegar yo a la ciudad. En ella treinta y tres esculturas fabricadas en fibra de vidrio fueron pintadas y decoradas con diversos motivos. Están desde el perro llamado «Chiles Chihuahua» de Christian Garnica, en cuyo cuerpo lucen algunas de las 260 especies de chiles que se producen en Delicias, el «Aventurado» de Raúl Mendoza que muestra los deportes extremos que se practican por montañas, bosques y barrancas de Chihuahua o «Seco» representa el clima árido del estado.
Siguiendo la estela del anuncio de natillas Danone….¡repetimos! ¿O acaso pensábais que los videoiosings salen a la primera?
Chihuahua a favor del Estatut
El domingo por la tarde me despedí de Koen y Argyan puesto que debían tomar un avión con destino a la Ciudad de México. Antes intercambiamos mails y teléfonos por si en un futuro podemos volver a vernos en Bélgica o Madrid. Con un gripazo incipiente en mi cuerpo me retiré a mis aposentos en el hotel para descansar y rememorar mi querida España viendo en la televisión por cable «Donde estás corazón» y el «Diario de Patricia». Sí, soy un poco friki, pero en ese estado reconforta el ánimo. Próximo destino: Morelia, a 300 kilómetros del D.F.
Partí de Chihuahua en Transportes Chihuahuenses (Grupo Estrella Blanca) rumbo a Morelia, capital colonial del Estado de Michoacán. 21 horas de largo viaje, portando un incómodo resfriado y con el aire acondicionado bien alto. Recomiendo siempre que se viaje en autobús por México -extensible a otros países- llevar algo de abrigo porque el termostato de los conductores está un tanto averiado. El centro histórico de Morelia ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Y razones no les han faltado porque realmente es una belleza. Algo bonito ha quedado al menos del paso de los conquistadores españoles por México, aunque no me puedo olvidar por supuesto de las atrocidades que cometieron exterminando a cientos de miles de indígenas hace más de 500 años.
Morelia no se encontraba incialmente en mi plan de viaje. Todo tiene un porqué. En Alaska conocí durante mi visita al Parque Nacional Denali a Patricia Ávila, investigadora antropóloga de la UNAM, con quien compartí ideas y opiniones sobre el arte de viajar. Al despedirnos intercambiamos direcciones y ahí quedó todo. Me había hablado tanto de su ciudad natal y de la belleza de ésta que decidí acudir para verla y de paso hacerle una visita. Cuando llegué a la estación de autobuses tomé un taxi (25 pesos) para hospedarme en el cómodo Hostal Allende (Calle Allende 843). Dormí un par de horas para volver a ser persona después de la paliza que supone atravesar casi medio país.
POR LA PATA ABAJO
Al día siguiente comencé a sentirme un poco mejor del resfriado pero los desarreglos intestinales comenzaron a presentarse. No me había alojado en casa de Patricia a mi llegada porque se encontraba tomando un curso en el D.F. Su hospitalidad ha sido espectacular y la valoré aún más cuando me puse enfermo. Algo en mal estado debí de comer puesto que me agarré una infección intestinal sanguinolenta. Patricia se portó conmigo de una forma encomiable. Al ver que mi malestar se agravaba, llamó a un doctor especialista en el aparato digestivo para pedir cita. Tras un exhaustivo examen, el doctor Guillermo Sánchez me dijo que tenía una infección intestinal, deshidratación y la tensión muy baja. Me recetó antibióticos, loperamida y otro medicamento para el estómago. Agradecidos tenemos que estar los españoles con la sanidad pública que tenemos aunque muchas veces nos parezca que tiene deficiencias. Lo que si son deficiencias es tener que pagar 400 pesos (40$) por una consulta y 680 (68$) por tres medicamentos. Así que me pasé tres días prácticamente bebiendo líquido y encerrado en casa. Mi visita a Morelia que se preveía muy interesante se tornó en una pesada convalecencia.
¡VIVA MÉXICO, VIVA MÉXICO, VIVA MÉXICO!
Por esta razón no pude visitar la hermosa aldea purépecha de Pátzcuaro ni celebrar el 15 de septiembre con los mexicanos sus fiestas patrias. Mediante la ceremonia del Grito, en la que el Presidente y los gobernadores de cada estado hacen sonar una campana rememorando el día en el que el padre Miguel Hidalgo declaró la independencia del yugo español en la ciudad de Dolores Hidalgo (Guanajuato), todos los mexicanos celebran el comienzo de la independencia de la colonia en 1810. «Mexicanos y mexicanas, viva nuestra Independencia. Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad. Viva Hidalgo, viva Morelos, viva Allende, viva Josefa Ortiz de Domínguez, viva Leona Vicario, viva nuestra democracia, vivan nuestras instituciones. Viva la unidad de las y los mexicanos, viva México, viva México, viva México», gritó el presidente Fox este año mientras sonaba la campana y el cielo se inundaba de fuegos artificiales.
Después de 4 días enclaustrado en casa, salí por la noche con Patricia a cenar en un restaurante. Me llevó a un sitio alucinante: el restaurante «Las Mercedes» (León Guzmán 47, tfno. 443 312 61 13). El edificio tenía más de 300 años, estaba construido en piedra como si fueran las salas de un castillo medieval y la comida sencillamente era increíble. Tomé algo suave. Una deliciosa sopa de cebolla con queso parmesano y mero al vapor con verduras cocidas mientras sonaba de fondo el disco «Lágrimas negras» de Bebo Valdés y Diego el Cigala.
Restaurante «Las Mercedes»
LA PUCELA MEXICANA
El centro histórico de Morelia es una mezcla magistral de la arquitectura de ciudades españolas como Salamanca o Valladolid. Comparte con la primera el bullicioso ambiente universitario. Por sus calles se pasean jóvenes ataviados con batas blancas, otros de aspecto más bohemio y algunos estudiantes muy fresa (pijos). Con Valladolid hasta hace unas decenas de años, Morelia también compartía el nombre puesto que así la nombraron los españoles desde la época de la colonia. Luego le cambiaron el nombre en honor del revolucionario José María Morelos y Pavón. Luquitas, me acordé mucho de ti y de nuestros viajes a Valladolid y Ultramemia. Tu madre Angelines estaría orgullosa de mi visita a su ciudad tocaya. Dile que me debe un filete de ternera todavía.
Me dí un paseo para conocer el Mercado de Dulces y Artesanías donde hay todo tipo de derivados del azúcar. Muy cerca se encontraba el Palacio Clavijero y el romántico Jardín de las Rosas situado en el corazón de la ciudad y rodeado de edificios de los siglos XVIII y XIX. En el centro este jardín se engalana con una fuente y dos estatuas de bronce; una en honor de don Miguel Cervantes Saavedra y otra del ilustre don Vasco de Quiroga.
Unos metros más allá se yergue la imponente catedral de estilo herreriano, barroco y neoclásico. En la parte posterior, dentro del sector de Nueva España, se agazapa el Templo de San Francisco y un selecto mercado de artesanías bajo sus soportales. Casi al final de la avenida principal Francisco Madero está el Callejón del Romance, una angosta callejuela con la arquitectura típica de cantera rosa del centro histórico de Morelia. Cuenta con una serie de inscripciones a lo largo del callejón que son extracto del «Romance a mi ciudad» del poeta michoacano Lucas Ortíz. De ahí se muestra imponente el Acueducto de la ciudad, la fuente de Las Tarascas y la calzada de Fray Antonio de San Miguel que todavía guarda el ambiente del siglo XVIII y el sabor de la provincia michoacana. Finalicé mi paseo por Morelia precisamente en la plaza del héroe revolucionario que da nombre a la ciudad: José María Morelos y Pavón.
Plaza de Morelos
A LA TERCERA NO VA LA VENCIDA
Aunque no estaba en perfecto estado de salud, me lancé a un tercer asalto del difícil arte de cocinar una tortilla de patata. Todavía me falta perfeccionar y aprender los quehaceres culinarios aunque me siento muy orgulloso de la soltura que voy adquiriendo frente a la cámara. ¡Que tiemblen Arguiñano, Arzak y José Andrés!
Tortilla de patata: Episodio III
No salió tan buena como en Tijuana. Si ya de por sí es complicado el procedimiento de darle la vuelta a la tortilla, hacerlo con otra herramienta que no sea un plato supone realizar un espectáculo circense tipo «más difícil todavía».
Tortilla de patata: Resolución
Poco a poco voy recorriendo la Ruta Panamericana y de mi aventura se van haciendo eco algunos medios. Es el caso del blog francés Notas de Viaje en el que su autor muestra «un deseo que otro posee o ha cumplido» y es hacer la ruta panamericana alguna vez en su vida. También mención especial para el reportaje «Exploradores» del diario gratuito nacional ADN.
Atrás queda la enfermedad y permanecen en primer plano recuerdos gratos como los paseos con su perro retoño y el sabueso de los vecinos, la arisca señora Ismir -su gata- y las largas conversaciones acerca de nuestras vidas, la situación política de México y el mundo en general. Queda pendiente para otra ocasión una visita a Pátzcuaro y al Santuario de la Mariposa Monarca, donde cada otoño, de finales de octubre a primeros de noviembre, millones de mariposas se refugian para hibernar después de haber recorrido más de 4.000 kilómetros provenientes de la región de los Grandes Lagos de Canadá y Estados Unidos. Próxima estación: La Ciudad más grande del mundo, Ciudad de México.
Casi recuperado de la infección intestinal, salí de Morelia (Michoacán) con dirección a la Ciudad de México en el confortable autobús de lujo de ETN (Enlaces Terrestres Nacionales). Seis horas después llegaba a la terminal México Observatorio. Tanto uno ha oído hablar de lo peligroso que es el D.F. que me bajé del autobús con una tensión parecida a la que debe de sentir un soldado antes de entrar en combate. Busqué una cabina de teléfono y llamé a Analeine -la novia de mi amigo Javi que ha vivido la mayor parte de su vida en esta inmensa ciudad- para apuntar la dirección de su casa y tomar un taxi seguro hacia la urbanización de la colonia de Coyoacán en la que vive.
COYOACÁN
Después de los pertinentes saludos a sus padres y un ligero piscolabis al que me invitaron fui con Marisol -hermana de Analeine- a conocer el centro del bello pueblo (ahora absorbido por la gran urbe) en el que vivió la pintora Frida Kahlo y el exiliado comunista Trotsky antes de ser asesinado. Coyoacán, que en náuhatl significa «lugar de coyotes», es una de las pocas zonas del Distrito Federal -junto con La Condesa- en las que uno puede pasear tranquilamente sin riesgo de ser atropellado. A lo largo de sus angostas calles de estilo colonial, se suceden cafés, plazas, parques e iglesias como la parroquia de San Juan Bautista. En esta pequeña capilla del siglo XVI -probablemente la iglesia más antigua de México- me contó Marisol que el conquistador Cortés se casó con la indígena Malinche.
COMO UN REY
En un principio me iban a acoger en la casa que tienen desocupada los padres de Analeine pero la luz se había estropeado así que me llevaron a casa de Marcela Fuentes-Berain, amiga de Analeine que conocí en la fiesta de despedida «Diarios de Josuscicleta» que hice en Madrid pocos días antes de embarcarme en esta aventura. Después de haber pasado casi una semana en su casa no tengo palabras para expresar la extraordinaria hospitalidad de Marcela y su hijo Dario. Me han tratado como un embajador, como un rey diría yo… y eso que nuestra amistad hasta ese momento se reducía a una escueta conversación en el bar Taboo de Malasaña.
A lo largo de todos estos días en la Ciudad de México compartimos grandes momentos; charlamos acerca de la vida en la cocina de su casa hasta las tantas de la madrugada con la compañía de varios chupitos de tequila Herradura, paseamos por la Colonia Condesa donde compré unas divertidas camisetas de NaCo (marca de la que es socio el actor Diego Luna), comimos en un exquisito restaurante argentino propiedad de un ex-novio, cenamos en la terraza del Hotel Majestic con vistas al Zócalo o me invitó a comer con sus amigos en el restaurante Contramar (Durango 200, entre Valladolid y Fuente de las Cibeles) donde acuden cineastas, escritores y artistas de toda índole. Allí conocí a Fernando y Alejandro de Explora Films y al portentoso fotógrafo Carlos Somonte, hijo de refugiados españoles republicanos para quien Madrid, mientras se pone a imitar el acento castizo, «es la neta» -la ostia en verso- «y Vallekas se escribe con K. El punk no ha muerto. ¡Madrid ruls! Cuando voy a Malasaña me bajo al bar de abajo y me pido un whisky. A veces me toca coger uno de esos taxistas franquistas y cuando me oyen el acento mexicano sueltan alguna que otra estupidez. Yo les digo; vete a la chingada y llévame donde te he dicho. Soy tan español como tú». Cuatro horas después y con varios copazos encima, todos los comensales terminamos bastante ebrios.
MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGíA
Estar en el D.F. y no visitar este museo es como estar en Barcelona y no ver la catedral de Gaudí. A lo largo de 12 salas uno puede conocer en profundidad las diferentes civilizaciones del México precolombino. Visitarlo a conciencia -la entrada vale 45 pesos, 30 más si solicitas permiso para cámara de video y 50 extras con audioguía- te puede llevar al menos dos días completos así que si uno no tiene el tiempo ni las ganas de atragantarse con cientos de esculturas y toneladas de información, lo mejor es escoger las tres salas más importantes: Teotihuacán, Mexicas y Mayas. La primera exhibe maquetas y objetos del primer gran estado de las Américas cuyas espectaculares ruinas todavía se conservan en perfecto estado en las afueras de la Ciudad de México. La segunda expone una visión de la cultura azteca o mexica -ambas son la misma- cuya obra más importante es la famosa Piedra del Sol que apareció fragmentada durante las excavaciones en el Zócalo a finales del siglo XVIII.
Piedra del Sol
Por otro lado, en la sala Maya se muestran piezas de esta avanzada civilización asentada en el sudeste mexicano: Guatemala, Yucatán, Chiapas, Belice y Honduras. Cabe destacar la impresionante reproducción de la tumba del rey Pakal, descubierta en las entrañas del templo de las Inscripciones de Palenque y este hermoso templo situado en un patio exterior del museo.
Templo Maya
XOCHIMILCO, EL RETIRO DEL D.F.
Formado por lagos, un jardín botánico, cientos de canales y una variedad espectacular de aves acuáticas, Xochimilco, declarado Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad, es el lugar ideal para huir los domingos del agobio de la urbe más grande del mundo. La palabra Xochimilco significa en náhualtl «lugar donde crecen las flores». Esta acepción no es en vano puesto que sus cientos de islas artificiales fueron creadas por los aztecas hace varios siglos sobre las aguas poco profundas de un ramal del lago Texcoco. Su idea era crear islotes aptos para la agricultura a los que denominaron chinampas y que en la actualidad cultivan miles de flores en infinidad de invernaderos. Este maravilloso lugar se convierte cada domingo en centro de peregrinación de los chilanguitos (así llaman a los habitantes de la Ciudad de México) para pasar una agradable tarde o celebrar sobre las aguas de sus canales todo tipo de ceremonias: Despedidas de soltero, cumpleaños, bautizos… Allí me llevaron, Lilia y Rafael, los padres de Analeine para que no me perdiera semejante espectáculo típico del D.F. Me quedé muy agradecido por la invitación de esta hospitalaria familia -Gullons, ¡vaya familia política más genial!- y gracias a Don Rafael por animarme a no ser un conservador pidiendo Coca Cola –«eso se puede beber en cualquier lugar»– y probar el rico Boing de mango.
Mariachis flotantes en Xochimilco
Además de varias trajineras -así se llaman este tipo de barcazas, la mía de nombre Teresita- que transportan un surtido elenco de bandas de mariachis, también se oferta otro tipo de ambiente musical con las trajineras de marimberos. Ambos tienen un extenso repertorio para todos los gustos y oídos («La Sandunga», «Rancho Grande»…). En Xochimilco hay varios embarcaderos desde los que se puede salir a navegar por los canales. El más conocido y famoso es Nativitas, a cuyo costado se encuentra un gran mercado de artesanía. Una hora en una trajinera viene a costar alrededor de 15 dólares. La comida, bebida y souvenirs se pueden comprar mientras uno navega por los canales a sus vendedores fluviales ambulantes.
Canales de Xochimilco
Como buenos domingueros chilangos visitamos Xochimilco antes de las tres de la tarde ya que a partir de esa hora se monta un atasco fluvial de no te menees. Luego fuimos a visitar el Museo Dolores Olmedo Patiño, mecenas y amante del pintor Diego Rivera (a parte de Frida Kahlo y otras tantas mujeres), que contiene interesantes piezas prehispánicas así como 137 óleos, acuarelas y litografías del muralista más importante de México. Su impresionante mansión acoge además en sus jardines pavos reales, ocas, gansos y una decena de xoloitzcuintles, raza prehispánica de perros sin pelo que existen desde los aztecas. No suele ser muy habitual la exhibición de bailes regionales que de vez en cuando se realiza en el museo así que tuve mucha suerte al verla. He aquí un extracto de un llamativo baile cuya procedencia no recuerdo.
Taconeando «La Bamba»
La jornada de domingo terminó con unas deliciosas fajitas en el Taco Inn de Coyoacán y un tour express de Lilia&Marisol Tours por el extenso campus de la U.N.A.M.
¿FROTTEURISMO BAJO TIERRA?
Leia yo en un blog de EL MUNDO días antes de llegar al D.F que una práctica bastante habitual en «distintos medios de transporte, preferentemente en el Sistema de Transporte Colectivo Metropolitano» es el frotteurismo. Esta parafilia consiste en «el deseo o conducta recurrente de tocar o frotar el cuerpo de otra persona sin su consentimiento». Al parecer en los momentos de mayor congestionamiento, «entre el ritmo vibratorio que vive el viajero en la irremediable cercanía física, los ánimos se caldean y muchos pasajeros llegan a excitarse». No cayó esa breba.
Sistema de Transporte Colectivo Metropolitano
TOP MANTA ITINERANTE
Las estaciones del metro de Ciudad de México tienen nombres de héroes revolucionarios (Zapata, Juárez, Hidalgo, Morelos…), emplazamientos turísticos (Zócalo, Bellas Artes, Coyoacán) o algunos que me parecieron tan risibles como Chabacano o Indios Verdes. El metro, de diseño estilo parisino, es un medio de transporte barato (2 pesos el viaje sencillo), seguro -para nada me sentí intimidado- y muy eficiente. Una de las cosas que más me llamó la atención fueron los vendedores itinerantes del top manta. Todos conocemos la venta típica de discos en la calle pero por Madrid de momento no he visto esta singular forma de negocio. A cada momento se metía en el vagón un chico o chica con un altavoz colgado sobre el hombro -al que iba conectado un discman- desde el que se podía oir un remix de las canciones que estaban incluídas en el disco a la venta en cuestión. Hay que reconocer que las mafias del pirateo deben invertir mucho en I+D porque tienen una ideas fascinantes. Falta que se exporte a otras ciudades del planeta.
EN EL CENTRO DEL MUNDO
Cierto es que Ciudad de México no goza de buena fama en lo que a seguridad se refiere. Ni es el lugar con menos delitos del mundo ni tampoco un nido de delincuentes en el que no hay nadie honrado. Vamos, que no es tan fiero el león como lo pintan, aunque conviene saber a qué fieras uno no debe acercarse. ¡Si no que se lo digan al cazador de cocodrilos Steve Irwin! Como me decía mi primo Quique, que vivió allí durante unos años, «el D.F. es igual de peligroso que Madrid o Pamplona». Siento que hay mucho de cierto en esta afirmación después de haberme paseado por sus calles. Aunque es verdad que entre tanta densidad de población, con niveles de pobreza alarmantes, las posibilidades de ser atracado, robado o asaltado son mayores que en las ciudades que antes citaba.
El Centro Histórico de la ciudad es sencillamente precioso. La verdad es que no me imaginaba que fuera de esa manera. Se estructura en torno a la plaza más grande del mundo: El Zócalo.
Banderón en el Zócalo
En este lugar se arremolinan vendedores ambulantes, bailarines concheros ataviados con plumas y conchas danzando al son de lacónicos tambores; fontaneros, electricistas o albañiles buscando trabajo con sendos carteles en los que ofertan sus servicios; escolares, ciudadanos de todo el país instalados en carpas protestando por alguna injusticia o simples turistas alucinados con semejante espectáculo.
Iosu zocaleando
No podía dejar de ver el Templo Mayor (más bien lo poco que queda en pie de la fastuosa ciudad de Tenochtitlán tras el paso de los conquistadores españoles), el interior de la Catedral donde queda patente el fervor religioso de algunos de sus habitantes, el palacio de Bellas Artes, el Museo Nacional de Arte presidido por la estatua de Carlos IV que anteriormente se encontraba en medio del Zócalo y los murales de Diego Rivera dentro del Palacio Nacional.
LA SUPER TORTA
Me quedé con las ganas de aceptar el reto de un curioso lugar llamado «El Cuadrilatero» (Luis Moya 73,local 4). Se trata de una tortería propiedad del luchador Super Astro en la que se sirven unas tortas exquisitas. Sus paredes están decoradas con máscaras de algunas figuras importantes de la lucha libre mexicana. Lo más característico del lugar es que si logras comerte la Torta Gladiador en menos de 15 minutos no pagas los 110 pesos que cuesta. El problema está en que esa torta está rellena de una descomunal cantidad de salchichas, queso, rodajas de jitomate -el tomate de toda la vida-, un muro de jamón, tocino, bisteck, huevo, aguacate y cebolla. Con ambas manos apenas se puede sostener en un plato especial, y no es para menos, es un coloso bocadillo de 1 kilo y 300 gramos.
ADIÓS CON EL CORAZÓN
Ha sido una semana que el recuerdo no borrará con facilidad. Unos excelentes anfitriones chilanguitos como Marcela y Dario, gente tan amable como Raulito -su chofer- quien me explicó que «en México se puede conseguir casi todo si uno le da una propina al funcionario» y Martuchi -cocinera y encargada de la casa- que me preparó unas ricas tortas, mi desayuno diario a base de tostadas, mantequilla y mermelada, un dulce chocolate caliente oaxaqueño y una refrescante bebida de jamaica entre otras suculencias.
Nos despedimos comiendo en el restaurante japonés Kaiten Sushi, ubicado en la Plaza Villa de Madrid, mejor conocida como Plaza de la Cibeles, en la colonia Roma. El baño para hombres de este restaurante no tenía desperdicio.
Como habéis podido ver, un espacio muy pequeño con luz tenue y una versión en grande de una caricatura medio cachonda de una típica colegiala japonesa, icono de las fantasías eróticas masculinas del país del sol naciente.
Una ciudad tan grande es imposible verla en cuatro días. Quedaron pendientes de visitar muchos lugares: El Bosque de Chapultepec, la casa de Frida Kahlo, el espectáculo de la lucha libre en el Arena de México, el Monumento a la Revolución… No me apena puesto que tengo la certeza de que regresaré de nuevo. Ahora, el misterio y la intriga me invaden, poco antes de pisar mi siguente destino: Teotihuacán, la «Ciudad de los Dioses».
No podía irme del D.F. sin visitar las ruinas de una de las civilizaciones más importantes que habitaron en el centro de México. Junto a los Aztecas, los teotihuacanos construyeron la que fue la ciudad más poderosa del antiguo México y capital de uno de los imperios más extensos de la era prehispánica. Para llegar a Teotihuacán, situado a menos de 50 kilómetros de la Ciudad de México, tienes dos opciones; tomar los autobuses que salen de la estación de metro Indios Verdes (línea 3) o bien ir a la Terminal Central del Norte -TCN- (metro Autobuses del Norte, línea 5), buscar la sala 8 y comprar un billete en el mostrador de la compañía Flecha Roja, por unos 27 pesos. Salen cada 15 minutos y tardan una hora en hacer el trayecto. Asegúrate por si acaso de que deja en las ruinas.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987, Teotihuacán es uno de esos lugares de visita obligada para pasar al menos una mañana entera. Por un módico precio -45 pesos- se puede acceder a un vasto complejo arquelógico que comprende más de 24 kilómetros cuadrados. Una vez dentro, como me interesaba grabar en video la explicación de un guía, conversé con alguno de los que allí se encuentran a la caza del turista para acordar un precio que me pareciera justo -100 pesos-. Finalmente hice el trato con el guía federal Odilón Jiménez compartiendo las explicaciones con un par de chicas costarricenses.
En primer lugar nos dirigimos a La Ciudadela en la que se encuentra el templo de Quetzalcóatl, Dios representado por una serpiente emplumada que se encuentra acompañado de Tláloc, el Dios de la lluvia. Realmente se sabe muy poco de la cultura teotihuanaca. Como dato curioso hay que destacar que los nombres que llevan los monumentos, lugares y creencias fueron puestos por los aztecas cuando descubrieron la ciudad.
UN ESPACIO MÍSTICO
Para los mexicas -aztecas- Teotihuacán era un lugar sagrado. De ahí que su nombre quiere decir algo así como «donde los hombres se convierten en dioses». Aunque un guía indígena al que encontré tocando la flauta y rezando en náhuatl en las escaleras de la Pirámide del Sol me dijo que esa apreciación es equivocada; realmente significa «lugar de las energías». Quizás por eso, por su especial situación astronómica, cada equinoccio de primavera (21 de marzo) llegan en peregrinación a este lugar miles de personas y se suben -algunas ataviadas con túnicas blancas- a sus pirámides para captar las energías místicas que allí se concentran.
256 ESCALONES
Al salir de La Ciudadela, caminamos por el Miccoatli (Calle de los Muertos), inmensa avenida central que recorre Teotihuacán de norte a sur. En el trayecto hacia la imponente Pirámide del Sol, que se encuentra más o menos en la mitad del recorrido, visitamos lo que fueron las casas de las familias o clanes teotihuacanos formados por hasta 100 personas. ¡Imagináos el pedazo de mansión! ¡Con ducha rudimentaria y todo!
Hasta los más vagos no pueden poner excusas para dejar de subir a lo más alto de la Pirámide del Sol, la tercera pirámide más grande del mundo, tras las de Tepanapa en Cholula (México) y la de Keops en Gizah (Egipto). Cada uno de sus lados mide 222 metros, su altura es de algo más de 70 metros y pesa más de 3.000 kilos. Tiene mucho mérito haber construído semejante obra de colosal tamaño sin rueda, herramientas de metal y animales de carga. Aquí estoy yo, momentos antes de subir la pirámide, haciendo lo que podía para que se me entendiera con el vendaval que soplaba.
A los pies de la Pirámide del Sol
Un consejo importantísimo para no terminar hecho una piltrafa al subir a la pirámide es hacerlo en zig zag. No sé cual es la razón científica pero realmente te cansas menos. Un guía me dijo hace poco en Palenque que los mayas subían y descendían de esta manera para mostrar respeto -al subir- y no dar la espalda a los Dioses -al bajar-. Una vez en lo más alto de la Pirámide del Sol encontré a un grupo de señoras argentinas entonando cánticos religiosos y minutos más tarde se congregaron una decena de monjas asiáticas rezando con melodías operísticas lideradas por una solista muy graciosa.
Aunque uno sea a veces un tanto escéptico con eso de las energías -afortunadamente cada vez menos-, no desaproveché la ocasión para relajarme en la cima durante algo más de media hora y enviaros toda la energía positiva posible.
Ohmmmmmmmmm
En Teotihuacán hay que andar mucho y suele hacer bastante calor en las horas centrales del día. Por lo tanto es recomendable ir con calzado cómodo, llevar algo de comer y agua en abundancia. A la hora de subir a las pirámides no se puede olvidar que debido a la altura de la zona, unos 2.300 metros, el esfuerzo físico es superior al habitual. Es aconsejable ir muy pronto en la mañana, sobre las 9, para no pasar calor y sobre todo poder disfrutar a solas en lo alto de las pirámides del encanto de esta ciudad.
Descendí de esta pirámide y me dirigí por la Calle de los Muertos a la Pirámide de la Luna, cuyas proporciones son más armónicas, para coronarla a media tarde justo cuando comenzaba a llover a cántaros.
Pirámide de la Luna
En la cima de la pirámide, una chica me pidió si le podía sacar la foto de rigor con toda la vista panorámica de Teotihuacán que se divisa desde allí. Se llamaba Agnese, era lituana, y estaba viajando por México y Guatemala sola haciendo autoestop. Una artista del presupuesto ajustado. Se colaba en todas las ruinas saltando vallas o adentrándose por los bosques adyacentes y conseguía alojamiento en un par de webs en las que la gente de diversos países ofrece un hueco en su casa: Hospitality Club y Couch Surfing.
Antes de salir de las ruinas, un rápido paseo por el Palacio de Quetzalpapálotl y a esperar el autobús de regreso en la carretera principal. Un colofón perfecto para despedirme del Estado de México y poner la mira en el sur del país. Próximo destino: San Cristobal de Las Casas (Chiapas).
San Cristobal de Las Casas (Chiapas), MÉXICO. Km. 17164
Después de casi 4 meses de viaje, uno se tiene que dar algún que otro lujo para viajar más cómodo. El trayecto entre Ciudad de México y San Cristobal de Las Casas (Chiapas), de 14 horas de duración, salía a las 18 horas y llegaba a las 8 de la mañana del día siguiente. Así que opté por la compañía de lujo ADO cuyo slogan dice «Servicio de avión por tierra». Bien cierto: sala de espera privada, asientos reclinables comodísimos, emisión de películas, refresco a elegir para bordar el autobús y kit relax de regalo (pantuflas, toallita e infusión relajante). Algunos de los destinos hacia el sur del país salen de la TAPO (Terminal de Autobuses de Oriente) de la Ciudad de México. Una buena web donde consultar horarios, compañías y comprar los billetes de autobús es Ticket Bus.
Me desperté prácticamente unos kilómetros antes de llegar a San Cristobal. El paisaje se había transformado en montañoso, en las laderas predominaba un verde intenso, el juego de luces al amanecer era espectacular y a cada rato se sucedían multitud de campos de maíz. Una vez en la terminal, tomé un taxi con dirección al Hotel Plaza Central (Paniagua 2), situado a un par de manzanas de la céntrica Plaza 31 de Marzo. Este hospedaje se emplaza en una casa histórica del centro de la ciudad con un bonito patio aunque las habitaciones me resultaron poco limpias. Contando que las sábanas estaban algo «guarrillas» -omitiré detalles- y que a la recepcionista le hubiese pegado una patada en la boca por lo desagradable que era, decidí al día siguiente cambiar de alojamiento. La elección no podía haber sido mejor. Siguiendo las recomendaciones de la guía Lonely Planet, me dirigí con todos los bártulos a Casa Margarita (Real de Guadalupe 34). Mientras que en el primer hostal pagué 150 pesos por noche, aquí el precio subió 50 pesos más. Y bien pagados. Televisión por cable, ducha impoluta, cama confortable, restaurante con comida deliciosa, internet gratis, música en directo todas las noches y agencia de tours propia (Chinkultik) en la que contratar excursiones para conocer la zona.
ALERTA ROJA
Desde mayo de este año, el EZLN tiene decretada la alerta roja en los municipios que controla en los Altos de Chiapas tras los sucesos acaecidos en la población de Atenco, cercana al Distrito Federal. Realmente en la vida diaria de San Cristobal este hecho apenas se percibe. A los ojos del recién llegado todo está en calma y tranquilo. La ciudad es extremádamente acogedora, segura y en sus calles se mezclan indígenas, cooperantes de ONGs, turistas bohemios, hippies provenientes de todos los rincones del globo… No podemos obviar que el movimiento iniciado por el Subcomandante Insurgente Marcos hace 12 años todavía sigue activo pero parece que ha optado por otro tipo de lucha -denominada La Otra Campaña- realizando giras por el país para lograr un Programa Nacional de Lucha de Izquierda con el fin de lograr una nueva Constitución. El líder zapatista acusó hace unos días a la líder sindical Elba Esther Gordillo de haber instrumentado un fraude electoral en las elecciones del pasado 2 de julio para impedir que Andrés Manuel López Obrador (líder de la Coalición por el Bien de Todos) fuera declarado ganador.
De la que me he podido empapar durante casi dos meses de viaje por México es que la situación política en los Estados Unidos Méxicanos está realmente caliente; el conflicto que después de 6 meses todavía perdura en Oaxaca, la escalada de violencia de los narcos (asesinatos de abogados, policías, jueces…), el monopolio mediático en favor del presidente Felipe Calderón y la sombra del fraude electoral siempre presente.
LA VACA KARATEKA vs LOS RATANUNCHAKUS
Unos días después de que Begoña Yebra de Radio Euskadi me entrevistase en su programa «La Galería», me proporcionó por e-mail el contacto de Oskar Hernando, cooperante de la Fundación Paz y Solidaridad, que se encuentra en San Cristobal desde hace tres años realizando diversos proyectos. Fui a visitarle a su oficina situada muy cerca de la preciosa Iglesia de Guadalupe. Allí estaban trabajando junto a él, Flo y Lidia. Estuvimos conversando un rato sobre la región, sus experiencias, los zapatistas, mi viaje… Se hizo la hora de comer y me invitaron a acompañarles a un restaurante en el que habían quedado con más gente.
El lugar en cuestión, Restaurante «Los Amigos», lo encuentras justo en frente de donde salen los colectivos para San Juan Chamula. Es un local popular en el que pagas 30 pesos por dos cervezas (siempre en parejas de a dos) y te regalan diferentes botanas -aperitivos- que van desde una sopa de camarón a un delicioso surtido de pollo o carne para rellenar las tortillas de maíz. Entre las mesas se pasean un par de grupos de mariachis interpretando las peticiones que los comensales solicitan. Ese día era fin de quincena -día de cobro- así que la gente venía con los bolsillos llenos para darse un buen homenaje. Sobre las mesas se multiplicaban las chelas, el ambiente se iba cargando del alcohol y en un momento interrumpieron la música norteña que sonaba por los altavoces para proyectar un par de extractos de vídeo clásicos del lugar que yo he denominado: La vaca karateka y RataNunchakus. Por fortuna, he encontrado los vídeos en You Tube.
Vaca Reloaded
Se trata del actor, director y guionista Steve Oedekerk y la película «Kung pow: Enter the fist» (en España titulada «Kung pow: A puñetazo limpio») estrenada en el año 2002. Disfrutad de esta divertida escena de lucha que nos pusieron en el restaurante mientras nos cocíamos como ratas, nunca mejor dicho.
RataNunchakus
DE CERRO A CERRO
Al día siguiente tocaba pasearse por las calles de San Cristobal para descubrir con mis propios ojos la belleza que había visto previamente en fotos. Primero di una vuelta por la Plaza 31 de Marzo rodeada de edificios coloniales como el Hotel Santa Clara (residencia del conquistador español Diego de Mazariegos) y soportales con encanto en cuyo centro hay un kiosko de hierro. Aquí se concentran limpiadores de zapatos, vendedores ambulantes de artesanía y periódicos, turistas que se pasean sorprendidos por el particular ambiente de la ciudad… todos juntos pero no revueltos en apacible armonía.
En uno de sus extremos se encuentra la Catedral de San Cristobal cuya fachada oeste resalta por su llamativa mezcla de tonos amarillos, rojizos y blanquecinos.
Frente a la catedral
Siguiendo el Andador peatonal de Hidalgo en dirección sur se llega a la que fue en su día la puerta de entrada a la ciudad: la Torre del Carmen. Muy cerca de ahí, subiendo por la calle Hermanos Domínguez, se llega a unas largas escaleras que conducen al Cerro de San Cristobal.
Sobre el Cerro de San Cristobal
San Cristobal de Las Casas es una ciudad con múltiples templos y diversos mercados de artesanía. Uno de los más importantes es el Templo de Santo Domingo que lamentablemente no pude ver ya que se encontraba en restauración. Dicen los que lo han visto que el reflejo de la luz sobre su fachada rosácea al atardecer es uno de los espectáculos más bellos que el visitante puede contemplar. En sus aledaños se instala diariamente un mercado de artesanía con puestos atendidos por mujeres chamulas, bohemios europeos y viajeros itinerantes como el chileno Sabiano, oriundo de Antofagasta, que vende collares y realiza tatuajes de henna en un improvisado puesto al que llama Estorbos Simultáneos. «Para muchos somos gente que estorba, que molesta, incluso han llegado a pegarnos… pero también hay muchos que nos quieren», me comenta mientras le pega un trago a una litrona y ríe junto a su compañero guatemalteco de juergas, Hansel Rosas. Hansel, fiel seguidor de Héroes del Silencio, llama la atención de los compradores tocando canciones con su guitarra imitando el estilo de Bunbury.
Puedes encontrar faldas, camisas, bolsos de cuero, muñecos zapatistas, camisetas revolucionarias, collares, joyería hippiosa… No dejes de regatear los precios -siempre te intentan tangar- y también ten presente que muchas de las cosas que venden las señoras indígenas realmente no están hechas a mano y vienen diréctamente de maquiladoras (fábricas industriales) de Guatemala. Detrás del Templo de Santo Domingo se encuentra el bullicioso Mercado Municipal con puestos de frutas, verduras, carne fresca, todo tipo de cachibaches, pequeños locales donde sirven comida corrida -al estilo Menú del Día español- y decenas de puestos de DVDs y CDs piratas con los decibelios por las nubes.
Si uno busca mayor tranquilidad puedes visitar la azulada Iglesia de Santa Lucía o el Templo de San Francisco, tiendas en las que se venden productos de las comunidades indígenas de los Altos de Chiapas como Nemizapata o el Centro Cultural TierrAdentro, el Centro de Desarrollo de la Medicina Maya que posee un nutrido herbolario y en donde si lo deseas un j´ilol puede diagnosticar tus males y hacerte una curación de cuerpo y alma; y el espectacular Taller Leñateros en el que hombres y mujeres mestizos e indígenas producen papel hecho a mano con varias especies de flores, bejucos, líquenes, bambú y telas diversas. Además de producir papel, imprimen libros, trabajos en serigrafía y grabados en madera. Las calles adyacentes a Real de Guadalupe donde te encuentras las típicas casas de San Cristobal con sus puertas coloreadas y estilizadas verjas tampoco tiene desperdicio.
Quizás la mejor forma de terminar el día -quedan pendientes visitar el Museo Na Bolom y el Museo de Ambar- sea ascender cuando empieza a atardecer al cerro en el que se encuentra la Iglesia de Guadalupe, justo cuando los últimos rayos de sol iluminan su humilde fachada. Dice la Lonely Planet que el escritor Graham Green dijo en una ocasión refiriéndose a esta iglesia que es como «una pompa de jabón sobre una roca».
Iglesia de Guadalupe
REZANDO CON COCA-COLA
Chiapas es un estado de riqueza natural y cultural impresionante. Cerca de su capital, Tuxtla Gutiérrez, se encuentra el grandioso Cañón del Sumidero. Los Altos de Chiapas, en los alrededores de San Cristobal de Las Casas, encierran una variedad de aldeas de indígenas mayas en las que se hablan diferentes dialectos: Lacandón, mam, zoque, tzotzil, chol, tojolabal y tzetzal.
Uno de los lugares más fascinantes que he visitado es el pequeño pueblecito de San Juan Chamula, a menos de 15 kilómetros de San Cristobal. Me subí a una combi que, en poco más de 10 minutos, me dejó cerca de la plaza central que se encontraba abarrotada de gente. Era domingo, día de mercado. Lo más llamativo es la Iglesia en honor a San Juan Bautista en cuyo interior se realizan unos ritos cuando menos originales.
Las creencias de los chamulas tienen más que ver con ritos tradicionales mayas que con el credo católico. Como está prohibido sacar fotos y grabar video en el interior -además de tener que pagar una entrada para poder verlo- no se puede transmitir perféctamente con palabras la extraña sensación que viví allí dentro. sacar una foto -piensan que les robas el alma- supone literalmente el riesgo de ser apaleado. No se cortan un pelo. He podido encontrar una fotografía en internet para que os hagáis a la idea de lo freaky del lugar. No hay bancos donde sentarse. El suelo está cubierto de largas agujas de pino, sobre él se consumen cientos de velas y hay algunos recipientes con incienso emitiendo fumaloras. En los laterales diversos Santos encerrados en vitrinas (algunos de ellos con espejos colocados en el cuerpo en los que se supone que al verse reflejado sienten que se encuentran bajo el amparo del Santo), alguna que otra gallina deambulando por el lugar y al lado de cada persona que está rezando en maya una botella de refresco o Coca-Cola de la que cada cierto tiempo tomando un trago. ¿Para qué los refrescos? Pues para tirarse eructos con los que se suponen que expulsan los malos espíritus. Fascinante. Todavía más si coincide que el día que visitas la iglesia algún curandero restriega huevos y huesos sobre uno de los fieles mientras declama en alto una oración.
San Juan Chamula
A la salida del templo, me asaltaron varias niñas con la intención de venderme pulseras y cinturones. Estuve hablando un buen rato con ellas y les terminé invitando a un helado después de que me dieran la tabarra durante largo rato. La que está en el centro y la de su derecha me dijeron -estaba claro que me tomaban el pelo- que ambas se llamaban Rosa. ¡Mentira cochina!
Niñas tzotziles comiendo helado
PIRIX NOHOX, MÚSICO JURÁSICO
Cada noche en el restaurante «Las Margaritas» -propiedad del Hotel Casa Margarita donde me alojaba- Pirix Nohox ofrecía su repertorio de versiones en directo junto al joven -13 años- percusionista Chiqui-Drácula. Un señor de 50 años, dicharachero, de voz grave y marcada, culto, que dejó el hogar materno en un pequeño pueblo de Veracruz a los 17 años para intentar hacer realidad un sueño: Vivir de la música. Y hete aquí que 30 años después lo ha logrado. Con esa determinación de quien se sabe dueño de su vida, seguro de su objetivo y sus elecciones, Pirix recorre junto a su mujer Cristina los escenarios anónimos de pueblecitos turísticos de toda la República mexicana. Se gana la vida «desarreglando canciones», como él mismo afirma, por «un puñado de pesos la hora, unos tragos y ver divertirse a la gente de corazón».
Le vi actuar 4 días seguidos y cada noche compartimos unas cervezas. Uno de esos días me invitó a su casa para entrevistarle en la azotea. Allí me dedicó una canción que tiene que ver con el viaje y el camino que ninguno de los dos hemos dejado de recorrer en nuestra vida. No deja de sorprenderme la cercanía que podemos establecer entre desconocidos algunos seres humanos.
Pirix Nohox, el músico errante
Faltó tiempo para conocer más a fondo esta zona de Chiapas. Aunque lo mejor, me lo llevé otra vez impregnado en el corazón. Vivencias, encuentros, amigos, charlas. La ruta debe continuar. Próxima parada: Palenque.
Para salir de San Cristobal de Las Casas en dirección a Palenque tenía dos opciones entre las que elegir. Como quería visitar las cascadas de Agua Azul y Misol-Ha, situadas a medio camino entre Ocosingo y Palenque, por una parte podía dirigirme directamente en autobús a Palenque y desde allí acudir a las cascadas en una combi o bien contratar una excursión con la agencia Chincultik, propiedad del Hotel Casa Margarita en el que me alojaba. Teniendo en cuenta que el billete de autobús con ADO Primera valía 120 pesos y la excursión 250 -incluyendo transporte, entradas a las cascadas y ticket para las ruinas de Palenque- decidí aprovechar esta segunda opción.
Salimos a las 6:30 de la mañana en una furgoneta de 10 pasajeros. Un par de horas más tarde nos detuvimos a desayunar en un restaurante situado en lo alto de un puerto de montaña. Me senté a llenar la panza solo en una mesa pero pocos minutos después un par de parejas de israelíes que venían en mi furgoneta me invitaron a sentarme con ellos. Muy cerca de nuestra mesa había una jaula con este simpático loro que no dejaba de hacer todo tipo de ruidos y emitir silbidos un tanto desagradables a esas horas de la mañana.
¡AGÁRRATE QUE HAY CURVAS!
Con el buche lleno, era momento de descender el puerto de montaña desde una altitud de más de 2000 metros a casi la altitud del nivel del mar. Semejante desnivel afecta drásticamente en el cambio de paisaje. De extensos cafetales, campos de maíz y pequeñas poblaciones indígenas que dejan claro su apoyo a los zapatistas se llega a la soleada llanura donde la vegetación adquiere un matiz típicamente tropical. Incluído el pegajoso calor húmedo. Antes de bajar el puerto nadie nos había advertido de un dato importante: «Aquellos que se mareen mejor que no desayunen». Caballerosamente cedí mi sitio de copiloto a la novia de unos de los israelíes que se estaba mareando casi antes de haber empezado a bajar el puerto. ¡Error! pues todavía quedaba alrededor de una hora de viaje por una carretera cuyo constructor se debió de perder el capítulo de Barrio Sésamo en el que explicaban la línea recta. Curvas, curvas y más curvas. Poco faltó para que arrojase por completo el desayuno.
AGUA TURBIA
Por fin llegamos a Agua Azul, impresionante serie de bellísimas cascadas con forma escalonada que se han originado de manera natural al descender el Río Tulijá -también llamado Yax-Ha-. Las cascadas de Agua Azul están situadas a 63 kilómetros de Palenque siguiendo la carretera 199. Declarado Reserva Natural de la Biósfera, entre desnivel y desnivel se crean una serie de estanques naturales con agua de intenso color azul turquesa debido en gran medida al lecho calizo del río. Durante mi visita ese tono turquesa se había transformado en un color un tanto verdoso debido a las fuertes lluvías caídas en los últimos días. Durante el paseo por la orilla izquierda del río se suceden algunos puestos con artesanía y recuerdos que se pueden encontrar a mejor precio en San Cristobal de Las Casas, algunos restaurantes y varios carteles que avisan de la prohibición de bañarse.
Cascada de Agua Azul
A unos 40 kilómetros de Agua Azul, continuando por la carretera 199 se llega a Misol-Ha, impresionante caída de agua de más de 30 metros de altura rodeada de una frondosa vegetación selvática con caminitos de acceso muy bien arreglados. Misol-Ha, que en lengua chol significa «caída de agua», se encuentra en el municipio indígena de esta etnia maya -chol- llamado Salto de Agua. Mediante una cooperativa recaudan los beneficios para mantener el lugar y ayudar a la comunidad. Aquí, según las condiciones meteorológicas, existe la posibilidad de bañarse en la poza además de poder quedarte a dormir en unas cabañas con ventilador y mosquitera.
Cascada de Misol-Ha
En Misol-Ha ya se empieza a notar el clima tropical por lo que es conveniente llevar ropa fresca y cómoda. Siguiendo un sendero que queda a mano izquierda, antes de descender por el camino que da acceso a la base de la cascada, se llega a una gruta que se ha formado por la acción del agua, justo detrás de la cascada.
En la gruta de Misol-Ha
GUÍA DE RATICULÍN
Una de las razones por las que no contrato casi nunca un tour -salvo que sea la única opción posible- es que ves los lugares a toda velocidad, sin detenimiento y siempre te pierdes un montón de cosas. La excursión finalizaba en las ruinas de Palenque con tan sólo dos horas para recorrerlas. Normalmente recomiendan por lo menos 5 horas para ver los templos, pirámides y edificios con cierta tranquilidad. Ya que tenía pagada la entrada aproveché para darme una pequeña vuelta de reconocimiento por las ruinas sabiendo que al día siguiente volvería con tiempo de sobra. Junto con tres españoles que venían en la excursión contratamos un guía que daba las explicaciones con un tonillo igualito al de Carlos Jesús. «Lah ruinah mayah» -pausa de 5 segundos- «de Palenque» -de nuevo pausa- «se descubrieron en el año…..». Sólo le faltó hacer el shiuuuuu y decir que provenía del planeta Raticulín. Media hora después, cuando nos encontrábamos en el Grupo de la Cruz, sin comerlo ni beberlo el cielo se cubrió de gris y comenzó a diluviar.
Aguacero tropical en Palenque
En Palenque puedes alojarte en alguno de los hoteles del pueblo (bastante feo por cierto) situado a unos 13 kilómetros de las ruinas o bien hacerlo en uno de los alojamientos que hay a lo largo de la carretera hacia las ruinas. Esta segunda opción es la más recomendable para poder disfrutar las noches en un entorno selvático. Uno de los sitios más famosos entre los viajeros es El Panchán, un lugar fundado a principios de los ochenta por Don Moisés Morales, arqueólogo experto en los antiguos mayas. Don Moisés convirtió esta zona de 5 hectáreas de pastos en un espectacular bosque tropical en el que se reparten diversos alojamientos: Chato´s Cabañas, Ed & Margarita, Jungle Palace… y restaurantes. El lugar cuenta con todo tipo de servicios (agencias de tours, sala de internet, teléfono, tiendecitas de artesanía…) y ofrece actuaciones variadas en directo así como algunos días un espectáculo de percusión y fuego. El precio del viaje en combi a Palenque es de 10 pesos.
PALENQUE, LA CIUDAD MAYA OCULTA
Su verdadero nombre es Lakam Ha, que significa «Grandes Aguas». Antes de que llegarán los conquistadores españoles en el siglo XVI la ciudad ya había sido abandonada y se encontraba cubierta de vegetación. Según cuenta Wikipedia, «la primera visita de un europeo a Palenque fue la de Fray Pedro Lorenzo de la Nada en 1567. En aquel entonces, la región era conocida por el pueblo Chol como Otolum, o «Tierra de Casas Fuertes»; por lo cual De la Nada lo tradujo como Palenque que significa «fortificación».
Aunque de menor tamaño que las ruinas mayas de Tikal (Guatemala) y Copán (Honduras), Palenque tiene un atractivo especial gracias a la riqueza de sus construcciones y restos escultóricos. Hace menos de dos años se descubrió que esta antigua ciudad precolombina abarcaba una extensión de más de 2 kilómetros cuadrados. En la actualidad tan sólo se puede visitar poco más del 5% puesto que el resto de templos y edificios -más de 1000- permanecen ocultos por la selva.
El precio de la entrada al complejo de ruinas es de 45 pesos (30 más si se va a utilizar cámara de video y 10 que hay que pagar obligatoriamente unos kilómetros antes como concepto de Reserva Nacional). Tuve suerte con el tiempo porque amaneció un día muy soleado. Importante no olvidarse de un bote de crema de protección solar, algo de comida y al menos un par de litros de agua ya que en el interior no hay tiendas, ni fuentes, ni restaurantes. Eso sí, hay unas ruinas increíbles pero que no quitan el hambre y la sed, aunque puede que sí el hipo.
¡Mmmmire usté!
Lo primero que se ve en el vídeo es el Templo de las Inscripciones, al cual está prohibido subir para evitar su deterioro. Se trata de un templo emplazado sobre una pirámide escalonada cuyo nombre se lo puso el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier debido a que en su interior tiene tres tableros con inscripciones jeroglíficas. Es una lástima no poder acceder a su interior a través de la escalinata que desciende dentro de la pirámide partiendo del templo superior en la que se encuentra la cripta funeraria del rey Pacal, uno de los soberanos mayas más importantes de la ciudad. Según me comentaron la losa que cubre el sarcófago pesa más de 20 toneladas. ¡A saber cómo la introdujeron dentro! En el Museo Nacional de Antropología puedes ver una reproducción fidedigna de esta tumba con los verdaderos restos mortales del rey maya.
A su lado está situado El Palacio, un conjunto de edificios que contienen relieves, esculturas preciosas, amplios patios, restos de lo que fueron sus duchas y letrinas de piedra y una imponente torre a la que se ha prohibido subir desde que una turista holandesa se matase tras caer al vacío mientras grababa con su cámara de vídeo. Un poco más allá, cruzando el arroyo Otolum, llegas al Grupo de la Cruz. Este conjunto de templos sobre pirámides escalonadas está formado por el Templo de la Cruz, el Templo del Sol y el Templo de la Cruz Foliada. Desde el templo de la Cruz, el más alto de Palenque al que se puede subir, se contempla una vista panorámica del complejo de ruinas que da buena cuenta de la grandeza de esta antigua ciudad maya.
Vista panorámica de Palenque
Estuve sentado más de media hora disfrutando de la vista de Palenque antes de continuar mi visita. Esos momentos son difíciles de expresar en palabras y no tienen precio. Aguas abajo del arroyo que cruza por un acueducto bajo la plaza central y, continuando por un sendero marcado, uno se encuentra con un puente de piedra y unas cascadas espectaculares inmersas en plena selva conocidas como Baño de la Reina.
Baño de la Reina
De camino hacia la segunda salida del recinto, muy cerca de la cual se encuentra el Museo de Sitio (no hagáis el primo como yo, que pensé que tenía que pagar otra entrada de nuevo, y visitadlo) hay varios edificios como el Templo del León y el Templo del Conde, éste último llamado así por Jean-Frédéric Waldek, un señor que vivió en él durante dos años y que, entre otras extravagancias, se acreditaba a sí mismo el título de Conde (otras veces asumía los títulos de Barón y Duque).
Junto a ellos está el famoso Juego de pelota, un divertimento nacido 3000 años antes de Cristo que cumplía entre los mayas una función ritual. El campo consta de dos muros paralelos e inclinados, uno frente al otro. En cada muro había tres discos, puestos a distancias iguales entre sí, a varios metros del suelo y perpendiculares a éste; eran los marcadores, o anillos de piedra. El juego consistía en lograr que la pelota (llegó a medir cincuenta centímetros de diámetro y a pesar más de un kilo) golpease algún marcador o pasase a través de algún anillo, para lo cual sólo podía impulsársela con los codos, las rodillas y las caderas. Así que… ¡oyes Patxi! ¿Etxamotz un partido d´euskal pilota?
Jai Alai Mayak
Después de semejante payasada -muy necesaria para liberar tensiones mentales del viajero solitario- regresé a mi cabaña para descansar puesto que al día siguiente me esperaba una excursión de entre 12 y 14 horas antes de partir hacia el Estado de Yucatán. Voy a visitar un par de ruinas mayas ocultas en la selva lacandona, cerca de la frontera con Guatemala. Próximo destino: Yaxchilán y Bonampak.
Siguiendo la recomendación de Analeine -novia de mi amigo Javi-, decidí antes de marcharme de Chiapas visitar las ruinas mayas de Yaxchilán y Bonampak. Es cierto que Palenque se encuentra emplazado en un privilegiado entorno selvático aunque la importante afluencia de visitantes ha obligado a los encargados del recinto a despejar ciertas zonas de vegetación. En Palenque hay amplias explanadas carentes de árboles por las que habitualmente pasan unos operarios para cortar el césped rompiendo el encanto que posee el lugar. Diferente de lo que ocurre en Yaxchilán que, gracias a su situación geográfica, emplazado a orillas del río Usumacinta en plena selva Lacandona, ha permitido que la llegada de turistas no sea tan masiva.
Para contratar esta excursión tienes infinidad de agencias en las que hacerlo. Si te alojas en El Panchán, allí mismo hay tres puestecitos en los que puedes hacerlo. En caso contrario, también puedes contratarla en Palenque por un precio que ronda los 500 pesos (40 euros). Existe la opción de quedarse a dormir una noche en unas cabañas de los lacandones -con cena y desayuno incluído- para dar al día siguiente un paseo de unas 5 horas por la selva. El precio de este tour asciende a 800 pesos (64 euros).
YAXCHILÁN, MISTERIO EN LA SELVA
A las 6 de la mañana me vino a buscar una furgoneta de la agencia en la que iban otros 9 turistas más. Dos horas más tarde nos detuvimos en un restaurante de carretera para tomar el desayuno que iba incluído en el tour. Nos dirigíamos muy cerca de la frontera con Guatemala pasando por pequeños pueblecitos como José Castillo Tielemans, Ángel Albino Corso, Busiljá o San Javier. Una vez en Crucero Corozal tomamos una larga lancha con motor fuera de borda para navegar río arriba en dirección al acceso de las ruinas de Yaxchilán. El río Usumacinta fluye veloz durante su trayecto por esta zona marcando la frontera entre México y Guatemala. En el camino hacia las ruinas vi en la orilla de la margen izquierda un puesto de control del ejército guatemalteco que consistía en una choza un tanto destartalada. Imagino que tienen que pasárselo bomba y su vida ha de ser un estrés. 😉
Navegando por el río Usumacinta
Entre el improvisado puerto de Crucero Corozal situado a orillas del río Usumacinta y las ruinas de Yaxchilán hay cerca de una hora de viaje. Las orillas a ambos lados del río están cubiertas de vegetación tropical y dicen que, con suerte, puedes ver algún que otro cocodrilo. En mi caso no la hubo. Para visitar el complejo de ruinas se accede por un sendero flanqueado por grandes árboles tropicales. Conforme uno se va introduciendo en la selva comienzan a mezclarse olores, sensaciones y ruidos de toda clase, entre los que sobresalen los producidos por los monos araña y más aún sus compañeros aulladores. Cuando emiten sus aullidos parece que un bicho gigante se está acercando para devorarte. Si a eso le sumamos el misterio que parece rodear a esta ciudad perdida, uno se acojona rápidamente. Compartí mi visita por Yaxchilán con un par de alemanes, Marcus y Johan, que se mostraron muy interesados en los detalles logísticos de mi aventura.
Una de las primeras estructuras que te encuentras es El Laberinto, decenas de pasadizos oscuros dispuestos en dos niveles y llenos de murciélagos que yo no pensaba descubrir. Desde ahí se llega a la Gran Plaza en la que se encuentran diversos edificios entre los que destacan el juego de pelota, lo que debió de ser una sauna maya -hace falta valor para meterse en una sauna teniendo en cuenta el calor pegajoso de la selva-, varios templos y una importante cantidad de estelas.
Yaxchilán, civilización en medio de la selva
Yaxchilán, cuyo nombre significa «piedras verdes», fue descubierto hacia 1882 por el arqueólogo inglés Alfred Maudslay, y sus primeros planos los dibujó otro arqueólogo, el francés Desiré Charnay, siguiéndoles Maler, Morley y Bolles. Se dice que los actuales guardianes son nietos de Ulises de la Cruz, el primer vigilante de las ruinas nombrado en 1931 por el gobierno mexicano. Desde la Gran Plaza se asciende por una imponente escalinata al Edificio 33, uno de los más fascinantes y mejor conservados de Yaxchilán. Subiendo hacia este templo nos sorprendió un potente aguacero tropical, muy característico de la selva, preferentemente por las tardes y cuando menos te lo esperas. Así que tuvimos que refugiarnos durante un buen rato esperando que la tormenta remitiese. Viendo que no tenía visos de parar decidimos regresar al embarcadero. Como uno es precavido, me había llevado paraguas y chubasquero por si las moscas.
Tormenta tropical
BONAMPAK, TERRITORIO LACANDÓN
Para visitar las ruinas de Bonampak hay que deshacer el camino andado. Primero tomamos de nuevo la lancha descendiendo en sentido contrario el río Usumacinta hasta llegar a orillas de Crucero Corozal, allí comimos en un restaurante concertado por la agencia y al terminar nos montamos de nuevo en la furgoneta que habíamos venido hasta llegar a una desviación. En ella se cambia de furgoneta, a una operada por los lacandones, para recorrer los kilómetros de pista de tierra que restan hasta llegar a la entrada del recinto arqueológico. El motivo de este cambio es que de esta manera la comunidad lacandona recauda dinero para la comunidad basando su sustento actual más en el turismo que en su tradición ganadera y agrícola.
Este pueblo indígena mexicano se llama a sí mismo hach winik, que significa «verdaderos hombres». En tiempos de la conquista, esta comunidad habitaba en una pequeña isla del río Lacantún, en el extremo sur de la selva. En su dialecto chortí, Lacantún significa «gran peñón» o «piedra erecta», vocablo que en la época de la conquista se transformó en lacandón.
Los lacandones viven en el estado de Chiapas, concretamente en los terrenos que abarca la densa selva lacandona y se dividen en dos grupos: los del norte, que habitan en las localidades de Nahá y Metzaboc, y los del sur, ubicados en la localidad de Lacan ha Chan Sayab. En la actualidad hablan el maya yucateco y como podéis apreciar en las fotografías tienen un tipo de vestimenta muy particular que diferencia a hombres y mujeres.
Dejando a un lado consideraciones antropológicas, Bonampak significa en lengua maya «muros pintados». Estas ruinas se ubican cerca del río Lacanjá, a escasos 30 km de la frontera con Guatemala. Estos impresionantes frescos hechos sobre estuco datan del año 790 y han conservador los colores hasta la actualidad gracias a que la filtración de agua de lluvia formó una capa de carbonato de calcio que evitó el desgaste. Una imagen vale más que mil palabras.
Templo de las Pinturas
Rodeada de selva por todas partes, en su interior dicen que todavía hay ejemplares de jaguar, animal sagrado y símbolo de poder entre los olmecas y los mayas. Paseando por lo que queda en pie de estas ruinas mayas se respira una extremada quietud perturbada de vez en cuando por comentarios en voz alta de algún turista impertinente. La vista desde la parte más alta de la acrópolis es preciosa.
Vista panorámica
Es curioso saber que hace unos años, cuando no existía la actual carretera que une Palenque con Frontera Corozal, tan sólo se podía llegar a las ruinas de Yaxchilán y Bonampak a través del río o con una avioneta. Poco después de traspasar la entrada de Bonampak, a medio camino te encuentras de sopetón con una pista de aterrizaje improvisada en medio de la selva. Los últimos rayos de sol nos avisaban de que era momento de regresar a la furgoneta y emprender el camino de vuelta hacia Palenque. El balance de la jornada: Excelente.
DOBLE RACIÓN DE PIRIX
Los que hayáis leído mi crónica de San Cristobal de Las Casas recordaréis a Pirix Nohox, un músico errante que conocí en el Hotel Casa Margarita. Casualidades de la vida, yo me dirigía a Palenque después de haber pasado unos días fantásticos en San Cristobal y él tenía concertadas unas actuaciones en El Panchán de Palenque ese mismo día. así que nuestros caminos se volvieron a cruzar. Pirix es todo un showman. En cada una de sus actuaciones levanta en alto su copa de ron con coca cola y brinda por la salud de todos en más de 28 idiomas: «Salud, osasuna, cheers…». Su repertorio abarca cientos de versiones de los artistas y estilos más diversos: Bob Marley, Rolling Stones, Bob Dylan, rancheras, folclore mexicano… así como canciones en italiano, alemán o francés, un enganche perfecto para meterse a los turistas de estos países en el bolsillo.
Pirix Nohox manucheando
Mi última noche en Palenque tuvo un colofón final grandioso. Cenar en el Restaurante «El Mono Blanco» acompañado de alguna que otra cerveza Sol mientras disfrutaba de una actuación de Pirix acompañado a la percusión de Cristina, su simpática mujer. Tan pronto te sorprende con su particular visión del Akuna Matata del Rey León como, ante la ausencia de una banda de metales, se pone a tocar el trombón cual ventrílocuo gracias a su alter ego al que llama Pupa.
Trombón bucal
Para sí mismo guarda un buen puñado de canciones propias, compuestas a través de los caminos de toda la República mexicana, que algún día quizás vean la luz en boca de algún cantante. Suerte Pirix.
Puedo deciros sin dudar que el Estado de Chiapas es uno de los que más me han llamado la atención de México. Diversidad, naturaleza, historia, gastronomía, población indígena, tradiciones… Mañana continuaré mi viaje hacia la península de Yucatán. Próximo destino: Mérida.
Desde la terminal de Palenque salen dos autobuses de ADO Primera con destino a Mérida (Yucatán); uno a las 8 de la mañana y el otro a las 21 horas. Compré mi billete para el que hacía el recorrido nocturno, así me ahorraba una noche de alojamiento. Aproximadamente son 550 kilómetros los que separan el pueblecito tropical de Palenque de la capital de estado yucateco. Pasadas las 5 de la madrugada llegábamos a la terminal de primera clase CAME (Calle 72, entre la 69 y 71) donde tomé un taxi junto con Cecile (¿o era Celine?), una chica francesa que había conocido el día anterior en la excursión de Yaxchilán y Bonampak. Nuestro destino: Nómadas Youth Hostel (nº 433 de la calle 62, junto al cruce con la 51 / Tfno: 999 924 5223).
Este hostal, recomendado por la guía Lonely Planet, tiene dormitorios y habitaciones privadas (desde 80 a 169 pesos), acceso a internet por 10 pesos/hora, desayuno incluído entre las 7 y 10 de la mañana y clases de salsa gratis un par de días a la semana. Días más tarde me enteraría de una opción de alojamiento mucho más interesante, el Hostal Santa Lucía (nº 512 de la calle 55, entre la 62 y 64 / tfno: 999 928 9070), con 10% de descuento de Hostelling International, habitaciones desde 75 pesos y un completísimo desayuno, entre otras tantas virtudes.
RUTA PUUC: TOUR EXPRESS
Todos los días sale desde la terminal de segunda clase TAME (Calle 69, entre la 70 y 72) de Mérida, un autobús de ATS que recorre las 5 ruinas que conforman la llamada Ruta Puuc: Labná, Xlapak, Sayil, Kabah y Uxmal. Su precio: 120 pesos. En cada uno de los complejos arqueológicos el autobús realiza una parada de entre 20 y 30 minutos, con una última parada en Uxmal -recinto más importante- de cerca de dos horas. Si tienes la opción de hacerlo en domingo, como fue mi caso, tan sólo tendrás que pagar una entrada de 45 pesos en Uxmal. Un tour organizado por uno mismo verdaderamente económico.
La primera parada de la Ruta Puuc es Labná, que significa «casa vieja». El sitio arqueológico está situado a 120 kilómetros al sureste de la ciudad de Mérida. A pesar de la presencia de vegetación, desde la época de los mayas esta zona era extremadamente árida. Para paliar la escasez de agua, los habitantes de esta ciudad construyeron chultunes, una especie de cisternas que impermeabilizaban artificialmente para captar el agua de lluvia. Entre sus vestigios más importantes destaca El Palacio, una de las edificaciones más grandes de la región Puuc. Desde ahí surge un sacbé -camino de piedra construido por los mayas- que conduce al precioso Arco de Labná. Al frente de éste se encuentra la pirámide de El Mirador coronada por un templo.
De menor importancia y extensión es el complejo de ruinas de Xlapac. Su acceso se encuentra en la carretera federal 261. Xlapac proviene de la lengua maya y quiere decir «muros viejos». Su templo principal está dedicado a Chaac, dios de la lluvia, hecho que se explica por las áridas condiciones climáticas de la región que os comentaba anteriormente. De la benevolencia del tal Chaac dependía su sustento reflejado en la pérdida o no de sus cosechas.
Continuamos la Ruta Puuc camino hacia Sayil, lugar conocido por su inmenso Palacio repleto de inconfundibles columnas de la arquitectura Puuc. Se encuentra 25 kilómetros al sureste de Uxmal. Para llegar se toma la carretera federal 180 que entronca con la estatal nº 31. Como comprobaréis a continuación, el calor y el estrés del tour contribuyeron a que mi videoiosing desde Sayil resulte un tanto caótico.
El Palacio de Sayil, Ruta Puuc (Yucatán)
Sayil tiene un significado bien curioso: «Lugar de las hormigas arrieras». Proviene de la palabra maya say que se utiliza para referirse a esa especie de insectos que acostumbra cortar y llevar trozos de hojas en interminables filas. Adentrándose por un sendero que parte desde El Palacio hacia el interior del bosque, descubres restos de otros templos y una fálica escultura de Yum Keep, Dios de la fertilidad. ¿Será que además de la sequía propia de la región, los espermatozoides de los habitantes de Sayil no atinaban ni a la de tres?
Estatua de Yum Keep, Dios maya de la fertilidad
Comparaciones fálicas aparte, la Ruta Puuc sigue su sendero hacia Kabah, en cristiano «Señor de la mano fuerte o poderosa». Para que la utilizaría es todo un misterio. Este complejo de ruinas es el más importante de la zona Puuc después claro de Uxmal. Si te diriges hacia la derecha nada más entrar das con una empinada escalera que da acceso al Palacio de los Mascarones -que no macarrones, estoy de una graciosillo hoy…-. Su fachada está cubierta por cerca de 300 máscaras de Chac-Mool, el Dios de la lluvia o Serpiente Celestial. Y… ya que hablamos de reptiles, entre las piedras de Kabah aparecían varias iguanas tostándose al sol plácidamente.
Nido de iguanas
En la parte posterior del Palacio de los Mascarones aparecen un par de esculturas, atlantes concretamente, que según dice la Lonely Planet «son uno de los pocos ejemplos de figuras humanas en tres dimensiones que se puede encontrar en un yacimiento maya». Muy cerca de ahí está la pequeña Pirámide de los Mascarones desde donde se llega a la plaza que preside El Palacio, perfecto ejemplo de la arquitectura Puuc.
El Palacio de Kabah
Realmente el tiempo que hay para visitar Kabah no es suficiente si atendemos a la importancia de sus construcciones. Sin embargo, para no sufrir empacho de piedras, mejor dejar el tiempo restante para visitar a fondo las ruinas de Uxmal.
La Casa del Adivino
Entre todas las ciudades de la región Puuc se tiene constancia de que había vías de comunicación, los conocidos Sacbé o camino ceremonial de piedra. Como las calzadas romanas estos caminos llegaron a unir antiguamente toda la península de Yucatán. Dicen que desde Kabah parte uno que atraviesa la selva para acabar en un pequeño arco que marca el acceso a Uxmal.
Vista panorámica de Uxmal
El dominio de esta ciudad maya sobre las poblaciones colindantes es evidente debido a su extensión y la grandiosidad de sus edificios: La Casa del Adivino, el Cuadrángulo de las Monjas, el juego de pelota, la Casa de las Tortugas, el Palacio del Gobernador y la Gran Pirámide. Uxmal supuso el perfecto colofón de la Ruta Puuc en una jornada realmente agotadora que comenzó a las 8 de la mañana y terminó a las cinco de la tarde pero que resultó muy enriquecedora. Por un par de días estaré a dieta de piedras y complejos arqueológicos.
Mérida, la capital del estado de Yucatán, tiene mucho que ofrecer. Los días que pasé en ella como base de operaciones recorrí algunas de sus calles aunque no me detuve demasiado a sacar fotos. Después de deambular por infinidad de librerías a lo largo y ancho de México, por fin encontré el libro «Notas de viaje» del Che Guevara, motor de inspiración de la película «Diarios de Motocicleta». En los alrededores de esta preciosa ciudad hay multitud de lugares interesantes para visitar: Los cenotes de Cuzama, el monasterio de Izamal, las cuevas de Loltún, la playa con malecón de Progreso, la Ruta Puuc (de la que ya os he hablado), Dzibilchaltún, Tixcocob y Celestún. Decidí acercarme a este último lugar por su interés ecológico.
CELESTÚN, RESERVA DE LA BIOSFERA
Situado a 96 kilómetros de Mérida rumbo al Oeste, este bello puerto de pescadores es realmente pintoresco. No solamente es famoso por sus restaurantes de mariscos -véase o, mejor degústense en «La Palapa»- sino también por la ría que sirve de hogar cada año para miles de aves migratorias. La zona, que ocupa una superficie de 81482 hectáreas, fue declarada Reserva de la Biosfera en el año 2000. Desde Mérida uno puede llegar a Celestún por su cuenta tomando uno de los autobuses de la compañía Occidente que salen cada hora de la terminal Noroeste entre las 6 y las tres de la tarde. Preferí contratar una excursión para abaratar costes ya que lo que me iba a ahorrar en el transporte lo iba a tener que pagar después con creces al alquilar la barca que recorre la ría. Yendo solo el precio ronda entre 500 y 600 pesos.
ESBELTIC OBESS
La excursión resultó ser toda una delicia. Íbamos, además del guía, James Bratton, su señora y yo. Los Bratton, procedentes de Pittsburgh, eran encantadores, prominentemente obesos, pero encantadores. Durante el trayecto desde Mérida hacia Celestún nuestro guía nos dio abundante información sobre el estilo de vida yucateco así como los detalles de la dieta que estaba haciendo y con la que había perdido 6 kilos en 15 días. Los Bratton defendían la idea de una alimentación sana aunque sus cuerpos dijesen más bien lo contrario. Y yo, portando el estandarte -como buen español- de las bondades del aceite de oliva. Horas más tarde, tras una comida en la playa a base de pescado a la plancha y cóctel de mariscos, vi con mis propios ojos como se comían cada uno 2 calóricas cookies, compraban un par más -de coco y azúcar caramelizado- a un vendedor ambulante que pregonaba la «salud de sus dulces». El remate final vino con un par de cervezas. Ayudando a tener cuerpos esbeltic model. Pero…vamos al meollo de la cuestión, que para eso he puesto la foto de esos bonitos flamencos.
El nombre de Celestún tiene raíces mayas y su significado viene a ser algo así como «piedra pintada». ¿Qué tiene que ver esto con los flamencos? Ni idea. Aunque buena parte de las familias que viven en Celestún se ganan la vida gracias a la pesca de pulpo y escama, en los últimos diez años la riqueza natural de esta área ha generado una gran demanda turística interesada en paseos en lancha por la ría para observar las aves residentes y migratorias. Durante el paseo por la ría pude avistar cormoranes, fragatas, gaviotas… y un montón de flamencos. A veces pueden llegar a contemplarse hasta 18.000 flamencos a la vez -la mayoría migran al parecer desde Canadá-, brindando un impresionante espectáculo rosado.
Esta Reserva de la Biosfera comprende varios tipos de hábitats; estero, petén, pantano y un llamativo manglar. En el paseo en barca nos adentramos por uno de ellos.
Entre manglares
Estos bosques de manglar son uno de los ecosistemas más productivos que existen sobre la faz de la Tierra. Los manglares resisten el agua salada por lo que prosperan en lugares donde otras plantas son incapaces de hacerlo. Finalizada la excursión disfruté de un par de solitarias horas en la playa.
GASTRONOMÍA YUCATECA
Miente quien diga que en México tan sólo se comen tacos, se bebe tequila y se fuma marihuana. De eso también hay pero su gastronomía para nada es convencional y básica. Un claro ejemplo es la variedad de la cocina yucateca, delicioso resultado de un mestizaje culinario que combina influencia europea y criolla. Degustar algunos de sus platos es toda una experiencia de sabores y vocablos mayas entretejidos con el castellano que a veces resulta difícil memorizar. Probé el Pollo Pibil que consiste en piezas de pollo marinadas en achiote, jugo de naranja agria, ajo, comino, sal y pimienta; envueltas en hoja de plátano y horneadas. Ese mismo platillo, como le dicen aquí, si se hace con carne de cerdo se llama Cochinita Pibil. Otro plato típico de la gastronomía yucateca es el Poc-Chuc (que más de una vez lo pedí como Choc Puc, Puc Choc…), finas rebanadas de carne de cerdo asadas, marinadas en jugo de naranja agria y servidas con salsa y cebolla picada. Con tanta receta y enumeración de ingredientes parezco Arguiñano y me está entrando un hambre tanto hablar de comida… ¡Ojo al enlace de la foto del Poc Chuc! La página web se llama www.elcerdoesbueno.com.
Pero… todavía hay más: Pescado en Tikin-xic, Esmedregal en chile xcatic, Relleno negro y blanco, Pollo oriental estilo Valladolid, salsa Chiltomate, Salpicón de chile habanero, Xnipec, Puchero de tres carnes, Zic de venado o Pipián de res.
EL VIAJE CONTINÚA
Con hondo pesar debo abandonar Mérida sin haber conocido muchas de sus maravillas. Al menos la sola idea de saber que algún día habrá que regresar para verlas me alegra. Mañana viajaré a Cancún en el autobús de ADO Primera para pasar unos días de asueto y relajo -muchos estaréis pensando «¡pero qué dice este tío!», pues sí, viajar cansa- antes de encarar lo que me queda de ruta panamericana por Latinoamérica. Casualidades del destino, antes de subirme al bus, se me acercó un chico preguntándome: «¿Eres español?». Y yo tan orgulloso de que por primera vez supiesen mi país de origen. Resulta que estoy inscrito en Couchsurfing, una web en la que ofreces alojamiento o buscas personas desinteresadas que te puedan alojar durante tus vacaciones, y Rafael -así se llama este joven meridano- había visto que yo me encontraba en su ciudad y me reconoció. Flipante. Un tipo muy simpático que espero volver a ver. La vida sigue… y el viaje también. Próximo destino: Chichén Itzá.
Parece mentira que ya haya atravesado todo Norteamérica (Canadá, Estados Unidos y México) pero así es. Cuatro meses de vivencias que han alimentado mi espíritu y mi estómago. Hablando de alimentación, si hay algo fundamental para la subsistencia del ser humano, aparte de oxígeno y agua, es precisamente la comida. La diversidad en esta materia es monstruosa. En cada lugar del planeta hay alimentos comunes y locales, productos elaborados bien distintos, diferentes maneras de cocinar y concebir el arte de comer. Vayamos paso a paso.
AMERICA: TRASH WAY OF LIFE
Es la tercera vez que visito Estados Unidos y doy fe de que, salvo excepciones -que las hay-, comen de asco. Un estilo de vida que evidentemente se ha extendido por todo el planeta con la cultura de la comida rápida. No voy a ser demagogo ni falso, yo también participo de vez en cuando de esa cada vez más insana manera de comer. Hamburguesas, tex-mex, bocadillos prefabricados, pizzas… todo servido a la orden de ya e ingerido a igual o menor velocidad de la que ha sido «cocinado». Dice el dicho: «Somos lo que comemos». A este paso en lugar de seres humanos de carne acabaremos siéndolo de pizzamburguesa. Es parte de la cultura de los grandes centros comerciales –malls– donde pasarse la vida macroconsumiendo, megaalimentándose y maxialienando nuestros cerebros. Aquello de «Pan y circo» que los romanos utilizaron para mantener a la masa dócil, continúa a día de hoy. Todo se centraliza en un mismo lugar; ocio y consumismo. En los centros comerciales podemos comprar de todo: Ropa, móviles, flores, comida, muebles, artículos de electrónica, entretenimiento… ¿Perdurará dentro de una década la fabada tradicional hecha por la abuela, el marmitako de la amatxi, el dulce de membrillo del Eusebio o los chuletones a la brasa de Patxi? Espero que sí. De todos modos ya nos están vendiendo las pizzas hechas hipotéticamente por palleses, arroz con leche más rico que el de Sor María del Convento de las Dominicas o un pan como el que hace El Miguel en la pastelería del pueblico.
Pero… a lo que iba. Por poner un simple ejemplo, encontrar un bote de tomate frito (tipo Orlando) en un supermercado de Estados Unidos es una ardua tarea. Y es que son muy dados a las mezclas imposibles. No vale una salsa de tomate a secas, tiene que venir preparada con ajo, cebolla, cilantro, pimiento y bien de grasa. Esto sucede en todo tipo de alimentos: yogures de piña y kiwi con trozos, agua mineral con sabor, filetes con condimentos añadidos… ¡Ah!, y muchos de ellos envasados en paquetes tamaño familia numerosa: Botes de helado de un par de kilos, hueveras de 24… Quizás lo que más me enervó fue descubrir que en un gran hipermercado de Anchorage no había ni una sola fruta o verdura. Tuve que investigar en un polígono industrial hasta encontrar finalmente una tienda de asiáticos donde tenían tomates y lechuga.
Unas semanas más tarde, descubriría en el hostal Green Tortoise de San Francisco la ignorancia culinaria de un par de inglesas. Estaba preparando un bol de fresas con leche y azúcar cuando se acercaron estas dos chicas de Gales con cara de extrañadas y me preguntaron si el plato que estaba haciendo se metía en el horno o si era un pastel muy elaborado. ¡Si es que con la basura de comida que ingieren cualquier cosa les parece alta cocina! Me hizo sentirme como el Ferrán Adriá del Green Tortoise.
No es entonces de extrañar encontrarse habitualmente por la calle decenas de obesos. No son personas con unos kilos de más, parece que están inflados con una bomba de aire y que van a reventar de un momento a otro. Hasta he estado tentado de pincharles con una aguja para ver si son de mentira. Todavía no puedo borrar de mi mente la imagen de una chica que ocupaba dos asientos de autobús y sorbía con ansiedad los últimos restos de un tanque de café cargado de nata.
G-ASTRONOMÍA: RARO, RARO, RARO
No hay que hacer ascos a nada y no ser un mindundis con la comida. Primero se prueba y si no te gusta pues a otra cosa mariposa. En Alaska probé una deliciosa y sabrosa hamburguesa de Caribú así como un jugoso halibut a la plancha -Blas, realmente tenías razón, es un exquisito pescado-. Si observáis la imagen es un pedazo de pez, para nada pezqueñín, y menos mal que no te lo sirven todo en el plato. Cerca del Denali National Park me reí bastante al descubrir las diferentes elecciones que debe hacer uno para configurar su desayuno: Puedes pedir los huevos Sunny side up (El lado del sol hacia arriba), vamos, los huevos fritos de toda la vida -que en México me llegaron a preguntar si los quería fritos por los dos lados-, scrambled eggs(revueltos), poached eggs y alguna otra versión más que no atino a recordar. Igual ocurría con el pan: Blanco, oscuro, con cereales… Divertido pero un tanto complicado cuando uno todavía tiene las legañas pegadas.
En Los Ángeles, mis amigos Nacho y Belén me iniciaron en unos extraños heladitos de té verde con forma de bola, recubiertos de pasta de arroz llamados algo así como Moccis o Mokis. Imposible olvidar también la excelente comida italiana y los sabrosos panes de ajo de la Trattoria «C and O» situada en el número 31 de Washington Boulevard en la que un plato individual parece una fuente para 3 comensales.
Ya en México, hace pocos días vi en televisión una anuncio muy divertido que publicitaba una marca de cacahuates -como les llaman aquí- hechos al estilo español (no sé muy bien qué significa esto). El caso es que en este anuncio aparecía un mozo vestido con el traje típico de San Fermín, con un periódico en la mano, escapando de un toro. En otro plano veíamos un cartel con el diseño que se usa en las corridas de toros en el que se leía «Pamplonada», que es como llaman en México a las tan conocidas fiestas de San Fermín de Pamplona.
Con su particular gusto por añadir picante a todo tipo de comida conocida, en el norte de México tuve el ¿placer? de probar un Tama-Roca, dulce de tamarindo enchilado.
Tama-Roca: Dulce de tamarindo enchilado
El año pasado, durante mi viaje a Perú, cerca de la frontera de Brasil degusté un refresco de Fanta con sabor a piña. Es curioso como, según los países, la misma marca estima que el mercado aceptará mejor unos productos que otros. Véase el caso de algunos productos que no triunfaron en España como la Cherry Coke o Tab. Sin embargo, durante lo que llevo de viaje, en el apartado de bebidas se lleva el premio a lo exótico la Fanta Fresa. ¿Se distribuirá algún día en España? Veamos lo que opina el experto.
Catando una lata de Fanta fresa
Como podéis apreciar en el momento de grabar estos videos -me encontraba en Tijuana- todavía era una persona decente, sin las barbas que gasto ahora. Entre las excelencias culinarias de la región de Chihuahua -puede que se venda en otros estados de México-, no me olvido del puesto que encontré en una calle de su capital, no muy lejos de la Plaza Hidalgo, que preparaba un receta «carente de colesterol»: Los Dori-Nachos.
Dori-Nachos
G-ASTRONOMÍA: RICO, RICO, RICO
Rememorando exquisiteces de la Ruta Panamericana, muy cerca del Hotel Hidalgo de Los Mochis (Sinaloa), a una cuadra más o menos, recuerdo un puesto llamado Hot Dogs Venezia con los perritos calientes más sabrosos que he comido hechos con aguacate, jamón, salchicha, cebolla frita, mayonesa, lechuga y tomate. Las salsas quedaban al gusto del consumidor. No muy lejos de ahí, en la sierra Tarahumara, tomé en el desayuno crema de olote -maíz blanco- caliente con piña. Tenía un aspecto muy parecido a la avena.
El tradicional Menú del Día que se ofrece en miles de bares y restaurantes españoles cada día, recibe en México el nombre de Comida Corrida. Diferentes platillos entre los que elegir a un precio muy económico. Tampoco me olvido de otras suculencias mexicanas como los tacos de camarón, nachos, enchiladas, chilaquiles, fajitas, tamales, sopes, pulpo a la veracruzana, pollo pibil, poc chuc… A diferencia del pan que acompaña a nuestras comidas, los mexicanos consumen tortillas de maíz o harina, esas con las que se hacen los tacos o burritos. El equivalente del tan español bocadillo sería lo que aquí llaman torta. Respecto a mis esfuerzos por aprender a hacer una tortilla española, he de decir que todavía se me resiste. Mi último intento en Morelia, a pesar de no contar con todas las herramientas necesarias, no resultó demasiado acertado.
En la sección de bebidas alcóhólicas, a mi paso por México me he convertido en un gran catador de cervezas rubias: Corona (la coronita es pequeñita; ¿la habrán llamado así en España para no tener conflictos con la monarquía?), Sol, Indio, Modelo, Dos Equis, Tecate… Todas ellas refrescantes con un sabor suave que quizás, a los amantes de la cerveza con cuerpo, les sepan casi a agua. Respecto al tequila (en sus variantes destilado, reposado y añejo) nada de sal y limón, se toma o chupa en pequeños vasitos a pelo. ¡Ándele! Y por supuesto uno no puede abandonar los Estados Unidos Mexicanos sin echarse un trago del cóctel nacional por excelencia: Margarita.
Llamativa también es la riqueza frutal del país que se refleja en cientos de puestecitos que ofrecen raspados (granizados), macedonias y jugos de frutas como la papaya, guayaba, toronja, fresa o el mango. Una marca imprescindible de zumos envasados que hay que probar es Jumex, que presume de ser una empresa 100% mexicana. En el apartado de refrescos, además de la mundialmente consumida Coca Cola -dicen que México es el país del mundo que más consume este refresco-, aparecen marcas autóctonas como el Boing de mango y otros sabores, la Manzanita Sol, Cristal de manzana -parecido al Kas Manzana-, bebidas energéticas como Red Bull e isotónicas como Gatorade. Siguiendo un método más tradicional, si vienes alguna vez a México no puedes dejar de probar el refresco de jamaica. Se consigue hirviendo la flor del mismo nombre y añadiéndole un poco de azúcar y hielo. ¡Riquísimo!
A pocos metros de la frontera con Belice, ante mi estómago se abre el horizonte culinario de Centroamérica. El frijol, las frutas y el arroz tendrán un papel predominante en los platos de estas regiones y ya sueño con probarlos. Sobre gustos hay mucho escrito y yo pretendo saber a qué saben Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Dentro de unas semanas os cuento.
Después de unas cuantas horas de autobús llegué a la estación de autobuses que gestiona el grupo ADO (Mayab, ADO Primera, Oriente…) en Cancún. Allí precisamente hice mi buena acción del día. Mientras compraba mi billete con antelación para ir a Pisté, oí como un isrealí intentaba explicar en inglés al vendedor de al lado que en el autobús de Playa del Carmen a Cancún, alguien les había robado una cartera con el pasaporte, el billete de avión de regreso y cierta cantidad de dinero, a no ser que se les hubiese caído a ellos. El vendedor, además de no entender ni papa de inglés, permanecía impertérrito y pasaba del asunto. En ese momento aparece en escena un servidor. Con un par de gestiones y averiguaciones, acudimos al mostrador de Atención al Cliente en el que por fortuna -vaya suerte que tuvo el israelita- estaba la cartera con el pasaporte y el billete de avión en su interior. Del dinero nunca más se supo.
ÑIKI ÑIKI
Para pernoctar había elegido el Hotel Cotty, sin embargo, cambié mi elección de alojamiento siguiendo la recomendación de un taxista. Al parecer, este lugar es elegido por muchas parejas para dar rienda suelta a su pasión durante unas cuantas horas. El taxista no era demasiado explícito: «Pues, es así como un hotelito para estar poco tiempo». Y continuaba con las medias tintas: «Hay como mucho ajetreo yo le recomendaría que fuera a otro». ¿No es más fácil decir que es un hotel en el que las parejas van a hacer ñiki ñiki?
Así que nos dirigimos no muy lejos de allí, al Hostal Punta Allen. Como me esperaba, mi «amable» conductor se llevó su correspondiente parte del pastel -comisión- por traer a un turista. Al final más hubiese valido hotel desconocido que bueno por conocer. El hostal tenía un precio sangrante -45 dólares-, un aire acondicionado que metía más ruido que un martillo neumático y era un horno crematorio. Lo único bueno que tenía era el restaurante Vagamundos, ubicado en sus bajos y propiedad de una estilista mexicana de renombre. Sus paredes estaban repletas de fotografías de la dueña en infinidad de lugares del planeta, entre ellos mi punto de destino: Bahía Lapataia (Tierra del Fuego). Al día siguiente cargué con mi mochila, guitarra y maleta y me trasladé al Hotel Colonial (Tulipanes 22 con Avenida Tulum). Por 35 dólares obtenías una habitación doble con televisión por cable y aire acondicionado.
MOLE TURÍSTICA
Cancún es el enclave turístico por excelencia de México. Por un lado está la ciudad y por otro la zona hotelera con más de 22000 habitaciones disponibles para los más de 3 millones de turistas de todo el mundo que llegan cada año. Todavía quedan muestras de la devastación que ocasionó el año pasado el huracán Wilma, el ciclón más poderoso que ha afectado a México en toda su historia. Bañada por el apacible y cristalino Mar Caribe, la ciudad ofrece todo tipo de servicios y divertimentos para sus visitantes: Restaurantes, cines, conciertos, playa, gimnasios, tiendas… A diferencia de otras ciudades y estados de México, Cancún, mejor dicho su zona hotelera, refleja los beneficios -según para quien- del turismo en sus calles perfectamente asfaltadas e iluminadas, resorts de lujo a pie de playa, centros comerciales gigantescos…
Personalmente no soy nada amante de los lugares turísticos a lo bestia por lo que lo mejor era pirarse lo más pronto posible. Tomé un autobús de Oriente -segunda clase- rumbo a Pisté, pequeño pueblecito ubicado a poco más de 3 kilómetros de las ruinas de Chichén Itzá. El viaje resultó un tanto infernal. Hicimos cientos de paradas en municipios escuchimizados. Todos ellos tienen atravesados en su calle principal decenas de topes -guardias tumbados- que son un verdadero incordio. Cada vez que se pasa sobre ellos parece que a uno le están agitando como a un tetra brik de zumo. Los topes son a México lo que las rotondas a Pamplona. Una plaga. Como viene siendo habitual, seguí las indicaciones de la Lonely Planet y busqué alojamiento en la Posada Olalde. Atención al mural que fotografié de este hospedaje con una particular traducción del inglés. ¿Aceptamos la expresión tranquil setting como «lugar tranquilo»?
CENOTE IK KIL
No se trata ni de un restaurante ni de la mayor cena jamás cocinada. La península de Yucatán está llena de estos fantásticos depósitos de agua y cavernas que se inundaron durante la última glaciación, para convertirse en verdaderas cápsulas del tiempo en las que se pueden observar increíbles estalactitas y estalagmitas, además de ser la principal fuente de agua dulce de la región, pues en la superficie no hay ríos y toda el agua proviene del subsuelo.
Ik Kil está localizado en un parque eco arqueológico a pocos kilómetros de Pisté. Su Cenote Sagrado Azul es espectacular. Se encuentra a 26 metros del suelo y está rodeado de espesa vegetación y aguas cristalinas ideales para nadar.
Piscina natural
Los cenotes varían en su forma y tamaño según donde se ubican. Pueden ser tan dispares como esos hundimientos que los hacen posibles: los hay abiertos a manera de lago u ojo de agua; los semiocultos en cavernas; los cerrados que por lo general tienen algunas aberturas por donde se filtra la luz del sol; y algunos a los que solo es posible acceder después de una caminata por pasillos subterráneos. Ik Kil es del primer tipo.
Cenote Sagrado Azul
Se calcula que en el Estado de Yucatán hay más de 2500 cenotes, aunque al parecer hay infinidad sin catalogar por lo que esta cifra puede ascender a cerca de 6000. Si a éstos les sumamos los 2500 que hay en el vecino estado de Quintana Roo, nos dan un total de 10.000 en toda la península. Pero… ¿a qué había venido yo? Pues a pegarme un buen chapuzón.
¿Probamos que tal está el agua?
A veces tengo la impresión de que nací con un pan debajo del brazo. Hace falta tener suerte para llegar y encontrarme el cenote completamente vacío. Si obviamos al vigilante. El agua estaba fresquita y plagada de pequeños pececitos negros. Sobre esta piscina natural caen además un par de cascadas y cientos de raíces de más de 20 metros cuelgan desde el exterior hasta tomar contacto con el agua. Un paraje inolvidable. El segundo chapuzón, ejecutado desde la parte más alta de la que se puede saltar, tocaba brindarlo a la «Ruta Panamericana».
Al agua Josus
En la superficie, el lugar está equipado con todo tipo de servicios: Restaurante con buffet a 120 pesos por persona, duchas, baños, tienda de souvenirs así como un puestecito para alquilar toallas y salvavidas. También por lo que parece se puede alquilar una de las preciosas cabañas que hay a lo largo del camino Para acceder al cenote hay que bajar por unas largas escaleras que conducen a la base de éste. En el camino hay un par de balconcitos desde los que apreciar este regalo de la naturaleza.
Vista superior del cenote
La entrada cuesta 60 pesos y abre a diario de 8 de la mañana a seis a 18:00 horas. Para otro viaje queda pendiente visitar algunos de los cenotes más importantes de Yucatán: Cuzamá, Dztnup, Xlacah, Lukunchán (cenote tierno), X-Azul (niña azul), Mumundzonot (pequeño lodazal) y Sac-nicté (flor blanca). Una ruta ineludible.
CHICHÉN ITZÁ, ENCANTO MAYA
Pisté, mi centro de operaciones, es un pueblecito pequeño carente de interés. La carretera lo atraviesa de un lado a otro sin siquiera inmutarse. En esta arteria principal abundan decenas de restaurantes caseros que no sé ni si tendrán permiso de venta al público. Muchos de ellos ofrecen platos económicos de la gastronomía yucateca así como un riquísimo pollo asado con arroz, tortillas y cebolla al carbón. Para ir a las ruinas de Chichén Itzá se puede ir en un colectivo que sale de la plaza del pueblo y te deja en la carreterita de acceso al complejo o bien tomar un taxi por 25 pesos. Si tienes la suerte de poder visitar las ruinas en domingo, en lugar de pagar 95 pesos, pagarás 50. El precio incluye el espectáculo de luz y sonido que se realiza cada día a las 19 horas en invierno y una hora más tarde en verano.
El nombre de Chichén-Itzá significa en maya «en la orilla del pozo de los itzáes». Es uno de los lugares más visitados y controvertidos del mundo Maya. Su historia y su cronología todavía a día de hoy es un verdadero rompecabezas. Declarado Patrimonio de la Humanidad en 1988, este complejo arqueológico combina grandeza histórica y naturaleza. Antes de visitar este impresionante complejo arqueológico conviene aprovisionarse de un buen sombrero, un par de litros de agua, algo de comida y crema para el sol. Nada más entrar uno se topa con su estructura más importante: El Castillo. Desde hace un tiempo se ha prohibido subir a lo más alto debido al daño que estaba generando el turismo.
El Castillo
La Pirámide de Kukulcán -Quetzalcóatl para los aztecas-, con sus más de 30 metros de altura, es la construcción más imponente. Los números de sus medidas están relacionados con las cifras del calendario solar maya. Por ejemplo, 91 escalones multiplicado por sus cuatro lados nos da un total de 364, más el templo de la plataforma superior hacen 365, los días del año. En este edificio se plasma la exactitud del profundo conocimiento de los mayas.
Pirámide de Kukulcán vista desde el Grupo de las Mil Columnas
En El Castillo, como en muchas otras construcciones mayas, aztecas y teotihuacanas, se da un curioso fenómeno acústico. Si uno se coloca frente a la pirámide, alineado con el centro de la escalera, y grita o da una palmada se escucha como eco un chillido agudo similar al emitido por un ave. Por otro lado, si una persona se encuentra de pie en la plataforma superior -actualmente imposible-, donde se encuentra el templo del castillo, al hablar con voz normal puede ser escuchado con claridad por los que están a nivel de la tierra a gran distancia.
Vista sur de El Castillo
Frente al Castillo está la Plataforma de Venus. Desde ahí a través de un sacbeoob -más conocido como sacbé- (calzada maya elevada hecha de piedra cálcica) de 300 metros en dirección norte se accede al Cenote Sagrado. En 1900 Edward Thompson, profesor de Harvard y cónsul de los Estados Unidos en Yucatán, compró por 75 dólares la hacienda en la que se hallaba Chichén Itzá. Intrigado por las leyendas sobre jóvenes doncellas que fueron arrojadas al cenote en honor de las deidades mayas, Thompson decidió dragarlo, y de sus aguas salieron huesos humanos, así como joyas de oro y de jade de todas partes de México y de lugares distantes, como Colombia. Gran parte de estos objetos se encuentran en el Peabody Museum de Harvard, aunque muchas piezas han sido devueltas a México.
Cenote Sagrado
El paseo por Chichén Itzá, sin demasiado detenimiento, viente a durar cerca de 6 horas. Todavía nos queda por ver el Grupo de las Mil Columnas formado por el Templo de los Guerreros, Templo de Chac-Mool, Templo de las Grandes Mesas y el Baño de Vapor. Más allá, en dirección sur, uno se topa con el Cenote Xtoloc, El Osario, El Caracol -también conocido como Observatorio-, el Edificio de las Monjas, una estructura llamada La Iglesia que curiosamente tiene un pene esculpido (a ver si lo encuentras) en uno de sus relieves o el Templo de los Tableros Esculpidos.
Quien no ha oído hablar a estas alturas de las famosas 7 maravillas del mundo: Pirámides de Gizeh, Jardines Colgantes de Babilonia, Templo de Artemisa en Efeso, Estatua de Zeus, Mausoleo de Halicarnaso, Faro de Alejandría y el Coloso de Rodas. De ellas solamente quedan en pie las pirámides de de Gizeh. Para aquellos que no lo sepáis el próximo mes de julio de 2007 se anunciarán en un gala retransmitida por televisión para todo el planeta, las nuevas 7 maravillas del mundo.
Chichén Itzá se encuentra nominada, entre 21 finalistas, para ser una de las nuevas 7 maravillas modernas. Si quieres votar por ella puedes hacerlo a través de la web New 7 Wonders. En mi ruta panamericana quedan muchas maravillas más por descubrir. ¿Te animas a seguirme? Próximo destino: Cobá.
Antes de abandonar México me quedaban de camino, en el Estado de Quintana Roo, dos importantes ruinas de la Riviera Maya: Cobá y Tulum. Me levanté muy pronto por la mañana para ir andando a la estación de autobuses de Pisté donde tenía que coger a las 7:30 el autobús que me llevaría a Cobá. Poco más de hora y media más tarde me bajé en el pueblo, justo al lado de la Posada «El Bocadito» que hace también las funciones de paradero y salida de autobuses hacia Tulum, Valladolid, Cancún y otros destinos. No hay demasiadas opciones de alojamiento en este pequeño pueblecito así que decidí quedarme allí mismo. Cuartuchos un tanto depresivos por 200 pesos. El recepcionista-camarero intentó tangarme 50 pesos más por la noche pero esta vez no me dejé. Habiendo llegado tan temprano, hubiese sido mejor encontrar un lugar donde me guardasen el equipaje, ir a ver las ruinas y salir en el autobús de la tarde rumbo a Tulum. De eso me daría cuenta demasiado tarde.
Del pueblo al complejo arqueológico, situado a orillas del Lago Cobá, hay poco más de 2 kilómetros de distancia por lo que se puede ir a pie perfectamente. La entrada cuesta 45 pesos, 30 más si se pide permiso de cámara de video. Para recorrer las ruinas es preferible alquilar una bicicleta en el puesto que se encuentra pocos metros después de acceder al recinto. Creo que el precio por todo el día eran unos 30 pesos. La razón es que cada grupo arqueológico está separado por senderos de algo más de 2 kilómetros. De esta manera solventamos un poco el calor sofocante de la selva disfrutando de una leve brisa mientras pedaleamos. Si uno es más vago, por 90 pesos, un chico te lleva a visitar las ruinas en trici-taxi como un verdadero marajá.
Parking de bicis en la selva
La particularidad de Cobá, que en maya significa «aguas removidas por el viento», son los numerosos edificios monumentales y templos más pequeños ubicados en plena selva conectados entre sí por una extensa red de caminos. Estos sacbeob no sólo comunican los diferentes grupos de estructuras sino que lo hacen también con otras antiguas ciudades más lejanas como Yaxun (100 kilómetros) e Ixil (19 kilómetros).
El primer grupo que visité fue Macanxoc donde se erigen varias estelas que servían, a modo de diario pétreo, para registrar eventos importantes y que narran los logros y actividades de los gobernantes. Allí me encontré con tres andaluces que «hablaban» a limpio grito, un rasgo típico para reconocer en el extranjero a turistas españoles e italianos. Una exuberante vegetación rodea este mágico enclave con una ruidosa banda sonora en la que se mezclan silbidos de pájaros, zumbidos de insectos y el crujir de ramas en la distancia, provocado seguramente por algún mono.
Cogí de nuevo la bicicleta y descendí rumbo al Conjunto de las Pinturas, esplanada con varios edificios que recibe este nombre porque el interior del templo principal estaba completamente decorado con diversos motivos pictóricos. Allí me topé con esta gigantesca y simpática iguana tomando el sol plácidamente. Descendiendo por el sendero se llega a un cruce cuyo camino se dirige al resto de complejos de Cobá: Nohoch Mul, el Templo 10 -más conocido como La Iglesia– y un bien conservado juego de pelota.
Juego de pelota
A diferencia de otros yacimientos mayas que he visitado, las construcciones de Cobá tienen un diseño distinto del que predomina en la zona de la Riviera Maya. Los arqueólogos han descubierto muchos vínculos con la gran ciudad Maya de Tikal (Guatemala) -que visitaré en unos días-. Dicen los entendidos que los nobles y la realeza de ambas ciudades se casaban para fortalecer el poder político.
Una vez pasado el juego de pelota, te encuentras en medio del camino una curiosa pirámide de 24 metros de altura que, debido a la confluencia de decenas de saacbés, suponen que fue la puerta de entrada o centro ceremonial de esta ciudad maya. Este edificio se conoce como La Iglesia y debe su nombre a que cazadores y agricultores depositan en la actualidad ofrendas, oran y colocan veladoras ante la estela de esta construcción.
Puerta de entrada a Cobá
Una de las principales atracciones de Cobá es Nohoch Mul, la pirámide más alta en la península de Yucatán, que se levanta 42 metros sobre el suelo. Se pueden subir los 120 escalones de la pirámide para tener una increíble vista de la selva, el resto de estructuras y el lago Macanxoc al fondo. Con el calor pegajoso de mediodía el ascenso se hace muy fatigoso puesto que además la escalera esta muy dañada y es un verdadero rompepiernas. No apto para gente con vértigo. Sin embargo, todo esfuerzo tiene su recompensa: Una vista de 360 grados que se pierde en el horizonte.
Panorámica desde la Gran Pirámide
Se estima que Cobá tiene 6.500 estructuras en total de las cuales tan sólo unas pocas han sido recuperadas de la selva. Allá en lo alto de la pirámide, la única sombra que se podía obtener era entrando en el interior del minúsculo templo que la corona cuyo hedor a humedad resultaba poco agradable. El sol continuaba castigando nuestro atrevimiento aunque una nube se apiadó concediéndonos una tregua.
Iosu en lo alto de la Gran Pirámide
Para aquellos que no hayáis consultado últimamente el apartado de cobertura en diferentes medios de comunicación de la Ruta Panamericana, hace unos días publicaron un artículo en el suplemento De Viaje del Diario Reforma, uno de los más importantes de México junto con El Universal. ¡Hasta me hicieron una sesión de fotos metido en una maleta de viaje! Además me han entrevistado en el programa «Balón desastre» de Radio Marca, «Hasta aquí hemos llegado» de Radio Vitoria y «El Laboratorio» de la COPE, éste último realizado por los alumnos del Master de Radio de esta emisora. Intentaré colgar el audio próximamente.
El resto de la jornada se resume en un paseo a orillas del Lago Cobá, una comida a base de fajitas de pollo y dos coronitas, un par horas en internet y de cena unos espaguettis con tomate que me sentaron muy mal. A la mañana siguiente, con el cuerpo más revuelto que si me hubiesen centrifugado en una lavadora, tomé el autobús de Oriente de las 10:30 que hacía parada intermedia en el pueblo.
Llevo varios días que no me encuentro bien de salud y estoy algo preocupado. No parece nada grave pero hoy iré al médico para quedarme un poco más tranquilo. Puede que sea un virus que, asociado a la morriña y la tristeza que me invade a ratos, se está haciendo de rogar para ser aniquilado por mis defensas. Tomaré Actimeles de naranja por un tubo como Nicola de Gran Hermano. Como véis, al menos no he perdido el sentido del humor. Aún y todo, en el fondo estoy muy ilusionado por continuar mi aventura por Centroamérica. Próximo destino: Tulum, a tan sólo 42 kilómetros de aquí.
Hora y media más tarde de salir de Cobá entraba en la estación de autobuses ADO de Tulum. Saliendo a mano izquierda por la puerta que da a la Avenida Tulum (carretera general y principal arteria que atraviesa el pueblo), recorrí unos 30 metros hasta dar con el Hotel Maya. Por 250 pesos me ofrecían una habitación confortable con baño privado, televisión por cable y ventilador. Me pareció correcto teniendo en cuenta el estado deplorable de salud en el que me encontraba. Sólo pensaba en tumbarme en una cama cuanto antes. Al costado de este hotel hay un par hostales económicos que ofrecen desayuno gratis, internet, lockers y que son perfectos para conocer a otros mochileros: Weary Traveler Hostel (Tfno. 998 887 01 91) y el Tulum Hostel (tomando la callecita que está justo enfrente del Hotel Maya). El tiempo no acompañó. Sobre el Mar Caribe se había instalado una onda tropical que originaba en la zona tormentas esporádicas bastante potentes.
La mejor opción para disfrutar de las espectaculares playas de Tulum es alojarse en una de las centenas de cabañas que se encuentran al pie de éstas. A lo largo de 27 kilómetros de costa de finísima arena blanca y aguas color turquesa, en el tramo comprendido entre las ruinas de Tulum y el acceso a la Reserva de la Biosfera Sian Ka´an, se ofrecen alojamientos y restaurantes para todo tipo de gustos: El Mirador, Mezzanine, Papaya Playa, Posada del Sol, Hemmingway, Playa Xcanan…. Un lugar de encanto bohemio con decenas de actividades para practicar (buceo, snorkel, pesca, cenotes…) e idóneo para disfrutar de tu nidito de amor junto con tu novio/a.
Siguiendo la carretera en dirección norte rumbo a Cancún se suceden playas preciosas como Playa del Carmen o Akumal, centenares de complejos hoteleros, centros de ocio y diversión como Xel-Ha o Dolphin Discovery, maravillas de la naturaleza como Hidden Worlds donde vivir la aventura en estado puro como y secretos ocultos con más de 5 millones de años de antigüedad como Aktun Chen.
FORTALEZA EN EL PARAISO
Tulum, que en maya significa «Cerco, seto o muralla», se localiza 128 kilómetros al sur de Cancún. Este sonoro nombre se le puso a la ciudad, al parecer, por los muros que la rodean en tres de sus lados. Un precioso acantilado y el Mar Caribe sirven de cuarto lado. Desde Tulum pueblo se puede llegar al complejo arqueológico en una combi que para a lo largo de la Avenida Tulum y vale 10 pesos o bien tomar un taxi por no más de 30 pesos el trayecto. El primer medio de transporte te deja en un cruce con la pequeña carretera por la que se accede a las ruinas. Desde ahí hasta la entrada es poco más de 1 kilómetro andando. Recomiendo no tomar el trenecito que te acerca desde el mercado de artesanía que está muy cerca de las ruinas porque no merece la pena.
Para visitar las ruinas de Tulum, hay 6 cosas que no debes olvidar llevar contigo: Un sombrero o gorra, crema de protección solar, traje de baño, calzado cómodo, toalla y una botella de agua. La playa a la que se tiene acceso desde las ruinas es realmente hermosa. Un lugar perfecto para refrescarse después del tour de piedras y disfrutar del agua de Mar Caribe.
Playa junto a las ruinas
Tulúm fue un puerto mercante próspero hasta la llegada de los conquistadores españoles en 1518. Éstos quedaron sorprendidos por la belleza, tamaño y fuerza de esta antigua fortaleza construída en un risco con vista a las aguas turquesas del Caribe. A día de hoy, cada visitante que llega, entre los que me incluyo, no deja de fascinarse ante semejante espectáculo. Incluso en días oscuro y tormentosos como el que me tocó a mí. Fue una verdadera lástima no poder bañarme en un entorno tan paradisiaco.
Playita paradisíaca junto al Templo del Dios del Viento
A menos de 300 metros de la entrada, siguiendo el camino que indican las señales, se llega a una muralla con una abertura angosta que hace las funciones de puerta de acceso. Poco más allá, continuando por esta misma senda, se llega a la otra puertecita que también permite el acceso a la ciudad. Tulum cuenta con un atractivo turístico desmesurado. Es necesario recalcar que estas ruinas, de no ser por el maravilloso entorno en el que se encuentran situadas, no tendrían mayor interés del que pueden suscitar otros yacimientos arqueológicos mayas.
En riguroso orden, marcado por el mismo camino, uno se va encontrando con las diferentes estructuras que conforman Tulum. Primero la Casa del Cenote, ubicada en la parte norte del conjunto amurallado, es una prueba de la importancia que los mayas daban al culto vinculado a los cenotes. No muy lejos de ahí aparecen tres minitemplos junto al Templo del Dios del Viento, en honor de Kukulcán como Dios de los Vientos que depara las mejores vistas de El Castillo. Llama la atención la belleza de la playa que se encuentra encajonada entre este templo y el de Dios Descendente, lugar en donde seguramente atracaron en el pasado las naves mayas que comerciaban en torno a la península.
A continuación uno se topa con El Palacio, la Plataforma de la Danza y el imponente El Castillo, impresionante edificación que se erige sobre el acantilado -debió de ser una torre vigía-, brinda una majestuosa vista al océano y desde sus alturas se pueden apreciar las playas que se extienden a muchos kilómetros en ambas direcciones.
De camino hacia la salida del recinto no se puede dejar de ver el Templo de las Pinturas, cuyos frescos apenas visibles constituyen, junto con los de Bonampak, uno de los más importantes testimonios de la pintura mural maya prehispánica. Durante mi visita al complejo arqueológico tuve bastante suerte porque no cayó ni una gota. Justo al final de mi visita, cuando estaba disfrutando de la maravillosa vista que ofrece la parte posterior de El Castillo, se desató el diluvio universal.
El Castillo bajo la lluvia
Menos mal que soy un hombre precavido. Saqué el paraguas y corrí a refugiarme bajo un árbol. Creo que el video no hace justicia a la magnitud del aguacero que estaba cayendo.
Bajo una tormental tropical
El día antes de irme de Tulum conocí a dos españoles muy simpáticos, Carlos y Eva, en un cibercafé. Esta pareja de madrileños decidió dejar sus respectivos trabajos para viajar durante 4 meses por el mundo. Habían estado en Cuba y México y en unos días iban a coger un avión rumbo a La Paz (Bolivia) para conocer este país andino así como el vecino Perú. Decidimos trasladar nuestra interesante charla a una terraza cercana en la que conversamos durante largo rato sobre nuestras experiencias viajando, acompañados de unos riquísimos licuados de frutas. La ruta debe continuar. Próximo destino: Chetumal, la capital del Estado de Quintana Roo.
Aproximadamente son 380 kilómetros los que separan Tulum de Chetumal, la capital del Estado de Quintana Roo. La ciudad se convirtió en mi base de operaciones para realizar un reportaje sobre la extracción de chicle natural de la selva. Desde la estación de autobuses se puede tomar un taxi al centro por 12 pesos. Me alojé en el Hotel María Dolores (Avenida Álvaro Obregón 206, teléfono 983 205 08) por 215 pesos la noche en habitación con baño privado, televisión por cable y limpieza diaria. Si visitas Chetumal no puedes dejar de probar un sabrosísimo pollo horneado al carbón en «El Pollo Brujo», que también tiene un local en el pequeño pueblo Subteniente López, lugar en el que se encuentra el puesto fronterizo entre México y Belize. La frontera está sólo a 10 kilómetros y se puede llegar en colectivo por 8 pesos.
Después de atravesar el puesto a pie sin necesidad de mostrar identificación alguna, cruzas el puente que une ambos lados del Río Hondo (frontera natural y límite entre México y Belice) y llegas a la llamada Zona Libre. Situada en tierra de nadie, como el duty free de los aeropuertos, en sus decenas de comercios se vende tabaco, alcohol, productos de electrónica, cosméticos y todo tipo de ropa, entre otros enseres. También han edificado dos casinos para los aficionados al vicio del juego. Los precios tampoco es que sean la mayor ganga del planeta. Me compré unas zapatillas Puma por 45 euros. ¿O quizá sí? Como podéis apreciar en la fotografía, entre tantos cachibaches hasta había una toalla del Athletic Club de Bilbao. Ranedo, exportáis la garra de San Mamés hasta los confines del mundo. Estuve a punto de comprármela de recuerdo.
Frontera México-Belize
Chetumal se refresca con la brisa de su bahía y me sirve como toma de contacto con la diversidad étnica y cultural que encontraré en el país vecino. Aquí conviven en paz y armonía diversos grupos étnicos: Descendientes de los mayas, mulatos beliceños y mestizos. Los alrededores de la capital de Quintana Roo ofrecen multitud de atracciones turísticas como la bellísima Laguna de Bacalar y los siete cenotes que la alimentan. En sus aguas se practica la vela, el remo y el buceo.
Comunicado con ésta por unas venas subterráneas surge de pronto el Cenote Azul, uno de los más grandes y hermosos del estado. No muy lejos quedan algunas zonas arqueológicas como Oxtankah, Kohunlich o Dzibanche. Es una pena que una iniciativa tan interesante como el Parque Temático Rural Pueblo Chiclero, ubicado en el ejido de Chacchoben, se encuentre en decadencia. Hasta hace unos meses en él se mostraba a los visitantes los usos, costumbres y tradiciones de los antiguos chicleros. Personalmente creo que algunos de los ejidos que se dedican actualmente a la extracción de chicle deberían promover como fuente de ingresos las visitas turísticas guiadas para dar a conocer esta fascinante actividad rural.
JUNGLE GUM: EXTRACCIÓN DEL CHICLE NATURAL
Visto que no era sencillo buscar un lugar en el que me pudiesen mostrar el proceso de extracción del chicle natural, me puse en contacto con el Licenciado Manuel Aldrete, director ejecutivo de la Unión de Productores de Chicle Natural cuya sede está en Chetumal. Mantuve una entrevista con él y más tarde acompañé a Gerardo Ramírez, gerente de producción, y su ayudante Jorge Verduzco a la bodega que tienen en Felipe Carrillo Puerto para tomar imágenes de noche de varias toneladas de chicle listo para ser exportado a Japón y Corea. Todos ellos me trataron de forma excelente.
El término chicle proviene de la palabra náhuatl chictli. Se obtiene del látex del chicozapote (Manil-kara zapota), árbol de origen amazónico que habita el Gran Petén, región que cubre el sur de la península de Yucatán, el norte de Guatemala, Belice y algunas áreas de Honduras. Hace siglos, los mayas descubrieron que si se exponía el látex de esta planta al calor se convertía en una sustancia con consistencia parecida al caucho, que al ser masticada liberaba progresivamente un sabor dulce. Cuando los europeos llegaron a América, quedaron tan fascinados con el chicle, que decidieron explotar los bosques de zapote para sacarles el prodigioso látex con el fin de elaborar chicle para el comercio.
Siglos más tarde, el cambio climático, la excesiva explotación forestal, la preferencia por lo sintético de las fábricas de chicle y la oportunidad de trabajar en otros oficios redujeron drásticamente el volumen de esta actividad. De 20.000 chicleros se redujo a menos de 4000 en la actualidad -siendo optimistas-. Nada ayudó tampoco la salida al mercado de los primeros chicles elaborados a base de compuestos sintéticos derivados del petróleo, mucho más baratos y de mejores propiedades al paladar.
Manuel Aldrete y Gerardo Ramírez me remiten a Esteban Mex, encargado de la bodega de la Cooperativa de Chicle del Ejido de Noh-Bec. Tomé una combi en dirección a Andrés Quintana Roo. Allí busqué a alguien que me diera el flete (me acercase) al poblado de Noh-Bec. Me alojé en casa de Guillermo Escobar, chiclero de profesión, quien me cuenta que la época de recolección del chicle tiene lugar «entre julio y febrero, en la estación lluviosa, ya que con la humedad del ambiente la resina mana con mayor facilidad». Tengo una oportunidad única para conocer in situ el proceso de extracción del chicle natural. Os lo voy a mostrar paso a paso.
1. Monteo y campamento
Cuando se inicia la temporada, los chicleros se dirigen al «monte» (selva) para seleccionar una zona en la que haya tanto cantidad como calidad de zapotes con el fin de obtener el mayor número posible de kilos de resina. Una vez han localizado el lugar, instalan ahí un rudimentario campamento con estancias para dormitorios (varias hamacas), cocina y almacén. El campamento contará además con la ayuda de una cocinera, un aguador y un leñador; labores que en la mayoría de veces las realizan esposas e hijos de los mismos chicleros.
Algunos ejidos tienen más dificultad para acceder a la selva debido a su accidentada orografía. El caso de Noh-Bec es distinto. Situado en una amplia llanura y con una buena red de caminos, prácticamente se puede llegar a todos los lugares en motocicleta. En este medio de transporte me dirigí con Guillermo a extraer chicle natural.
Yendo a chiclear en moto
2. Extracción de la resina
Guillermo se levanta cada mañana sobre las 4:30 para poder llegar temprano a su zona de trabajo. Si quería conocer el quehacer de un chiclero no me quedaba más remedio que madrugar. Subí a su moto y recorrimos los cerca de 20 kilómetros de pistas de tierra mientras los primeros rayos de sol se asomaban por el horizonte. Una vez llegamos, dejamos la moto y nos adentramos alrededor de medio kilómetro en la espesura de la selva.
Todo trabajo necesita de herramientas.
El equipo del chiclero consta de una soga con la que se amarra al árbol, botas de plástico en las que ajusta unas pullas -variante de los crampones de alpinismo- para ascender al árbol, un machete afilado, un par de bidones con capacidad para 20 litros y varias bolsas recolectoras manufacturadas en cuero, denominadas chivos. La extracción del chicle se realiza con la técnica del picado del tronco del zapote en zig zag, cortando la corteza para no dañar el árbol. Por estos surcos que el chiclero realiza con un machete se deslizará la resina del zapote hasta el chivo durante toda la jornada. En ocasiones los chicleros recogen por la tarde la cantidad extraída del árbol -puede variar de 1 a 10 kilos- y la almacenan en un bidón para protegerla de la lluvía y la humedad. Otras veces, si no hay riesgo de tormenta, dejan que el chivo recoja todo el chicle posible hasta el día siguiente.
Extracción de la resina
Chiclear no es un trabajo carente de riesgos. En primer lugar los chicleros deben estar atentos a peligros que encierra la jungla como serpientes, plantas venenosas, insectos, mosquitos o jaguares. Por otro lado, cuando se suben al zapote llegando a alcanzar alturas superiores a 12 metros, tienen que estar muy concentrados ya que una maniobra mal realizada o un error con el machete puede acabar con sus huesos en el suelo. Estas caídas pueden provocar desde una simple fractura, invalidez parcial o incluso la muerte.
Picando el árbol de zapote
Después de 8 horas de duro trabajo, rellenamos el bidón con la resina obtenida, recogimos las herramientas y volvimos al sitio en el que habíamos dejado la moto para regresar a casa.
3. Colado del chicle
Como Guillermo no iba a cocinar su chicle hasta el domingo y yo debía proseguir mi viaje lo antes posible, acudí a casa de otro chiclero, Ángel Leyva, que con la ayuda de su mujer me mostrarían la parte más espectacular de este trabajo artesano. Antes de comenzar la cocción del chicle, mediante una especie de bolsa de rejilla se limpia la resina obtenida de impurezas tales como hojas y restos de madera que hayan podido introducirse en la bolsa recolectora.
Colando el chicle
4. Cocción: Cuajado del chicle
Una vez que colamos el chicle llega uno de los momentos claves: La cocción. Se prepara con madera del mismo zapote un fuego consistente, se coloca la paila -caldero gigante- encima y se vierte en su interior toda la resina acumulada durante una semana de trabajo. Así como la extracción se hace en solitario, esta parte del proceso se realiza generalmente en grupo, puesto que participan el propio chiclero y algún miembro de su familia. Nos ayudaron la mujer de Ángel y una de sus hijas.
Proceso de cuajado
Muchas veces hemos oído esa frase que dice «Somos lo que comemos». Lo que no sabemos a ciencia cierta es qué estamos metiendo día tras día en nuestro cuerpo y si con el paso de los años eso nos pasará factura. Quien no se acuerda de las miles de veces que tu madre o un mayor te dijo cuando eras pequeño: «No te tragues el chicle porque es malo». Ángel defiende las propiedades del chicle natural.
Chicle natural vs chicle sintético
Desde la Unión de Productores de Chicle Natural se está terminando de desarrollar una máquina en la que se pueda cocinar el chicle evitando así a los chicleros este proceso tan trabajoso en el que están expuestos a altas temperaturas durante cerca de 5 horas. Supone un gran esfuerzo físico que tiende a producir en el futuro problemas de reuma y otro tipo de dolencias. Sin embargo, los mismo chicleros parece que prefieren controlar ellos mismos esta parte del proceso para «no perder cantidad de producto final», comenta Ángel.
Terminando de cuajar
La principal función del proceso de cuajado es eliminar la humedad que porta la resina del zapote y obtener mayor pureza en el producto final. Cuando comienza a tomar un color café y expulsa una especie de aceite, ya está listo para ser retirado del fuego.
5. Proceso de enfriamiento
Durante la cocción el chicle llega a alcanzar temperaturas superiores a 150 grados por lo que es necesario enfriarlo antes de ser enmarquetado. Con el mismo palo que se ha removido durante el proceso de cuajado, se estira el chicle que contiene la paila hacia el exterior para que poco a poco alcance la temperatura ambiente.
Enfriado del chicle
Todavía deberemos continuar con este proceso por espacio de una hora más. Aquí es donde mejor se aprecia la textura elástica del chicle.
Plano cenital del enfriado del chicle
Está bien eso de mirar, entrevistar y grabar imágenes para un futuro reportaje -que por cierto resultó agotador- pero habrá que ayudar un poco ¿no?
Echando una manito
6. Limpieza de utensilios
Como todo cocinero profesional, una vez que se ha terminado de cocinar, lo primero que hay que hacer es limpiar los utensilios que se han usado. Atentos a la depurada técnica que utiliza Ángel Leyva.
Limpieza de la paila
7. Proceso de enmarquetado
Terminada la cocción y limpieza de los utensilios, antes de comenzar a hacer las marquetas o bloques de chicle, se limpia el suelo con agua y jabón. La razón de hacerlo es para no contaminar el chicle de impurezas así como evitar que se pegue. Hecho esto, se divide el chicle en montones de masa de unos 10 kilos. A continuación, se introduce en un bastidor de madera, usando de nuevo agua y jabón, para producir una hermosa marqueta de chicle.
Enmarquetado
8. Pesado, control de calidad y almacenaje
Al día siguiente, una vez que las marquetas de chicle estaban frías, las transportamos en la moto de Guillermo a la bodega de la Cooperativa de Chicle de Noh-Bec. En los ejidos que instalan campamentos, si los vehículos no pueden acceder hasta ellos, se deberá transportar la mercancía en mulas, como se hacía antiguamente.
Esteban Mex, administrador de la Cooperativa de Noh-Bec, se encarga de recibir las marquetas, pesarlas en una balanza, marcar cada una de ellas con un sello que indica su origen (Ejido y Chiclero) y las almacena en su correspondiente palet de madera. Así se lleva a cabo un control de calidad y registro de la producción de cada chiclero.
Bodega Cooperativa de Chicle Natural de Noh-Bec
Finalmente, se transporta toda la mercancía en un camión a la bodega principal en donde se guarda en costales de 70 en 70 kilos. Ya tenemos listo el chicle natural para ser exportado a países como Italia, Japón, Corea o Indonesia.
INDUSTRALIZACIÓN DE LA GOMA DE MASCAR
La Unión de Productores de Chicle Natural está construyendo una fábrica propia en la que producir chicle envasado con sabor a menta. Tuve la suerte de poder probar uno de los primeros ensayos del producto y no estaba nada mal. Creo que se nota la diferencia entre un chicle hecho con materia prima natural y los sintéticos que predominan en el mercado. Una de las marcas que presume de ser la única en México que fabrica su producto con chicle natural es Natural Gum Chicle, quienes también ofrecen diversas versiones afrodisiacas bajo nombres como Sex Gum, Extasy Gum y Love Gum.
Buceando en la historia del chicle cuenta Wikipedia que Antonio López de Santa Anna, tras haber sido depuesto del gobierno mexicano por la revolución liderada por Benito Juárez, se exilió en los Estados Unidos. Mientras vivía en Staten Island, Nueva York, se hizo llevar un cargamento de chicle natural, al que era muy aficionado. Un conocido suyo, el industrial e inventor Thomas Adams concibió el proyecto de utilizar el material como sustituto del caucho, que alcanzaba precios estratoféricos para la época.
Sin embargo, la resina del zapote era demasiado blanda para ese fin y Adams perdió grandes cantidades de dinero intentando utilizarla para hacer neumáticos de bicicleta, juguetes, botas de lluvia y máscaras. La afición del general López de Santa Anna a mascar este material cauchoso le sugirió la idea de comercializarlo como sustituto de la parafina, que la gente joven utilizaba para mascar por ese entonces. En 1869 obtuvo una patente para la goma de mascar, y dos años más tarde comenzó a comercializarla en masa bajo la marca Adams New York Chewing Gum. En 1875 tuvo la idea de mezclar el producto con jarabe de arce y regaliz para darle sabor.
El sabor de menta, tan popular actualmente, no se introdujo hasta 1880; en ese año, William White fabricó bajo la marca Yucatán la primera goma con ese sabor. Otros inventos de la época fueron la Beemans Chewing Gum, desarrollada por el médico Edward Beeman, con peptina añadida para facilitar la digestión, la goma con dentyne del dentista Franklin V. Canning (1889) y los Chiclets (chicles con cobertura de caramelo). En 1888, además, Adams fabricó la primera máquina de expendio automático de chicles.
En 1915 William Wrigley Jr, el fundador de la marca Wrigley’s, tuvo la atrevida ocurrencia de enviar por correo tres tabletas de su chicle de menta a todas las personas que aparecían en las guías de teléfonos de todas las ciudades de los Estados Unidos; el éxito rotundo de la idea le granjeó el primer lugar en ventas por mucho tiempo.
Según la Asociación Española de Fabricantes de Caramelos y Chicles, cada español consume una media de 3 kilos de caramelos y chicles al año. En la actualidad miles de marcas como Trident, Orbit, Boomer o Bubaloo inundan el mercado de golosinas. Hay chicles para el mareo, para blanquear los dientes, para dejar de fumar, de sabores marcianos como plátano y chocolate, natillas, manzana ácida… El chicle está tan pegado a nuestras vidas que no creo que nadie pueda decir que nunca se le ha pegado uno en la suela de los zapatos.
EXPERIENCIA INOLVIDABLE
Haber podido asistir a la extracción y elaboración del chicle natural y, más aún, tener la oportunidad de convivir en el Ejido de Noh-Bec con la familia Escobar ha sido algo inolvidable. No podré borrar fácilmente su hospitalidad, los frijoles picosos que compartimos en la comida, las tardes tocando la guitarra mecido en la hamaca, redescubrir de nuevo cómo se puede vivir sin ducha lavándome con un cubo de agua como cuando era bebé o hacer esfuerzos para intentar dormir en una hamaca. Este tipo de experiencias le hacen a uno valorar los lujos con los que cuenta en su vida cotidiana (cama, lavadora, seguridad social…). Me voy de México sintiendo un gran aprecio por este país y con el deseo de regresar en un futuro no muy lejano. Próxima parada: Orange Walk Town (Belize).
Finalizado el reportaje sobre la extracción de chicle en Quintana Roo, era momento de continuar viaje, dejar atrás Norteamérica -muchos discutirían en lo económico si incluir a México en esta parte del continente americano- e ingresar en Belize, el primer país de lo que se considera Centroamérica. Para ello, tomé un taxi desde el Hotel María Dolores en dirección al Nuevo Mercado Lázaro Cárdenas de Chetumal desde donde salen los autobuses para Belize. Todos ellos son viejos autocares escolares traídos de Estados Unidos en los que desde que uno se sube ya se comienza a sentir una ambiente muy caribeño. Los altavoces emiten reggaeton, raggamuffin y tiernas baladas a una imponente cantidad de decibelios.
DE FRONTERA A FRONTERA Y TE TIMO PORQUE TE TOCA
En poco más de 30 minutos de trayecto llegamos al puesto fronterizo del lado mexicano ubicado en el pueblecito Subteniente López. Días antes había estado conversando con la lugareña Marisela Lagos, propietaria del Restaurante La Frontera, situado a 5 metros de la aduana. A diferencia de fronteras como la de Tijuana (Baja California) con Estados Unidos o la que hay en Tapachula (Chiapas) con Guatemala, este puesto fronterizo tiene un constante ir y venir de coches, camiones y gente que sucede de manera escalonada. Generalmente no hay ningún problema destacable, tan sólo alguna que otra aprensión de droga. Respecto a la búsqueda de dinero rápido y fácil por parte de los narcos, Marisela sentencia: «Perro que aprende a comer huevo, ni que le quemen el hocico». Sabiduría popular.
Descendí del autobús para resolver las formalidades aduaneras con el agente de migración mexicano que me cobró 100 pesos. Todavía dudo si debía pagarlos o fue la doblada que meten al turista desinformado. Hecho esto, montamos de nuevo en el autobús, atravesamos el puente sobre el Río Hondo que marca los liíites políticos entre México y Belize, dejamos a nuestra izquierda la Zona Libre y en breve llegamos al puesto fronterizo beliceño de Santa Elena. Vuelta a bajar del bus, cargar con todo el equipaje y pasar dos controles: Revisión de pasaporte con el consiguiente sello de ingreso al país y registro del equipaje.
Es curioso como cada frontera tiene personalidad propia. En el aire vagan imperceptibles sueños, decepciones, trasiegos, alegrías, prisas, miedos… La frontera es una línea que divide pero no protege. Su lado, nuestro lado. ¿Protegerse de qué? ¿Con un muro de 3000 kilómetros? Las líneas no significan nada aunque ponen barreras a los deseos. Después de Santa Elena se suceden diversas poblaciones como Corozal (ciudad costera de atmósfera caribeña), San Pablo, Louisville y finalmente Orange Walk Town, centro social y agrícola del norte de Belize.
ORANGE WALK TOWN, PARADA Y FONDA
Nada más llegar a Orange Walk Town, cogí un taxi -no era necesario puesto que las distancias en el centro de la población son muy cortas-, saqué dinero en el Belize Bank (1 euro equivale a 2.5 dólares beliceños) y me alojé en el Hotel Akihito, regentado por la señora Lee y el señor Akihito, un matrimonio de chinorris con los que terminé haciendo buenas migas. Akihito tenía por aquellos días un problema de bronquios y se pasaba el día regurjitando flemas de manera estruendosa. Dicen que los chinos se pasan media vida escupiendo. De eso seguro que sabe más Paula, novia de mi amigo Enrique, que vive en Pekin. El hotel es limpio, tranquilo y dispone de televisión por cable lo que me salvó de la depresión más absoluta en mis días de convalecencia. Junto a la recepción había una sala con máquinas tragaperras en la que convivían especímenes humanos de toda índole: Menonitas pervertidos por el juego, mestizos, borrachos, caribeños, pseudoprostitutas… El clima resultaba apacible pero había algo sordido latente. Mucha gente subía y bajaba las escaleras que conducían a las habitaciones. Alquilaban una habitación por un espacio corto de tiempo para, como dirían en México, echar la pasión.
Desde Cobá (México) venía arrastrando náuseas y mareos esporádicos, malestar general y molestias en la zona del estómago e intestinos a los que intenté no dar importancia. Una vez instalado en Orange Walk, pasé dos días en cama con décimas de fiebre y un malestar muy desagradable por lo que decidí acudir al médico. Llamé al teléfono de atención 24 horas de mi seguro de viaje (MAPFRE) y en media hora, por medio de su delegación en Guatemala, localizaron un médico que me pudiese pasar consulta. Acudí a la Clínica del Doctor Brígido, de orígen cubano. Su atención, profesionalismo y trato han sido excelentes. Mis sospechas eran ciertas. Tenía el intestino muy inflamado. Al día siguiente me realicé un análisis de sangre, acudí a la consulta del doctor Brígido quien me confirmó que había tenido en algún momento contacto con un tipo de salmonella tifoidea. El tratamiento a seguir: Reposo, dieta estricta y antibióticos.
Frente al Hotel Akihito, el Restaurante Hong Kong ofrece 365 días al año una variada oferta de comida china. Me convertí en cliente habitual. Cuando entraba por la puerta, la chinita ya estaba ordenando en la cocina una ración de arroz blanco para el chico blancuzco y leucémico en el que me había convertido. Mi dieta se redujo a cereales, el citado arroz, litros y litros de yoghourt (Dani, no pudieron ser de Actimel como tomaba Nicola de Gran Hermano), suero oral y los últimos días algún zumo de manzana. A pesar de que había varias tienduchas en Orange Walk, encontrar un poco de jamón york envasado fue toda una aventura.
YONQUI DEL CULEBRON
En los más de dos meses que he deambulado por la República Mexicana he dormido en multitud de hostales. Muchos de ellos tenían televisión. Quitando el tiempo que dedicaba a actualizar el blog -muchas veces más de 7 horas- y las necesarias visitas turísticas, he pasado muchas horas frente al televisor. En ese tiempo he podido profundizar en la agitada situación política del país a través de programas de debate en Televisa, noticieros como Hechos de TV Azteca, el O.T. a la mexicana llamado «Academia 5» y su versión diaria «Camino a la fama» (contando el día a día de los triunfitos), cotilleo y corazoneo en «Ventaneando» o como cuidar a tu bebé en «Con sello de mujer». En Azteca 7, el otro canal que tiene la cadena mexicana a parte de Azteca 13, descubrí por qué tanta gente se considera adicta a la serie Lost. Repusieron en un maraton la primera temporada completa y comenzaron a emitir la segunda. Cuando regrese a España tendré que ponerme al día con los supervivientes del vuelo 815 de Oceanic.
Desde que estuve en Las Vegas me he dado cuenta de que tengo una facilidad pasmosa para engancharme a lo que sea. Fueron dos días tonteando con las máquinas tragaperras y su luminosa llamada no me abandona. Siempre que veo una de ellas u oigo su hipnótico sonido, la tentación sale a flote. Desde pequeño me he tragado en televisión cualquier cosa. Mis ex compañeros de piso lo saben bien. No tengo problema en reconocer que me tragué decenas de capítulos de «Al Salir de Clase» o que incluso llegué a grabar alguno de la telenovela «Cristal». En México he seguido paso a paso los capítulos de dos telenovelas de TV Azteca: «Montecristo» (La venganza de Santiago contra la familia Lombardo) y «Campeones de la vida» (La lucha por el amor entre Valentín Duarte e Isabel Chaparro con muchos matíces humorísticos). De ambas no podré ver el final. Soy un yonqui del culebrón, lo sé. Y a mucha honra.
Montecristo. Un amor. Una Venganza.
Estos días de enfermedad en la soledad de mi habitación han sido quizá los más duros de vivir en lo que llevo de viaje. Lo que no te mata, te hace más fuerte. Una experiencia que guardar en la maleta interior.
GARIFUNA SETTLEMEN DAY
La cultura Garífuna tiene influencias africanas ancestrales. Esta etnia de raza negra proviene de los esclavos que fueron traídos al Caribe por dos barcos españoles desde países de África occidental como Nigeria, Congo y Angola. Un 19 de noviembre del año 1797 fueron obligados a exiliarse de la isla de San Vicente (Honduras) y reubicarse por la costa Atlántica de Belize, Honduras, Guatemala y Nicaragua. Como nunca fueron esclavos, la mayor parte de sus tradiciones y cultura han quedado intactas hasta el presente. Aunque la mayor comunidad garífuna, conocidos tambien como Garínagu o Caribes Negros, vive al sur de Belize en ciudades como Hopkins, Punta Gorda y Drandiga, en todo el país se celebra cada 19 de noviembre el Garífuna Settlemen Day, que conmemora el asentamiento de los indios garífuna en la zona.
Los festejos comienzan el día anterior con un continuo tronar de tambores durante toda la noche a cuyo ritmo se baila por todas partes hasta el amanecer. Al día siguiente, las canoas de los lugareños se engalanan con hojas de palmera y llevan a cabo una representación de la llegada a la playa de los primeros garífunas procedentes de Honduras a principios del siglo XIX. A mediodía tiene lugar un desfile por las calles principales de cada ciudad.
Desfile de celebración
Uno de los movimientos más característicos de la cultura musical beliceña es el brokdown, una variación del calipso, género muy extendido por todo el Caribe angloparlante. Usualmente utilizan como instrumentos para el brokdown el banjo, la guitarra, acordeón y diversas percusiones, fundamentalmente el tambor. A este estilo se suman otros ritmos del país como la paranda o el puntarock, representados en el interesante sello discográfico Stone Tree Records con sede en el pueblecito fronterizo de Benque Viejo del Carmen. La punta, como se le conoce coloquialmente, se baila arrastrando los pies y moviendo frenéticamente las caderas.
Garífuna Settlemen Day
Una semana después de haber llegado a Orange Walk Town, regresé a la clínica del Doctor Brígido para revisar mi estado de salud. Me mandó hacerme de nuevo unos análisis de sangre para comprobar el nivel de defensas y la ausencia del virus. Los resultados fueron medianamente positivos. Mis defensas habían aumentado y el nivel de linfocitos estaba acercándose a lo que se considera adecuado. Mientras me termino de reponer, aprovecharé para hacer un reportaje sobre la cercana comunidad menonita de Shipyard.
Para llegar desde Orange Walk Town hasta la comunidad menonita de Shipyard hay dos formas: Tomar un autobús temprano por la mañana cerca del mercado (los horarios no son demasiado estrictos) o contratar los servicios de un taxi. Decidí optar por la segunda opción ya que seguramente iba a tener que desplazarme dentro de los campos que conforman la comunidad en busca de alguno de los líderes. Carlos García, mestizo oriundo de Orange Walk, que de vez en cuando suele hacer fletes para los menonitas, me cobró 90 dólares beliceños (37 euros) por 5 horas de trabajo. Entre Orange Walk y Shipyard hay algo más de 30 kilómetros de pura pista de tierra.
Los menonitas son un grupo elemental dentro de la diversidad étnica que tiene Belize: Hindúes, chinos, mestizos, garífunas… No son muy numerosos si lo comparamos con la población total del país pero si desempeñan un papel importante en la economía beliceña. Esta singular comunidad surge durante la reforma radical que tiene lugar en Europa durante el siglo XVI. Perseguidos durante siglos por sus creencias, los menonitas se niegan a pagar impuestos o hacer el servicio militar. Este grupo anabaptista que emigró de Holanda a Alemania y posteriormente a Prusia, hablan un dialecto propio, un amalgama arcáico mezcla del holandés con el alemán bajo que ha subsistido durante más de 400 años.
Las migraciones continuaron durante los siglos XVII y XVIII, en dirección a Norteamérica, en la zona de Pennsylvania (USA) y Manitoba (Canadá), donde continuaron fieles a su pacífico estilo de vida basado en la agricultura y la ganadería. Años más tarde, algunos de ellos emigraron a México donde fundaron varios campos en plena Sierra Tarahumara, para finalmente fundar nuevas comunidades menonitas en Belize. Alrededor de 3.000 menonitas se trasladaron a este país centroamericano en 1959. En las cercanías del Río Hondo encontraron la libertad que ansiaban tras la persecución religiosa a la que habían sido sometidos así como un lugar ideal lejos de las presiones de la sociedad moderna.
Los menonitas firmaron un tratado especial con el gobierno beliceño el cual les eximía de hacer el servicio militar y proporcionaba un sistema de impuestos prácticamente nulo que garantizaba su completa libertad para ejercer su particular forma de Protestantismo y trabajar en granjas construidas en comunidades cerradas. Poseen su propio gobierno mediante líderes a los que se denomina Ministros y son dueños de sus escuelas, bancos y negocios.
Conocí a Jacobo Peters a la salida del Restaurante Hong Kong mientras esperaba que le entregasen su comida china. El contacto resultó próspero. Quedamos en vernos en su casa del Campo 1 al día siguiente. Dicho y hecho. Una vez allí, me dirigió a dos de los líderes de Shipyard: John Dick y Jacob Wall. Recorrimos varias millas para encontrar primero a John y luego a Jacob pero se mostraron muy reacios a realizar una entrevista frente a la videocámara. Así que no me quedó más remedio que grabar imágenes de los campos, las granjas y rodar de lejos los carruajes en los que se mueven los menonitas. Son tan celosos de su imagen que ocultaban su rostro o se metían dentro de casa para no ser grabados.
Los menonitas se establecen en grandes extensiones de tierra por comunidades. En Shipyard hay 24 campos. Fundaron diversas poblaciones en los distritos de Corozal, Orange Walk y Cayo. Después de construir la carretera que conecta la comunidad de Blue Creek con Orange Walk, fundaron más tarde en los alrededores Yo Creek, Indian Creek, Little Belize y Shipyard. En el distrito de Cayo levantaron Spanish Lookout (cerca de Belmopán) y al sur de Belize, cerca de Drandiga, la comunidad de Pine Hill. Aunque viven aislados del resto de culturas de Belize, participan en la economía del país con productos y servicios indispensables. Los menonitas producen prácticamente la totalidad de productos de consumo diario del país como pollo, huevos, vegetales… No sólo son excelentes agricultores y ganaderos, tiene muy buena mano con la mecánica, ingeniería -construyen cualquier tipo de pieza- y fabrican artesanalmente cuidados muebles de madera que se venden en todo el país.
Sus vestimentas, complexión, su medio de transporte y dialecto, llaman la atención en las calles de cualquier ciudad beliceña. La mayoría de ellos tiene un aspecto semejante a rubios granjeros alemanes; los hombres ataviados con pantalones oscuros, tirantes y sombrero vaquero, las mujeres con largos vestidos muy recatados, pañuelo cubriendo el pelo y sobre éste un sombrero de ala ancha.
Mientras que los menonitas estrictos siguen creyendo que la maquinaria moderna contamina su fe, algunas comunidades ya usan motores y electricidad en sus vidas. Tanto Shipyard como Little Belize todavía mantienen su estilo tradicional rechazando el uso de vehículos y trasladándose en carruajes tirados por caballos que valen entre 3500 y 5000 dólares. Aunque, todo tiene truco. Muchos de ellos compran coches y camionetas, contratan a un mestizo como conductor y los usan para ir a la ciudad. No se vale. O todo o nada.
La globalización ha proporcionado algún que otro beneficio a los seres humanos aunque también ha ocasionado muchos problemas. En muchas comunidades indígenas han causado verdadero furor bienes de consumo como móviles, DVDs, televisión, internet… Un fenómeno que está ocurriendo en todos los rincones del planeta. Los mismos menonitas lo han sufrido. Mientras que las comunidades de Shipyard y Little Belize guerrean para frenar la invasión de «vicios» del exterior (no fuman, ni beben, no pueden jugar en casinos, ni usar teléfono, ni escuchar radio y ver televisión, tienen prohibido acudir a fiestas y bailar) y objetos de la vida moderna (tampoco conducen vehículos, salvo tractores para trabajar el campo), hay otras comunidades más progresistas como la de Blue Creek que usan teléfonos móviles, escuchan la radio y tienen sus propios coches. Cuando un menonita mantiene una relación sentimental con alguien que no lo es, directamente es expulsado de la comunidad.
El estilo de vida menonita es fundamentalmente puro y simple. Cada familia posee unas pocas hectáreas de terreno donde construyen sus casas, cosechan vegetales y trabajan en oficios como la carpintería o mecánica. Las mujeres se casan muy jovenes y cubren su cabello con una tela blanca (si es virgen y no tiene marido) o negra (si está casada) a partir de los 16 o 17 años cuando son bautizadas. Su dieta alimenticia consiste mayormente en patatas, pollo, huevos, queso, fruta y pan. La religión menonita ha sufrido varias escisiones a lo largo de la historia, principalmente diferenciados entre sí por el grado de austeridad. Una de esas facciones se transformó en los conocidos Amish.
Visitar Shipyard ha sido una experiencia gratificante. He conocido una manera de vivir basada en la austeridad, con roles perfectamente diferenciados y a mi parecer un tanto arcaíca y sectaria. Todavía sin terminar de recuperarme de la dichosa salmonella tifoidea pero con mejor estado de salud que hace 10 días, la ruta panamericana no se detiene. Próximo destino: El lujoso Lamanai Outpost Lodge, ubicado a orillas de la Laguna New River.
Lamanai Outpost Lodge (Orange Walk), BELIZE. Km. 20524
La profesión de periodista en algunas ocasiones tiene ciertos incentivos. Uno de ellos es que, con la excusa de realizar un reportaje sobre Lamanai -que no deja de ser trabajo-, obtuve unas pequeñas vacaciones pagadas en el lujoso Lamanai Outpost Lodge. Todavía no recuperado completamente de la salmonella, quedé con Carlos García, el taxista con el que viajé a la comunidad menonita de Shipyard, para que me llevase al muelle de A&R, pasado el puente de peaje sobre el New River, a unos 4 kilómetros de Orange Walk Town. Es allí donde la lancha propiedad del lodge recoge a los huéspedes que han contratado previamente alojamiento.
Los alrededores de la ciudad están plagados de inmensos campos de caña de azúcar, uno de los pilares de la economía de este distrito beliceño. La exportación de azúcar supone para Belize un 60% del total de productos agrícolas que venden en el exterior. Nada más salir de Orange Walk Town, a la izquierda aparecen imponentes las chimeneas de la Belize Sugar Industries, Ltd., fábrica que transforma cientos de toneladas diarias de caña de azúcar en azúcar para el consumo que será exportada principalmente a Europa. Más de 4000 granjeros abastecen con sus campos a esta factoría que, para producir una tonelada de azúcar, necesita de 8 toneladas de caña.
Estuve esperando algo más de una hora en el muelle de A&R hasta que llegó Greg, salvadoreño y patrón de la embarcación, al mando de una lancha con motor fuera borda. Me acompañaron en el trayecto hasta Indian Church, pueblecito situado junto al lodge, una simpática familia de gringos, incluídos los abuelos.
Rumbo al Lamanai Outpost Lodge
Desde el muelle de Orange Walk Town, subiendo 40 kilómetros por el New River se llega a la maravillosa laguna del mismo nombre en una de cuyas orillas están emplazadas las ruinas de Lamanai. En el camino pude ver una variedad de diminutos murciélagos que se camuflan en el tronco de un árbol, garzas grises, un halcón negro y algunos pajarillos autóctonos. Pasamos frente a la comunidad menonita de Shipyard de la que os hablaba el otro día y, después de cerca de una hora subiendo el cauce del New River, llegamos a la laguna del mismo nombre con el sol despidiéndose de nosotros mientras bajaba a dormir en la espesura de la selva. Poder disfrutar de un atardecer como éste no tiene precio.
Atardecer en la Laguna New River
El Lamanai Outpost Lodge está rodeado de una increíble variedad de hábitats que ofrecen la posibilidad de realizar diferentes actividades de aventura en la naturaleza.
Así puedes dar paseos nocturnos por la jungla para avistar pájaros, mamíferos e insectos, contratar una excursión en lancha con un potente foco incorporado para ver animales de noche como cocodrilos, búhos o aves, recorrer la savannah (vasta extensión de aguas pantanosas con poco menos de medio metro de profundidad repletas de juncos y cocodrilos) en un airboat -lancha con un ventilador gigante en la parte trasera- o salir después del atardecer a cazar cocodrilos para posteriormente estudiar sus dimensiones e insertarles un chip, programa científico que el lodge realiza en colaboración con la Universidad de Florida. Tuve la oportunidad de recorrer de noche la savannah en el airboat para cazar un cocodrilo pero el agua estaba demasiado alta y eso dificultaba la tarea. Estuvimos a punto de cazar un par de cocodrilos pero, muy listos ellos, lograron escabullirse.
MÁS VALE PÁJARO EN MENTE QUE CIENTO VOLANDO
El Lamanai Outpost Lodge está ubicado en un emplazamiento envidiable. A orillas de la Laguna New River y a menos de 15 minutos andando de las ruinas. Es el lugar ideal para disfrutar de un ambiente sosegado en plena naturaleza. Disponen de internet, tienda de souvenirs, un servicio atento, comida exquisita y la vista desde el embarcadero se puede calificar de sublime.
Durante una cena que compartí una de las noches con una pareja de ancianos de Las Vegas -rondaban los 75 años y llevaban 51 casados-, descubrí una singular afición de la que no tenía conocimiento. Como quien colecciona pins, sellos o muñecas; esta felíz pareja de enamorados habían dedicado toda su vida, en los períodos de vacaciones y ahora a tiempo completo con la jubilación, a avistar aves de más de 85 países del mundo. Viajan por todo el planeta buscando pájaros que no hayan visto. No los fotografían, disfrutan de su comportamiento en su hábitat natural y graban esa imagen en su memoria. Hasta el momento su lista reunía más de 7000 pajaros de las cerca de 10.000 especies que hay catalogadas en el mundo.
LAMANAI, COCODRILO SUMERGIDO
Lamanai (del maya Lama’an Ai) significa cocodrilo sumergido. La mayoría de este sitio arqueológico permanece oculto bajo la densa jungla desde mediados de los 70. Los trabajos de los arqueólogos se han centrado en investigar y restaurar las estructuras más grandes como son el Templo de la Máscara, la estructura N10-9 o Templo del Jaguar y el llamado High Temple, una pirámide de 33 metros de altura. Las ruinas están siendo excavadas muy lentamente por grupos de trabajo que viven en los pueblos colindantes de Indian Church y San Carlos. Esta ciudad maya estuvo habitada durante 3.000 años seguidos, lo que no es moco de pavo. El complejo arqueológico brinda una experiencia única para acercarse a la cultura maya y la biodiversidad del bosque tropical. También posee un pequeño museo con piezas extraídas del yacimiento. Siguiendo el camino que comienza en el museo, a ambos lados se pueden apreciar diversos tipos de plantas señaladas con carteles como el árbol de la pimienta, guanábana, tamarindo, lianas estraguladoras o los gigantescos guanacastes. Unos 200 metros hacia el norte, siguiendo el sendero de la selva, se llega al Templo de la Máscara cuya escultura representa a un hombre con un tocado en el pelo con forma de boca de cocodrilo.
Templo de la Máscara
La estructura N10-49, a la que llaman Templo Alto -como podéis ver se han estrujado mucho el cerebro para ponerle nombre-, es un espectacular edificio de 33 metros de altura que se yergue sobre la vegetación. El guía que nos acompañaba afirmó que subir era un reto físico y bajar psicológico debido a la altura e inclinación de las escaleras. Prueba superada.
Vista panorámica.
Si no logras visualizarlo pincha aquí.
Frente a esta magnífica pirámide hay un diminuto juego de pelota y muy cerca de allí la Estela 9 debajo de la cual encontraron restos de cinco niños sacrificados. El Templo del Jaguar forma parte del complejo de edificaciones residenciales de Lamanai en cuyos árboles encontré varios monos comiendo.
Monicacos
Si te aproximas demasiado a su territorio, estos simios que se alimentan de hojas, te orinan y tiran cualquier cosa que tengan al alcance de la mano.
Haciendo el macaco
PASA LA BOTELLA DE RON
A esta zona perdida en las profundidades de la selva del Gran Petén llegaron hace siglos misioneros españoles con intención de evangelizar a los mayas. Se cree que los cimientos de las dos iglesias que construyeron entre los años 1540 y 1560 se asientan sobre los restos de un templo maya que los propios indígenas fueron obligados a demoler en condición de esclavos. Años más tarde, durante la Guerra de Castas, los mayas se tomarían la revancha expulsando a los predicadores y quemando ambas iglesias. Hoy en día tan sólo quedan algunos muros en pie. Posteriormente, en 1850, los ingleses instalaron en Lamanai una fábrica de azúcar que fue traída desde Nueva Orleans por soldados confederados expatriados. Inicialmente se utilizó para moler la caña de azúcar pero poco tiempo después comenzaron a producirse miles de litros de ron. De los 200.000 litros que se obtuvieron de este licor durante su funcionamiento, 180.000 se consumieron en el propio lugar, así que no es de extrañar que aquello fuese un nido de alcohólicos emperdernidos. Murieron muchos trabajadores chinos y jamaicanos a causa de la fiebre amarilla. En 1867 los mayas cerraron la factoría durante un levantamiento triunfal contra los ingleses.
La jornada terminó con un agradable paseo en un barco-terraza del Lamanai Outpost Lodge por la Laguna New River.
Próximo destino: Belize City y algunos cayos paradisíacos.
Desde Lamanai continué mi ruta primero hasta Orange Walk Town por una pista de tierra en un 4X4 conducido por el dueño del lodge. Una vez allí desayunamos en el restaurante Juanita situado junto a la gasolinera Shell y retomamos el viaje por carretera hacia Belize City. Nos acompañaban Blanca, su relaciones públicas y una compañera de la empresa. En algo menos de 40 minutos atravesamos Ladyville, población aledaña a la capital, cruzamos el puente metálico sobre el caudaloso Río Belice que vierte sus aguas al Mar Caribe y tras callejear por el centro de la urbe me despedí de mi anfitrión en la puerta del Sea Side Guest House (Tfno: 227 83 39, Prince Street). Esta acogedora casa de huéspedes está atendido por dos simpáticas negritas, Therese y Artise. Siempre obediente y dócil, estaba su perrita Bella tumbada en la terraza del hostal. Con ambas solventé muchos momentos de soledad debido a que tuve que quedarme en Belize City alrededor de dos semanas porque la bacteria de la salmonella tifoidea volvió a aparecer de nuevo con más fuerza. Tuve que acudir al hospital de nuevo, hacerme análisis de todo tipo, tomar antibióticos de nuevo, estar ingresado un día con suero intravenoso, hacerme un ultrasonido y seguir una dieta estricta. Tanto tiempo detenido en la Ciudad de Belize ha minado mi moral bastante pero nadie dijo que fuera fácil atravesar el continente americano. En estos momentos luchan en el interior dos Iosus; el del «tengo las tripas chungas y me siento de asco» y el que dice «a mí una bacteria no me jode el viaje». Espero que gane el segundo.
Durante decenas de horas conversé con Therese sobre infinidad de temas de la vida, vimos concursos de televisión de los años 80 a los que es muy aficionada en un canal que emite concursos retro (desafortunadamente al ser en inglés no reponían «El Precio Justo»), reality shows como The Flavor of Love en el que el rapero adicto al crack de Public Enemy busca novia entre más de 20 histéricas o American Idol, el Operación Triunfo estadounidense del que salió vencedora en la primera edición Kelly Clarkson o un programa de radio de karaoke al que la gente llama para desafinar como bellacos. Así que terminamos haciéndonos amigos. Therese me decía: «Cuando te cases si me invitas a la boda iré a conocer España». Ya puede ir esperando sentada de momento.
WELCAM TO BELIZE CITY
Lo primero que llama la atención de Belize es su diversidad étnica (mestizos, criollos, garífunas, blancos, hindúes, chinos…) aunque más llamativo aún es que es el único país de Centroamérica en el que se habla inglés. Quizá debiera decir criollo porque salvo palabras sueltas que captas al vuelo, normalmente no te enteras de la mitad de lo que están diciendo. En lugar de pronunciar All Right como Ol Rai dicen algo así como Aa rait o sustituyen chikin por chicken. Una forma de hablar muy rastafari que comparten algunos países caribeños que fueron colonias británicas en el pasado: «Ya´ man, yur milioner wit tausans of dalar».
El país que conocemos actualmente como Belize fue, antes de su independencia de los anglosajones, un territorio conocido como la Honduras Británica. Su capital era la propia Ciudad de Belice (Belize City) ubicada en la desembocadura del río Belize y a orillas del Mar Caribe. Tras dejar de ser colonia británica, el gobierno regente decidió trasladar la capital a Belmopán, en el interior del país. Belize City la ciudad más grande con diferencia en un país que apenas supera los 230.000 habitantes y centro de paso obligado para el viajero se dirija hacia donde se dirija. Desde aquí se puede tomar un autobús para ir al norte y visitar Orange Walk Town, las comunidades de menonitas, las ruinas de Lamanai, el Santuario Comunitario de Babuinos (Community Baboon Sanctuary), el Santuario de Fauna de Crooked Tree (Crooked Tree Wildlife Sanctuary) y otras atracciones. También se puede tomar una lancha para ir a los cayos paradisíacos que emergen frente al arrecife de coral por toda la costa del país o tomar un autobús en dirección sur hacia las comunidades garífunas de Dangriga o Placencia para relajarse a ritmo de reggae bajo los cocoteros, la aventurera Cuenca de Cockscomb (Cockscomb Basin), la Reserva de Jaguares (Jaguar Reserve) única en el país, hasta los misteriosos sitios arqueológicos mayas como Caracol y Xunantunich.
La arteria principal de Belize City es Albert Street, un universo humano en el que conviven homeless, vendedores de fruta y discos piratas, puestos ambulantes de comida rápida, taxistas al grito de «Hey buddy, yu nid a taxi» y donde se concentra el mayor número de bancos y tiendas por metro cuadrado de todo Belize. Para acceder a la zona que se conoce como Downtown -el centro de toda la vida- se accede cruzando uno de los canales de la ciudad por el único puente manual giratorio del mundo que todavía funciona. Junto a él se encuentra la Belize Marine Terminal & Water Taxi desde la que se toman las lanchas para ir a Cayo Caulker y Cayo Ambergris y desde donde parten algunos autobuses hacia Flores (Guatemala). Dando un paseo cruzando el Swing Bridge llegas a lo que en el pasado fue el antiguo mercado principal, ahora Centro Comercial. En su interior hay algunos puestos de aspecto decadente y subiendo al primer piso se encuentra Big Dinner donde sirven uno de los rice&beans más sabrosos de la ciudad acompañado de puré de patata, ensalada, plátano frito y salsa a elegir.
Siguiendo por Regent Street en dirección hacia el muelle me topé con el bello edificio del Court House, frente al Battlefield Park. Al sur de Albert Street, dejando a mano izquierda un pequeño templo hindú, se alza la catedral anglicana más antigua de Centroamérica, St. John’s Cathedral, que fue construída en 1812 con ladrillos traídos como lastre desde embarcaciones europeas. Desde la terraza del Sea Side Guest House se podía admirar el faro de Fort George Point que se eleva sobre la entrada del puerto y fue construído con dinero donado al país por el benefactor más grande de Belize, el Barón Bliss. Su tumba se encuentra enfrente del faro que él mismo diseñó antes de fallecer.
La Ciudad de Belice, siendo franco, es bastante fea, de ahí que muchas guías de viajes recomienden pasar en ella el menor tiempo posible. Aún así hay lugares muy recomendables como el restaurante Dit´s (50 King Street) en el que sirven unos bizcochos y puddings de pan y arroz deliciosos. Brodies, en pleno Albert Street, es el supermercado con el surtido más variado de alimentos. Compré nuevas variedades de refresco para degustar como Gatorade de Mango Eléctrico -riquísimo- y Gatorade Melón -no tanto-, Fanta con sabor a piña -no estaba mal- y tres variedades muy marcianas también de Fanta: Fruit Punch, Soda Water y Root Beer.
Próximo destino: Altun Ha y el cayo Spanish Lookout.
Cerca de 16 kilómetros separan la Ciudad de Belize del cayo Spanish Lookout. Tuve la suerte de que me invitaran a pasar un par de días a cuerpo de rey en esta isla privada con la intención de grabar algunas imágenes con mi cámara de video. Entre las actividades que se pueden realizar en Spanish Lookout destacan dar un paseo en kayak por los manglares, hacer snorkel o buceo en el arrecife de coral, nadar con delfines en una laguna o avistar aves y manatíes. Spanish Lookout debe su nombre a los conquistadores españoles que utilizaron este enclave como puesto de vigilancia marítimo para controlar la posible entrada de piratas ingleses a la bahía. Esta isla de manglares posee una superficie de 187 acres y se encuentra al sur de los Drowned Cayes. En una pequeña porción de tierra ganada al manglar de manera artificial se ubica el paradisíaco Spanish Bay Resort (tfno 501 223 4526, [email protected]), compuesto por un total de 5 cabañas con 10 habitaciones, ducha de agua caliente y baño privado conectadas con la isla por un muelle. Cuando te vas aproximando al resort desde el mar en un día soleado, aparecen ante nuestra vista una fila de cabañas construidas sobre el agua verde-azulada del Mar Caribe.
El trayecto entre la capital y el cayo se hace en un barco que parte del muelle situado junto al Hotel Radisson, embarcadero propiedad de la empresa Belize Dive Connection, dirigida extraordinariamente por Teresa Parkey. Esta simpática señora es dueña de la isla. Le estaré eternamente agradecido por su desinteresada ayuda llevándome al hospital e invitándome a una noche de hotel el día previo a que me realizaran los pertinentes análisis de sangre. Son cosas que no dejan de sorprenderme en un mundo en el que muchos humanos miran solamente por sí mismos. Todavía quedan personas con corazón.
Paradise boat
Bucear es una de las actividades más interesantes que se pueden realizar. Habitualmente se ven numerosos manatíes cerca de la isla. Pececillos de todos los colores, caballitos de mar o moluscos viven entre las raíces del manglar. Especies como el tarpón y la barracuda suele acercarse a la bahía a menudo para alimentarse. El resort de Spanish Lookout está a 2 kilómetros del arrecife de coral y a unos 10 al oeste de las Islas Turneffe. Lejos del gentío de la ciudad y protegida por la barrera de coral más grande del hemisferio oeste, esta isla que posee lugares desconocidos por otros para realizar inmersiones, es parte de un ecosistema tropical único en el que conviven numerosas aves marinas.
La belleza de este cayo beliceño no tiene parangón. Toda la costa del país está plagada de estas pequeñas islas que portan nombres como Caulker, Ambergris, Espanto o Gallows Point. Paraísos perdidos a pocos kilómetros de Belize City.
Cabañas frente al mar
Prácticamente todo el cayo está formado por canales y manglares rojos en los que se puede navegar en kayak viendo diversos tipos de aves, cangrejos, peces globo y con suerte algún que otro manatí.
Después de hacer un poco de deporte, era momento de relajarse leyendo las últimas páginas de la novela de Pérez Reverte «La reina del sur» que me tenía muy atrapado y disfrutar de un espectacular atardecer solo en la terraza de la cabaña viendo la vida pasar como en una película de cine color sepia.
Silencio perpetuo
En Spanish Lookout se puede vivir una experiencia única en Belize: Nadar con cuatro delfines nariz de botella en una laguna natural del cayo. Estos mamíferos han sido entrenados por Aggie, su instructora, para quien este encuentro con los delfines es una manera de «divertirse, interactuar con ellos y comprender la importancia de proteger el océano para la superviviencia de sus habitantes«. A través del programa «The Dolphin Encounter», los entrenadores de los delfines brindan a los visitantes de Spanish Lookout primero una charla de orientación de 15 minutos acerca de la fisiología y cuidados de estos mamíferos así como algunos consejos para la conservación del océano. A continuación forman grupos de 8 personas con un entrenador asignado para adentrarse en el agua durante unos 20 minutos y nadar junto a los delfines.
ALTUN HA,A TIRO DE PIEDRA
Antes de continuar mi ruta hacia Guatemala decidí visitar las ruinas de Altun Ha, que traducido del maya significa Agua de la Roca, uno de los complejos arqueológicos mayas más visitados de Belize. Su particularidad es la gran cantidad de estructuras (500 montículos) distribuidas en un espacio relativamente pequeño (3 kilómetros cuadrados). Frente a la idea que me había hecho de un lugar con mucho atractivo, me llevé cierta desilusión. Más aún habiendo pagado por la excursión 75 dólares americanos. Una hora al norte de la Ciudad de Belice se encuentra esta ciudad compuesta por dos plazas principales. Desde una de ellas parte un sendero natural que lleva a la laguna de Altun Ha, usada en tiempos de los mayas como reserva acuífera. Se cree que esta ciudad en la que habrían vivido unas 10.000 personas fue una vez un importante centro de negocios de jade y de obsidiana.
Vista panorámica de la ciudad maya
Altun Ha se localiza al norte de Belize City tomando un desvío por la Old Nothern Highway en dirección a un pueblecito llamado Lucky Strike. Las excavaciones comenzaron en el año 1957. Cuando los arqueólogos descubrieron un pendiente increíble tallado en jade continuaron la búsqueda de más objetos. Durante los años posteriores desenterraron varios tesoros antiguos, pero ninguno tan excitante como la réplica de jade del Dios del Sol maya llamado Kirich Ahau, el objeto de jade tallado más grande del mundo maya que fue encontrado en el Temple of Masonry Altars.
La ciudad de Altun Ha se extiende sobre un área de alrededor de 64 Km². Sin embargo, el sitio de excavación en sí -con plazas, templos y pirámides cubiertas de hierba- sólo cubre un área de casi 3 Km². De hecho, si te tomas el tiempo y esfuerzo en subir a la cima del Temple of Masonry Altars, descubrirás una vista panorámica impresionante del sitio y la jungla circundante.
Si bien no hay duda de que Altun Ha fue una ciudad muy importante en su apogeo, hay muchos misterios que rodean al sitio. El más importante de estos misterios son las causas que llevaron al abandono repentino de la ciudad. Algunos piensan que la desaparición de Altun Ha fue el resultado de una rebelión violenta de campesinos. Esta teoría se basa en la evidencia de profanación de alguna de las tumbas de sacerdotes.
En estos momentos se encuentra en cartelera el documental Apocalypto dirigido por el director y actor mundialmente conocido, Mel Gibson. En él se intenta arrojar luz sobre este misterio y presentar nuevas teorías acerca del declive de Altun Ha con una mítica aventura que cubrirá la historia turbulenta de la civilización maya. Co escrita por Gibson junto a Farhad Safinia, la película entremezcla acción y aventura centralizadas en la vida de un hombre cuya existencia se ve brutalmente interrumpida por una violenta invasión. Según cuenta la sinopsis, éste «se verá arrastrado en un viaje hacia un mundo dominado por el miedo y la opresión. Gracias a un giro del destino y estimulado por el amor a su mujer y su familia, este hombre realizará lo imposible por regresar a su hogar y finalmente, salvar su existencia».
Con una necesidad urgente de cambiar de lugar y el deseo de terminar de reponerme de la maldita salmonella, tomaré un autobús desde Belize City hacia la Ciudad de Guatemala.
Casi desde el principio de esta aventura insté a aquellos que seguís la ruta panamericana a animaros a enviar vuestros propios videoiosings, un nuevo género que abre infinitas posibilidades en el mundo de los blogs. Aprovechando que hace unos días recibí uno nuevo, he decidido rescartar del baúl los escasos videoisings que participan de momento en el concurso Videoiosing: Por una ruta panamericana más freaky. ¿A qué esperas para demostrar tu creatividad como videoiosiasta?
VIDEOIOSING, CREANDO ESCUELA
La mayoría de vosotros habéis visto mis intervenciones ante la cámara y… no es que sean nada del otro mundo. Uno hace lo que puede. Sin embargo, aunque no están circulando tanto por la red como los vídeos de Where the hell is Matt, parece que entre mis acólitos creé escuela con esta nueva modalidad de videoconferencia en diferido. Para muestra, un botón.
Por orden de aparición Gonzalo, Pizá, Bea, Patri y Espinós. Como dice la canción de Amaral…«sooooon mis amigooooosssss, por encima de todas las cosaaaaaassss», así que no se lo tengáis en cuenta. Aunque, objetivamente, como creador de este singular estilo comunicativo, debéis refinar vuestro estilo en los movimientos de cámara. Los gestos y el lenguaje están más o menos correctos aunque la música de fondo que, no sé si es de Documentos TV o Informe Semanal, sobra. El artificio de utilizar una gorra como atrezzo es bastante gracioso como parodia u homenaje al inventor de este estilo.
Bea, Gonzalo y Cristina doing videoiosing
En esta segunda entrega recibida hace unos meses podemos percibir una notable mejoría en el manejo de la steadycam aunque el discurso está un tanto inconexo (Gonzalo, seguro que cuando corriges tus prácticas pones cosas de este tipo). Que os voy a decir… que sois la leche y que os quiero un montón!!!!!!.
VIDEOIOSING, SUMANDO PUNTOS
Mis amigos Gonzalo y Bea fueron ganando puntos con una participación continuada y una calidad en sus videos dignos de cualquier instalación de videoarte freak. ¿No crees que ya va siendo hora de atreverte a demostrar tus cualidades como reportero dicharachero?
Gonzalo y Bea, dos freakies en Nueva York
EL VIDEOIOSING MÁS FREAK
Compitiendo en la sección oficial recibí una nueva entrega de un refinado y un tanto perturbado videoising a cargo de Gonzalo, Pizá, Enrique, Patricia y Bea. Retransmiten vía internet su speech desde Nueva York. Aquellos que no les conozcáis, fijáos sobre todo en la chica que aparece a la derecha y sus gestos. ¡Eso es arte!
Videofreaking
Este videoiosing sin duda subió puestos como la espuma en la tabla de posiciones.
VIDEIOSING A LA SIDRA
Recordar los escasos pero memorables videoiosing es siempre un placer. Al menos para mí. Salvo que alguno de vosotros espabile y de rienda suelta a su creatividad, la lista de ganadores hasta el momento está muy clara. El ganador o ganadores se dará a conocer en un videoising desde Bahía Lapataia (Ushuaia) -si el aventurero logra pisar esas gélidas tierras argentinas-. El premio os aseguro que merece mucho la pena y… hasta ahí puedo leer.
Entra a concurso como novedad este videoiosing enviado desde Gijón (Asturias) por Gonzalo, Bea y Patricia con la participación estelar de la madre de ésta última. Un elemento que añade freakismo a la obra y la dota de una originalidad especial.
Sidra y videoiosing
Al resto de internetvidentes os animo a participar en el Concurso Videoiosing: «Por una ruta panamericana más freaky». Tan sólo tienes que enviar un video desde cualquier lugar del mundo cual reportero de un canal de televisión contando lo que te apetezca a la siguiente dirección de e-mail: [email protected]. Si tienes una cuenta en Youtube puedes colgarlo tu mismo y enviarme el link. El ganador/a/es recibirá un regalo exclusivo del aventurero Livingstone. ¡Participa, que se te va a pasar el arroz!