La iniciación viajera de Vero fue a los 21 años, de mochilera en solitario y a lo grande, tanto por los destinos como por la duración del viaje en una época en la que los referentes de mujeres viajeras escaseaban, los blogs de viaje no existían y las fotos eran analógicas.
En el año 2000 renunció a su trabajo, dejó a su novio y abandonó a mitad su carrera universitaria para salir de Buenos Aires con unos pocos ahorros y un borrador de itinerario que la llevó por la costa este de Estados Unidos, gran parte de Europa y un pedacito del norte de África durante casi un año.
Desde entonces no ha vuelto a vivir a Argentina y ha añadido a su mochila varios pequeños viajes y otros dos grandes viajes: un gran recorrido por el Sudeste Asiático y China en 2010 que duró 7 meses, y luego otros 7 meses de viaje por Sudamérica e India en 2015-2016.
Vero siempre ha viajado de mochilera en solitario, con muy poco presupuesto, en transporte público y con sus paranoias y miedos encima. En estos 15 años de viajes el mundo ha cambiado y también la ha cambiado a ella.
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Vero Boned contó su experiencia como mochilera en solitario el domingo 29 de mayo en las IV Jornadas IATI de Grandes Viajes de Madrid (28 y 29 de mayo de 2016). ¿No pudiste acudir al evento? Suscríbete al canal de Youtube de Mochileros TV y podrás ver todas las charlas gratis en diferido →→→ ¡QUIERO SUSCRIBIRME!
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Nombre, apellidos, profesión -conocida 😉 a qué dedicas el tiempo cuando no viajas.
Veronica Boned Devesa, periodista (bué, eso es lo que estudié) y ahora soy viajera, mochilera en solitario, consultora de comunicación y marketing digital, community manager, redactora y ¡de todo un poco! Incluso ahora he lanzado un servicio de coaching y consultoría de viajes y he lanzado mi primer eBook: “121 Consejos sobre seguridad para la mujer viajera”. Cuando no viajo me dedico a pensar y organizar mi siguiente viaje, intento conseguir clientes y trabajos para juntar dinero para seguir viajando, le dedico más tiempo a mi web… y poco más. Nací en Buenos Aires allá por el 78.
¿Qué te llevó a decidir dejar todo atrás para iniciar tu gran viaje?
Aquí voy a hablar de mi primer gran viaje de mochilera en solitario (año 2000)… porque hubo varios y para todos he tenido que dejar algo y tomar la decisión en ningún caso fue fácil.
Creo que no hubo una causa o motivo claro. La idea de terminar la carrera universitaria, meterme en una oficina, casarme con el chico que en aquel entonces era mi novio, comprar una casa, tener hijos y adoptar perritos me aterraba y me sofocaba. ¿En serio quería saber a mis 20 años cómo sería el resto de mi vida? Me agobió la idea. Creo que la decisión la tomé por un cúmulo de razones: tenía ganas de explorar el mundo, crear anécdotas y vivir experiencias, sentirme viva y hacer algo que me pusiera a prueba a mi misma… ¡me gustan los retos! Quería saber si era capaz de valerme por mi misma en otros contextos y situaciones. No quería saber a 5, 10 o 20 años vista cómo sería mi vida… no quería vivir (?) adormecida. No quería leer sobre el mundo, quería conocerlo yo, con mis 5 sentidos.
¿Recuerdas tu primer viaje?
Tengo muchos “primeros viajes” de mochilera en solitario: el primero que recuerdo es un viaje en familia, a Brasil, para las vacaciones de verano. En realidad fuimos todos los años desde que nací hasta mis 15 o 16 años a Bombinhas, así que quizá el recuerdo que tengo sea una mezcla de todos esos viajes familiares.
Recuerdo también la primera vez que tomé un vuelo sola… ¡qué sensación de libertad y adrenalina! Tomé ese vuelo de Buenos Aires a Montevideo para pasar las fiestas de fin de año con el que era en aquel entonces mi novio. Mientras el avión aceleraba para levantar vuelo me prometí a mi misma hacer eso más seguido.
Y también recuerdo –¡cómo olvidarlo!- mi primer viaje en solitario, “mi primera gran aventura”. Duró casi un año, viajé a Nueva York, Boston, gran parte de Europa y Egipto… Fue durante este viaje cuando realmente el gusanito aventurero ¡se apoderó de mi!
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¿Qué ha cambiado en tu yo interior después de este gran viaje?
Tenía 22 años, acababa de regresar de un viaje increíble y me sentía la mujer más poderosa del planeta. Mi autoestima, la confianza en mi misma… todo ¡estaba por las nubes! Sentía que no había nada ni nadie que pudiera frenarme a conseguir todo aquello que me propusiera. Ahí fue cuando tomé la decisión de irme sola a vivir a Europa… con 22 años, muy poco dinero en el bolsillo y sin conocer realmente a nadie en la ciudad a la que me dirigía.
Además me di cuenta que viajar era mucho más que hacer turismo y tomarse fotos frente a las pirámides: era conocer gente –local y viajeros-, era vivir experiencias –buenas y malas- y aprender a convivir con otras realidades. Entendí que en el mundo había mucha gente buena y que, en el fondo, éramos –somos- todos muchos más parecidos entre nosotros de lo que creemos. A mi regreso yo era éxtasis puro, era una fuente de posibilidades y nada me daba miedo. El viaje me había cargado las pilas y yo quería comerme el mundo.
(En el 2000, con 22 años ¡te hubiera dado otra lista! Jaja)
En caso de haber trabajado en ruta: ¿qué tipo de trabajos has hecho para ganarte la vida?
Durante mi primer viaje trabajé como recepcionista en un youth hostel en Salerno (en esa época me daban alojamiento, comida y ¡me pagaban un salario!), también trabajé en la cafetería y recepción de un camping en Roma y en Barcelona trabajé en atención telefónica al cliente en una escuela de inglés unos meses. Durante mi viaje por Sudamérica, como mi web ya funcionaba bastante bien, hice intercambios con hostales, hoteles y agencias de turismo para solventar parte del viaje.
«He aprendido que una mujer viajando sola puede llamar la atención, pero también generar admiración… y espero que algún día «viajar sola siendo mujer» sea lo más normal y natural del mundo»
¿El momento más extremo/peligroso/extraño/paranormal que hayas vivido en tu gran viaje?
No me ha pasado nada peligroso pero recuerdo varios momentos raros. Una vez en un tren de camino a Praga se sentó al lado mío un chico que ya desde el principio me pareció un poco raro. Pasada una media hora de trayecto el chico cogió la tapa de un bolígrafo –tipo los Bic- y empezó a clavárselo con fuerza en su brazo hasta hacerse sangre. Yo me hacía la distraída y miraba por la ventana, pero en el reflejo lo veía. Me sentía incómoda y no sabía qué hacer. Pensé que mirándolo fijo a los ojos y poniendo cara de “¡qué carajo estás haciendo!” se iba a sentir intimidado… y al principio funcionó. Guardó la tapa del bolígrafo, pero al rato sacó de su bolsillo una jeringuilla… y ahí ya me puse tensa. Empezó a pincharse el brazo… y luego me señaló con la jeringuilla y me la acercó a la cara.
Ahí le dije –en inglés- que parara de hacer eso o llamaría al guarda del tren. Como él continuó pinchándose, cogí la mochila y me fui a buscar otro asiento. ¡El tren estaba al completo! Así que pasé el resto de horas de pie en el vagón restaurante. Con los nervios me bajé en la estación incorrecta y unos chicos que había conocido en Alemania me esperaban en la otra terminal de Praga. Sin móvil no pude avisar, así que me fui al centro de la ciudad, me senté en un cibercafé y les escribí para contarles lo que había pasado y que estaría 2 horas esperándoles en ese sitio. Final feliz: ellos revisaron su correo y me pasaron a buscar.
Otro momento surrealista fue cuando me quedé sola encerrada en el recinto de las ruinas de Prambanan en Yogyakarta durante más de dos horas por la noche y yo ¡le tengo miedo a la oscuridad! Pero bueno, ¡esto os lo cuento en otro momento!
¿Algunos momentos que recuerdes de felicidad extrema? Esos puntos álgidos de alegría en los que uno se dice a sí mismo: «por momentos así merece la pena seguir en el camino».
¡Muchos, muchos, muchos! Lloré de emoción al ver las pirámides de Egipto. Quizá sea un cliché, pero yo no podía creer el haber llegado tan lejos y estar viendo una de las 7 maravillas del mundo con mis propios ojos. Tuve una sensación de satisfacción y orgullo difíciles de describir. Más o menos lo mismo sentí al pisar la Muralla China.
Pero momentos en los que dije “¡pucha que vale la pena estar viva!” (de la peli Argentina “Caballos Salvajes”) fueron muchos y por lo general han sido en carretera y/o en movimiento: recorriendo en moto el sur de Bolivia, asomada por la puerta de un tren en movimiento por India, viajando en el techo de un jeep en Chiang Mai, el camino de una hora y pico en camello hacia las jaimas en el desierto de Sáhara con unos amigos bajo la luna llena el día de mi cumpleaños, en el trayecto de varias horas sentada en la proa de una barca de camino a las islas Gili escuchando música, un atardecer en el carguero que me llevó a Iquitos… ¡y muchos, muchos, muchos, muchos más! Como veréis muchas veces me emocionan más los trayectos que los destinos.
¿Qué sentimientos/reacciones ha despertado tu viaje en otros viajeros o locales con los que te has cruzado?
Durante mi primer gran viaje de mochilera en solitario encontré a mucha gente –sobre todo a viajeros hispanohablantes- que le sorprendía que una “jovenzuela” viajara sola (año 2000). En Asia, a los locales también les llamaba la atención que una mujer viajara sola y no entendían cómo no estaba casada con hijos… o cómo mi padre me había dado permiso para hacer eso. En India (2015-2016) me pasó lo mismo con los locales, no entendían que una mujer fuera independiente y que pudiera viajar sola sin acompañamiento de un marido, hermano, padre o cualquier hombre. En estos últimos años ya no llama tanto la atención que una mujer viaje sola, pero aún así siempre me encuentro con alguien que queda flipado o flipada de que esté “ahí” (donde fuere) ¡sola!
«Ahora que tengo novio en Madrid –a quien por cierto no le gusta mucho la idea de viajar de mochilero ni los viajes largos- intento hacer viajes más cortos (3 o 4 meses en vez de 9 o 10 meses… ¡o sin tiempo límite!»
Tres personas anónimas que te hayan marcado en el camino.
Una señora boliviana, la madre del chico que regentaba un hostal en Coroico, que se quedó sentada al lado de la puerta del hostal más de 6 horas esperando mi llegada de una caminata por una zona selvática y de cascadas. Ella se asustó por la tarde al ver que no había regresado e incluso le pidió a su hijo que vivía en un pueblo cercano, que fuera a buscarme. Cuando yo llegué casi a medianoche la mujer rompió en lágrimas y me dio un abrazo de abuela que me conmmovió.
Otro abrazo, esta vez el de una señora india cuando llegué a su hostal casi a las 10 de la noche y yo no me encontraba anímicamente bien. A veces uno tiene días de bajón en los que nada te sale bien –y sólo deseas volver a casa- y ese era uno de ellos. Yo tenía ganas de llorar y esa señora lo notó y me abrazó. Lloré como una niña pequeña en su hombro. Es increíble lo que puede contener y tranquilizar un abrazo y cuánta empatía pueden tener muchas personas que no nos conocen de nada y te tratan como si fueras su hija.
Una señora boliviana que me tapó mientras dormía en una fría noche de viaje en un bus desde la Quiaca hasta Capital (Buenos Aires) con una manta nueva que ella llevaba para vender. De no haber sido por ella hubiera llegado con una pulmonía a mi ciudad natal.
Una vez uno se embarca en un tipo de vivencia así queda infectado por el virus del viajero. ¿Qué sensaciones has tenido a tu regreso al llegar a los que consideres tu hogar? ¿uno termina convirtiéndose en nómada para el resto de su vida?
Bueno, parte de esto lo comenté unas preguntas más arriba. Tras mi primer gran viaje ya era incapaz de concebir una vida sin movimiento, una vida de horarios fijos y “existir” en piloto automático. Al regresar a Buenos Aires tras mi primer viaje me puse en campaña para ahorrar para irme a vivir a Europa -o al menos a terminar allí mis estudios universitarios-. Ocho meses más tarde ya estaba de camino a Madrid y ese fue el comienzo de muchas mudanzas, muchas ciudades y países y varios grandes viajes.
Muchos se preguntan… ¿y el amor? ¿cómo es la vida sentimental de los viajeros?
Aquí falta una opción, ¡che! Las que estamos de novia y aún así viajamos solas por el mundo 😉 Yo he viajado estando soltera pero también he viajado sola dejando a mi novio en Madrid. Cuando estaba soltera conocí personas muy interesantes y con quienes lo he pasado muy bien ¡mientras los caminos coincidieron! En esa época mi objetivo era no atarme a nada ni a nadie, por lo que tras unos días o semanas juntos si yo tenía que irme en otra dirección lo hacía sin mirar atrás.
Ahora que tengo novio en Madrid –a quien por cierto no le gusta mucho la idea de viajar de mochilero ni los viajes largos!- intento hacer viajes más cortos (3 o 4 meses en vez de 9 o 10 meses… ¡o sin tiempo límite). Aunque es más fácil hoy en día con la tecnología estar en contacto permanente con el otro y la distancia se achica bastante, no es lo mismo y saber que el otro te está “esperando” pesa un poco. De todos modos es, en cierta medida, una limitación pero que acepto con ganas.
¿Qué cosas has aprendido viajando sola de mochilera?
Que se puede. Que es liberador y que no deberíamos nunca más creernos eso de que somos el “sexo débil” (por más que lleven años, décadas, siglos achacándonos con ese calificativo). Aprendí que para otras culturas –diferentes a las occidentales principalmente- una mujer que viaja sola es un “ser indefenso que debe ser protegido” y es por ello que en el camino otras mujeres y familias tienden a querer ayudarte, arroparte y cuidarte. He aprendido que esa mirada hacia la mujer como si fuera una persona “frágil” genera en el entorno una red de protección –a veces sin que lo sepas- y que mucha gente vela por tu seguridad. He aprendido que una mujer viajando sola puede llamar la atención, pero también generar admiración… y espero que algún día «viajar sola siendo mujer» sea lo más normal y natural del mundo.
Hay cientos de personas que no se han animado a viajar por multitud de dudas, miedos, inseguridades, presiones familiares, sociales… ¿Qué les dirías a esos soñadores que viendo tu aventura piensan que no son capaces de hacerlo o que eres un superhéroe?
De superheroína tengo lo mismo que de rubia… ¡NADA! De hecho, me considero una persona tímida y bastante miedosa. A todas esas personas que quieren viajar y no se animan les diré que el miedo en inmenso desde sus sofás, pero os prometo que cuando os pongáis en marcha irá desapareciendo con cada paso que deis…. hasta que un buen día os preguntaréis: “¿De qué tenía tanto miedo? Esto es mucho más fácil de lo que creía, más divertido, emocionante y fascinante de lo que podría haber pensado”. En serio, lo más difícil de todo el viaje será: tomar la decisión.
Videoperiodista, documentalista y aventurero. Entre mayo de 2006 y junio de 2007 realicé uno de los grandes viajes de mi vida: la ruta panamericana. De esta aventura nace el documental “La costura de América” que narra este viaje en solitario de 45.000 kilómetros, realizado íntegramente por tierra y más de 11 meses desde Prudhoe Bay (Alaska) hasta Bahía Lapataia en Tierra de Fuego (Argentina). He trabajado como corresponsal de la Agencia EFE en la India y realizado decenas de reportajes sobre turismo, cultura y sociedad para el canal de televisión español Telecinco. En enero de 2014 estuve nominado en los Premios Goya con mi cortometraje documental "La Alfombra Roja" rodado en un slum de India y que lleva acumuladas más de 130 selecciones en festivales de cine de todo el mundo. Sigue mis viajes en mi blog de viajes o mis redes sociales: Twitter, Facebook, Instagram y LinkedIn