La bicicleta como medio de transporte urbano ha adquirido, en los últimos años, una relevancia cada vez mayor consolidándose como una alternativa saludable, amigable con el medio ambiente, cómoda y barata a los problemas cada vez más acuciantes de las metrópolis.
Pero una cosa es rodar algunos kilómetros por la ciudad y otra muy diferente es salir a la ruta en busca de largas jornadas de pedaleo. En este sentido, la cantidad de aventureros ciclistas en comparación con los tradicionales mochileros es ínfima. Esta relación puede deberse a muchos factores, entre ellos a la preconcepción de que un viaje en bicicleta puede llegar a ser costoso.
Más allá de las diferencias existentes entre los diversos países, esta premisa no tiene arraigo con la realidad, viajar en bicicleta puede ser una aventura económica, incluso más que las mochileadas ortodoxas. El dinero es una variable a considerar en todo viaje, pero no debe ser vista como un factor limitante. La adquisición de la bicicleta, los repuestos y herramientas, así como la ropa, la carpa y la bolsa de dormir, pueden ser costosas o económicas, incluso gratuitas o prestadas, no hay razón para encontrar ahí un obstáculo infranqueable. En el caso de la bicicleta en particular, las hay de precios exorbitantes y muy económicas, más allá de las comodidades propias de la tecnología aplicada, cualquiera sirve.
Paralelamente, existe un circuito solidario vinculado con el ciclismo. Si bien éste se encuentra un poco oculto, se deja apreciar cuando uno se introduce en la dinámica de rodar. Las casas del ciclista, por ejemplo, son una alternativa de hospedaje casi gratuita y cómoda que constituye una red que se extiende por todo Latinoamérica y el mundo. Warmshower es otra posibilidad sumamente apreciable. Funciona como couchsurfing pero es exclusiva para ciclistas.
En otro aspecto, pedalear durante todo el día cambia de forma drástica las costumbres alimenticias, básicamente se vive con hambre todo el tiempo. De este modo encontrar la mejor forma de proveerse de alimentos redundará en el rendimiento del dinero. Comprar por la ruta cada vez que surja el apetito no es recomendable, suele ser caro y posiblemente no encuentres los alimentos deseados. Lo ideal es salir con viandas diarias y comprarlas en los mercados populares de las ciudades o pueblos. En Bolivia y Perú, por mencionar dos ejemplos, dichos mercados ofrecen una innumerable cantidad de productos a precios muy económicos en comparación con las grandes tiendas de abarrotes internacionales. Otra cuestión a tener en cuenta aquí es el cambio de menús en función de la región en la que uno se encuentre, los precios varían enormemente de un sitio a otro en relación de los productos que allí se siembren.
Finalmente vale la pena hacer una mención especial a la vinculación entre el cansancio y el gasto. Llegar al pueblo escogido luego de una jornada de 8 horas en la ruta puede que nos haga querer hospedarnos rápidamente en el primer lugar que nos topemos por el camino. No hay que desesperarse, siempre hay opciones viables y económicas. Las gasolineras son una alternativa no despreciable en aquellos sitios de paso, suelen tener ducha y seguridad las 24hs. Los cuarteles de bomberos, las parroquias, las comisarías y la guardia civil son opciones también considerables. Siempre hay personas dispuestas a ayudar, sólo hay que ser pacientes para poder identificarlas.
Como puede verse en este pequeño artículo, viajar en bicicleta es definitivamente una forma económica (entre otras ventajas que no vienen a cuento en este apartado) de conocer el mundo, lo más difícil es aceptarlo como posibilidad y comenzar a pedalear.