Si has llegado a este post es porque eres uno de esos curiosos soñadores que aspiran a recorrer la carretera panamericana en coche, por libre, en bicicleta… Puede que lo que estés buscando es simplemente información sobre esta ruta por curiosidad o quizás te estés planteando emprender la que, te aseguro, será una de las mayores aventuras de tu vida.
Como viajero, realicé la panamericana -mi primer gran viaje- durante 11 meses de Alaska Tierra del Fuego (Argentina) en transporte público entre junio de 2006 y mayo de 2007. 45.000 kilómetros, 15 países y un documental de por medio del que más adelante te hablaré. Te invito a conocer la historia, las curiosidades, los lugares más maravillosos de América Latina por los que transcurre y todo lo que necesitas saber sobre la ruta panamericana. ¿Comenzamos?
Iosu López e Iván González en el Salar de Uyuni (Bolivia)
Aunque para muchos es la carretera más larga del mundo en realidad la Panamericana, según el Libro de Récords Guinness, ostenta el título de ser “la ruta manejable más larga de mundo” porque es un sistema de carreteras nacionales que conforman un sistema vial. En total son unos 48.000 kilómetros desde Alaska (Estados Unidos) a Ushuaia (Argentina), una ruta que conecta el norte con el sur de América. Este número puede variar si personalizas tu propio recorrido. Dependerá de cómo quieras aventurarte por la carretera Panamericana, hay quienes la recorren en coche, bici, moto, caminando o en bus como yo.
¿Por dónde pasa la carretera Panamericana?
Oficialmente la carretera Panamericana atraviesa 14 países americanos: Canadá, Estados Unidos, México, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Colombia, Ecuador, Perú, Chile y Argentina.
Aunque, como te comenté anteriormente, todo va a depender de cómo diseñes tu ruta. Por ejemplo, si pasas por el Tapón de Darién saltas de Panamá a Colombia sin toparte con Venezuela. Pero si quisieras entrar a este país siguiendo la carretera panamericana, Venezuela la atraviesas por las cordilleras que conectan Colombia y Ecuador antes de llegar a la costa del Pacífico en el Perú.
Una de las dudas comunes cuando comienzas a planear la aventura es por qué países pasa la ruta Panamericana. Yo incluí Belice por lo que atravesé 15 países en el siguiente orden:
VIAJAR CON SEGURO... ¿SÍ o NO?
Si vas a viajar por libre, lo mejor que puedes hacer es contratar un buen seguro de viaje. Mi recomendación es que contrates un seguro de Intermundial, la compañía más experta en seguros de viaje, con quien tendrás asistencia médica y todas tus necesidades cubiertas tanto antes de viajar como en destino.
Iosu López en el Denali National Park en la carretera panamericana
La ruta panamericana comienza al norte de Alaska. El punto más al norte de Alaska se encuentra en Prudhoe Bay, un lugar de prospecciones petrolíferas a orillas del Océano Ártico. Conforme descendía rumbo al sur pasé por ciudades como Fairbanks o Anchorage. Naturaleza en estado puro.
CANADÁ
SS Klondike, Whitehorse (Canadá)
Después de un «breve» tramo por Canadá -pasa por los estados de Yukon, Alberta y British Columbia-, destaco las paradas en Whitehorse y Vancouver (ciudad que te recomiendo conocer). La panamericana sigue por la costa oeste y vuelve a entrar a Estados Unidos pasando por ciudades tan chulas como San Francisco y Los Ángeles.
MÉXICO
Ruinas de Palenque (México)
Tras cruzar una de las fronteras más transitadas del mundo, Tijuana es la puerta de entrada en Latinoamérica. Descendí por Baja California hasta La Paz y de ahí crucé en ferry a Los Mochis. Decidí subir en El Chepe (el tren de la Barranca del Cobre) hacia Chihuahua. Luego rumbo al sur visité Morelia, Ciudad de México, el estado de Chiapas, Quintana Roo y Yucatán con todas sus joyas mayas para abandonar el país azteca por la frontera de Chetumal.
Decidí entrar en Belice antes de pasar a Guatemala para conocer el mítico Blue Hole y bucear en las azules aguas de sus cayos Amberguis y Caulker. Caí enfermo de fiebre tifoidea lo que supuso un parón y momento duro en esta aventura por la carretera panamericana.
GUATEMALA
Procesión de Santo Tomás en Chichicastenango (Guatemala)
En Guatemala fui a visitar la hermosa ciudad maya de Tikal, Antigua, el lago Atitlán y Ciudad de Guatemala.
EL SALVADOR / HONDURAS
Iosu López y Yamil en la isla de Utila (Honduras)
En mi caso no pasé por San Salvador, capital de El Salvador, y crucé de Guatemala a Honduras para conocer las ruinas de Copán y las islas caribeñas de Utila y Roatán donde volví a bucear. La isla de Utila tenía un magnetismo tan fuerte que casi no consigo salir de ella. Toda la historia en las crónicas de mi ruta panamericana que puedes leer en este mismo artículo.
NICARAGUA
Pelea de gallos (Nicaragua)
Centroamérica es pequeña pero grande y rica en naturaleza, cultura y gentes. Visité las ciudades coloniales de León y Granada, también la isla de Ometepe.
COSTA RICA
Volcán Poas (Costa Rica)
El país de la «pura vida» me recibió con los brazos abiertos tanto en su costa del Pacífico como del Caribe. Un chute de naturaleza impresionante.
PANAMÁ
Iosu López en una playa de Kuna Yala (Panamá)
En este país se interrumpe durante 130 kms la carretera panamericana por el Tapón del Darién, que es uno de los principales obstáculos de la ruta. Como viajaba en transporte público tuve que buscar una alternativa para cruzar a Panamá. Aquí te cuento cómo cruzar la frontera de Colombia a Panamá.
Es importante que tengas en cuenta que este tramo es quizás el más complicado y caro si viajas en vehículo. Deberás buscar un barco para cruzar a Sudamérica. El presupuesto puede rondar los 1000 dólares según el tamaño de tu vehículo. Cruzar fue toda una aventura en cayucos de los indígenas Kuna desde Colón hasta Puerto Obaldía, frontera entre Panamá y Colombia.
Carretera Panamericana centro (Mapa)
COLOMBIA
Centro histórico de Cartagena (Colombia)
En Colombia, la ruta se inicia en Turbo a donde se llega desde Capurganá en una lancha rápida. Llegué a Cartagena y Barranquilla, luego a Medellín y Bogotá antes de pasar a Ecuador.
ECUADOR
Centro histórico de Quito (Ecuador)
En Ecuador no tuve en esta ocasión la oportunidad de conocer las Islas Galápagos pero sí dos puntos vitales del país andino. De Otavalo a Quito y muy cerca de ahí a la Mitad del Mundo para poner un pie en cada hemisferio. Antes de seguir al próximo país que atraviesa la carretera panamericana fui a Cuenca y me subí en el techo del Tren de la Nariz del Diablo.
PERÚ
Iosu Lopez en la Huaca Arco Iris junto a la carretera panamericana
En Perú, la Panamericana sigue la ruta nacional 1, que bordea la costa, pasando por Máncora, Trujillo y Lima. No podía dejar de ver la grandeza de las ruinas incas en el Valle Sagrado, sobrevolar las líneas de Nazca que yacen junto a la panamericana sur peruana, navegar por el lago Titicaca y entrar en mi país número 13: Bolivia.
BOLIVIA
Iosu López grabando un documental en la carretera de la muerte
Copacabana, La Paz y una experiencia única: recorrer un tramo de la Carretera de la Muerte en bicicleta. Pero lo bueno en este país no había hecho más que comenzar. El trayecto de Uyuni a Santiago de Atacama (Chile) lo hice en 4×4 cruzando el salar de Uyuni y ha sido una de las excursiones más impactantes de toda la carretera panamericana.
CHILE
Carretera panamericana a su paso por el desierto de Atacama en Chile vía Shutterstock
El paso por Chile fue fugaz. Parada en Santiago de Atacama y trayecto en bus hasta Salta (norte de Argentina).
ARGENTINA
Valle Encantado en la Patagonia de Argentina
Argentina es un país gigante. Llegué al punto más austral de la ruta panamericana: Ushuaia y de ahí a Bahía Lapataia (Parque Nacional Tierra del Fuego), el final de mi aventura.
Carretera Panamericana sur (Mapa)
Luego puedes a hacer rutas alternativas dependiendo de tu tiempo y presupuesto. Los principales desvíos más comunes son: ir a Belice como hice yo, visitar Bolivia, Uruguay y Brasil o pegarte la aventura de conocer el resto de países sudamericanos.
Mi ruta fue, literalmente, toda una aventura solo con mi mapa de la carretera Panamericana. Un mapa de papel con el que me iba guiando. Nada de Google Maps o WhatsApp, no existían para aquel entonces.
Historia de la carretera Panamericana
Los planes para construir este sistema de carreteras en el que se ha convertido la ruta Panamericana comenzaron en los años 20. La idea fue concebida con motivo de la V Conferencia Internacional de Estados Americanos en el año 1923. Inicialmente querían unir América con una única vía asfáltica, pero eso a derivado en un conjunto de caminos.
A partir de los años 30 fueron inaugurando distintas partes de este camino. Como antecedentes, algunos historiadores afirman que los primeros pasos para construcción de la Panamericana fueron dados por el Imperio Inca ya que han podido comprobar la existencia de una ruta que unía Quito con Santiago de Chile.
Expedición Trans-Darien 1959-1960
La travesía de Amado Araúz y Reina Torres, matrimonio panameño, es la primera gran aventura de la que se tiene constancia atravesando el Tapón de Darién en vehículo. La pareja, acompañados de un ex militar inglés y un ingeniero australiano, estuvo a bordo de un Land Rover al que apodaron “la cucaracha cariñosa” y se adentraron a la selva en junio de 1960.
Una travesía que duró 136 días y recorrió unos 500 kilómetros aunque no estuvo exenta de dificultades. Cruzaron 180 ríos, algunos de ellos en balsas improvisadas con troncos, y construyeron cerca de 125 puentes para poder avanzar. En algunos tramos contaron con la ayuda de tribus indígenas y hasta sufrieron de malaria a parte de superar ataques de insectos, serpientes, arañas… Al llegar a Colombia fueron recibidos con banda de música y júbilo en las calles ya que se habían convertido en los primeros exploradores en cruzar el Tapón de Darién.
Luego de esta pareja se sumaron muchos otros aventureros que, patrocinados por compañías automovilísticas americanas e inglesas, consiguieron también completar este tramo agotador de la selva.
¿Cómo evito el Tapón de Darién?
Bienvenido a Panamá vía Shutterstock
La selva del Darién, conocida como el Tapón del Darién, es una brecha de 130 kilómetros que interrumpe el tramo de carretera Panamá- Colombia. Este territorio de espesa vegetación no posee ningún camino ni carretera que lo transite.
Tienes dos vías para evitarlo:
1. Volar desde Panamá a Colombia o viceversa dependiendo del sentido con el que estés haciendo la ruta.
2. Embarcarte en un barco si vas con vehículo propio o, si es solo con mochila al hombro, en lancha. En caso de que sea la última opción, debes llegar a Puerto Obaldía (pueblo fronterizo panameño) y pillar una lancha hasta Capurganá (pueblo fronterizo colombiano). Desde allí otra lancha que te lleva a la ciudad de Turbo (departamento de Antioquia)
En el blog también tienes un post sobre cómo cruzar la frontera de Colombia a Panamá. Ahí te cuento todos los detalles para evitar el Tapón de Darién si vienes haciendo la ruta desde Argentina.
La Ruta Panamericana continúa al sur, desde la localidad colombiana de Turbo hasta Ushuaia, en la provincia argentina de Tierra del Fuego.
¿En qué sentido hago la Panamericana?
Muchos se plantean: ¿cómo hago la panamericana? ¿De norte a sur o de sur a norte?u En mi caso preferí hacer este gran viaje de norte a sur puesto que el «fin del mundo» -Ushuaia en Tierra del Fuego (Argentina)- me resultaba un lugar icónico donde terminar mi aventura. Ushuaia es la ciudad más austral del continente americano, el último reducto poblado donde solo quedan la inmensidad del océano y la Antártida.
Al final tú decides dónde termina la ruta Panamericana. Hay viajeros que se decantan por recorrer la carretera en sentido contrario puesto que parten de Argentina o encuentran épico terminar el viaje en Alaska. Sea como fuere, esta gran aventura y una de las rutas más apasionantes del mundo merece la pena hacerla en cualquiera de los sentidos.
De Alaska a la Patagonia argentina, dentro del Parque Nacional Tierra del Fuego, finaliza la ruta nacional 3 de Argentina en un entorno precioso conocido como Bahía Lapataia. En el cartel de madera que ves en la foto superior se indica la distancia desde este punto austral hasta Alaska: 17.848 kilómetros.
Se dice que esta distancia es un cálculo aproximado desde este punto en línea recta hasta el estado norteamericano.
¿Cuánto se tarda en hacer la ruta panamericana?
Carretera panamericana en la costa de Perú vía Shutterstock
Según el trayecto que elijas, la carretera panamericana es esa «costura de América» que conecta un total de 14 países. Pero, como he comentado antes, también hay rutas alternativas que te pueden llevar a conocer otros destinos de este cautivador continente.
Muchos viajeros se planifican la ruta entre uno y dos años. Otros hasta la hacen sin fecha de vuelta, más como nómadas digitales. En mi caso me llevó once meses, aunque pienso que lo más cómodo hubiese sido dos años.
Este fue el promedio en días/meses que le dediqué a cada país en la carretera Panamericana (distancias incluidas de mi trayecto en transporte público):
Estados Unidos: 34 días / 7577 kms
Canadá: 6 días / 4260 kms
México: 93 días / 8499 kms
Belice: 24 días / 994 kms
Guatemala: 21 días / 994 kms
Honduras: 23 días / 1252 kms
Nicaragua: 9 días / 658 kms
Costa Rica: 11 días / 403 kms
Panamá: 8 días / 1119 kms
Colombia: 12 días / 3118 kms
Ecuador: 10 días / 980 kms
Perú: 13 días / 3286 kms
Bolivia: 13 días / 1889 kms
Chile: 2 días / 685 kms
Argentina: 29 días / 7787 kms
Muchos viajeros me preguntan: ¿Qué debería llevar en la maleta/mochila para un gran viaje por la panamericana?¿En qué temporada hiciste el viaje (invierno/verano). Como puedes ver en la escaleta pormenorizada que incluyo en este post, comencé la aventura en junio y finalicé casi doce meses después evitando el invierno principalmente tanto en Alaska como en la Patagonia.
Respecto al equipaje ideal lo que te comiendo es una mochila de 60-70 litros con la ropa básica, algo de abrigo y ropa de verano. A lo largo del camino si necesitas puedes comprar o cambiar ropa a precios bastante asequibles.
¿Cuánto dinero necesito para hacer la ruta Panamericana?
Principalmente va a depender de tu presupuesto, del medio, cómo quieres que sea el viaje y del tiempo que quieras estar en ruta. Con el paso del tiempo se han ido creando redes y comunidades de viajeros que ayudan a disminuir gastos. Por ejemplo, puedes optar por a hacer couchsurfing o housesitting, compartir en un hostal envés de un hotel con habitación privada.
Lo más importante es que sepas cuánto dinero llevas y con eso planifiques la ruta, sobre todo el tiempo que estarás en cada país y por cuáles quieres pasar.
¿Cuánto mide la Carretera Panamericana?
La Carretera Panamericana es una de las rutas más extensas y notables del mundo, abarcando un vasto territorio desde Alaska en América del Norte hasta Argentina en América del Sur. La longitud total es de aproximadamente 30.000 kilómetros, lo que genera gran fascinación entre los amantes de la conducción y la aventura por los innumerables paisajes y culturas que recorre. Considerando cuántos kilómetros tiene la Panamericana, es impresionante cómo esta red de carreteras conecta casi todos los países de América, excepto un pequeño tramo conocido como el Tapón del Darién, que separa Panamá de Colombia. Esta obra de infraestructura no solo facilita el transporte y el comercio, sino que también simboliza el esfuerzo por unir el continente americano de norte a sur.
Viajeros y viajeras que han hecho la ruta Panamericana
Son muchos los viajeros y viajeras que han cogido sus mochilas, bicis, autocaravanas o se han ido solo con un billete de ida para vivir las mejores de las aventuras que alguien puede tener: recorrer la Panamericana.
No tenía ninguna experiencia previa en grandes travesías. Pero en 2013, Álvaro, decidió dejar su vida “normal”, es decir su trabajo, una hipoteca y una relación estable. Su vida dio un giro y la bicicleta fue su inseparable amiga que lo acompañó hasta Alaska. Una aventura que lo llevó a recorrer la costa Oeste, travesar México de cabo a rabo, subir los andes sudamericanos para terminar alcanzando Ushuaia dos años después.
Una pareja chilena que en el 2013 decidió vender todo lo que tenía en Chile para partir a la aventura soñada de a hacer la Panamericana. Primero llegaron a Canadá, allí trabajaron una temporada para comprar su camioneta “Dora”. Ella, junto a su camper “Manfred”, han sido las fieles compañeras de Claudia y Cristian en esta pedazo de travesía desde Alaska a la Patagonia que les llevó 3 años y 52.000 kilómetros.
“La Costura de América”: 11 meses y 45.000 kms – Iosu López
Al igual que otros viajeros, también dejé mi vida de confort: un trabajo estable en la tele, a mi familia en España, una novia y todos los esquemas sociales que se suponía debía seguir. Antes de cumplir los 30, decidí abandonarlo todo para cumplir mi sueño de infancia: recorrer América de norte a sur y hacerlo íntegramente por tierra. Con los ahorros que tenía me lancé a la aventura recorriendo este maravilloso continente solo en transporte público. Tomé desde un autobús hasta una avioneta llena de gallinas en la comarca de Kuna Yala en Panamá.
1 año recorriendo la Panamericana en una furgo 4×4 – Marc, Serena y sus dos hijas
Un viaje que comenzaron en Alaska con sus dos hijas, Xènia (9 años) y Jordina (11 años), y finalizaron en Argentina hace a penas un año. Estuvieron viajando durante 14 meses en una furgoneta 4×4 muy bien equipada. Esta familia personalizó su ruta Panamericana saliéndose un poco del asfalto para explorar más lugares naturales, como buenos amantes de la naturaleza.
1 año y medio para llegar a Argentina a través de la Panamericana – Pilar y Jorge
Una pareja argentina que aprovechó el año y medio que tenía para viajar y se lanzaron a un viaje épico por América en un motorhome restaurado. Siguieron la ruta Panamericana en 2017 desde Canadá y, en principio, su idea era llegar a Argentina en este tiempo. Pero, como ellos mismos describen, “el viaje tomó forma propia” y en ese año y medio tan solo llegaron a Panamá.
La Panamericana de sur a norte en combi – Mariela y Carolina
Carolina es colombiana y Mariela es argentina. Juntas decidieron arrancar con esta aventura en “sentido contrario”. Comenzaron en el fin del mundo, Ushuaia, para terminar en Alaska contemplando auroras boreales. Salieron de Argentina sin vehículo particular y al llegar a Sao Paulo fueron a una exhibición de combis, fue allí donde tuvieron la idea de comprarse una. Después de buscar muchas opciones, decidieron comprar una T1 (modelo de 1969) que apodaron “Abacaxi”.
Al comprarse la combi, su ruta Panamericana tomó otro concepto. Hicieron una pausa en el viaje dejando a “Abacaxi” en casa de una amiga en Brasil. Ambas se regresaron a República Dominicana (país de residencia) para ahorrar durante un tiempo y planificar el nuevo tramo que comenzarían con su combi. De vuelta al sur, camperizaron a la pequeña de cuatro ruedas arrancando nuevamente con la ruta.
Otros viajeros que han estado por territorio de la Panamericana
Hay también otros viajeros que, aunque no planifican sus viajes expresamente en realizar la Panamericana, atraviesan tramos de esta ruta tras la aventura de descubrir el pintoresco continente americano.
Juan Miravete, conocido como “el Winger”, dio la vuelta al mundo subido en su Honda Goldwing GL 1800. Conoció muchos de los países que conforman la Panamericana.
Nacho Dean, aventurero nato, dio la vuelta al mundo a pie durante 3 años y, en su paso por América, prácticamente se la recorrió de cabo a rabo.
También está la historia de Fabián Barrio, otra vuelta al mundo, pero esta vez en moto durante 2 años. Obviamente tuvo su peripecia por el asfalto de la Panamericana.
La ruta Panamericana es una excusa perfecta para iniciarte en un gran viaje que te hará conocer diferentes culturas, despertar el paladar con gastronomía variada, te adentrará por paisajes que van desde desierto hasta selva y lo más bonito de todo: conocer a nuevas personas cada una con sus tradiciones. Te aseguro que este viaje te sumará infinidad de experiencias.
¿Dónde termina la ruta panamericana?
Eso dependerá del sentido en el que decidas recorrerla. De Alaska a la Patagonia argentina, en el extremo sur, dentro del Parque Nacional Tierra del Fuego, finaliza la ruta nacional 3 de Argentina en un entorno precioso conocido como Bahía Lapataia. En el cartel de madera que ves en la foto superior se indica la distancia desde este punto austral hasta Alaska: 17.848 kilómetros. Se dice que esta distancia es un cálculo aproximado desde este punto en línea recta hasta el estado norteamericano. Tu viaje te aseguro que sumará muchos más así como infinidad de experiencias.
¿En qué sentido hago la panamericana?
Ruta panamericana vía Shutterstock
Muchos se plantean: ¿cómo hago la panamericana? ¿De norte a sur o de sur a norte? En mi caso preferí hacer este gran viaje de norte a sur puesto que el «fin del mundo» -Ushuaia en Tierra del Fuego (Argentina)- me resultaba un lugar icónico donde terminar este gran viaje. Ushuaia es la ciudad más austral del continente americano, el último reducto poblado tras el que luego tan solo quedan la inmensidad del océano y la Antártida.
Hay viajeros que deciden recorrer la carretera panamericana en sentido contrario puesto que parten de Argentina o encuentran épico terminar el viaje en Alaska. Sea como fuere, esta gran aventura y una de las rutas más apasionantes del mundo merece la pena hacerla en cualquiera de los sentidos.
¿Es segura la panamericana?
No te voy a mentir. Algunos de los países por los que atraviesa este eje vial tiene problemas de seguridad, sin embargo, lo que mejor funciona en un gran viaje es el sentido común y siempre consultar con gente local para ver cómo están los siguientes tramos. Evita viajar de noche.
La Costura de América: 45.000 kms a través de la ruta panamericana
En el año 2012 presenté en esta web el primer capítulo de la primera serie de viajes de Mochileros TV: «La costura de América». Producida por Qbo Films e Emagic Producciones, la serie cuenta con un total de 8 episodios la historia del mejor y más intenso viaje que he realizado hasta la fecha en mi vida por el continente americano.
Antes de cumplir los 30, decidí abandonarlo todo (trabajo, casa, familia…) para cumplir un sueño de infancia: recorrer América de norte a sur y hacerlo íntegramente por tierra. Un viaje en solitario de 45.000 kilómetros y casi 11 meses de aventura desde Prudhoe Bay (Alaska) hasta Bahía Lapataia en Tierra de Fuego (Argentina) a través de la carretera panamericana. El cambio en mi perspectiva vital, el autoconocimiento interior y el esfuerzo personal de superación marcan un viaje de descubrimiento de la rica y compleja topografía humana y social del continente americano en sentido inverso al flujo migratorio.
Para aquellos que no conocíais esta aventura, aquí un aperitivo, el teaser de la serie.
De este viaje no sólo surgió una experiencia personal inolvidable, también este documental que ahora podréis ver en forma de serie capitulada tanto en nuestra web o en el canal de Youtube.
EP1. «La última frontera / The Last Border»
A lo largo de los años 2009 y 2010, realicé más de una veintena de proyecciones de este documental, que ahora puedes ver capitulado en internet, en ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao, Málaga o Sevilla, además de ciudades fuera de España como Nueva Delhi (India) y Montevideo (Uruguay). Todas ellas fueron a beneficio del hogar de niños de la calle «Horizontes al Futuro» ubicado en la ciudad hondureña de Comayagua financiado en parte por la Asociación Tenguaje de Sevilla.
Sin más dilación, aquí tenéis el primer episodio de esta gran aventura. ¡Esperamos que lo disfrutéis!
EP2. «Siempre al sur / Always South»
Bajo un sol abrasador (más de 48 grados celsius) en Badwater, Valle de la Muerte (Estados Unidos)
En este segundo capítulo de «La Costura de América», nuestro aventurero sigue rumbo al sur por la ruta panamericana después de recorrer las vastas tierras de Alaska y Canadá. En dirección hacia la frontera internacional entre Estados Unidos y México, en el camino atravesará páramos como el Valle de la Muerte y el imponente Cañón del Colorado, jugará un puñado de dólares en la meca del juego -Las Vegas- y llegará a Tijuana para conocer de primera mano la dura realidad de la inmigración ilegal.
EP3. «México lindo / Beautiful Mexico»
El camino bajo mis pies
En el tercer capítulo de la serie «La Costura de América», nuestro aventurero, después de detenerse durante unos días en la fronteriza Tijuana donde descubre de primera mano la crudeza del fenómeno migratorio, continúa su viaje a través de la península de Baja California. A su llegada a La Paz se verá sorprendido por la visita inesperada del devastador Huracán John.
Tras recorrer más de 3.000 kilómetros por el extraordinario México desde la frontera norte hasta la cálida Riviera Maya, Iosu se adentra en Belice, el primer país de Centroamérica, donde se enfrentará a un momento crucial en su aventura. ¿Logrará superar uno de los momentos más duros del viaje?
EP.4 “Lejos de casa / Far From Home”
Peleas de gallos (Nicaragua)
En el cuarto capítulo de la serie «La Costura de América», nuestro aventurero, después de superar uno de los momentos más difíciles y complicados de este viaje, continúa su camino por Centroamérica en dirección hacia Panamá. Iosu se detendrá en el altiplano guatemalteco para conocer de cerca las tradiciones indígenas y analizar la situación de un país al que todavía le duelen las cicatrices de un genocidio de 36 años.
Admirando las ruinas de la civilización maya en Tikal (Guatemala)
En Nicaragua nos metemos de lleno en las peleas de gallos, deporte nacional de este país centroamericano y descubrimos algunas de las leyendas y encantos de la isla nicaragüense de Ometepe.
EP.5 «Perdido en el paraíso / Lost in Paradise»
Navegando en un cayuco comandado por indígenas Kuna por el caribe panameño
Los últimos meses hemos estado muy ocupados viajando por medio mundo y preparando nuevos reportajes que comenzaremos a emitir una vez se termine la emisión de nuestra serie «La Costura de América». El pasado mes de junio estrenamos «Lejos de casa», el cuarto capítulo en el que nuestro aventurero, después de superar uno de los momentos más difíciles y complicados de esta aventura, continuaba su camino por Centroamérica en dirección hacia Panamá.
Viajando por la carretera panamericana en autobús
Tras haber hecho una parada para recuperar fuerzas en la isla nicaragüense de Ometepe, Iosu López retoma el camino por Centroamérica a través de Costa Rica y Panamá donde se topará con el Tapón del Darién, una extensión inmensa de selva donde se interrumpe el trazado de carretera panamericana. ¿Cuál será su opción? En este episodio nuestro aventurero vive una de las experiencias más apasionantes de su aventura por el continente americano.
EP.6 – “La mitad del mundo / Half of the World”
Músico callejero en Quito (Ecuador)
Mochileros TV presenta el sexto episodio de la serie «La Costura de América» desde un lugar muy especial y lejano. El pasado mes de septiembre emitimos el último capítulo «Perdido en el paraíso», en el que nuestro aventurero vivió una de las experiencias más apasionantes de todo su viaje por el continente americano.
Iosu Lopez con gorro peruano en un autobús
Sin embargo, la aventura continúa esta vez por Sudamérica donde nuestro viajero tendrá que atravesar países como Colombia, Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina para llegar a su destino final: los confines del mundo en Tierra del Fuego (Argentina).
EP7. «Dentro del corazón / Inside my Heart»
Iosu López rodando su documental en la Carretera de la Muerte (Bolivia)
Te traemos el séptimo episodio de la serie «La Costura de América». La aventura continúa por Sudamérica donde nuestro viajero tendrá que atravesar en Bolivia una de las rutas más peligrosas del mundo en bicicleta: la carretera de la muerte en dirección al desierto de sal más grande del mundo.
A mitad de camino en la carretera más peligrosa del mundo
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EP8. «Desierto de sal / The Salt Desert»
Por falta de tiempo en otros tantos proyectos no pude terminar los dos últimos episodios pero prometo hacerlo. Entra en mi canal de YouTube y disfruta de todos los episodios en la lista de reproducción de «La Costura de América».
Laguna Colorada – Geisers Sol de Mañana – Aguas Termales – Laguna Salada – Desierto de Rocas Salvador Dalí – Laguna Verde – Laguna Blanca – Hito Cajón – San Pedro de Atacama – Calama, CHILE
36986
3/4/2007
Calama – San Pedro de Atacama – Paso Jama – Salta, ARGENTINA
37506
5/4/2007
Salta – La Ciçenaga – Jujuy – Tumbaya – Purmamarca – Tilcara – Humahuaca – Jujuy – Salta, ARGENTINA
38896
5/4/2007
Salta – San Juan – Mendoza, ARGENTINA
38942
7/4/2007
Mendoza – Chacras de Coria – Mendoza, ARGENTINA
39028
9/4/2007
Mendoza – Bodega La Rural – Pasrai Fábrica de Aceite Oliva – Bodega Cavas de Don Arturo – Mendoza, ARGENTINA
40317
10/4/2007
Mendoza – San Carlos de Bariloche, ARGENTINA
40517
11/4/2007
San Carlos de Bariloche – Villa La Angostura – San Martín de los Andes, ARGENTINA
40717
12/4/2007
San Martín de los Andes – Villa Traful – San Carlos de Bariloche – El Bolsón, ARGENTINA
41925
13/4/2007
El Bolsón – San Carlos de Bariloche – Esquel – Comodoro Rivadavia, ARGENTINA
42687
14/4/2007
Comodoro Rivadavia – Río Gallegos, ARGENTINA
42984
15/4/2007
Río Gallegos – El Calafate, ARGENTINA
43159
17/4/2007
El Calafate – Glaciar Perito Moreno – El Calafate, ARGENTINA
43427
18/4/2007
El Calafate – Puerto Bandera – Boca del Diablo – Bahía Onelli – Glaciar Upsala – Glaciar Spegazzini – Puerto Bandera – El Calafate, ARGENTINA
44307
19/4/2007
El Calafate – Río Gallegos – Ushuaia, ARGENTINA
44359
21/4/2007
Ushuaia – Parque Nacional Tierra del Fuego – Bahía Lapataia – Lago Roca – Ushuaia, ARGENTINA
44519
22/4/2007
Ushuaia – Lago Escondido – Lago Fagniano – Ushuaia, ARGENTINA
44553
24/4/2007
Ushuaia – Canal Beagle – Isla de los Lobos – Isla de los Pájaros – Faro Les Eclereurs – Isla Bridges – Ushuaia, ARGENTINA
44773
25/4/2007
Ushuaia – Río Grande, ARGENTINA
(vuelo)
26/4/2007
Río Grande – Buenos Aires, ARGENTINA
(vuelo)
2/5/2007
Buenos Aires – Aeropuerto Internacional Ezeiza – Madrid, ESPAÑA
45227
4/5/2007
Madrid – Pamplona, ESPAÑA
Washington D.C., USA. Km. 0
Las últimas semanas han sido un constante ir y venir de recados, preparativos, despedidas y tareas. Parece mentira que soltar amarras resulte tan farragoso. Gracias a Edel pude llegar a tiempo de recoger todo lo que he venido acumulando en mi habitación durante estos 6 últimos años. Empiezo a pensar que padezco el síndrome de Diógenes, ese por el cual acumulas kilos y kilos de cosas sin sentido alguno. Estuvimos hasta las 4 de la mañana terminando de guardar los restos de la mudanza y llenar las dos mochilas que llevaré a mis espaldas durante los próximos meses. Difícil decisión la de cargar con lo mínimo sin olvidar nada importante y organizarlo de tal manera que ocupe el mínimo espacio posible. Edel fue una vez más la artífice de semejante tetris. Se nota el entrenamiento cuando hace unos años jugaba a las máquintas y se pasaba hasta la pantalla 43.
Dormir, dormimos poco. Tres horas que se sumaban a la falta de sueño de las últimas semanas. Tras el oportuno control de seguridad en Barajas, resulta que llevaba una navaja en la mochila, así que vuelta atrás para facturar el cuchillito de marras. Mi primer vuelo Madrid-Frankfurt vía Spanair estuvo marcado por el Mundial. A mi lado iban dos argentinos engorilados por el próximo partido entre su selección y la holandesa. Luego me enteraría que el resultado no pasó de un simple empate. El resto del viaje sin mayores complicaciones. Una vez en Frankfurt, buscar la puerta de embarque del avión con el que debía enlazar, registros de seguridad por un tubo y un larguísimo paseo por este aeropuerto que parece más una ciudad que un lugar de aterrizaje de aviones.
Tras 8 horas de vuelo con United Airlines (con asiento con pantalla incorporada y selección de películas) pisaba tierra en el aeropuerto de Dulles, en Washington D.C. Vuelvo a toparme con varios controles de seguridad, incluído el escaneo de los dos dedos índices y una foto que te sacan con una web cam por si pones una bomba o algo así. Es curioso tener que rellenar de nuevo el cuestionario de inmigración en el que te preguntan cosas como si has participado en el bando nazi durante la II Guerra Mundial y en el que a continuación te avisan de que si respondes a alguna de las preguntas que sí no podrás entrar en Estados Unidos. ¡Estos yankis están muy mal!
El aeropuerto de Dulles está a unos 50 kilómetros de Washington D.C., así que para llegar a casa de Enrique, amigo del alma que me acogerá en su apartamento durante los próximos 6 días, tuve que buscar el Washington Flyer, un bus conducido por un chino que hablaba solo en voz alta, al que no le entendía ni papa y que te deja en la estación de metro West Fall Church. Allí subirse al susodicho por casi 3$, recorrer varias estaciones, transbordo en Metro Center hasta llegar a Dupont Circle, lugar según cuentan los lugareños elegido por los estudiantes para salir de marcha y según una fuente anónima, centro de reunión de gays. ¡De lo que uno se entera!
Tras 12 horas de viaje se agradece enormemente encontrarte con uno de tus mejores amigos y darte un fuerte abrazo despues de casi 6 meses sin verte. Su apartamento tipo boeing (lleva el nº 747) mola un montón y la cena que me preparó (pollo con cuscús, espárragos trigueros y una fresca Coronita) me supo a gloria. La foto que estáis viendo está sacada desde su ventana. Hoy estoy sintiendo las sacudidas del jet lag. Me he despertado 5 o 6 veces seguidas en intervalos de una hora. Así que habrá que dejar que el cuerpo se acople. Mientras tanto, un completo desayuno y esta tarde a darse un paseo por la ciudad de la Casa Blanca.
Recuerdos a todos.
Washington D.C., entre terroristas y homeless
La noche del pasado jueves fui con Enrique a casa de dos amigos suyos españoles; Iñigo (cámara de TVE) y Tatiana (su novia y corresponsal de La Voz de Galicia). Más tarde acudimos a un local en el que actuaba un grupo latino llamado Los Nayas donde se reunían varios españoles que trabajan en Washington para despedir a unas profesoras que regresaban a España. No creáis que tuvimos juerga hasta tarde puesto que a partir de las 2 de la madrugada cierran todo, en las discotecas no sirven alcohol y no cierran más tarde de las 5 de la mañana. Eso sí, lo que fue memorable fue acabar cerrando el bar bailando Kojón Prieto y los Huajalotes, cortesía de uno de los amigos de Enrique.
Al día siguiente, viernes, me desperté para ver el partido de fútbol entre España y Arabia Saudí. Muchos sabéis mi escaso interés por el fútbol pero… siendo el Mundial y estando tan lejos de casa pues como que me dio morriña. De recuerdo me llevo el gol de Juanito narrado por el canal deportivo ESPN mientras se oye de fondo a los energúmenos de la SER. Dr. Livingstone patrocina este microvideo.
Juanito, spanish hero
El resto del día, visita turística por el National Mall con un calor húmedo pegadizo un tanto insoportable. La Casa Blanca, Memorial a Lincoln, Monumento Washington… y una sorpresa un tanto curiosa, una mujer que se llama Conchita, una señora que lleva haciendo una vigilia ininterrumpida por la paz frente a La Casa Blanca durante más de 20 años. Allí tiene instalado un chiringuito de denuncia contra el uso de armas nucleares así como contra la infinidad de acciones abusivas por parte de Estados Unidos.
A mediodía cita con Enrique para comer en el National Press Building y encaminarnos una hora después hacia la parada de autobús que nos iba a llevar a Nueva York. Como en todos los lugares, tienes diferentes compañías entre las que elegir. Lo divertido de este trayecto es que puedes elegir entre Greyhound (gran empresa de transporte nacional), los chinos o los judíos. Como lo oís. Al final optamos por los judíos (dicen que el servicio de los chinos deja mucho que desear). No imaginéis que el autobús iba repleto de judíos con sus trenzas y gorritos, tan sólo el cobrador tenía este aspecto. Ahí estamos, ¡rompiendo moldes!
Dr. Livingstone
GALERÍA DE FOTOS WASHINGTON D.C.
Nueva York, USA. Km. 394
Hacía 13 años desde la primera vez que visité La Gran Manzana junto a mis padres. La sensación de volver a pasear entre las arterias de una ciudad así produce sensaciones que uno debe experimentar en sus propias carnes. Nueva York es una inmensa mole cargada de estrés, miseria y éxito. Entre los rascacielos uno se siente un ser diminuto protagonista de una película de Hollywood.
Un ejercicio que me gusta hacer de vez en cuando en mis viajes es quedarme parado en una esquina o lugar apartado (esta vez entretenido con un sabroso/grasoso hot dog) y otear a mi alrededor cómo se comporta la gente que pasa de un lado a otro. Nueva York tiene mucho que ver, soñar, imaginar… eso sí, para verlo hay que andar mucho. Lo bueno de esta ciudad es que es prácticamente imposible perderse gracias a su ordenado cuadrante que se divide en calles horizontales y avenidas verticales.
Enrique y yo nos hospedamos en casa de Roberto y María. Roberto (Ruppert como le llama su novia para chincharle) es compañero del ICEX y trabaja en EFE en la delegación neoyorquina. María es valenciana, vino hace 4 meses a aprender inglés, conoció a Roberto y desde hace un tiempo viven juntos. Ambos nos acogieron en su pequeño apartamento situado en la 45 con la 8ª, a tan sólo 5 minutos de Times Square.
El sábado comenzó con un desayuno a la una del mediodía a base de hamburguesa y colesterol en vena en Roxy, delicatessen situado en pleno Times Square. Paseamos por Broadway, la Quinta Avenida, vimos el Rockefeller Center, Empire State, Saint Patricks Cathedral, Central Park… todo bajo un cielo gris y ratos de lluvía intermitente. Uno de los momentos divertidos fue echar unas canastas en la tienda oficial de la NBA. El juego consistía en meter el mayor número de canastas posibles en un tiempo limitado. El maestro de ceremonias era un negrito un tanto zumbado con un aspecto parecido al rapero Snoop Dogg. No tuvimos la oportunidad de competir a la vez entre Enrique y yo. La revancha la guardamos para más adelante. Tras este pequeño lapso deportivo tomamos el metro hacia el sur de Manhattan para dar una vuelta por el East Village.
La Gran Manzana
Por la noche fuimos a cenar al Café Wha? (115 MacDougal Street, entre Bleecker y West 3rd Street), lugar en el que se rumorea que una cazatalentos descubrió a Bob Dylan. A parte de Enrique, Roberto y María, vinieron unos amigos suyos (la italiana Eleonora y, atención, dos pamplonicas, Laura y Eduardo…como no éste último conocía a uno de los hermanos de Enrique).
El Café Wha? ofrece un menú basado en hamburguesas, ensaladas y carnes. Todo siguiendo los cánones del estilo de vida americano: cantidades desproporcionadas y platos cargados de salsas grasientas. Lo ideal para acabar siendo un obeso. Lo mejor de este garito es la banda que toca en directo a lo largo de toda la velada interpretando temas de todo tipo de estilos y gustos. Sus músicos la verdad es que son la caña. Lo peor: el clavadón de 50$. Aún y todo mereció la pena. Terminamos la noche en un local llamado MATSURI (371 W 16th St), restaurante oriental que muta en discoteca bajo el nombre HIRO y en la que se rodó la escena de la película «Kill Bill» en la que actúa un grupo de rock de chinas mientras Uma Thurman se dedica a repartir toñas a diestro y siniestro. El local ofrecía un espectáculo al estilo del Circo del Sol con bailarinas colgando del techo balanceándose sobre sábanas blancas.
Ayer domingo me levanté tarde, fui a una tienda gigante de aparatos electrónicos regentada por judíos llamada B&H en la que me compré un trípode. El servicio y la atención eran espectaculares. No tenías que cargar con nada. Elegías los productos y cuando llegabas a la caja ahí te estaban esperando. Sin colas ni malentendidos. Para regresar de Nueva York a Washington tomé el autobús de VAMOOSE (contrata de los judíos). Como no tenía sitio me acabaron situando en el asiento del copiloto, me devolvieron el dinero y mantuve una interesante charla durante todo el viaje con el conductor cubano Jorge Gómez.
Después de estos días de descompresión, llega el verdadero momento de iniciar el viaje solo. Mañana salgo rumbo a Anchorage (Alaska) a las 14:40 horas.
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GALERÍA DE FOTOS NUEVA YORK
Anchorage, ALASKA. Km. 788
C Street, Anchorage
Nadie me había dicho que fuera fácil ser un aventurero. Tras una emotiva despedida en la estación Metro Center de Washington D.C. con mi gran amigo y mejor anfitrión Enrique, me dirigí al Ronald Reagan National Airport. Tras un leve despiste en el que me equivoqué de línea y el consiguiente agobio al pensar que llegaba muy justo de tiempo (finalmente no fue así), me subí al avión de Frontier Airlines en el que pude ver en directo -ojo al dato- el partido de fútbol entre España y Francia. La tecnología cada día me asombra más y los putos gabachos (permitidme la licencia) tienen una suerte que se la pisan. Seré un hooligan con Brasil en los cuartos de final.
Estos días en Washington ha estado lloviendo una barbaridad. Seguro que habréis visto en las noticias que es una tormenta tropical y por esa razón tardamos más de una hora en despegar. Después de tres horas y media de vuelo aterricé en Denver (Colorado), estado situado más o menos en el centro de Estados Unidos. El cansancio acumulado durante estos días con los cambios horarios y las pocas horas de sueño me provocaron un pequeño bajón físico que solventé con un poco de agua y paciencia. Hay veces en las que me alucina lo que un cuerpo humano puede aguantar. Todavía me quedaban casi cinco horas más de vuelo hasta aterrizar por fin en Anchorage, una de las ciudades industriales más importantes de Alaska, aunque no su capital, que es Juneau.
El hostal en el que me alojo se llama Jason’s International Youth Hostel, un lugar agradable situado en 3324 Eide Street, en Midtown, no muy lejos del centro en el que se paga 25 dólares por noche y cuyo precio incluye un grasiento desayuno basado en huevos duros, patatas y una gruesa salchicha demasiado picante para mi gusto. Aquí comparto una habitación que tiene un par de literas con tres estudiantes turcos bastante simpáticos que han venido para trabajar durante el verano en barcos de pesca o… algo así creí entender. Para llegar aquí tuvieron que coger 4 aviones: Ankara-Amsterdam-Nueva York-Minneapolis-Anchorage. Me invitaron a probar de su cena -pizza reciclada del día anterior, Pepsi y una especie de empanada turca algo reseca- y para contrarrestar me han despertado demasiado pronto esta mañana con la banda sonora típica que se escucha habitualmente en un Döner Kebab.
Una cosa curiosísima de Alaska en esta época es que hay 19 horas de luz, lo que quiere decir que anochece cerca de las doce de la madrugada y amanece 4 o 5 horas más tarde. Quien padezca de insomnio o no pueda dormir con luz en la habitación lo tiene crudo aquí. Por su parte, Anchorage es una ciudad un tanto soseras. Tiene algo más de 250.000 habitantes (como Pamplona), casas bajitas (exceptuando el imponente hotel Hilton) y largas y espaciosas avenidas repletas de edificios de oficinas o restaurantes de comida basura. El centro de la ciudad tiene muy poco que ver. Está repleto de centros comerciales, tiendas de souvenirs, garitos de artesanía esquimal, antigüedades, bisutería y agencias de viajes que te ofrecen el oro y el moro en excursiones.
Después de varios días comiendo pizzas y demás porquerías, quitando alguna comida decente en casa de Enrique, hoy he decidido buscar un supermercado para comprar tomates y lechuga y hacerme una ensalada en condiciones. Tarea más difícil de lo que imaginaba. En el hipermercado más cercano al hostal tenían de todo, eso sí, envasado, artificial… pero nada fresco. Así no me extraña que haya tantos gordos. He tenido que andar un montón para acabar encontrando una tienda de orientales con miles de productos rarísimos para comprarme una zanahoria, dos tomates, dos pavías y una lata de atún. Suculentos manjares comparando la dieta de los últimos días.
Mañana salgo a las 8:15 de la mañana rumbo al Denali National Park, lugar en el que se encuentra el monte McKinley, el más alto de Norteamérica. Para ello, tomaré el Alaska Railroad con el que llegaré a Denali doce horas más tarde. El viaje promete ser laaaaaaargo pero interesaaaaaantísimo. Daré buena cuenta de todo lo que vea con una oportuna galería de fotos.
Como dirían los esquimales os doy a todos CAMAANI, que viene a significar algo así como un abrazo caluroso desde las frías tierras de Alaska.
Iosu Livingstone
GALERÍA DE FOTOS ANCHORAGE (ALASKA)
Anchorage – Denali en el Alaska Railroad
Es difícil encontrar taxi a las 7 de la mañana en una ciudad desierta y tranquila como Anchorage. La providencia estuvo de mi parte y pude llegar a tiempo a la estación del Alaska Railroad para realizar el checking de maletas. Mi tren salía a las 8:15 con rumbo al Denali National Park, situado a unos 233 kilómetros, y cuya espectacular extensión de bosque boreal y tundra acoge la montaña más alta de Norteamérica, el McKinley -conocido también como Denali- con 6.194 metros de envergadura. Alaska, palabra de la lengua aleut que significa «el gran territorio», es un lugar extrañamente acogedor. Como podéis ver en las fotos, el color verde y marrón prevalece en sus paisajes y llama la atención el permanente silencio en el ambiente tan sólo interrumpido por el ruido de las aguas de algún río aislado. Durante las 7 horas que dura el viaje dediqué mi tiempo a admirar los diferentes parajes y echar alguna que otra cabezada necesaria para recuperar parte del cansancio acumulado. El tren realiza un par de paradas en dos pequeñas localidades: Wasilla (una de las escasas poblaciones de Alaska en las que se cultivan vegetales, el resto generalmente se importan) y Talkeetna, punto de partida de aquellos osados que pretenden ascender al McKinley.
Un par de anécdotas reseñables del trayecto. Entre vagón y vagón pedí a Danny, un señor que se encontraba sacando fotos, si podía grabarme con mi videocámara para tener algún plano en el que saliese yo. Lo gracioso del momento fue que cuando la cogió me percaté de que el pobre señor tenía un acentuado tembleque. Afortunadamente, todo queda bien disimulado con el traqueteo del tren. Por otro lado, no sé muy bien por qué, el revisor me otorgó la estrella de sheriff y agente junior del Alaska Railroad. Si la memoria no me falla, creo que es la primera condecoración que me otorgan. Un buen comienzo de viaje, sí señor.
Lo más engorroso de llegar a un lugar que no conoces es la odiosa sensación de sentirte perdido como un pez fuera del agua. Tras recoger mi pesada mochila y la guitarra española que me he traído para alegrar los momentos de soledad, me dirigí al Visitor Center -Centro de Visitantes- para ver si alguien me aclaraba cómo podía llegar al hostal que previamente había reservado por teléfono desde Anchorage. Una amabilísima señora me solucionó el agobio con un par de llamadas y me metió de nuevo en la pecera en un santiamén. Tras hora y media de espera con autobús de por medio hasta el Wilderness Access Center, apareció la furgoneta del hostal conducida por un chaval de Texas llamado Seth. Para mi sorpresa, en el interior se encontraban Fran, un chico madrileño que trabaja como profesor de español en Oakland y que tras 15 días en Alaska volverá a España, y Patricia, antropóloga de la Universidad de Morelia (Méjico). No sabría muy bien cómo describir la alegría que supone poder expresarse sin trabas y con relajación en tu propio idioma. Curiosamente Seth es un tío que ha viajado con pocos más de 30 años por un montón de países, entre ellos estuvo trabajando como profesor de inglés en España. Me eché bastantes risas oyéndole imitar el acento gaditano y contarme historias de borracheras en Salamanca con una francesa y sus servicios de relaciones públicas, como él mismo lo definía, tomando día tras día miles de vinos con los abueletes de Cádiz.
Unas 12 millas al sur del parque, en el punto 224.5 de la Parks Highway cerca de Carlo Creek, se encuentra el Denali Mountain Morning Hostel. Al contrario de lo que me imaginaba, el alojamiento era fascinante. Situado en medio de un bosque junto al río, bajo dos espectaculares montañas nevadas, con varias casitas de madera, duchas limpias, tienda de comestibles y un trato amable, por unos 27$ me alquilaron una tienda de campaña -lo único disponible en ese momento- ya montada y bien dispuesta sobre una plataforma de madera. Al otro lado de la carretera, tomé una cerveza y una sabrosa hamburguesa en un coqueto restaurante mientras charlaba con Patricia sobre su trabajo, viajes y el conocimiento de uno mismo a través de ellos. Después a dormir como los Lunnis porque a la mañana siguiente tocaba probar suerte para ver si quedaban plazas libres para uno de los autobuses que se adentran en el parque y para el que Fran tenía ticket a las 7:30.
GALERÍA ALASKA RAILROAD
Denali National Park, ALASKA. Km. 1663
A pesar de llevar en Alaska cerca de 5 días, continúa sorprendiéndome la práctica ausencia del término noche en este lugar. La noche -dejadme usar esta palabra- del jueves al viernes me desperté a las 3 de la madrugada y pude comprobar que seguía siendo de día. Antes de coger la furgoneta del hostal que nos acercaba a la entrada del parque, tomé con Fran a las 6 de la mañana un generoso desayuno con dos huevos sunny side up (que significa algo así como la cara del sol hacia arriba, uséase, un par de huevos fritos corrientes con sus yemas solares), patatas fritas, una gruesa loncha de jamón york y cantidad de tostadas. Portentosa base alimenticia para empezar un día con las pilas bien cargadas.
Una vez en el Wilderness Access Center, fui a la taquilla a ver si la suerte me sonreía y quedaban tickets para poder hacer la excursión a la misma hora que Fran a un lugar del parque llamado Fish Creek. Debí nacer con una flor en el culo porque quedaba un único pase y llegué segundos antes que un señor que venía con la misma intención. A veces se gana y a veces se pierde. Lo siento señor desconocido.
El recorrido duraba en total 6 horas con diversas paradas a lo largo del camino en las que acudir al baño y dar un corto paseo. El conductor del autobús, equipado con un micro de teleoperador y con un tic de respiración nasal tipo sorbemocos cada 5 minutos, se encargaba de amenizar el viaje con chascarrillos, información interesante sobre cada uno de los lugares y advertencias sobre los peligros de la vida salvaje del parque. Y es que este parque es único donde los haya. Prácticamente no hay senderos marcados y tienes total libertad para bajar del autobús en el momento que desees y hacer caminatas allá por donde te plazca. Eso sabiendo que por ahí perdidos hay animales peligrosos como osos Grizzlies o negros y otros bichos aparentemente apacibles pero que pueden resultar igual de letales como los alces o caribús. Esto no quiere decir que uno por ejemplo pueda acampar a sus anchas donde quiera, para ello hay reservadas zonas para las que hay que comprar un ticket, ver un video educativo sobre los peligros del parque y llevar un recipiente especial para meter la comida y que los osos no la huelan. ¡Pobre Yoggi! ¡Cómo va a conseguir sus emparedados! Menuda contradicción.
De camino a Fish Creek
Los paisajes y animales del parque eran sobrecogedores. Mientras que nuestro conductor nos soltaba una chapa de aquí te espero, el resto de pasajeros debíamos dedicarnos a buscar entre las infinitas praderas y montañas todo tipo de animales posibles: ardillas (Rubens, aquí les dicen escuirels, ¿recuerdas Pokemon?), cabras salvajes, pájaros, nutrias, alces, caribús y osos Grizzlies y negros. Cada vez que alguien veía algo debía gritar STOOOOOOOOOPP!!! y comenzaba la oportuna sesión fotográfica. Pude ver todos los animales que acabo de enumerar, algunos de ellos bastante cerca. La jornada de más de 6 horas y 202 kilómetros recorridos no podía haber sido mejor.
A las 17:30 regresamos con el empanado de Seth al hostal. Mientras ordenaba un poco mi tienda de campaña y grababa unas imágenes del lugar con la cámara de video, conocí a Wullie McLeod (pronunciado Maclaud, como un personaje de alguna serie que ahora mismo no recuerdo). Este señor de 54 años, amante del chocolate, más aún del alcohol -como posteriormente me cercioraría- es oriundo de Haines, pequeña población pesquera situada al sudeste de Alaska. Me pasé prácticamente toda la tarde conversando en inglés -reconozco que yo mismo alucinaba como podía mantener una conversación tan larga en este idioma- sobre temas diversos. Wullie alucinaba que yo fuera caucásico (vamos, más blanco que la sal) y fuera spanish. Constatemente me decía «not dark, not dark» mientras se liaba un cigarro y le daba un trago a su cerveza. Luego pasó a definirme como spanyard, término que supuestamente utilizan los yankis para diferenciarnos de los mejicanos y demás latinos. Aunque algunos crean que España está pegado a Méjico.
Wullie enseñándome a jugar el Horseshoe
Mientras Wullie se agarraba una caraja de aquí te meneo (pudo beberse entre 7 y 8 latas de cerveza), me enseñó a jugar a este juego en el que tienes que encajar herraduras de caballo que pesan un quintal en un palo metálico. Luego me mostró su pequeña habitación en un edificio situado detrás del restaurante del otro lado de la carretera en el que lava platos, me invitó a un par de sus cervezas y regresamos al río para seguir hablando durante un par de horas más sobre sus antepasados confederados en la guerra civil, su trabajo como trampero de zorros y castores, la triste situación de su novia alcohólica que vive en Haines y el gran amor que siente por estas tierras. Una dura vida que me conmovió y que espero haber alegrado por unas horas con un poco de comprensión y compañía. El día terminó compartiendo una cena a la que yo le invité mientras Wullie terminaba de ahogar las pocas palabras que su cerebro llegaba a pronunciar en su última cerveza. Sus ojos de repente se le iluminaron al verme pagar la cuenta, se levantó, me estrechó la mano y me dio un fuerte y ebrio abrazo diciéndome que nunca nadie le había invitado a nada. «Yo siempre me lo he pagado todo». Siempre hay una vez vez, Wullie.
Al día siguiente vuelta a levantarse pronto, desayuno de campeones y una nueva visita al parque durante 11 horas para llegar más lejos aún, destino a Wonder Lake, precioso lago localizado frente al McKinley a 150 kilómetros de la entrada del parque. En este lago en días de claridad la gran montaña de Norteamérica se refleja con una bella impresionante.
A orillas del río Toklat
Al regresar tuve que esperar tres horas a la furgoneta puesto que la hora de regreso eran las 21:30 y pasé uno de los peores momentos del viaje. Era tal la fátiga que tenía acumulada de todos estos días que me dio un bajón físico bastante fuerte llegando a pensar que en algunos momentos me desmayaba. Logré aguantar tumbado y escuchando música para distraerme y me metí al sobre rápidamente nada más llegar al hostal.
GALERÍA DENALI NATIONAL PARK
Fairbanks, ALASKA. Km. 1861
Me encuentro varado en una ciudad sin mayor interés. Quería haber salido hace un par de días rumbo a Prudhoe Bay, en el norte de Alaska, pero no había plazas en el único autobús que llega hasta el fin/principio -según se mire- del mundo. Fairbanks es una pequeña población situada en el centro de Alaska con algo más de 28.000 habitantes y que nació a orillas del río Chena por obra y gracia de las hordas de mineros que vinieron a principios de siglo durante la fiebre del oro. Por eso aquí la denominan «The Golden Heart of Alaska» (El corazón dorado de Alaska). Salvo un viejo barco de esos que tiene una rueda gigante y te da un largo paseo por el río, un museo de arte nativo y un par de minas de oro que puedes visitar y en las que probar suerte, no hay mucho más que ver. Uno de los mayores atractivos de este lugar es asistir a una exhibición de mushing (trineos tirados por perros) cuyas competiciones en invierno como la Iditarod -más de 1500 kilómetros de recorrido- congregan a cientos de participantes y miles de seguidores.
Con la casa a cuestas
El viaje entre Denali y Fairbanks transcurrió con absoluta normalidad; alguna que otra cabezada e interesantes conversaciones con Denise, la conductora de la furgoneta. Durante el año, Denise es maestra de inglés en una base de la fuerza aerea norteamericana y en el verano realiza este trabajo para sacarse un sobresueldo. Según me cuenta, Alaska es un lugar estratégico para los yankis. Algo que queda pantente si te fijas en que tienen tres grandes bases militares con miles de soldados para proteger sus reservas de petróleo y marcar posiciones debido a la cercanía con Rusia.
El hielo justo
Hacemos parada en una gasolinera de Nenana, pueblecito a orillas del río del mismo nombre, para tomar un tentempie. Fijaros lo aburridos que están en este lugar que al finalizar cada verano resucitan el juego de nuestro querido Joaquín Prat (El Precio Justo) a su manera. Me explico. Antes de que llegue el crudo invierno con temperaturas de menos de 5 grados bajo cero, organizan el NENANA ICE CLASSIC que consiste en lo siguiente. Compras un ticket por 2.50$ y haces tu apuesta. Debes adivinar qué dia, hora y minuto el hielo del río se resquebrajará. Para saberlo, introducen en él una especie de tripode gigante pintado con franjas blancas y negras que posee un sensor y una alarma. Cuando la masa de hielo comienza a moverse, la alarma suena y vuelven a montar una gran fiesta. En la pasada edición 8 fueron los afortunados al romperse el hielo el 2 de mayo a las 17:29 y se repartieron algo más de 300.000 dólares.
El alojamiento en el que estoy durmiendo en Fairbanks (GoNorth Hostel), como podéis comprobar en la galería de fotos, es excelente. Eso si quitamos que está plagado de mosquitos chupópteros que me han sorbido la sangre y que los somieres de las camas más que estar hechos de metal parecen de chicle. He compartido barracón con Phill, británico de Manchester de unos 40 años y carpintero de profesión, que ha llegado hasta aquí atravesando todo Estados Unidos en moto partiendo de Nueva York, lugar al que volverá de nuevo en moto. ¡Toma geroma, pastillas de goma! Tanto él como Brian, otro motorista profesor de niños discapacitados oriundo de Pittsburg, han sido compañeros de alguna que otra ronda de cervezas en la terraza de la tienda. Éste último nos ofreció un par de noches un concierto de ronquidos en Do Mayor. He aquí una prueba sonora.
Concierto de ronquidos en Do Mayor
lavandería llena de gordas frikis y en la que encontré este llamativo mural más friki todavía. Una de estas obesas -seamos políticamente correctos- de proporciones indescriptibles (no exagero nada) intentó amablemente encasquetarme a su hermana, de iguales dimensiones pero de menor edad, y yo hice la mítica escapa a la inglesa. ¡Corre forest, corre!
Finalizada la colada, acompañé a Jeff junto con dos amigas suyas a una tienda gigantesca de ropa de segunda mano en la que me compré un par de forros polares por 10 euros. El resto del tiempo lo he pasado conversando con un chico tejano profesor de español y recorriendo el solitario y feo centro de la ciudad. Durante uno de mis paseos encontré el Museo de Hielo, un viejo cine reconvertido en sala de exposiciones donde conseguí hacer una entrevista a su director, Dick Brickley y a An Zhe, escultor de hielo chino que realiza exhibiciones para los visitantes y que no entiende casi una papa de inglés. Imaginaros hacer una entrevista con un tipo que no controla inglés, con un entrevistador (osea yo) que sabe poco más; todo ello dentro de una cámara frigorífica con ventiladores de frío a todo trapo y con una temperatura de unos 5 grados bajo cero. Mi mayor reto periodístico sin duda alguna.
An Zhe esculpiendo un caracol
Mañana a las 11:00 me viene a buscar una furgoneta para llevarme a Chena Hot Springs, un balneario a unos 90 kilómetros de Fairbanks con multitud de actividades (kayak, montar a caballo, piscinas termales, perros con trineos…) y un hotel completamente construído en hielo. Aunque me encuentre muy lejos, no os olvido.
GALERÍA FAIRBANKS (ESTADOS UNIDOS)
Chena Hot Springs, ALASKA. Km. 1951
Atendiendo a las reclamaciones de algunos de mis seguidores y tras tres días sin un acceso a internet como Dios manda (osea gratis, ¡no os imagináis la de dinero y tiempo me estoy dejando para conectarme a internet!), aquí va una nueva crónica del navarrico viajero. El pasado viernes, como os comentaba en mi anterior narración, me vino a buscar al hostal una furgoneta del balneario Chena Hot Springs. La señora que conducía, cuyo nombre no atino a recordar, me instruyó acerca de la vida en Alaska cuando uno vive prácticamente aislado en medio de los interminables bosques que hay por estas tierras. Durante el verano acostumbran a tener entre dos y tres trabajos (si uno es profesor, por ejemplo, también trabaja de conductor de autobús o camarero en otro lugar) además de aprovechar para hacer cambios en sus casas, arreglar el jardín y demás tareas difíciles de realizar durante la época invernal. Cuando las temperaturas descienden brutalmente a partir de septiembre, cambian sus costumbres y dedican el tiempo a leer, escuchar música, ver películas, esquiar y siguen el ejemplo de sus compañeros de habitat -los osos- y duermen tanto como el cuerpo aguante. Eso sí, también trabajan, pero sólo en su empleo habitual.
Una de las mejores cosas que tiene ser periodista -si te lo sabes montar bien- es que te inviten por la cara a todo tipo de lugares y actos diversos con la excusa de hacer una crónica o publicar un reportaje. Así que un servidor consiguió contactar por teléfono con Roger, el director de márketing del balneario -ya que me habían encargado un reportaje para Telecinco-, le expliqué mis intenciones y me he pasado un par de días a cuerpo de rey en un lugar inmejorable. He paseado por el monte, dormido por fin en una habitación gigantesca y confortable con dos camas de matrimonio, televisión y ducha para mí solo (todo un lujo si lo comparamos con los dormitorios comunes en los que he pernoctado los últimos días), visitado un espectacular hotel construído completamente con bloques de hielo y disfrutado de ricas comidas (halibut, salmón y demás suculencias).
Siguiendo la estela de los hermanos Swan
Después de darme una vuelta de reconocimiento por el balneario y el Aurora Ice Hotel con Roger, llegó el momento de probar la calidad de sus aguas termales. Chena Hot Springs es un lugar muy agradable y tranquilo en verano pero más aún en invierno cuando a más de 15 grados bajo cero uno puede bañarse en sus aguas y disfrutar de espectaculares auroras boreales. Sino que se lo digan a los cientos de japoneses y coreanos que vienen cada año en manadas con sus cámaras de fotos para estarse toda la noche a la intemperie gastando carretes como posesos. En invierno, cuando sales del agua, se te forma rápidamente una ligera costra de hielo sobre la piel debido al contraste de temperatura y el pelo se te hiela quedándose con el aspecto del que tenía pumuki. Nimiedades si tenemos en cuenta que uno está metido en el Rock Lake con su agua curativa bien calentita a más de 40 grados en la que uno se siente -como dijo en su día Ortega Cano- taaaannn agustiiiiiitooooo.
Rock Lake
Entre las múltiples actividades que te ofrece el balneario, está la posibilidad de conocer muy de cerca el mundo del mushing (arte del trineo tirado por perros), deporte muy popular por esta zona y que en invierno tiene dos importantes competiciones en condiciones extremas como la Iditarod (entre Anchorage y Nome) y la Yukon Quest (entre Whitehorse y Fairbanks), con 1850 y 1609 kilómetros de recorrido respectivamente. El cuidador de los perros me enseñó cómo los entrenan, su alimentación, aprendizaje… y me dio una vuelta en una especie de trineo-carrito con ruedas tirado por estos simpáticos animalitos. La zona de mushing es como la Academia de O.T., por un lado están los perros con experiencia (como si fueran los miembros del jurado) y por otro los aspirantes a correr como locos tirando de un trineo, que son éstos tan majetes.
Los nominados a ser perro de trineo son…
Otra de las monerías que había en el lugar es esta preciosa perra Husky o Alaska Malamute, no estoy muy ducho en la materia, que acababa de ser madre de una numerosa camada hace unos pocos días.
¡Qué linda perrita!
Tras el baño reparador, el viernes por la noche cenamos en un salón especial con la compañía de dos reporteras americanas, el encargado de visitas, Roger (jefe de márketing y ventas) y Lalo, un chico mejicano encargado del equipo de limpieza del balneario. Lo más gracioso de la noche fueron las anécdotas que contaba Roger y la traducción simultánea en español de Lalo, no sólo por su contenido sino porque ambos eran unas locazas que no veas. Imagináos a las drag queens Diossa y Malizzia sin maquillar y sin esos vestidos extravagantes, hablando en inglés y diciendo expresiones del tipo las auroras borealas son padrísimas en plan locaza mejicana. Me partía de la risa.
El sábado tocaba trabajar en el reportaje del balneario. Durante casi tres horas estuve grabando imágenes en el Aurora Ice Hotel, edificio contruído con aproximádamente 15 toneladas de hielo, con una temperatura interior de 5 grados bajo cero, en el que uno puede casarse en su capilla (sí, hay gente que lo hace), dormir una noche para celebrar tu luna de miel en una de sus gélidas habitaciones (elección un tanto equivocada si uno pretende tener sexo con su pareja y que la pasión no se vea perjudicada como me decía Roger) o tomarte un pelotazo con sabor a manzana en una copa esculpida en hielo en el Stoli Ice Bar mientras te vierten el vodka desde un pez helado. Allí entrevisté a Steve Brice, uno de los escultores de hielo más importantes de Alaska, y me quedé con los pies más helados que un témpano.
El resto de la jornada lo pasé grabando imágenes del balneario, vi un alce a menos de 15 metros cerca de mi habitación, tomé mi último baño en el jacuzzi termal y entrevisté a Bernie, director del centro termal. No sólo es un simple empresario, este señor ha conseguido crear una turbina que convierte la energía geotermal en electricidad y muy pronto logrará autogestionar la energía del complejo. Todo un invento revolucionario que será inaugurado el próximo 1 de agosto por el Secretario de Energía del Gobierno de Bush nada más y nada menos.
Gracias a sus estudios de científico loco -al estilo de Regreso al Futuro- y a la energía geotermal, Bernie ha conseguido tener un invernadero con cuatro o cinco variedades nuevas de tomates y patatas durante todo el año (incluso a 20 bajo cero), logra mantener heladas las 15 toneladas de hielo del Aurora Hotel por tan sólo 11 dólares al día (antes le costaba con electricidad 1000 dólares diarios) y está desarrollando un sistema capaz de proporcionar energía a los vehículos. Según me comentaba, desde Chena Hot Springs podría lograr mantener el gasto energético diario de todo Washington D.C. Ya se lo decía su madre de pequeño: «Hijo, si puedes hacer algo interesante en tu vida, por muy extraño que parezca, hazlo, no hagas el estúpido como el resto». Sabiduría materna.
GALERÍA CHENA HOT SPRINGS
Prudhoe Bay, ALASKA. Km. 2843
Sin duda, mi viaje hacia Prudhoe Bay desde Faibanks ha sido la mayor paliza que me he pegado en lo que llevo de ruta panamericana. 16 interminables horas subido a bordo de una furgoneta operada por la compañía Dalton Highway Express (clavadón de 422$ por ir y volver en una furgoneta de no más de 7 personas), manejada con maestría por nuestro conductor Matthew gracias a algún que otro chute cafeínico. Y es que conducir 16 horas seguidas y al día siguiente volver a desandarlas no es moco de pavo. El tío se metió entre pecho y espalda 4 vasos gigantes (tipo supermegamaxi del Burger King) de café y un red bull. Lo que despertó en mí la curiosidad de si a nuestra llegada sobre las 10 de la noche se podría dormir. «Sin problema, leo un poco y enseguida me duermo», me contesta tan pancho. Vaya máquina.
Para llegar a Prudhoe Bay hay varias opciones. Ir con Dalton Highway Express, ir en avión, tomar un tour de 3 días con un par de agencias (te llevan por tierra a la ida y te traen de vuelta en avión), alquilar un coche con el riesgo de quedarte tirado en medio de la nada o lo que hice yo, reservar hotel, reservar tour y comprar el billete con Dalton Highway como os había dicho. Si lo volviera a hacer, sin duda regresaría en avión. Llamar carretera a la Elliot-Dalton Highway sería echarle demasiadas flores. Los 802 kilómetros de recorrido se resumen en algún que otro tramo de asfalto a tropicones, cientos de kilómetros de pista de grava y socavones a millones. Eso sí, el paisaje que te acompaña es estilo mastercard; no tiene precio.
El domingo salimos de Fairbanks a las 6 de la mañana. En la furgoneta iban conmigo Dick (jubilado del Sur de California que se había venido en coche desde allí para darse una vuelta por Alaska), el mendas y tres científicos jóvenes que se dirigían a un campamento de investigación que tiene instalado a orillas del lago Toolik la Universidad de Alaska Fairbanks (UAF). Allí estudían los ecosistemas árticos y el cambio climático. Nuestra primera parada fue en Wildwood General Store, pintoresco lugar donde descubrí que, evidentemente, no era ni el primero ni seré el último en aventurarse a una hazaña de este tipo. Había que aprovechar para evacuar líquidos así que me dirigí a una de las letrinas. Para mi sorpresa en su interior tenía colgado un cuadro pintado horrendo y un cartel en el que se podía leer: «Imagínate esta letrina a 15 grados bajo cero». Por si acaso, mejor paso de probarlo.
El trayecto está salpicado de pequeñas paradas para tomar fuerzas, un refrigerio e ir al baño. Otra de ellas fue a orillas del gigantesco Río Yukon, que nace en el territorio canadiense que lleva su nombre y desemboca 3200 kilómetros después en el Estrecho de Bering (Alaska).
Vista del Río Yukon de camino a Deadhorse
Entre el campamento del Río Yukon y Coldfoot (le pusieron este nombre los primeros buscadores de oro en 1900 porque, sin haber llegado todavía el invierno, uno no podía dejar de tener los pies fríos), paramos 5 minutos en el lugar por el que se supone que pasa la línea imaginaria del Círculo Polar Ártico, donde un par de días antes, un lobo había atacado a una chica de 25 años mordiéndole en el brazo y la pierna. Al parecer evitó la muerte gracias a que logró llegar a una pequeña cabaña y refugiarse dentro. Y es que Alaska es así. Vas tan tranquilo por la carretera con tu coche y de repente te puedes encontrar un oso grizzlie o un alce ahí en medio. La verdad, mola.
Una de mis mayores dudas era saber por qué lo que se supone que es una carretera que se dirige a un importante punto de prospecciones petrolíferas, con incesante tráfico de camiones… tiene un firme tan deplorable.
Uno de los muchos camiones con los que te cruzas durante el trayecto hacia Deadhorstrong
Una de las respuestas que obtuve fue que no interesaba que el turismo llegase en grandes cantidades a Deadhorse. Más tarde entendí porqué. Resulta que la pequeña población de Deadhorse, situada en la bahía de Prudhoe, no es más que un asentamiento temporal de containers, maquinaria, un pequeño aeropuerto, un par de hoteles montados con módulos prefabricados (Artic Caribou Inn y Prudhoe Bay Hotel) y decenas de naves industriales que abastecen a los cerca de 500 trabajadores de 5 grandes petroleras, entre ellas British Petroleum. Allí no hay nada que ver, incluso el acceso al tan ansiado Océano Ártico está prohibido al público. Tan sólo se puede pisar sus orillas y aventurarse a bañarse en sus gélidas aguas si se toma el tour de algo más de una hora y 37$, cuyo monopolio está en manos del hotel Arctic Caribou Inn.
Antes de llegar a Deadhorse vimos varios caribús, diversos tipos de aves y cuervos y más de 30 muscox -no he logrado traducir que son exactamente , pero parecen ser una especie de búfalos-. Cena rápida y al sobre, que al día siguiente finalmente iba a pisar el Océano Ártico.
Prudhoe Bay, punto de partida de la carretera panamericana
La mañana de lunes, tras una rutinaria comprobación de pasaporte, subí a un pequeño autobús con un conductor-guía que durante el trayecto nos iba explicando la utilidad de cada edificio por el que pasábamos. Imaginaos que os dan un tour por un polígono industrial y os van contado que ahí los chinos importan matasuegras y en ese otro almacén fabrican rulos de plástico para peluquerías. Sinceramente, estaba tan sobado que hice poco caso a lo que decía el señor conductor.
Iosu en el autobús que te lleva a orillas del gélido Océano Ártico
No puedo describir en palabras lo que supuso para mí llegar a aquel lugar. Suponía subir el primer escalón de un largo viaje que se empezó a gestar 8 meses atrás pero que llevaba circulando por mi interior desde hacía muchos años. Infinidad de horas imaginando aquel inhóspito lugar y ahí estaba, a 0 grados, helado de frío y con el Océano Ártico frente a mí. Durante un cuarto de hora de silencio, se me pasaron un montón de cosas y sensaciones por la cabeza. Eché de menos a la gente que quiero, sentí una extraña sensación de felicidad contenida y, no pude olvidarme de la tierra que me vio nacer. De ese día guardo una muesca en el corazón.
Viva San Fermín, Gora San Fermín
GALERÍA PRUDHOE BAY (ESTADOS UNIDOS)
Fairbanks (Alaska) – Whitehorse (Canadá) por la Alaska Highway
Mi siguiente destino tras regresar de Prudhoe Bay era avanzar desde Fairbanks (Alaska) a Whitehorse (Canadá). 980 kilómetros que recorrí en un minibús de Alaska Direct Bus. Salimos a las 9 de la mañana el señor conductor y yo. Cosa que me hizo pensar, aún en mi somnoliento estado que, o no viaja nadie en autobús o tengo más potra que el jorobado de Nôtre Dame (o… era joroba). Aproveché el espacio (dos asientos, tampoco creáis que aquello era el supercolchón Flex) para dormir como un bendito. Cuatro horas después, hacia la una del mediodía llegábamos a Tok. Aquí paramos para comer -me hice un sandwich de jamón serrano que digerí en la zona friki de la lavandería mientras leía una revista de armas en la que encontré este explícito anuncio– y cambiar de autobús. Un bus hace el recorrido entre Fairbanks y Tok -unas 4 horas- y el otro entre Tok y Whitehorse -alrededor de 8-. Así que espero que al segundo le paguen más por meterse entre pecho y espalda 16 horas de carretera en un sólo día. ¡Y luego dicen que los vascos son unos sobrados!
El Michael Knight de Alaska Direct Bus se llamaba Dave. Volvía a viajar solo como el rey de Roma. Nombrar Estados Unidos fue el inicio de una larga conversación acerca de lo gilipollas que son los americanos, los gordos que están, lo mal que comen… así que mi gozo en un pozo. Yo le daba palique y Dave se encendía con su antiamericanismo. No me fijé si usaba sonotone pero mientras hablábamos la música sonaba a toda tralla. El repertorio a la altura de un buen melómano estancado en los 60: Santana, Grateful Dead, blues del Mississippi… porque como decía «solo me gusta lo antigüo».
Su lado más humano fue saliendo a flote a medida que pasaba el tiempo con un recital de eructos (lástima no tener prueba sonora), rascada de entrepierna sin miramientos y para rematar su poderoso «arte», le concedí el premio al acto ecológico del día cuando al terminar de comerse un helado de palito, abrió la ventanilla, dijo algo así como «está rico este heladito» al estilo Homer Simpson y lo tiró a tomar por culo.
Por otra parte, su lado más romántico fue decirme que los últimos 4 años se iba varios meses a Tailandia y demás países asiáticos a viajar con el dinero que ahorraba. Como buen investigador vital, divorciado y con 4 hijos, aunque no se daba a la bebida como muchos europeos y americanos, si que buscaba la compañía de una bella señorita. Pero… eso no era prostitución, «allí es distinto, no hay tantos prejuicios, el sexo es algo natural». Vamos, que intentaba convencerme de que la muchacha que se pasa un mes con él y lo hacía por su cara bonita. A pesar de todo Dave era un gran tipo. Como íbamos solos, aquello era realmente curioso, dos colegas repartiendo periódicos y haciendo cosas tan ridículas como traducirle en este caso yo, con mi cutringlés, el estribillo de una canción de Santana: «Oye como va, mi ritmo, que nos vamos ya, mulaaata». Quedó algo así como «Hey, how´s going, you like my rythm, woman in blaaack and whiiiiite».
EL COLOCÓN FRONTERIZO
Nos aproximábamos a la frontera y me empezaba a poner nervioso por si me tocaba algún agente de aduanas de la Policía Montada un tanto estúpido. Y así fue. Me tocó la china, una señora gordita, ruda y de mal carácter que me asedió a preguntas; dónde vas, de dónde vienes, cuánto tiempo vas a estar en Canadá… le faltó preguntarme mi número de zapatillas y si uso hilo dental. Dave, con su pinta de Walker Texas Ranger retirado, relajó la situación un poco más tarde en la furgoneta contándome que cuando era joven, vivía en Beaver Creek, pueblecito situado en plena frontera. Uno de los veranos encontró trabajo como limpiador de maleza de ambos lados de la carretera en el tramo antes de llegar a la frontera. Y para su sorpresa allí se encontraron de todo: hachís, bolsas de marihuana, pistolas, pastillas… Le inquirí a ver si se llevó algo a casa y me salió por la tangente.
OBRAS Y CALENDARIOS
No puedo dejar de contaros una anécdota divertida. En medio del camino nos detuvieron por unas obras en la carretera. Se acercó a nuestra furgoneta una simpática y atractiva chica -llamémosle La Chica del Stop-, que se encargaba de parar el tráfico. Dave, tras charlar un rato con ella, tuvo una brillante idea de negocios. Sin miramientos, le preguntó a la moza qué le parecía la idea de hacerle unas fotos en bikini posando con la señal de stop para incluirlas en un calendario en el que aparecieran las chicas que trabajaban en la carretera. «Los conductores estamos ya aburridos de ver tantos animales salvajes en el camino», sentenció Dave. La chica toreó la situación con mucho arte y continuamos nuestro viaje.
En una de nuestras miles de paradas para entregar el Anchorage Daily News (Luquitas, estos listillos os birlaron el dominio de la web) y el Fairbanks Daily News-Miner, nos detuvimos en una destartalada gasolinera contruída en madera con dos viejos surtidores de gasolina. En su interior reposaban miles de fósiles y talabartes de toda clase dispuestos de forma caótica. Los dueños del lugar me contaron la increíble historia de una señora inglesa, de unos 60 años, que había pasado por allí hacía 5 días. La superabuela -como pasé a denominarla- venía desde Galés corriendo tirando de una especie de carro con ruedas a sus espaldas (cual mulo del carro de Manolo Escobar) donde debe llevar ropa, alimentos y su tienda de campaña. Su objetivo: Dar la vuelta al mundo en un período de 2 años. De momento había atravesado todo Europa, la gélida Siberia y China en una de cuyas etapas se debió romper la costilla y no acudió al médico. Según me comentaba uno de los señores, él mismo había tocado su costilla fracturada ya curada que «sobresalía con un pequeño bulto». A su lado, mi viaje es un tour por Madrid en el turístico autobús rojo de dos pisos. Intenté localizarla para hacerle una entrevista pero no la encontré.
No es la única propuesta de viaje sorprendente. Entre los aventureros que me he cruzado por el camino no puedo olvidarme de Dominic Gill, británico de casi 30 años que se encuentra realizando el mismo recorrido que yo pero en tándem. Lo curioso de su aventura es que viaja solo y busca gente que se suba con él y le acompañe durante alguna de las etapas de su recorrido. Así reza el lema de su aventura: «Recorriendo América en bicicleta en busca de compañía» (Take a seat). Nos cruzamos un par de mails con la intención de subirme a su tándem pero no nos conseguimos encontrar.
Otro par de fenómenos son Philippe y Miriam, simpática pareja de arquitectos, él de Suiza, ella de Alemania, que salieron hace algo más de 2 años desde Ushuaia en bicicleta, se detuvieron un año en Méjico para trabajar y aprender español (divertidísimo oírles hablar con expresiones mejicanas) a quienes me encontré en Fairbanks a punto de terminar su recorrido en Prudhoe Bay.
Estos son algunos de los momentos que me ha proporcionado la Alaska Highway, carretera que comienza -depende desde donde se mire- en Fairbanks (Alaska) y finaliza 2400 kilómetros más tarde en Dawson Creek (Canadá). Pero…, lo que queda por contar del resto del trayecto es otra historia.
Whitehorse (Yukon), CANADÁ. Km. 4617
Después de 17 horas de viaje -salí a las 9, llegué a la 1:30-, cruzarnos literalmente en la carretera con un oso marrón y un alce y alucinar con este Arco Iris en el Klondike Lake, dormí en Beez Kneez Bakpakers, un hostal muy mono pero cuya dueña Callin me cayó como el culo. Así que a la mañana siguiente decidí moverme y cambiar a uno muy cercano Hide on Jeckell (situado en la calle Jeckell, así que no se han comido mucho el coco para ponerle nombre). El hostal está regentado por un par de suizos/alemanes en el que uno se siente como en casa. Tiene su estantería con cientos de libros para intercambiar, montón de CDs para poner música a tu gusto, están concienciados con el reciclaje con un montón de cestas en la cocina para guardar papel, plástico, cristal, compost, aluminio… y, parece mentira que lo diga, pero se agradece que no tengan televisión. Las habitaciones se dividen por continentes y las literas tienen un distintivo con la foto de un animal. Yo estoy en Australia y me ha tocado ser la tortuga de las Galápagos, un gran acierto teniendo en cuenta la lentitud con la que siento que estoy avanzado estos días.
Tras un sueño reparador -interrumpido por algún que otro ronquido-, la tarde del jueves la dediqué a comprar comida, acudir a la oficina de correos e indagar acerca de precios y opciones de bonos en la compañía de autobuses Greyhound. Disponen del Discovery Pass -un bono estilo interraíl- con 7, 15, 30 ó 60 días por un precio de entre 329 y 750 dólares. Ideal para viajar por Canadá, Estados Unidos y una zona reducida de Méjico si no quieres dejarte tu presupuesto sólo en el transporte.
MUSHING>
Como ya os he comentado en alguna ocasión, Whitehorse es el punto de partida de la Yukon Quest, carrera de trineos tirados por perros con unos 1600 kilómetros de recorrido que finaliza en Fairbanks. Aprovechando que me encontraba en Whitehorse, me pasé por su oficina y concerté una entrevista con su manager Stephen Reynolds para el día siguiente.
Una vez hecha la entrevista, me vino a buscar a la estación del White Pass & Yukon Railroad -tren turístico que une Whitehorse con Skagway (Alaska)-, la mujer de Frank Turner, uno de los mushers más importantes de la ciudad. Ambos regentan Muktuk Adventures, empresa que han montado con el objetivo de acercar al público en general esta disciplina deportiva. En el camino hacia la casa que tienen a las afueras de la ciudad, la mujer de Frank me contó que había pasado unos años de su infancia en Madrid durante la década de los 50.
Su padre, un tipo muy culto que habla 7 lenguas y que ahora «está estudiando a fondo el euskera», trabajó como profesor de idiomas en varias embajadas de la capital. Sus recuerdos de aquella época están un tanto borrosos, pero la señora Turner recordaba con absoluta claridad un día que fueron a comprar huevos. Debido al racionamiento de alimentos de la época, ella compró dos y su padre otro dos. En el camino hacia casa, se le cayeron al suelo los suyos y la gente que pasaba en ese momento por ahí montó un revuelo estruendoso. Salió corriendo asustada. Tened en cuenta que perder un alimento tan básico de semejante manera era peor que ver fusilar a 100 republicanos. ¡Cómo ha cambiado España!
Hay personas que se complican la vida y las hay que se lo juegan todo a lo que decida una moneda. Frank creció en Toronto en una familia de clase media. Un buen día decidió que era el momento de levar anclas, cambiar de aires y trasladarse a un nuevo lugar. Pero… ¿a dónde? Junto a su mejor amigo decidieron que la mejor manera era echarlo a suertes. Una moneda de 1 dólar decidiría por ellos; cara (Yukon), cruz (Méjico). Ganó Frank.
104 perros de trineo
Esta visita fue una de las más emotivas de lo que llevo de viaje. Frank sabía transmitir con pocas palabras lo que un musher siente por su perros y las dificultades de este deporte extremo en pleno contacto con la naturaleza. Así, no fue difícil entender por qué a pesar de tener casi 60 años, pudiendo dedicarse a la vida contemplativa y gestionar su empresa, el próximo mes de febrero participará en la Yukon Quest por vigésimo-tercera vez sufriendo temperaturas de más de 20 grados bajo cero. El mushing es un estilo de vida marcado por un acentuado amor a los perros. Frank nos quiso dejar muy claro que «los perros de trineo no dejan de ser animales, con un aprendizaje doméstico pero con un lado instintivo impredecible. Es muy importante cuidar de ellos, ser un equipo en el que haya confianza. si das el 100% ellos también lo harán». Faltaba que nos lo hubiera dicho para que, casualidades de la vida, después de un paseo por el río con 8 de sus perros uno de ellos matase frente a nuestros ojos a uno de sus dos gatos con el que llevaba viviendo desde hacía 10 años. En ese instante comprendí el dolor que puede llegar a sufrir una persona cuando se muere uno de sus animales.
La rueda perruna
Whitehorse, actual capital del Territorio del Yukon tras haberlo sido con la fiebre del oro Dawson City, es el término municipal más grande de Canadá a pesar de tener tan sólo 28.000 habitantes. Durante la Segunda Guerra Mundial su aeropuerto desempeñó un importante papel estratégico. El centro de la ciudad se puede visitar a pie sin mayor problema. Entre sus mayores atracciones se encuentran el S.S. Klondike, barco construído en 1937 que realizó su última travesía por el Río Yukon en 1955 y que ahora es monumento histórico nacional, la fábrica de cervezas Yukon Brewing que elabora las populares Yukon Gold, Arctic Red, Yukon Lead Dog y Sourdough Ale o el Centro de Interpretación Beringia, área que durante la última Edad del Hielo abarcaba Yukon, Alaska y el este de Siberia.
ENTRE LUNNIS y LATINOS
Desde pequeño he conocido a los Looney Tunes por televisión pero lo que no me esperaba era que, en una lavandería atendida por una extraña señora hindú con la cual confirmé que todos los indios hablan como Apu de los Simpson, iba a aprender que en Canadá también tienen parientes. Resulta que a las monedas de 1 dólar les llaman Loonies y a las de 2$, Toonies.
Un día antes de irme recibí en el hostal una llamada inquietante. Danielle Rechstein, periodista francesa afincada en Whitehorse desde hace 20 años, se puso en contacto conmigo ya que Stephen Reynolds (manager de la Yukon Quest) le había avisado que un periodista español se encontraba en la ciudad. Además de trabajar para el Gobierno de Yukon, Danielle realiza de manera altruista la publicación para emigrantes latinos llamada Northern Latino. Lo más curioso de todo es que quedamos para tomar un té y yo no sabía muy bien para qué. Mientras degustábamos una deliciosa sopa calentita de ternera, me percaté de que mi papel como periodista en aquel instante se había transformado en el de entrevistado. ¡El primer medio que se hacía eco de mi viaje!·Supuestamente apareceré en el número de agosto.
HOSTAL MULTICULTURAL
En el hostal compartí habitación con un etíope que había vivido en Zambia, estudiado en la India y emigrado a Estados Unidos donde, tras 12 años en el país de las oportunidades, le habían dado la patada en el trasero para que regresase amistosamente a su país. Decidió probar suerte en Canadá y logró obtener la visa de trabajo. Dientes brillantes, pequeña gafitas y la piel del color de la ceniza. Hablamos de países, gente, culturas y racismo. En una ocasión, me contó que cuando vivía en un pueblo de Mississippi, estaba limpiando su coche cuando pasó al lado un coche con 3 afroamericanos y la radio con rap a tope. El vehículo se detuvo, uno de ellos se bajó, se le acercó y le dijo: «Oye man, ¿tú qué eres?».
En este hostal volví a experimentar lo que es no dormir durante varias horas gracias a los ronquidos de un gordo brutal, degustar un exquisito plato de vegetales y pasta con queso ucraniano cocinado por un asiático afincado en Vancouver y probar un pastel con crema de bourbon hecho por un camionero de Connecticut. Allí también conocí a Eva, psicóloga nacida en un pueblecito de Gerona, que está viajando por Yukon y la Columbia Británica durante 4 meses y con la que compartiré viaje hacia el sur de Canadá durante un buen puñado de horas.
GALERÍA WHITEHORSE (CANADÁ)
Vancouver (Columbia Británica), CANADÁ. Km 7176
Canadá es un país enorme. Para cerciorarse de ello no hay más que ver las tremendas distancias que hay entre sus ciudades más importantes. Dicen que muchos de los canadienses tienen un marcado antiamericanismo debido a la presión de Bush sobre su actual gobierno y la actitud servil de éste. Esta viñeta resume con sorna esta situación.
El pasado lunes subí en el autobús de Greyhound a las 13:30 del mediodía. Objetivo: Llegar a Vancouver sin desfallecer en el camino. Y es que un servidor se metió entre pecho y espalda (más bien esta segunda zona resultó más afectada) cerca de 41 horas metido en una lata metálica con ruedas.
Afortunadamente para los que tienen incontinencia urinaria, el trayecto entre la capital del Yukon y la Columbia Británica está plagado de cortas pero numerosas paradas. Cinco horas después de salir de Whitehorse, el autobús se detuvo unos 45 minutos en Watson Lake. Esta diminuta población que debe su nombre al trampero británico Frank Watson no tendría ningún interés turístico de no ser por su original bosque de letreros/señalizaciones. Una colección de más de 55.000 letreros de todas partes del mundo que comenzó en 1942 cuando al parecer un desconocido colocó un cartel que rezaba: «Danville, Illinois».
Durante el camino, el paisaje mantiene un tono verde y marrón debido a la infinidad de píceas -tipo de pino delgado y alargado- que pueblan las tierras de la Columbia Británica. Entre tanto verde a veces la vista se alegra con algún que otro lago cristalino. Fort St. John, Fort Nelson, Dawson Creek o Prince George… son las poblaciones más importantes entre semejante extensión de bosque. Salvo que a uno le apetezca detenerse en alguno de sus parques provinciales, no merece la pena perder el tiempo en esta zona de British Columbia. Solamente si uno quiere hacer uno de los mejores recorridos del mundo en canoa, tendrá que acercarse a Bowron Lake, cerca de Prince George. Se trata de una ruta circular de 116 kilómetros que pasa por 10 lagos y varios ríos rodeados de bellas montañas. Si uno se lanza a hacerlo le llevará entre 6 y 10 días.
Durante las primeras 18 horas de viaje me resultó prácticamente imposible conciliar el sueño. Por un lado el asiento no era excesivamente espacioso y por otro, cuando estabas a punto de dormirte, el conductor te avisaba por megafonía de la oportuna parada. Aquello parecía una sesión de torturas. Antes de llegar a Dawson Creek disfruté de uno de los mejores momentos del viaje, ver a esta nutrida manada de búfalos pastando tan panchos a ambos lados de la carretera.
El resto del viaje se resume en alguna que otra cabezada, subir y bajar del autobús, entrar y salir del baño, beber zumos, dormir poco, comer peor y durante la madrugada del martes al miércoles estar cagado mirando como conducía uno de los chóferes zumbados que nos tocó entre Prince George y Kamloops. El miércoles 19 de julio llegamos a Vancouver a las 6 de la mañana. ¡Prueba conseguida! Tomé un taxi hacia el hostal HI Vancouver Downtown(1114 Burnaby St) que pertenece a la Red Internacional de Albergues. Habitualmente en Canadá la hora de Check-out es a las 11 de la mañana, con lo cual me tiré 5 horas sentado en un sofá esperando a que liberaran la habitación. Pros: Más céntrico, bonito, si quieres marcha sales a la calle y la tienes y servicio agradable. Contras: No hay placas para cocinar y si estás en el primer piso, de jueves a sábado te toca soportar el ruido de la discoteca que hay debajo. Y cuando digo ruido -por experiencia propia- es escuchar al DJ diciéndote al oído que no dejes de bailar mientras tu quieres sobar y tu cama retumbando a golpe de bombo.
Aerotaxi despegando desde la bahía de Vancouver
La leyenda «Beautiful British Columbia» figura en las matrículas de esta región. Aunque parezca presuntuoso está muy acorde con la realidad. Y es que la Columbia Británica es cuatro veces mayor que el Reino Unido y tiene unos paisajes tan variados y variopintos que quitan el hipo. Según cuenta la Lonely Planet, el escritor Samuel Johnson dijo una vez: «Si estás cansado de Vancouver, es que estás cansado de la vida». Y puede que tenga razón. A pesar de la humedad de más del 80% en verano, el aire cosmopolita y ambiente relajado (si obviamos la cantidad de homeless y drogadictos que deambulan por sus calles), Vancouver parece a primera vista un lugar ideal para vivir una temporada.
Nada mejor que un gran paseo por la ciudad para desentrañar sus secretos, virtudes y miserias. En mi camino me encontré Hills, galería de arte nativo muy interesante para conocer que Norteamérica tiene más historia de la que uno imagina. Continué rumbo a Gastown, germen de la actual Vancouver por obra y gracia de John Deighton, alias Gassy Jack, marinero inglés que llegó a estas tierras a principios de 1880, fundó el hotel Deighton House donde ofrecía al público un espectáculo de monólogos al estilo del Club de la Comedia. En este barrio se encuentra situado este reloj de vapor que marca los cuartos y horas en punto con unos musicales acordes, aunque se dice y se cuenta que ya solamente funciona con electricidad. No muy lejos de ahí encontré Angel Fabric Paint, una curiosa tienda de ropa customizada regentada por Jackie Haliburton, artista de Vancouver cuyos infantiles diseños ha comprado gente como Steve Tyler (cantante de Aerosmith), Antonio Banderas o Uma Thurman.
Uno de los puestos de alimentos en el barrio de Chinatown
No podía dejar de visitar el barrio de Chinatown, uno de los tres más grandes de Norteamérica según las guías de viajes, aunque también lo dicen del de San Francisco. Allí me topé con el lugar ideal para terminar el día y disfrutar de un remanso de paz: el Jardín Clásico Chino del Doctor Sun Yat-Sen, el único jardín de este estilo construído fuera de China. Un equipo de 52 expertos provenientes de la ciudad de Suzhou tardaron cerca de 2 años en contruir este «refresco para el corazon» -como dice su folleto- basándose en la filosofía taoísta del ying y el yang. Todo se equilibra, la luz y la oscuridad, lo áspero con lo suave, lo pequeño con lo grande…
El sábado alquilé una bicicleta en Bayshore para recorrer los cerca de 11 kilómetros del circuito para cicloturistas que rodea el extenso Stanley Park. Pero antes había que recargar las pilas con una comida energética.
Pizzeando
Stanley Park es uno de los parques urbanos más grandes de Norteamérica (mira que son pesados con eso de ser el más mega, ultra, super, maxi del mundo). 404 hectáreas de superficie verde, carril bici y persona, tótems, praderas donde la gente juega a cricket, playas con cargueros al fondo, piscinas… El delirio para salir de la ciudad y sentirse en el campo. Como hacía tanto calor, había que refrescarse. Siento no poder ofrecer imágenes del momento; mi ayudante de cámara imaginario no pudo materializarse en un ente físico.
Fresquitooooo
Para sentirme parte una serie de esas americanas, teniendo ya el escenario ideal, tan sólo me faltaba el walkie-talkie y algún que otro abdominal. De esta manera no desmerecería en absoluto con los bicipolicías de California.
Iosu Croket, el bicipolicía de Vancouver Vice
Antes de continuar os dejo con un breve consejo comercial.
Dakine, sponsor de Ruta Panamericana
Bea, Gonzalo y Cristina practicando en videoiosing
En esta segunda entrega podemos percibir una notable mejoría en el manejo de la steadycam aunque el discurso está un tanto inconexo (Gonzalo, seguro que cuando corriges tus prácticas pones cosas de este tipo). Que os voy a decir… que sois la leche y que os quiero un montón!!!!!!. Al resto de internetvidentes os animo a participar el Concurso Videoiosing. Cuelga tu video en Youtube o envíamelo al mail. El ganador/a recibirá un regalo exclusivo del aventurero Livingstone. Por cierto, un detalle, para que veáis lo perfeccionista y colgado que estoy, llevo media hora copiando letras con acentos para que no falte ninguno porque este teclado americano no me deja ponerlos.
DE FRONTERA a FRONTERA y TIRO PORQUE ME TOCA
No voy a cruzar la frontera a nado. Lo haré en autobús. Vancouver se encuentra a pocos kilómetros de la frontera con Estados Unidos, a unas 4 horas de Seattle, en el vecino Estado de Washington. Según he leído en varias guías, los trámites para cruzar la frontera suelen ser bastante tediosos. Cruzo los dedos para que no sea así. Proxima estación: San Francisco. Mientras llega ese momento, aquí os dejo unas instantáneas de mi visita a esta magnética ciudad.
GALERÍA VANCOUVER (CANADÁ)
San Francisco (California), USA. Km 8877
Cruzar la frontera entre Canadá y Estados Unidos fue menos complicado de lo esperado. En el control de aduanas nos hicieron bajar del autobús, cargar con nuestro equipaje y pasar por un control que regentaban dos agentes. A mí me tocó un policía que tenía pinta de balcánico, no excesivamente borde y que hacía gala de su conocimiento de idiomas soltando frases y palabras en alemán, español, italiano… Por delante me esperaban otras 24 horas de autobús, con noche de por medio, una nimiedad si tenemos en cuenta las 41 horas que me metí en el cuerpo cuando llegué a Vancouver desde Whitehorse.
REGLAS DEL LISTO-GREYHOUND
Antes de entrar en materia y relataros algunos de los momentos más interesantes de mi estancia en San Francisco, no puedo pasar por alto lo aprendido en los últimos días en la línea de autobuses Greyhound. Esta compañía, una de las más baratas y asequibles de Canadá y Estados Unidos, tiene más de 2800 destinos en ambos países. En España, Gustavo (hermano de mi amiga Bea) me había advertido de algunos inconvenientes y recomendaciones para hacer del viaje con Greyhound un trayecto mínimamente cómodo. Yo me había venido con la idea de que iba a compartir asiento con vagabundos, yonquis, delincuentes, chicanos y algún que otro alcohólico y… la verdad, no ha sido para tanto. Viajé con gente de toda índole: Negros, blancos, indios, chinos, gordos, flacos, olorosos, pulcros… Pero, a lo que voy…reglas a tener en cuenta.
Nunca sentarse en la parte trasera del autobús por dos motivos principales:
1. El motor mete un ruido infernal.
2. El baño se encuentra en la margen izquierda y esporádicamente desprende unos efluvios nada agradables.
Y lo más importante aunque menos solidario, si el viaje que vas a hacer dura más de 8 horas debes adoptar la estrategia que he denominado del «uñas». Consiste en colocar un gran mochila en uno de los asientos, sentarse en el otro y cada vez que el autobús se detiene para recoger viajeros, tienes que hacerte el dormido encima de la mochila. La razón es sencilla. Así uno conserva dos plazas para poder dormir algo por la noche en una postura mínimamente decente. Instinto de supervivencia.
Llegando a San Francisco
Normalmente hay tantos lugares en el mundo para ver que son pocas las posibilidades de volver a visitar una ciudad en la que ya estuviste. San Francisco es quizás la ciudad más europea de Estados Unidos, tiene un aire diferente, una arquitectura especial y un clima agradable y extraño. En 2002 vine aquí con mis amigos Migueltxo, Ascenzo, Enrique, Nacho y Belén. Habíamos recorrido la ruta 1 que deambula por la bella costa californiana entre Los Ángeles y San Francisco pasando por pueblos como San Luis Obispo, Santa Bárbara o Carmel. El tiempo pasa y merece la pena rescatar estas fotos de hace cuatro años.
Belén, Nacho y Enrique de pie, Ascenzo sentado y Iosu tumbado. Foto tomada en el barrio Haight-Ashbury de San Francisco en 2002.
Iosu vs Nacho
Por morriña o curiosidad por ver cómo el tiempo también había pasado en los lugares que una vez visité, decidí alojarme en el mismo hostal de antaño, el Green Tortoise, situado en el número 494 de Broadway, justo en la frontera entre Chinatown y Little Italy y a pocos pasos del Basque Hotel (con un lauburu gigante en el exterior, «oyes, que somos vascos»). Green Tortoise es barato (unos 25$) y cómodo. Recordaba el lugar más sucio y deprimente cuando compartí habitación con Enrique y dos chicas más (Kike seguro que te acuerdas de la broma que nos gastaron Nacho y los demás…¡qué tiempos aquellos!). No es que fuera un lugar completamente diferente pero es cierto que cuando uno regresa a un lugar en el que estuvo tiempo atrás, con sus nuevas experiencias y la persona diferente que es, choca enfrentar las vivencias pasadas con el sentimiento actual.
El hostal tiene más de 7 puestos de internet gratuitos, ofrece excursiones de todo tipo y cuenta con un salón gigantesco de techos altos, tipo salón decimonónico, donde, además de la cocina, se realizan actividades cada día. Green Tortoise me obsequió la noche del lunes y el miércoles con sendas cenas gratis de comida italiana y mejicana y el martes barra libre de cerveza cortesía de San Francisco Brewing. Ese mismo día, una vez perdida la vergüenza con unas cuantas pintas de cerveza, tenías la posibilidad de subirte a un escenario para tocar o cantar lo que quisieras. Si os estáis preguntando si me animé… ¡pues va a ser que no! En el hostal compartí habitación con una señora con peluquín y su hijo flipado por las bombas fétidas (afortunadamente no tiró ninguna en nuestro cuarto), una pareja y dos chicos australianos (Luk y Mat) muy majos que llevaban viajando varios meses por Europa, Centroamérica y Estados Unidos. En los aledaños del lugar predominan los peepshows, showgirls y demás establecimientos de este género. ¡Quién dijo aquello de que la tentación vive arriba!
La tentación vive abajo
EL BULLI TORTOISE
Uno de los momentos más memorables del hostal fue cuando me preparaba un bol de fresas con leche y azúcar en la cocina. Se acercaron dos chicas de Gales con cara de extrañadas y me preguntaron si el plato que estaba haciendo se metía en el horno o si era un pastel muy elaborado. ¡Si es que con la basura de comida que ingieren cualquier cosa les parece alta cocina! Me hizo sentirme como el Ferrán Adriá del Green Tortoise.
EL TIMO DE LA STAMP-ITA
En uno de mis paseos por la ciudad me adentré en Chinatown. Quería comprar un sello («one stamp please») y le pedí uno a un chinorri bastante desagradable. Me timó. El sello valía 75 centavos y me cobraba algo así como 1$65, contándome no sé que rollo de las tasas… Y es que cuando viajas te intentan tangar tantas veces como pueden. Hay que estar muy atento pero aún y todo alguna que otra vez te la meten doblada. Es el arte del timo al recién llegado. Suele ocurrir en estaciones de autobús. Cuando llegas a un nuevo lugar, con tu cara de paleto, aparecen todo tipo de pesados intentando venderte la moto de hostales a buen precio… y gangas de todo tipo. La actitud: Firmeza, mostrarse seguro, estar muy atento de tu equipaje y detenerse en el primer bar o terraza que haya, sentarse, pedirse algo de beber y darse un tiempo prudencial para situarse. Aún y todo, no serán ni una, ni dos, ni tres… las veces que caigas en alguna engañufla. Otro hecho reseñable fue el desagradable encuentro con la dependienta chinorri de una tienda de verduras en la que quería comprar una lechuga. Al intentar entrar me dijo una serie de improperios en mandarín que entendí como «oye, que ya hemos cerrado, vete a otro sitio que llevo todo el día currando y estoy hasta las narices de vender brotes de soja. Así me lo aprendí yo». Paula, tú que conoces más de cerca a los chinakens, dame algo más de perspectiva porque no hay quien los entienda. 肆陸陽隅陫
LA ROCA
Tan sólo iba a estar un par de días en San Francisco así que decidí ver alguna de las cosas que dejé pendientes en mi anterior visita. La cárcel del Alcatraz era una asignatura pendiente e ineludible. Conocida como «La Roca», esta penitenciaría cerró sus puertas en el año 1963 para pasar a formar parte del Servicio de Parques Nacionales de Estados Unidos. La única manera de llegar, salvo que a uno le apetezca hacerlo a nado con riesgo de morir ahogado, es tomando el ferry que opera la compañía Blue and Gold Fleet desde el Pier 41 del puerto de San Francisco por el módico precio de 16$. Este pago incluye un esmerado servicio de audio guiado (te dan unos auriculares con un aparatito digital) para visitar la cárcel en varios idiomas, entre ellos español.
Celda de Alcatraz
Tantas veces has oído hablar de las fugas de Alcatraz reflejadas en infinidad de películas de Hollywood que estando allí dentro te sentías de una manera extraña. Inconscientemente te ponías en la piel aquellos presos entre los que se encontraba el mafioso Al Capone e imaginabas cómo pudo haber sido vivir encerrado entre aquellos muros.
Entre barrotes y toneladas de piedra
En uno de mis anteriores comentarios, concretamente el que escribí desde Whitehorse (Canadá), os comentaba que me habían hecho una entrevista para una publicación mensual llamada Northern Latino dirigida a los habitantes de orígen latinoamericano que viven en el Territorio del Yukon. Si pincháis en el link podéis ver el artículo que aparece en el número de agosto. Aprovecho para agradecer el trato cordial de su directora Daniele Rechstein y recordar la agradable charla que mantuve con ella. Espero que continúes con esta interesante propuesta periodística.
Bahía de San Francisco
Después de disfrutar de esta fabulosa vista de la bahía de San Francisco que uno se encuentra en lo alto de «La Roca», hablemos del lado oculto de esta isla-prisión. Alcatraz no fue solamente una prisión de máxima seguridad a la que enviaban presos que daban problemas en otras cárceles, también fue el lugar de residencia de algunas familias de empleados cuya vida no era muy diferente de la de cualquier habitante de San Francisco. Cada día un barco venía a recoger a los niños que habitaban en la isla para llevarlos a la ciudad a recibir sus clases en el colegio. Presos, alguaciles, alcaides, familias, niños…. eran los pobladores humanos de esta isla-prisión pero… sus primigenios pobladores no son tan conocidos por el gran público: los pájaros, cientos de pájaros revoloteando y posándose en cada uno de los rincones de Alcatraz. Pese a lo que muchos pueden pensar, Alcatraz es un refugio de vida salvaje para cientos de aves entre las que predomina la gaviota occidental.
Colonia de gaviotas en la Isla de Alcatraz
Parece que le he cogido gusto a eso de andar en bicicleta. Debe ser que como está tan de moda ahora Miami Vice y en Vancouver decidí emular a Sony Croket, estilo bicipolicía, en San Francisco no iba a ser menos. Al regresar de mi visita a Alcatraz, alquilé una bicicleta en el mismo muelle 41 con Blazing Saddles y me envalentoné para recorrer los 13 kilómetros que separan San Francisco de Sausalito, pequeño pueblo al otro lado del Golden Gate.
Frente al Golden Gate
Hay veces que no es fácil retratar -más aún viajando solo- esos fugaces pero intensos momentos de felicidad que experimentas durante el viaje. A pesar de estar helado de frío, quedarme todavía más de 6 kilómetros por recorrer con la bicicleta para llegar al hermoso pueblo de Sausalito y tener un «bote acumulado» de más de 8000 kilómetros entre pecho y espalda… ser consciente de que estaba atravesando el apabullante Golden Gate de nuevo y sin niebla -cosa rara- con mi bicicleta era un momento Mastercard, de esos que «no tienen precio».
Videoiosing bicicleteando, una nueva modalidad
Aprovecho este videoiosing en la nueva modalidad de bicicleta para recordaros que el CONCURSO de VIDEOIOSING ha prorrogado su plazo de entrega hasta el próximo 31 de diciembre de 2006. Aquellos que os animéis a emular uno de mis autovideos desde cualquier lugar del mundo, demostrando originalidad en vuestros comentarios y apariciones, podéis enviar vuestras obras a la siguiente dirección de e-mail: [email protected]
De momento, mis amigos Gonzalo de Pedro alias «Sudecrepitud» y Beatriz Lucas aka «Luquitas PiliMili» son los únicos participantes de momento con este sensacional videoiosing enviado desde la mítica plaza de Times Square en Nueva York. ¡No olvidéis pinchar en el link!
El siguiente reto: 15 horas de autobús, más de 1000 kilómetros de carretera parte de ella a través del desierto de Mojave y una incógnita que resolver… ¿Sobreviviré a Las Vegas? Eso lo sabréis dentro de unos días. Mientras, ahí van unas instantáneas de San Francisco y Alcatraz.
La última noche en San Francisco dormí muy poco. Estuve tomando unas cervezas con dos australianos, Luk y Matt, y un tipo del que no recuerdo su nombre que parecía salido de la película «Clerks». Barbilampiño, delgado, con una especie de gabardina enmohecida y unos ojos como faros de camión, no por su tamaño sino por el colocón que llevaba encima. Al parecer había viajado hasta San Francisco desde un pequeño pueblo del interior de Estados Unidos con intención de llegar a Australia para quedarse allí una temporada de turismo. Entre las preguntas de rigor para saber algo más acerca de su vida, cuando le pregunté a qué se dedicaba me contestó: «Yo no trabajo, vivo de los beneficios de mi plantación de marihuana». Era un dealer con el negocio perfectamente establecido, experto en la evolución de los precios de la mercancía según la oferta y demanda y gran conocedor de las variedades y efectos de estos psicotrópicos.
Descansé poco más de 4 horas ya que mi autobús salía de San Francisco a las 6 de la mañana. El paisaje se iba tornando del húmedo verde canadiense a un tono seco amarillento mientras que cada vez se hacían más presentes en el ambiente las conversaciones en español. En mi camino dejé atrás ciudades y poblaciones como Oakland, San José, Madera, Fresno, Visalia, Delano, Bakersfield, Mojave o Barstow. 15 horas y 1100 kilómetros después, entraba de noche en Las Vegas. Un comienzo muy freak si tenemos en cuenta que acabé hablando con dos uruguayas y Max (un egipcio que trabajaba como segurata en un casino cuya madre vivía en Málaga) para compartir un taxi en el que nos tangaron un poco como a novatos.
Viajero previsor vale por dos. Así que teniendo en cuenta que al día siguiente me iba a levantar a las 5 de la mañana para ir de visita al Valle de la Muerte, reservé habitación en el Hotel & Casino Tropicana, con 3300 habitaciones y situado en pleno Strip, nombre con el que denominan a Las Vegas Boulevard, la calle donde están los principales casinos como el Bellagio, Mirage, Mandalay o New York New York.
Como un señor
EL VALLE DE LA MUERTE
La única referencia que tenía acerca de este árido lugar era lo que había leído en el interesante libro «Los sótanos del mundo» de Ander Izaguirre. Y… era exáctamente como él lo había descrito (Ander, me imaginé vuestro paseo por Badwater con esas temperaturas y casi se me derrite el cerebro). Su nombre al parecer se debe a uno de los dieciocho supervivientes de un grupo de treinta que intentaron, en 1849, encontrar un camino más corto en dirección a los campos auríferos de California. La excursión de 740 kilómetros en total estaba comandada por Ralph, guía y conductor de Action Tours (agencia más que recomendable) entusiasmado con la geología y los ovnis. Nuestra primera parada; la vista panorámica Dante, para hacerte una idea general de la enorme extensión que ocupa el Valle de la Muerte.
Dante View
Esta gigantesca depresión se encuentra al este de las montañas Rocosas, entre los estados de Nevada y California. Como bien pude aprender entre las interminables explicaciones y alguna que otra cinta que nos puso Ralph con un señor científico hablando de las placas tectónicas, el Valle de la Muerte se formó debido a sucesivos hundimientos de bloques contiguos de la corteza terrestre. Bien podría valer la expresión «es un lugar de otro planeta». Un valle de silencios, sequedad, encanto y con un marcado contraste de gamas cromáticas frente a lo que uno se imagina de un lugar desértico. Si hay una cosa clara es que sientes haber dejado muy atrás la civilización.
Tras visitar Dante View, nos detuvimos unos kilómetros más abajo en las amarillentas formaciones de Zabriskie Point, paisaje producto de las esporádicas y breves lluvias torrenciales que tienen lugar en el Valle. Sí, en el desierto también llueve. El agua se transforma en escultor del terreno creando verdaderas obras de arte.
Un poco más abajo se encuentra Furnace Creek, lugar que puede considerarse como la entrada oficial por la vertiente norte al Parque Nacional del Valle de la Muerte. Furnace Creek es un pequeño rancho-oasis al estilo del viejo Oeste donde puedes reservar habitación. Muy cerca del pueblo se encuentra el Centro de Visitantes, inaugurado en 1960, donde los rangers facilitan mapas y folletos explicativos. Siguiente parada: El Golfo del Diablo.
Asándome de calor en el Golfo del Diablo
Y tanto que hace calor. El Valle de la Muerte es uno de los lugares más tórridos del planeta. En julio de 1913 el termómetro llegó a marcar más de 56º centígrados. Una nimiedad si tenemos en cuenta que al sol y a ras del suelo se han llegado a contabilizar 88ºC. Ese día el termómetro oscilaba entre los 48 y 49 grados. ¡Casi nada!
Como dato curioso, al estar expuesto a semejante bochorno, el cuerpo humano puede transpirar hasta cuatro litros de líquido entre el amanecer y el atardecer. Perdí la cuenta de las botellas de agua que me bebí pero debieron ser algo más de 6 litros.
Badwater, uno de los puntos más bajos del mundo sobre el nivel del mar
A menos que uno sea gran conocedor de la zona y tenga una capacidad sobrehumana de soportar el calor, lo más recomendable es explorar el valle en coche y reducir al mínimo los recorridos a pie. Mejor no tentar a la suerte ya que el calor puede matar muy lentamente. La visita al Valle de la Muerte continúa con la colorida Paleta de los Artistas, el cráter Ubehebe (palabra nativa que significa «Cesta en el suelo»), un área de dunas aisladas y finalmente el Castillo de Scotty. Si os interesa conocer algo acerca de la interesante historia de este último lugar echadle un vistazo a esta web.
LAS VEGAS
Casino «New York, New York», con montaña rusa y todo
Construída en medio del desierto de Mojave, en esta ciudad donde el juego pervierte al más Santo no sirven los diminutivos. Aquí todo es megaultramaxi. Empiezo a pensar que entre sus primeros pobladores tuvo que haber alguien de Bilbao. Aprovecho la ocasión para contaros un chiste que me contó mi amigo David «Troco» el otro día. Saben aquel que diu que era un simposio de genetistas y uno diu: «He cruzao un oso panda con un mandril y ahora tenemos un panda mandril que está todo el rato enseñando el culo». A lo que todos contestan: «Biennnnn». Otro: «Yo he cruzao una oveja con una gallina y ahora tenemos una especie que da huevos y leche». Y todos: «Biennnnn». Llega el español que es de Ribaforada y diu: «Yo he cruzao una luciérnaga con una ladilla». Y todos… «¿y qué?»… «Que ahora mis cojones parecen Las Vegas».
The Strip, Las Vegas Boulevard
Luces de neón, reclamos, cochazos, multitudes de gente de un lado para el otro… Las Vegas es otro mundo. Su historia da como para un libro. En diciembre de 1946, el famoso bandido Bugsy Siegal construyó el complejo hotelero original de Las Vegas, el Flamingo, en las tierras desérticas de Nevada. Soñaba con crear una nueva ciudad en medio del desierto. Desafortunadamente, Bugsy murió en Hollywood a causa de un balazo en 1947, así que nunca pudo ver su sueño hecho realidad. Hoy en día, este oasis de juegos de apuesta ubicado en medio del desierto tiene más de un millón de habitantes y más de 40 millones de visitantes por año.
JAYWALKING
Entre las excentricidades de esta ciudad hay una muy llamativa. Tienta todo lo que quieras a la suerte en los casinos pero nunca se te ocurra cruzar la calle con el semáforo en rojo o menos aún por un lugar donde no lo haya. Según las leyes del Estado de Nevada, el jaywalking (que es como llaman a esta modalidad de peatón suicida) está penado. Por ejemplo, si un conductor te atropella cruzando por donde no debes, puede demandarte y solicitar que le pagues los perjuicios causados.
Caretos y birra
Aburrirse en Las Vegas es prácticamente imposible. Dejarse el presupuesto en menos de lo pensado más que probable. Después de dos noches en el Hotel & Casino Tropicana (unos 210$), decidí mudarme para abaratar costes a uno de los Motel 6 que hay en la ciudad. Limpio, de esos que tienen la puerta de la habitación que da a la calle como en las películas, agradable y justo a mitad de precio aunque posible refugio de gente de todo tipo. Si alguna vez váis a Las Vegas, os recomiendo que vayáis al que está justo en Las Vegas Boulevard, os ahorráis dinero en el alojamiento y estáis en el mismo Strip a pocos metros del meollo.
Las Vegas es sinónimo de espectáculo. Reúne los mejores conciertos (actuaba Santana cuando yo estuve), musicales del Circo del Sol como «Love» o «Zumanity», la exitosa obra «A new day» que desde hace un par de años interpreta Celine Dion, showgirls, comedia, exposiciones… Estar en Las Vegas y no jugar en uno de sus casinos es como estar en Sanfermines y no beber kalimotxo.
¡Abran juego!
En Las Vegas todo está subordinado al juego. En muchos de los hoteles-casino cuando entras te encuentras de lleno con las tragaperras, la ruleta, el blackjack, las mesas de póker… en lugar de la recepción. Tiene una explicación: Lo importante es que, vayas donde vayas (al restaurante, al ascensor, a la calle), pases obligatoriamente por el casino y que, gracias a una estudiada iluminación y a la ausencia de ventanas, pierdas la noción horaria y no sepas si es de día o de noche. Así que no me quedó otra que probar suerte.
Mi primera vez
Hay máquinas de todos los tipos, colores y formas. Puedes jugar en tragaperras de 1, 5 o 25 centavos y subiendo la cantidad, al video póker, la ruleta de la fortuna… Os puedo decir que las tragaperras es un vicio. Cualquiera puede acabar enganchado a algo tan estúpido como meter monedas en una máquina y darle a un botón.
Recogiendo beneficios
Dicen que afortunado en el juego, desafortunado en el amor. Perdí los 25 dólares que aposté en un par de días.
CAÑÓN DEL COLORADO
Para finalizar mi estancia en Las Vegas no podía dejar de visitar una de las maravillas de Norteamérica. La excursión de unas 8 horas a su vertiente oeste (puedes ir a la parte sur pero el tiempo se amplia hasta 14 horas) la hice con otra agencia: Gray Line. Personalmente no la recomiendo. Frente a la furgoneta de 7 personas en la que fui al Valle de la Muerte y su trato personalizado, en esta excursión de unos 400 kilómetros en total, fuimos un grupo de 25 personas en un autobús, apenas hubo explicaciones e información acerca del Cañón y las dos únicas paradas en la impresionante presa Hoover Dam y cerca de un bosque de Joshua Trees se redujeron a menos de 10 minutos. Lo que yo llamo excursión de ovejas y pastor.
El Grand Canyon fue creado por el río Colorado durante millones de años. Tiene unos 446 km de longitud, cuenta con cordilleras de entre 6 a 29 km de anchura y alcanza profundidades de más de 1.600 metros. En su inexorable desgaste ha dejado al descubierto cerca de 2.000 millones de años de la historia de la Tierra. Según varía la altitud, la vegetación se transforma de bosques de Joshua Trees (una singular mezcla entre el cáctus y un árbol común) a un tipo de árboles y arbustos de tonos verde oscuro.
En la vertiente oeste que visité se encuentra la Reserva de la Nación Hualapai desde la que se puede divisar el Cañón desde dos lugares: Eagle Point y Guano Point. En éste primero están construyendo una pasarela semicircular de cristal en la que dentro de unos meses podrás experimentar la sensación de estar suspendido sobre el vacío con más de 1700 metros de profundidad bajo tus pies. Además de disfrutar de una espectacular vista tipo western y un rancho de comida precocinada servida por los nativos, te muestran varios modelos de viviendas típicas de su etnia y un baile folklórico bastante soso. Lo malo es que todo está únicamente preconcebido como espectáculo para el turismo. Si el presupuesto te lo permite, gastándote 150$ puedes volar en helicóptero entre las paredes del Gran Cañón durante aproximadamente 30 minutos.
Iosi Wayne, el vaquero del Oeste
Las Vegas me hizo sentir lo mejor y lo peor del ser humano: La soledad de no poder compartir muchos momentos con quienes quiero, la felicidad de encontrarme en medio del abrasador desierto y apreciar su esplendorosa belleza, la tristeza de lo decadente, la falsedad maquillada entre luces de neón… aún y todo, volveré a repetir.
Deseaba con ansia llegar a Los Ángeles para ver a mis amigos Nacho y Belén. Si llego a quedarme un par de días más en Las Vegas, me gasto todo el presupuesto del viaje en las hipnóticas máquinas tragaperras. Después de esperar casi una hora y media de cola para comprar mi billete en la estación de autobús, me subí en el Greyhound Express con destino a la Meca del Cine. Iba a ser la segunda vez que visitaba esta inmensa y soleada ciudad en la que la silicona, la falsedad y la soledad extrema afloran por encima de otras cosas.
BIENVENIDO A LOS ÁNGELES
Tras un caluroso abrazo al reencontrarme con mis amigos e invadido por una extraña sensación melancólica, me subí a su pequeño Jeep con destino a su cuco apartamento situado en National Boulevard, al noroeste de Downtown. El objetivo era claro: desintoxicación alimenticia, recuperar por unos días la sensación de «estar como en casa» y dormir por un tubo. Dicho y hecho. En los dos o tres días siguientes a mi llegada, me convertí en un hombre-seta mientras mis anfitriones trabajaban arduo en la preparación de su nueva película. Como buen amo de casa, uno de aquellos días les preparé para comer mis platos estrella: Fresas con leche a la bilbaína (simplemente fresas con leche y azúcar -había que ponerle uno de esos nombres con retintín-) y el reconocido y aclamado Pollo Strogonoff.
Cocinando un suculento pollo strogonoff
CON UNA O MÁS BOLAS
En aquellos días de relax, cuando Nacho y Belén terminaban su jornada laboral centrada en la búsqueda de un director de casting, realizábamos alguna que otra actividad lúdica. El primer día quedamos con Álvaro Ron, Marga y Rosana (también son españoles y trabajan en L.A.) en una bolera que no desmerecería en ambiente y decoración con la de «El Gran Lebowski». No estaba el caricaturesco latino Jesús pero sí que habían varios grupos de abueletes asiáticos marcándose strikes rato sí rato taumbién. Era mi turno. Mi primer lanzamiento. Iba a perder mi virginidad boleril. Iosu corre con su bola, lanza con un estilo soberbio. La bola se desliza con una delicadeza inusual como mecida por el viento. ¡Booooonggggggg! (Golpe de la bola contra la barra metálica). Un servidor, tonto como ninguno, había tirado la bola cuando todavía no se habían colocado los bolos. Pero el espectáculo no acababa aquí. Siguiente tiro. Seco mi mano en el aire que sale por unos agujerillos. Escojo la mejor bola. Comienzo a bailar al ritmo de la música que suena. Realizo un paseo hacia la pista, desciendo la bola hacia el suelo, lanzo y…. ¡zasssss, platakaklac! resbalo y me doy un leñazo importante que acabó conmigo en la pista contigua y mi mano contusionada. Aún y todo, quedé segundo a pocos puntos de vencer a Ronny, un gran asiduo de la bolera. Tenemos pendiente la revancha en Chile dentro de unos meses.
Un par de días más tarde había que echarle más pelotas, así que fuimos a uno de esos salones de billares con lamparita cenital iluminando los rostros de los malotes y buenotes allí presentes.
Nachito jugando al billar
Formando pareja de juego con Marga, debía demostrar que eso de meter la bola con el taco en cualquiera de los agujeros no se me daba tan mal. Resultado final: Patético. Metí una vez la negra e infinidad de veces la blanca. Mejor dedicarme al ganchillo.
Iosu no dando pie con bola
FREAKIES y MUSCULOSOS
Tras varios días prácticamente enclaustrado en la casa de los Manubens-Canalejo salí con Marga a dar un paseo por Venice Beach, ecléctico lugar en el que se mezclan pescadores, musculosos haciendo pesas en un gimnasio al aire libre, puestos de gafas y gorras a precio de todoacien, vagabundos, casas de diseño, vigilantes de la playa y freakies de toda clase y enjundia. Uno de los más famosos es un chico negro vestido únicamente con un tanga que se pasea con sus auriculares puestos. Siento no tener documento gráfico. Mejor que lo veáis con vuestros propios ojos si venís alguna vez.
Los blancos no la saben meter en Venice Beach
No muy lejos de la playa y no tan conocido por los turistas que visitan Los Ángeles se pueden ver unos bonitos canales -de ahí el nombre de Venice Beach (Playa Venecia)- en los que hay unas casas que deben valer unos cuantos miles de dólares. Imposible olvidar la excelente comida italiana y los sabrosos panes de ajo de la Trattoria «C and O» situada en el número 31 de Washington Boulevard en la que un plato individual parece una fuente para 3 comensales. Muy recomendable.
MANULEJO TOURS
En principio tenía pensado irme de Los Ángeles el lunes 7 de agosto pero decidí quedarme un par de días más para coincidir con Kakun y Jorge que venían desde Nueva York para visitar en algo más de 10 días parte de la costa Oeste de Estados Unidos. Con ellos regresé a algunos de los lugares que había visto 4 años atrás en mi anterior viaje con mis amiguetes Migueltxo, Ascenzo y Enrique. En aquella ocasión -también llevé cámara de video- fui vilipendiado en algunos momentos del viaje cual cámara de «Aquí hay tomate» con improperios del estilo: «Tú, deja ya de grabar».
De no ser por la efectividad y buen hacer de Manulejo Tours (operado por Nacho «The Driver» y Belén «The GPS»), hubiese sido imposible ver todo lo que vimos en sólamente día y medio. Un tour vertiginoso. Para empezar dimos un paseo por Santa Mónica y su muelle ferial donde estaban rodando un anuncio de una bebida, luego a Downtown y su distrito de la moda lleno de puestos de coloridas telas y artilugios de toda clase. Muy cerca de ahí pude ver también el lado más mísero y deprimente en la calle en la que se concentran muchos de los homeless y desheredados de la ciudad. A continuación nos trasladamos al curioso barrio de Silver Lake, una zona en la que se están concentrando en los últimos tiempos bohemios, pintores, artistas, músicos… Esta zona queda muy cerca de Echo Park y Los Feliz. Allí acudimos un día a ver tocar en la sala Spaceland a James Combs, un amigo de Nacho.
Precisamente en este bonito enclave de Los Ángeles se sucederán las nuevas historias de la película que Nacho y Belén se encuentran preparando con guión de Manubens-Gullón. Si Girls Never Call, su ópera prima, tuvo un presupuesto de 6000 dólares, en «Silver Lake» darán un paso de gigante ascendiendo a 1.5 millones. Os deseo toda la suerte del mundo. Eso sí, me apunto si hay uno de esos estrenos de alfombra roja y convite gratis.
Mientras preparan este nuevo proyecto cuyo rodaje se prevé para mediados de 2007, no pude dejar de visitar una de las localizaciones principales en las que se rodó su ópera prima.
Set de rodaje
Antes de continuar con la visita por la ciudad tengo que hablaros de la faceta artística de Belén. Dejando de un lado sus deliciosas tortillas de patata y calidad como cocinera (asistí a un curso rápido para aprender los secretos de este gran plato español mientras cargaba fotos en el blog, osea que no me enteré mucho), Belén tiene una pasión: La moda. A través de su propia marca Canita, confecciona y diseña camisetas, vestidos y algún que otro complemento entre los que destacan estas novedosas corbatas para chica que vende en la tienda virtual Etsy y algunos comercios de Los Ángeles como «Sweet Charity».
Nuestra visita prosiguió por el campus universitario de UCLA, la zona de Westwood donde degustamos un goloso corte de helado elaborado con dos cookies y helado en medio (Charlie, siento no poder enviarte uno por correo). No muy lejos de allí se encuentra el cementerio donde reposan los restos de Marilyn Monroe, Billy Wilder y Jack Lemon situado en el número 1218 de la calle Glendon.
En el tour era necesario ver el lado más cool de Los Ángeles y dejar caer nuestra baba al ver las mansiones de Berverly Hills y Bel Air. Y para no rebajar el nivel nos acercamos a hacer shopping con la mirada en Rodeo Drive porque el bolsillo no daba para tanto. Somos fashion de la muerte.
Rodeo Drive
Y claro, irse de Los Ángeles y no pasear por Hollywood Boulevard, caminar sobre sus estrellas, ver el Teatro Chino o el Kodak donde se realiza la ceremonia de entrega de estatuillas de los Oscar es como estar en Madrid y, como diría mi amigo Rubens, «no comer un bocadillo de calamares, típico, típico».
Teatro Chino en Hollywood Boulevard
Tampoco faltó la obligatoria visita a la tienda Ross con su slogan «Dress for less» donde encuentras ropa y complementos de temporadas pasadas a precio de ganga, comer una indigesta hamburguesa en el In n Out justo el día en que su fundadora falleció (por eso me debió caer mal al estómago) o entrar en contacto con la comida mejicana en un puesto callejero de burritos y tacos.
Han sido unos días maravillosos en los que me he divertido y tenido interesantes conversaciones con gente tan simpática como Bárbara, Bianca, Rosana, Marga, Álvaro Ron, Beni o Vicente Pérez. A algunos de ellos no les conocía pero me han acogido en su casa (gracias Rosana por tu hospitalidad, Bárbara por esa cena, Bianca por los vaciles y Marga por la visita a Venice) como si fuera uno de sus mejores amigos. Espero volver a veros sea en Los Ángeles o en España. CONCURSO VIDEOIOSING
Compitiendo en la sección oficial os presento una nueva entrega de un refinado y un tanto perturbado videoising a cargo de Gonzalo, Pizá, Enrique, Patricia y Bea. Retransmiten vía internet su speech desde Nueva York. Aquellos que no les conozcáis, fijaos sobre todo en la chica que aparece a la derecha y sus gestos. ¡Eso es arte!
Este videoiosing ha obtenido una puntuación importante. Si quieres participar en este concurso, no tienes más que grabarte un autovideo con tu cámara de fotos o video y enviarlo a la siguiente dirección de e-mail: [email protected]. El ganador tendrá un regalo sorpresa exclusivo de un servidor al finalizar su ruta. ¡Participa!
Nueve días no se resumen en un pis pas así que aviso que la crónica es extensa. Hace al menos un par de años que quería pisar México. En 2004 visité Costa Rica y el verano pasado Perú. Ambos países me encantaron pero deseaba ante todo conocer las costumbres, lugares, cultura y naturaleza de este inmenso país llamado México. Por una razón u otra -preferentemente el alto precio de los billetes de avión- no había podido ser hasta ahora.
Mi último viaje en Greyhound se desarrolló sin mayores problemas salvo un incidente aislado. Unos kilómetros después de San Diego hicimos una parada. Allí bajé para comprar algo de picar. Al llegar a una de las máquinas expendedoras me percaté de que había una bolsa de patatas que se había quedado atascada entre el cristal y el resto de productos. Le arreé un golpe bastante bestia pero la bolsa ni se inmutó. En ese momento miro de reojillo y veo en el reflejo de la máquina que hay una agente de policía apoyada justo detrás mirando. Literalmente se me cayeron las pelotas al suelo aunque recobré la templanza enseguida. Ya me veía con un multón en el historial a pocos kilómetros de abandonar el país. Y no exagero porque en Estados Unidos están tan zumbados que te ponen una multa cuantiosa si dejas una distancia de algo más de un palmo entre las ruedas y la acera cuando aparcas el coche. No hubo llamada de atención. Suspiro de alivio. Así que me hice el longuis y eché unas monedas para comprarme algo.
EL SEMÁFORO
Llegamos al puesto fronterizo de San Ysidro donde nos hicieron bajar del autobús, recoger nuestro equipaje y ponernos en fila de a uno para pulsar un botón y esperar a que un semáforo decidiera nuestro destino:
– ROJO (revisión de maleta con el consiguiente engorro de desahacer todo)
– VERDE (cruzas tras el semáforo y esperas a que terminen los trámites de revisión a aquellos pringaos a los que la fortuna no les ha sonreído)
Salió verde. Curiósamente nadie me pidió el pasaporte para entrar en Méjico ni tampoco había un agente de aduanas estadounidense al que devolverle la tarjeta de la visa. Al parecer debes de saber por ciencia infusa que estás obligado a devolverla por tus propios medios, lo cual, si no lo haces (como es mi caso) a partir del 19 de septiembre -fecha que expira mi visa- seré un ilegal más en las listas de aduanas estadounidenses. En cuanto al Gobierno mejicano, permite la entrada sin mayores problemas debido al constante tráfico de gringos de un lado al otro de la frontera cuyo viaje no va más allá de 40 kilómetros en dirección sur. Si continúas hacia el interior de Méjico se supone que un control de migración te solicitará el pasaporte y el pago de 210 pesos como tasa de entrada. Este pago debes hacerlo en un banco una vez rellenada la ficha que te entrega el funcionario. Como español se puede pedir desde 15 a 180 días de estancia.
Cruzando el puesto fronterizo de San Ysidro a pie
Tijuana es una metrópolis fronteriza con casi millón y medio de personas. Un punto de intercambio donde transitan personas, sonidos, sueños, decepciones y habita la lujuriosa llamada del vicio. La pecadora Tijuana sacia diariamente las ansias de libertad y hedonismo de muchos gringos con el bolsillo cargado de dólares en sus numerosas tabernas, casinos y prostíbulos. «Llevo 45 años viniendo a Tijuana y tan sólo una vez me contagié de gonorrea», comentaba un yanki cincuentón a su amigo con el pecho henchido de orgullo.
A mi llegada a la Central Camionera -los mejicanos llaman camión al autobús- me estaban esperando Tonalli y Dania, su novia. Tonalli fue compañero de piso de mi amigo Migueltxo durante su estancia en Los Ángeles. Tan sólo le había conocido una noche en Madrid durante su viaje a Europa por un par de semanas junto a su hermano Tonatiuh y nos bastaron unos pocos minutos para charlar como si nos conociéramos de toda la vida.
Tras dejar el equipaje en su casa de Playas de Tijuana, nos dirigimos al Estudio Láser donde Tonalli imparte parte del Taller de Sampleo que realiza cada miércoles.
Taller de Sampleo, Estudio Láser de Tijuana
En aquella sesión conversé con el dueño del estudio (cuyo acento era una mezcla entre vasco, argentino y mejicano) y los simpáticos alumnos del taller: Héctor (que estuvo viviendo 6 meses en Valencia), Julio, Giovani… Como mi nombre significa Jesús terminé siendo Chuy, así es como llaman cariñósamente al Hijo de Dios. En esta sesión Tonalli pretendía grabar algunos extractos y notas con músicos de Son Jarocho, tipo de música tradicional originaria del Estado de Veracruz.
Tonalli Magaña y músicos de Son Chimbicá grabando
Tijuana es sinónimo de ajetreo cultural. Frente a su lado deprimente y fama de ciudad peligrosa, debajo de su asfalto bulle un hervidero de ideas, músicos, pintores, artistas… Entre sus principales exponentes está la escena de la música electrónica que ha logrado con éxito traspasar fronteras gracias al colectivo Nortec, uno de sus principales bastiones. Nortec surge de las palabras norteño-techno, la convergencia de lo folclórico y lo moderno, una fusión efervescente a cargo de seres digitales con nombres como Fussible, Bostich o Clorofila.
Un referente moderno de la ciudad es el Centro Cultural Tijuana (CECUT), con aspecto de globo ocular donde se celebran conciertos, exposiciones de arte y proyecciones de 360 grados en su espectacular sala Omnimax.
Tras grabar varios samples y notas, los tres músicos de Son Chimbicá grabaron una canción popular con instrumentos como el charango, la jarana o el mosquito. Mi primer día en México y Tijuana me daba la bienvenida con una de mis mayores pasiones: La música. En esa sesión de grabación tuve el placer de poder improvisar algunas notas con un viejo violín que encontramos en el estudio sobre esta preciosa canción titulada «Las olas del mar», la cual os brindo.
AL OTRO LADO DE LA LÍNEA
Leo en un artículo que la ciudad nació como «una ranchería indígena de frailes franciscanos, fue parcela de encomenderos españoles, campo de batalla de milicias mexicanas y norteamericanas, y depósito de libertinos y aventureros gringos».
La triste realidad de Tijuana está marcada por la frontera o línea -como aquí le llaman-. Esta frontera común con Estados Unidos de 3.200 kilómetros de longitud, la más transitada del mundo, es domicilio de gente que no es de ningún sitio, nido de coyotes y polleros (mafiosos dedicados al negocio de la mercancía emigrante), y punto de partida de los sin papeles hacia el sueño americano. Marcando por teléfono *Línea puedes averiguar el número de coches que hay en el puesto fronterizo esperando a cruzar.
Un caso lamentable entre otros muchos que tienen lugar en la frontera de Tijuana es lo que sucede en el Parque de la Amistad -Border Field State Park para los yankis-. Este parque se encuentra dividido por la valla fronteriza. Hasta hace unas semanas las familias de uno y otro lado se reunían los domigos a ambos lado de la frontera, cual presos de cárcel, para compartir charlas y comida que podían pasarse a través de un pequeño hueco de la valla.
Cada día cruzan por sus puestos fronterizos a pie o en coche miles de personas sufriendo colas interminables de más de dos horas. Un total de 90 millones de desplazamientos anuales es una de las cifras que se manejan. Cada día mueren personas y niños en medio del desierto buscando una oportunidad ante la mirada impasible de ambos gobiernos.
Extremo oeste de la valla fronteriza entre México y Estados Unidos
LA MONA SE VISTE DE PIEDRA
Conocida de manera popular como La Mona o La Mujer Blanca, esta vivienda-escultura de más de 17 metros de altura y 18 toneladas de peso se encuentra instalada en una de las colonias más pobres de Tijuana. La Mona es obra del artista local Armando Muñoz García, quien según fuentes oficiales la creó para celebrar el centenario de la ciudad aunque otros dicen que es una obra protesta. Al parecer, un miembro de la corporación municipal afirmó en una ocasión que «no era bonito ni adecuado para el turismo que vieran al aterrizar o despegar la pobre colonia de casas contigua al aeropuerto de la ciudad». De esta manera se puede comprender que la escultura tenga la mano en alto para llamar la atención.
Armando Muñoz habita en esta vivienda tan especial que cuenta con cuatro niveles bien distribuidos y comunicados; en la cabeza está la oficina, en el pecho una recámara con dos camas, en el estómago la cocina y en los glúteos se ubican los sanitarios, como una alusión a la vida real.
La Avenida de la Revolución (La Revo) es la arteria carótida de Tijuana. Durante el día abren comercios y restaurantes, el tráfico recorre sus venas con frenesí y rebuznan unos horrorosos burros pintados de cebra como reclamo turístico. Por la noche la ciudad se disfraza de puta y el ambiente se transforma en un alboroto de bandas de música, terrazas con hip hop y rancheras sobrepasadas de decibelios y gritos y cantos de borrachos. Aquello parece el bar de «Abierto hasta el amanecer». Los porteros de los locales llaman la atención de los viandantes en la acera con frases del tipo: «Come in, tits, pussys…all you can drink». Sobra la traducción.
En plena Revo se encuentra el precioso Frontón Palacio Jai Alai, construído entre 1926 y 1947, en donde hasta 1998 se celebraban partidos de pelota vasca. ¡Hay vascos hasta debajo de las piedras oyes! No muy lejos de ahí uno puede adentrarse en la denominada Zona Rosa, lugar como dicen aquí de tolerancia donde cohabitan prostitutas, locales de table dance, camellos y rateros. Junto a Tonalli y Dania me adentré por una de sus callejuelas. La técnica de Tonalli para ahuyentar posibles problemas y gentuza con no buenas intenciones -practicada junto a su hermano Tonatiuh- es hacer gestos raros, parecer que estás algo loco, plagado de tics y echar algún que otro escupitajo. Así que practiqué un poco por si las moscas. Fue divertido aunque levemente acojonante.
Banda de música tocando en La Zona Rosa
Dice una conocida canción: «Welcome to Tijuana, tequila, sexo y marihuana». Por si alguno/a se lo pregunta, puedo afirmar que fui bienvenido a Tijuana pero me largué de allí sin probar ninguno de los tres pecados. Otra vez será.
SALSIPUEDES, BELLACO
A poco más de 60 kilómetros de Tijuana se encuentra un pequeño y apacible pueblo llamado Tecate. Precísamente aquí nació y se fabrica una de las cervezas más consumidas en el norte de Méjico que lleva su mismo nombre.
En el tranquilo Rancho «La Paloma» de esta localidad fronteriza fueron criados Tonalli y Tonatiuh por sus padres Salvador Magaña y Eva Guzmán, dos excelentes personas. Con ellos mantuve durante una mañana de sábado una profunda charla acerca de la vida, la emigración y otros interesantes temas así como una sabrosa comida mejicana. Salvador es un portentoso escultor cuya obra se centra en la figura de la paloma. Además tiene infinidad de esculturas como este Dodó cuya cola emite notas musicales cuando se golpea, estas ballenas como símbolo de la maternidad o esta rana con una apertura de lata de refresco clavada en su costado que usa esporádicamente en unos cursos sobre concienciación ecológica que imparte en escuelas.
Esa misma tarde regresamos a Tijuana y tomamos la preciosa carretera que bordea la costa en dirección sur. Íbamos de acampada los bros (Tila y Tona), Dania y sus amigos Jorge y Álex con la intención de ver la lluvia de estrellas que llevaban anunciando en los medios de comunicación desde hacía un par de semanas. El lugar en el que nos detuvimos se llamaba Salsipuedes, a pocos kilómetros de Ensenada, en la costa del Océano Pacífico.
Vista panorámica de Salsipuedes
Teníamos comida y bebida para pasar una bonita velada a orillas del mar pero se me antojó hacer carne y patatas asadas así que fui con Tonatiuh y Jorge a Ensenada a comprar. Lo que tenía que haber sido un viaje de no más de 30 minutos se convirtió en una odisea de cerca de 4 horas. Los dos diablillos en los que había confiado mi destino me llevaron primero a eso de las doce de la noche a un laboratorio de la Universidad de Baja California en el que estaba trabajando la novia de Jorge. Como buen periodista se me ocurrió preguntar qué es lo que estaban investigando. Craso error: Me tuve que tragar la chapa del profesor adjunto acerca de una bacteria que atacaba la uva, los polisacáridos y reacciones frenopáticas. Huímos de allí como alma que lleva el diablo.
Pero todavía quedaba mucha noche por delante. A continuación, a pesar de mis constantes peticiones por ir a comprar ya que Tonalli y el resto nos estaban esperando, estos pillos me llevaron a una cantina en la que lograron que me balanceara de esta manera al ritmo de una banda mariachi cual concursante de «Mira quien baila».
¡Oh balansé, balansé!
Una vez salimos de la cantina este par de granujas querían llevarme a una discoteca a conocer el ambiente festivo de la ciudad. Mediante técnicas de distracción y convencimiento dignas de una secta, por fin logré que me llevaran al supermercado «Gigante» no sin antes disfrutar de un escueto tour por la Zona Rosa de Ensenada. Todavía en el regreso nos quedaba realizar una última parada en casa de Ceballos, un amigo de ambos que celebraba esa noche su despedida de soltero y al que pedimos prestada una parrilla. Así que imposible rechazar tomarse una cerveza a su salud.
A la luz de la hoguera
Evidentemente, cuando llegamos al campamento todos ya estaban dormidos. Jorge se fabricó una hoguera en menos de 5 minutos (¡tirando el muy bestia la bolsa de carbón sin abrir!), entre risas y tonterías despertamos hasta al apuntador para finalmente saborear unos deliciosos tacos de carne asada antes de ir a dormir. Lo pasé bomba.
NOTICIAS FRESCAS
Algunos medios de comunicación se han hecho eco de mis humildes aventuras a través de la Ruta Panamericana. Recientemente apareció un reportaje en la contraportada del Diario de Navarra con fotos a color y en Tijuana me hicieron una entrevista en el programa «Hola Californias» de la televisora Síntesis TV.
IOSITO ADRIÁ: TORTILLA DESESTRUCTURADA
En Fairbanks (Alaska) cociné mi primera tortilla de patata. El primer intento quedó en una pobre mezcla de tortilla francesa con patatas que pudo probar el tejano Nick a la que no daría más de un 2 sobre diez. Uno de mis propósitos en este viaje es conseguir hacer una tortilla con consistencia, color y textura con una puntuación de entre 8 y 9 sobre 10. Segundo intento.
Paso 1: Freír patatas, mezclarlas con huevo y cuajar un lado de la tortilla
Pero es sabido por todos que uno de los procesos más difíciles de este plato culinario es darle la vuelta a la tortilla. No es nada fácil pues hay riesgos que asumir y tu obra puede quedar seriamente dañada. Parece que tengo bastante maña con la sartén así que he decidido apuntarme al casting de la segunda edición -si es que la hay- del programa «La cocina del Infierno».
Paso 2: De vuelta y vuelta
Como véis mi tortilla tiene buen aspecto, textura y consistencia aunque su sabor es mejorable. Me autocalifiqué con un Progresa Adecuadamente. A colación con este texto tan gastronómico, os obsequio con una canción compuesta por Tonalli durante el rodaje de la película «Girls Never Call» -en ella trabajó como Ingeniero de Sonido- en el que dicen y cuentan que este típico plato español fue uno de los más importantes y repetidos del cátering.
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ARTE Y MUERTE FRONTERIZA
El foro Tijuana, la Tercera Nación apostó por el renacimiento cultural de la ciudad fronteriza con un acto artístico que tuvo su hueco en la edición 2005 de la Feria de Arte Contemporáneo de Madrid (ARCO). A lo largo de más de dos kilómetros de valla se suceden pinturas, murales e iconos mezclados con un realidad más deprimente: Decenas de cruces que rinden homenaje a la memoria de los más de 2.600 emigrantes muertos en su asalto al otro lado.
Cruces en la valla fronteriza
En Tijuana abundan curiosamente -quitando la juerga, las putas y todo tipo de droga- las farmacias. Dicen que la causa de que haya tantas es que más fácil comprar tranquilizantes y otras medicinas difíciles de conseguir sin receta en Estados Unidos, así que tienen muchos clientes gringos.
Tan sólo una semana después de haber dejado Tijuana recuerdo con nostalgia las noches en el Café Latitud 32, los tacos de pescado y camarones empanizados de un puesto callejero, las charlas con Tonalli de camino a su trabajo, mis primeras quesadillas en «El Francés», la despedida a lo waino con los bros y Dania… ¡hasta casi coincido en una fiesta con Manu Chao!
Una de las cosas más sorprendentes que se descubren viajando -no es necesario tampoco irse demasiado lejos- es la capacidad que tenemos algunos seres humanos para conectar entre nosotros de un modo especial habiéndonos conocido hace unos pocos minutos. Eso es lo que he sentido estos días con Tonalli, Tonatiuh y Dania así como con algunos de sus amigos y conocidos. Después de recargar con unas porciones de cariño algunos huecos de los ventrículos que estaban ciertamente necesitados, toca regresar a la soledad de nuevo. Siento que me estoy bebiendo el mundo por los ojos y con todas esas vivencias riego mi corazón para hacerlo crecer. Por delante se abre ante mí el basto desierto de Vizcaíno en Baja California Sur. Próxima parada: Guerrero Negro.
Guerrero Negro (Baja California Sur), MÉXICO. Km. 12886
Desierto del Vizcaíno
Después de algo más de una semana con Tonalli, Tonatiuh y Dania había llegado el momento de recorrer Baja California. Salí de la Central Camionera de Tijuana sobre las 7 de la tarde rumbo a Guerrero Negro con la compañía de autobuses Autotransportes Baja California (ABC). Para los ojos ortográficos no falta la N en Autotrasportes, así se llaman. El trayecto duraba 12 horas, así que no pude ver demasiados paisajes durante la noche. Según mi opinión algunos conductores de autobús -por lo menos los que me han tocado a mí- van un poco rápido para el estado que tienen aquí las carreteras. Tan sólo queda encomendarse a la suerte, el destino, Dios o en quien uno crea y esperar llegar sano y salvo.
San Vicente, San Quintín o Rosarito fueron algunos de los pueblos que atravesamos de madrugada por la carretera Transpeninsular, una ruta estrecha y llena de curvas que se inauguró en el año 1972. Compartí parte del viaje hasta Ensenada con Antonio Santacruz, un señor de unos 40 años que trabajaba como locutor en una radio local. Al ver que llevaba una guitarra, surgió una entretenida conversación en la que me desveló que era cantante aficionado y un apasionado de la música. Yo por mi parte le conté que había estado en un estudio de Tijuana grabando el violín con un grupo de Son Jarocho. Debió pensar que era alguien importante -ya que me habían traído de España a México para una sesión de grabación- y antes de bajarse en su parada me regaló un disco con 10 canciones que él mismo había editado.
CACA, CULO, PEDO, PÍS
El resto del trayecto transcurrió sin mayores problemas, aunque sobre las 4 de la madrugada comenzó a extenderse un hedor a caca muy intenso. Previamente, el conductor había recomendado no hacer popó en el servicio ya que la ventilación no funcionaba. Por ese motivo durante el camino iba a realizar diversas paradas por si alguien tenía una urgencia. Cuando el olor se hizo insoportable, detuvo el autobús en el arcén y descubrió el pastel: Un señor mayor se había cagado literalmente en el asiento. Aquello era tan desagradable que tuvimos que bajar del autobús, algunos incluso con náuseas. Diez minutos después continuamos la marcha, la caca yacía en el desierto, el señor al fondo del autobús soportando las miradas de odio de los viajeros, la escotilla del techo abierta y un poco de ambientador en el suelo.
Desierto del Vizcaíno
Amanecía sobre este vasto desierto que forma parte de la Reserva de la Biosfera El Vizcaíno, la zona protegida más grande de América Latina con más de 25.000 kilómetros cuadrados de superficie. Poco antes de las 7 de la mañana llegué a Guerrero Negro, pueblo de unos 12.000 habitantes situado al borde del Desierto del Vizcaíno y la costa del Pacífico. Esta localidad es la entrada norte al Estado de Baja California Sur. A tan sólo un par de manzanas -cuadras le dicen aquí- de la estación de autobuses encontré un alojamiento económico: Motel Las Ballenas (Zona Hotelera – Tel/Fax 615 157 01 16), limpio, cómodo y con televisión por unos 220 pesos, unos 18 euros.
El orígen de Guerrero Negro proviene de la traducción al español de «Black Warrior», un barco ballenero estadounidense que se hundió cerca de la costa en 1850. En esa época el Capitán Charles Scammon, un ballenero, descubrió la entrada a una laguna que servía como lugar de apareamiento y nacimiento de miles de ballenas grises: La Laguna Ojo de Liebre. Scammon explotó la caza de estos mamíferos por su preciado aceite llevándolos al borde de la extinción.
Hoy en día esta laguna es un santuario restringido para mamíferos marínos y aves migratorias. Gracias a los esfuerzos del gobierno mexicano la ballena gris se ha salvado de la extinción y su número se ha incrementado de 2.000 a principios de siglo a más de 20.000 a mediados de los 90. Cada año las ballenas grises recorren algo más de 600 millas -marinas digo yo- desde las frías aguas del Mar de Bering en Alaska a las cálidas aguas del centro de Baja California en las costas del Pacífico. De enero a marzo, la Laguna Ojo de Liebre se convierte en un lugar fascinante en el que observar a estas criaturas parir, aparearse y chapotear en su hábitat natural.
La población de Guerrero Negro nació en el año 1957 cuando el empresario norteamericano Daniel Ludwig decidió instalar en este lugar una salina para abastecer la demanda de sal de la costa oeste de Estados Unidos. «Antiguamente, hacia finales del siglo XIX, comenzó la primera explotación salinera del lugar, cuando algunos carritos jalados por mulas llevaban sal de los depósitos naturales salinos hasta los barcos balleneros», me cuenta Jorge, mi improvisado guía en la salina de Guerrero Negro que es dueño del motel en el que me alojo y con el que me puse a charlar en la sala de ordenadores que tienen al costado. Según me cuenta, su padre trabajó más de 30 años en la extracción de sal por lo que se conoce el lugar como la palma de su mano. Además, debido a que apenas hay turistas en la zona en esta época, en una de las pocas empresas que hacen tours llamada Malarrimo, por ir uno solo te cobraban 500 pesos. Yo me apañé el tour por 130 con guía exclusivo. Uno ha de estar muy vivo si quiere abaratar costes.
La salina se instaló a orillas de la laguna Ojo de Liebre aprovechando los salitrales naturales del lugar sin imaginarse que años después esta pequeña empresa llamada Exportadora de Sal se convertiría en la salina más grande del mundo.
Exportadora de Sal
Esta salina no es sólo un negocio rentabilísimo, emplea a alrededor de 1.000 trabajadores de la zona y respeta el entorno ecológico puesto que está ubicada dentro de la Reserva de la Biosfera Vizcaíno. Exportadora de Sal destina una parte del presupuesto anual para la conservación y estudio de las aves migratorias que visitan cada año Guerrero Negro. Cerca de su entrada se encuentra este bonito Refugio de Aves en el que uno puede pasarse toda una tarde disfrutando viendo volar, zambullirse en el agua o corretear por sus orillas a cientos de aves migratorias.
Cuentan los lugareños que uno no puede dejar de ir al restaurante “Malarrimo”, cuyo propietario, Enrique Achoy, en los años setenta fue el chef del comedor de la empresa salinera y que ahora deleita a todos con sus deliciosas especialidades: Almeja mano de león, langosta, almeja chocolata, pulpo, camarón, pescado cabicucho y unos buenos ostiones.
Guerrero Negro es un lugar tranquilo, ventoso, no excesivamente bonito por sus construcciones al que seguro merece mucho la pena regresar en la época de ballenas. Mi estancia en este pueblecito se resumió en algún que otro paseo por su calle principal -el Bulevar Emiliano Zapata-, algunas horas colgado de internet (gran aliado para combatir la soledad y los momentos desocupados), breves conversaciones para pedir comida o bebida y un diálogo constante conmigo mismo. Había llegado la hora de afrontar el regreso a la soledad del viaje. Puedo decir que es duro, hay momentos difíciles, de tristeza por echaros de menos pero un señor muy pequeñito que tengo en el corazón me pincha para seguir de momento adelante.
VIDEOIOSING, SUMANDO PUNTOS
Mis amigos Gonzalo y Bea van ganando puntos hasta el momento con una participación continuada y una calidad en sus videos dignos de cualquier instalación de videoarte freak. ¿No crees que ya va siendo hora de atreverte a demostrar tus cualidades como reportero dicharachero?
Gonzalo y Bea, dos freakies en Nueva York
Te invito a participar en el Concurso de Videoiosing. Tan sólo tienes que enviar un video desde cualquier lugar del mundo cual reportero de un canal de televisión contando lo que te apetezca a la siguiente dirección de e-mail: [email protected]. El ganador se llevará un premio exclusivo que el viajero entregará personalmente -en el caso de que el triunfador sea español- o vía correo. ¡Participa!
San Ignacio (Baja California Sur), MÉXICO. Km. 13029
Misión de San Ignacio
Aproximadamente 142 kilómetros al sur de Guerrero Negro se encuentra este esplendoroso oasis. Para viajar en autobús por Baja California existen dos compañías principales entre las que optar: Águila (664 621-2424 ext. 102) o ABC. Opté por conveniencia de horario por la primera. Después de algo menos de una hora de viaje y una corta parada en Vizcaíno, llegué a la diminuta estación de autobuses que se encuentra a un costado de la carretera Transpeninsular. En este punto se adentra en diagonal -como si de un Y griega se tratase- un pequeño camino asfaltado que conduce al Hotel Rice & Beans (615 154-0283) donde me alojé por unos 400 pesos. Sirven comidas sabrosas, evidentemente acompañadas de arroz y frijoles, y se puede pagar con tarjeta, algo prácticamente difícil de conseguir en muchos de los pueblecitos de la península. Es muy recomendable antes de viajar informarse en qué lugares y en cuáles no hay banco con cajero automático. San Ignacio es uno de ellos.
El camino de acceso al pueblo, alrededor de dos kilómetros desde la carretera Transpeninsular, permite adentrarse en un paisaje de ensueño que contrasta con la aridez de la colindante Sierra de San Francisco y el paisaje desértico de sus llanuras anexas. Uno puede coger un taxi por 30 pesos la dejada -el viaje- o darse un paseo si se prefiere. El teléfono de la Cooperativa de Taxis de San Ignacio es 154 00 14.
En lo alto del cerro
Este oasis es fruto de un río subterráneo cuyo torrente aflora al exterior. Tras represarse, se convierte en una hermosa laguna bordeada de tulares y carrizales con inmensos palmares datileros erguidos a sus lados. El camino desemboca casi dos kilómetros más tarde en la plaza central de pueblo adornada por frondosos árboles de la India. Imponente, sencilla y robusta se alza frente a ella la iglesia de la Misión de San Ignacio de Loyola.
Domingo Romero, el taxista que me ha venido a buscar, usa gafas oscuras, bigote canoso poblado y en su gesto se asoma alguna que otra arruga amable al volante del taxi nº 8. Nacido en San Ignacio hace poco más de 60 años y con manos curtidas durante más de 30 como pescador, se retiró del mar para trabajar en tierra conduciendo su Buick desde hace más de 20 años. Durante el trayecto me cuenta algunos datos acerca de la historia de la localidad: «Los indígenas que vivían aquí hace más de 300 años eran los cochimíes. El 19 de noviembre de 1716, el padre jesuita Francisco María Píccolo descubrió este oasis y decidió fundar la misión 12 años después con el apoyo del también jesuita mexicano Juan Bautista Luyando. Tardó en terminarse de construir 70 años». La Misión de San Ignacio es sin duda una de las más bellas de Baja California Sur. Saliendo por el pórtico de su derecha uno recala en un relajante patio de tierra poblado de naranjos.
Lo más llamativo del lugar es la extremada quietud y el silencio que se respira en sus angostas calles. Me intrigaba conocer el pasado de San Ignacio y Domingo me llevó al lugar idóneo para hacerlo: La casa de Jane Bames, conocida por los lugareños como Juanita, la actual dueña de la Casa Lereé (615 154-0158 / [email protected] / www.prodigyweb.net.mx/janebames). Ésta fue la primera casa de huéspedes de San Ignacio y es fácil de reconocer ya que está pintada de color azul cielo. Para seguir con la hospitalaria tradición, Juanita alquila tres bonitas habitaciones con estacionamiento incluido dentro del portón:
– La Hermosa (650 pesos): Una suite con una recámara con cama de matrimonio y un catre además de otro cuarto con cama matrimonial, baño privado y acceso a la cocina de la casa.
– Piso rojo (350 pesos): Pintoresca recámara pequeña con cama matrimonial, sanitario y lavamanos. Sus puertas dobles abren hacia el jardín bajo hermosas bugambillas.
– La cocinita (350 pesos): Hermoso cuartito con cama matrimonial que abre sus puertas al jardín.
La Casa Lereé ofrece también al huésped una curiosa librería con ejemplares de la literatura latinoamericana a la venta así como algunos objetos de artesanía. Juanita vive en la localidad desde hace algo más de tres años y se ha encargado de recopilar libros, objetos, juegos infantiles, dibujos, fotografías y recuerdos plasmándolos en un libro con la historia del pueblo. Mucha información ha brotado de la mente de Juan Jacobo Rousseau, un señor que supera los 80 años cuyos recuerdos han permanecido impolutos en su excelente memoria. Conversé con ambos durante una tarde y terminé jugando al juego de los aros, que simplemente consiste en encajar varios aros metálicos en tres palos colocados frente a uno.
Jacobo visita cada día la Casa Lereé y ayuda a Juanita a reconstruir algunos de los juegos con los que se divertían los niños del pueblo a mediados de siglo. Mi corazón y mi imaginación viajaron juntos deseando que ambos tuvieran una bonita historia de amor en los últimos años de su vida.
Al final de la tarde entré en la tienda Abarrotes Arnoldo, cuyas puertas dan a la plaza del pueblo, donde además de proveerme de agua estuve charlando un rato con el propio Arnoldo acerca de la historia de México y España. En la plaza todavía quedaban signos de las pasadas fiestas en honor del santo patrono que tienen lugar anualmente la última semana de julio. Música, jolgorio, carreras de caballos, peleas de gallos, bailes, feria y juegos pirotécnicos son algunos de los actos que se celebran y en los que uno se puede divertir. Antes de regresar al hotel, comenzó a levantarse repentinamente un vendaval importante.
¡Que llueve, que llueve!
En cuestión de minutos el cielo se cubrió completamente de gris, el viento rompía y lanzaba al suelo algunas ramas de los árboles y se desató el diluvio universal. Hacía más de 3 años que no llovía en San Ignacio.
En medio de la tormenta
San Ignacio es el lugar perfecto desde el que realizar excursiones para conocer los alrededores de la zona. En sus inmediaciones existen infinidad de atractivos: La Laguna San Ignacio, refugio nacional de la ballena gris; espacios para practicar la pesca deportiva, el surfing y el buceo.
Un lugar que no se puede dejar de visitar es la espectacular Sierra de San Francisco donde existen yacimientos de pinturas rupestres prehispánicas inscritas por la UNESCO como patrimonio de la humanidad. Para visitarlas es necesario contactar con las oficinas del INAH, anexas a la misión, donde se obtiene el reglamento y los permisos correspondientes. Si se prefiere dejar el papeleo a un operador, la agencia más seria de la localidad para contratar un tour es Kuyimá, situada en una de las esquinas de la plaza central.
Junto a las oficinas del INAH se encuentra un pequeño museo donde te explican mediante paneles y fotografías los antecedentes históricos de la cultura cochimí y el significado de sus obras pictóricas. Todo apoyado por una maqueta a tamaño natural que representa el techo pintado de una de las cuevas.
Mi visita a este hermoso pueblo se tradujo en paz para el espíritu y una relajante belleza para mis ojos. Punto obligado de parada en tu futura visita a Baja California Sur.
Prácticamente es imposible en lo que llevo de viaje por México comprar un billete de autobús con antelación. Normalmente la compra se hace el mismo día del viaje debido a que puede surgir cualquier imprevisto. Y así sucedió el jueves que había pensado irme de San Ignacio. Al parecer el autobús que llegaba a las 14 horas se estropeó en Guerrero Negro por lo que me quedaron dos opciones: estar un día más en San Ignacio o dirigirme a Santa Rosalía, la siguiente población, en taxi. Domingo Romero, el taxista con el que había realizado varios viajes en este pueblecito, me hizo una oferta que regateé hasta acordar 450 pesos (36 euros) por el trayecto.
De esta manera nos embarcamos en un trayecto que no duró más de hora y media durante el que Domingo me fue explicando cual guía turístico los lugares por los que pasábamos como el inactivo Volcán de las Tres Vírgenes. Tras un puerto de montaña ciertamente peligroso en donde se ha despeñado más de un camión, se convertía en un regalo para la vista el azulado Mar de Cortés a cuyas orillas se instaló la ciudad de Santa Rosalía.
TRAS LA SOMBRA DE EIFFEL
Localizada a 63 kilómetros de Mulegé, esta población pesquera en la que dormí una noche se ubicó a finales del siglo pasado en torno a la compañía francesa El Boleo, que había obtenido la concesión para explotar sus yacimientos de cobre. Entre sus atractivos destaca la Iglesia metálica de Santa Bárbara -patrona de los mineros- cuya construcción es atribuida por muchos estudiosos a Gustave Eiffel. Dicen algunos que esta iglesia prefabricada fue traída a Santa Rosalía en 1894 desde un almacén de Bruselas en el que se encontraba desmontada tras haberse expuesto en la Exposición Universal celebrada en París en 1889. Sus orígenes son un tanto inciertos e intrigantes. Otros opinan que la iglesia habría sido adquirida por una empresa minera norteamericana, propiedad de los Rockefeller, para ser instalada en sus minas californianas. El carguero que la transportaba sufrió una avería y tuvo que recalar en la Baja California, en donde se desembarcaron las cajas de la iglesia para facilitar la reparación. Abandonado en el lugar, el cargamento fue recomprado por la Compañía del Boleo.
LLEGADA AL OASIS
Sea como fuere, el caso es que tras pernoctar en Santa Rosalía tomé de nuevo un autobús en dirección a Mulegé. El paisaje que ofrece la carretera Transpeninsular mientras bordea la pendiente oriental de la Sierra de la Giganta es completamente desértico hasta llegar a esta especie de oasis de aspecto subtropical. El pueblo, que colinda al sur con los municipios de Comondú y Loreto, tiene cerca de 5000 habitantes y es el más extenso de los cinco municipios que conforman el estado de Baja California Sur.
El nombre de Mulegé se deriva de la lengua cochimí “Carmaañc galexa”, que significa «barranca grande de la boca blanca». Este pequeño poblado se encuentra a orillas del mar de Cortés y fue descubierto por el padre jesuita Juan María de Salvatierra en 1702. Palmas datileras, olivos y árboles frutales como el mango, guayabo, naranjo e higuera permiten a quienes visitan este lugar la posibilidad de saborear deliciosos manjares de clima tropical en el desierto. Me alojé en el precioso Hotel Las Casitas (Tfno. 153 0019, C/ Madero 50), cuyas habitaciones con aire acondicionado y televisión (290 pesos) dan directamente a un sombreado patio cubierto por plantas tropicales en el que trinan periquitos y loros. En este relajante e inspirador lugar se hospedó el poeta mexicano Alan Gorosave.
Una de esas tardes mientras veía la televisión volví por un instante a mi feliz infancia. ¿Cómo? ¡Mira el vídeo!
A unos 3 kilómetros del pueblo se encuentra la playa de Punta Prieta en uno de cuyos extremos se alza el Faro de Mulegé. Hacia allí me dirigí caminando a un lado de la orilla del Río Mulegé bajo el abrasador sol de mediodía no sin antes proveerme de una botella de agua.
Junto al Faro de Mulegé
Durante el trayecto se unió a mi marcha un perro al que decidí llamar Tintín y que me obedecía más o menos como si nos conociésemos de toda la vida. Apunto estuve de adoptarlo.
Regresando de playa de Punta Prieta con Tintín
En Mulegé está la tercera misión de Baja California Sur: Santa Rosalía de Mulegé. Construída hace 300 años en piedra con forma de “L” y rodeada de cáctus, fue abandonada un siglo después por falta de población aunque en su interior todavía se conservan una estatua de Santa Rosalía y una campana, ambas del siglo XVIII.
Pocos kilómetros al sur de Mulegé se halla la Bahía de Concepción con algunos de los más espectaculares paisajes de la península de Baja. Sus numerosas playas de arena blanca (Coyote, El Burro, Coco, Requesón…) y sus caletas protegidas por enormes riscos y majestuosos cardones del desierto son el lugar perfecto para practicar buceo o snorkel. Desde Mulegé se pueden contratar excursiones desde 80 dólares con Cortez Explorers, empresa de buceo perteneciente a un gringo.
Dos días de relax y soledad aminorada por la lectura, mi breve amistad con Tintín y algún que otro rato tocando la guitarra. Al despedirme del lugar estuve conversando con dos mujeres del pueblo acerca de la inmigración mientras me tomaba una refrescante Manzanita (parecido al Kas Manzana). Cada vez me encuentro más próximo al final de la Península de Baja California lo que me alegra un montón por haber cumplido un largo trayecto dentro de México de unos 1400 kilómetros. Loreto y La Paz serán los dos últimos destinos de este tramo.
Tras un par de horas de viaje en autobús llegué a la minúscula y un tanto caótica estación de Loreto donde tomé un taxi para acudir directamente a la Posada San Martín (B. Juárez nº 4 y esquina C. Davis), regentada por Mathea Smith de Davis, que posee habitaciones espartanas con aire acondicionado y televisión por 250 pesos. El taxista me cobró 35 pesos por la dejada cuando en realidad debería de haberme cobrado 30. Son los extras que a veces uno deber pagar cuando se desconocen las tarifas que imperan en cada sitio.
Mi actual destino tiene un aire, tanto por su arquitectura como por la tranquilidad que se respira en su ambiente, de poblado antiguo. Considerada la primera ciudad capital de Las Californias, Loreto fue el punto de partida de los primeros frailes españoles empecinados con propagar la fe católica por estos lares. Así que dejaron constancia de su paso evangelizador construyendo la imponente Misión de Nuestra Señora de Loreto con un interior un tanto sobrio. El centro de la ciudad se cierne en torno al Ayuntamiento con calles empredradas en sus aledaños y un largo paseo de setos con forma de arco. Conocer lo más importante de la ciudad; la plaza Cívica, sus tiendas de recuerdos y artesanía, la selecta Posada de Las Flores, el malecón y la Misión no lleva más de 30 minutos. Otra cosa bien distinta es recorrerse los más de 2.000 kilómetros cuadrados de costa, mar e islas protegidas del Parque Marino Nacional Bahía de Loreto. No tenía ni ganas, ni dinero, ni tiempo.
En este lugar se respira un calor húmedo sofocante afortunádamente atenuado por la brisa que sopla a orillas del malecón. Era tanto el calor uno de los días que se desató un aguacero que inundó algunas de las calles hasta tal punto que no se podía cruzar de un lado al otro. Debido al mal funcionamiento del sistema de alcantarillado -problema presente en otras tantas poblaciones de México-, la calle se convirtió en un río de lodo y desperdicios por lo que no me quedó más remedio que cruzar quitándome las zapatillas pero dejando mis calcetines por eso de protegerse de los gérmenes. Y es que uno es hipocondríaco vaya donde vaya. O… ¿en esta ocasión no sería más bien previsor?
Paseando por el malecón
RUTINAS DE VIAJE
Los dos días que permanecí en Loreto los destiné prácticamente en su totalidad a las tareas rutinarias semanales que forman parte del estilo de vida del viajero errante: Sacar dinero del cajero automático, comprar sellos, acudir a la oficina de correos para enviar las postales correspondientes, pagar la habitación de la posada, comprar el billete de autobús para el siguiente destino, entregar y recoger horas más tarde la ropa de la lavandería, actualizar el blog, cargar fotos y vídeos en internet y comprar agua embotellada para beber y lavarme los dientes. ¡Qué ajetreo!
Luego quedan deshacer y volver a hacer la maleta, guardar la ropa sucia en su bolsa -de la ropa sucia-, averiguar antes de dormir que no haya bicho (cucarachas, lagartijas, mosquitos…) vivo en la habitación y en el caso de haberlo, como me sucedió en Loreto, exterminarlo a zapatillazos. ¿No os parece apasionante mi viaje? Aún y todo, sigo adelante. ¿Seré un tanto masoquista? ¿O…un quejica?
LAZOS EN LA RED
Internet tiene muchas ventajas y algún que otro inconveniente. Entre sus virtudes me permite comunicarme de forma rápida y segura con mis amigos, familia y novia, actualizar el blog mejor o peor según la conexión de cada lugar y sobre todo mostrar al mundo mi particular aventura. Eso permite además que algunas personas lleguen por diversos cauces a la web y se pongan en contacto conmigo a través del e-mail o dejando un comentario en el blog.
Es el caso de Jay Jay, un baja californiano oriundo de Ensenada (Baja California) que vive en Cholula (Puebla), quien ha incluído uno de mis videoiosings en su blog «El Cuchitril no tiene quien le escriba».
También han contactado conmigo gente como Cynthia de El Salvador para brindarme ayuda en su país, Isabel García (española que viajó a principios de septiembre a San Diego para asistir a una conferencia y que me pedía consejos acerca del transporte y hospedaje en Baja California), Enrique Kogan desde Miami se puso en contacto para saber el tiempo y coste de un viaje desde su ciudad «a Buenos Aires en carro, andando unas 6 horas por día y parando para descansar», Domingo Riesco desde Santiago de Chile se preguntaba acerca de mis sponsors puesto que tenía la idea de hacer «algo similar en el futuro» o Juan Manuel Pizarro de Buenaventura (Colombia), argentino de orígen que vive en este país «hace casi 3 años». Juan Manuel ha viajado por Sudamérica un par de veces y me ofrecía «con mucho gusto un lugar donde quedarte mientras estés por aquí».
Mil gracias a todos ellos -y los que han quedado sin nombrar- por interesaros por mi aventura y por vuestra solidaridad desinteresada.
La tecnología avanza a un ritmo desenfrenado. La red a veces da miedo. Mientras estoy escribiendo esta crónica suena en el ordenador de al lado el «Sufre mamón» de los Hombres G. ¿Será una señal? Hablando de internet y la comunicación. Hoy conversé a través de Skype (gran invento) con mi amigo Willy llamándole desde el ordenador a su móvil. Con ese don que tienen los argentinos para embellecer las palabras y los momentos, me dió un consejo que le había regalado su padre hace tiempo para suplir los duros momentos de soledad: «Sal, camina hacia un parque, mira las estrellas porque están en el mismo punto desde el que la vemos todos, piensa que no estás solo, estás con todos nosotros». Palabras reconfortantes que me animan a seguir el inquietante camino que queda ante mis pies. La Paz será mi próxima parada.
Sabía que corría cierto riesgo dirigiéndome a La Paz un par de días antes de la supuesta llegada del Huracán John a la península de Baja California. No quería perder tiempo y retrasarme más días. Desafortunádamente mi amiga Kakun, meteoróloga de TVE, se encontraba encarando el síndrome postvacacional como para poder informarme puntualmente de los movimientos del Huracán John a su paso por México. No hay problema; para eso está internet. John, Juanito para los amigos, comenzó descargando su furia en las costas de los Estados de Guerrero y Jalisco como bien se puede apreciar en la fotografía. El Huracán John alcanzó inicialmente fuerza 4. Conforme avanzaba fue perdiendo poder disminuyendo a 2 para finalmente quedarse en 3.
Después de 5 horas de trayecto en autobús entre Loreto y La Paz, tomé un taxi seguro -así se llamaba- por el módico precio de 40 pesos. Siguiendo las recomendaciones de la Lonely Planet acudí al Hotel Lorimar (Calle Bravo 110) que oferta dos tipos de habitaciones: Viejas -240 pesos- y Nuevas -345-, ambas decentes. Este hospedaje se encuentra a tan sólo un par de minutos del malecón y a poco menos de 15 del centro de la ciudad.
La Paz, capital de Baja California Sur, fue elegido hace varios siglos por Hernán Cortés como punto estratégico de avanzadilla en su conquista de esta parte del continente. Decidí pasear por sus calles para empaparme del ambiente y de sus gentes antes de que John me lo impidiese. Al frente del Jardín Velasco, en plena plaza Constitución, se encuentra la modesta Catedral de Nuestra Señora de La Paz. Pocos metros más allá me detuve en un librería en la que estuve buscando un ejemplar de «Notas de Viaje» del Che Guevara, libro en el que se inspira la película «Diarios de motocicleta». La búsqueda resultó infructuosa aunque encontré una biografía editada por Debolsillo escrita por Pacho O´Donnell («Che: La vida por un mundo mejor»). Como muchos sabéis soy poco aficionado a la lectura sin embargo prácticamente he devorado el libro en pocos días. Creo que la lectura me va a proporcionar salud mental en los innumerables momentos de soledad. Se aceptan sugerencias.
La madrugada del viernes 1 de septiembre el Servicio Meteorológico Nacional había anunciado que el ojo del Huracán John tocaría tierra en Los Cabos y que su diámetro causaría vientos fuertes y lluvía en municipios como La Paz o Loreto. Y así fue, salvo que cambió de trayectoria y pasó justamente por encima de nuestras cabezas provocando infinidad de desperfectos en carreteras, casas, comercios… Echadle un vistazo a la galería de fotos para haceros una idea aproximada del poder destructivo de Juanito. Como evidencia esta crónica salí ileso de un larga noche en la que se oía rugir el viento y caer la lluvia en cantidades exageradas.
Destrozos del Huracán John
Durante las largas horas de espera en la sala de estar del hotel, estuve conversando con una pareja de italianos, Kiara y Marco, e hice muy buenas migas con Francisco y Humberto, ambos ingenieros de telecomunicaciones mejicanos que se encontraban también varados en La Paz a la espera de que abriesen el aeropuerto. Ambos me invitaron a una deliciosa sopa de fideos instantánea mientras intercambiábamos información de las costumbres de nuestros respectivos países. Al día siguiente les invité a un par de cervezas y pizza poco antes de alucinar con uno de los mejores atardeceres que he visto en mi vida. Lástima no haberlo compartido contigo Edel.
ENTRE LEONES MARINOS
Pasada la tormenta y recuperado el estado de calma, el sol volvió a lucir como en días anteriores. Tenía contratada desde el viernes una excursión con la empresa Cantamar para hacer snorkel en los aledaños de la Isla Espíritu Santo pero se canceló por el huracán. El domingo 3 de septiembre, a las 7 de la mañana, me vinieron a buscar en una furgoneta para dirigirnos al puerto de Pichilingue desde donde salía nuestro barco «Siempre sí«. Todos los turistas, salvo yo, iban a realizar buceo con botella. Si os interesa este tema mirad la web de Cantamar porque ofrecen alojamiento en un precioso resort y cursos de buceo de 4 a 15 días. Nuestra guía en la excursión resultó ser una cómica japonesa llamada Aki.
Los Islotes
Tardamos algo más de hora y media en llegar a Los Islotes, al norte de la Isla Partida, donde habita permanentemente una colonia de lobos marinos (Zalophus californianus), otros los llamaban leones marinos. El Mar de Cortés es uno de los grandes destinos de buceo del mundo y también uno de los más desconocidos. Este mar posee un ecosistema único en el que se puede encontrar los grandes habitantes marinos, entre ellos la ballena azul, la orca, el lobo marino, el tiburón ballena, el tiburón martillo y la manta raya. Los mejores lugares de buceo se encuentran en la zona de La Paz, alrededor de las islas del Espíritu Santo y Cerralvo, justo donde yo me encontraba.
Allí tuve una de las experiencias más excitantes de lo que llevo de viaje. Además de ver infinidad de peces multicolores, revoloteaban a mi alrededor varios leones marinos con los que pude juguetear. Algunos eran crías muy jóvenes, según Aki inofensivas, y un par de machos de más de 250 kilos con los que había que tomar cierta distancia de seguridad. La numerosa colonia de leones marinos se encontraba sobre las rocas de Los Islotes emitiendo ruidos -quien sabe si de apareamiento-, zambulléndose en el mar, restregándose contra las rocas o simplemente tomando el sol. Los leones marinos viven en colonias dominadas por una jerarquía social determinada, en las que siempre domina un gran macho que controla a un par de hembras y a varios ejemplares jóvenes. El dominio sobre su familia es total y muchas veces, el macho no permite el acercamiento de ningún otro ejemplar que pueda representar una amenaza para su indiscutible jefatura.
Impresiones después de nadar con leones marinos
Después de 50 minutos en el agua regresamos a la embarcación y nos dirigimos a un nuevo lugar de inmersión: Isla Ballena. En el camino hacia allí vi saltar sobre el agua a un grupo de unos 7 delfines y sacar la cabeza para respirar a una tortuga. José, un español adicto al buceo que venía con dos amigos, me explicó algunos de los aspectos más importantes del buceo con botella -no bombona, eso les horroriza-.
Navegando hacia Isla Ballena
La jornada terminó con una tercera inmersión en Fang Ming, un viejo barco que antes de su hundimiento en estas aguas servía para transportar de forma clandestina en sus bodegas cargamentos de inmigrantes chinos. Al encontrarse a bastante profundidad no pude hacer snorkel. Los que bajaron pudieron nadar junto a tortugas y descubrir este inquietante pecio. Me prometí regresar para aprender buceo y disfrutar de otra manera del fondo marino del Mar de Cortés.
Para terminar de redondear el día, a pesar de tener la espalda más roja que un cangrejo, La Paz se despedía con un crómatico atardecer que ha quedado impreso de por vida en el recuerdo.
Cromático atardecer en La Paz
Un hasta pronto de la península de Baja California de la que saldré al día siguiente en ferry rumbo al Estado de Sinaloa. Pero… eso es otra historia.
Era lunes 4 de septiembre cuando salí de La Paz en autobús rumbo al puerto de Pichilingue. Desde este lugar parten dos ferries operados por la compañía Baja Ferries que conectan la península de Baja California con el México continental. Uno hace el trayecto La Paz-Mazatlán-La Paz y el otro La Paz-Topolobampo-La Paz. Por el módico precio de 680 pesos (68 dólares) tomé el que me llevaría a Topolobampo, pequeño pueblo costero situado en el Estado de Sinaloa. El ferry llevaba en sus bodegas decenas de coches, camiones y trailers de carga inmensos.
COMIENDO CON UN EX PRESIDIARIO
En la cola de espera para abordar el ferry, entablé conversación con Arturo, señor de unos 50 años nativo de Tijuana cuya profesión consistía en conducir varias veces por semana coches de segunda mano desde la frontera con Estados Unidos hasta La Paz. 1500 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para entregar los vehículos en un concesionario que los vendería a mejor precio. Sentados en el salón del pasaje mantuvimos una larga conversación acerca de viajes, música norteña, narcotraficantes, la historia revolucionaria de México, curas y monjas inmersos en orgías -dijo tener constancia de una en Tijuana hace un par de años y no quise entrar a fondo en el tema-… Llegó el momento de la comida. Mientras comíamos de repente me preguntó: «¿Oye, has estado en la cárcel?». A lo que respondí que no. «Pues esta comida se parece a la de la cárcel». Inicialmente se me subieron las pelotas a la garganta. Arturo continuó con su plática. «Hace unos años estuve en la cárcel durante tres meses. Participé en una pelea de gallos, llegó la policía y me detuvieron. ¡Pinches pendejos huey!», recuerda mientras se mete a la boca un pedazo de filete de ternera reseca.
HEYYYYYYYYY JULITOOOOOOOOO
A eso de las diez de la noche desembarcábamos en el muelle comercial de Topolobampo. Allí nos esperaba un autobús color azul cielo que nos acercó a la terminal de pasajeros para recoger nuestras maletas. Mi destino final era la ciudad de Los Mochis, a 23 kilómetros de Topolobampo, desde donde parte el tren que recorre la hermosa Barranca del Cobre. Una vez recuperé mi maleta busqué un colectivo, ese tipo de autobús desvencijado parecido a los que llevan a los escolares estadounidenses que tanto abunda en las ciudades mejicanas. Me recibió un mozo de maletas al que le faltaba un tornillo pero que resultaba bien gracioso. El trayecto duró algo más de 20 minutos con la radio descargando rancheras, reggaeton, salsa y el mítico tema «Hey!» de Julio Iglesias: «Hey!, que hay veces que es mejor querer así, que ser querido y no poder sentir, lo que siento por ti. Ya ves, tú nunca me has querido ya lo ves, que nunca he sido tuyo ya lo sé, fue sólo por orgullo ese querer…». Sin duda era el colofón perfecto para una larga jornada de viaje.
CHEPE: HACIA EL INTERIOR DE LA SIERRA TARAHUMARA
Los Mochis («Lugar de tortugas») es una ciudad sin apenas historia. De no ser por el famoso y turístico ferrocarril Chepe: Chihuahua-Pacífico pocos conocerían este lugar. Este tren, inaugurado en 1961 después de varias décadas de complicados trabajos, se adentra en la frondosa Sierra Tarahumara y llega 16 horas después de su salida a la ciudad de Chihuahua. 665 kilómetros de recorrido con 39 puentes, 87 túneles y paisajes que quitan el hipo y mutan del árido desierto al montañoso interior del norte de México. Los billetes pueden adquirirse tanto en la misma estación del ferrocarril como en la agencia Viajes Flamingo que se encuentra en los bajos del Hotel Santa Anita. Los precios varían ostensiblemente entre el Expreso de Primera (780 pesos) que sale a las 6 de la mañana y el Económico (aproximádamente la mitad) que inicia el recorrido una hora más tarde. Parece que no hay excesivas diferencias, según me dijeron otros turistas que se subieron en el Económico, entre el Expreso de Primera y este último.
Permanecí un par de días en el Hotel Hidalgo (240 pesos, entre Zaragoza y Prieto) haciendo alguna que otra gestión en la ciudad -internet, correos, compra de utensilios de higiene…- y degusté algunas joyas culinarias como una deliciosa pizza en el local Pizzas Price donde su cocinero me dio sus «más sinceros respetos para Miguel Bosé, Mecano y Rocío Jurado» o el tradicional sope, especie de pizza con base de torta de maíz y una montaña de ingredientes sobre ella que se come con cuchara. Siguiendo con la gastronomía, muy cerca del hotel, a una cuadra más o menos, hay un puesto llamado Hot Dogs Venezia con los perritos calientes más sabrosos que he comido hechos con aguacate, jamón, salchicha, cebolla frita, mayonesa, lechuga y tomate. Las salsas quedan al gusto del consumidor.
Tras pedir un taxi en el hotel a eso de las 5 de la mañana, recogí todos mis bártulos y me fui directo a la estación de ferrocarril. Por delante se abría ante mis ojos uno de los paisajes más bellos de mi viaje por México: La Barranca del Cobre.
Cruzando un lago
Ubicada en lo más profundo de la Sierra Madre Occidental, la Barranca del Cobre se compone de 20 cañones con una profundidad en algunos puntos superior a la del Gran Cañón de Arizona. Por poneros un ejemplo, la Barranca de Urique tiene 1879 metros de desnivel, ahí es nada. Como un reptil serpentea entre sus precipicios el Chepe, considerado por algunos aventureros como «el viaje más dramático en tren del hemisferio occidental».
Abordo del Chepe
El tren se desliza lentamente por los railes deteniéndose en lugares como El Fuerte, Témoris, Bahuichivo o San Rafael, lugar éste último en el que ya se comienza a notar la presencia de nativos tarahumaras vendiendo artesanía a los viajeros del tren. La siguiente estación es Posada Barrancas y algunos kilómetros más alla, el Chepe se detiene durante unos minutos en Divisadero desde donde se puede ver una espectacular panorámica de la Barranca del Cobre.
Divisadero
Debido a un descarrilamiento a causa de la lluvia, debimos apearnos del tren en esta pequeña población para tomar un autobús en dirección a Creel, mi destino final. Me alojé en Casa Margarita (Avenida López Mateos, junto a la plaza central), excepcional casa de huéspedes con dormitorios compartidos (100 pesos) y habitaciones individuales (unos 250 pesos). El precio incluye desayuno y cena. En ambos casos comes platillos riquísimos y variados. Otra de las particularidades de este hospedaje es que es un sitio ideal para hacer amistades con otros viajeros tanto en la cena y el desayuno como en los tours que realizan para conocer los alrededores por un precio económico. Allí conocí a la pareja de belgas Koen y Argyan, un par de chicas noruegas y un inglés un tanto brasas.
RARÁMURI, CORRE QUE TE CORRE
En esta espectacular sierra habitan los indios Tarahumara. Ellos mismos se autodenominan Rarámuri (gente de piés veloces). Viven en cuevas escavadas en roca volcánica y cabañas de madera de la misma forma en que lo hicieron sus antepasados durante los últimos 500 años.
Una de las cosas más llamativas de estos indígenas es la capacidad que tienen para recorrer largas distancias corriendo. Todavía cazan venados persiguiéndolos hasta dejarlos exhaustos y obligándolos a despeñarse por barrancas en las que previamente han colocado estacas afiladas. Además organizan periódicamente entre aldeas carreras de bolas que llegan a ser de hasta 200 kilómetros y duran dos o más días. La noche anterior cada grupo hace una ceremonia y se masajean los músculos con grasa de borrego. Un jugador de cada equipo arranca pateando una bola hecha con madera de encino mientras sus compañeros le animan. Cada cierto tiempo se turnan la pelota hasta llegar a la meta después de haber atravesado una ruta llena de vericuetos entre las montañas. Las apuestas se hacen con costales de maíz, ropas y animales de granja.
CONOCIENDO LA SIERRA TARAHUMARA
Una vez establecido en Creel era el momento de explorar los alrededores. Tomé la excursión que ofrecía Casa Margarita por 160 pesos. Éramos 9 pasajeros, el guía y el conductor montados en una furgoneta. Nuestra primera parada fue en una casa típica tarahumara escavada en el interior de la roca. En invierno conserva el calor y en verano el ambiente es fresco respecto a la temperatura que hace en el exterior. Allí estaba una señora preparando tortillas mientras sus dos hijos jugueteaban en el suelo polvoriento.
Unos kilómetros más adelante nos adentramos por una pista para conocer las formaciones rocosas del Valle de los Hongos, las Ranas y la Misión de San Ignacio.
Valle de los Hongos
22 kilómetros más allá de Creel, cerca de la aldea tarahumara de Cusárare, se encuentra un fascinante salto de agua hacia el que nos dirigimos atravesando un caudaloso río. Parte del camino había que realizarlo a pie, así que tocaba hacer un poco de deporte.
Camino a la cascada de Cusárare
El trayecto estaba salteado de diminutos puestos de artesanía atendidos por señoras tarahumaras. Tres kilómetros después, el esfuerzo había merecido la pena al contemplar la belleza de este espectáculo natural.
Cascada de Cusárare
Con un nombre tan extraño, a los pies de esta cascada de 30 metros de altura, tras haber descendido hasta su base, salpicado por el agua que desprendía, ya no sabía si se llamaba Cusárare, Curasásare o Cusasásare.
A los pies de la cascada
La excursión terminó de regreso a Creel con una parada en el Lago Arareko (¡osti tú si parece vasco!) en el que encontré este divertido cartel con una seria advertencia.
El recorrido a través de la Barranca del Cobre me hizo sentir que regresaba al comienzo de mi viaje en Alaska cuando me subí a bordo del tren que me llevó de Anchorage al Parque Nacional Denali. La compañía de Koen y Argyan, las cervezas en una cantina del pueblo mientras me tocaban unos mariachis el «Rancho grande» con los decibelios sobrepasados, la conversación con recomendación incluída del recepcionista del hostal -licenciado en literatura- para que leyese «El llano en llamas» de Juan Rulfo y otros tantos momentos me hicieron sentir muy feliz. ¡Qué más puedo pedir! Pues por pedir, haberlo compartido contigo, Edel.
El domingo 9 de septiembre, tomé junto con Koen, Argyan, las dos chicas noruegas y el inglés brasas un autobús de Estrella Blanca por 180 pesos rumbo a la capital del Estado de Chihuahua. Chihuahua es conocido no sólo por esos perros con aspecto de rata, la ciudad fue cuartel general del revolucionario Pancho Villa.
El viaje hacia allí, de unas 5 horas de duración, se hizo un tanto tedioso con alguna que otra parada en lugares como San Juanito, Adolfo López Mateos o Cuauhtémoc. Este último lugar es la capital de los menonitas en el norte de México. Estos extraños seres humanos, ataviados con llamativas vestimentas y acompañados por sus hijos hueritos (de pelo rubio y aspecto caucásico) se suben al autobús durante los escasos minutos de parada para vender grandes trozos de queso. Según he leído acerca de esta secta, únicamente se casan entre ellos -vamos, como los Borbones hasta hace no demasiado- y en lugar de nombre cada uno tiene asignado un número.
Como el inglés que venía con nosotros no tenía ni idea de español y necesitaba llegar a Los Mochis de cualquier forma ya que el tren había descarrilado, hice labores de agencia de viajes consultando por teléfono horarios de autobuses, destinos y enlaces. Casi 6 horas después de haber salido, por fin llegamos a Chihuahua. Siguiendo las recomendaciones del recepcionista de Casa Margarita en Creel, acudí con la pareja de belgas -después de despedirnos en la estación de autobuses de Chihuahua del inglés y las noruegas- al Hotel Jardín del Centro (280 pesos, aire acondicionado y tv por cable), situado frente al Hotel San Juan -que atestigua tener 65 teléfonos, 65 baños y 65 cuartos pero no sabemos si todos juntos o separados-, en pleno centro de la ciudad.
Tras dejar las maletas e instalarnos, fuimos a dar un paseo para conocer un poco la ciudad. Primero entramos en el Palacio de Gobierno, un edificio de tres plantas del siglo XIX cuyas paredes estaban cubiertas de murales pictóricos que relatan la historia de Chihuahua, en uno de ellos me integré a la perfección.
Lo más curioso de nuestra visita a este insigne lugar en el que fue fusilado el sacerdote revolucionario Hidalgo, fue que mientras paseábamos por el cuadriculado patio, no dejaban de aparecer parejas de recién casados para hacerse las fotos oportunas post-matrimonio. Y no solamente eso, alguna que otra quinceañera ataviada con vestido pomposo y colorido tipo Sisí Emperatriz llegaba con sus padres para la sesión fotográfica. Así que nos divertimos de lo lindo viendo el espectáculo. En México y otros muchos países, celebrar la transición de niña a adolescente tiene un arraigo muy particular. No significa que las niñas estén listas para casarse como algunos creen, más bien que las chicas pueden presentarse como personas adultas en eventos sociales.
Entre las excelencias culinarias de la región, es necesario destacar este puesto que encontré en la calle, no muy lejos de la Plaza Hidalgo, que preparaba un receta «carente de colesterol»: Los Dori-Nachos.
Dori-Nachos
EMULANDO A JUANITO WAYNE
En Chihuahua hay tres cosas que predominan sobre el resto. En primer lugar, decenas de estatuas de los perritos que dan nombre a la ciudad (de ellos os hablaré más tarde). Por otra parte hay un par de artículos que venden infinidad de tiendas: Botas y sombreros vaqueros. El uso de las botas vaqueras es sumamente popular entre la gente que vive en el norte de México. Este hecho demuestra la importante conexión cultural de esta parte del país con el sur estadounidense: Texas y Nuevo México. Los precios de las botas rodan entre los 50 y 300 dólares, según sea el material del que están hechas: res, cuero, piel de serpiente, de mantaraya… Al parecer existe también un mercado negro en el que «puedes encontrar botas de piel de tortuga y todo tipo de animales en peligro de extinción», me comenta el dependiente de una tienda. No me pude resistir ante la tentación y me compré estas botas tan molonas. Lo único que me faltó fue llevarme un sombrero.
En nuestro recorrido por la ciudad no faltó una visita a su majestuosa catedral en cuyos alrededores aparecen como setas; limpiabotas, ociosos y músicos callejeros. En su fachada sur, en un angosto callejón, cuando comienza a atardecer se origina un espectáculo inusual y sorprendente.
La invasión de las golondrinas
Koen, Argyan y un servidor regresamos al hotel para dejar los bártulos y salimos a buscar un lugar para cenar. Por casualidad nos topamos con La Casa de los Milagros (C/ Victoria 812), un restaurante precioso con actuaciones en directo de cantautores y música folclórica donde nos tomamos algún que otro cóctel y picamos algo. Allí nos topamos de nuevo con la pareja de noruegas y el inglés brasas. ¡Definitivamente el mundo es un pañuelo!
¡ÁNDELE, ÁNDELE!
En Chihuahua se encuentra la que fue primero casa de Pancho Villa y posteriormente cuartel general, Quinta Luz, que en la actualidad acoge en su interior el Museo de la Revolución Mexicana. Entre sus objetos más interesantes destaca el coche Dodge en el que Pancho Villa fue acribillado a balazos, un arsenal de armas de la época, habitaciones con el mobiliario original y fotografías de la Revolución y sus protagonistas. Villa ha pasado a la historia como uno de los héroes de la Revolución mexicana aunque vivió la mayor parte de su vida como ladrón sanguinario y coleccionista de esposas y mujeres. En la taquilla se puede ver una extensa cronología que confirma el carácter mujeriego del revolucionario.
Quinta Luz, la casa de Pancho Villa
Descendiendo por la calle 10 -en ella se encuentra Quinta Luz- en dirección sur hacia la Plaza de Armas, uno se topa con el Parque Lerdo. Unos metros más allá surge imponente Quinta Gameros, una mansión art nouveau que acoge el Centro Cultural Universitario.
¡UH! CHIHUAHUA
Como ya os comentaba anteriormente, en las calles de Chihuahua abundan decenas de esculturas de perritos chihuahua con todo tipo de diseños y decoración. Originalmente se creía que los chihuahuas eran descendientes de una antigua raza asociada con la realeza en la civilización azteca conocida como Techichi. Actualmente se cree que estos perros rata fueron traídos a México por conquistadores españoles a través de sus rutas de comercio con China. Según esta teoría, la costumbre de reducir de tamaño tanto plantas como animales en China puede ser un punto importante de conexión con el incierto orígen de esta raza perruna.
Con mi amigo el Chihuahua
Cada una de las esculturas está pintada por un artista con técnicas bien distintas que van del mosaico al aerógrafo. Todas poseen un letrero en el que figura el nombre de diseñador y aquella institucion o empresa privada (Burger King, Coca Cola…) que patrocina la obra. Esta exposición urbana llamada Chihuahua´s Dog Parade se inauguró pocos días antes de llegar yo a la ciudad. En ella treinta y tres esculturas fabricadas en fibra de vidrio fueron pintadas y decoradas con diversos motivos. Están desde el perro llamado «Chiles Chihuahua» de Christian Garnica, en cuyo cuerpo lucen algunas de las 260 especies de chiles que se producen en Delicias, el «Aventurado» de Raúl Mendoza que muestra los deportes extremos que se practican por montañas, bosques y barrancas de Chihuahua o «Seco» representa el clima árido del estado.
Siguiendo la estela del anuncio de natillas Danone….¡repetimos! ¿O acaso pensábais que los videoiosings salen a la primera?
Chihuahua a favor del Estatut
El domingo por la tarde me despedí de Koen y Argyan puesto que debían tomar un avión con destino a la Ciudad de México. Antes intercambiamos mails y teléfonos por si en un futuro podemos volver a vernos en Bélgica o Madrid. Con un gripazo incipiente en mi cuerpo me retiré a mis aposentos en el hotel para descansar y rememorar mi querida España viendo en la televisión por cable «Donde estás corazón» y el «Diario de Patricia». Sí, soy un poco friki, pero en ese estado reconforta el ánimo. Próximo destino: Morelia, a 300 kilómetros del D.F.
Partí de Chihuahua en Transportes Chihuahuenses (Grupo Estrella Blanca) rumbo a Morelia, capital colonial del Estado de Michoacán. 21 horas de largo viaje, portando un incómodo resfriado y con el aire acondicionado bien alto. Recomiendo siempre que se viaje en autobús por México -extensible a otros países- llevar algo de abrigo porque el termostato de los conductores está un tanto averiado. El centro histórico de Morelia ha sido declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Y razones no les han faltado porque realmente es una belleza. Algo bonito ha quedado al menos del paso de los conquistadores españoles por México, aunque no me puedo olvidar por supuesto de las atrocidades que cometieron exterminando a cientos de miles de indígenas hace más de 500 años.
Morelia no se encontraba incialmente en mi plan de viaje. Todo tiene un porqué. En Alaska conocí durante mi visita al Parque Nacional Denali a Patricia Ávila, investigadora antropóloga de la UNAM, con quien compartí ideas y opiniones sobre el arte de viajar. Al despedirnos intercambiamos direcciones y ahí quedó todo. Me había hablado tanto de su ciudad natal y de la belleza de ésta que decidí acudir para verla y de paso hacerle una visita. Cuando llegué a la estación de autobuses tomé un taxi (25 pesos) para hospedarme en el cómodo Hostal Allende (Calle Allende 843). Dormí un par de horas para volver a ser persona después de la paliza que supone atravesar casi medio país.
POR LA PATA ABAJO
Al día siguiente comencé a sentirme un poco mejor del resfriado pero los desarreglos intestinales comenzaron a presentarse. No me había alojado en casa de Patricia a mi llegada porque se encontraba tomando un curso en el D.F. Su hospitalidad ha sido espectacular y la valoré aún más cuando me puse enfermo. Algo en mal estado debí de comer puesto que me agarré una infección intestinal sanguinolenta. Patricia se portó conmigo de una forma encomiable. Al ver que mi malestar se agravaba, llamó a un doctor especialista en el aparato digestivo para pedir cita. Tras un exhaustivo examen, el doctor Guillermo Sánchez me dijo que tenía una infección intestinal, deshidratación y la tensión muy baja. Me recetó antibióticos, loperamida y otro medicamento para el estómago. Agradecidos tenemos que estar los españoles con la sanidad pública que tenemos aunque muchas veces nos parezca que tiene deficiencias. Lo que si son deficiencias es tener que pagar 400 pesos (40$) por una consulta y 680 (68$) por tres medicamentos. Así que me pasé tres días prácticamente bebiendo líquido y encerrado en casa. Mi visita a Morelia que se preveía muy interesante se tornó en una pesada convalecencia.
¡VIVA MÉXICO, VIVA MÉXICO, VIVA MÉXICO!
Por esta razón no pude visitar la hermosa aldea purépecha de Pátzcuaro ni celebrar el 15 de septiembre con los mexicanos sus fiestas patrias. Mediante la ceremonia del Grito, en la que el Presidente y los gobernadores de cada estado hacen sonar una campana rememorando el día en el que el padre Miguel Hidalgo declaró la independencia del yugo español en la ciudad de Dolores Hidalgo (Guanajuato), todos los mexicanos celebran el comienzo de la independencia de la colonia en 1810. «Mexicanos y mexicanas, viva nuestra Independencia. Vivan los héroes que nos dieron patria y libertad. Viva Hidalgo, viva Morelos, viva Allende, viva Josefa Ortiz de Domínguez, viva Leona Vicario, viva nuestra democracia, vivan nuestras instituciones. Viva la unidad de las y los mexicanos, viva México, viva México, viva México», gritó el presidente Fox este año mientras sonaba la campana y el cielo se inundaba de fuegos artificiales.
Después de 4 días enclaustrado en casa, salí por la noche con Patricia a cenar en un restaurante. Me llevó a un sitio alucinante: el restaurante «Las Mercedes» (León Guzmán 47, tfno. 443 312 61 13). El edificio tenía más de 300 años, estaba construido en piedra como si fueran las salas de un castillo medieval y la comida sencillamente era increíble. Tomé algo suave. Una deliciosa sopa de cebolla con queso parmesano y mero al vapor con verduras cocidas mientras sonaba de fondo el disco «Lágrimas negras» de Bebo Valdés y Diego el Cigala.
Restaurante «Las Mercedes»
LA PUCELA MEXICANA
El centro histórico de Morelia es una mezcla magistral de la arquitectura de ciudades españolas como Salamanca o Valladolid. Comparte con la primera el bullicioso ambiente universitario. Por sus calles se pasean jóvenes ataviados con batas blancas, otros de aspecto más bohemio y algunos estudiantes muy fresa (pijos). Con Valladolid hasta hace unas decenas de años, Morelia también compartía el nombre puesto que así la nombraron los españoles desde la época de la colonia. Luego le cambiaron el nombre en honor del revolucionario José María Morelos y Pavón. Luquitas, me acordé mucho de ti y de nuestros viajes a Valladolid y Ultramemia. Tu madre Angelines estaría orgullosa de mi visita a su ciudad tocaya. Dile que me debe un filete de ternera todavía.
Me dí un paseo para conocer el Mercado de Dulces y Artesanías donde hay todo tipo de derivados del azúcar. Muy cerca se encontraba el Palacio Clavijero y el romántico Jardín de las Rosas situado en el corazón de la ciudad y rodeado de edificios de los siglos XVIII y XIX. En el centro este jardín se engalana con una fuente y dos estatuas de bronce; una en honor de don Miguel Cervantes Saavedra y otra del ilustre don Vasco de Quiroga.
Unos metros más allá se yergue la imponente catedral de estilo herreriano, barroco y neoclásico. En la parte posterior, dentro del sector de Nueva España, se agazapa el Templo de San Francisco y un selecto mercado de artesanías bajo sus soportales. Casi al final de la avenida principal Francisco Madero está el Callejón del Romance, una angosta callejuela con la arquitectura típica de cantera rosa del centro histórico de Morelia. Cuenta con una serie de inscripciones a lo largo del callejón que son extracto del «Romance a mi ciudad» del poeta michoacano Lucas Ortíz. De ahí se muestra imponente el Acueducto de la ciudad, la fuente de Las Tarascas y la calzada de Fray Antonio de San Miguel que todavía guarda el ambiente del siglo XVIII y el sabor de la provincia michoacana. Finalicé mi paseo por Morelia precisamente en la plaza del héroe revolucionario que da nombre a la ciudad: José María Morelos y Pavón.
Plaza de Morelos
A LA TERCERA NO VA LA VENCIDA
Aunque no estaba en perfecto estado de salud, me lancé a un tercer asalto del difícil arte de cocinar una tortilla de patata. Todavía me falta perfeccionar y aprender los quehaceres culinarios aunque me siento muy orgulloso de la soltura que voy adquiriendo frente a la cámara. ¡Que tiemblen Arguiñano, Arzak y José Andrés!
Tortilla de patata: Episodio III
No salió tan buena como en Tijuana. Si ya de por sí es complicado el procedimiento de darle la vuelta a la tortilla, hacerlo con otra herramienta que no sea un plato supone realizar un espectáculo circense tipo «más difícil todavía».
Tortilla de patata: Resolución
Poco a poco voy recorriendo la Ruta Panamericana y de mi aventura se van haciendo eco algunos medios. Es el caso del blog francés Notas de Viaje en el que su autor muestra «un deseo que otro posee o ha cumplido» y es hacer la ruta panamericana alguna vez en su vida. También mención especial para el reportaje «Exploradores» del diario gratuito nacional ADN.
Atrás queda la enfermedad y permanecen en primer plano recuerdos gratos como los paseos con su perro retoño y el sabueso de los vecinos, la arisca señora Ismir -su gata- y las largas conversaciones acerca de nuestras vidas, la situación política de México y el mundo en general. Queda pendiente para otra ocasión una visita a Pátzcuaro y al Santuario de la Mariposa Monarca, donde cada otoño, de finales de octubre a primeros de noviembre, millones de mariposas se refugian para hibernar después de haber recorrido más de 4.000 kilómetros provenientes de la región de los Grandes Lagos de Canadá y Estados Unidos. Próxima estación: La Ciudad más grande del mundo, Ciudad de México.
Casi recuperado de la infección intestinal, salí de Morelia (Michoacán) con dirección a la Ciudad de México en el confortable autobús de lujo de ETN (Enlaces Terrestres Nacionales). Seis horas después llegaba a la terminal México Observatorio. Tanto uno ha oído hablar de lo peligroso que es el D.F. que me bajé del autobús con una tensión parecida a la que debe de sentir un soldado antes de entrar en combate. Busqué una cabina de teléfono y llamé a Analeine -la novia de mi amigo Javi que ha vivido la mayor parte de su vida en esta inmensa ciudad- para apuntar la dirección de su casa y tomar un taxi seguro hacia la urbanización de la colonia de Coyoacán en la que vive.
COYOACÁN
Después de los pertinentes saludos a sus padres y un ligero piscolabis al que me invitaron fui con Marisol -hermana de Analeine- a conocer el centro del bello pueblo (ahora absorbido por la gran urbe) en el que vivió la pintora Frida Kahlo y el exiliado comunista Trotsky antes de ser asesinado. Coyoacán, que en náuhatl significa «lugar de coyotes», es una de las pocas zonas del Distrito Federal -junto con La Condesa- en las que uno puede pasear tranquilamente sin riesgo de ser atropellado. A lo largo de sus angostas calles de estilo colonial, se suceden cafés, plazas, parques e iglesias como la parroquia de San Juan Bautista. En esta pequeña capilla del siglo XVI -probablemente la iglesia más antigua de México- me contó Marisol que el conquistador Cortés se casó con la indígena Malinche.
COMO UN REY
En un principio me iban a acoger en la casa que tienen desocupada los padres de Analeine pero la luz se había estropeado así que me llevaron a casa de Marcela Fuentes-Berain, amiga de Analeine que conocí en la fiesta de despedida «Diarios de Josuscicleta» que hice en Madrid pocos días antes de embarcarme en esta aventura. Después de haber pasado casi una semana en su casa no tengo palabras para expresar la extraordinaria hospitalidad de Marcela y su hijo Dario. Me han tratado como un embajador, como un rey diría yo… y eso que nuestra amistad hasta ese momento se reducía a una escueta conversación en el bar Taboo de Malasaña.
A lo largo de todos estos días en la Ciudad de México compartimos grandes momentos; charlamos acerca de la vida en la cocina de su casa hasta las tantas de la madrugada con la compañía de varios chupitos de tequila Herradura, paseamos por la Colonia Condesa donde compré unas divertidas camisetas de NaCo (marca de la que es socio el actor Diego Luna), comimos en un exquisito restaurante argentino propiedad de un ex-novio, cenamos en la terraza del Hotel Majestic con vistas al Zócalo o me invitó a comer con sus amigos en el restaurante Contramar (Durango 200, entre Valladolid y Fuente de las Cibeles) donde acuden cineastas, escritores y artistas de toda índole. Allí conocí a Fernando y Alejandro de Explora Films y al portentoso fotógrafo Carlos Somonte, hijo de refugiados españoles republicanos para quien Madrid, mientras se pone a imitar el acento castizo, «es la neta» -la ostia en verso- «y Vallekas se escribe con K. El punk no ha muerto. ¡Madrid ruls! Cuando voy a Malasaña me bajo al bar de abajo y me pido un whisky. A veces me toca coger uno de esos taxistas franquistas y cuando me oyen el acento mexicano sueltan alguna que otra estupidez. Yo les digo; vete a la chingada y llévame donde te he dicho. Soy tan español como tú». Cuatro horas después y con varios copazos encima, todos los comensales terminamos bastante ebrios.
MUSEO NACIONAL DE ANTROPOLOGíA
Estar en el D.F. y no visitar este museo es como estar en Barcelona y no ver la catedral de Gaudí. A lo largo de 12 salas uno puede conocer en profundidad las diferentes civilizaciones del México precolombino. Visitarlo a conciencia -la entrada vale 45 pesos, 30 más si solicitas permiso para cámara de video y 50 extras con audioguía- te puede llevar al menos dos días completos así que si uno no tiene el tiempo ni las ganas de atragantarse con cientos de esculturas y toneladas de información, lo mejor es escoger las tres salas más importantes: Teotihuacán, Mexicas y Mayas. La primera exhibe maquetas y objetos del primer gran estado de las Américas cuyas espectaculares ruinas todavía se conservan en perfecto estado en las afueras de la Ciudad de México. La segunda expone una visión de la cultura azteca o mexica -ambas son la misma- cuya obra más importante es la famosa Piedra del Sol que apareció fragmentada durante las excavaciones en el Zócalo a finales del siglo XVIII.
Piedra del Sol
Por otro lado, en la sala Maya se muestran piezas de esta avanzada civilización asentada en el sudeste mexicano: Guatemala, Yucatán, Chiapas, Belice y Honduras. Cabe destacar la impresionante reproducción de la tumba del rey Pakal, descubierta en las entrañas del templo de las Inscripciones de Palenque y este hermoso templo situado en un patio exterior del museo.
Templo Maya
XOCHIMILCO, EL RETIRO DEL D.F.
Formado por lagos, un jardín botánico, cientos de canales y una variedad espectacular de aves acuáticas, Xochimilco, declarado Patrimonio Cultural y Natural de la Humanidad, es el lugar ideal para huir los domingos del agobio de la urbe más grande del mundo. La palabra Xochimilco significa en náhualtl «lugar donde crecen las flores». Esta acepción no es en vano puesto que sus cientos de islas artificiales fueron creadas por los aztecas hace varios siglos sobre las aguas poco profundas de un ramal del lago Texcoco. Su idea era crear islotes aptos para la agricultura a los que denominaron chinampas y que en la actualidad cultivan miles de flores en infinidad de invernaderos. Este maravilloso lugar se convierte cada domingo en centro de peregrinación de los chilanguitos (así llaman a los habitantes de la Ciudad de México) para pasar una agradable tarde o celebrar sobre las aguas de sus canales todo tipo de ceremonias: Despedidas de soltero, cumpleaños, bautizos… Allí me llevaron, Lilia y Rafael, los padres de Analeine para que no me perdiera semejante espectáculo típico del D.F. Me quedé muy agradecido por la invitación de esta hospitalaria familia -Gullons, ¡vaya familia política más genial!- y gracias a Don Rafael por animarme a no ser un conservador pidiendo Coca Cola –«eso se puede beber en cualquier lugar»– y probar el rico Boing de mango.
Mariachis flotantes en Xochimilco
Además de varias trajineras -así se llaman este tipo de barcazas, la mía de nombre Teresita- que transportan un surtido elenco de bandas de mariachis, también se oferta otro tipo de ambiente musical con las trajineras de marimberos. Ambos tienen un extenso repertorio para todos los gustos y oídos («La Sandunga», «Rancho Grande»…). En Xochimilco hay varios embarcaderos desde los que se puede salir a navegar por los canales. El más conocido y famoso es Nativitas, a cuyo costado se encuentra un gran mercado de artesanía. Una hora en una trajinera viene a costar alrededor de 15 dólares. La comida, bebida y souvenirs se pueden comprar mientras uno navega por los canales a sus vendedores fluviales ambulantes.
Canales de Xochimilco
Como buenos domingueros chilangos visitamos Xochimilco antes de las tres de la tarde ya que a partir de esa hora se monta un atasco fluvial de no te menees. Luego fuimos a visitar el Museo Dolores Olmedo Patiño, mecenas y amante del pintor Diego Rivera (a parte de Frida Kahlo y otras tantas mujeres), que contiene interesantes piezas prehispánicas así como 137 óleos, acuarelas y litografías del muralista más importante de México. Su impresionante mansión acoge además en sus jardines pavos reales, ocas, gansos y una decena de xoloitzcuintles, raza prehispánica de perros sin pelo que existen desde los aztecas. No suele ser muy habitual la exhibición de bailes regionales que de vez en cuando se realiza en el museo así que tuve mucha suerte al verla. He aquí un extracto de un llamativo baile cuya procedencia no recuerdo.
Taconeando «La Bamba»
La jornada de domingo terminó con unas deliciosas fajitas en el Taco Inn de Coyoacán y un tour express de Lilia&Marisol Tours por el extenso campus de la U.N.A.M.
¿FROTTEURISMO BAJO TIERRA?
Leia yo en un blog de EL MUNDO días antes de llegar al D.F que una práctica bastante habitual en «distintos medios de transporte, preferentemente en el Sistema de Transporte Colectivo Metropolitano» es el frotteurismo. Esta parafilia consiste en «el deseo o conducta recurrente de tocar o frotar el cuerpo de otra persona sin su consentimiento». Al parecer en los momentos de mayor congestionamiento, «entre el ritmo vibratorio que vive el viajero en la irremediable cercanía física, los ánimos se caldean y muchos pasajeros llegan a excitarse». No cayó esa breba.
Sistema de Transporte Colectivo Metropolitano
TOP MANTA ITINERANTE
Las estaciones del metro de Ciudad de México tienen nombres de héroes revolucionarios (Zapata, Juárez, Hidalgo, Morelos…), emplazamientos turísticos (Zócalo, Bellas Artes, Coyoacán) o algunos que me parecieron tan risibles como Chabacano o Indios Verdes. El metro, de diseño estilo parisino, es un medio de transporte barato (2 pesos el viaje sencillo), seguro -para nada me sentí intimidado- y muy eficiente. Una de las cosas que más me llamó la atención fueron los vendedores itinerantes del top manta. Todos conocemos la venta típica de discos en la calle pero por Madrid de momento no he visto esta singular forma de negocio. A cada momento se metía en el vagón un chico o chica con un altavoz colgado sobre el hombro -al que iba conectado un discman- desde el que se podía oir un remix de las canciones que estaban incluídas en el disco a la venta en cuestión. Hay que reconocer que las mafias del pirateo deben invertir mucho en I+D porque tienen una ideas fascinantes. Falta que se exporte a otras ciudades del planeta.
EN EL CENTRO DEL MUNDO
Cierto es que Ciudad de México no goza de buena fama en lo que a seguridad se refiere. Ni es el lugar con menos delitos del mundo ni tampoco un nido de delincuentes en el que no hay nadie honrado. Vamos, que no es tan fiero el león como lo pintan, aunque conviene saber a qué fieras uno no debe acercarse. ¡Si no que se lo digan al cazador de cocodrilos Steve Irwin! Como me decía mi primo Quique, que vivió allí durante unos años, «el D.F. es igual de peligroso que Madrid o Pamplona». Siento que hay mucho de cierto en esta afirmación después de haberme paseado por sus calles. Aunque es verdad que entre tanta densidad de población, con niveles de pobreza alarmantes, las posibilidades de ser atracado, robado o asaltado son mayores que en las ciudades que antes citaba.
El Centro Histórico de la ciudad es sencillamente precioso. La verdad es que no me imaginaba que fuera de esa manera. Se estructura en torno a la plaza más grande del mundo: El Zócalo.
Banderón en el Zócalo
En este lugar se arremolinan vendedores ambulantes, bailarines concheros ataviados con plumas y conchas danzando al son de lacónicos tambores; fontaneros, electricistas o albañiles buscando trabajo con sendos carteles en los que ofertan sus servicios; escolares, ciudadanos de todo el país instalados en carpas protestando por alguna injusticia o simples turistas alucinados con semejante espectáculo.
Iosu zocaleando
No podía dejar de ver el Templo Mayor (más bien lo poco que queda en pie de la fastuosa ciudad de Tenochtitlán tras el paso de los conquistadores españoles), el interior de la Catedral donde queda patente el fervor religioso de algunos de sus habitantes, el palacio de Bellas Artes, el Museo Nacional de Arte presidido por la estatua de Carlos IV que anteriormente se encontraba en medio del Zócalo y los murales de Diego Rivera dentro del Palacio Nacional.
LA SUPER TORTA
Me quedé con las ganas de aceptar el reto de un curioso lugar llamado «El Cuadrilatero» (Luis Moya 73,local 4). Se trata de una tortería propiedad del luchador Super Astro en la que se sirven unas tortas exquisitas. Sus paredes están decoradas con máscaras de algunas figuras importantes de la lucha libre mexicana. Lo más característico del lugar es que si logras comerte la Torta Gladiador en menos de 15 minutos no pagas los 110 pesos que cuesta. El problema está en que esa torta está rellena de una descomunal cantidad de salchichas, queso, rodajas de jitomate -el tomate de toda la vida-, un muro de jamón, tocino, bisteck, huevo, aguacate y cebolla. Con ambas manos apenas se puede sostener en un plato especial, y no es para menos, es un coloso bocadillo de 1 kilo y 300 gramos.
ADIÓS CON EL CORAZÓN
Ha sido una semana que el recuerdo no borrará con facilidad. Unos excelentes anfitriones chilanguitos como Marcela y Dario, gente tan amable como Raulito -su chofer- quien me explicó que «en México se puede conseguir casi todo si uno le da una propina al funcionario» y Martuchi -cocinera y encargada de la casa- que me preparó unas ricas tortas, mi desayuno diario a base de tostadas, mantequilla y mermelada, un dulce chocolate caliente oaxaqueño y una refrescante bebida de jamaica entre otras suculencias.
Nos despedimos comiendo en el restaurante japonés Kaiten Sushi, ubicado en la Plaza Villa de Madrid, mejor conocida como Plaza de la Cibeles, en la colonia Roma. El baño para hombres de este restaurante no tenía desperdicio.
Como habéis podido ver, un espacio muy pequeño con luz tenue y una versión en grande de una caricatura medio cachonda de una típica colegiala japonesa, icono de las fantasías eróticas masculinas del país del sol naciente.
Una ciudad tan grande es imposible verla en cuatro días. Quedaron pendientes de visitar muchos lugares: El Bosque de Chapultepec, la casa de Frida Kahlo, el espectáculo de la lucha libre en el Arena de México, el Monumento a la Revolución… No me apena puesto que tengo la certeza de que regresaré de nuevo. Ahora, el misterio y la intriga me invaden, poco antes de pisar mi siguente destino: Teotihuacán, la «Ciudad de los Dioses».
No podía irme del D.F. sin visitar las ruinas de una de las civilizaciones más importantes que habitaron en el centro de México. Junto a los Aztecas, los teotihuacanos construyeron la que fue la ciudad más poderosa del antiguo México y capital de uno de los imperios más extensos de la era prehispánica. Para llegar a Teotihuacán, situado a menos de 50 kilómetros de la Ciudad de México, tienes dos opciones; tomar los autobuses que salen de la estación de metro Indios Verdes (línea 3) o bien ir a la Terminal Central del Norte -TCN- (metro Autobuses del Norte, línea 5), buscar la sala 8 y comprar un billete en el mostrador de la compañía Flecha Roja, por unos 27 pesos. Salen cada 15 minutos y tardan una hora en hacer el trayecto. Asegúrate por si acaso de que deja en las ruinas.
Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1987, Teotihuacán es uno de esos lugares de visita obligada para pasar al menos una mañana entera. Por un módico precio -45 pesos- se puede acceder a un vasto complejo arquelógico que comprende más de 24 kilómetros cuadrados. Una vez dentro, como me interesaba grabar en video la explicación de un guía, conversé con alguno de los que allí se encuentran a la caza del turista para acordar un precio que me pareciera justo -100 pesos-. Finalmente hice el trato con el guía federal Odilón Jiménez compartiendo las explicaciones con un par de chicas costarricenses.
En primer lugar nos dirigimos a La Ciudadela en la que se encuentra el templo de Quetzalcóatl, Dios representado por una serpiente emplumada que se encuentra acompañado de Tláloc, el Dios de la lluvia. Realmente se sabe muy poco de la cultura teotihuanaca. Como dato curioso hay que destacar que los nombres que llevan los monumentos, lugares y creencias fueron puestos por los aztecas cuando descubrieron la ciudad.
UN ESPACIO MÍSTICO
Para los mexicas -aztecas- Teotihuacán era un lugar sagrado. De ahí que su nombre quiere decir algo así como «donde los hombres se convierten en dioses». Aunque un guía indígena al que encontré tocando la flauta y rezando en náhuatl en las escaleras de la Pirámide del Sol me dijo que esa apreciación es equivocada; realmente significa «lugar de las energías». Quizás por eso, por su especial situación astronómica, cada equinoccio de primavera (21 de marzo) llegan en peregrinación a este lugar miles de personas y se suben -algunas ataviadas con túnicas blancas- a sus pirámides para captar las energías místicas que allí se concentran.
256 ESCALONES
Al salir de La Ciudadela, caminamos por el Miccoatli (Calle de los Muertos), inmensa avenida central que recorre Teotihuacán de norte a sur. En el trayecto hacia la imponente Pirámide del Sol, que se encuentra más o menos en la mitad del recorrido, visitamos lo que fueron las casas de las familias o clanes teotihuacanos formados por hasta 100 personas. ¡Imagináos el pedazo de mansión! ¡Con ducha rudimentaria y todo!
Hasta los más vagos no pueden poner excusas para dejar de subir a lo más alto de la Pirámide del Sol, la tercera pirámide más grande del mundo, tras las de Tepanapa en Cholula (México) y la de Keops en Gizah (Egipto). Cada uno de sus lados mide 222 metros, su altura es de algo más de 70 metros y pesa más de 3.000 kilos. Tiene mucho mérito haber construído semejante obra de colosal tamaño sin rueda, herramientas de metal y animales de carga. Aquí estoy yo, momentos antes de subir la pirámide, haciendo lo que podía para que se me entendiera con el vendaval que soplaba.
A los pies de la Pirámide del Sol
Un consejo importantísimo para no terminar hecho una piltrafa al subir a la pirámide es hacerlo en zig zag. No sé cual es la razón científica pero realmente te cansas menos. Un guía me dijo hace poco en Palenque que los mayas subían y descendían de esta manera para mostrar respeto -al subir- y no dar la espalda a los Dioses -al bajar-. Una vez en lo más alto de la Pirámide del Sol encontré a un grupo de señoras argentinas entonando cánticos religiosos y minutos más tarde se congregaron una decena de monjas asiáticas rezando con melodías operísticas lideradas por una solista muy graciosa.
Aunque uno sea a veces un tanto escéptico con eso de las energías -afortunadamente cada vez menos-, no desaproveché la ocasión para relajarme en la cima durante algo más de media hora y enviaros toda la energía positiva posible.
Ohmmmmmmmmm
En Teotihuacán hay que andar mucho y suele hacer bastante calor en las horas centrales del día. Por lo tanto es recomendable ir con calzado cómodo, llevar algo de comer y agua en abundancia. A la hora de subir a las pirámides no se puede olvidar que debido a la altura de la zona, unos 2.300 metros, el esfuerzo físico es superior al habitual. Es aconsejable ir muy pronto en la mañana, sobre las 9, para no pasar calor y sobre todo poder disfrutar a solas en lo alto de las pirámides del encanto de esta ciudad.
Descendí de esta pirámide y me dirigí por la Calle de los Muertos a la Pirámide de la Luna, cuyas proporciones son más armónicas, para coronarla a media tarde justo cuando comenzaba a llover a cántaros.
Pirámide de la Luna
En la cima de la pirámide, una chica me pidió si le podía sacar la foto de rigor con toda la vista panorámica de Teotihuacán que se divisa desde allí. Se llamaba Agnese, era lituana, y estaba viajando por México y Guatemala sola haciendo autoestop. Una artista del presupuesto ajustado. Se colaba en todas las ruinas saltando vallas o adentrándose por los bosques adyacentes y conseguía alojamiento en un par de webs en las que la gente de diversos países ofrece un hueco en su casa: Hospitality Club y Couch Surfing.
Antes de salir de las ruinas, un rápido paseo por el Palacio de Quetzalpapálotl y a esperar el autobús de regreso en la carretera principal. Un colofón perfecto para despedirme del Estado de México y poner la mira en el sur del país. Próximo destino: San Cristobal de Las Casas (Chiapas).
San Cristobal de Las Casas (Chiapas), MÉXICO. Km. 17164
Después de casi 4 meses de viaje, uno se tiene que dar algún que otro lujo para viajar más cómodo. El trayecto entre Ciudad de México y San Cristobal de Las Casas (Chiapas), de 14 horas de duración, salía a las 18 horas y llegaba a las 8 de la mañana del día siguiente. Así que opté por la compañía de lujo ADO cuyo slogan dice «Servicio de avión por tierra». Bien cierto: sala de espera privada, asientos reclinables comodísimos, emisión de películas, refresco a elegir para bordar el autobús y kit relax de regalo (pantuflas, toallita e infusión relajante). Algunos de los destinos hacia el sur del país salen de la TAPO (Terminal de Autobuses de Oriente) de la Ciudad de México. Una buena web donde consultar horarios, compañías y comprar los billetes de autobús es Ticket Bus.
Me desperté prácticamente unos kilómetros antes de llegar a San Cristobal. El paisaje se había transformado en montañoso, en las laderas predominaba un verde intenso, el juego de luces al amanecer era espectacular y a cada rato se sucedían multitud de campos de maíz. Una vez en la terminal, tomé un taxi con dirección al Hotel Plaza Central (Paniagua 2), situado a un par de manzanas de la céntrica Plaza 31 de Marzo. Este hospedaje se emplaza en una casa histórica del centro de la ciudad con un bonito patio aunque las habitaciones me resultaron poco limpias. Contando que las sábanas estaban algo «guarrillas» -omitiré detalles- y que a la recepcionista le hubiese pegado una patada en la boca por lo desagradable que era, decidí al día siguiente cambiar de alojamiento. La elección no podía haber sido mejor. Siguiendo las recomendaciones de la guía Lonely Planet, me dirigí con todos los bártulos a Casa Margarita (Real de Guadalupe 34). Mientras que en el primer hostal pagué 150 pesos por noche, aquí el precio subió 50 pesos más. Y bien pagados. Televisión por cable, ducha impoluta, cama confortable, restaurante con comida deliciosa, internet gratis, música en directo todas las noches y agencia de tours propia (Chinkultik) en la que contratar excursiones para conocer la zona.
ALERTA ROJA
Desde mayo de este año, el EZLN tiene decretada la alerta roja en los municipios que controla en los Altos de Chiapas tras los sucesos acaecidos en la población de Atenco, cercana al Distrito Federal. Realmente en la vida diaria de San Cristobal este hecho apenas se percibe. A los ojos del recién llegado todo está en calma y tranquilo. La ciudad es extremádamente acogedora, segura y en sus calles se mezclan indígenas, cooperantes de ONGs, turistas bohemios, hippies provenientes de todos los rincones del globo… No podemos obviar que el movimiento iniciado por el Subcomandante Insurgente Marcos hace 12 años todavía sigue activo pero parece que ha optado por otro tipo de lucha -denominada La Otra Campaña- realizando giras por el país para lograr un Programa Nacional de Lucha de Izquierda con el fin de lograr una nueva Constitución. El líder zapatista acusó hace unos días a la líder sindical Elba Esther Gordillo de haber instrumentado un fraude electoral en las elecciones del pasado 2 de julio para impedir que Andrés Manuel López Obrador (líder de la Coalición por el Bien de Todos) fuera declarado ganador.
De la que me he podido empapar durante casi dos meses de viaje por México es que la situación política en los Estados Unidos Méxicanos está realmente caliente; el conflicto que después de 6 meses todavía perdura en Oaxaca, la escalada de violencia de los narcos (asesinatos de abogados, policías, jueces…), el monopolio mediático en favor del presidente Felipe Calderón y la sombra del fraude electoral siempre presente.
LA VACA KARATEKA vs LOS RATANUNCHAKUS
Unos días después de que Begoña Yebra de Radio Euskadi me entrevistase en su programa «La Galería», me proporcionó por e-mail el contacto de Oskar Hernando, cooperante de la Fundación Paz y Solidaridad, que se encuentra en San Cristobal desde hace tres años realizando diversos proyectos. Fui a visitarle a su oficina situada muy cerca de la preciosa Iglesia de Guadalupe. Allí estaban trabajando junto a él, Flo y Lidia. Estuvimos conversando un rato sobre la región, sus experiencias, los zapatistas, mi viaje… Se hizo la hora de comer y me invitaron a acompañarles a un restaurante en el que habían quedado con más gente.
El lugar en cuestión, Restaurante «Los Amigos», lo encuentras justo en frente de donde salen los colectivos para San Juan Chamula. Es un local popular en el que pagas 30 pesos por dos cervezas (siempre en parejas de a dos) y te regalan diferentes botanas -aperitivos- que van desde una sopa de camarón a un delicioso surtido de pollo o carne para rellenar las tortillas de maíz. Entre las mesas se pasean un par de grupos de mariachis interpretando las peticiones que los comensales solicitan. Ese día era fin de quincena -día de cobro- así que la gente venía con los bolsillos llenos para darse un buen homenaje. Sobre las mesas se multiplicaban las chelas, el ambiente se iba cargando del alcohol y en un momento interrumpieron la música norteña que sonaba por los altavoces para proyectar un par de extractos de vídeo clásicos del lugar que yo he denominado: La vaca karateka y RataNunchakus. Por fortuna, he encontrado los vídeos en You Tube.
Vaca Reloaded
Se trata del actor, director y guionista Steve Oedekerk y la película «Kung pow: Enter the fist» (en España titulada «Kung pow: A puñetazo limpio») estrenada en el año 2002. Disfrutad de esta divertida escena de lucha que nos pusieron en el restaurante mientras nos cocíamos como ratas, nunca mejor dicho.
RataNunchakus
DE CERRO A CERRO
Al día siguiente tocaba pasearse por las calles de San Cristobal para descubrir con mis propios ojos la belleza que había visto previamente en fotos. Primero di una vuelta por la Plaza 31 de Marzo rodeada de edificios coloniales como el Hotel Santa Clara (residencia del conquistador español Diego de Mazariegos) y soportales con encanto en cuyo centro hay un kiosko de hierro. Aquí se concentran limpiadores de zapatos, vendedores ambulantes de artesanía y periódicos, turistas que se pasean sorprendidos por el particular ambiente de la ciudad… todos juntos pero no revueltos en apacible armonía.
En uno de sus extremos se encuentra la Catedral de San Cristobal cuya fachada oeste resalta por su llamativa mezcla de tonos amarillos, rojizos y blanquecinos.
Frente a la catedral
Siguiendo el Andador peatonal de Hidalgo en dirección sur se llega a la que fue en su día la puerta de entrada a la ciudad: la Torre del Carmen. Muy cerca de ahí, subiendo por la calle Hermanos Domínguez, se llega a unas largas escaleras que conducen al Cerro de San Cristobal.
Sobre el Cerro de San Cristobal
San Cristobal de Las Casas es una ciudad con múltiples templos y diversos mercados de artesanía. Uno de los más importantes es el Templo de Santo Domingo que lamentablemente no pude ver ya que se encontraba en restauración. Dicen los que lo han visto que el reflejo de la luz sobre su fachada rosácea al atardecer es uno de los espectáculos más bellos que el visitante puede contemplar. En sus aledaños se instala diariamente un mercado de artesanía con puestos atendidos por mujeres chamulas, bohemios europeos y viajeros itinerantes como el chileno Sabiano, oriundo de Antofagasta, que vende collares y realiza tatuajes de henna en un improvisado puesto al que llama Estorbos Simultáneos. «Para muchos somos gente que estorba, que molesta, incluso han llegado a pegarnos… pero también hay muchos que nos quieren», me comenta mientras le pega un trago a una litrona y ríe junto a su compañero guatemalteco de juergas, Hansel Rosas. Hansel, fiel seguidor de Héroes del Silencio, llama la atención de los compradores tocando canciones con su guitarra imitando el estilo de Bunbury.
Puedes encontrar faldas, camisas, bolsos de cuero, muñecos zapatistas, camisetas revolucionarias, collares, joyería hippiosa… No dejes de regatear los precios -siempre te intentan tangar- y también ten presente que muchas de las cosas que venden las señoras indígenas realmente no están hechas a mano y vienen diréctamente de maquiladoras (fábricas industriales) de Guatemala. Detrás del Templo de Santo Domingo se encuentra el bullicioso Mercado Municipal con puestos de frutas, verduras, carne fresca, todo tipo de cachibaches, pequeños locales donde sirven comida corrida -al estilo Menú del Día español- y decenas de puestos de DVDs y CDs piratas con los decibelios por las nubes.
Si uno busca mayor tranquilidad puedes visitar la azulada Iglesia de Santa Lucía o el Templo de San Francisco, tiendas en las que se venden productos de las comunidades indígenas de los Altos de Chiapas como Nemizapata o el Centro Cultural TierrAdentro, el Centro de Desarrollo de la Medicina Maya que posee un nutrido herbolario y en donde si lo deseas un j´ilol puede diagnosticar tus males y hacerte una curación de cuerpo y alma; y el espectacular Taller Leñateros en el que hombres y mujeres mestizos e indígenas producen papel hecho a mano con varias especies de flores, bejucos, líquenes, bambú y telas diversas. Además de producir papel, imprimen libros, trabajos en serigrafía y grabados en madera. Las calles adyacentes a Real de Guadalupe donde te encuentras las típicas casas de San Cristobal con sus puertas coloreadas y estilizadas verjas tampoco tiene desperdicio.
Quizás la mejor forma de terminar el día -quedan pendientes visitar el Museo Na Bolom y el Museo de Ambar- sea ascender cuando empieza a atardecer al cerro en el que se encuentra la Iglesia de Guadalupe, justo cuando los últimos rayos de sol iluminan su humilde fachada. Dice la Lonely Planet que el escritor Graham Green dijo en una ocasión refiriéndose a esta iglesia que es como «una pompa de jabón sobre una roca».
Iglesia de Guadalupe
REZANDO CON COCA-COLA
Chiapas es un estado de riqueza natural y cultural impresionante. Cerca de su capital, Tuxtla Gutiérrez, se encuentra el grandioso Cañón del Sumidero. Los Altos de Chiapas, en los alrededores de San Cristobal de Las Casas, encierran una variedad de aldeas de indígenas mayas en las que se hablan diferentes dialectos: Lacandón, mam, zoque, tzotzil, chol, tojolabal y tzetzal.
Uno de los lugares más fascinantes que he visitado es el pequeño pueblecito de San Juan Chamula, a menos de 15 kilómetros de San Cristobal. Me subí a una combi que, en poco más de 10 minutos, me dejó cerca de la plaza central que se encontraba abarrotada de gente. Era domingo, día de mercado. Lo más llamativo es la Iglesia en honor a San Juan Bautista en cuyo interior se realizan unos ritos cuando menos originales.
Las creencias de los chamulas tienen más que ver con ritos tradicionales mayas que con el credo católico. Como está prohibido sacar fotos y grabar video en el interior -además de tener que pagar una entrada para poder verlo- no se puede transmitir perféctamente con palabras la extraña sensación que viví allí dentro. sacar una foto -piensan que les robas el alma- supone literalmente el riesgo de ser apaleado. No se cortan un pelo. He podido encontrar una fotografía en internet para que os hagáis a la idea de lo freaky del lugar. No hay bancos donde sentarse. El suelo está cubierto de largas agujas de pino, sobre él se consumen cientos de velas y hay algunos recipientes con incienso emitiendo fumaloras. En los laterales diversos Santos encerrados en vitrinas (algunos de ellos con espejos colocados en el cuerpo en los que se supone que al verse reflejado sienten que se encuentran bajo el amparo del Santo), alguna que otra gallina deambulando por el lugar y al lado de cada persona que está rezando en maya una botella de refresco o Coca-Cola de la que cada cierto tiempo tomando un trago. ¿Para qué los refrescos? Pues para tirarse eructos con los que se suponen que expulsan los malos espíritus. Fascinante. Todavía más si coincide que el día que visitas la iglesia algún curandero restriega huevos y huesos sobre uno de los fieles mientras declama en alto una oración.
San Juan Chamula
A la salida del templo, me asaltaron varias niñas con la intención de venderme pulseras y cinturones. Estuve hablando un buen rato con ellas y les terminé invitando a un helado después de que me dieran la tabarra durante largo rato. La que está en el centro y la de su derecha me dijeron -estaba claro que me tomaban el pelo- que ambas se llamaban Rosa. ¡Mentira cochina!
Niñas tzotziles comiendo helado
PIRIX NOHOX, MÚSICO JURÁSICO
Cada noche en el restaurante «Las Margaritas» -propiedad del Hotel Casa Margarita donde me alojaba- Pirix Nohox ofrecía su repertorio de versiones en directo junto al joven -13 años- percusionista Chiqui-Drácula. Un señor de 50 años, dicharachero, de voz grave y marcada, culto, que dejó el hogar materno en un pequeño pueblo de Veracruz a los 17 años para intentar hacer realidad un sueño: Vivir de la música. Y hete aquí que 30 años después lo ha logrado. Con esa determinación de quien se sabe dueño de su vida, seguro de su objetivo y sus elecciones, Pirix recorre junto a su mujer Cristina los escenarios anónimos de pueblecitos turísticos de toda la República mexicana. Se gana la vida «desarreglando canciones», como él mismo afirma, por «un puñado de pesos la hora, unos tragos y ver divertirse a la gente de corazón».
Le vi actuar 4 días seguidos y cada noche compartimos unas cervezas. Uno de esos días me invitó a su casa para entrevistarle en la azotea. Allí me dedicó una canción que tiene que ver con el viaje y el camino que ninguno de los dos hemos dejado de recorrer en nuestra vida. No deja de sorprenderme la cercanía que podemos establecer entre desconocidos algunos seres humanos.
Pirix Nohox, el músico errante
Faltó tiempo para conocer más a fondo esta zona de Chiapas. Aunque lo mejor, me lo llevé otra vez impregnado en el corazón. Vivencias, encuentros, amigos, charlas. La ruta debe continuar. Próxima parada: Palenque.
Para salir de San Cristobal de Las Casas en dirección a Palenque tenía dos opciones entre las que elegir. Como quería visitar las cascadas de Agua Azul y Misol-Ha, situadas a medio camino entre Ocosingo y Palenque, por una parte podía dirigirme directamente en autobús a Palenque y desde allí acudir a las cascadas en una combi o bien contratar una excursión con la agencia Chincultik, propiedad del Hotel Casa Margarita en el que me alojaba. Teniendo en cuenta que el billete de autobús con ADO Primera valía 120 pesos y la excursión 250 -incluyendo transporte, entradas a las cascadas y ticket para las ruinas de Palenque- decidí aprovechar esta segunda opción.
Salimos a las 6:30 de la mañana en una furgoneta de 10 pasajeros. Un par de horas más tarde nos detuvimos a desayunar en un restaurante situado en lo alto de un puerto de montaña. Me senté a llenar la panza solo en una mesa pero pocos minutos después un par de parejas de israelíes que venían en mi furgoneta me invitaron a sentarme con ellos. Muy cerca de nuestra mesa había una jaula con este simpático loro que no dejaba de hacer todo tipo de ruidos y emitir silbidos un tanto desagradables a esas horas de la mañana.
¡AGÁRRATE QUE HAY CURVAS!
Con el buche lleno, era momento de descender el puerto de montaña desde una altitud de más de 2000 metros a casi la altitud del nivel del mar. Semejante desnivel afecta drásticamente en el cambio de paisaje. De extensos cafetales, campos de maíz y pequeñas poblaciones indígenas que dejan claro su apoyo a los zapatistas se llega a la soleada llanura donde la vegetación adquiere un matiz típicamente tropical. Incluído el pegajoso calor húmedo. Antes de bajar el puerto nadie nos había advertido de un dato importante: «Aquellos que se mareen mejor que no desayunen». Caballerosamente cedí mi sitio de copiloto a la novia de unos de los israelíes que se estaba mareando casi antes de haber empezado a bajar el puerto. ¡Error! pues todavía quedaba alrededor de una hora de viaje por una carretera cuyo constructor se debió de perder el capítulo de Barrio Sésamo en el que explicaban la línea recta. Curvas, curvas y más curvas. Poco faltó para que arrojase por completo el desayuno.
AGUA TURBIA
Por fin llegamos a Agua Azul, impresionante serie de bellísimas cascadas con forma escalonada que se han originado de manera natural al descender el Río Tulijá -también llamado Yax-Ha-. Las cascadas de Agua Azul están situadas a 63 kilómetros de Palenque siguiendo la carretera 199. Declarado Reserva Natural de la Biósfera, entre desnivel y desnivel se crean una serie de estanques naturales con agua de intenso color azul turquesa debido en gran medida al lecho calizo del río. Durante mi visita ese tono turquesa se había transformado en un color un tanto verdoso debido a las fuertes lluvías caídas en los últimos días. Durante el paseo por la orilla izquierda del río se suceden algunos puestos con artesanía y recuerdos que se pueden encontrar a mejor precio en San Cristobal de Las Casas, algunos restaurantes y varios carteles que avisan de la prohibición de bañarse.
Cascada de Agua Azul
A unos 40 kilómetros de Agua Azul, continuando por la carretera 199 se llega a Misol-Ha, impresionante caída de agua de más de 30 metros de altura rodeada de una frondosa vegetación selvática con caminitos de acceso muy bien arreglados. Misol-Ha, que en lengua chol significa «caída de agua», se encuentra en el municipio indígena de esta etnia maya -chol- llamado Salto de Agua. Mediante una cooperativa recaudan los beneficios para mantener el lugar y ayudar a la comunidad. Aquí, según las condiciones meteorológicas, existe la posibilidad de bañarse en la poza además de poder quedarte a dormir en unas cabañas con ventilador y mosquitera.
Cascada de Misol-Ha
En Misol-Ha ya se empieza a notar el clima tropical por lo que es conveniente llevar ropa fresca y cómoda. Siguiendo un sendero que queda a mano izquierda, antes de descender por el camino que da acceso a la base de la cascada, se llega a una gruta que se ha formado por la acción del agua, justo detrás de la cascada.
En la gruta de Misol-Ha
GUÍA DE RATICULÍN
Una de las razones por las que no contrato casi nunca un tour -salvo que sea la única opción posible- es que ves los lugares a toda velocidad, sin detenimiento y siempre te pierdes un montón de cosas. La excursión finalizaba en las ruinas de Palenque con tan sólo dos horas para recorrerlas. Normalmente recomiendan por lo menos 5 horas para ver los templos, pirámides y edificios con cierta tranquilidad. Ya que tenía pagada la entrada aproveché para darme una pequeña vuelta de reconocimiento por las ruinas sabiendo que al día siguiente volvería con tiempo de sobra. Junto con tres españoles que venían en la excursión contratamos un guía que daba las explicaciones con un tonillo igualito al de Carlos Jesús. «Lah ruinah mayah» -pausa de 5 segundos- «de Palenque» -de nuevo pausa- «se descubrieron en el año…..». Sólo le faltó hacer el shiuuuuu y decir que provenía del planeta Raticulín. Media hora después, cuando nos encontrábamos en el Grupo de la Cruz, sin comerlo ni beberlo el cielo se cubrió de gris y comenzó a diluviar.
Aguacero tropical en Palenque
En Palenque puedes alojarte en alguno de los hoteles del pueblo (bastante feo por cierto) situado a unos 13 kilómetros de las ruinas o bien hacerlo en uno de los alojamientos que hay a lo largo de la carretera hacia las ruinas. Esta segunda opción es la más recomendable para poder disfrutar las noches en un entorno selvático. Uno de los sitios más famosos entre los viajeros es El Panchán, un lugar fundado a principios de los ochenta por Don Moisés Morales, arqueólogo experto en los antiguos mayas. Don Moisés convirtió esta zona de 5 hectáreas de pastos en un espectacular bosque tropical en el que se reparten diversos alojamientos: Chato´s Cabañas, Ed & Margarita, Jungle Palace… y restaurantes. El lugar cuenta con todo tipo de servicios (agencias de tours, sala de internet, teléfono, tiendecitas de artesanía…) y ofrece actuaciones variadas en directo así como algunos días un espectáculo de percusión y fuego. El precio del viaje en combi a Palenque es de 10 pesos.
PALENQUE, LA CIUDAD MAYA OCULTA
Su verdadero nombre es Lakam Ha, que significa «Grandes Aguas». Antes de que llegarán los conquistadores españoles en el siglo XVI la ciudad ya había sido abandonada y se encontraba cubierta de vegetación. Según cuenta Wikipedia, «la primera visita de un europeo a Palenque fue la de Fray Pedro Lorenzo de la Nada en 1567. En aquel entonces, la región era conocida por el pueblo Chol como Otolum, o «Tierra de Casas Fuertes»; por lo cual De la Nada lo tradujo como Palenque que significa «fortificación».
Aunque de menor tamaño que las ruinas mayas de Tikal (Guatemala) y Copán (Honduras), Palenque tiene un atractivo especial gracias a la riqueza de sus construcciones y restos escultóricos. Hace menos de dos años se descubrió que esta antigua ciudad precolombina abarcaba una extensión de más de 2 kilómetros cuadrados. En la actualidad tan sólo se puede visitar poco más del 5% puesto que el resto de templos y edificios -más de 1000- permanecen ocultos por la selva.
El precio de la entrada al complejo de ruinas es de 45 pesos (30 más si se va a utilizar cámara de video y 10 que hay que pagar obligatoriamente unos kilómetros antes como concepto de Reserva Nacional). Tuve suerte con el tiempo porque amaneció un día muy soleado. Importante no olvidarse de un bote de crema de protección solar, algo de comida y al menos un par de litros de agua ya que en el interior no hay tiendas, ni fuentes, ni restaurantes. Eso sí, hay unas ruinas increíbles pero que no quitan el hambre y la sed, aunque puede que sí el hipo.
¡Mmmmire usté!
Lo primero que se ve en el vídeo es el Templo de las Inscripciones, al cual está prohibido subir para evitar su deterioro. Se trata de un templo emplazado sobre una pirámide escalonada cuyo nombre se lo puso el arqueólogo Alberto Ruz Lhuillier debido a que en su interior tiene tres tableros con inscripciones jeroglíficas. Es una lástima no poder acceder a su interior a través de la escalinata que desciende dentro de la pirámide partiendo del templo superior en la que se encuentra la cripta funeraria del rey Pacal, uno de los soberanos mayas más importantes de la ciudad. Según me comentaron la losa que cubre el sarcófago pesa más de 20 toneladas. ¡A saber cómo la introdujeron dentro! En el Museo Nacional de Antropología puedes ver una reproducción fidedigna de esta tumba con los verdaderos restos mortales del rey maya.
A su lado está situado El Palacio, un conjunto de edificios que contienen relieves, esculturas preciosas, amplios patios, restos de lo que fueron sus duchas y letrinas de piedra y una imponente torre a la que se ha prohibido subir desde que una turista holandesa se matase tras caer al vacío mientras grababa con su cámara de vídeo. Un poco más allá, cruzando el arroyo Otolum, llegas al Grupo de la Cruz. Este conjunto de templos sobre pirámides escalonadas está formado por el Templo de la Cruz, el Templo del Sol y el Templo de la Cruz Foliada. Desde el templo de la Cruz, el más alto de Palenque al que se puede subir, se contempla una vista panorámica del complejo de ruinas que da buena cuenta de la grandeza de esta antigua ciudad maya.
Vista panorámica de Palenque
Estuve sentado más de media hora disfrutando de la vista de Palenque antes de continuar mi visita. Esos momentos son difíciles de expresar en palabras y no tienen precio. Aguas abajo del arroyo que cruza por un acueducto bajo la plaza central y, continuando por un sendero marcado, uno se encuentra con un puente de piedra y unas cascadas espectaculares inmersas en plena selva conocidas como Baño de la Reina.
Baño de la Reina
De camino hacia la segunda salida del recinto, muy cerca de la cual se encuentra el Museo de Sitio (no hagáis el primo como yo, que pensé que tenía que pagar otra entrada de nuevo, y visitadlo) hay varios edificios como el Templo del León y el Templo del Conde, éste último llamado así por Jean-Frédéric Waldek, un señor que vivió en él durante dos años y que, entre otras extravagancias, se acreditaba a sí mismo el título de Conde (otras veces asumía los títulos de Barón y Duque).
Junto a ellos está el famoso Juego de pelota, un divertimento nacido 3000 años antes de Cristo que cumplía entre los mayas una función ritual. El campo consta de dos muros paralelos e inclinados, uno frente al otro. En cada muro había tres discos, puestos a distancias iguales entre sí, a varios metros del suelo y perpendiculares a éste; eran los marcadores, o anillos de piedra. El juego consistía en lograr que la pelota (llegó a medir cincuenta centímetros de diámetro y a pesar más de un kilo) golpease algún marcador o pasase a través de algún anillo, para lo cual sólo podía impulsársela con los codos, las rodillas y las caderas. Así que… ¡oyes Patxi! ¿Etxamotz un partido d´euskal pilota?
Jai Alai Mayak
Después de semejante payasada -muy necesaria para liberar tensiones mentales del viajero solitario- regresé a mi cabaña para descansar puesto que al día siguiente me esperaba una excursión de entre 12 y 14 horas antes de partir hacia el Estado de Yucatán. Voy a visitar un par de ruinas mayas ocultas en la selva lacandona, cerca de la frontera con Guatemala. Próximo destino: Yaxchilán y Bonampak.
Siguiendo la recomendación de Analeine -novia de mi amigo Javi-, decidí antes de marcharme de Chiapas visitar las ruinas mayas de Yaxchilán y Bonampak. Es cierto que Palenque se encuentra emplazado en un privilegiado entorno selvático aunque la importante afluencia de visitantes ha obligado a los encargados del recinto a despejar ciertas zonas de vegetación. En Palenque hay amplias explanadas carentes de árboles por las que habitualmente pasan unos operarios para cortar el césped rompiendo el encanto que posee el lugar. Diferente de lo que ocurre en Yaxchilán que, gracias a su situación geográfica, emplazado a orillas del río Usumacinta en plena selva Lacandona, ha permitido que la llegada de turistas no sea tan masiva.
Para contratar esta excursión tienes infinidad de agencias en las que hacerlo. Si te alojas en El Panchán, allí mismo hay tres puestecitos en los que puedes hacerlo. En caso contrario, también puedes contratarla en Palenque por un precio que ronda los 500 pesos (40 euros). Existe la opción de quedarse a dormir una noche en unas cabañas de los lacandones -con cena y desayuno incluído- para dar al día siguiente un paseo de unas 5 horas por la selva. El precio de este tour asciende a 800 pesos (64 euros).
YAXCHILÁN, MISTERIO EN LA SELVA
A las 6 de la mañana me vino a buscar una furgoneta de la agencia en la que iban otros 9 turistas más. Dos horas más tarde nos detuvimos en un restaurante de carretera para tomar el desayuno que iba incluído en el tour. Nos dirigíamos muy cerca de la frontera con Guatemala pasando por pequeños pueblecitos como José Castillo Tielemans, Ángel Albino Corso, Busiljá o San Javier. Una vez en Crucero Corozal tomamos una larga lancha con motor fuera de borda para navegar río arriba en dirección al acceso de las ruinas de Yaxchilán. El río Usumacinta fluye veloz durante su trayecto por esta zona marcando la frontera entre México y Guatemala. En el camino hacia las ruinas vi en la orilla de la margen izquierda un puesto de control del ejército guatemalteco que consistía en una choza un tanto destartalada. Imagino que tienen que pasárselo bomba y su vida ha de ser un estrés. 😉
Navegando por el río Usumacinta
Entre el improvisado puerto de Crucero Corozal situado a orillas del río Usumacinta y las ruinas de Yaxchilán hay cerca de una hora de viaje. Las orillas a ambos lados del río están cubiertas de vegetación tropical y dicen que, con suerte, puedes ver algún que otro cocodrilo. En mi caso no la hubo. Para visitar el complejo de ruinas se accede por un sendero flanqueado por grandes árboles tropicales. Conforme uno se va introduciendo en la selva comienzan a mezclarse olores, sensaciones y ruidos de toda clase, entre los que sobresalen los producidos por los monos araña y más aún sus compañeros aulladores. Cuando emiten sus aullidos parece que un bicho gigante se está acercando para devorarte. Si a eso le sumamos el misterio que parece rodear a esta ciudad perdida, uno se acojona rápidamente. Compartí mi visita por Yaxchilán con un par de alemanes, Marcus y Johan, que se mostraron muy interesados en los detalles logísticos de mi aventura.
Una de las primeras estructuras que te encuentras es El Laberinto, decenas de pasadizos oscuros dispuestos en dos niveles y llenos de murciélagos que yo no pensaba descubrir. Desde ahí se llega a la Gran Plaza en la que se encuentran diversos edificios entre los que destacan el juego de pelota, lo que debió de ser una sauna maya -hace falta valor para meterse en una sauna teniendo en cuenta el calor pegajoso de la selva-, varios templos y una importante cantidad de estelas.
Yaxchilán, civilización en medio de la selva
Yaxchilán, cuyo nombre significa «piedras verdes», fue descubierto hacia 1882 por el arqueólogo inglés Alfred Maudslay, y sus primeros planos los dibujó otro arqueólogo, el francés Desiré Charnay, siguiéndoles Maler, Morley y Bolles. Se dice que los actuales guardianes son nietos de Ulises de la Cruz, el primer vigilante de las ruinas nombrado en 1931 por el gobierno mexicano. Desde la Gran Plaza se asciende por una imponente escalinata al Edificio 33, uno de los más fascinantes y mejor conservados de Yaxchilán. Subiendo hacia este templo nos sorprendió un potente aguacero tropical, muy característico de la selva, preferentemente por las tardes y cuando menos te lo esperas. Así que tuvimos que refugiarnos durante un buen rato esperando que la tormenta remitiese. Viendo que no tenía visos de parar decidimos regresar al embarcadero. Como uno es precavido, me había llevado paraguas y chubasquero por si las moscas.
Tormenta tropical
BONAMPAK, TERRITORIO LACANDÓN
Para visitar las ruinas de Bonampak hay que deshacer el camino andado. Primero tomamos de nuevo la lancha descendiendo en sentido contrario el río Usumacinta hasta llegar a orillas de Crucero Corozal, allí comimos en un restaurante concertado por la agencia y al terminar nos montamos de nuevo en la furgoneta que habíamos venido hasta llegar a una desviación. En ella se cambia de furgoneta, a una operada por los lacandones, para recorrer los kilómetros de pista de tierra que restan hasta llegar a la entrada del recinto arqueológico. El motivo de este cambio es que de esta manera la comunidad lacandona recauda dinero para la comunidad basando su sustento actual más en el turismo que en su tradición ganadera y agrícola.
Este pueblo indígena mexicano se llama a sí mismo hach winik, que significa «verdaderos hombres». En tiempos de la conquista, esta comunidad habitaba en una pequeña isla del río Lacantún, en el extremo sur de la selva. En su dialecto chortí, Lacantún significa «gran peñón» o «piedra erecta», vocablo que en la época de la conquista se transformó en lacandón.
Los lacandones viven en el estado de Chiapas, concretamente en los terrenos que abarca la densa selva lacandona y se dividen en dos grupos: los del norte, que habitan en las localidades de Nahá y Metzaboc, y los del sur, ubicados en la localidad de Lacan ha Chan Sayab. En la actualidad hablan el maya yucateco y como podéis apreciar en las fotografías tienen un tipo de vestimenta muy particular que diferencia a hombres y mujeres.
Dejando a un lado consideraciones antropológicas, Bonampak significa en lengua maya «muros pintados». Estas ruinas se ubican cerca del río Lacanjá, a escasos 30 km de la frontera con Guatemala. Estos impresionantes frescos hechos sobre estuco datan del año 790 y han conservador los colores hasta la actualidad gracias a que la filtración de agua de lluvia formó una capa de carbonato de calcio que evitó el desgaste. Una imagen vale más que mil palabras.
Templo de las Pinturas
Rodeada de selva por todas partes, en su interior dicen que todavía hay ejemplares de jaguar, animal sagrado y símbolo de poder entre los olmecas y los mayas. Paseando por lo que queda en pie de estas ruinas mayas se respira una extremada quietud perturbada de vez en cuando por comentarios en voz alta de algún turista impertinente. La vista desde la parte más alta de la acrópolis es preciosa.
Vista panorámica
Es curioso saber que hace unos años, cuando no existía la actual carretera que une Palenque con Frontera Corozal, tan sólo se podía llegar a las ruinas de Yaxchilán y Bonampak a través del río o con una avioneta. Poco después de traspasar la entrada de Bonampak, a medio camino te encuentras de sopetón con una pista de aterrizaje improvisada en medio de la selva. Los últimos rayos de sol nos avisaban de que era momento de regresar a la furgoneta y emprender el camino de vuelta hacia Palenque. El balance de la jornada: Excelente.
DOBLE RACIÓN DE PIRIX
Los que hayáis leído mi crónica de San Cristobal de Las Casas recordaréis a Pirix Nohox, un músico errante que conocí en el Hotel Casa Margarita. Casualidades de la vida, yo me dirigía a Palenque después de haber pasado unos días fantásticos en San Cristobal y él tenía concertadas unas actuaciones en El Panchán de Palenque ese mismo día. así que nuestros caminos se volvieron a cruzar. Pirix es todo un showman. En cada una de sus actuaciones levanta en alto su copa de ron con coca cola y brinda por la salud de todos en más de 28 idiomas: «Salud, osasuna, cheers…». Su repertorio abarca cientos de versiones de los artistas y estilos más diversos: Bob Marley, Rolling Stones, Bob Dylan, rancheras, folclore mexicano… así como canciones en italiano, alemán o francés, un enganche perfecto para meterse a los turistas de estos países en el bolsillo.
Pirix Nohox manucheando
Mi última noche en Palenque tuvo un colofón final grandioso. Cenar en el Restaurante «El Mono Blanco» acompañado de alguna que otra cerveza Sol mientras disfrutaba de una actuación de Pirix acompañado a la percusión de Cristina, su simpática mujer. Tan pronto te sorprende con su particular visión del Akuna Matata del Rey León como, ante la ausencia de una banda de metales, se pone a tocar el trombón cual ventrílocuo gracias a su alter ego al que llama Pupa.
Trombón bucal
Para sí mismo guarda un buen puñado de canciones propias, compuestas a través de los caminos de toda la República mexicana, que algún día quizás vean la luz en boca de algún cantante. Suerte Pirix.
Puedo deciros sin dudar que el Estado de Chiapas es uno de los que más me han llamado la atención de México. Diversidad, naturaleza, historia, gastronomía, población indígena, tradiciones… Mañana continuaré mi viaje hacia la península de Yucatán. Próximo destino: Mérida.
Desde la terminal de Palenque salen dos autobuses de ADO Primera con destino a Mérida (Yucatán); uno a las 8 de la mañana y el otro a las 21 horas. Compré mi billete para el que hacía el recorrido nocturno, así me ahorraba una noche de alojamiento. Aproximadamente son 550 kilómetros los que separan el pueblecito tropical de Palenque de la capital de estado yucateco. Pasadas las 5 de la madrugada llegábamos a la terminal de primera clase CAME (Calle 72, entre la 69 y 71) donde tomé un taxi junto con Cecile (¿o era Celine?), una chica francesa que había conocido el día anterior en la excursión de Yaxchilán y Bonampak. Nuestro destino: Nómadas Youth Hostel (nº 433 de la calle 62, junto al cruce con la 51 / Tfno: 999 924 5223).
Este hostal, recomendado por la guía Lonely Planet, tiene dormitorios y habitaciones privadas (desde 80 a 169 pesos), acceso a internet por 10 pesos/hora, desayuno incluído entre las 7 y 10 de la mañana y clases de salsa gratis un par de días a la semana. Días más tarde me enteraría de una opción de alojamiento mucho más interesante, el Hostal Santa Lucía (nº 512 de la calle 55, entre la 62 y 64 / tfno: 999 928 9070), con 10% de descuento de Hostelling International, habitaciones desde 75 pesos y un completísimo desayuno, entre otras tantas virtudes.
RUTA PUUC: TOUR EXPRESS
Todos los días sale desde la terminal de segunda clase TAME (Calle 69, entre la 70 y 72) de Mérida, un autobús de ATS que recorre las 5 ruinas que conforman la llamada Ruta Puuc: Labná, Xlapak, Sayil, Kabah y Uxmal. Su precio: 120 pesos. En cada uno de los complejos arqueológicos el autobús realiza una parada de entre 20 y 30 minutos, con una última parada en Uxmal -recinto más importante- de cerca de dos horas. Si tienes la opción de hacerlo en domingo, como fue mi caso, tan sólo tendrás que pagar una entrada de 45 pesos en Uxmal. Un tour organizado por uno mismo verdaderamente económico.
La primera parada de la Ruta Puuc es Labná, que significa «casa vieja». El sitio arqueológico está situado a 120 kilómetros al sureste de la ciudad de Mérida. A pesar de la presencia de vegetación, desde la época de los mayas esta zona era extremadamente árida. Para paliar la escasez de agua, los habitantes de esta ciudad construyeron chultunes, una especie de cisternas que impermeabilizaban artificialmente para captar el agua de lluvia. Entre sus vestigios más importantes destaca El Palacio, una de las edificaciones más grandes de la región Puuc. Desde ahí surge un sacbé -camino de piedra construido por los mayas- que conduce al precioso Arco de Labná. Al frente de éste se encuentra la pirámide de El Mirador coronada por un templo.
De menor importancia y extensión es el complejo de ruinas de Xlapac. Su acceso se encuentra en la carretera federal 261. Xlapac proviene de la lengua maya y quiere decir «muros viejos». Su templo principal está dedicado a Chaac, dios de la lluvia, hecho que se explica por las áridas condiciones climáticas de la región que os comentaba anteriormente. De la benevolencia del tal Chaac dependía su sustento reflejado en la pérdida o no de sus cosechas.
Continuamos la Ruta Puuc camino hacia Sayil, lugar conocido por su inmenso Palacio repleto de inconfundibles columnas de la arquitectura Puuc. Se encuentra 25 kilómetros al sureste de Uxmal. Para llegar se toma la carretera federal 180 que entronca con la estatal nº 31. Como comprobaréis a continuación, el calor y el estrés del tour contribuyeron a que mi videoiosing desde Sayil resulte un tanto caótico.
El Palacio de Sayil, Ruta Puuc (Yucatán)
Sayil tiene un significado bien curioso: «Lugar de las hormigas arrieras». Proviene de la palabra maya say que se utiliza para referirse a esa especie de insectos que acostumbra cortar y llevar trozos de hojas en interminables filas. Adentrándose por un sendero que parte desde El Palacio hacia el interior del bosque, descubres restos de otros templos y una fálica escultura de Yum Keep, Dios de la fertilidad. ¿Será que además de la sequía propia de la región, los espermatozoides de los habitantes de Sayil no atinaban ni a la de tres?
Estatua de Yum Keep, Dios maya de la fertilidad
Comparaciones fálicas aparte, la Ruta Puuc sigue su sendero hacia Kabah, en cristiano «Señor de la mano fuerte o poderosa». Para que la utilizaría es todo un misterio. Este complejo de ruinas es el más importante de la zona Puuc después claro de Uxmal. Si te diriges hacia la derecha nada más entrar das con una empinada escalera que da acceso al Palacio de los Mascarones -que no macarrones, estoy de una graciosillo hoy…-. Su fachada está cubierta por cerca de 300 máscaras de Chac-Mool, el Dios de la lluvia o Serpiente Celestial. Y… ya que hablamos de reptiles, entre las piedras de Kabah aparecían varias iguanas tostándose al sol plácidamente.
Nido de iguanas
En la parte posterior del Palacio de los Mascarones aparecen un par de esculturas, atlantes concretamente, que según dice la Lonely Planet «son uno de los pocos ejemplos de figuras humanas en tres dimensiones que se puede encontrar en un yacimiento maya». Muy cerca de ahí está la pequeña Pirámide de los Mascarones desde donde se llega a la plaza que preside El Palacio, perfecto ejemplo de la arquitectura Puuc.
El Palacio de Kabah
Realmente el tiempo que hay para visitar Kabah no es suficiente si atendemos a la importancia de sus construcciones. Sin embargo, para no sufrir empacho de piedras, mejor dejar el tiempo restante para visitar a fondo las ruinas de Uxmal.
La Casa del Adivino
Entre todas las ciudades de la región Puuc se tiene constancia de que había vías de comunicación, los conocidos Sacbé o camino ceremonial de piedra. Como las calzadas romanas estos caminos llegaron a unir antiguamente toda la península de Yucatán. Dicen que desde Kabah parte uno que atraviesa la selva para acabar en un pequeño arco que marca el acceso a Uxmal.
Vista panorámica de Uxmal
El dominio de esta ciudad maya sobre las poblaciones colindantes es evidente debido a su extensión y la grandiosidad de sus edificios: La Casa del Adivino, el Cuadrángulo de las Monjas, el juego de pelota, la Casa de las Tortugas, el Palacio del Gobernador y la Gran Pirámide. Uxmal supuso el perfecto colofón de la Ruta Puuc en una jornada realmente agotadora que comenzó a las 8 de la mañana y terminó a las cinco de la tarde pero que resultó muy enriquecedora. Por un par de días estaré a dieta de piedras y complejos arqueológicos.
Mérida, la capital del estado de Yucatán, tiene mucho que ofrecer. Los días que pasé en ella como base de operaciones recorrí algunas de sus calles aunque no me detuve demasiado a sacar fotos. Después de deambular por infinidad de librerías a lo largo y ancho de México, por fin encontré el libro «Notas de viaje» del Che Guevara, motor de inspiración de la película «Diarios de Motocicleta». En los alrededores de esta preciosa ciudad hay multitud de lugares interesantes para visitar: Los cenotes de Cuzama, el monasterio de Izamal, las cuevas de Loltún, la playa con malecón de Progreso, la Ruta Puuc (de la que ya os he hablado), Dzibilchaltún, Tixcocob y Celestún. Decidí acercarme a este último lugar por su interés ecológico.
CELESTÚN, RESERVA DE LA BIOSFERA
Situado a 96 kilómetros de Mérida rumbo al Oeste, este bello puerto de pescadores es realmente pintoresco. No solamente es famoso por sus restaurantes de mariscos -véase o, mejor degústense en «La Palapa»- sino también por la ría que sirve de hogar cada año para miles de aves migratorias. La zona, que ocupa una superficie de 81482 hectáreas, fue declarada Reserva de la Biosfera en el año 2000. Desde Mérida uno puede llegar a Celestún por su cuenta tomando uno de los autobuses de la compañía Occidente que salen cada hora de la terminal Noroeste entre las 6 y las tres de la tarde. Preferí contratar una excursión para abaratar costes ya que lo que me iba a ahorrar en el transporte lo iba a tener que pagar después con creces al alquilar la barca que recorre la ría. Yendo solo el precio ronda entre 500 y 600 pesos.
ESBELTIC OBESS
La excursión resultó ser toda una delicia. Íbamos, además del guía, James Bratton, su señora y yo. Los Bratton, procedentes de Pittsburgh, eran encantadores, prominentemente obesos, pero encantadores. Durante el trayecto desde Mérida hacia Celestún nuestro guía nos dio abundante información sobre el estilo de vida yucateco así como los detalles de la dieta que estaba haciendo y con la que había perdido 6 kilos en 15 días. Los Bratton defendían la idea de una alimentación sana aunque sus cuerpos dijesen más bien lo contrario. Y yo, portando el estandarte -como buen español- de las bondades del aceite de oliva. Horas más tarde, tras una comida en la playa a base de pescado a la plancha y cóctel de mariscos, vi con mis propios ojos como se comían cada uno 2 calóricas cookies, compraban un par más -de coco y azúcar caramelizado- a un vendedor ambulante que pregonaba la «salud de sus dulces». El remate final vino con un par de cervezas. Ayudando a tener cuerpos esbeltic model. Pero…vamos al meollo de la cuestión, que para eso he puesto la foto de esos bonitos flamencos.
El nombre de Celestún tiene raíces mayas y su significado viene a ser algo así como «piedra pintada». ¿Qué tiene que ver esto con los flamencos? Ni idea. Aunque buena parte de las familias que viven en Celestún se ganan la vida gracias a la pesca de pulpo y escama, en los últimos diez años la riqueza natural de esta área ha generado una gran demanda turística interesada en paseos en lancha por la ría para observar las aves residentes y migratorias. Durante el paseo por la ría pude avistar cormoranes, fragatas, gaviotas… y un montón de flamencos. A veces pueden llegar a contemplarse hasta 18.000 flamencos a la vez -la mayoría migran al parecer desde Canadá-, brindando un impresionante espectáculo rosado.
Esta Reserva de la Biosfera comprende varios tipos de hábitats; estero, petén, pantano y un llamativo manglar. En el paseo en barca nos adentramos por uno de ellos.
Entre manglares
Estos bosques de manglar son uno de los ecosistemas más productivos que existen sobre la faz de la Tierra. Los manglares resisten el agua salada por lo que prosperan en lugares donde otras plantas son incapaces de hacerlo. Finalizada la excursión disfruté de un par de solitarias horas en la playa.
GASTRONOMÍA YUCATECA
Miente quien diga que en México tan sólo se comen tacos, se bebe tequila y se fuma marihuana. De eso también hay pero su gastronomía para nada es convencional y básica. Un claro ejemplo es la variedad de la cocina yucateca, delicioso resultado de un mestizaje culinario que combina influencia europea y criolla. Degustar algunos de sus platos es toda una experiencia de sabores y vocablos mayas entretejidos con el castellano que a veces resulta difícil memorizar. Probé el Pollo Pibil que consiste en piezas de pollo marinadas en achiote, jugo de naranja agria, ajo, comino, sal y pimienta; envueltas en hoja de plátano y horneadas. Ese mismo platillo, como le dicen aquí, si se hace con carne de cerdo se llama Cochinita Pibil. Otro plato típico de la gastronomía yucateca es el Poc-Chuc (que más de una vez lo pedí como Choc Puc, Puc Choc…), finas rebanadas de carne de cerdo asadas, marinadas en jugo de naranja agria y servidas con salsa y cebolla picada. Con tanta receta y enumeración de ingredientes parezco Arguiñano y me está entrando un hambre tanto hablar de comida… ¡Ojo al enlace de la foto del Poc Chuc! La página web se llama www.elcerdoesbueno.com.
Pero… todavía hay más: Pescado en Tikin-xic, Esmedregal en chile xcatic, Relleno negro y blanco, Pollo oriental estilo Valladolid, salsa Chiltomate, Salpicón de chile habanero, Xnipec, Puchero de tres carnes, Zic de venado o Pipián de res.
EL VIAJE CONTINÚA
Con hondo pesar debo abandonar Mérida sin haber conocido muchas de sus maravillas. Al menos la sola idea de saber que algún día habrá que regresar para verlas me alegra. Mañana viajaré a Cancún en el autobús de ADO Primera para pasar unos días de asueto y relajo -muchos estaréis pensando «¡pero qué dice este tío!», pues sí, viajar cansa- antes de encarar lo que me queda de ruta panamericana por Latinoamérica. Casualidades del destino, antes de subirme al bus, se me acercó un chico preguntándome: «¿Eres español?». Y yo tan orgulloso de que por primera vez supiesen mi país de origen. Resulta que estoy inscrito en Couchsurfing, una web en la que ofreces alojamiento o buscas personas desinteresadas que te puedan alojar durante tus vacaciones, y Rafael -así se llama este joven meridano- había visto que yo me encontraba en su ciudad y me reconoció. Flipante. Un tipo muy simpático que espero volver a ver. La vida sigue… y el viaje también. Próximo destino: Chichén Itzá.
Parece mentira que ya haya atravesado todo Norteamérica (Canadá, Estados Unidos y México) pero así es. Cuatro meses de vivencias que han alimentado mi espíritu y mi estómago. Hablando de alimentación, si hay algo fundamental para la subsistencia del ser humano, aparte de oxígeno y agua, es precisamente la comida. La diversidad en esta materia es monstruosa. En cada lugar del planeta hay alimentos comunes y locales, productos elaborados bien distintos, diferentes maneras de cocinar y concebir el arte de comer. Vayamos paso a paso.
AMERICA: TRASH WAY OF LIFE
Es la tercera vez que visito Estados Unidos y doy fe de que, salvo excepciones -que las hay-, comen de asco. Un estilo de vida que evidentemente se ha extendido por todo el planeta con la cultura de la comida rápida. No voy a ser demagogo ni falso, yo también participo de vez en cuando de esa cada vez más insana manera de comer. Hamburguesas, tex-mex, bocadillos prefabricados, pizzas… todo servido a la orden de ya e ingerido a igual o menor velocidad de la que ha sido «cocinado». Dice el dicho: «Somos lo que comemos». A este paso en lugar de seres humanos de carne acabaremos siéndolo de pizzamburguesa. Es parte de la cultura de los grandes centros comerciales –malls– donde pasarse la vida macroconsumiendo, megaalimentándose y maxialienando nuestros cerebros. Aquello de «Pan y circo» que los romanos utilizaron para mantener a la masa dócil, continúa a día de hoy. Todo se centraliza en un mismo lugar; ocio y consumismo. En los centros comerciales podemos comprar de todo: Ropa, móviles, flores, comida, muebles, artículos de electrónica, entretenimiento… ¿Perdurará dentro de una década la fabada tradicional hecha por la abuela, el marmitako de la amatxi, el dulce de membrillo del Eusebio o los chuletones a la brasa de Patxi? Espero que sí. De todos modos ya nos están vendiendo las pizzas hechas hipotéticamente por palleses, arroz con leche más rico que el de Sor María del Convento de las Dominicas o un pan como el que hace El Miguel en la pastelería del pueblico.
Pero… a lo que iba. Por poner un simple ejemplo, encontrar un bote de tomate frito (tipo Orlando) en un supermercado de Estados Unidos es una ardua tarea. Y es que son muy dados a las mezclas imposibles. No vale una salsa de tomate a secas, tiene que venir preparada con ajo, cebolla, cilantro, pimiento y bien de grasa. Esto sucede en todo tipo de alimentos: yogures de piña y kiwi con trozos, agua mineral con sabor, filetes con condimentos añadidos… ¡Ah!, y muchos de ellos envasados en paquetes tamaño familia numerosa: Botes de helado de un par de kilos, hueveras de 24… Quizás lo que más me enervó fue descubrir que en un gran hipermercado de Anchorage no había ni una sola fruta o verdura. Tuve que investigar en un polígono industrial hasta encontrar finalmente una tienda de asiáticos donde tenían tomates y lechuga.
Unas semanas más tarde, descubriría en el hostal Green Tortoise de San Francisco la ignorancia culinaria de un par de inglesas. Estaba preparando un bol de fresas con leche y azúcar cuando se acercaron estas dos chicas de Gales con cara de extrañadas y me preguntaron si el plato que estaba haciendo se metía en el horno o si era un pastel muy elaborado. ¡Si es que con la basura de comida que ingieren cualquier cosa les parece alta cocina! Me hizo sentirme como el Ferrán Adriá del Green Tortoise.
No es entonces de extrañar encontrarse habitualmente por la calle decenas de obesos. No son personas con unos kilos de más, parece que están inflados con una bomba de aire y que van a reventar de un momento a otro. Hasta he estado tentado de pincharles con una aguja para ver si son de mentira. Todavía no puedo borrar de mi mente la imagen de una chica que ocupaba dos asientos de autobús y sorbía con ansiedad los últimos restos de un tanque de café cargado de nata.
G-ASTRONOMÍA: RARO, RARO, RARO
No hay que hacer ascos a nada y no ser un mindundis con la comida. Primero se prueba y si no te gusta pues a otra cosa mariposa. En Alaska probé una deliciosa y sabrosa hamburguesa de Caribú así como un jugoso halibut a la plancha -Blas, realmente tenías razón, es un exquisito pescado-. Si observáis la imagen es un pedazo de pez, para nada pezqueñín, y menos mal que no te lo sirven todo en el plato. Cerca del Denali National Park me reí bastante al descubrir las diferentes elecciones que debe hacer uno para configurar su desayuno: Puedes pedir los huevos Sunny side up (El lado del sol hacia arriba), vamos, los huevos fritos de toda la vida -que en México me llegaron a preguntar si los quería fritos por los dos lados-, scrambled eggs(revueltos), poached eggs y alguna otra versión más que no atino a recordar. Igual ocurría con el pan: Blanco, oscuro, con cereales… Divertido pero un tanto complicado cuando uno todavía tiene las legañas pegadas.
En Los Ángeles, mis amigos Nacho y Belén me iniciaron en unos extraños heladitos de té verde con forma de bola, recubiertos de pasta de arroz llamados algo así como Moccis o Mokis. Imposible olvidar también la excelente comida italiana y los sabrosos panes de ajo de la Trattoria «C and O» situada en el número 31 de Washington Boulevard en la que un plato individual parece una fuente para 3 comensales.
Ya en México, hace pocos días vi en televisión una anuncio muy divertido que publicitaba una marca de cacahuates -como les llaman aquí- hechos al estilo español (no sé muy bien qué significa esto). El caso es que en este anuncio aparecía un mozo vestido con el traje típico de San Fermín, con un periódico en la mano, escapando de un toro. En otro plano veíamos un cartel con el diseño que se usa en las corridas de toros en el que se leía «Pamplonada», que es como llaman en México a las tan conocidas fiestas de San Fermín de Pamplona.
Con su particular gusto por añadir picante a todo tipo de comida conocida, en el norte de México tuve el ¿placer? de probar un Tama-Roca, dulce de tamarindo enchilado.
Tama-Roca: Dulce de tamarindo enchilado
El año pasado, durante mi viaje a Perú, cerca de la frontera de Brasil degusté un refresco de Fanta con sabor a piña. Es curioso como, según los países, la misma marca estima que el mercado aceptará mejor unos productos que otros. Véase el caso de algunos productos que no triunfaron en España como la Cherry Coke o Tab. Sin embargo, durante lo que llevo de viaje, en el apartado de bebidas se lleva el premio a lo exótico la Fanta Fresa. ¿Se distribuirá algún día en España? Veamos lo que opina el experto.
Catando una lata de Fanta fresa
Como podéis apreciar en el momento de grabar estos videos -me encontraba en Tijuana- todavía era una persona decente, sin las barbas que gasto ahora. Entre las excelencias culinarias de la región de Chihuahua -puede que se venda en otros estados de México-, no me olvido del puesto que encontré en una calle de su capital, no muy lejos de la Plaza Hidalgo, que preparaba un receta «carente de colesterol»: Los Dori-Nachos.
Dori-Nachos
G-ASTRONOMÍA: RICO, RICO, RICO
Rememorando exquisiteces de la Ruta Panamericana, muy cerca del Hotel Hidalgo de Los Mochis (Sinaloa), a una cuadra más o menos, recuerdo un puesto llamado Hot Dogs Venezia con los perritos calientes más sabrosos que he comido hechos con aguacate, jamón, salchicha, cebolla frita, mayonesa, lechuga y tomate. Las salsas quedaban al gusto del consumidor. No muy lejos de ahí, en la sierra Tarahumara, tomé en el desayuno crema de olote -maíz blanco- caliente con piña. Tenía un aspecto muy parecido a la avena.
El tradicional Menú del Día que se ofrece en miles de bares y restaurantes españoles cada día, recibe en México el nombre de Comida Corrida. Diferentes platillos entre los que elegir a un precio muy económico. Tampoco me olvido de otras suculencias mexicanas como los tacos de camarón, nachos, enchiladas, chilaquiles, fajitas, tamales, sopes, pulpo a la veracruzana, pollo pibil, poc chuc… A diferencia del pan que acompaña a nuestras comidas, los mexicanos consumen tortillas de maíz o harina, esas con las que se hacen los tacos o burritos. El equivalente del tan español bocadillo sería lo que aquí llaman torta. Respecto a mis esfuerzos por aprender a hacer una tortilla española, he de decir que todavía se me resiste. Mi último intento en Morelia, a pesar de no contar con todas las herramientas necesarias, no resultó demasiado acertado.
En la sección de bebidas alcóhólicas, a mi paso por México me he convertido en un gran catador de cervezas rubias: Corona (la coronita es pequeñita; ¿la habrán llamado así en España para no tener conflictos con la monarquía?), Sol, Indio, Modelo, Dos Equis, Tecate… Todas ellas refrescantes con un sabor suave que quizás, a los amantes de la cerveza con cuerpo, les sepan casi a agua. Respecto al tequila (en sus variantes destilado, reposado y añejo) nada de sal y limón, se toma o chupa en pequeños vasitos a pelo. ¡Ándele! Y por supuesto uno no puede abandonar los Estados Unidos Mexicanos sin echarse un trago del cóctel nacional por excelencia: Margarita.
Llamativa también es la riqueza frutal del país que se refleja en cientos de puestecitos que ofrecen raspados (granizados), macedonias y jugos de frutas como la papaya, guayaba, toronja, fresa o el mango. Una marca imprescindible de zumos envasados que hay que probar es Jumex, que presume de ser una empresa 100% mexicana. En el apartado de refrescos, además de la mundialmente consumida Coca Cola -dicen que México es el país del mundo que más consume este refresco-, aparecen marcas autóctonas como el Boing de mango y otros sabores, la Manzanita Sol, Cristal de manzana -parecido al Kas Manzana-, bebidas energéticas como Red Bull e isotónicas como Gatorade. Siguiendo un método más tradicional, si vienes alguna vez a México no puedes dejar de probar el refresco de jamaica. Se consigue hirviendo la flor del mismo nombre y añadiéndole un poco de azúcar y hielo. ¡Riquísimo!
A pocos metros de la frontera con Belice, ante mi estómago se abre el horizonte culinario de Centroamérica. El frijol, las frutas y el arroz tendrán un papel predominante en los platos de estas regiones y ya sueño con probarlos. Sobre gustos hay mucho escrito y yo pretendo saber a qué saben Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá. Dentro de unas semanas os cuento.
Después de unas cuantas horas de autobús llegué a la estación de autobuses que gestiona el grupo ADO (Mayab, ADO Primera, Oriente…) en Cancún. Allí precisamente hice mi buena acción del día. Mientras compraba mi billete con antelación para ir a Pisté, oí como un isrealí intentaba explicar en inglés al vendedor de al lado que en el autobús de Playa del Carmen a Cancún, alguien les había robado una cartera con el pasaporte, el billete de avión de regreso y cierta cantidad de dinero, a no ser que se les hubiese caído a ellos. El vendedor, además de no entender ni papa de inglés, permanecía impertérrito y pasaba del asunto. En ese momento aparece en escena un servidor. Con un par de gestiones y averiguaciones, acudimos al mostrador de Atención al Cliente en el que por fortuna -vaya suerte que tuvo el israelita- estaba la cartera con el pasaporte y el billete de avión en su interior. Del dinero nunca más se supo.
ÑIKI ÑIKI
Para pernoctar había elegido el Hotel Cotty, sin embargo, cambié mi elección de alojamiento siguiendo la recomendación de un taxista. Al parecer, este lugar es elegido por muchas parejas para dar rienda suelta a su pasión durante unas cuantas horas. El taxista no era demasiado explícito: «Pues, es así como un hotelito para estar poco tiempo». Y continuaba con las medias tintas: «Hay como mucho ajetreo yo le recomendaría que fuera a otro». ¿No es más fácil decir que es un hotel en el que las parejas van a hacer ñiki ñiki?
Así que nos dirigimos no muy lejos de allí, al Hostal Punta Allen. Como me esperaba, mi «amable» conductor se llevó su correspondiente parte del pastel -comisión- por traer a un turista. Al final más hubiese valido hotel desconocido que bueno por conocer. El hostal tenía un precio sangrante -45 dólares-, un aire acondicionado que metía más ruido que un martillo neumático y era un horno crematorio. Lo único bueno que tenía era el restaurante Vagamundos, ubicado en sus bajos y propiedad de una estilista mexicana de renombre. Sus paredes estaban repletas de fotografías de la dueña en infinidad de lugares del planeta, entre ellos mi punto de destino: Bahía Lapataia (Tierra del Fuego). Al día siguiente cargué con mi mochila, guitarra y maleta y me trasladé al Hotel Colonial (Tulipanes 22 con Avenida Tulum). Por 35 dólares obtenías una habitación doble con televisión por cable y aire acondicionado.
MOLE TURÍSTICA
Cancún es el enclave turístico por excelencia de México. Por un lado está la ciudad y por otro la zona hotelera con más de 22000 habitaciones disponibles para los más de 3 millones de turistas de todo el mundo que llegan cada año. Todavía quedan muestras de la devastación que ocasionó el año pasado el huracán Wilma, el ciclón más poderoso que ha afectado a México en toda su historia. Bañada por el apacible y cristalino Mar Caribe, la ciudad ofrece todo tipo de servicios y divertimentos para sus visitantes: Restaurantes, cines, conciertos, playa, gimnasios, tiendas… A diferencia de otras ciudades y estados de México, Cancún, mejor dicho su zona hotelera, refleja los beneficios -según para quien- del turismo en sus calles perfectamente asfaltadas e iluminadas, resorts de lujo a pie de playa, centros comerciales gigantescos…
Personalmente no soy nada amante de los lugares turísticos a lo bestia por lo que lo mejor era pirarse lo más pronto posible. Tomé un autobús de Oriente -segunda clase- rumbo a Pisté, pequeño pueblecito ubicado a poco más de 3 kilómetros de las ruinas de Chichén Itzá. El viaje resultó un tanto infernal. Hicimos cientos de paradas en municipios escuchimizados. Todos ellos tienen atravesados en su calle principal decenas de topes -guardias tumbados- que son un verdadero incordio. Cada vez que se pasa sobre ellos parece que a uno le están agitando como a un tetra brik de zumo. Los topes son a México lo que las rotondas a Pamplona. Una plaga. Como viene siendo habitual, seguí las indicaciones de la Lonely Planet y busqué alojamiento en la Posada Olalde. Atención al mural que fotografié de este hospedaje con una particular traducción del inglés. ¿Aceptamos la expresión tranquil setting como «lugar tranquilo»?
CENOTE IK KIL
No se trata ni de un restaurante ni de la mayor cena jamás cocinada. La península de Yucatán está llena de estos fantásticos depósitos de agua y cavernas que se inundaron durante la última glaciación, para convertirse en verdaderas cápsulas del tiempo en las que se pueden observar increíbles estalactitas y estalagmitas, además de ser la principal fuente de agua dulce de la región, pues en la superficie no hay ríos y toda el agua proviene del subsuelo.
Ik Kil está localizado en un parque eco arqueológico a pocos kilómetros de Pisté. Su Cenote Sagrado Azul es espectacular. Se encuentra a 26 metros del suelo y está rodeado de espesa vegetación y aguas cristalinas ideales para nadar.
Piscina natural
Los cenotes varían en su forma y tamaño según donde se ubican. Pueden ser tan dispares como esos hundimientos que los hacen posibles: los hay abiertos a manera de lago u ojo de agua; los semiocultos en cavernas; los cerrados que por lo general tienen algunas aberturas por donde se filtra la luz del sol; y algunos a los que solo es posible acceder después de una caminata por pasillos subterráneos. Ik Kil es del primer tipo.
Cenote Sagrado Azul
Se calcula que en el Estado de Yucatán hay más de 2500 cenotes, aunque al parecer hay infinidad sin catalogar por lo que esta cifra puede ascender a cerca de 6000. Si a éstos les sumamos los 2500 que hay en el vecino estado de Quintana Roo, nos dan un total de 10.000 en toda la península. Pero… ¿a qué había venido yo? Pues a pegarme un buen chapuzón.
¿Probamos que tal está el agua?
A veces tengo la impresión de que nací con un pan debajo del brazo. Hace falta tener suerte para llegar y encontrarme el cenote completamente vacío. Si obviamos al vigilante. El agua estaba fresquita y plagada de pequeños pececitos negros. Sobre esta piscina natural caen además un par de cascadas y cientos de raíces de más de 20 metros cuelgan desde el exterior hasta tomar contacto con el agua. Un paraje inolvidable. El segundo chapuzón, ejecutado desde la parte más alta de la que se puede saltar, tocaba brindarlo a la «Ruta Panamericana».
Al agua Josus
En la superficie, el lugar está equipado con todo tipo de servicios: Restaurante con buffet a 120 pesos por persona, duchas, baños, tienda de souvenirs así como un puestecito para alquilar toallas y salvavidas. También por lo que parece se puede alquilar una de las preciosas cabañas que hay a lo largo del camino Para acceder al cenote hay que bajar por unas largas escaleras que conducen a la base de éste. En el camino hay un par de balconcitos desde los que apreciar este regalo de la naturaleza.
Vista superior del cenote
La entrada cuesta 60 pesos y abre a diario de 8 de la mañana a seis a 18:00 horas. Para otro viaje queda pendiente visitar algunos de los cenotes más importantes de Yucatán: Cuzamá, Dztnup, Xlacah, Lukunchán (cenote tierno), X-Azul (niña azul), Mumundzonot (pequeño lodazal) y Sac-nicté (flor blanca). Una ruta ineludible.
CHICHÉN ITZÁ, ENCANTO MAYA
Pisté, mi centro de operaciones, es un pueblecito pequeño carente de interés. La carretera lo atraviesa de un lado a otro sin siquiera inmutarse. En esta arteria principal abundan decenas de restaurantes caseros que no sé ni si tendrán permiso de venta al público. Muchos de ellos ofrecen platos económicos de la gastronomía yucateca así como un riquísimo pollo asado con arroz, tortillas y cebolla al carbón. Para ir a las ruinas de Chichén Itzá se puede ir en un colectivo que sale de la plaza del pueblo y te deja en la carreterita de acceso al complejo o bien tomar un taxi por 25 pesos. Si tienes la suerte de poder visitar las ruinas en domingo, en lugar de pagar 95 pesos, pagarás 50. El precio incluye el espectáculo de luz y sonido que se realiza cada día a las 19 horas en invierno y una hora más tarde en verano.
El nombre de Chichén-Itzá significa en maya «en la orilla del pozo de los itzáes». Es uno de los lugares más visitados y controvertidos del mundo Maya. Su historia y su cronología todavía a día de hoy es un verdadero rompecabezas. Declarado Patrimonio de la Humanidad en 1988, este complejo arqueológico combina grandeza histórica y naturaleza. Antes de visitar este impresionante complejo arqueológico conviene aprovisionarse de un buen sombrero, un par de litros de agua, algo de comida y crema para el sol. Nada más entrar uno se topa con su estructura más importante: El Castillo. Desde hace un tiempo se ha prohibido subir a lo más alto debido al daño que estaba generando el turismo.
El Castillo
La Pirámide de Kukulcán -Quetzalcóatl para los aztecas-, con sus más de 30 metros de altura, es la construcción más imponente. Los números de sus medidas están relacionados con las cifras del calendario solar maya. Por ejemplo, 91 escalones multiplicado por sus cuatro lados nos da un total de 364, más el templo de la plataforma superior hacen 365, los días del año. En este edificio se plasma la exactitud del profundo conocimiento de los mayas.
Pirámide de Kukulcán vista desde el Grupo de las Mil Columnas
En El Castillo, como en muchas otras construcciones mayas, aztecas y teotihuacanas, se da un curioso fenómeno acústico. Si uno se coloca frente a la pirámide, alineado con el centro de la escalera, y grita o da una palmada se escucha como eco un chillido agudo similar al emitido por un ave. Por otro lado, si una persona se encuentra de pie en la plataforma superior -actualmente imposible-, donde se encuentra el templo del castillo, al hablar con voz normal puede ser escuchado con claridad por los que están a nivel de la tierra a gran distancia.
Vista sur de El Castillo
Frente al Castillo está la Plataforma de Venus. Desde ahí a través de un sacbeoob -más conocido como sacbé- (calzada maya elevada hecha de piedra cálcica) de 300 metros en dirección norte se accede al Cenote Sagrado. En 1900 Edward Thompson, profesor de Harvard y cónsul de los Estados Unidos en Yucatán, compró por 75 dólares la hacienda en la que se hallaba Chichén Itzá. Intrigado por las leyendas sobre jóvenes doncellas que fueron arrojadas al cenote en honor de las deidades mayas, Thompson decidió dragarlo, y de sus aguas salieron huesos humanos, así como joyas de oro y de jade de todas partes de México y de lugares distantes, como Colombia. Gran parte de estos objetos se encuentran en el Peabody Museum de Harvard, aunque muchas piezas han sido devueltas a México.
Cenote Sagrado
El paseo por Chichén Itzá, sin demasiado detenimiento, viente a durar cerca de 6 horas. Todavía nos queda por ver el Grupo de las Mil Columnas formado por el Templo de los Guerreros, Templo de Chac-Mool, Templo de las Grandes Mesas y el Baño de Vapor. Más allá, en dirección sur, uno se topa con el Cenote Xtoloc, El Osario, El Caracol -también conocido como Observatorio-, el Edificio de las Monjas, una estructura llamada La Iglesia que curiosamente tiene un pene esculpido (a ver si lo encuentras) en uno de sus relieves o el Templo de los Tableros Esculpidos.
Quien no ha oído hablar a estas alturas de las famosas 7 maravillas del mundo: Pirámides de Gizeh, Jardines Colgantes de Babilonia, Templo de Artemisa en Efeso, Estatua de Zeus, Mausoleo de Halicarnaso, Faro de Alejandría y el Coloso de Rodas. De ellas solamente quedan en pie las pirámides de de Gizeh. Para aquellos que no lo sepáis el próximo mes de julio de 2007 se anunciarán en un gala retransmitida por televisión para todo el planeta, las nuevas 7 maravillas del mundo.
Chichén Itzá se encuentra nominada, entre 21 finalistas, para ser una de las nuevas 7 maravillas modernas. Si quieres votar por ella puedes hacerlo a través de la web New 7 Wonders. En mi ruta panamericana quedan muchas maravillas más por descubrir. ¿Te animas a seguirme? Próximo destino: Cobá.
Antes de abandonar México me quedaban de camino, en el Estado de Quintana Roo, dos importantes ruinas de la Riviera Maya: Cobá y Tulum. Me levanté muy pronto por la mañana para ir andando a la estación de autobuses de Pisté donde tenía que coger a las 7:30 el autobús que me llevaría a Cobá. Poco más de hora y media más tarde me bajé en el pueblo, justo al lado de la Posada «El Bocadito» que hace también las funciones de paradero y salida de autobuses hacia Tulum, Valladolid, Cancún y otros destinos. No hay demasiadas opciones de alojamiento en este pequeño pueblecito así que decidí quedarme allí mismo. Cuartuchos un tanto depresivos por 200 pesos. El recepcionista-camarero intentó tangarme 50 pesos más por la noche pero esta vez no me dejé. Habiendo llegado tan temprano, hubiese sido mejor encontrar un lugar donde me guardasen el equipaje, ir a ver las ruinas y salir en el autobús de la tarde rumbo a Tulum. De eso me daría cuenta demasiado tarde.
Del pueblo al complejo arqueológico, situado a orillas del Lago Cobá, hay poco más de 2 kilómetros de distancia por lo que se puede ir a pie perfectamente. La entrada cuesta 45 pesos, 30 más si se pide permiso de cámara de video. Para recorrer las ruinas es preferible alquilar una bicicleta en el puesto que se encuentra pocos metros después de acceder al recinto. Creo que el precio por todo el día eran unos 30 pesos. La razón es que cada grupo arqueológico está separado por senderos de algo más de 2 kilómetros. De esta manera solventamos un poco el calor sofocante de la selva disfrutando de una leve brisa mientras pedaleamos. Si uno es más vago, por 90 pesos, un chico te lleva a visitar las ruinas en trici-taxi como un verdadero marajá.
Parking de bicis en la selva
La particularidad de Cobá, que en maya significa «aguas removidas por el viento», son los numerosos edificios monumentales y templos más pequeños ubicados en plena selva conectados entre sí por una extensa red de caminos. Estos sacbeob no sólo comunican los diferentes grupos de estructuras sino que lo hacen también con otras antiguas ciudades más lejanas como Yaxun (100 kilómetros) e Ixil (19 kilómetros).
El primer grupo que visité fue Macanxoc donde se erigen varias estelas que servían, a modo de diario pétreo, para registrar eventos importantes y que narran los logros y actividades de los gobernantes. Allí me encontré con tres andaluces que «hablaban» a limpio grito, un rasgo típico para reconocer en el extranjero a turistas españoles e italianos. Una exuberante vegetación rodea este mágico enclave con una ruidosa banda sonora en la que se mezclan silbidos de pájaros, zumbidos de insectos y el crujir de ramas en la distancia, provocado seguramente por algún mono.
Cogí de nuevo la bicicleta y descendí rumbo al Conjunto de las Pinturas, esplanada con varios edificios que recibe este nombre porque el interior del templo principal estaba completamente decorado con diversos motivos pictóricos. Allí me topé con esta gigantesca y simpática iguana tomando el sol plácidamente. Descendiendo por el sendero se llega a un cruce cuyo camino se dirige al resto de complejos de Cobá: Nohoch Mul, el Templo 10 -más conocido como La Iglesia– y un bien conservado juego de pelota.
Juego de pelota
A diferencia de otros yacimientos mayas que he visitado, las construcciones de Cobá tienen un diseño distinto del que predomina en la zona de la Riviera Maya. Los arqueólogos han descubierto muchos vínculos con la gran ciudad Maya de Tikal (Guatemala) -que visitaré en unos días-. Dicen los entendidos que los nobles y la realeza de ambas ciudades se casaban para fortalecer el poder político.
Una vez pasado el juego de pelota, te encuentras en medio del camino una curiosa pirámide de 24 metros de altura que, debido a la confluencia de decenas de saacbés, suponen que fue la puerta de entrada o centro ceremonial de esta ciudad maya. Este edificio se conoce como La Iglesia y debe su nombre a que cazadores y agricultores depositan en la actualidad ofrendas, oran y colocan veladoras ante la estela de esta construcción.
Puerta de entrada a Cobá
Una de las principales atracciones de Cobá es Nohoch Mul, la pirámide más alta en la península de Yucatán, que se levanta 42 metros sobre el suelo. Se pueden subir los 120 escalones de la pirámide para tener una increíble vista de la selva, el resto de estructuras y el lago Macanxoc al fondo. Con el calor pegajoso de mediodía el ascenso se hace muy fatigoso puesto que además la escalera esta muy dañada y es un verdadero rompepiernas. No apto para gente con vértigo. Sin embargo, todo esfuerzo tiene su recompensa: Una vista de 360 grados que se pierde en el horizonte.
Panorámica desde la Gran Pirámide
Se estima que Cobá tiene 6.500 estructuras en total de las cuales tan sólo unas pocas han sido recuperadas de la selva. Allá en lo alto de la pirámide, la única sombra que se podía obtener era entrando en el interior del minúsculo templo que la corona cuyo hedor a humedad resultaba poco agradable. El sol continuaba castigando nuestro atrevimiento aunque una nube se apiadó concediéndonos una tregua.
Iosu en lo alto de la Gran Pirámide
Para aquellos que no hayáis consultado últimamente el apartado de cobertura en diferentes medios de comunicación de la Ruta Panamericana, hace unos días publicaron un artículo en el suplemento De Viaje del Diario Reforma, uno de los más importantes de México junto con El Universal. ¡Hasta me hicieron una sesión de fotos metido en una maleta de viaje! Además me han entrevistado en el programa «Balón desastre» de Radio Marca, «Hasta aquí hemos llegado» de Radio Vitoria y «El Laboratorio» de la COPE, éste último realizado por los alumnos del Master de Radio de esta emisora. Intentaré colgar el audio próximamente.
El resto de la jornada se resume en un paseo a orillas del Lago Cobá, una comida a base de fajitas de pollo y dos coronitas, un par horas en internet y de cena unos espaguettis con tomate que me sentaron muy mal. A la mañana siguiente, con el cuerpo más revuelto que si me hubiesen centrifugado en una lavadora, tomé el autobús de Oriente de las 10:30 que hacía parada intermedia en el pueblo.
Llevo varios días que no me encuentro bien de salud y estoy algo preocupado. No parece nada grave pero hoy iré al médico para quedarme un poco más tranquilo. Puede que sea un virus que, asociado a la morriña y la tristeza que me invade a ratos, se está haciendo de rogar para ser aniquilado por mis defensas. Tomaré Actimeles de naranja por un tubo como Nicola de Gran Hermano. Como véis, al menos no he perdido el sentido del humor. Aún y todo, en el fondo estoy muy ilusionado por continuar mi aventura por Centroamérica. Próximo destino: Tulum, a tan sólo 42 kilómetros de aquí.
Hora y media más tarde de salir de Cobá entraba en la estación de autobuses ADO de Tulum. Saliendo a mano izquierda por la puerta que da a la Avenida Tulum (carretera general y principal arteria que atraviesa el pueblo), recorrí unos 30 metros hasta dar con el Hotel Maya. Por 250 pesos me ofrecían una habitación confortable con baño privado, televisión por cable y ventilador. Me pareció correcto teniendo en cuenta el estado deplorable de salud en el que me encontraba. Sólo pensaba en tumbarme en una cama cuanto antes. Al costado de este hotel hay un par hostales económicos que ofrecen desayuno gratis, internet, lockers y que son perfectos para conocer a otros mochileros: Weary Traveler Hostel (Tfno. 998 887 01 91) y el Tulum Hostel (tomando la callecita que está justo enfrente del Hotel Maya). El tiempo no acompañó. Sobre el Mar Caribe se había instalado una onda tropical que originaba en la zona tormentas esporádicas bastante potentes.
La mejor opción para disfrutar de las espectaculares playas de Tulum es alojarse en una de las centenas de cabañas que se encuentran al pie de éstas. A lo largo de 27 kilómetros de costa de finísima arena blanca y aguas color turquesa, en el tramo comprendido entre las ruinas de Tulum y el acceso a la Reserva de la Biosfera Sian Ka´an, se ofrecen alojamientos y restaurantes para todo tipo de gustos: El Mirador, Mezzanine, Papaya Playa, Posada del Sol, Hemmingway, Playa Xcanan…. Un lugar de encanto bohemio con decenas de actividades para practicar (buceo, snorkel, pesca, cenotes…) e idóneo para disfrutar de tu nidito de amor junto con tu novio/a.
Siguiendo la carretera en dirección norte rumbo a Cancún se suceden playas preciosas como Playa del Carmen o Akumal, centenares de complejos hoteleros, centros de ocio y diversión como Xel-Ha o Dolphin Discovery, maravillas de la naturaleza como Hidden Worlds donde vivir la aventura en estado puro como y secretos ocultos con más de 5 millones de años de antigüedad como Aktun Chen.
FORTALEZA EN EL PARAISO
Tulum, que en maya significa «Cerco, seto o muralla», se localiza 128 kilómetros al sur de Cancún. Este sonoro nombre se le puso a la ciudad, al parecer, por los muros que la rodean en tres de sus lados. Un precioso acantilado y el Mar Caribe sirven de cuarto lado. Desde Tulum pueblo se puede llegar al complejo arqueológico en una combi que para a lo largo de la Avenida Tulum y vale 10 pesos o bien tomar un taxi por no más de 30 pesos el trayecto. El primer medio de transporte te deja en un cruce con la pequeña carretera por la que se accede a las ruinas. Desde ahí hasta la entrada es poco más de 1 kilómetro andando. Recomiendo no tomar el trenecito que te acerca desde el mercado de artesanía que está muy cerca de las ruinas porque no merece la pena.
Para visitar las ruinas de Tulum, hay 6 cosas que no debes olvidar llevar contigo: Un sombrero o gorra, crema de protección solar, traje de baño, calzado cómodo, toalla y una botella de agua. La playa a la que se tiene acceso desde las ruinas es realmente hermosa. Un lugar perfecto para refrescarse después del tour de piedras y disfrutar del agua de Mar Caribe.
Playa junto a las ruinas
Tulúm fue un puerto mercante próspero hasta la llegada de los conquistadores españoles en 1518. Éstos quedaron sorprendidos por la belleza, tamaño y fuerza de esta antigua fortaleza construída en un risco con vista a las aguas turquesas del Caribe. A día de hoy, cada visitante que llega, entre los que me incluyo, no deja de fascinarse ante semejante espectáculo. Incluso en días oscuro y tormentosos como el que me tocó a mí. Fue una verdadera lástima no poder bañarme en un entorno tan paradisiaco.
Playita paradisíaca junto al Templo del Dios del Viento
A menos de 300 metros de la entrada, siguiendo el camino que indican las señales, se llega a una muralla con una abertura angosta que hace las funciones de puerta de acceso. Poco más allá, continuando por esta misma senda, se llega a la otra puertecita que también permite el acceso a la ciudad. Tulum cuenta con un atractivo turístico desmesurado. Es necesario recalcar que estas ruinas, de no ser por el maravilloso entorno en el que se encuentran situadas, no tendrían mayor interés del que pueden suscitar otros yacimientos arqueológicos mayas.
En riguroso orden, marcado por el mismo camino, uno se va encontrando con las diferentes estructuras que conforman Tulum. Primero la Casa del Cenote, ubicada en la parte norte del conjunto amurallado, es una prueba de la importancia que los mayas daban al culto vinculado a los cenotes. No muy lejos de ahí aparecen tres minitemplos junto al Templo del Dios del Viento, en honor de Kukulcán como Dios de los Vientos que depara las mejores vistas de El Castillo. Llama la atención la belleza de la playa que se encuentra encajonada entre este templo y el de Dios Descendente, lugar en donde seguramente atracaron en el pasado las naves mayas que comerciaban en torno a la península.
A continuación uno se topa con El Palacio, la Plataforma de la Danza y el imponente El Castillo, impresionante edificación que se erige sobre el acantilado -debió de ser una torre vigía-, brinda una majestuosa vista al océano y desde sus alturas se pueden apreciar las playas que se extienden a muchos kilómetros en ambas direcciones.
De camino hacia la salida del recinto no se puede dejar de ver el Templo de las Pinturas, cuyos frescos apenas visibles constituyen, junto con los de Bonampak, uno de los más importantes testimonios de la pintura mural maya prehispánica. Durante mi visita al complejo arqueológico tuve bastante suerte porque no cayó ni una gota. Justo al final de mi visita, cuando estaba disfrutando de la maravillosa vista que ofrece la parte posterior de El Castillo, se desató el diluvio universal.
El Castillo bajo la lluvia
Menos mal que soy un hombre precavido. Saqué el paraguas y corrí a refugiarme bajo un árbol. Creo que el video no hace justicia a la magnitud del aguacero que estaba cayendo.
Bajo una tormental tropical
El día antes de irme de Tulum conocí a dos españoles muy simpáticos, Carlos y Eva, en un cibercafé. Esta pareja de madrileños decidió dejar sus respectivos trabajos para viajar durante 4 meses por el mundo. Habían estado en Cuba y México y en unos días iban a coger un avión rumbo a La Paz (Bolivia) para conocer este país andino así como el vecino Perú. Decidimos trasladar nuestra interesante charla a una terraza cercana en la que conversamos durante largo rato sobre nuestras experiencias viajando, acompañados de unos riquísimos licuados de frutas. La ruta debe continuar. Próximo destino: Chetumal, la capital del Estado de Quintana Roo.
Aproximadamente son 380 kilómetros los que separan Tulum de Chetumal, la capital del Estado de Quintana Roo. La ciudad se convirtió en mi base de operaciones para realizar un reportaje sobre la extracción de chicle natural de la selva. Desde la estación de autobuses se puede tomar un taxi al centro por 12 pesos. Me alojé en el Hotel María Dolores (Avenida Álvaro Obregón 206, teléfono 983 205 08) por 215 pesos la noche en habitación con baño privado, televisión por cable y limpieza diaria. Si visitas Chetumal no puedes dejar de probar un sabrosísimo pollo horneado al carbón en «El Pollo Brujo», que también tiene un local en el pequeño pueblo Subteniente López, lugar en el que se encuentra el puesto fronterizo entre México y Belize. La frontera está sólo a 10 kilómetros y se puede llegar en colectivo por 8 pesos.
Después de atravesar el puesto a pie sin necesidad de mostrar identificación alguna, cruzas el puente que une ambos lados del Río Hondo (frontera natural y límite entre México y Belice) y llegas a la llamada Zona Libre. Situada en tierra de nadie, como el duty free de los aeropuertos, en sus decenas de comercios se vende tabaco, alcohol, productos de electrónica, cosméticos y todo tipo de ropa, entre otros enseres. También han edificado dos casinos para los aficionados al vicio del juego. Los precios tampoco es que sean la mayor ganga del planeta. Me compré unas zapatillas Puma por 45 euros. ¿O quizá sí? Como podéis apreciar en la fotografía, entre tantos cachibaches hasta había una toalla del Athletic Club de Bilbao. Ranedo, exportáis la garra de San Mamés hasta los confines del mundo. Estuve a punto de comprármela de recuerdo.
Frontera México-Belize
Chetumal se refresca con la brisa de su bahía y me sirve como toma de contacto con la diversidad étnica y cultural que encontraré en el país vecino. Aquí conviven en paz y armonía diversos grupos étnicos: Descendientes de los mayas, mulatos beliceños y mestizos. Los alrededores de la capital de Quintana Roo ofrecen multitud de atracciones turísticas como la bellísima Laguna de Bacalar y los siete cenotes que la alimentan. En sus aguas se practica la vela, el remo y el buceo.
Comunicado con ésta por unas venas subterráneas surge de pronto el Cenote Azul, uno de los más grandes y hermosos del estado. No muy lejos quedan algunas zonas arqueológicas como Oxtankah, Kohunlich o Dzibanche. Es una pena que una iniciativa tan interesante como el Parque Temático Rural Pueblo Chiclero, ubicado en el ejido de Chacchoben, se encuentre en decadencia. Hasta hace unos meses en él se mostraba a los visitantes los usos, costumbres y tradiciones de los antiguos chicleros. Personalmente creo que algunos de los ejidos que se dedican actualmente a la extracción de chicle deberían promover como fuente de ingresos las visitas turísticas guiadas para dar a conocer esta fascinante actividad rural.
JUNGLE GUM: EXTRACCIÓN DEL CHICLE NATURAL
Visto que no era sencillo buscar un lugar en el que me pudiesen mostrar el proceso de extracción del chicle natural, me puse en contacto con el Licenciado Manuel Aldrete, director ejecutivo de la Unión de Productores de Chicle Natural cuya sede está en Chetumal. Mantuve una entrevista con él y más tarde acompañé a Gerardo Ramírez, gerente de producción, y su ayudante Jorge Verduzco a la bodega que tienen en Felipe Carrillo Puerto para tomar imágenes de noche de varias toneladas de chicle listo para ser exportado a Japón y Corea. Todos ellos me trataron de forma excelente.
El término chicle proviene de la palabra náhuatl chictli. Se obtiene del látex del chicozapote (Manil-kara zapota), árbol de origen amazónico que habita el Gran Petén, región que cubre el sur de la península de Yucatán, el norte de Guatemala, Belice y algunas áreas de Honduras. Hace siglos, los mayas descubrieron que si se exponía el látex de esta planta al calor se convertía en una sustancia con consistencia parecida al caucho, que al ser masticada liberaba progresivamente un sabor dulce. Cuando los europeos llegaron a América, quedaron tan fascinados con el chicle, que decidieron explotar los bosques de zapote para sacarles el prodigioso látex con el fin de elaborar chicle para el comercio.
Siglos más tarde, el cambio climático, la excesiva explotación forestal, la preferencia por lo sintético de las fábricas de chicle y la oportunidad de trabajar en otros oficios redujeron drásticamente el volumen de esta actividad. De 20.000 chicleros se redujo a menos de 4000 en la actualidad -siendo optimistas-. Nada ayudó tampoco la salida al mercado de los primeros chicles elaborados a base de compuestos sintéticos derivados del petróleo, mucho más baratos y de mejores propiedades al paladar.
Manuel Aldrete y Gerardo Ramírez me remiten a Esteban Mex, encargado de la bodega de la Cooperativa de Chicle del Ejido de Noh-Bec. Tomé una combi en dirección a Andrés Quintana Roo. Allí busqué a alguien que me diera el flete (me acercase) al poblado de Noh-Bec. Me alojé en casa de Guillermo Escobar, chiclero de profesión, quien me cuenta que la época de recolección del chicle tiene lugar «entre julio y febrero, en la estación lluviosa, ya que con la humedad del ambiente la resina mana con mayor facilidad». Tengo una oportunidad única para conocer in situ el proceso de extracción del chicle natural. Os lo voy a mostrar paso a paso.
1. Monteo y campamento
Cuando se inicia la temporada, los chicleros se dirigen al «monte» (selva) para seleccionar una zona en la que haya tanto cantidad como calidad de zapotes con el fin de obtener el mayor número posible de kilos de resina. Una vez han localizado el lugar, instalan ahí un rudimentario campamento con estancias para dormitorios (varias hamacas), cocina y almacén. El campamento contará además con la ayuda de una cocinera, un aguador y un leñador; labores que en la mayoría de veces las realizan esposas e hijos de los mismos chicleros.
Algunos ejidos tienen más dificultad para acceder a la selva debido a su accidentada orografía. El caso de Noh-Bec es distinto. Situado en una amplia llanura y con una buena red de caminos, prácticamente se puede llegar a todos los lugares en motocicleta. En este medio de transporte me dirigí con Guillermo a extraer chicle natural.
Yendo a chiclear en moto
2. Extracción de la resina
Guillermo se levanta cada mañana sobre las 4:30 para poder llegar temprano a su zona de trabajo. Si quería conocer el quehacer de un chiclero no me quedaba más remedio que madrugar. Subí a su moto y recorrimos los cerca de 20 kilómetros de pistas de tierra mientras los primeros rayos de sol se asomaban por el horizonte. Una vez llegamos, dejamos la moto y nos adentramos alrededor de medio kilómetro en la espesura de la selva.
Todo trabajo necesita de herramientas.
El equipo del chiclero consta de una soga con la que se amarra al árbol, botas de plástico en las que ajusta unas pullas -variante de los crampones de alpinismo- para ascender al árbol, un machete afilado, un par de bidones con capacidad para 20 litros y varias bolsas recolectoras manufacturadas en cuero, denominadas chivos. La extracción del chicle se realiza con la técnica del picado del tronco del zapote en zig zag, cortando la corteza para no dañar el árbol. Por estos surcos que el chiclero realiza con un machete se deslizará la resina del zapote hasta el chivo durante toda la jornada. En ocasiones los chicleros recogen por la tarde la cantidad extraída del árbol -puede variar de 1 a 10 kilos- y la almacenan en un bidón para protegerla de la lluvía y la humedad. Otras veces, si no hay riesgo de tormenta, dejan que el chivo recoja todo el chicle posible hasta el día siguiente.
Extracción de la resina
Chiclear no es un trabajo carente de riesgos. En primer lugar los chicleros deben estar atentos a peligros que encierra la jungla como serpientes, plantas venenosas, insectos, mosquitos o jaguares. Por otro lado, cuando se suben al zapote llegando a alcanzar alturas superiores a 12 metros, tienen que estar muy concentrados ya que una maniobra mal realizada o un error con el machete puede acabar con sus huesos en el suelo. Estas caídas pueden provocar desde una simple fractura, invalidez parcial o incluso la muerte.
Picando el árbol de zapote
Después de 8 horas de duro trabajo, rellenamos el bidón con la resina obtenida, recogimos las herramientas y volvimos al sitio en el que habíamos dejado la moto para regresar a casa.
3. Colado del chicle
Como Guillermo no iba a cocinar su chicle hasta el domingo y yo debía proseguir mi viaje lo antes posible, acudí a casa de otro chiclero, Ángel Leyva, que con la ayuda de su mujer me mostrarían la parte más espectacular de este trabajo artesano. Antes de comenzar la cocción del chicle, mediante una especie de bolsa de rejilla se limpia la resina obtenida de impurezas tales como hojas y restos de madera que hayan podido introducirse en la bolsa recolectora.
Colando el chicle
4. Cocción: Cuajado del chicle
Una vez que colamos el chicle llega uno de los momentos claves: La cocción. Se prepara con madera del mismo zapote un fuego consistente, se coloca la paila -caldero gigante- encima y se vierte en su interior toda la resina acumulada durante una semana de trabajo. Así como la extracción se hace en solitario, esta parte del proceso se realiza generalmente en grupo, puesto que participan el propio chiclero y algún miembro de su familia. Nos ayudaron la mujer de Ángel y una de sus hijas.
Proceso de cuajado
Muchas veces hemos oído esa frase que dice «Somos lo que comemos». Lo que no sabemos a ciencia cierta es qué estamos metiendo día tras día en nuestro cuerpo y si con el paso de los años eso nos pasará factura. Quien no se acuerda de las miles de veces que tu madre o un mayor te dijo cuando eras pequeño: «No te tragues el chicle porque es malo». Ángel defiende las propiedades del chicle natural.
Chicle natural vs chicle sintético
Desde la Unión de Productores de Chicle Natural se está terminando de desarrollar una máquina en la que se pueda cocinar el chicle evitando así a los chicleros este proceso tan trabajoso en el que están expuestos a altas temperaturas durante cerca de 5 horas. Supone un gran esfuerzo físico que tiende a producir en el futuro problemas de reuma y otro tipo de dolencias. Sin embargo, los mismo chicleros parece que prefieren controlar ellos mismos esta parte del proceso para «no perder cantidad de producto final», comenta Ángel.
Terminando de cuajar
La principal función del proceso de cuajado es eliminar la humedad que porta la resina del zapote y obtener mayor pureza en el producto final. Cuando comienza a tomar un color café y expulsa una especie de aceite, ya está listo para ser retirado del fuego.
5. Proceso de enfriamiento
Durante la cocción el chicle llega a alcanzar temperaturas superiores a 150 grados por lo que es necesario enfriarlo antes de ser enmarquetado. Con el mismo palo que se ha removido durante el proceso de cuajado, se estira el chicle que contiene la paila hacia el exterior para que poco a poco alcance la temperatura ambiente.
Enfriado del chicle
Todavía deberemos continuar con este proceso por espacio de una hora más. Aquí es donde mejor se aprecia la textura elástica del chicle.
Plano cenital del enfriado del chicle
Está bien eso de mirar, entrevistar y grabar imágenes para un futuro reportaje -que por cierto resultó agotador- pero habrá que ayudar un poco ¿no?
Echando una manito
6. Limpieza de utensilios
Como todo cocinero profesional, una vez que se ha terminado de cocinar, lo primero que hay que hacer es limpiar los utensilios que se han usado. Atentos a la depurada técnica que utiliza Ángel Leyva.
Limpieza de la paila
7. Proceso de enmarquetado
Terminada la cocción y limpieza de los utensilios, antes de comenzar a hacer las marquetas o bloques de chicle, se limpia el suelo con agua y jabón. La razón de hacerlo es para no contaminar el chicle de impurezas así como evitar que se pegue. Hecho esto, se divide el chicle en montones de masa de unos 10 kilos. A continuación, se introduce en un bastidor de madera, usando de nuevo agua y jabón, para producir una hermosa marqueta de chicle.
Enmarquetado
8. Pesado, control de calidad y almacenaje
Al día siguiente, una vez que las marquetas de chicle estaban frías, las transportamos en la moto de Guillermo a la bodega de la Cooperativa de Chicle de Noh-Bec. En los ejidos que instalan campamentos, si los vehículos no pueden acceder hasta ellos, se deberá transportar la mercancía en mulas, como se hacía antiguamente.
Esteban Mex, administrador de la Cooperativa de Noh-Bec, se encarga de recibir las marquetas, pesarlas en una balanza, marcar cada una de ellas con un sello que indica su origen (Ejido y Chiclero) y las almacena en su correspondiente palet de madera. Así se lleva a cabo un control de calidad y registro de la producción de cada chiclero.
Bodega Cooperativa de Chicle Natural de Noh-Bec
Finalmente, se transporta toda la mercancía en un camión a la bodega principal en donde se guarda en costales de 70 en 70 kilos. Ya tenemos listo el chicle natural para ser exportado a países como Italia, Japón, Corea o Indonesia.
INDUSTRALIZACIÓN DE LA GOMA DE MASCAR
La Unión de Productores de Chicle Natural está construyendo una fábrica propia en la que producir chicle envasado con sabor a menta. Tuve la suerte de poder probar uno de los primeros ensayos del producto y no estaba nada mal. Creo que se nota la diferencia entre un chicle hecho con materia prima natural y los sintéticos que predominan en el mercado. Una de las marcas que presume de ser la única en México que fabrica su producto con chicle natural es Natural Gum Chicle, quienes también ofrecen diversas versiones afrodisiacas bajo nombres como Sex Gum, Extasy Gum y Love Gum.
Buceando en la historia del chicle cuenta Wikipedia que Antonio López de Santa Anna, tras haber sido depuesto del gobierno mexicano por la revolución liderada por Benito Juárez, se exilió en los Estados Unidos. Mientras vivía en Staten Island, Nueva York, se hizo llevar un cargamento de chicle natural, al que era muy aficionado. Un conocido suyo, el industrial e inventor Thomas Adams concibió el proyecto de utilizar el material como sustituto del caucho, que alcanzaba precios estratoféricos para la época.
Sin embargo, la resina del zapote era demasiado blanda para ese fin y Adams perdió grandes cantidades de dinero intentando utilizarla para hacer neumáticos de bicicleta, juguetes, botas de lluvia y máscaras. La afición del general López de Santa Anna a mascar este material cauchoso le sugirió la idea de comercializarlo como sustituto de la parafina, que la gente joven utilizaba para mascar por ese entonces. En 1869 obtuvo una patente para la goma de mascar, y dos años más tarde comenzó a comercializarla en masa bajo la marca Adams New York Chewing Gum. En 1875 tuvo la idea de mezclar el producto con jarabe de arce y regaliz para darle sabor.
El sabor de menta, tan popular actualmente, no se introdujo hasta 1880; en ese año, William White fabricó bajo la marca Yucatán la primera goma con ese sabor. Otros inventos de la época fueron la Beemans Chewing Gum, desarrollada por el médico Edward Beeman, con peptina añadida para facilitar la digestión, la goma con dentyne del dentista Franklin V. Canning (1889) y los Chiclets (chicles con cobertura de caramelo). En 1888, además, Adams fabricó la primera máquina de expendio automático de chicles.
En 1915 William Wrigley Jr, el fundador de la marca Wrigley’s, tuvo la atrevida ocurrencia de enviar por correo tres tabletas de su chicle de menta a todas las personas que aparecían en las guías de teléfonos de todas las ciudades de los Estados Unidos; el éxito rotundo de la idea le granjeó el primer lugar en ventas por mucho tiempo.
Según la Asociación Española de Fabricantes de Caramelos y Chicles, cada español consume una media de 3 kilos de caramelos y chicles al año. En la actualidad miles de marcas como Trident, Orbit, Boomer o Bubaloo inundan el mercado de golosinas. Hay chicles para el mareo, para blanquear los dientes, para dejar de fumar, de sabores marcianos como plátano y chocolate, natillas, manzana ácida… El chicle está tan pegado a nuestras vidas que no creo que nadie pueda decir que nunca se le ha pegado uno en la suela de los zapatos.
EXPERIENCIA INOLVIDABLE
Haber podido asistir a la extracción y elaboración del chicle natural y, más aún, tener la oportunidad de convivir en el Ejido de Noh-Bec con la familia Escobar ha sido algo inolvidable. No podré borrar fácilmente su hospitalidad, los frijoles picosos que compartimos en la comida, las tardes tocando la guitarra mecido en la hamaca, redescubrir de nuevo cómo se puede vivir sin ducha lavándome con un cubo de agua como cuando era bebé o hacer esfuerzos para intentar dormir en una hamaca. Este tipo de experiencias le hacen a uno valorar los lujos con los que cuenta en su vida cotidiana (cama, lavadora, seguridad social…). Me voy de México sintiendo un gran aprecio por este país y con el deseo de regresar en un futuro no muy lejano. Próxima parada: Orange Walk Town (Belize).
Finalizado el reportaje sobre la extracción de chicle en Quintana Roo, era momento de continuar viaje, dejar atrás Norteamérica -muchos discutirían en lo económico si incluir a México en esta parte del continente americano- e ingresar en Belize, el primer país de lo que se considera Centroamérica. Para ello, tomé un taxi desde el Hotel María Dolores en dirección al Nuevo Mercado Lázaro Cárdenas de Chetumal desde donde salen los autobuses para Belize. Todos ellos son viejos autocares escolares traídos de Estados Unidos en los que desde que uno se sube ya se comienza a sentir una ambiente muy caribeño. Los altavoces emiten reggaeton, raggamuffin y tiernas baladas a una imponente cantidad de decibelios.
DE FRONTERA A FRONTERA Y TE TIMO PORQUE TE TOCA
En poco más de 30 minutos de trayecto llegamos al puesto fronterizo del lado mexicano ubicado en el pueblecito Subteniente López. Días antes había estado conversando con la lugareña Marisela Lagos, propietaria del Restaurante La Frontera, situado a 5 metros de la aduana. A diferencia de fronteras como la de Tijuana (Baja California) con Estados Unidos o la que hay en Tapachula (Chiapas) con Guatemala, este puesto fronterizo tiene un constante ir y venir de coches, camiones y gente que sucede de manera escalonada. Generalmente no hay ningún problema destacable, tan sólo alguna que otra aprensión de droga. Respecto a la búsqueda de dinero rápido y fácil por parte de los narcos, Marisela sentencia: «Perro que aprende a comer huevo, ni que le quemen el hocico». Sabiduría popular.
Descendí del autobús para resolver las formalidades aduaneras con el agente de migración mexicano que me cobró 100 pesos. Todavía dudo si debía pagarlos o fue la doblada que meten al turista desinformado. Hecho esto, montamos de nuevo en el autobús, atravesamos el puente sobre el Río Hondo que marca los liíites políticos entre México y Belize, dejamos a nuestra izquierda la Zona Libre y en breve llegamos al puesto fronterizo beliceño de Santa Elena. Vuelta a bajar del bus, cargar con todo el equipaje y pasar dos controles: Revisión de pasaporte con el consiguiente sello de ingreso al país y registro del equipaje.
Es curioso como cada frontera tiene personalidad propia. En el aire vagan imperceptibles sueños, decepciones, trasiegos, alegrías, prisas, miedos… La frontera es una línea que divide pero no protege. Su lado, nuestro lado. ¿Protegerse de qué? ¿Con un muro de 3000 kilómetros? Las líneas no significan nada aunque ponen barreras a los deseos. Después de Santa Elena se suceden diversas poblaciones como Corozal (ciudad costera de atmósfera caribeña), San Pablo, Louisville y finalmente Orange Walk Town, centro social y agrícola del norte de Belize.
ORANGE WALK TOWN, PARADA Y FONDA
Nada más llegar a Orange Walk Town, cogí un taxi -no era necesario puesto que las distancias en el centro de la población son muy cortas-, saqué dinero en el Belize Bank (1 euro equivale a 2.5 dólares beliceños) y me alojé en el Hotel Akihito, regentado por la señora Lee y el señor Akihito, un matrimonio de chinorris con los que terminé haciendo buenas migas. Akihito tenía por aquellos días un problema de bronquios y se pasaba el día regurjitando flemas de manera estruendosa. Dicen que los chinos se pasan media vida escupiendo. De eso seguro que sabe más Paula, novia de mi amigo Enrique, que vive en Pekin. El hotel es limpio, tranquilo y dispone de televisión por cable lo que me salvó de la depresión más absoluta en mis días de convalecencia. Junto a la recepción había una sala con máquinas tragaperras en la que convivían especímenes humanos de toda índole: Menonitas pervertidos por el juego, mestizos, borrachos, caribeños, pseudoprostitutas… El clima resultaba apacible pero había algo sordido latente. Mucha gente subía y bajaba las escaleras que conducían a las habitaciones. Alquilaban una habitación por un espacio corto de tiempo para, como dirían en México, echar la pasión.
Desde Cobá (México) venía arrastrando náuseas y mareos esporádicos, malestar general y molestias en la zona del estómago e intestinos a los que intenté no dar importancia. Una vez instalado en Orange Walk, pasé dos días en cama con décimas de fiebre y un malestar muy desagradable por lo que decidí acudir al médico. Llamé al teléfono de atención 24 horas de mi seguro de viaje (MAPFRE) y en media hora, por medio de su delegación en Guatemala, localizaron un médico que me pudiese pasar consulta. Acudí a la Clínica del Doctor Brígido, de orígen cubano. Su atención, profesionalismo y trato han sido excelentes. Mis sospechas eran ciertas. Tenía el intestino muy inflamado. Al día siguiente me realicé un análisis de sangre, acudí a la consulta del doctor Brígido quien me confirmó que había tenido en algún momento contacto con un tipo de salmonella tifoidea. El tratamiento a seguir: Reposo, dieta estricta y antibióticos.
Frente al Hotel Akihito, el Restaurante Hong Kong ofrece 365 días al año una variada oferta de comida china. Me convertí en cliente habitual. Cuando entraba por la puerta, la chinita ya estaba ordenando en la cocina una ración de arroz blanco para el chico blancuzco y leucémico en el que me había convertido. Mi dieta se redujo a cereales, el citado arroz, litros y litros de yoghourt (Dani, no pudieron ser de Actimel como tomaba Nicola de Gran Hermano), suero oral y los últimos días algún zumo de manzana. A pesar de que había varias tienduchas en Orange Walk, encontrar un poco de jamón york envasado fue toda una aventura.
YONQUI DEL CULEBRON
En los más de dos meses que he deambulado por la República Mexicana he dormido en multitud de hostales. Muchos de ellos tenían televisión. Quitando el tiempo que dedicaba a actualizar el blog -muchas veces más de 7 horas- y las necesarias visitas turísticas, he pasado muchas horas frente al televisor. En ese tiempo he podido profundizar en la agitada situación política del país a través de programas de debate en Televisa, noticieros como Hechos de TV Azteca, el O.T. a la mexicana llamado «Academia 5» y su versión diaria «Camino a la fama» (contando el día a día de los triunfitos), cotilleo y corazoneo en «Ventaneando» o como cuidar a tu bebé en «Con sello de mujer». En Azteca 7, el otro canal que tiene la cadena mexicana a parte de Azteca 13, descubrí por qué tanta gente se considera adicta a la serie Lost. Repusieron en un maraton la primera temporada completa y comenzaron a emitir la segunda. Cuando regrese a España tendré que ponerme al día con los supervivientes del vuelo 815 de Oceanic.
Desde que estuve en Las Vegas me he dado cuenta de que tengo una facilidad pasmosa para engancharme a lo que sea. Fueron dos días tonteando con las máquinas tragaperras y su luminosa llamada no me abandona. Siempre que veo una de ellas u oigo su hipnótico sonido, la tentación sale a flote. Desde pequeño me he tragado en televisión cualquier cosa. Mis ex compañeros de piso lo saben bien. No tengo problema en reconocer que me tragué decenas de capítulos de «Al Salir de Clase» o que incluso llegué a grabar alguno de la telenovela «Cristal». En México he seguido paso a paso los capítulos de dos telenovelas de TV Azteca: «Montecristo» (La venganza de Santiago contra la familia Lombardo) y «Campeones de la vida» (La lucha por el amor entre Valentín Duarte e Isabel Chaparro con muchos matíces humorísticos). De ambas no podré ver el final. Soy un yonqui del culebrón, lo sé. Y a mucha honra.
Montecristo. Un amor. Una Venganza.
Estos días de enfermedad en la soledad de mi habitación han sido quizá los más duros de vivir en lo que llevo de viaje. Lo que no te mata, te hace más fuerte. Una experiencia que guardar en la maleta interior.
GARIFUNA SETTLEMEN DAY
La cultura Garífuna tiene influencias africanas ancestrales. Esta etnia de raza negra proviene de los esclavos que fueron traídos al Caribe por dos barcos españoles desde países de África occidental como Nigeria, Congo y Angola. Un 19 de noviembre del año 1797 fueron obligados a exiliarse de la isla de San Vicente (Honduras) y reubicarse por la costa Atlántica de Belize, Honduras, Guatemala y Nicaragua. Como nunca fueron esclavos, la mayor parte de sus tradiciones y cultura han quedado intactas hasta el presente. Aunque la mayor comunidad garífuna, conocidos tambien como Garínagu o Caribes Negros, vive al sur de Belize en ciudades como Hopkins, Punta Gorda y Drandiga, en todo el país se celebra cada 19 de noviembre el Garífuna Settlemen Day, que conmemora el asentamiento de los indios garífuna en la zona.
Los festejos comienzan el día anterior con un continuo tronar de tambores durante toda la noche a cuyo ritmo se baila por todas partes hasta el amanecer. Al día siguiente, las canoas de los lugareños se engalanan con hojas de palmera y llevan a cabo una representación de la llegada a la playa de los primeros garífunas procedentes de Honduras a principios del siglo XIX. A mediodía tiene lugar un desfile por las calles principales de cada ciudad.
Desfile de celebración
Uno de los movimientos más característicos de la cultura musical beliceña es el brokdown, una variación del calipso, género muy extendido por todo el Caribe angloparlante. Usualmente utilizan como instrumentos para el brokdown el banjo, la guitarra, acordeón y diversas percusiones, fundamentalmente el tambor. A este estilo se suman otros ritmos del país como la paranda o el puntarock, representados en el interesante sello discográfico Stone Tree Records con sede en el pueblecito fronterizo de Benque Viejo del Carmen. La punta, como se le conoce coloquialmente, se baila arrastrando los pies y moviendo frenéticamente las caderas.
Garífuna Settlemen Day
Una semana después de haber llegado a Orange Walk Town, regresé a la clínica del Doctor Brígido para revisar mi estado de salud. Me mandó hacerme de nuevo unos análisis de sangre para comprobar el nivel de defensas y la ausencia del virus. Los resultados fueron medianamente positivos. Mis defensas habían aumentado y el nivel de linfocitos estaba acercándose a lo que se considera adecuado. Mientras me termino de reponer, aprovecharé para hacer un reportaje sobre la cercana comunidad menonita de Shipyard.
Para llegar desde Orange Walk Town hasta la comunidad menonita de Shipyard hay dos formas: Tomar un autobús temprano por la mañana cerca del mercado (los horarios no son demasiado estrictos) o contratar los servicios de un taxi. Decidí optar por la segunda opción ya que seguramente iba a tener que desplazarme dentro de los campos que conforman la comunidad en busca de alguno de los líderes. Carlos García, mestizo oriundo de Orange Walk, que de vez en cuando suele hacer fletes para los menonitas, me cobró 90 dólares beliceños (37 euros) por 5 horas de trabajo. Entre Orange Walk y Shipyard hay algo más de 30 kilómetros de pura pista de tierra.
Los menonitas son un grupo elemental dentro de la diversidad étnica que tiene Belize: Hindúes, chinos, mestizos, garífunas… No son muy numerosos si lo comparamos con la población total del país pero si desempeñan un papel importante en la economía beliceña. Esta singular comunidad surge durante la reforma radical que tiene lugar en Europa durante el siglo XVI. Perseguidos durante siglos por sus creencias, los menonitas se niegan a pagar impuestos o hacer el servicio militar. Este grupo anabaptista que emigró de Holanda a Alemania y posteriormente a Prusia, hablan un dialecto propio, un amalgama arcáico mezcla del holandés con el alemán bajo que ha subsistido durante más de 400 años.
Las migraciones continuaron durante los siglos XVII y XVIII, en dirección a Norteamérica, en la zona de Pennsylvania (USA) y Manitoba (Canadá), donde continuaron fieles a su pacífico estilo de vida basado en la agricultura y la ganadería. Años más tarde, algunos de ellos emigraron a México donde fundaron varios campos en plena Sierra Tarahumara, para finalmente fundar nuevas comunidades menonitas en Belize. Alrededor de 3.000 menonitas se trasladaron a este país centroamericano en 1959. En las cercanías del Río Hondo encontraron la libertad que ansiaban tras la persecución religiosa a la que habían sido sometidos así como un lugar ideal lejos de las presiones de la sociedad moderna.
Los menonitas firmaron un tratado especial con el gobierno beliceño el cual les eximía de hacer el servicio militar y proporcionaba un sistema de impuestos prácticamente nulo que garantizaba su completa libertad para ejercer su particular forma de Protestantismo y trabajar en granjas construidas en comunidades cerradas. Poseen su propio gobierno mediante líderes a los que se denomina Ministros y son dueños de sus escuelas, bancos y negocios.
Conocí a Jacobo Peters a la salida del Restaurante Hong Kong mientras esperaba que le entregasen su comida china. El contacto resultó próspero. Quedamos en vernos en su casa del Campo 1 al día siguiente. Dicho y hecho. Una vez allí, me dirigió a dos de los líderes de Shipyard: John Dick y Jacob Wall. Recorrimos varias millas para encontrar primero a John y luego a Jacob pero se mostraron muy reacios a realizar una entrevista frente a la videocámara. Así que no me quedó más remedio que grabar imágenes de los campos, las granjas y rodar de lejos los carruajes en los que se mueven los menonitas. Son tan celosos de su imagen que ocultaban su rostro o se metían dentro de casa para no ser grabados.
Los menonitas se establecen en grandes extensiones de tierra por comunidades. En Shipyard hay 24 campos. Fundaron diversas poblaciones en los distritos de Corozal, Orange Walk y Cayo. Después de construir la carretera que conecta la comunidad de Blue Creek con Orange Walk, fundaron más tarde en los alrededores Yo Creek, Indian Creek, Little Belize y Shipyard. En el distrito de Cayo levantaron Spanish Lookout (cerca de Belmopán) y al sur de Belize, cerca de Drandiga, la comunidad de Pine Hill. Aunque viven aislados del resto de culturas de Belize, participan en la economía del país con productos y servicios indispensables. Los menonitas producen prácticamente la totalidad de productos de consumo diario del país como pollo, huevos, vegetales… No sólo son excelentes agricultores y ganaderos, tiene muy buena mano con la mecánica, ingeniería -construyen cualquier tipo de pieza- y fabrican artesanalmente cuidados muebles de madera que se venden en todo el país.
Sus vestimentas, complexión, su medio de transporte y dialecto, llaman la atención en las calles de cualquier ciudad beliceña. La mayoría de ellos tiene un aspecto semejante a rubios granjeros alemanes; los hombres ataviados con pantalones oscuros, tirantes y sombrero vaquero, las mujeres con largos vestidos muy recatados, pañuelo cubriendo el pelo y sobre éste un sombrero de ala ancha.
Mientras que los menonitas estrictos siguen creyendo que la maquinaria moderna contamina su fe, algunas comunidades ya usan motores y electricidad en sus vidas. Tanto Shipyard como Little Belize todavía mantienen su estilo tradicional rechazando el uso de vehículos y trasladándose en carruajes tirados por caballos que valen entre 3500 y 5000 dólares. Aunque, todo tiene truco. Muchos de ellos compran coches y camionetas, contratan a un mestizo como conductor y los usan para ir a la ciudad. No se vale. O todo o nada.
La globalización ha proporcionado algún que otro beneficio a los seres humanos aunque también ha ocasionado muchos problemas. En muchas comunidades indígenas han causado verdadero furor bienes de consumo como móviles, DVDs, televisión, internet… Un fenómeno que está ocurriendo en todos los rincones del planeta. Los mismos menonitas lo han sufrido. Mientras que las comunidades de Shipyard y Little Belize guerrean para frenar la invasión de «vicios» del exterior (no fuman, ni beben, no pueden jugar en casinos, ni usar teléfono, ni escuchar radio y ver televisión, tienen prohibido acudir a fiestas y bailar) y objetos de la vida moderna (tampoco conducen vehículos, salvo tractores para trabajar el campo), hay otras comunidades más progresistas como la de Blue Creek que usan teléfonos móviles, escuchan la radio y tienen sus propios coches. Cuando un menonita mantiene una relación sentimental con alguien que no lo es, directamente es expulsado de la comunidad.
El estilo de vida menonita es fundamentalmente puro y simple. Cada familia posee unas pocas hectáreas de terreno donde construyen sus casas, cosechan vegetales y trabajan en oficios como la carpintería o mecánica. Las mujeres se casan muy jovenes y cubren su cabello con una tela blanca (si es virgen y no tiene marido) o negra (si está casada) a partir de los 16 o 17 años cuando son bautizadas. Su dieta alimenticia consiste mayormente en patatas, pollo, huevos, queso, fruta y pan. La religión menonita ha sufrido varias escisiones a lo largo de la historia, principalmente diferenciados entre sí por el grado de austeridad. Una de esas facciones se transformó en los conocidos Amish.
Visitar Shipyard ha sido una experiencia gratificante. He conocido una manera de vivir basada en la austeridad, con roles perfectamente diferenciados y a mi parecer un tanto arcaíca y sectaria. Todavía sin terminar de recuperarme de la dichosa salmonella tifoidea pero con mejor estado de salud que hace 10 días, la ruta panamericana no se detiene. Próximo destino: El lujoso Lamanai Outpost Lodge, ubicado a orillas de la Laguna New River.
Lamanai Outpost Lodge (Orange Walk), BELIZE. Km. 20524
La profesión de periodista en algunas ocasiones tiene ciertos incentivos. Uno de ellos es que, con la excusa de realizar un reportaje sobre Lamanai -que no deja de ser trabajo-, obtuve unas pequeñas vacaciones pagadas en el lujoso Lamanai Outpost Lodge. Todavía no recuperado completamente de la salmonella, quedé con Carlos García, el taxista con el que viajé a la comunidad menonita de Shipyard, para que me llevase al muelle de A&R, pasado el puente de peaje sobre el New River, a unos 4 kilómetros de Orange Walk Town. Es allí donde la lancha propiedad del lodge recoge a los huéspedes que han contratado previamente alojamiento.
Los alrededores de la ciudad están plagados de inmensos campos de caña de azúcar, uno de los pilares de la economía de este distrito beliceño. La exportación de azúcar supone para Belize un 60% del total de productos agrícolas que venden en el exterior. Nada más salir de Orange Walk Town, a la izquierda aparecen imponentes las chimeneas de la Belize Sugar Industries, Ltd., fábrica que transforma cientos de toneladas diarias de caña de azúcar en azúcar para el consumo que será exportada principalmente a Europa. Más de 4000 granjeros abastecen con sus campos a esta factoría que, para producir una tonelada de azúcar, necesita de 8 toneladas de caña.
Estuve esperando algo más de una hora en el muelle de A&R hasta que llegó Greg, salvadoreño y patrón de la embarcación, al mando de una lancha con motor fuera borda. Me acompañaron en el trayecto hasta Indian Church, pueblecito situado junto al lodge, una simpática familia de gringos, incluídos los abuelos.
Rumbo al Lamanai Outpost Lodge
Desde el muelle de Orange Walk Town, subiendo 40 kilómetros por el New River se llega a la maravillosa laguna del mismo nombre en una de cuyas orillas están emplazadas las ruinas de Lamanai. En el camino pude ver una variedad de diminutos murciélagos que se camuflan en el tronco de un árbol, garzas grises, un halcón negro y algunos pajarillos autóctonos. Pasamos frente a la comunidad menonita de Shipyard de la que os hablaba el otro día y, después de cerca de una hora subiendo el cauce del New River, llegamos a la laguna del mismo nombre con el sol despidiéndose de nosotros mientras bajaba a dormir en la espesura de la selva. Poder disfrutar de un atardecer como éste no tiene precio.
Atardecer en la Laguna New River
El Lamanai Outpost Lodge está rodeado de una increíble variedad de hábitats que ofrecen la posibilidad de realizar diferentes actividades de aventura en la naturaleza.
Así puedes dar paseos nocturnos por la jungla para avistar pájaros, mamíferos e insectos, contratar una excursión en lancha con un potente foco incorporado para ver animales de noche como cocodrilos, búhos o aves, recorrer la savannah (vasta extensión de aguas pantanosas con poco menos de medio metro de profundidad repletas de juncos y cocodrilos) en un airboat -lancha con un ventilador gigante en la parte trasera- o salir después del atardecer a cazar cocodrilos para posteriormente estudiar sus dimensiones e insertarles un chip, programa científico que el lodge realiza en colaboración con la Universidad de Florida. Tuve la oportunidad de recorrer de noche la savannah en el airboat para cazar un cocodrilo pero el agua estaba demasiado alta y eso dificultaba la tarea. Estuvimos a punto de cazar un par de cocodrilos pero, muy listos ellos, lograron escabullirse.
MÁS VALE PÁJARO EN MENTE QUE CIENTO VOLANDO
El Lamanai Outpost Lodge está ubicado en un emplazamiento envidiable. A orillas de la Laguna New River y a menos de 15 minutos andando de las ruinas. Es el lugar ideal para disfrutar de un ambiente sosegado en plena naturaleza. Disponen de internet, tienda de souvenirs, un servicio atento, comida exquisita y la vista desde el embarcadero se puede calificar de sublime.
Durante una cena que compartí una de las noches con una pareja de ancianos de Las Vegas -rondaban los 75 años y llevaban 51 casados-, descubrí una singular afición de la que no tenía conocimiento. Como quien colecciona pins, sellos o muñecas; esta felíz pareja de enamorados habían dedicado toda su vida, en los períodos de vacaciones y ahora a tiempo completo con la jubilación, a avistar aves de más de 85 países del mundo. Viajan por todo el planeta buscando pájaros que no hayan visto. No los fotografían, disfrutan de su comportamiento en su hábitat natural y graban esa imagen en su memoria. Hasta el momento su lista reunía más de 7000 pajaros de las cerca de 10.000 especies que hay catalogadas en el mundo.
LAMANAI, COCODRILO SUMERGIDO
Lamanai (del maya Lama’an Ai) significa cocodrilo sumergido. La mayoría de este sitio arqueológico permanece oculto bajo la densa jungla desde mediados de los 70. Los trabajos de los arqueólogos se han centrado en investigar y restaurar las estructuras más grandes como son el Templo de la Máscara, la estructura N10-9 o Templo del Jaguar y el llamado High Temple, una pirámide de 33 metros de altura. Las ruinas están siendo excavadas muy lentamente por grupos de trabajo que viven en los pueblos colindantes de Indian Church y San Carlos. Esta ciudad maya estuvo habitada durante 3.000 años seguidos, lo que no es moco de pavo. El complejo arqueológico brinda una experiencia única para acercarse a la cultura maya y la biodiversidad del bosque tropical. También posee un pequeño museo con piezas extraídas del yacimiento. Siguiendo el camino que comienza en el museo, a ambos lados se pueden apreciar diversos tipos de plantas señaladas con carteles como el árbol de la pimienta, guanábana, tamarindo, lianas estraguladoras o los gigantescos guanacastes. Unos 200 metros hacia el norte, siguiendo el sendero de la selva, se llega al Templo de la Máscara cuya escultura representa a un hombre con un tocado en el pelo con forma de boca de cocodrilo.
Templo de la Máscara
La estructura N10-49, a la que llaman Templo Alto -como podéis ver se han estrujado mucho el cerebro para ponerle nombre-, es un espectacular edificio de 33 metros de altura que se yergue sobre la vegetación. El guía que nos acompañaba afirmó que subir era un reto físico y bajar psicológico debido a la altura e inclinación de las escaleras. Prueba superada.
Vista panorámica.
Si no logras visualizarlo pincha aquí.
Frente a esta magnífica pirámide hay un diminuto juego de pelota y muy cerca de allí la Estela 9 debajo de la cual encontraron restos de cinco niños sacrificados. El Templo del Jaguar forma parte del complejo de edificaciones residenciales de Lamanai en cuyos árboles encontré varios monos comiendo.
Monicacos
Si te aproximas demasiado a su territorio, estos simios que se alimentan de hojas, te orinan y tiran cualquier cosa que tengan al alcance de la mano.
Haciendo el macaco
PASA LA BOTELLA DE RON
A esta zona perdida en las profundidades de la selva del Gran Petén llegaron hace siglos misioneros españoles con intención de evangelizar a los mayas. Se cree que los cimientos de las dos iglesias que construyeron entre los años 1540 y 1560 se asientan sobre los restos de un templo maya que los propios indígenas fueron obligados a demoler en condición de esclavos. Años más tarde, durante la Guerra de Castas, los mayas se tomarían la revancha expulsando a los predicadores y quemando ambas iglesias. Hoy en día tan sólo quedan algunos muros en pie. Posteriormente, en 1850, los ingleses instalaron en Lamanai una fábrica de azúcar que fue traída desde Nueva Orleans por soldados confederados expatriados. Inicialmente se utilizó para moler la caña de azúcar pero poco tiempo después comenzaron a producirse miles de litros de ron. De los 200.000 litros que se obtuvieron de este licor durante su funcionamiento, 180.000 se consumieron en el propio lugar, así que no es de extrañar que aquello fuese un nido de alcohólicos emperdernidos. Murieron muchos trabajadores chinos y jamaicanos a causa de la fiebre amarilla. En 1867 los mayas cerraron la factoría durante un levantamiento triunfal contra los ingleses.
La jornada terminó con un agradable paseo en un barco-terraza del Lamanai Outpost Lodge por la Laguna New River.
Próximo destino: Belize City y algunos cayos paradisíacos.
Desde Lamanai continué mi ruta primero hasta Orange Walk Town por una pista de tierra en un 4X4 conducido por el dueño del lodge. Una vez allí desayunamos en el restaurante Juanita situado junto a la gasolinera Shell y retomamos el viaje por carretera hacia Belize City. Nos acompañaban Blanca, su relaciones públicas y una compañera de la empresa. En algo menos de 40 minutos atravesamos Ladyville, población aledaña a la capital, cruzamos el puente metálico sobre el caudaloso Río Belice que vierte sus aguas al Mar Caribe y tras callejear por el centro de la urbe me despedí de mi anfitrión en la puerta del Sea Side Guest House (Tfno: 227 83 39, Prince Street). Esta acogedora casa de huéspedes está atendido por dos simpáticas negritas, Therese y Artise. Siempre obediente y dócil, estaba su perrita Bella tumbada en la terraza del hostal. Con ambas solventé muchos momentos de soledad debido a que tuve que quedarme en Belize City alrededor de dos semanas porque la bacteria de la salmonella tifoidea volvió a aparecer de nuevo con más fuerza. Tuve que acudir al hospital de nuevo, hacerme análisis de todo tipo, tomar antibióticos de nuevo, estar ingresado un día con suero intravenoso, hacerme un ultrasonido y seguir una dieta estricta. Tanto tiempo detenido en la Ciudad de Belize ha minado mi moral bastante pero nadie dijo que fuera fácil atravesar el continente americano. En estos momentos luchan en el interior dos Iosus; el del «tengo las tripas chungas y me siento de asco» y el que dice «a mí una bacteria no me jode el viaje». Espero que gane el segundo.
Durante decenas de horas conversé con Therese sobre infinidad de temas de la vida, vimos concursos de televisión de los años 80 a los que es muy aficionada en un canal que emite concursos retro (desafortunadamente al ser en inglés no reponían «El Precio Justo»), reality shows como The Flavor of Love en el que el rapero adicto al crack de Public Enemy busca novia entre más de 20 histéricas o American Idol, el Operación Triunfo estadounidense del que salió vencedora en la primera edición Kelly Clarkson o un programa de radio de karaoke al que la gente llama para desafinar como bellacos. Así que terminamos haciéndonos amigos. Therese me decía: «Cuando te cases si me invitas a la boda iré a conocer España». Ya puede ir esperando sentada de momento.
WELCAM TO BELIZE CITY
Lo primero que llama la atención de Belize es su diversidad étnica (mestizos, criollos, garífunas, blancos, hindúes, chinos…) aunque más llamativo aún es que es el único país de Centroamérica en el que se habla inglés. Quizá debiera decir criollo porque salvo palabras sueltas que captas al vuelo, normalmente no te enteras de la mitad de lo que están diciendo. En lugar de pronunciar All Right como Ol Rai dicen algo así como Aa rait o sustituyen chikin por chicken. Una forma de hablar muy rastafari que comparten algunos países caribeños que fueron colonias británicas en el pasado: «Ya´ man, yur milioner wit tausans of dalar».
El país que conocemos actualmente como Belize fue, antes de su independencia de los anglosajones, un territorio conocido como la Honduras Británica. Su capital era la propia Ciudad de Belice (Belize City) ubicada en la desembocadura del río Belize y a orillas del Mar Caribe. Tras dejar de ser colonia británica, el gobierno regente decidió trasladar la capital a Belmopán, en el interior del país. Belize City la ciudad más grande con diferencia en un país que apenas supera los 230.000 habitantes y centro de paso obligado para el viajero se dirija hacia donde se dirija. Desde aquí se puede tomar un autobús para ir al norte y visitar Orange Walk Town, las comunidades de menonitas, las ruinas de Lamanai, el Santuario Comunitario de Babuinos (Community Baboon Sanctuary), el Santuario de Fauna de Crooked Tree (Crooked Tree Wildlife Sanctuary) y otras atracciones. También se puede tomar una lancha para ir a los cayos paradisíacos que emergen frente al arrecife de coral por toda la costa del país o tomar un autobús en dirección sur hacia las comunidades garífunas de Dangriga o Placencia para relajarse a ritmo de reggae bajo los cocoteros, la aventurera Cuenca de Cockscomb (Cockscomb Basin), la Reserva de Jaguares (Jaguar Reserve) única en el país, hasta los misteriosos sitios arqueológicos mayas como Caracol y Xunantunich.
La arteria principal de Belize City es Albert Street, un universo humano en el que conviven homeless, vendedores de fruta y discos piratas, puestos ambulantes de comida rápida, taxistas al grito de «Hey buddy, yu nid a taxi» y donde se concentra el mayor número de bancos y tiendas por metro cuadrado de todo Belize. Para acceder a la zona que se conoce como Downtown -el centro de toda la vida- se accede cruzando uno de los canales de la ciudad por el único puente manual giratorio del mundo que todavía funciona. Junto a él se encuentra la Belize Marine Terminal & Water Taxi desde la que se toman las lanchas para ir a Cayo Caulker y Cayo Ambergris y desde donde parten algunos autobuses hacia Flores (Guatemala). Dando un paseo cruzando el Swing Bridge llegas a lo que en el pasado fue el antiguo mercado principal, ahora Centro Comercial. En su interior hay algunos puestos de aspecto decadente y subiendo al primer piso se encuentra Big Dinner donde sirven uno de los rice&beans más sabrosos de la ciudad acompañado de puré de patata, ensalada, plátano frito y salsa a elegir.
Siguiendo por Regent Street en dirección hacia el muelle me topé con el bello edificio del Court House, frente al Battlefield Park. Al sur de Albert Street, dejando a mano izquierda un pequeño templo hindú, se alza la catedral anglicana más antigua de Centroamérica, St. John’s Cathedral, que fue construída en 1812 con ladrillos traídos como lastre desde embarcaciones europeas. Desde la terraza del Sea Side Guest House se podía admirar el faro de Fort George Point que se eleva sobre la entrada del puerto y fue construído con dinero donado al país por el benefactor más grande de Belize, el Barón Bliss. Su tumba se encuentra enfrente del faro que él mismo diseñó antes de fallecer.
La Ciudad de Belice, siendo franco, es bastante fea, de ahí que muchas guías de viajes recomienden pasar en ella el menor tiempo posible. Aún así hay lugares muy recomendables como el restaurante Dit´s (50 King Street) en el que sirven unos bizcochos y puddings de pan y arroz deliciosos. Brodies, en pleno Albert Street, es el supermercado con el surtido más variado de alimentos. Compré nuevas variedades de refresco para degustar como Gatorade de Mango Eléctrico -riquísimo- y Gatorade Melón -no tanto-, Fanta con sabor a piña -no estaba mal- y tres variedades muy marcianas también de Fanta: Fruit Punch, Soda Water y Root Beer.
Próximo destino: Altun Ha y el cayo Spanish Lookout.
Cerca de 16 kilómetros separan la Ciudad de Belize del cayo Spanish Lookout. Tuve la suerte de que me invitaran a pasar un par de días a cuerpo de rey en esta isla privada con la intención de grabar algunas imágenes con mi cámara de video. Entre las actividades que se pueden realizar en Spanish Lookout destacan dar un paseo en kayak por los manglares, hacer snorkel o buceo en el arrecife de coral, nadar con delfines en una laguna o avistar aves y manatíes. Spanish Lookout debe su nombre a los conquistadores españoles que utilizaron este enclave como puesto de vigilancia marítimo para controlar la posible entrada de piratas ingleses a la bahía. Esta isla de manglares posee una superficie de 187 acres y se encuentra al sur de los Drowned Cayes. En una pequeña porción de tierra ganada al manglar de manera artificial se ubica el paradisíaco Spanish Bay Resort (tfno 501 223 4526, [email protected]), compuesto por un total de 5 cabañas con 10 habitaciones, ducha de agua caliente y baño privado conectadas con la isla por un muelle. Cuando te vas aproximando al resort desde el mar en un día soleado, aparecen ante nuestra vista una fila de cabañas construidas sobre el agua verde-azulada del Mar Caribe.
El trayecto entre la capital y el cayo se hace en un barco que parte del muelle situado junto al Hotel Radisson, embarcadero propiedad de la empresa Belize Dive Connection, dirigida extraordinariamente por Teresa Parkey. Esta simpática señora es dueña de la isla. Le estaré eternamente agradecido por su desinteresada ayuda llevándome al hospital e invitándome a una noche de hotel el día previo a que me realizaran los pertinentes análisis de sangre. Son cosas que no dejan de sorprenderme en un mundo en el que muchos humanos miran solamente por sí mismos. Todavía quedan personas con corazón.
Paradise boat
Bucear es una de las actividades más interesantes que se pueden realizar. Habitualmente se ven numerosos manatíes cerca de la isla. Pececillos de todos los colores, caballitos de mar o moluscos viven entre las raíces del manglar. Especies como el tarpón y la barracuda suele acercarse a la bahía a menudo para alimentarse. El resort de Spanish Lookout está a 2 kilómetros del arrecife de coral y a unos 10 al oeste de las Islas Turneffe. Lejos del gentío de la ciudad y protegida por la barrera de coral más grande del hemisferio oeste, esta isla que posee lugares desconocidos por otros para realizar inmersiones, es parte de un ecosistema tropical único en el que conviven numerosas aves marinas.
La belleza de este cayo beliceño no tiene parangón. Toda la costa del país está plagada de estas pequeñas islas que portan nombres como Caulker, Ambergris, Espanto o Gallows Point. Paraísos perdidos a pocos kilómetros de Belize City.
Cabañas frente al mar
Prácticamente todo el cayo está formado por canales y manglares rojos en los que se puede navegar en kayak viendo diversos tipos de aves, cangrejos, peces globo y con suerte algún que otro manatí.
Después de hacer un poco de deporte, era momento de relajarse leyendo las últimas páginas de la novela de Pérez Reverte «La reina del sur» que me tenía muy atrapado y disfrutar de un espectacular atardecer solo en la terraza de la cabaña viendo la vida pasar como en una película de cine color sepia.
Silencio perpetuo
En Spanish Lookout se puede vivir una experiencia única en Belize: Nadar con cuatro delfines nariz de botella en una laguna natural del cayo. Estos mamíferos han sido entrenados por Aggie, su instructora, para quien este encuentro con los delfines es una manera de «divertirse, interactuar con ellos y comprender la importancia de proteger el océano para la superviviencia de sus habitantes«. A través del programa «The Dolphin Encounter», los entrenadores de los delfines brindan a los visitantes de Spanish Lookout primero una charla de orientación de 15 minutos acerca de la fisiología y cuidados de estos mamíferos así como algunos consejos para la conservación del océano. A continuación forman grupos de 8 personas con un entrenador asignado para adentrarse en el agua durante unos 20 minutos y nadar junto a los delfines.
ALTUN HA,A TIRO DE PIEDRA
Antes de continuar mi ruta hacia Guatemala decidí visitar las ruinas de Altun Ha, que traducido del maya significa Agua de la Roca, uno de los complejos arqueológicos mayas más visitados de Belize. Su particularidad es la gran cantidad de estructuras (500 montículos) distribuidas en un espacio relativamente pequeño (3 kilómetros cuadrados). Frente a la idea que me había hecho de un lugar con mucho atractivo, me llevé cierta desilusión. Más aún habiendo pagado por la excursión 75 dólares americanos. Una hora al norte de la Ciudad de Belice se encuentra esta ciudad compuesta por dos plazas principales. Desde una de ellas parte un sendero natural que lleva a la laguna de Altun Ha, usada en tiempos de los mayas como reserva acuífera. Se cree que esta ciudad en la que habrían vivido unas 10.000 personas fue una vez un importante centro de negocios de jade y de obsidiana.
Vista panorámica de la ciudad maya
Altun Ha se localiza al norte de Belize City tomando un desvío por la Old Nothern Highway en dirección a un pueblecito llamado Lucky Strike. Las excavaciones comenzaron en el año 1957. Cuando los arqueólogos descubrieron un pendiente increíble tallado en jade continuaron la búsqueda de más objetos. Durante los años posteriores desenterraron varios tesoros antiguos, pero ninguno tan excitante como la réplica de jade del Dios del Sol maya llamado Kirich Ahau, el objeto de jade tallado más grande del mundo maya que fue encontrado en el Temple of Masonry Altars.
La ciudad de Altun Ha se extiende sobre un área de alrededor de 64 Km². Sin embargo, el sitio de excavación en sí -con plazas, templos y pirámides cubiertas de hierba- sólo cubre un área de casi 3 Km². De hecho, si te tomas el tiempo y esfuerzo en subir a la cima del Temple of Masonry Altars, descubrirás una vista panorámica impresionante del sitio y la jungla circundante.
Si bien no hay duda de que Altun Ha fue una ciudad muy importante en su apogeo, hay muchos misterios que rodean al sitio. El más importante de estos misterios son las causas que llevaron al abandono repentino de la ciudad. Algunos piensan que la desaparición de Altun Ha fue el resultado de una rebelión violenta de campesinos. Esta teoría se basa en la evidencia de profanación de alguna de las tumbas de sacerdotes.
En estos momentos se encuentra en cartelera el documental Apocalypto dirigido por el director y actor mundialmente conocido, Mel Gibson. En él se intenta arrojar luz sobre este misterio y presentar nuevas teorías acerca del declive de Altun Ha con una mítica aventura que cubrirá la historia turbulenta de la civilización maya. Co escrita por Gibson junto a Farhad Safinia, la película entremezcla acción y aventura centralizadas en la vida de un hombre cuya existencia se ve brutalmente interrumpida por una violenta invasión. Según cuenta la sinopsis, éste «se verá arrastrado en un viaje hacia un mundo dominado por el miedo y la opresión. Gracias a un giro del destino y estimulado por el amor a su mujer y su familia, este hombre realizará lo imposible por regresar a su hogar y finalmente, salvar su existencia».
Con una necesidad urgente de cambiar de lugar y el deseo de terminar de reponerme de la maldita salmonella, tomaré un autobús desde Belize City hacia la Ciudad de Guatemala.
Casi desde el principio de esta aventura insté a aquellos que seguís la ruta panamericana a animaros a enviar vuestros propios videoiosings, un nuevo género que abre infinitas posibilidades en el mundo de los blogs. Aprovechando que hace unos días recibí uno nuevo, he decidido rescartar del baúl los escasos videoisings que participan de momento en el concurso Videoiosing: Por una ruta panamericana más freaky. ¿A qué esperas para demostrar tu creatividad como videoiosiasta?
VIDEOIOSING, CREANDO ESCUELA
La mayoría de vosotros habéis visto mis intervenciones ante la cámara y… no es que sean nada del otro mundo. Uno hace lo que puede. Sin embargo, aunque no están circulando tanto por la red como los vídeos de Where the hell is Matt, parece que entre mis acólitos creé escuela con esta nueva modalidad de videoconferencia en diferido. Para muestra, un botón.
Por orden de aparición Gonzalo, Pizá, Bea, Patri y Espinós. Como dice la canción de Amaral…«sooooon mis amigooooosssss, por encima de todas las cosaaaaaassss», así que no se lo tengáis en cuenta. Aunque, objetivamente, como creador de este singular estilo comunicativo, debéis refinar vuestro estilo en los movimientos de cámara. Los gestos y el lenguaje están más o menos correctos aunque la música de fondo que, no sé si es de Documentos TV o Informe Semanal, sobra. El artificio de utilizar una gorra como atrezzo es bastante gracioso como parodia u homenaje al inventor de este estilo.
Bea, Gonzalo y Cristina doing videoiosing
En esta segunda entrega recibida hace unos meses podemos percibir una notable mejoría en el manejo de la steadycam aunque el discurso está un tanto inconexo (Gonzalo, seguro que cuando corriges tus prácticas pones cosas de este tipo). Que os voy a decir… que sois la leche y que os quiero un montón!!!!!!.
VIDEOIOSING, SUMANDO PUNTOS
Mis amigos Gonzalo y Bea fueron ganando puntos con una participación continuada y una calidad en sus videos dignos de cualquier instalación de videoarte freak. ¿No crees que ya va siendo hora de atreverte a demostrar tus cualidades como reportero dicharachero?
Gonzalo y Bea, dos freakies en Nueva York
EL VIDEOIOSING MÁS FREAK
Compitiendo en la sección oficial recibí una nueva entrega de un refinado y un tanto perturbado videoising a cargo de Gonzalo, Pizá, Enrique, Patricia y Bea. Retransmiten vía internet su speech desde Nueva York. Aquellos que no les conozcáis, fijáos sobre todo en la chica que aparece a la derecha y sus gestos. ¡Eso es arte!
Videofreaking
Este videoiosing sin duda subió puestos como la espuma en la tabla de posiciones.
VIDEIOSING A LA SIDRA
Recordar los escasos pero memorables videoiosing es siempre un placer. Al menos para mí. Salvo que alguno de vosotros espabile y de rienda suelta a su creatividad, la lista de ganadores hasta el momento está muy clara. El ganador o ganadores se dará a conocer en un videoising desde Bahía Lapataia (Ushuaia) -si el aventurero logra pisar esas gélidas tierras argentinas-. El premio os aseguro que merece mucho la pena y… hasta ahí puedo leer.
Entra a concurso como novedad este videoiosing enviado desde Gijón (Asturias) por Gonzalo, Bea y Patricia con la participación estelar de la madre de ésta última. Un elemento que añade freakismo a la obra y la dota de una originalidad especial.
Sidra y videoiosing
Al resto de internetvidentes os animo a participar en el Concurso Videoiosing: «Por una ruta panamericana más freaky». Tan sólo tienes que enviar un video desde cualquier lugar del mundo cual reportero de un canal de televisión contando lo que te apetezca a la siguiente dirección de e-mail: [email protected]. Si tienes una cuenta en Youtube puedes colgarlo tu mismo y enviarme el link. El ganador/a/es recibirá un regalo exclusivo del aventurero Livingstone. ¡Participa, que se te va a pasar el arroz!
Tikal (Petén), GUATEMALA. Km. 22255
Con el objetivo de descansar para reponerme totalmente de la salmonella, salí desde la Marine Terminal de Belize City en un minibus de San Juan Travel rumbo a la casa de Maite, ex compañera de universidad, que vive en la Ciudad de Guatemala desde hace 6 años. Este minibus (20$ US) se dirigía primero a la ciudad de Santa Elena, en el departamento de Petén, con una parada en el puesto fronterizo de Melchor de Mencos para realizar las formalidades aduaneras. Cuando llegas a la frontera debes bajarte del autobús e ingresar en la garita de migración. Nada más descender te dan la brasa varios cambistas para que cambies los dólares beliceños que te sobran a quetzales, la moneda guatemalteca. Recomiendo llevar el dinero justo para pagar el impuesto de salida y, en caso de tener moneda beliceña sobrante, mirar en internet a cuánto está el cambio de divisas para que no te timen. Para salir de Belize hay que pagar un impuesto de 38 dólares beliceños (19$ US) y sellar posteriormente en pasaporte. Sales del edificio de migración y continúas andando hasta el puesto fronterizo guatemalteco en el que hay que pagar 4 dólares beliceños o 3$ US -que en realidad deberían de ser 2$-. Tras mucho viajar y cruzar fronteras se aprende a lidiar con los pirañas y comeorejas, fauna habitual en el límite político de dos países. Anteriormente en Belize City después de subir las maletas por la ventana -curiosa manera-, subí al vehículo y saludé al único chico que viajaba conmigo en la parte trasera.
YO: «Hola, ¿qué tal?». EL OTRO: «Bien tío, soy de Madrid ¿y tú?» YO: «Yo también, bueno en realidad soy de Pamplona» EL OTRO:«Y yo, viví allí hasta los 12 años» YO: «¿Estás de vacaciones?» EL OTRO:«Más o menos, llegué al DF hace un mes y voy hacia Tierra de Fuego» YO: «¿En serio? Yo también estoy haciendo el mismo recorrido pero empecé en Alaska hace 6 meses»
Sorpresas te da la vida. Justo el día en el que mi ánimo no andaba precisamente bien y no dejaba de sobrevolar por mi cabeza la idea de abandonar, se cruza en mi camino Javier Sarrasín, de 28 años, y con un mismo objetivo de viaje. Todo encaja como un puzzle sideral. Estuvimos conversando todo el trayecto sobre viajes, experiencias, la tierra que nos vió nacer, el amor… Tras 4 horas de viaje, Javier se bajó en Flores y yo continué mi camino hasta la estación de autobuses de Santa Elena donde debería esperar dos horas y media a la salida del autobús nocturno de Línea Dorada (35$ US) que llegaría a la capital de Guatemala aproximadamente en unas 8 horas. Ambos intercambiamos nuestro e-mail para volver a vernos un par de semanas más tarde y celebrar juntos las navidades. Durante la espera en Santa Elena un patojo (chavalito) de 8 años me enseñó su original choque de manos y resolvió sus dudas acerca de si en España hablábamos igual que en Guatemala.
Llegué a la Ciudad de Guatemala a las 6 de la mañana. Tomé un taxi por 60Qz (6€) hacia el chalet en el que vive Maite en las Villas de la Montaña. Tanto ella como Nacho, dueño de la casa y periodista español que lleva viviendo 8 años en Guatemala, me han hecho sentirme como en casa. No sabéis lo que se agradece después de meses ducharse en una ducha caliente a presión o poder cocinarte tu propia comida. El viernes asistí en su casa a una fiesta de cumpleaños en la que estuve hablando con gente simpática como el chileno Arturo que había estado en una fiesta con Madonna en Nueva York, Renato (un maestro de la cocina con una especialidad que me fascinó; gelatina de tequila), los antropólogos Tatiana y Luis que me llevaron a dar una vuelta por el centro de la capital el día en el que la marca Pollo Campero celebra con motivo de las navidades un festival de fuegos artificiales que paraliza completamente la ciudad. Nos tomamos una cerveza en el Tacos Tequila cercano a la catedral y luego fuimos a ver la zona 4 Grados Norte, donde está la Casa de Cultura de España, decenas de restaurantes y algunas librerías en las que aproveché para comprar «Hombres de Maíz» y «El señor Presidente» del guatemalteco y Premio Nobel de Literatura Miguel Ángel Asturias, «Otra vez: Diario inédito de su segundo viaje por Latinoamérica» de Ernesto Che Guevara y «Me llamo Rigoberta Menchú y así me nació la conciencia» de Elizabeth Burgos.
Tras unos días de descanso, antes de que llegara Edel a Guatemala para pasar una semana de vacaciones conmigo, decidí aprovechar los días que me quedaban para visitar Tikal y Livingston. Para ello debía regresar a Flores. Elegí el autobús de categoría lujo de la empresa ADN (Autobuses del Norte) que costaba unos 240Qz (unos 24€) y sale de la capital a las 21 horas. Me costó dormirme un buen rato aunque finalmente lo logré. Como ya me había advertido Maite, un par de horas antes de llegar a Flores, el autobús se detiene en un control de plagas para evitar que la mosca de la fruta de la costa entre en el Departamento del Petén. Resulta incómodo que te despierten a medio camino y te hagan bajar totalmente sobado del autobús con un frío que pela en el exterior. En Flores me alojé por 70 quetzales (7€) en el Hotel Petenchel, situado nada más cruzar el puente que separa la Isla de Flores de Santa Elena. Ese mismo día contraté un shuttle de ida y vuelta a Tikal por 50 Qz (5€) con San Juan Travel para el próximo día a las 5 de la madrugada.
TIKAL, LA CAPITAL DE LOS MAYAS
La noche anterior no pude dormirme hasta la medianoche. Me levanté a las 4:00 de la madrugada y, después de asearme, fui a desayunar algo en el Restaurante «Peche´s». Allí estaba desperezándose y reponiendo fuerzas con un sandwich de jamón y queso César Barbarin, viajero de mi tierra que venía desde Costa Rica en autobús y vive en el barrio pamplonica de la Chantrea. En este tipo de momentos viene como anillo al dedo esa expresión de «El mundo es un pañuelo». Decidimos visitar juntos las ruinas de Tikal.
Tikal se ubica en el departamento guatemalteco de El Petén a unos 63 kilómetros de Flores. Un rasgo muy llamativo de esta inmensa ciudad maya en comparación con lugares como Palenque, Chichén Itzá o Copán es que aún conserva el entorno selvático tal y como lo encontraron los conquistadores españoles al arribar al Nuevo Mundo. En esta selva conviven todo tipo de felinos como pumas y jaguares, tucanes, loros, pizotes y monos que saltan chillando de rama en rama. ¡Ah! y miles de mosquitos ávidos de sangre. La superficie de selva es tan extensa (576 kms2) y rica en vegetación se la denomina el tercer pulmón del mundo. El nombre «Tikal» significa «Lugar de las Voces» o «Lugar de las Lenguas» en maya, aunque los jeroglíficos usualmente se refieren a ésta como Mutal o Yax Mutal.
Para visitar la ciudad hay que llevar un calzado cómodo, provisiones de agua, algo de comida, repelente de mosquitos y un paraguas o chubasquero por si llueve. Los senderos son extensos y la posibilidad de ver animales muy alta si uno camina en silencio y está muy atento. La Gran Plaza es el corazón de esta antigua ciudad y centro de celebración de importantes acontecimientos durante cerca de un milenio. Por la envergadura de sus templos, esta metrópoli vendría a ser el Nueva York del mundo maya. El Templo del Gran Jaguar que fue construido por el rey Luna Doble Peine -¡vaya nombrecito!-.
Templo del Gran Jaguar
Frente al Templo del Gran Jaguar se alza el Templo II, conocido como de la Máscaras, que cierra la Gran Plaza por el oeste y mide 38 metros de altura. A este templo se puede subir y admirar una maravillosa vista de la Gran Plaza. Ubicado al oeste del Templo II, el Templo III, del Gran Sacerdote mide aproximadamente 50 metros y tiene un dintel tallado en madera cuyo personaje central se halla vestido con piel de Jaguar. En este mismo emplazamiento se encuentra la Acrópolis del Norte en la que me llamaron mucho la atención dos enormes máscaras recuperadas de una estructura anterior. Salvo al Templo del Gran Jaguar, está permitido subir a lo alto de casi todas las estructuras, la mayoría de ellas no aptas para gente con vértigo.
Panorámica desde el Templo V
La vista que acabáis de contemplar se ve desde el Templo V, ubicado al sur de la Acrópolis Central y que mide 57 metros de altura. Para acceder a la cima los arqueólogos construyeron unas empinadas escaleras de madera. Antes de subir uno ha de pensárselo dos veces. Continuamos la visita paseando por la Acrópolis Central, la Plaza Oeste, la Plaza de los Siete Templos, divisando por el camino árboles gigantes hasta llegar a la Pirámide del Mundo Perdido. En una de las praderas de esta zona nos topamos con una manada de extraños animales que no había visto nunca y no paraban de husmear y escarvar en el suelo: Los coatíes o pizotes.
Coatíes husmeando
Por alguna razón que a día de hoy se desconoce, la civilización maya entró repentinamente en declive y los habitantes abandonaron la ciudad para nunca volver. Dejaron sus casas y templos, emigraron a las montañas y la selva se tragó todo vestigio maya con su frondoso manto. Una de las curiosidades de este lugar es que Tikal fue usado como escenario de la base rebelde en la película Star Wars.
Pirámide del Mundo Perdido
El más alejado de la entrada principal del complejo arqueológico es el Templo IV, de las Inscripciones, que se halla ubicado al extremo sur de la calzada Méndez. Todavía en fase de excavación, en su crestería se encuentra el texto jeroglífico más largo de Tikal y una de las vistas más impactantes de toda la visita. Mide 65 metros de altura y es la estructura más alta de Tikal. Es el único lugar en el que encuentras un puestecito con refrescos y bolsas de patatas.
Templo IV
8 horas de visita, varios kilómetros recorridos y ni una gota de lluvia. Justo cuando nos íbamos comenzó a caer la gran tromba. Después de regresar agotados a Flores de nuestra visita, ambos necesitábamos sacar dinero de un cajero automático en Santa Elena así como comprar el billete de autobús para el día siguiente. Yo me dirigía a Río Dulce y César continuaba su viaje hacia Belize City. Aunque Flores y Santa Elena se encuentran muy cerca -menos de 3 kilómetros-, como estaba lloviendo tomamos un TukTuk -los llaman así, imagino, por el ruido que hace su motor-, vehículo muy popular en Guatemala y otros países latinoamericanos. Esta especie de mototaxi de tres ruedas, con asientos traseros cubiertos por una capota, es habitual en Santa Elena y Flores (Petén) así como, entre otras partes del país, en la zona del Altiplano guatemalteco.
TukTuk
César y yo cenamos juntos en un restaurante que tenía terraza con vistas a la laguna Petén Itzá y nos despedimos con un abrazo hasta la próxima vez que nos veamos en Navarra. Próximo destino: el remoto pueblo garífuna de Livingston, con escala en Río Dulce.
El miércoles 13 de diciembre tomé a las 9:30 el autobús de Línea Dorada en dirección a Río Dulce. A mi lado se sentó una familia compuesta por la abuela, padre, dos niños de unos 12 años y una niña petarda de unos 4 años. Y digo lo de petarda porque se pasó todo el viaje gritando a mi oreja cosas del tipo: «¡Pa!, ¡ta!, ¡ah!»… No le valió con no dejar dormir al personal. Tanto esfuerzo gutural, un constante chupar de bolsas de patatas y moverse más que un epiléptico tuvo como colofón una olorosa vomitona. Aquella situación me recordó al señor que se literalmente se cagó en el asiento del autobús cuando viajaba por Baja California (México). Al llegar a Río Dulce, cuando desciendes del bus, te asedian varios pesados ofreciéndote el oro y el moro en alojamientos y lanchas para Livingston. Lo mejor, como es habitual en estos casos, pasar de ellos y dirigirse al muelle. Línea Dorada hace su parada en Río Dulce frente a una farmacia. El muelle desde donde se toman las lanchas hacia Livingston queda bajando por la callecita que está justo enfrente de la farmacia. El precio que tuve que pagar por el trayecto de ida fueron 100 Qz.
NAVEGANDO RÍO ARRIBA
Este caudaloso río tiene una longitud de 42 kilómetros y sigue su curso desde el Lago Izabal por el cañon formado en la sierra de Santa Cruz hasta desembocar en el Mar Caribe. una especie de tour con paradas en los puntos más interesantes del trayecto. Después de llenar la lancha con pasajeros en diferentes embarcaderos del pueblo, nos dirigimos a ver el Castillo de San Felipe, fortaleza construida por los españoles para proteger la entrada por el Río Dulce de la piratería marítima. Los continuos ataques en el Golfo de México y las incursiones a Guatemala por esta entrada fluvial, hizo necesaria la defensa de este paso hacia el Lago de Izabal donde se encontraban las bodegas de almacenamiento de mercancías que llegaban y salían para España. Durante el siglo XVII el castillo sufrió intensos ataques de algunos famosos piratas como Diego el «Mulato», lugarteniente de Pata de Palo.
Más adelante el curso fluvial se ensancha en un lugar al que llaman El Golfete, un lago de menor tamaño que el Lago Izabal. A lo largo de todo el trayecto los márgenes están cubiertos por una vegetación frondosa entre la que surgen de vez en cuando algunas cabañas de madera construidas sobre el manglar. Por un angosto canalito entre nenúfares disfruto de la Laguna de las Flores donde se refugian pequeñas aves y alguna tortuguita. A medio camino en la margen izquierda se aprecia La Pintada, una espectacular pared vertical blanquecina plagada de graffitis y pinturas. Muy cerca de ahí, algunas veces las lanchas se detienen en un manantial de aguas termales con un intenso olor a azufre al costado del Río Dulce. Después de algo más de hora y media navegando entre grandiosas montañas, el cauce se ensancha finalmente cerca de 1.3 kilómetros en su desembocadura, lugar en el que está ubicado Livingston.
Navegando por el Río Dulce
LIVINGSTON, SUPONGO
Una de las características más interesantes de Livingston es que en este pequeño rincón de Guatemala conviven armoniosamente diferentes etnias: Los Garífunas que arribaron en el año 1802 procedentes de la isla de Roatán (Honduras), algunos hindúes llegados desde Belize, decenas de indígenas Q’eqchí descendientes de los Mayas y ladinos que engloban a grupos sociales con diferentes orígenes y cultura. Livingston es una pequeña localidad aislada en la costa del Caribe de Guatemala a la que únicamente se puede llegar por vía fluvial.
Originariamente Livingston se llamó Labuga, que en lengua garifuna significa La Boca. A principios del siglo XIX llegó a este emplazamiento situado en la margen oeste de la desembocadura del Río Dulce, un bergantín procedente de la isla de Roatán en Honduras, tripulado por Marcos Sánchez Díaz acompañado de una tripulación de raza negra. El 26 de noviembre de 1831 el gobierno de Guatemala decretó el cambio de nombre en honor de la memoria del legislador norteamericano, Eduardo Livingston, cuyo sistema penal se proponía adoptar el estado de Guatemala en aquel entonces. Livingston ha sido tradicionalmente una ciudad pequeña que en la actualidad vive de la pesca y el turismo.
Me alojé en el Hotel Henry Berrisford por 50Qz (5€). Otras opciones más baratas son el Hotel Caribe y El Viajero, en esta misma calle a la que se accede girando a mano izquierda nada más llegar al muelle. En Livingston algunas pequeñas agencias ofrecen la posibilidad de contratar diferentes excursiones para conocer los alrededores. Una de ellas es el restaurante Happy Fish (teléfono 947 0661) con quien contraté una excursión en bicicleta para ir a nadar a las pozas de 7 Altares. Otra opción a tener en cuenta es el tour operador Exotic Travel ([email protected] / teléfono 947 0049) situado dentro de Restaurante Bahía Azul en la calle principal del pueblo. En ella se entremezclan puestos ambulantes, chicas negritas que hacen todo tipo de trenzas, tiendas de abarrotes, un borracho declamando o carritos de juego en los que por 1 quetzal la apuesta participas en una especie de ruleta. Muy cerca de allí abre sus puertas cada noche el Café Ubafu, con mucho ambiente, lleno de gente local y conciertos diarios de grupos locales que tocan puntarock o paranda. Paseando por el pueblo me entregaron un folleto con información sobre el SIDA en castellano y garífuna. En él encontré ejemplos de este dialecto africano como Malagurahati que significa NO DA y Alugurahati (SI DA).
7 ALTARES
Las playas cercanas a Livingston no son nada del otro mundo. En la playa principal, la mayoría de las tardes algunos niños locales acuden a volar sus cometas mientras otros nadan entre juncos. En las afueras del pueblo destacan por su extensión Playa Quehueche que se extiende varios kilómetros a lo largo del camino hacia 7 Altares y Playa Blanca a lo largo de la costa del norte. Esta costa lamentablemente está muy sucia y llena de basura. Erick, un chaval amable que rondaba los 18 años, fue mi guía durante toda la jornada. Siguiendo el camino principal que sale de Livingston, dejamos en el lado izquierdo el colorido y caótico cementerio con un inmenso árbol en el centro que extiende sus raíces sobre algunas tumbas. Diez minutos después llegamos a un puente colgante sobre el Río Quehueche que tuvimos que cruzar a pie.
Tras 5 kilómetros de recorrido llegué con Erick a las hermosas cascadas de Siete Altares. Declaradas por la Unesco, Patrimonio de la Humanidad en 1981, se componen de un sistema de siete pozas de agua dulce y cascadas que conducen su agua al Caribe. Es un área protegida que cuenta con riqueza natural variada entre flora y fauna: Cangrejos, mariposas, peces y vida silvestre exótica en un entorno precioso. Según me contó Héctor Baltazar Arzú, señor garífuna encargado de cobrar la entrada en 7 Altares, el chamán Agustín Baltazar -intuyo que sería familiar suyo- utilizaba este bello paraje como centro místico de curación.
Acceso a 7 Altares
Es muy recomendable visitar 7 Altares una vez finalizado el invierno o tras unos días de lluvias para que el nivel de agua de las pozas esté al máximo. El horario de visita es de 8 de la mañana a 16 horas. No olvides llevar calzado para el agua o chancletas para poder caminar con más libertad entre las rocas. Yo olvidé traerlas y tuve que caminar descalzo por las piedras hasta llegar a la última poza.
Séptimo altar
Es una verdadera pena que sobre algunas piedras de este paraje ciertos desalmados hayan rayado sus nombres o expresiones como «Jesuste ama«. Nunca he comprendido que ganan con semejante atentado contra una belleza natural. Habría que ir a sus casas para llenárselas de graffitis. Esta poza que acabáis de ver tiene alrededor de 8 metros de profundidad. Se puede nadar en ella, ocultarse detrás de la cascada y darse varios chapuzones desde lo alto de la cascada. Sin duda mereció la pena pedalear durante poco más de una hora para llegar a este precioso paraje.
Verano azul
La gastronomía guatemalteca es tan rica y variada como su gente. En algunos de los restaurantes de Livingston como Buga Mama se pueden probar platos típicos de la gastronomía garífuna como el Tapado, una sopa hecha de pescado, gambas y crustáceos, servidos con pan crujiente, trozos de plátano, cocinados en leche de coco y adornado con coriandro. Otras delicias de la cocina garífuna son el casabe ereba, una especie de galleta elaborada con yuca o el rice and beans (arroz con frijol preparado con aceite de coco). Si acompañamos cualquier de estos platos con la cerveza nacional Gallo, cuyo slogan reza: «Tradición y orgullo de Guatemala», el placer de comer es irrepetible.
Tapado garífuna
El viernes 15 de diciembre tomé el autobús de Línea Dorada que llega a las 13 horas a Río Dulce para regresar a la Ciudad de Guatemala. El domingo llegará al aeropuerto internacional de La Aurora mi novia Edelweiss a la que tengo muchas ganas de ver. Con ella pasaré una semana visitando la vertiente oriental de Guatemala. Próxima parada: Antigua.
Regresé el viernes 15 de diciembre de Río Dulce a Ciudad de Guatemala para estar un día antes de que llegara Edelweiss a Guatemala. Desafortunadamente los desgraciados de Iberia -no sólo Air Madrid se lleva la palma de sinvergüenzas- habían vendido más billetes que plazas -el famoso overbooking- y perdió el vuelo directo del sábado. Por fortuna, más áun en estas fechas navideñas, lograron reubicarle el domingo en un vuelo de Iberia a Miami y de allí en otro de American Airlines a la capital de Guatemala. En lugar de 11 y media tuvo que hacer más de 20. Maite me llevó en coche a la terminal de llegadas del Aeropuerto Internacional La Aurora que está hecho un verdadero desastre por obras de remodelación y ampliación. Mientras esperaba sentí ese nerviosismo tan característico de todo enamorado que aguarda la llegada de su amada después de unos meses sin verla.
Habitualmente los shuttle, furgonetas que conectan el aeropuerto con la ciudad de Antigua, salen a menudo entre las 5 de la madrugada y las 18:30 de la tarde por un precio de 5US$. Edel llegaba a las 20:35, que por más retrasos finalmente fueron casi las diez de la noche, por lo que tuve que contratar un shuttle privado (Atitrans) que cuesta 30 dólares. Antigua, nombre que le fue acuñado por ser la antigua capital de Guatemala -concretamente Antigua Guatemala-, se ubica a unos 40 kilómetros de la capital del país. Rodeada por los volcanes Agua, Fuego y Pacaya, sufrió dos importantes terromotos a finales del siglo XVIII que destruyeron gran parte de la ciudad. Por este motivo, la Corona Española decidió cambiar la capital a un sitio más seguro, el lugar en el que se ubica actualmente la Ciudad de Guatemala. Antigua fue fundada en el año 1543 bajo el curioso nombre de Santiago de los Caballeros del Reino de Guatemala. Sus empedradas calles se distribuyen en perfecta cuadrícula acompañadas a ambos lados por edificios de arquitectura barroca española. Este precioso emplazamiento fue designado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 1979. Antigua es un lugar frecuentado los 365 días del año por muchos gringos y extranjeros de todos los puntos del planeta que acuden una temporada aquí para recibir clases de español.
Las dos primeras noches nos alojamos en la Posada de Don Rodrigo, un hotel romántico, rústico y acogedor que también tiene sede a orillas del lago Atitlán, en el mismo Panajachel. Muchas de las habitaciones (precio 122 US$) de esta posada con una antigüedad de más de 270 años disponen de chimenea, bañera y una decoración barroca sobria y cuidada. Una curiosidad: El escudo que hay en la entrada es el escudo de Toledo al que con el tiempo se agregaron otros detalles de la historia del país. Como en la mayoría de sitios de Guatemala los empleados son muy serviciales y amables. Si en España la guitarra es uno de los instrumentos nacionales, en Perú el charango o en México el guitarrón, los guatemaltecos ha adoptado la marimba con gran fervor y celo nacionalista como instrumento oficial. Originario de Indochina, fue desarrollado en África y traído al continente americano a finales del siglo XVI junto a los esclavos negros. La población de Quetzaltenango (conocida comúnmente como Xela) es uno de los centros de producción artesanal en el que se desarrollan diferentes variantes de este instrumento: marimba de piernas, marimba de tecomates, marimba simple y marimba doble. En la Posada de Don Rodrigo no podía faltar un grupo de marimberos que tocaban varias veces al día en el patio principal.
Marimberos en concierto
El Parque Central de Antigua, meollo de vendedores ambulantes, turistas, limpiabotas y habitantes fijo de esta localidad está delimitado por la Catedral de Santiago que se derrumbó casi por completo en el terremoto de 1773. Es impresionante el tamaño de esta iglesia, de la que dicen los libros que es la más grande de Centro América. En los otros costados del parque se encuentran el Palacio de los Capitanes y el Ayuntamiento. En una de sus esquinas, justo en la calle que se ve al fondo el Arco de Santa Catalina puedes encontrar &Café, donde sirven estupendas infusiones y, por supuesto, café. A pocos metros del arco destaca por su brillante colorido en días soleados la Iglesia y Convento de La Merced. Antigua es una fuente inagotable de sitios para visitar como sus más de 30 iglesias, un surtido Mercado de Artesanías, las ruinas de San Jerónimo, las catacumbas de las ruinas de la catedral y muchos otros lugares que hacen de la Antigua Guatemala una ciudad llena de magia.
La noche anterior a continuar nuestro viaje hacia el lago Atitlán, me puse malo con varias décimas de fiebre por lo que no pudimos ir a cenar al Mesón Panza Verde (5 Avenida Sur 19 / telefono 78 32 2925). Un hotel-restaurante agradable en el que por menos de 25 euros se puede degustar una cena exquisita. Y ya que hablo de comida, he de resaltar que a los habitantes de Antigua se les suele llamar cariñosamente Panzas Verdes debido a su afición a comer aguacates, fruta muy común en el departamento de Sacatepéquez. Es imposible o un pecado visitar Guatemala y no tomar un típico desayuno chapín a base de frijoles, plátano frito, arroz y huevos revueltos. Entre las delicias que pudimos probar Edel y yo estuvieron un bizcocho de banana muy rico, un puyaso -porción de carne asada muy jugosa-, fajitas de pollo y sopa azteca en Frida´s o la papa a la huancaína en el Restaurante Perú.
Desde mediados de diciembre en todo Guatemala hubo falta de escasez de efectivo debido a que se retiraron muchos billetes antiguos para cambiarlos por nuevos pero éstos todavía no habían podido ser distribuidos en la red de cajeros automáticos. Fue toda una odisea conseguir quetzales esperando largas colas en algunos bancos. Guatemala tiene fama de ser un país inseguro. Sin embargo, durante las más de dos semanas que he pasado recorriendo el país, no he sufrido ningún percance ni he tenido la sensación de que algo malo podía pasarme. Tampoco nos vamos a engañar, la posibilidad existe, aunque como en cualquier parte del planeta. Es por todos sabido el problema que existe con las maras principalmente en la capital -se dice que hay en el país más de 65.000 pandilleros-. El único incidente que nos ocurrió fue al regresar de Panajachel a Antigua en un shuttle. Después de haber pasado Chimaltenango, a pocos kilómetros de nuestro destino, nos detuvimos en una calle angosta frente a un autobús que venía por el carril contrario y se había detenido. Al parecer el conductor había dado las luces a un coche que iba delante suya demasiado lento y su propietario se enojó dejando el coche parado en el arcén. El conductor del coche y su acompañante estaban insultando al autobusero. Sin venir a cuento uno de ellos sacó una pistola y comenzó a hacer gestos de disparar contra el conductor del bus. Todo quedó en simple amenaza pero a mí se me pusieron los huevillos de corbata.
Próximo destino: Las lomas de Tzununá en el Lago Atitlán.
El martes 19 de diciembre salimos Edel y yo de Antigua en un shuttle en dirección a Panajachel, la ciudad más importante a orillas del Lago Atitlán. El conductor decidió ir por una ruta secundaria llena de curvas y un puerto infernal para evitar el gran atasco que se formaba en la carretera principal debido a las obras de ampliación de esta vía. Durante el viaje me contó que hace un par de años un shuttle de turistas fue asaltado en esta misma carretera. En el robo murió una turista española. Semanas después estos mismos asaltantes intentaron robar la recaudación de un empresario de la zona pero no contaban con que iba armado y protegido por un guardaespaldas. Ambos se liaron a tiros. De casualidad pasaba por allí una patrulla de la policía nacional quienes se sumaron al tiroteo. El resultado final fueron 8 ladrones muertos. Pero aquí no termina la historia. Al conocer la noticia los campesinos y ganaderos del valle, hartos de que estos cuatreros les robasen diariamente en sus tiendas, bajaron al lugar donde yacían los cuerpos de los maleantes, los rociaron con gasolina y les dieron fuego. Eso me hizo sentirme muy seguro durante el trayecto.
Pocos kilómetros después de dejar Antigua llegamos a un cruce de carreteras donde se asienta la ciudad de Chimaltenango. Más allá aparecen esporádicamente otros pueblecitos del altiplano guatemalteco como Patzún y Patzicia donde cada vez se hacen más presentes personas de rasgos indígenas ataviados con coloridos trajes. Muchas de las mujeres portaban una especie de paño enrollado sobre su cabeza para transportar todo tipo de productos (telas, fruta, frijoles…). Tras dos horas y media llegamos sanos y salvos a Panajachel, principal población del Lago Atitlán. Alrededor de este bello lago están diseminados una serie de pueblecitos cuyos nombres parecen tomados del santoral: Santa Cruz, San Marcos, San Pablo, San Juan, San Pedro y Santiago. Una vez cargamos con el equipaje, bajamos andando por la calle principal que lleva al lago y fuimos al embarcadero que queda en el extremo derecho del pueblo. Allí tomamos una lancha hacia las Lomas de Tzununá por 15 quetzales.
UN LAGO DE LÁGRIMAS
Cuenta la leyenda desarrollada por Leopoldo Meza que el Lago Atitlán nació hace miles de años gracias a un historia de amor. En tierras muy lejanas vivía una princesa indígena llamada Ixim, hija del Cacique Tolimán. A esa misma tribu regentada por Tolimán pertenecía Pedro el artesano. Desde siempre, Pedro amó a la princesa y ella también le correspondía en silencio. Un buen día, llegó al poblado un príncipe muy orgulloso cazador de corazones, se enamoró perdidamente de Ixim y sin tardanza la raptó. La asustada muchacha sólo logró llevar consigo a su pequeño perro. Varios soldados del Cacique los persiguieron por montes y valles hasta que se cansaron y decidieron regresar a Tolimán. Sólo Pedro el artesano siguió la búsqueda. El príncipe y la princesa cautiva se detuvieron a descansar en un valle profundo. La princesa se recostó sobre la hierba y el príncipe raptor se durmió de inmediato a su vera. La princesa pensó en sus padres, su pueblo y su amado Pedro. Lloró en silencio. Callada, tragándose con las lágrimas su amor y pena.
Del morral del gran cazador se cayó un filoso cuchillo con el que la princesa se asestó una mortal puñalada redonda como el cráter de un volcán. Su último suspiro se convirtió en flor que el viento se llevó hasta los pies de Pedro. El artesano Pedro supo entonces donde estaba su amada. Llegó al lugar pero se quedó lejos del cuerpo. Muy afligido lloró y lloró, hasta llenar el valle profundo con su llanto. En todo el valle se formó un hermoso y transparente lago. Tanto lloró que la vida se le fue en dos chorritos. Llegó la noche y del agua surgió la niebla con vientos poderosos. El ruido del viento y del agua despertaron al príncipe cazador. Al darse cuenta de lo que había pasado montó en cólera. Tomó su puñal y golpeó fuertemente al perrito que quedó inerte, como en vida, a los pies de su dueña. El cazador tenía el orgullo herido tanto lo pensó que el corazón se le convirtió en piedra y luego todo el cuerpo. Corrió la noticia por todos los pueblos de la tierra y muchos llegaron al lago para conocer a sus protagonistas. Acamparon alrededor del agua y ya nunca pensaron en regresar a su tierra pues fueron embrujados por la niebla del lago que, según cuentan los ancianos, son las almas de la princesa y de Pedro el artesano que tratan de tapar lágrimas para calmar la furia del explosivo cazador.
Atardeciendo en Atitlán
Para alojarnos en el lago Atitlán decidimos hacerlo por recomendación de mi amiga Maite en el Hotel Lomas de Tzununá dirigido por el belga Thierry y su compañera uruguaya María. Ambos trabajaron para Naciones Unidas (PENUD, Unicef…) durante los últimos 20 años y decidieron montar este precioso hotel para retirarse y criar a su hijo Lucas. A pesar de no aparecer de momento en las guías de viaje, es uno de los mejores lugares, sino el mejor, en el que uno se puede alojar si entra en su presupuesto pagar 70US$ la noche. Precio que merece la pena por las maravillosas vistas de las cabañas que tienen un gran ventanal a los pies de la cama, la amabilidad de sus dueños, la calma que se respira y la calidad del servicio y la comida. Desde Panajachel es necesario tomar una lancha por la que no debes de pagar más de 15 quetzales. Si se reserva con tiempo y se avisa al hotel pueden ir a recogerte con su propia lancha al muelle de Panajachel.
En las Lomas de Tzununá
En el lago Atitlán hay muchas actividades para hacer como ascender al Volcán San Pedro con un guía en unas 4 horas, visitar una plantación de café orgánico o perderse paseando por los pueblecitos. Nosotros nos detuvimos en primer lugar en San Marcos y deambulamos entre sus angostas callejuelas. Allí se encuentra el hotel ecológico Aaculaax que no debes perderte y un centro de meditación llamado Las Pirámides si lo que te va es la relajación del Hatha Yoga o Shaluha-Ka. Tienen programas semanales y por ciclos lunares. Volvimos al muelle y tomamos de nuevo una lancha hacia San Juan La Laguna, un pueblecito en el que la mayoría de sus habitantes de la etnia Tz´ Utujiles son artesanos o pintores. Es fascinante el colorido de sus obras. No deja de sorprenderme que gente con tan escasos recursos y una vida a mi juicio plagada de dificultades puedan crear unos cuadros con tanta vida y energía positiva.
Thierry, el dueño de las Lomas de Tzununá nos recomendó que si queríamos comprar buen café pasásemos por el Crossroads Café, en Panajachel, regentado por un espídico californiano gran conocedor de este producto y que selecciona y compra directamente a los productores del altiplano guatemalteco. Nos ofreció dos variedades de café orgánico: Hue-Hue o Pana. En cualquier ciudad del mundo uno se encuentra con carteles, dibujos o pintadas como ésta que atentan contra la ortografía del correcto español.
CHICHICASTENANGO, CUNA DEL MERCADEO
Su nombre significa «Lugar de los chichicastes» o de la «zarzas» y está ubicado en el departamento de Quiché. Para llegar a Chichicastenango desde Panajachel hay dos opciones: Tomar un shuttle por unos 12 dólares que sale a las 8 y regresa hacia las 14 horas o bien tomar un camino más complicado e incómodo con varios chicken bus (autobuses en los que vas apretado como un pollo de granja y en los que normalmente también viajan además de personas, todo tipo de aves de corral) haciendo transbordo en Los Encuentros.
En la Iglesia de Santo Tomás de esta población del altiplano guatemalteco es frecuente encontrar Chamanes (líderes religiosos) practicando originales rituales tradicionales muy llamativos para el ojo occidental. En el pasado, los conquistadores españoles no lograron cristianizar al pueblo maya y despojarlos de sus creencias religiosas, lo cual ha dado como resultado una serie de tradiciones que son mezcla de ambas corrientes religiosas. Antes existía en este lugar un templo maya que fue destruido para edificar la actual iglesia católica. Para acceder a ella hay que subir un total de 20 escalones cada uno de los cuales representan a los días del mes del calendario maya.
Otra de las cosas que llaman la atención en Chichicastenango es el colorido de su cementerio local. Según las tradiciones locales el color blanco, que simboliza pureza, se utiliza para enterrar a los padres. Las madres se entierran bajo el color turquesa que significa protección, los niños con el celeste y las tumbas de las niñas se pintan de rosado. Los abuelos son enterrados bajo el color amarillo que significa la protección del sol sobre la humanidad.
PIM, PAM, PUM
Por fortuna, nuestra visita a Chichicastenango coincidió con el último día de la celebración de la feria patronal en honor a Santo Tomás que tiene lugar entre los días 14 y 22 de diciembre. Habitualmente comienza con un desfile alegórico en el que participan las autoridades municipales. A continuación se llevan a cabo los tradicionales bailes de moros, La Culebra, el torito, los mexicanos y los convivios de hombres y mujeres. Aquel día presenciamos una tumultuosa procesión en la que cientos de habitantes ataviados con máscaras portaban estandartes y llevaban a hombros a algunos de los santos de su devoción. Uno de los actos más impresionantes de esta fiesta es el Palo Volador, rito en el cual varios indígenas se suben atados por los pies a un palo con lazos y se columpian alrededor de él a velocidades de vértigo.
En toda tradición guatemalteca no puede faltar un ingrediente primordial como la pólvora; petardos, tracas, bombetas y cohetes estallando por doquier sin medida de seguridad alguna.
A limpio petardo
El mercado de Chichicastenango es quizás uno de los más más coloridos de todo Centroamérica. Cada jueves y sábado acuden a esta localidad cientos de indígenas mayas Quiché, Mam, Ixil y Kaqchikel del altiplano para realizar ventas y compras. Como en cualquier zoco que se precie, el arte del regateo se convierte en un juego indispensable. Los puestos ofertan textiles, telas regionales, blusas de señora, máscaras de madera pintadas con colores vibrantes, diversos objetos tallados en madera, pulseras, manteles o quitapenas, pequeñas bolsitas de tela con muñequitos de hilo en su interior que, si uno las coloca bajo la almohada antes de dormir, atraparán todas las preocupaciones.
Día de mercado
El viernes tomamos de nuevo un shuttle desde Panajachel hacia Antigua, donde hicimos noche en la Posada del Hermano Pedro. A la mañana siguiente tomamos de nuevo otra furgoneta en dirección hacia el Aeropuerto de La Aurora en Ciudad de Guatemala donde Edel tomaba el vuelo de regreso a Madrid. No me gustan las despedidas, dejan un poso amargo y triste que uno debe llevar consigo hasta que el paso del tiempo diluya la tristeza por el recuerdo de días felices. Por delante todavía miles de kilómetros que guardar en la mochila y mis primeras Nochebuena y Nochevieja fuera de España lejos de la familia. Próximo destino: Copán (Honduras).
El sábado 23 de diciembre, después de despedir a Edel en el aeropuerto de Ciudad de Guatemala, regresé a casa de Maite donde había dejado algunas de mis cosas. Con ella vive Nacho, zaragozano afincado en Guatemala desde hace 7 años, quien me invitó a pasar con él mi primera Nochebuena fuera de Pamplona. Desde hace unos años siempre he bromeado con mi amigo Dani que alguna Nochebuena me iba a comer una pizza de Telepizza en lugar del tradicional cordero y cardo de mi mami. Esta ocasión se presentaba como la más adecuada dadas las circunstancias. Más aún teniendo en cuenta que esta empresa española se ha aliado con la cadena de fast chicken food Pollo Campero que según me ha dicho un pajarito pronto abrirá sucursales en España. Lamentablemente Dani, este año tampoco ha podido ser porque la morriña fue más fuerte que mi hambre de pizza. Aprovechando que en Guate hay varios supermercados de productos españoles, compré algunas delicias de la patria como jamón serrano ibérico (manjar de Dioses), boquerones en vinagre, una lata de bacalao a la vizcaína, pimientos del piquillo y chorizo pamplonica.
Desde hace años tengo cierta aversión por las fechas navideñas aunque, en esta ocasión lejos de mi hogar, eché mucho de menos a mi familia y no volví a casa como cada año hace el turrón El Almendro. A pesar de todo, Nacho y su novio Renato me hicieron sentir como en casa. Comimos turrón, bebimos vino, tuvieron el detalle de darme un regalo y disfrutamos del espectáculo de fuegos artificiales más impresionante que he visto hasta el momento en mi vida. Subidos a una colina desde la que se divisaba toda la ciudad, vi como el cielo se llenaba de destellos durante más de media hora. Miles de personas diseminadas por todos los rincones de Ciudad de Guatemala lanzaban desde la calle o la azotea de sus casas cohetes, petardos y estruendosos y coloridos fuegos artificiales sin cesar.
Antigua fue capital hasta que en el año 1773 un terremoto destruyó la mayor parte de la ciudad. Nueva Guatemala de la Asunción fue el nombre que le dieron al nuevo asentamiento que en la actualidad se divide en zonas numeradas del 1 al 16 -si la memoria no me falla-. Guate, como la llaman los lugareños, no tiene demasiadas cosas que ver. Si se dispone de tiempo merece la pena visitar el Palacio de la Cultura, la catedral, el mercado de artesanías, el Palacio Presidencial o salir de juerga por la Zona Viva donde se aglutinan decenas de hoteles, restaurantes y discotecas. En el poco tiempo que pasé en esta ciudad con fama de peligrosa e insegura y en la que se estima que viven la mayoría de los 65.000 pandilleros que calcula el gobierno guatemalteco, no tuve ningún susto. Cruzo los dedos por si acaso.
COPÁN: ESTELAS A TUTIPLÉN
Copán Ruinas es un oasis calmado que ofrece al viajero un torrente de cultura maya y frondosa naturaleza. Este pueblecito se encuentra a escasos 12 kilómetros de El Florido, puesto fronterizo que marca los límites políticos entre Guatemala y Honduras. Hay otros modos más baratos de viajar desde Ciudad de Guatemala hasta Copán Ruinas con buses locales pero decidí elegir la empresa de autobuses Hedman Alas que ofrece un excelente servicio de primera clase entre Guate y Tegucigalpa (Honduras) con paradas en Tela, La Ceiba y San Pedro Sula. Me alojé en el Hotel Copán Clásico en una habitación privada con televisión por 200 lempiras. Lo primero que me llamó la atención al entrar en Honduras es el carácter agrio de sus habitantes en contraposición con la amabilidad comedida de los guatemaltecos. Aunque seguramente me equivoque, esa es la impresión que me he llevado de este país. Entre las novedades en el apartado gastronómico degusté la Mirinda de banana cuyo sabor era pasable.
Después de recorrer los principales vestigios mayas (Chichén Itzá, Palenque, Uxmal, Tulum, Cobá…), tan sólo me quedaba pendiente una última ración de piedras: El suculento Copán. Antes de entrar en consideraciones históricas, hay que reclacar primero que la entrada a este complejo de ruinas es realmente cara si lo comparamos con otros yacimientos de Guatemala y México. Hay que pagar 15 dólares por visitar Copán y 15 más si se quiere recorrer los túneles subterráneos.
Hace más de un siglo que unos intrépidos exploradores se toparon por primera vez con las ahora famosas estelas de esta ciudad maya que había permanecido oculta por la densa selva del oeste de Honduras. La importancia principal de Copán reside en sus estelas excelentemente conservadas y la imponente Escalera de Jeroglíficos en la que queda patente que la cultura maya posee un complejo sistema de escritura que nada tiene de primitivo. Algunos arqueólogos opinan que si se les hubiera ocurrido escribir una novela, podrían haberlo hecho sin dificultad. En tercer lugar en importancia de este complejo arqueológico, se encuentra junto a la escalera de jeroglíficos el campo de juego de pelota.
Juego de pelota
La entrada al recinto arqueológico recibe al visitante con varios guacamayos apostados en la verja. Desde ahí, siguiendo por un bonito paseo flanqueado por árboles llegas a la Gran Plaza, una explanada con hierba en cuyo centro se alza una pequeña pirámide circundada por altas estelas. La mayoría de los jeroglíficos y esculturas de las estelas y altares hace referencia a 18-Conejo (¡Menudos nombres que se ponían estos mayas!), uno de gobernantes más importantes de Copán. Inicialmente los historiadores creían que las grandes ciudades como Copán eran centros ceremoniales donde sólo vivían los sacerdotes, mientras el resto de la población vivía en pequeños pueblos e iba a visitar los templos sólo cuando tenía lugar celebraciones solemnes. Sin embargo, gracias a los avances en el desciframiento de la escritura jeroglífica, se sabe que los relieves y signo tallados en las estelas hablan de importantes sucesos históricos y de la vida y hazañas de los reyes mayas cuyo retrato está labrado en las estelas.
Copán puede alardear, además, de poseer el texto labrado más largo de América: la famosa Escalera Jeroglífica. Muchos de los peldaños se han caído y sólo una porción de los más de mil 250 bloques de piedra esculpida fueron hallados en su orden original. A pesar de todo se ha conseguido ordenar lo suficiente como para saber que esta escalera fue construída por Humo Concha -el que lo bautizó era un verdadero cabrón- con el fin de conmemorar las vidas de sus antepasados.
En la actualidad las ruinas de Copán no se encuentran inmersas en una frondosa selva como sí ocurre en Tikal. Rodeada por vastos campos de maíz y tabaco, esta zona arqueológica de 120 hectáreas acoge temprano o al atardecer a docenas de venados de cola blanca que acuden a la Gran Plaza para pacer. En los cientos de árboles como gigantescos guanacastes o ceibas se posan durante todo el día una ingente variedad de aves como periquitos y tucanes.
Vista panorámica de Copán
La soledad, la nostalgia o la morriña por el jamón serrano siguen haciendo mella en mi corazón día a día. Sin embargo, la ilusión por regar mis ojos de nuevos paisajes, colores, olores y personas de momento puede más. No dejo de imaginar cada día que pasa mi regreso a España y eso me hace feliz, llegue o no a Ushuaia. Por recomendación de César, el pamplonica que conocí en Tikal, mañana tomaré de madrugada un autobús que va a La Ceiba para coger el ferry hacia la isla de Utila (Honduras). Allí tengo la intención de relajarme durante unos días, sacarme el curso Open Water PADI de buceo y celebrar mi primera Nochevieja fuera de España.
El viernes 29 de diciembre salí a las 5 de la madrugada de Copán Ruinas en el autobús que opera Hedman Ala rumbo al puerto de La Ceiba. El trayecto duró algo más de 8 horas incluyendo una parada en la peligrosa ciudad de San Pedro Sula. Una vez en La Ceiba es necesario coger un taxi para llegar al puerto (no pagar más de 50 lps si vas solo o 30 en caso de compartirlo) desde donde salen los ferrys hacia las Islas de la Bahía: Utila, Roatán y Guanaja. La forma más económica de llegar a Utila es tomar uno de ellos. Del puerto de La Ceiba salen diariamente dos compañías: Galaxy II (generalmente con destino a Roatán) y Utila Princess que cubre el trayecto hacia la más pequeña de las Islas de la Bahía. El viaje duró aproximadamente una hora y el billete costaba 300 lempiras. Fue una experiencia infernal debido al vaivén provocado por el mar agitado que terminó por hacer vomitar a medio pasaje incluido un servidor. Uno piensa en el Caribe como un remanso de calma pero a veces le gusta hacer de las suyas. A parte de eso, decidí salir fuera de la cabina para respirar aire y llegué a Utila completamente empapado y con el mareo todavía sacudiendo mi cerebro.
Para aquellos que prefieran evitar el agitado mar que habitualmente y tengan unos dólares extra en el bolsillo se puede llegar también a la isla en avión con Sosa Airlines y Atlantic Airlines. Desembarqué, recogí mi equipaje y fui en busca de Oier, pamplonica como yo y monitor de buceo en Utila que César, el chico con el que visité en Guatemala las ruinas de Tikal, me había recomendado. En su lugar estaba esperando en el muelle Santiago (alias Taito), instructor de buceo oriundo de Cataluña con el que días después me sacaría el certificado de buceo hasta 18 metros.
Esta diminuta isla tropical, perteneciente a las hondureñas Islas de la Bahía, está ubicada en el Mar Caribe a unos 29 kilómetros del puerto de La Ceiba. Tiene 11 kilómetros de largo, 4 de ancho y se encuentra rodeada de gran cantidad de arrecife y vida marina. Entre viajeros y mochileros se ha hecho famosa en los últimnos años por ser uno de los lugares más baratos y accesibles en el mundo para sacarse el certificado de buceo. Si bien en la actualidad existen lugares mucho más baratos que Utila para aprender a bucear -véase Filipinas o Tailandia-, esta isla tiene un encanto cautivador. Sabes cuando llegas pero no cuando te marcharás. Yo mismo lo viví en mis propias carnes. Llegué con la intención de estar 5 días y terminé quedándome tres semanas. Un utileño me dijo que en la isla se cumple la regla de las tres mentiras: «Mañana me voy», «esta cerveza es la última» y «te quiero». Una vez instalado, me tomé un par de días de relax absoluto. Únicamente comer, leer, escuchar música y dormir. El día de Nochevieja cenamos en Jimmy´s Place y después salimos a dar la bienvenida al nuevo año 2007 en Coco Loco, uno de los garitos de moda en la isla en el que a ritmo de house contemplamos este espectáculo de fuego.
Círculos de fuego
Remontándonos a los orígenes de la isla descubro que los indios Payas fueron al parecer sus primeros pobladores. Con el paso de los años se convirtió en Colonia Británica hasta que logró su independencia como parte de Honduras manteniendo una ecléctica mezcla de herencia británica, indígena y española. Los primeros días en Utila conocí a prácticamente todo el staff del centro de buceo Cross Creek en el que decidí quedarme. Gente cordial, amigable, divertida y que sin duda merece la pena conocer si tu destino es Utila. Compartí especialmente grandes y divertidos momentos con dos salvadoreños: Jaime alias «El tío» (Un gran discípulo al que enseñé algunas expresiones españolas que terimnó haciendo propias como»Ostia tíooooo») y Ricardo, su primo, alias «El Sobbbbetillo», excelente persona y con el que aprendí que una comida no está completa sin el correspondiente helado de postre. Aquí tenéis a Jaime el día de año nuevo deseándoos lo mejor para este 2007.
Salto al vacío
Perderse en Utila es básicamente imposible. Tan sólo hay una carretera principal que sigue la costa y en el que no hay mayor tráfico que alguna que otra moto, bicicletas, pocos coches y abundantes carro de golf, vehículo muy popular en la isla. Muchos viajeros llegan Utila para sacarse el certificado de buceo y disfrutar de la tranquilidad de una isla diminuta que cuenta con corriente eléctrica producida por un generador de gasolina y en la que únicamente existen dos bancos. Cerca del 80% de su superficie es manglar. Tan sólo tiene una montaña llamada Pumkin Hill desde donde se puede divisar toda la isla y su aledaña Roatán. Alrededor de ella existen cuevas donde según las leyendas los piratas del Caribe escondieron sus tesoros.
El fuerte de Utila no es precisamente sus playas aunque existen varios cayos colindantes en los que por 100 dólares se puede alquilar una casa para seis persona y revivir la experiencia de Robinson Crusoe en una playa privada. Sin duda, la atracción más grande que ofrece esta isla del caribe hondureño es su arrecife coralino que tristemente se está enfermando poco a poco ante la mirada impasible del Gobierno de Honduras. La isla vive casi exclusivamente del buceo con decenas de centros donde sacarse los diferentes títulos que ofrece PADI (Open Water, Advance, Dive Master…) y de lo que consumen los turistas en sus restaurantes y comercios. Yo decidí sacarme el certificado Open Water con el que puedes sumergirte hasta 18 metros de profundidad. Aunque muy manido el tópico que dice «una imagen vale mil palabras», se me hace necesario volver a sobarlo porque esta crónica está plagada de videos subacuáticos que espero no os den demasiada envidia y os pique el gusanillo por descubrir un nuevo mundo que os espera bajo el agua.
A bordo del Ulysses
Con más de 60 sitios de buceo entre los que escoger, la isla de Utila te ofrece la posibilidad de hacer inmersiones en barcos hundidos, contemplar la vida nocturna, conocer su precioso arrecife de coral y, si tienes mucha suerte, nadar junto al gigantesco tiburón ballena durante unos segundos. La isla es lugar de paso de este escualo durante su migración hacia aguas más calientes. Se mueve lentamente y no es peligroso puesto que se alimenta de zooplancton, huevos de snapper y camarón. Llega a medir entre 12 y18 metros de largo. Junto con Billy y Ester, pareja de Barcelona a quienes conocí en mi centro de buceo, salimos en busca de delfines y este tiburón durante una mañana con el barco de Utila Dive Center pero la búsqueda resultó infructuosa a medias. Encontramos una decena de delfines que nos acompañaron durante unos minutos junto al barco. También nos trajimos un mareo importante puesto que el mar estaba muy agitado.
Delfines
Cross Creek, centro de buceo regentado por el catalán Ángel Navarro, es el lugar en el que me saqué el certificado de buceo Open Water PADI por unos 240 dólares. Como profesor tuve al también catalán Santiago Solans «Taito» con el que aprendí las principales nociones (Paso de gigante, uso del regulador, diversas maniobras bajo el agua, descompresión…) de este deporte al que ya me considero adicto. Si alguna vez tenéis la oportunidad de acudir a Utila no dudéis ni un segundo en elegir esta escuela que regala junto con el curso dos buceos o 4 noches de alojamiento gratis. Pero… mejor, seguidme bajo el agua.
¡Al agua buzo!
Para saltar al agua hay dos maneras básicas; de espaldas y mediante el paso de gigante. Este paso consiste en sujetarse la máscara y el regulador con la mano derecha, mirar al frente, coger el cinturón de lastre con la mano izquierda por si fuera necesario quitárselo nada más entrar en el agua y dar un paso hacia adelante como lo daría Goliat.
Paso de gigante
La perrita que acabáis de ver se llama Rumba y es la mascota de Cross Creek. Una vez que uno está en el agua, hinchas tu jacket, revisas que el equipo esté correctamente colocado, haces lo mismo con el de compañero y tras la señal de OK, das la señal de inmersión con el dedo hacia abajo. Ahora tan sólo hay que levantar la traquea del chaleco, soltar aire y hundirse muy lentamente.
Inmersión
Dentro del agua el silencio se rompe únicamente por el ruido de las burbujas al salir del regulador de aire. Bucear es lo más cercano a la sensación ingravidez que experimentan los astronautas en un mundo en el que uno se siente diminuto e indefenso.
Luces y sombras
En los más de 20 buceos que realicé en puntos de inmersión como Black Coral, Lighthouse Reef, Diamond Cay, Airport Caves o Labarynth pude ver infinidad de especies de peces como el pez Payaso (Nemo), pez Ángel, pez Trompeta, lenguados, langostas, moluscos, cangrejos, anguilas de jardín, una tortuga comiendo un crustáceo de la que tengo un video que no he podido colgar porque es muy largo y, lo más fascinante, de todas mis inmersiones, alucinar con el vuelo pausado y perfecto del Chucho pintado o Spotted Eagle Ray.
Pedazo de raya
Los corales adoptan formas y colores que superan a la imaginación humana. Aquí tenéis un vestido de sevillana coralino y a Benjamín, dive master de Cádiz, echándose un baile con un estilo muy andaluz.
Olé y olé, Utila Olé Olé
Una máxima importante del buceo es nunca dejar de respirar. Siempre echar burbujitas por el regulador.
Regulator
A pesar de ser una pequeña isla, en ella se oculta un tesoro artístico muy particular: El bar Treetanic. Obra del estrambótico artista californiano Neil Keller, quien asegura que se ve a sí mismo»como un emperador del mundo con un sombrero de coco». Es propietario de Jade Seahorse, un restaurante con cabañas temáticas decorado con piezas originales que este artista ha elaborado con materiales obtenidos en la isla. Está ubicado en la calle Cola de Mico, a poca distancia del muelle municipal. El bar, emplazado bajo la sombra de un enorme mango, y con la forma de un antiguo barco pirata, abre todos los días y desde lo alto se puede disfrutar de una refrescante brisa y una bonita vista del pueblo de Utila. Durante los últimos 12 años, Keller, que ronda la cincuentena, ha construido esta especie de Parc Güell hondureño. Una obra de arte en constante desarrollo que todavía no ha dado por finalizada.
De mi estancia en Utila me quedo indiscutiblemente con todos esos minutos de felicidad en compañía de Billy Salisbury alias Billy Boy, Ester alias La Verdugo y Ben alias Dive Master Bennys. Con ellos pasé unos días muy divertidos. Nos terminamos llamando la pandilla de cínicos huey, en honor a Yamil, instructor mexicano de Cross Creek. Una noche tocamos Billy y yo juntos en el Treetanic. Afincado ahora en Barcelona, tiene su propio proyecto musical llamado The Undercover Hippy que os recomiendo que escuchéis. Su música y letras son geniales. Espero que esa amistad surgida en un espacio breve de tiempo perdure en los años venideros.
Las inmersiones continuaron hasta prácticamente mi último día en la isla. Lo más interesante fue descender al Halliburton, un pecio de 300 toneladas hundido a 30 metros de profundidad.
Halliburton
Aquello era como revivir los episodios submarinos del comandante Cousteau.
Comandante Cousteau
Tres semanas de relajación, ejercicio físico, lectura, noches de fiesta, conversaciones hasta altas horas de la madrugada, entrañables atardeceres, decenas de freakies locales jugando al dominó desde muy temprano hasta la madrugada y en las que he forjado alguna que otra amistad que espero perdure en el tiempo. Billy, Ester, Benito, Benjamín, Jaime, Ricardo, Gore, Taito, Ángel, Kirsten, Goio, Rumba, Paco, Iván, Jazmín, Ana, Laura, Yamil, Ivonne… os mando un abrazo fuerte a todos, incluidos aquellos que mi memoria os haya borrado momentáneamente. Próximo destino: León (Nicaragua).
Los que habéis leído la crónica de Utila habéis podido comprobar que pasé tres semanas en esta isla hondureña a cuerpo de rey. Mis últimos días de estancia conocí a tres argentinas (Jazmín, Ana y Laura) y dos españoles (Paco e Iván). Con ellos hice muy buenas migas y decidí continuar mi ruta panamericana en su compañía ya que seguía idéntico itinerario. Paco, catalán oriundo de Vilanova y con un parecido importante con el cantaor El Junco, inició su viaje en Nueva York, luego voló a Gudalajara (México) y siguió por tierra hasta Honduras. Por otro lado, Iván, valenciano, viajó a Guadalajara con intención de viajar en bicicleta por Centroamérica pero tres semanas después tuvo que venderla ya que tenía una lesión en la rodilla que le impedía seguir con ella.
Salimos en el primer ferry de las 6 de la mañana rumbo a La Ceiba donde tomamos -ya no me sale decir coger- un bus de la compañía Cristina con destino a Tegucigalpa. Llegamos por la tarde y decidimos ir paseando hacia el centro de la ciudad. Para regresar al hotel propuse que era mejor tomar un taxi pero estos dos locos prefirieron regresar a pie por calles desiertas en una capital precisamente nada segura. Como podéis comprobar, sigo vivito y coleando. A la mañana siguiente fuimos a la oficina de Tica Bus, compañía que ofrece servicio de autobús cómodo desde la frontera de México hasta Ciudad de Panamá a un precio razonable aunque más caro que los buses locales. Unas horas más tarde llegábamos al puesto fronterizo de Las Manos en el que realizamos los trámites de migración sin mayor problema. Nuestro bus finalizaba su ruta en Managua, la capital de Nicaragua, sin embargo nos bajamos en el pueblecillo de San Isidro para enlazar con un chicken bus que se dirigía hacia León. El viaje resultó ser toda una odisea sentados entre escaleras de madera, hierros, sacos de frijoles y bicicletas.
LEÓN, A RITMO DE REGGAETON
La ciudad de Santiago de los Caballeros de León, comúnmente conocida como León, tiene más de 300.000 habitantes y se encuentra situada a 70 kilómetros de Managua. Dividida por el río Chiquito que atraviesa su núcleo urbano, se respira en ella un ambiente universitario parecido al que me encontré en Morelia (México). León ha sido durante años sede intelectual del país con una universidad que se fundó en el año 1813 y que posee una de las facultades de medicina y derecho más grandes de Centroamérica.
León fue fundada en 1523 por Francisco Hernández de Córdoba, tatarabuelo de Paco -mi compañero de viaje con el que vacilamos allí ya que se llama Francisco y se apellida Hernández también- en otro emplazamiento cercano pero que tuvo que trasladarse tras la erupción del volcán Momotombo en 1610. Constantemente esta ciudad ha rivalizado en el pasado con Granada por ser la capital de Nicaragua hasta que finalmente decidieron a mediados del siglo XIX fijarla definitivamente en Managua.
Tras un viaje infernal en el chicken bus, llegamos al mercado en el que terminaba el trayecto y tomamos un taxi por 30 córdobas cada uno -en realidad con 10 era suficiente- hacia el Hospedaje Vía Vía. Nicaragua es un país precioso y sus gentes a mi juicio son las más amables y acogedoras que me he encontrado hasta el momento en toda la ruta panamericana. Allí habíamos quedado con Arik, un chico israelí que Paco se había encontrado varias veces entre México y Guatemala y que se unió a nuestro itinerario. La ciudad entera ha conservado la vieja arquitectura colonial con casas de un piso y techos de tejas. En una de sus calles me topé con la original Organización de Revolucionarios Discapacitados Comandante Che Guevara. Visitamos la barroca catedral de la Asunción de León en cuyo interior se halla la tumba del poeta Rubén Darío, considerado príncipe de las letras castellanas. Quien no recuerda esos versos de Canción de Otoño en Primavera:
Juventud divino tesoro,
Te fuiste para no volver.
Cuando quiero llorar no lloro,
y a veces lloro sin querer.
León tiene muchas iglesias. He contado hasta 35 en un pequeño mapa que me han dado en el hostal. Nuestro paseo continuó por el centro de la ciudad hacia el Parque Rubén Darío, pasamos por la iglesia de La Merced, la iglesia La Recolección cuya fachada me recordó a las iglesias barrocas mexicanas y la Iglesia El Calvario.
Alrededor de León hay otros lugares con atractivo que no tuve tiempo de visitar como los balnearios de Poneloya, los Hervideros de San Jacinto (aguas termales situadas en la base del volcán Santa Clara), el Volcán Momotombo o el Volcán Cerro Negro. Aprovechando el ambiente universitario de la ciudad, salimos una noche de marcha a la discoteca Don Señor, donde éramos los únicos turistas atrevidos bailando reggaeton y salsa y en la que probamos por primera vez las cervezas locales Victoria y Toña -deliciosas ambas- y el ron nicaragüense Flor de Caña, uno de los mejores que he probado .y eso que no me gusta el ron- y que alguien debería exportar a España.
PELEA DE GALLOS, EL FÚTBOL NICA
En Nicaragua no es válida totalmente la expresión «domingos de fútbol». Cada fin de semana, además del tradicional juego de pelota, se celebran en todos los rincones del país una de las tradiciones más antiguas; las peleas de gallos. Actualmente se contabilizan 196 galleras en todo el territorio nacional, de las cuales 46 están ubicadas en Managua. Aprovechando nuestra estancia en León, decidimos acudir a una de ellas el domingo por la tarde. En el mismo hospedaje organizaban el viaje a la gallera «La Caponera», dirigida por el leonés Pedro Bervis con quien tuve el placer de conversar y conocer de cerca los secretos de esta tradición milenaria prohibida actualmente en muchos países, entre ellos España.
Al contrario de lo que muchos piensan, los gallos requieren de un duro entrenamiento previo a la pelea y una cuidada dieta -a veces a base de dopping con inyecciones de vitaminas- y que tiene que controlar el gallero. Durante su entrenamiento reciben caricias, baños de sol, masajes, higiene, calentamientos especiales, ejercicio y mucho amor. Aunque a algunos esta tradición les resulte sangrienta, denigrante y opinen que a sus dueños lo único que les interesa es el dinero, los galleros llegan a entablar un grado fuerte de cariño con sus luchadores. Cuando pierden a uno de ellos lo entierran como todo un valiente y se emocionan recordando la última pelea de sus gallos preferidos.
El día de la pelea, sus cuidadores les dan un tratamiento especial -puede que sea su último día de vida- a sus púgiles con masajes, les recortan las plumas para darles una estética propia y les brindan una alimentación rica en proteínas. La gallera tiene una pista o cancha circular en la que se celebran los combates y a su lado varias jaulas apiladas en las que los gallos bravos de raza Assel, Hatch o Kelso esperan su turno. En los torneos que se celebran hoy en día se aplica una nueva modalidad. El juego de pico y espuela, que consiste en el uso de navajas de plástico con una longitud menor que ayuda a que la muerte de los animales sea más rápida y menos dolorosa que con las navajas tradicionales.
Los gallos españoles gozan de muy buena reputación por su bravura y garra aunque también son muy valorados los de raza cubana y asiática por los que se llega a pagar entre 200 y 10.000 dólares. Algunos galleros que se dedican profesionalmente a las peleas llegan a tener en sus corrales hasta 100 gallos. Los gallos llegados a América Latina tienen origen español y los gallos norteamericanos origen inglés o irlandés. Todas las razas han recibido el nombre de sus criadores y se han mejorado con el paso de los años según el tipo de lucha que se practica en cada país.
Dice el dicho que «allí donde fueres, haz lo que vieres», así que nos mimetizamos en el ambiente y participamos en las apuestas que llegan a alcanzar a veces en galleras corrientes hasta diez mil córdobas (500 dólares). Gané en una pelea, perdí dos y una terminó en tablas. Toda pelea va necesariamente acompañada de deliciosas empanadas y suculencias nicaragüenses, litros de cerveza, ron y aguardiente. Principalmente son todo hombres los que apuestan y participan en las peleas terminando a altas horas de la madrugada borrachos como ratas. Algunos con un buen fajo de billetes y otros regresarán a casa con los bolsillos vacíos. El papel de la mujer queda relegado exclusivamente a las labores de la cocina.
Antes de comenzar el combate, se amarran un par de espuelas filosas a las patas de los gallos que se van a enfrentar. A continuación, se llevan al juez de armadero para que revise si las espuelas poseen la misma longitud y las patas y plumas del gallo no están contaminadas. Las peleas de gallos se celebran en Nicaragua desde el período de la Colonia. La pasión por esta tradición en el país llega hasta tal punto que se edita una revista especializada llamada Gente de Gallos y periódicamente se celebran competiciones internacionales en las que participan galleros de países como Costa Rica, México, Estados Unidos, Perú, Guatemala, Honduras o Puerto Rico.
Una vez que los gallos son revisados por el juez, comienza la pelea entre los gritos exaltados de los asistentes. El asalto dura 15 minutos como máximo, hasta que uno de los dos gallos muera o ponga el pecho y el pico en el suelo. El gallo que quede en pie resulta el ganador aunque si ambos quedan en perfecto estado, la pelea termina en tablas y el dinero de las apuestas se devuelve a los apostadores.
En la gallera se diluyen todas las barreras sociales. Se palpa mayor entendimiento y cercanía entre los nicas en una gallera que en foros institucionales como el Parlamento. En ella se disuelven las clases sociales, las afiliaciones políticas y lo único que importa es la competición. “Los gallos nacieron para pelear y para morir. Si no separás a un gallo a determinada edad se matan entre hijos y padres, entre hermanos y tíos”, afirma Mario Tapia en un artículo del diario La Prensa. “En las galleras encontrás a varios contras, decenas de sandinistas, somocistas, conservadores, gente que no es nada y comen en la misma mesa, y no hablan de política. Incluso, gente adinerada que comen al lado de un pobre, con su cuidador de gallo, el que se llena de cuita todos los días entrenándole su gallo”, concluye.
La emoción más grande de un gallero definitivamente es que gane su gallo. En las peleas no sólo se juegan la vida los gallos, también va en ello el orgullo del gallero como castador. Alrededor de este juego se ha desarrollado todo un negocio en el que participa mucha gente: entrenadores, afiladores de navajas, cuidadores, productores de comida especial para gallos…
Hay una desagradable sensación que me remueve desde hace semanas. Por un lado he de decir que los nicas son la gente que más me ha encantado por su cordialidad y amabilidad en todo Centroamérica, a pesar de que viven en el segundo país más pobre del continente americano -el primero es Haití- y soportan una grave crisis económica, una situación política muy inestable o casos continuos de corrupción. Por otro lado, no deja de impactarme la falta general de sentido ecológico que ha convertido a muchas partes del país en un basurero. Es muy habitual ver en Centroamérica a gente tirando desperdicios por la ventanilla de los autobuses. Así las cunetas de las carreteras terminan siendo grandes vertederos de basuras. Mañana me voy hacia Granada, la ciudad que tanto ha rivalizado con León durante décadas y que me espera a orillas del fastuoso Lago de Nicaragua. Veremos que pasa.
La noche anterior antes de abandonar la ciudad de León fui con Arik, Paco e Iván al cine para ver la película Dejà Vu. Llevaba varios meses sin pisar un cine y la sensación que tuve después de salir de la sala fue realmente extraña. Me había metido tanto en la película que al salir por la puerta tenía la sensación de estar saliendo por los cines madrileños de La Vaguada. A la mañana siguiente, todavía con signos de la resaca posterior a la tarde de domingo que pasamos apostando en una pelea de gallos, salimos por la mañana desde León en un colectivo hacia Managua por un precio irrisorio -no más de 2 dólares-. Allí conectamos con otra combi que iba hacia Granada. Nos alojamos en el hostal The Bearded Monkey por 100 córdobas. Ofrece servicio de internet gratis -muy lento-, ponen un par de películas en DVD diariamente, tiene buena comida y muy buen ambiente de viajeros provenientes de todas partes. Allí me pasó una cosa muy sorprendente. Estábamos comiendo en el patio cuando se me acercó un chico mexicano y me pregunta: «Perdona, ¿eres tú el chico que está haciendo la panamericana de Alaska a la Patagonia?». Se llamaba Jorge y era de Guadalajara (México). Iba acompañado por Andrés, un argentino de Mar del Plata. Al parecer Jorge había entrado en mi blog unas semanas antes buscando la manera de cruzar de Panamá a Colombia. Desde ese momento tengo entre mis compañeros de viaje la categoría de Feimus (Famoso en inglés cutre).
Granada es la ciudad colonial más antigua fundada en Centroamérica. Se sitúa a orillas del Lago Nicaragua y fue en el pasado un punto estratégico de comercio debido a los escasos 18 kilómetros que separan el lago del Mar Caribe. La ciudad fue fundada por el conquistador español Don Francisco Hernández de Córdoba en 1524. Dimos un paseo por el centro de la ciudad que está atestado de pequeñas salas de juego y decenas de farmacias por metro cuadrado. Es curioso como en toda Centroamérica este tipo de comercio se reproduce como setas en las calles de pueblos y ciudades.
De camino hacia el muelle del ferry que conecta Granada con Altagracia, una de las poblaciones importantes de la isla, nos topamos con la hierática y descolorida Iglesia de Guadalupe. El precio del billete de ida en segunda clase es de 25 córdobas mientras que el pasaje de primera cuesta 63. La verdad es que teniendo en cuenta la diferencia de precio entre una y otra clase -1 dólar y medio- merece la pena ir en primera. Se tardan cerca de cuatro horas -sale a las 15:00 horas- en cubrir los aproximadamente 65 kilómetros que separan Granada de la Isla de Ometepe. Al regresar hacia el hostal entablamos conversación con un señor español de unos 70 años que nos soltó una larga retahíla acerca de la historia de la ciudad y las aventuras de los conquistadores españoles.
Alrededor del Parque Central, en el que todavía permanecía un gran pino de Navidad, se apostan la catedral construida a principios del siglo XX, el Palacio Episcopal de corte neoclásico y a una cuadra y media por la derecha, en la calla Cervantes, aparece sorpresivamente el azulado Convento e Iglesia de San Francisco cuya estructura quemó a mediados del siglo XIX el infame Walker. Cuatro cuadras más allá del Parque Central sobresale la torre de la Iglesia de La Merced que sufrió en el pasado el asedio de piratas y del ejército leonés.
Isla Ometepe
El viaje en ferry resultó ser un poco pesado. El interior de la segunda clase consistía en un salón de bancas, sin apenas ventilación y atestado de gente. Nadie dijo que viajar fuera fácil y cómodo. Durante el viaje conocimos a Iván, un hombre que rondaba la treintena que nos ofreció alojamiento en el Hostal Ortíz de Altagracia. El precio de 3 dólares era muy tentador y el flyer dibujado a mano en el que entre otras virtudes ofrecían un ambiente muy familiar nos terminó por convencer. Al llegar pasamos sin mayor problema un control de policía atendido por un soldado graciosillo que había tomado más de una cerveza. Pasamos tres días atendidos como si fuéramos familiares cercanos de Mario Ortíz, propietario del hostal, y su hijo Aquiles, todo un pieza (me reservo los detalles).
La historia que circunda a la Isla de Ometepe es realmente interesante. Cristobal Colón llegó a las costas del caribe nicaragüense en el año 1502 en su cuarto y último viaje. Veinte años más tarde, el explorador español Gil González Dávila cruzó por tierra de Panamá hasta las orillas del Lago Nicaragua donde conocí al famoso cacique local Nicarao. Los indígenas Nicarao eran gente pacífica y la tierra que cultivaban muy fértil. Tanto el cacique Nicarao como Dávila pasaron un montón de días enzarzados en largas conversaciones filosóficas conducidas por un traductor. El cacique finalmente aceptó convertirse al cristianismo junto con más de 19.000 nativos. Según Mario Ortíz, propietario del hostal en el que me alojé y ex alcalde de Altagracia, el cacique Nicarao -más gay que Elton John- quedó prendado por la belleza de Gil González lo que ayudó muy mucho a que la cristianización de su tribu fuese inmediata. Dávila tiempo más tarde fue expulsado de esta región por el aguerrido jefe Diriangen, cuyas tropas diezmaron al pequeño ejército del explorador español e hicieron que se retirase hacia Panamá. Sin embargo, un año más tarde desde la Corte Española en sus ansias por conquistar terreno envió a un nutrido ejército comandado por Francisco Hernández de Córdoba para conquistar las ciudades de Granada y León.
Mientras Paco, Arik e Iván decidieron recorrer parte de la isla en bicicleta, yo -muy huevón por cierto- me fui con Scott (autraliano) y Katterina (británica) en un chicken bus por caminos de cabras hasta la playa de Santo Domingo. Lo más reseñable de este lugar es el placer de bañarte en una playa de agua dulce sin temor de ser devorado por un tiburón -que los hay aunque quedan muy pocos-.
Playa de Santo Domingo
En Ometepe hay gente para todo: Músicos, compositores, historiadores, charlatanes… Los isleños tienen gran afición a contar cuentos y leyendas que entretejen en sus cabezas. Debe ser que el silencio y la calma de este lugar ejercita la creatividad. Poseen una imaginación ilimitada; todos tienen historias para contar. Desde la playa de Santo Domingo fuimos andando hasta Ojo de Agua, una piscina natural muy refrescante rodeada de vegetación y árboles muy altos. Allí me dijo un lugareño que si uno se baña a medianoche en la poza conocerá a una chica/o de la isla y no se marchará de ella. Por si las moscas, no lo intenté. En Ojo de Agua me refresqué del calor tirándome a lo tarzán desde un árbol. Como váis a poder apreciar la caída es un tanto lamentable. Los intentos posteriores fueron más estéticos.
Ojo de Agua
La misteriosa isla de Ometepe guarda otras leyendas locales como la de «Chico Largo» y el «Encanto del Charco Verde». Charco Verde es una laguna situada muy cerca de Hacienda Venecia, a unos dos kilómetros de un pueblo llamado San José del Sur. Este mágico lugar está situado al sur de Ometepe, pasando antes por las comunidades Esquipulas, Los Ángeles y San José del Sur. Según cuenta la dueña del Hotel Ometepetl, doña Nora Gómez en el artículo escrito por Angélica Martínez en El Nuevo Diario, «hace tiempo un hombre llamado Francisco Rodríguez, conocido como Chico Largo, fue la persona más temida de la isla. Era descendiente de los brujos que se fugaron de Rivas al llegar Gil González Dávila». Según la leyenda, bajo la laguna yace una ciudad poblada por todas aquellas personas que llegaban al Charco Verde y cortaban alguna fruta o elemento de la naturaleza. También algunos cazadores que perseguían a sus presas y otras personas a quienes se les había cumplido el plazo tras haber pactado con Chico Largo, eran llevados a este lugar y convertidos en vacas, toros, cerdos, lagartos o tortugas. Cuentan algunos carniceros de los pueblos colindantes que «han matado novillos y vacas que tenían dientes de oro porque antes de ser animales eran personas que habían hecho un pacto con Chico Largo».
ISLA DE LEYENDA
Esta ínsula es la más grande del mundo situada dentro de un lago de agua dulce, el Cocibolca o Lago de Nicaragua. Sus cerca de 40.000 habitantes decienden de indígenas Toltecas, Mayas, Aztecas, Nahuales, Olmecas, Chibchas, Nicaraguas, Mangues y Tiwanacos. Al llegar a la isla los conquistadores españoles, los nativos se refugiaron en las cumbres de los dos volcanes, el Concepción y el Maderas, que sobresalen de Ometepe formando una hermosa silueta. Al huir dejaron entre otros restos unos bellos petroglifos que sus antepasados habían grabado inspirándose en unos enigmáticos dioses. Igualmente, el nombre de la isla de Ometepe tiene su propia leyenda basada en el amor entre la princesa Ometepetl y el príncipe Nagrando.
Siglos antes de existir la Isla de Ometepe sobre este mismo lugar se tumbaba un inmenso valle habitado por tribus de chorotegas, chontales, niquiranos y nagrandanos. En una de las tribu niquiranas vivía la hermosa Ometepetl, hija del cacique. Muy cerca de allí, en la tribu vecina de nagrandanos, el apuesto joven Nagrando robaba el corazón de las muchachas de su clan. Ambas familias estaban peleadas por disputas de poder. Además, una ley decretada por los teytes (ancianos), prohibía la unión entre jóvenes de tribus rivales. Nagrando y Ometepetl se conocieron por azar una tarde y se enamoraron locamente. Ambos se juraron amor eterno ante dos de sus Dioses, Tamagastad y Cipaltomal. Su amor se mantuvo vivo entre encuentros furtivos secretos hasta que un día fueron vistos por los heraldos del teyte niquirano.
El padre Ometepetl, al conocer la noticia enfureció y envió a un grupo de guerreros para cautivar a su hija y matar a Nagrando. Al enterarse de que eran perseguidos pidieron ayuda a los dioses quienes los guiaron hasta un lugar seguro. Sabían que la persecución no terminaría nunca por lo que decidieron quitarse la vida cortándose las venas. En ese instante, el cielo se oscureció, cayeron rayos, meteoros y estrellas fugaces mientras llovían sobre los dos enamorados que yacían en el suelo separados por unos metros. La Diosa Cipaltomal, conmovida con lo acaecido, tomó su prendedor y se lo puso en el pecho a Ometepetl, donde instantáneamente comenzaron a formarse los dos volcanes: Concepción y Maderas. Nagrando se transformó en la Isla Zapatera mientras el valle se inundaba. Los dioses castigaron a sus perseguidores convirtiéndolos en las isletas de Granada y Solentiname.
ANIMADOR SOCIOCULTURAL Y JUGADOR DE POKER
El resto del tiempo lo dedicamos a pasear por Altagracia, alimentarnos a base de arroz, carne y banano en lugares como el Hotel Kenko y tomar algunas cervezas de más. Un día intentamos ir a visitar la cascada de San Ramón pero fueron todo complicaciones. Tardamos más de cuatro horas para llegar al camino desde el cual hay que andar dos horas hasta la base de la cascada. El motor del chicken bus en el viajábamos se averió a mitad de trayecto por una pista de tierra tremenda. Cuando por fin llegamos nos dimos cuenta de que no nos daba tiempo a subir y bajar desde la cascada para tomar a tiempo el último bus de regreso a Altagracia. En un principio teníamos pensado dormir una noche en una finca ecológica llamada Zopilote pero finalmente optamos por quedarnos en Altagracia. Si tienes oportunidad de hacerlo no dudes en visitarla, nos la recomendaron varias personas.
El último día en la Isla de Ometepe desarrollé dos facetas de mi personalidad bien distintas. Por un lado, mi oculta identidad como tahur y por otro, mis aptitudes como animador sociocultural. Me explico. Por la noche, nos encontrábamos meciéndonos en las mecedoras del hostal mientras yo tocaba la guitarra cuando se aproximaron un par de chiquillas. Comenzamos a jugar al corre, corre que te pillo y empezaron a aparecer cada vez más niños gritando y vacilándonos para que les persiguiéramos. Después de dejarme literalmente los pulmones y capturar con Paco a un chavalillo a quien amenazamos con meter en un pocito de agua, la chavalería volvió a acercarse para incitarnos a seguir jugando. Decidí cambiar las carreras por canciones. Así les enseñé canciones como «Hola Don Pepito…» o «Pintar, pintar, pintar sin parar…» con todo un coro de niños repitiendo mis frases al unísono. Luego nosotros nos aprendimos algunas de las canciones que cantan ellos en la escuela. En contraposición a mi labor como educador, decidí sumarme a la partida de póker y ron Flor de Caña de nuestra última velada en Ometepe. Perdí. No podía ser de otra manera.
Próximo destino: San José, la capital de Costa Rica.
Dicen que pasa la vida y a veces no te das ni cuenta. Más de 7 meses en ruta y todavía sigo paseando por las bellas tierras de Centroamérica. Me despedí de la Isla de Ometepe de madrugada. Eran las cinco y media cuando tomé un chicken bus totalmente dormido -apenas había conciliado el sueño 3 horas- y con resaca de la noche anterior entre rones y cartas de póker. Me dirigía de Altagracia a Moyogalpa, primera ciudad importante en toda la isla desde la que parten diariamente varios ferrys hacia San Jorge. Llegamos a tiempo para subirnos al que salía de puerto a las siete en punto. Una hora después de dejar atrás las cónicas siluetas de los volcanes Concepción y Maderas arribábamos al muelle de San Jorge donde cogimos un taxi hacia Rivas por 10 córdobas. Nada más llegar al mercado, desde donde se toman las combis para la frontera de Peñas Blancas, varios tipos comenzaron a asediarnos ofreciéndonos el oro y el moro para ir «muy barato» hasta el límite geográfico de Nicaragua. Consejo para viajeros sin experiencia. Pasa de ellos con educación, dirígete al restaurante más cercano, siéntate en una de sus mesas, pide algo de beber o comer, respira, recapacita, consulta la guía y toma una decisión con calma y sin pesados en el horizonte.
Aprovechamos para tomar una empanada grasienta y tras acordar un precio de 100 córdobas con un taxista, nos dirigimos Paco, Arik, Iván y yo hacia Peñas Blancas. Todas las fronteras tienen varios denominadores en común: Un duty free generalmente lamentable -salvo si uno es alcohólico y quiere comprarse una botella de Flor de Caña de 18 años-, un constante ir y venir de gente cargada de bultos, bolsas y maletas, un conjunto de agentes de aduanas hartos de sellar pasaportes y el negocio de cambistas a la caza de un turista despistado con unos dólares de sobra. Una vez formalizados los trámites de la frontera (creo que había que pagar unos pocos dólares como impuesto de salida), compramos nuestros billetes en la compañía Tica Bus -también opera desde allí mismo Trans Nica– por 7 dólares (3500 colones). Mis compañeros de viaje se dirigían a visitar la costa pacífico costarricense (Manuel Antonio, Corcovado, Jacó…) mientras yo pasaba unos días en casa de mi amiga Adela, que vive en el barrio Desamparados de San José, la capital del país. Hace tres años realicé mi primer viaje en solitario a este hermoso país centroamericano del que guardaba un gran recuerdo. En aquella ocasión tuve la suerte de aproximarme a la experiencia de viajar solo durante una semana y luego compartir otras tres con mi hermano Iker al volante de un todoterreno. Aquello fue el primer granito de arena que me ha llevado con el tiempo a emprender esta gran aventura personal.
Mi estancia en San José se resume en mucho descanso, hacer de secretario en la Clínica Manantial de fisioterapia de mi amiga (cualquier problema físico que tengas si estás en San José no dudes en acercarte), volver a comer riquísima comida casera -¡no sabéis cuánto se echa de menos!-, aprender algunos pasos de cumbia en la academia de baile donde recibía clases Adela, hacerme una revisión de mis recurrentes problemas abdominales en la Clínica Santa Catalina, probar a bailar un poco de salsa en la discoteca El Tobogán y visitar a Doña Ania y Don Guillermo de la familia Ulate que me hospedaron en mi primera visita. Los días de la semana se pasaron volando hasta que recibí la llamada de mis amigos. Ya estaban en San José hospedados en el genial Costa Rica Backpackers que por 10 dólares la noche ofrecía café e internet gratis, piscina, sala de juegos, cocina y un montón de facilidades a pocos metros del centro de la ciudad. Al entrar en Costa Rica se nota que el nivel de vida es mucho mayor que en sus países vecinos, no es de extrañar que por eso muchos nicaragüenses -su país es el segundo más pobre de toda América después de Haití- intenten una y otra vez entrar al país en busca de una vida mejor. Antes de continuar viaje hacia la costa caribe, paseamos por el centro histórico admirando el Teatro Nacional, la catedral, el Parque Central, la Iglesia de La Merced…, disfrutamos en casa de Adela de una jugosa barbacoa y fuimos al cine a ver «Babel», el nuevo film del director mexicano Alejandro González Iñárritu. Entre las anécdotas de San José cabe destacar este espécimen de ser humano con una rasta de más de dos metros que según me dijo no se la había cortado «desde el año 1988». ¡Vaya cerdito!
Volcán Poás
El día anterior a continuar viaje en dirección hacia Panamá Iván y yo decidimos ir a visitar el Parque Nacional Volcán Poás que se encuentra situado sobre la Cordillera Volcánica Central, a unos 37 kilómetros de la ciudad de Alajuela. Los buses de color rojo que viajan al parque se toman desde una estación que se encuentra junto a la Iglesia de La Merced. Conforme el autobús va ascendiendo la cordillera salpicada de cafetales, se aprecian a lo lejos diferentes tipos de hábitats que conviven en el parque como el bosque achaparrado, zonas de escasa vegetación o el bosque nuboso. Tras pagar una entrada nada barata de 7 dólares para acceder, tan sólo hay que caminar desde el párking unos 600 metros para llegar al cráter principal que posee un diámetro de 1.5 Kilómetros y 300 de profundidad. Si mi memoria no falla, es el segundo cráter más grande del mundo.
Normalmente es difícil apreciar la belleza de este volcán debido a la gran cantidad de nubes que lo cubren todos los días del año. Nosotros no tuvimos suerte porque llegamos un poco tarde. Recomiendan estar muy temprano porque hay más posibilidades de verlo y no olvidéis ir bien abrigados porque en la cima hacía un frío que pela. El segundo cráter de este volcán es asiento de la laguna Botos hacia la que uno se puede dirigir andando durante media hora por un sendero bien delimitado. En nuestra visita al Poás conocimos a una señora brasileña que viajaba sola y había venido a la excursión vestida con camiseta y pantalón corto. Yo, muy caballero y previsor, le presté un forro polar extra que llevaba en la mochila. La última noche dormimos todos en el salón de casa de Adela para levantarnos a las 5 de la mañana y tomar un taxi hacia la terminal Caribe de autobuses. En seis horas cambiamos de un clima relativamente fresco en San José al agradable calorcito de la costa en el pueblecito de Puerto Viejo de Talamanca.
Playa Negra
Siempre que llegas a un nuevo lugar hay que seguir el mismo procedimiento que los cientos de ocasiones anteriores. Recoger la maletas del bus, sentarse en un lugar a salvo de pesados comeorejas, echar un vistazo a la guía y hacer el recorrido patrocinado por El Corte Inglés en el que hay que seguir a rajatabla el slogan: «Busque, compare y si encuentra un hostal con el mejor precio, píllelo». En Puerto Viejo de Talamanca resultó ser Cabinas Lika que por 3$ la noche (1500 colones) hizo las funciones de casa temporal. Este pueblito famoso por su ambiente jamaiquino y vendedores ambulantes de droga («Tsss, man, good ganja»), está a orillas del Mar Caribe a unos 30 kilómetros de Cahuita. Aquí la vida pasa a cámara lenta, casi en still pause si uno fuma unos joints de marihuana silvestre. El carácter amable de sus pobladores de origen afrocaribeño, se complementa con los coloridos y mágicos sonidos del reggae y el calipso. La fiesta nunca falta en Puerto Viejo. Por la noche abren algunos restaurantes y bares como el famoso Maritza donde se pueden tomar copas asistiendo a una actuación de reggae en directo ó una jam session en la que si te atreves el escenario es todo tuyo.
Sus playas son más que todo para surfeadores debido al fuerte oleaje según la temporada. Las mejores playas están al sur de Puerto Viejo comenzando en Punta Cocles y siguiendo con Playa Chiquita, Punta Uva y Manzanillo. Aunque la mayor parte de las veces uno se puede bañar sin problemas, hay que estar muy atento al oleaje y las corrientes porque el mar engaña. En Playa Negra nos pegamos un relajante baño que sentó muy bien más aún pensando que estaba en pantalón corto en pleno febrero a más de 30 grados. ¡Esto es vida! Pero la ruta panamericana me reclamaba así que debí tomar de nuevo un autobús rumbo a la frontera entre Costa Rica y Panamá cuya línea se traspasa atravesando un decrépito puente métalico después de Sixaola. Primero hay que obtener el sello de salida en el puesto de migración costarricense -no hay que pagar nada tanto a la entrada como salida del país por tierra-, cruzar el puente sin ser atropellado por un camión o caer al río, sellar el pasaporte en el lado panameño del puesto fronterizo de Guabito.
Normalmente las guías avisan que es necesario presentar un billete de salida del país -sea en bus o avión- aunque nosotros no tuvimos que presentar nada. Una vez solucionados los tnofollow rámites burocráticos es posible tomar un chicken bus hacia Changuinola o tomar un taxi/pick up por 5 dólares cada uno. Nosotros regateamos como siempre y viajamos cuatro por 15$. Conforme va pasando el tiempo vamos refinando nuestro arte con el regateo, sobre todo Iván, que es un crack en eso de negociar. El pick up nos acercó al embarcadero de la Finca 60 situada en las afueras de Changuinola desde la que Bocas Marine & Tours oferta varias lanchas hacia la ciudad de Bocas (Isla Colón) y desde ésta hacia Almirante. El precio del trayecto es de 5 dólares. En el camino hacia el muelle atravesamos inmensas plantaciones de plataneros que pertenecen a la compañía Chiquita Brands.
BOCAS DEL TORO
El recorrido en lancha entre Changuinola y Bocas del Toro durante algo más de hora y media. La primera parte se navega por un canal formado por el Río Changuinola que antiguamente se usaba para transportar el plátano recolectado en las fincas de la compañía bananera. Este canal desemboca finalmente en el humedal de San-San Pond Sak, hogar de manatíes, monos, iguanas, caimanes y conejos pintados. Durante escasos minutos navegamos a la par de Mar Caribe para finalmente salir a mar abierto rumbo al Archipiélago de Bocas del Toro. En el momento en el que llegas al pueblo de Bocas se siente el paso lento de la vida isleña tan sólo interrumpido por el trajín de taxis acuáticos que surcan de una isla a otra. Aparte de la Isla Colón, componen el archipiélago las Islas Bastimentos, Carenero o Solarte que ofrecen opciones cercanas de hospedaje, restaurantes y diversas actividades. Encontramos alojamiento por 8$ en Bocas del Toro Backpacker. Los nativos de Bocas son una mezcla cultural ecléctica que incluye a los indígenas nativos ngobe-bugle, negros de habla inglesa descendientes de las Antillas, latinos mestizos, asiáticos y una variedad de extranjeros de diferentes nacionalidades con negocios.
Explorando las islas es común escuchar hablar español, guari-guari (lenguaje criollo de Bocas del Toro) y el patois (una mezcla de español, inglés afro-antillano y guari-guari). Desde Bocas se pueden realizar muchos viajes de un día a playas desiertas y arrecifes de coral para hacer snorkel y disfrutar del sol. Nosotros optamos por tomar un tour que comprendía Bahía Delfín, Cayo Coral, Red Frog Beach y Hospital Point. Generalmente suelen cobrar unos 15$ por toda la jornada -se puede conseguir por menos- saliendo a las 9 de la mañana y regresando cerca de las 16 horas. Mucha atención con la agencia que lo contrates porque muchas de ellas no llevan gafas de snorkel suficientes -incluso ni llevan y debes alquilarlas en Cayo Coral-, a veces no paran en Hospital Point y la comida en Cayo Coral es relativamente cara. Después de haber hecho el tour en mi opinión no merece la pena salvo por la estancia en Red Frog Beach y haber visto algunos delfines.
Red Frog Beach
Al regresar de la playa hacia la lancha nos cruzamos en el camino con un ejército de gansos que marchaban a pata firme bien alineados. No me pude resistir a hacer lo que váis a ver a continuación.
Espantagansos
Los días que estuvimos en Bocas aprovechamos para salir un poco de juerga en el Barco Hundido, comer comida casera por 3 dólares, cociné mi receta estrella (Pollo Strogonoff) y despedir a Arik, nuestro compañero de viaje israelí, al que hicimos entregamos de un certificado por haber participado en el curso itinerante de español «Flor de Caña» y haber superado las asignaturas con buena calificación.
Soy consciente de que en mis crónicas pocas veces reflejo mis sentimientos más profundos, mis temores, mis tristezas… Prefiero reservarme todos esos momentos de dificultad y contaros aquellas cosas que alegran mi corazón. Viajar tiene las dos caras de la moneda; momentos buenos y malos. Al final uno ha de recordar los primeros y desechar los segundos en la papelera de reciclaje del cerebro. Recuerdo haber leído hace tiempo un texto de M. Martí i Pol titulado «Els bells camins» que me atrapó y resume en cierta manera el porqué de mi aventura:
Dónde podríamos ir que los años pasaran más lentamente
Pesadamente sometidos a la caducidad del tiempo,
no hay ningún viaje que pueda liberarnos para siempre más de las dudas y temores,
y es bueno saberlo siempre antes de emprenderlo.
Más allá de miedo y entusiasmos,
quizás el regalo del viaje es el espacio
que descubrimos de nosotros mismos
y que tal vez habría quedado a oscuras
sin la luz de aquellas nuevas rutas
Nos levantamos a las cinco y media de la mañana para acudir con tiempo al muelle de Bocas & Marine Tours para dirigirnos en lancha desde la ciudad de Bocas del Toro al pequeño pueblo de Almirante, situado en la costa panameña. La primera lancha zarpaba a las 6:30. Durante el trayecto el sol comenzaba a levantarse en el horizonte y el viento que soplaba consecuencia de la velocidad de nuestra embarcación se llevó al fondo del Mar Caribe mi gorra negra modelo Che Guevara con la que había estado viajando desde Los Ángeles (USA). En el camino, fruto de despistes y prisas, he perdido entre otras cosas mis gafas de sol, dos gorras y una navaja multiusos. Afortunadamente la cabeza no se me ha olvidado y mi cámara de fotos y vídeo no han sufrido percance alguno. Una vez en Almirante, tomamos un taxi por 2$ que nos acercase a la empresa de autobuses Tranceibosa que viajaba hasta la Ciudad de Panamá. El precio rondaba los 20 dólares y por delante nos esperaban 8 horas de viaje con una parada corta en la ciudad de David. A nuestra llegada a la terminal de buses una señora nos ofreció alojamiento en el Hotel Marparaíso por 8$/persona en una habitación triple con baño y televisión por cable. Nos pareció un buen precio y fuimos desde la terminal al hotel en un shuttle gratuito.
Los últimos rayos de luz se ocultaban en la bahía de Ciudad de Panamá mientras paseábamos por el malecón hacia el Casco Viejo buscando algo para cenar. En la zona apenas quedaba gente. Encontramos un lugar que servían pizza con jugo de piña, llenamos el estómago y regresamos andando al hotel por unas calles solitarias que no me dieron muy buen rollo. Tengo la teoría de que Paco e Iván son dos tipos a los que les gusta el riesgo. No era la primera vez que caminábamos de noche por una capital conocida por su seguridad -todavía recuerdo el paseo nocturno por Tegucigalpa (Honduras)-.
CANAL DE PANAMÁ
La historia del canal de Panamá tiene un hito importante el 7 de septiembre de 1977 cuando los gobiernos de Panamá y Estados Unidos suscribieron los Tratados de Torrijos-Carter para la neutralidad de esta vía. Este acuerdo entró en vigor el 1 de octubre de 1979 dando inicio a un proceso de 20 años en el que la república panameña recuperaría finalmente el control absoluto sobre esta parte de su territorio. La transferencia definitiva se realizó a mediodía del 31 de diciembre de 1999 con un acto al que acudieron personalidades de ambos países. Para visitar esta majestuosa obra de ingeniería fuimos a la Plaza Cinco de Mayo desde donde salen los buses que hacen parada en medio de la carretera frente a la entrada al complejo. Desde allí andando unos 10 minutos se llega a la entrada del Centro de Visitantes. Hay dos tipos de ticket; de 5$ (entrada parcial) y de 8$ (con algunos suplementos). Personalmente creo que con la primera entrada es suficiente para conocer bien el funcionamiento del canal de Panamá desde la terraza, visitar el museo y ver un breve video explicativo. La parte en la que podemos ver el tránsito de buques se conoce como las esclusas de Miraflores.
Se puede decir que el canal de Panamá es una de las obras de ingeniería más impresionantes del siglo XX. Entre algunas curiosidades de la construcción del canal me contaron que el volumen de tierra extraído del llamado Corte de Culebra del canal equivale a la cantidad que podría ser removida de una capa de tierra de 35 metros cuadrados que se extendiera desde la superficie hasta el núcleo del planeta. Los barcos que viajan de Nueva York a San Francisco se ahorran 7.873 millas utilizando este atajo artificial en lugar de pasar por el Cabo de Hornos y bordear toda Sudamérica.
Echando la vista atrás, la historia del canal se remonta a los tiempos de Carlos V cuando en 1534, el rey de España ordenó los primeros estudios topográficos para la construcción de un canal por una sección del Itsmo de 80 kilómetros de ancho. Más de tres siglos después el Conde francés Ferdinand de Lesseps , quien construyó el Canal de Suez entre 1859 y 1869, organizó en 1879 la Compañía Universal del Canal Interoceánico de Panamá con el propósito de construir un canal a nivel en este Itsmo. Durante dos décadas los ingenieros franceses tuvieron que hacer frente a diversos problemas como enfermedades, administración deficiente y cambios de clima que dieron al traste con la compañía.
Los franceses no se dieron por vencidos y organizaron la Nueva Compañía del Canal de Panamá con la que comenzaron un nuevo proyecto de construcción de canal con esclusas. Su intento tampoco prosperó y se vieron obligados a vender al gobierno de Estados Unidos las propiedades y derechos que tenían sobre la construcción del Canal. En manos de los gringos y recién lograda la independencia del país de su metrópoli Colombia, comenzó una etapa de trabajo en la que participaron más de 75.000 trabajadores. Al igual que los franceses, los nuevos constructores se enfrentaron con problemas descomunales como derrumbes, enfermedades tropicales o la complejidad del enorme volumen de excavación. El empeño y la voluntad de los hombres y mujeres que construyeron el canal constituye un legado valioso para la historia de la humanidad. Finalmente, el 15 de agosto de 1914 se inauguró esta magnífica obra de ingeniería por ela cual han transitado casi 100 años después miles de buques y cargueros.
Fijémonos en algunas cifras que reflejan la importancia de esta obra de ingeniería en el comercio mundial. Por el canal de Panamá pasa entre un 3 y 4% del comercio planetario; 11% del total pertenece a Estados Unidos. Los países que más utilizan esta vía marítima son Estados Unidos (69%), China (18%), Japón (17%), Chile (10%), Corea del Sur (8%), Perú (7%), Ecuador (6%), Canadá (5%), Panamá (5%) y México (4%). Como no podía ser de otra manera el Canal de Panamá no puede ser ajeno a decenas de anécdotas y curiosidades. El vapor Ancón realizó el primer tránsito oficial de uno a otro océano la fecha en la que se inaguró. Como dato gracioso, el peaje más bajo pagado por transitar el Canal fue de 36 céntimos de dólar. El señor Richard Halliburton cruzó tras este simbólico pago la vía a nado del 14 al 23 de agosto de 1928. Entre cifras astronómicas en el año 2006 transitaron más de 14.000 barcos, el récord de carga transportada lo tiene el buque cisterna Arco texas con 65.299 toneladas de petróleo y el récord de tamaño el buque San Juan Prospector con más de 300 metros de eslora.
ANTIGUO VS MODERNO
Con el tiempo justo para dar una vuelta por Ciudad de Panamá optamos por ir al Casco Viejo donde se concentran algunos de los edificios más representativos de la ciudad como la catedral, la Iglesia de la Merced, el Palacio Bolívar, la Plaza de la Independencia o la Iglesia de San Francisco. Unos kilómetros más allá, cerca del aeropuerto, se asientan las ruinas del llamado Panam Viejo, primer asentamiento de los conquistadores españoles fundado por Pedro Arias de Ávila en 1519. Sus callejuelas se retuercen entre claros y oscuros; reflejo de una ecléctica comunidad humana que habita sus antiguos edificios y reune a lo más selecto de la nación -allí se ubica la casa del presidente panameño- y lo prohibido -putas, locos y drogadictos-. La luz a media tarde dotaba al Casco Viejo de un encanto especial, más aún embiragándome del olor a salitre del mar en el Paseo Las Bóvedas donde algunas señoras indígenas kuna vendían unas coloridas telas llamadas Molas. Nunca había visto antes dos partes de una misma ciudad situadas frente a frente. Me refiero al skyline de la moderna Panama City y su bisabuela, el Casco Viejo.
En uno de esos nuevos intentos por vivir al borde del peligro que tanto he compartido con mis compañeros de viaje, regresamos al atardecer hacia nuestro hotel atravesando una parte del barrio chungo de Calidonia. El hecho de escribir esta crónica certifica que no nos pasó nada. A punto de despedirme de Centroamérica, reviso entre las notas de mi cuaderno de viaje algunas anotaciones que refresquen mi memoria. Leyéndolas el corazón se me revuelve pensando qué será del futuro de esas gentes tan amables que me he cruzado en mi camino. A pesar de revoluciones de izquierda, guerras de más de 30 años o dictaduras patrocinadas por el Tío Sam, esta parte del continente americano sigue sumida en miseria y subdesarrollo. ¡Si el Che levantara la cabeza! Algunas cosas han cambiado, menos mal, pero todavía queda mucho por hacer. Empezando porque los políticos de turno roben menos e inviertan más en el desarrollo de su propia población. Tampoco Europa y el gigante gringo deben mirar hacia otro lado porque parte de la culpa del problema de la explotación, pésimos salarios y condiciones de vida infames a la que se ven obligados muchos centroamericanos viene provocada por la asfixia de las multinacionales extranjeras.
DESCUBRIENDO NUEVAS RUTAS
En las guías de viaje como la Lonely Planet no se aclara la manera de cruzar por tierra de Panamá a Colombia. Son muchos los viajeros que emprenden este viaje en uno u otro sentido. Hacerlo por carretera no es posible ya que la panamericana interrumpe su trazado en la localidad de Yaviza. El culpable es el conocido Tapón de Darién, una extensión enorme de selva, en la que se refugia la guerrilla de las FARC y que encierra mil y un peligros. Pero tranquilo/a porque hay diversas opciones para viajar entre ambos países sin necesidad de jugarse la vida. Son las siguientes:
1. Tomar un vuelo de ida desde Panamá City a cualquiera de la ciudades de Colombia (Cartagena, Barranquilla, Bogotá…) con un precio que supera los 350 dólares.
2. Viajar en autobús hasta el puerto de Colón y preguntar en el muelle fiscal si salen barcos de carga hacia Colombia. Esta opción no es nada segura, el costo del trayecto dependerá del capitán de la embarcación y promete ser un viaje largo de no menos de 15 días ya que estos barcos se detienen a vender en las islas del Archipiélago de San Blas.
3.Intentar buscar un yate extranjero en el mismo puerto de Colón que se dirija hacia Colombia. Según cuentan algunos que han tenido la suerte de encontrar una de estas embarcaciones no han pagado menos de 250 dólares y el trayecto tuvo una duración de al menos 10 días.
4.Una opción muy aventurera si se tiene tiempo el tomar un bus desde Ciudad de Panamá hasta Colón. En la terminal de buses de esta ciudad comercial tomar un colectivo hacia el diminuto pueblo de Mira Mar, hospedarse en un hostal familiar y preguntar en el muelle cuando llegan los indígenas Kuna a comprar provisiones. La dueña del restaurante «La Chalanera», justo enfrente del pequeño muelle, os puede ayudar. Si hay suerte y negocias un buen precio, podrás llegar a una de las islas del Archipiélago de San Blas por cerca de 10$/persona. Aquí comienza una aventura para encontrar embarcaciones que avancen por el Mar Caribe en dirección a la meta final: Puerto Obaldía, puesto fronterizo del lado panameño. También se puede volar con Aeroperlas a El Porvenir o Río Sidra y buscarse allí la vida. Más detalles en mi próxima crónica.
5.La opción más barata, segura y cómoda es comprar con tiempo de antelación un billete de avión en la aerolínea nacional Aeroperlas hacia Puerto Obaldía cuyo precio ronda los 60$ -viajan jueves, sábados y domingos-. Una vez allí, reportarse en la estación de policía del pueblo, sellar el pasaporte en migración y buscar una lancha por 10 dólares/persona (máximo 40$ por el viaje) rumbo hacia el pueblecito colombiano de Capurganá. Este trayecto dura menos de 40 minutos. En el puesto de migración colombiano se obtiene el sello de entrada al país sin costo alguno. Desde allí salen lanchas todos los días hacia la población costera de Turbo por 22$ donde hay autobuses hacia las principales ciudades colombianas (Medellín, Cartagena, Barranquilla, Montería, Bogotá…).
Próximo destino en la ruta panamericana: Comarca Kuna Yala. Una aventura que no te puedes perder porque tiene mucha miga.
El próximo 7 de abril cumpliré en algún lugar de la ruta panamericana la cantidad de 29 años. Poco a poco se acerca la despedida del patito (nº 2) y la treintena se asoma a la vuelta de la esquina. En este tipo de fechas es cuando uno más echa de menos a su familia y amigos. No hace falta que os diga que así será pero lo haré con una sonrisa en la boca porque estoy cumpliendo -valga la redundancia- un sueño que imaginé cientos de veces durante los últimos años.
Rememorando mis años de mozo, no puedo olvidar el «Cumpleaños Feliz» de Parchís que un día del año 2005 me sorprendió en una pequeña furgoneta en la que viajaba por el altiplano peruano. A falta de casualidades -¿la divina providencia me obsequiará de nuevo con esta canción?, presionaré el play de mi I-pod y me la dedicaré a mi mismo este sábado.
Como véis se devanaron muchos los sesos para escribir la letra:
Es el día en que naciste, ha sido siempre y será
una dicha para todos plena de felicidad
Tu fiesta de cumpleaños, la vamos a celebrar
unidos a tu familia todos vamos a cantaaaaaaaaaaaaar:
Cumpleaños feliz, Cumpleaños feliz te desean tus amigos de PARCHIS
Cumpleaños feliz, Cumpleaños feliz te desean tus amigos de PARCHIS
La verdad es que no entraba dentro de mis planes celebrar mi cumpleaños fuera de España pero por multitud de circunstancias así ha de ser. Lo haré en compañía de Iván (el valenciano que me acompaña desde Honduras) y Maurizio (un italiano de Torino con quien compartimos los últimos días de viaje por Bolivia). El mejor regalo que me podéis hacer es acordaros este sábado, aunque sea por un instante, de que este loco se hace un año más viejo. Y si queréis escribirme o mandarme un sms al móvil, bienvenidos serán también.
Un abrazo fuerte para todos de este viajero que os echa de menos,
Iosu
Equipaje del viaje
La siguiente lista contiene los objetos y documentos que he utilizado en este viaje a través de la ruta panamericana durante algo más de 10 meses. No son todos los que están pero están todos los que son:
DOCUMENTOS
· Pasaporte biométrico con validez superior a 6 meses respecto de la fecha final del viaje
· Carnet Hostelling International
· Cuaderno de viaje MOLESKINE
· Guías de viaje LONELY PLANET
· 2 Tarjetas de crédito / débito VISA
· Carnet de conducir en regla
· Carnet de vacunación internacional (Fiebre Tifoidea, Fiebre Amarilla, Hepatitis A y B, Rabia, Profilaxis de la malaria)
· Fotocopias de pasaporte, billetes de avión, tarjetas de crédito y seguro de viaje
· Seguro de viaje MAPFRE cobertura tiempo total del viaje con ampliación de gastos sanitarios a 18000 euros.
HIGIENE PERSONAL
· Neceser higiene
· Crema solar protección alta
· Protector labial
· Tijeritas de uñas
· Máquina de afeitar
· Tapones oídos
· Champú y gel de ducha
· Desodorante
· Cepillo y pasta de dientes
· Cámara de fotos SONY CYBERSHOT W70
· Cámara de video High Definition SONY HVR-A1E
· Trípode
· Micrófono de corbata
· 70 Cintas MiniDV
· Ipod 30 Gb
· Teléfono móvil tribanda
· Cargadores de baterías
· Adaptadores enchufe Europa-USA
ROPA Y OTROS OBJETOS ÚTILES
· Navaja multiusos
· Minilinterna
· Saco de dormir térmico pequeño
· Minicosturero
· Repelente de mosquitos tropical
· Termómetro
· Gafas de sol
· Maleta de viaje SAMSONITE
· Mochila especial para equipo de video DAKINE
· Calcetines térmicos
· Guitarra española
· Toalla de microfibras
· Ropa invierno / verano
· Calzado: zapatillas, botas de monte, chancletas, sandalias
· Reloj con despertador
· Candados
Comarca Kuna Yala, PANAMÁ. Km. 26958
Kuna Yala
En mi anterior crónica os contaba las diferentes opciones que hay para viajar por tierra/mar de Panamá a Colombia. Visto que no teníamos opción de viajar en la avioneta que fleta tres veces por semana Aeroperlas hacia Puerto Obaldía, decidimos lanzarnos a la aventura. El propósito era recorrer por mar desde Colón lo más de 300 kilómetros que separan esta ciudad de la frontera con Colombia. Dejamos el Hotel Marparaíso en Ciudad de Panamá para ir en taxi a la Terminal Nacional de Transporte y tomar un autobús hacia Colón, puerto principal al norte del país situado a orillas del Mar Caribe con una zona libre gigantesca -la segunda más grande del mundo- en la que se pueden encontrar todo tipo de artículos libres de impuestos. Esta ciudad no tiene muy buena fama en lo que a seguridad se refiere.
Caminamos con todas nuestras maletas hasta el Muelle 6 donde preguntamos si había algún barco o yate que se dirigiera hacia Colombia. La respuesta fue negativa. «Probad en el muelle fiscal a ver si allí hay alguno», nos comenta el vigilante de la garita de acceso. Dicho embarcadero supuestamente quedaba no muy lejos de allí, como a unas 6 cuadras. De camino hacia el muelle preguntamos cual era la dirección que debíamos tomar. Un señor nos avisó: «Está cerca pero os recomiendo que toméis un taxi, esta zona es muy peligrosa». Continuando con la sed de aventuras y riesgo al estilo del presentador Steve Irwin, Paco e Iván decidieron que estaba muy cerca y no pasaba nada. El hecho de que os esté contando esta historia ahora evidencia que la suerte estuvo de nuestro lado. La verdad es que el barrio era muy chungo.
MIRANDO AL MAR SOÑÉ
A sólo hora y media por carretera desde Portobelo, pasando por aisladas poblaciones con nombres como Nombre de Dios, Viento Frío o Palenque se llega al embarcadero del pueblo de Miramar. Básicamente estos pueblos viven de la pesca y años atrás se dedicaban a la cosecha de coco. Hoy en cambio, los lugareños se quejan de que esta fruta ya no se produce tanto y los pescadores se dedican, además de a su labor tradicional, a transportar mercancías secas de Miramar hasta las islas de San Blas.
Este pueblecito de la provincia de Colón es un lugar aislado perfecto para perderse en el mundo y que nadie te encuentre. Para llegar hasta allí hay que tomar un colectivo en el que seguramente vayas apiñado que sale de la terminal de buses por unos pocos dólares. El camino discurre paralelo a la costa en muchos momentos y las vistas no tienen desperdicio.
Miramar iluminado por el sol del atardecer
Lo más destacado de nuestra corta estancia -un día- en Miramar es haber conocido a Antonia de Granda, colombiana de orígen, conocida en este pueblecito como La Chalanera, quien nos brindó una hospitalidad encomiable. Dueña del restaurante del mismo nombre que regenta frente al minúsculo embarcadero del pueblo, se desvivió para ayudarnos a encontrar un cayuco que nos llevase a algún punto incierto del Archipiélago de San Blas. Comimos y cenamos buenos alimentos, jugamos con un niño del pueblo a los equipos de fútbol, recibimos nuestras primeras clases del dialecto kuna e hicimos grandes esfuerzos para entendernos con la dueña mediosorda del cuartucho en el que dormimos -dos en una cama y Paco en el suelo-. Para un turista occidental acostumbrado a los tiempos cuasi exactos, no saber cuando vas a poder continuar tu viaje suele ser desesperante. No nos quedaba más remedio que encomendarnos al destino y esperar.
Espera incierta
La opción del yate que había llegado al embarcadero la descartamos porque iba en dirección contraria a nuestro destino. En el muelle estaba amarrado un barco colombiano cuyo destino final era Cartagena pero no tenía los papeles de zarpe en regla y se iba a demorar al menos una semana con los carnavales de por medio. Nuestra única opción era subirnos a un cayuco de los indios kuna que vienen desde el Archipiélago de San Blas a Miramar al menos un par de veces por semana para comprar provisiones (refrescos, alimentos variados…). Por 6 dólares cada uno -previa mediación de La Chalanera– nos subimos al pequeño bote de madera capitaneado por Aníbal Melo, una especie de Torrente de baja estatura y rasgos indígenas. Por delante nos esperaba una travesía de 4 horas hasta Isla Máquina, hogar de Aníbal y sus dos compañeros.
Cayuco kuna
KUNA YALA, UN MUNDO APARTE
El archipiélago de San Blas fue declarado en el año 1938 territorio indígena autónomo Kuna Yala. De las 365 islas que conforman el archipiélago de San Blas -una para cada día del año-, solo una décima parte esta habitada. El resto son islas naturales que puedes explorar y disfrutar por tu cuenta. A pesar de ser uno de los destinos de eco-turismo más populares dentro de la región de Centroamérica y el Caribe, todavía la zona se conserva virgen y bien conservada del turismo voraz. En la comarca Kuna puedes jugar a ser Robinson Crusoe y pernoctar en una isla solitaria de menos de 20 metros de diámetro o visitar una de sus comunidades y comprar las “molas”, una especie de piezas de tela de motivos coloridos hechas a mano con las que las mujeres kuna confeccionan sus blusas. Las molas frecuentemente describen eventos de la vida kuna, de la vida salvaje de los alrededores o imágenes de libros y revistas que dejan los visitantes a su paso.
Más de 250 kilómetros hay que navegar por mar desde nuestro punto de partida a la frontera colombiana. En las primeras 4 horas no habíamos recorrido ni una décima parte de nuestro itinerario y yo, muy asiduo a marearme, logré contener las ganas con concentración y la vista fija en el horizonte. Casi tres horas después de navegación a paso de burro -el motor no superaba los 8 caballos- llegamos a El Porvenir, paradisíaco puesto de policía en el que debíamos presentar nuestros pasaportes. Mientras uno de ellos revisaba la documentación el otro hacía snorkel en la orilla. ¡Qué vida más tranquila! Y…aburrida. Hechos los trámites continuamos viaje por mar hasta Isla Máquina. La idea inicial era dormir en Río Sidra, isla colindante al hogar de Anibal, pero finalmente nos ofreció quedarnos allí por un módico precio y llevarnos al día siguiente hasta Narganá-Corazón de Jesús, dos islas conectadas por un puente decrépito y el único lugar en el que hay banco en toda la comarca Kuna Yala.
Vivir unas pocas horas en una isla kuna siendo uno mismo la atracción turística no tiene precio. Los niños se apelotonaban a mi alrededor locos de histeria al ver mi cámara de video y verse reflejados en la pantalla. Conversamos con el pastor evangélico de la isla, asistimos a la ceremonia religiosa llamada saila que celebran diariamente en su cabaña de actos, paseamos entre las cabañas que ocupan cada centímetro de tierra de esta minúscula isla, dormimos en hamacas acompañados por un Anibal vigilante y terminé -y mira que soy tímido- tocando la guitarra en el muelle rodeado de niños y con un cielo de estrellas como telón de fondo. Momento registrado en la caja negra del ventrículo izquierdo difícil de ser removido del alma.
No hay duda de que esta parte del viaje ha sido la aventura más excitante de todo lo que llevo de ruta panamericana. Pero… esto no había hecho nada más que empezar. Una vez arribamos temprano a Narganá intentamos sacar dinero en el banco pero no tenía cajero automático. Nuestras reservas monetarias eran demasiado justas y el gasto incierto. A pesar de intentar que me dieran un cash advance (avance de efectivo presentando mi pasaporte y la tarjeta) el señor del banco me mandó de manera cortés a freír espárragos. Preguntamos a todo hijo de vecino si alguien se dirigía hacia Puerto Obaldía en lancha pero las respuestas eran silencio -parece como si lo que dices les llega al cerebro pero traducido al chino-, indiferencia o… expresiones del tipo «puede que llegue alguna, puede que no». Muy gallego. Después de indagar encontramos a un chileno que tenía una lancha bimotor que nos llevaba por 600 dólares. Le mandamos a freir los espárragos que me había encargado el banco director del banco. El horizonte se tornaba negro así que nos espatarramos bajo los porches de la plaza de Corazón de Jesús a ver correr los minutos a velocidad de caracol.
Una hora más tarde una luz iluminó nuestro camino. Existía la remota posibilidad de que una avioneta roja llegase ese mismo día a la pista de aterrizaje y nos pudiese llevar a un lugar desconocido del Archipiélago de San Blas. Lo perentorio era seguir avanzando. Y… sí, llegó la avioneta. Y aceptó llevarnos por 25 dólares cada. Y nos metimos dentro sentados sobre nuestras propias maletas, sobre una bolsa llena de pollos deshuesados, sobre cajas y artefactos… Y despegamos hacia Mansukún, un poblado kuna a 100 kilómetros de Narganá. De esta manera avanzaríamos de un plumazo 2/4 más de trayecto, restándonos tan sólo uno. El despegue tipo Indiana Jones bandeando de un lado a otro prometía sumar puntos a nuestra aventura Kuna. Más aún si tenemos en cuenta que ambas puertas de la avioneta no cerraban. «Tranquilo, cuando estemos en altura la presión del aire sujeta las puertas», nos decía el piloto mientras yo miraba como la tierra se iba haciendo poco a poco más diminuta e imaginaba una muerte cayendo a velocidad de vértigo.
Sobrevolando el Archipiélago de San Blas
A medio camino mientras sobrevolábamos el archipiélago paralelos a la costa admirando una vista panorámica impresionante, el piloto viró hacia la derecha, trazó un círculo perfecto y enfiló en picado el descenso hacia una «pista de aterrizaje» que apareció en medio de la selva y terminaba su rastro junto al mar. Una vez tomamos tierra me percaté que junto a ella esperaba un grupo de indígenas kuna con unos sacos de arpilla blanca cargados con una mercancía que desconocía. Resultaron ser decenas de langostas, centollos y pulpos que los kuna habían pescado durante esa jornada e iban a vender al aeropescatero. Como en cualquier lonja de pescado, el comprador de mercancía en este caso, sacó una balanza, la colgó de una de las alas del avión y procedió a seleccionar los mariscos de mejor calidad para llevarlos posteriormente a los mejores restaurantes de Ciudad de Panamá. Hecha la transacción comercial, volvimos a despegar in extremis antes de dar con nuestros huesos en el mar llevando nuestros preciados testículos de corbata.
Sin pestillo y a lo loco
Quince minutos después volvíamos a tomar tierra en una pista olvidada de estos mundos de Dios cercana a la aldea de Mansukún. El piloto no avanzaba más en dirección hacia Puerto Obaldía. Intentamos convencerle, persuadirle, embaucarle e incluso comprarle con el poco dinero que nos quedaba pero el esfuerzo fue en vano.
MANSUKÚN, DESTINO INCIERTO
Los indios kunas habitan solamente 51 de las islas del archipiélago, pero las otras, aunque están deshabitadas, tienen un cuidador para vigilar las plantaciones de coco. Ninguna de las islas tiene dueño aunque sí dichas plantaciones, uno de los principales recursos para la subsistencia kuna. La comunidad kuna se rige por su propio jefe o saila, quienes se encargan de solucionar cualquier diferencia que pueda surgir entre los pobladores. Entre ellos eligen un intendente, que actúa como gobernador y sirve como contacto entre el gobierno panameño y la tribu.
En la pista de aterrizaje esperaban de nuevo una pareja de kunas para vender mariscos y recibir unos paquetes con mercancía y alimentos. Ellos nos llevaron desde allí hasta su poblado en un cayuco inestable. Éramos de nuevo la atracción de niños y mayores, muchos de los cuales no sabían tan siquiera hablar una palabra de español. El sentimiento de confusión y extrañeza debió de ser parecido al que debieron tener los primeros conquistadores españoles al llegar a tierras americanas. Algunas expresiones y vocablos kuna que aprendí y te pueden servir por si visitas la zona son:
1. Dule = Hombre 2. Yala = Montaña, colina, valle 3. Igui Wachi Nika = ¿Qué hora es? 4. Nega = Casa, pueblo, hábitat o patria 5. Kuna = Llanura, superficie… 6. Sualibedis = Guardianes del orden / policías locales 7. Argargana = Portavoz 8. Ua = Pescado 9. Anai = Amigo 10. Tulup = Langosta 11. Iguibenuga = ¿Cómo te llamas? 12. Su = Cangrejo 13. Noegambi = Hola 14. Iguimani = ¿Cuánto cuesta? 15. Banemalo = Hasta mañana 16. Yerbe Dailegue Yagua = Usted es bonita 17. Atchu = Perro 18. Anyirre = Por favor 19. Eye = Sí 20. Suli = No
Niños kuna de Mansukún
Los hospitalarios habitantes de Mansukún nos cedieron una especie de almacén situado junto al embarcadero para domir esa noche mientras esperábamos la llegada de algún bote que se dirigiese hacia la frontera colombiana. Para pasar el rato me entretuve un buen rato tocando la guitarra para un público atento formado por infantes y mayores. Luego tocó ejercer de animador solciocultural -por cierto, no se me da nada mal- y jugar con los niños de pueblo mediante gestos y ruidos guturales.
Niños de Mansukun
Parafraseando esa expresión un tanto burda que se refiere a la buena suerte y dice «tienes una flor en el culo», lo nuestro debía de ser un ramo completo porque la Diosa Fortuna definitivamente estaba de nuestro lado. No llevábamos ni una hora en el poblado cuando apareció una lancha en la que iba subida Petita Ayarza de Archibold, Directora Comarcal Kuna Yala del MIDES (Ministerio de Desarrollo), quien amablemente se ofreció a llevarnos a la isla de Mulatupo haciendo antes una parada de trabajo en una humilde comunidad kuna aquejada con algunos casos de malaria.
La Playa
Pensaba que ya había tenido dosis suficiente de aventura con todo lo vivido pero la adrenalina no pretendía abandonarnos tan rápido. Gracias a Petita y la extraordinaria hospitalidad de la familia que nos acogió en Mulatupo pudimos vivir muy de cerca el trato y cariño de la gente kuna. Nos invitaron a dormir en su mejor cabaña con camas mientras ellos duermen en hamacas, probamos un chocolate con maíz calentito delicioso, intercambiamos impresiones sobre los pilares de su cultura y siguiendo mi tradición de baby-sitter, aprendimos a cantar algunas canciones en kuna y español con estos niños del poblado.
Mr. López, maestro y animador
El cancionero kuna lo ampliaron con esta otra obra que incluye representación gestual.
Canciones desde Mulatupo
Al día siguiente nos despedimos de la familia y partimos rumbo hacia la última localidad panameña del departamento de Darién: Puerto Obaldía. Para poder llegar hasta allí arreglamos un precio para que nos acercaran en su potente lancha de 40 caballos esquilmando así nuestras últimas reservas monetarias. No podía creérmelo. Después de tres días de travesía por fín estábamos en tierra firme, a pocos minutos de territorio colombiano. No hay suficientes palabras para explicar cada segundo, cada emoción, cada sorpresa vivida sobre un territorio todavía virgen en muchos aspectos cargado de hospitalidad, afecto, originalidad, cultura e inocencia. Próximo destino en la ruta panamericana: Carnaval de Barranquilla (Colombia). Me despido de Centroamérica y doy la bienvenida a América del Sur.
Tras despedirme de Petita Ayarza, directora de salud del MIDES (Ministerio de Desarrollo) de la comarca de Kuna Yala, acudí al puesto de policía para reportar mi llegada a Puerto Obaldía. Un trámite obligatorio en estos mundos de Dios en los que la civilización queda muy alejada y donde ésta es la única manera de llevar un control del tránsito de personas. Los agentes fueron muy amables. Como ha venido sucediendo a lo largo de mi viaje, el tema del fútbol es perfecto para iniciar una conversación con un desconocido, sobre todo si es aduanero o policía. Mis amigos saben que yo no soy muy futbolero. Claro que quiero que gane Osasuna, el equipo de mi tierra, que cuando juega la selección española deseo que gane puntos en sus partidos pero no me va la vida en ello. Aún y todo, uno actúa como si fuera un fanático del fútbol y se mete de lleno en una conversación sobre el Barça, el Madrid o si Messi es el nuevo Maradona.
Después de actuar como periodista deportivo me dirigí a la oficina de migración pero estaba cerrada. Al parecer el tipo-funcionario-güebón se había ido a desayunar así que fuí a buscarlo a un bar aledaño. El señor al vernos esperar no creáis que se dio mucha prisa. Siguió tomando su desayuno, conversó con los parroquianos y cuando le salió de la entrepierna regresó a su puesto de trabajo. Paco se subía por las paredes mientras nosotros nos armábamos de paciencia. Hecho el trámite acudimos al embarcadero para buscar una lancha que viajase a Capurganá, la primera población colombiana. No era sencillo ese día porque era víspera de carnaval aunque finalmente logramos subirnos a una por 40 dólares los tres. El trayecto entre ambas poblaciones no dura más de 30 minutos y se navega paralelo a una costa escarpada llena de acantilados. El viaje fue un tanto espeluznante. El mar estaba muy agitado, debíamos pasar entre dos rocas y el acantilado y por un momento casi volcamos. Afortunadamente pasamos aquel pasaje infernal y nos adentramos con la diminuta embarcación en la bahía de Capurganá.
Capurganá
La selva húmeda tropical del Tapón de Darién, único lugar en el que se interrumpe la carretera panamericana, da paso a una franja de arena blanca, aguas prístinas e imponentes acantilados bañados por las aguas azul aguamarina y verde esmeralda del mar Caribe. Me encuentro al norte del Golfo de Urabá, lugar en el que el río Atrato vierte su contenido al mar. El nombre de este pueblecito encantador es Capurganá, aldea chocoana con alma antioqueña donde no faltan hoteles de lujo ni tampoco encantos naturales que visitar. Da la sensación de que es un lugar reservado para pocos turistas puesto que en su calle principal llamada El Comercio no hay casi bullicio ni vendedores ambulantes. Tan sólo cuando el sol se oculta en el horizonte comienza a escucharse el fandango de los pobladores al lado de los almacenes de artesanías y en los bares martillea sin descanso el odioso reggaeton. Esta callecita desemboca en el muelle donde encontramos un alojamiento por 20.000 pesos (10 dólares para tres), todo un descubrimiento teniendo en cuenta que apenas nos quedaba dinero ya que desde Colón (Panamá) no hay un solo cajero automático. Muy recomendable si vas a hacer este tipo de ruta llevar suficiente dinero en efectivo.
Desde Capurganá salen habitualmente lanchas rápidas por unos 65.000 pesos (32US$) en dirección a Turbo, puerto con mucho movimiento comercial donde ya puedes enlazar por vía terrestre con autobuses y 4×4 hacia diversos lugares del país. Tras dos horas de trayecto sobre una panga que iba a toda mecha y no dejaba de dar pantocazos -definición de Perez Reverte en «La Reina del Sur» para referirse a los golpes de la embarcación contra el mar al navegar a toda velocidad-. Recomiendo para los iniciados no sentarse en la parte de adelante puesto que ahí el impacto es mayor. Tristemente nos dimos cuenta poco después de comenzar el viaje hacia Turbo por qué la gente se peleaba por un asiento en la parte posterior.
SUS CADERAS NO MIENTEN
«Hay que verlo, vivirlo, bailarlo y gozarlo», reza el slogan del Carnaval de Barranquilla, considerado el mejor carnaval de Colombia y uno de los más vistosos de Sudamérica con permiso de los brasileños, maestros en estas lides. Ciudad natal de la cantante Shakira, la belleza de sus paisanas no deja lugar a dudas viendo la fotografía de Daniela Donado, Reina del Carnaval 2007. Sin duda alguna son las colombianas las mujeres más guapas de todo el continente americano y el movimiento de sus caderas no hace sino ratificarlo todavía aún más. Colombia lamentablemente es conocida en el exterior por la guerrilla y el narcotráfico pero no por la increible amabilidad y hospitalidad de sus gentes. Si tuviera que hacer un ranking de países sobre este tema, Colombia obtendría de momento el puesto número 1 y Nicaragua el segundo. Llegamos a Barranquilla después de más de 16 horas de duro viaje. La primera parte en lancha de Capurganá a Turbo rompiéndonos la espalda. De ahí enlatados 9 en un 4×4 de 6 plazas hasta Montería donde enlazamos con un autobús del Expreso de Brasilia cuyo conductor nos quiso poner en ambiente con salsa, cumbia y reggaeton a todo volumen.
Cuando estás viajando tanto tiempo seguido pierdes la noción del día, el mes, la hora y casi de hasta quien eras antes de empezar tu aventura. Después de nuestro periplo por la comarca Kuna Yala teníamos la excusa para no haber reservado ningún alojamiento a sabiendas de que en carnaval todos los hoteles se llenan. Desde la estación de buses Iván, Paco y yo tomamos un taxi exclamando: «Por favor, llévenos a un lugar céntrico y barato». «Milagros los justos», responde el conductor. Nos alojamos en el Hotel El Diamante por 12US$ cada uno. Ducha, cambio de ropa y a quemar la noche barranquillera. El ambiente era genial, la gente ebria, el alcohol corría a raudales, las copas baratas y pocos turistas a la vista. Si os pasáis a ver la galería de fotos os podéis cerciorar de que mi instinto de cámara impulsivo quedo limitado por la fiesta y el alcohol. De ahí que haya tan pocas instantáneas. Como anécdota cómica contaros que en uno de los bares me preguntaron si era israelí, por eso de las barbas que calzo. Sí, sé que me las tengo que afeitar, pero es una apuesta personal. No Ushuaia, no tijeras.
El Carnaval de Barranquilla comienza un sábado con la Batalla de las Flores y la presentación de la Reina, el Rey Momo y Joselito Carnaval, que será enterrado el 4 de marzo. Durante el primer día los palcos se sitúan a lo largo del Cumbiódromo por donde desfilan carrozas y más de 140 comparsas alusivas a la Batalla de las Flores. Los barranquilleros se disfrazan con trajes tradicionales y alegóricos a personajes del momento como las marimondas -encapuchados con larguísimas narices-, las gigantonas que bailan en zancos; los enanos cabezones enormes caretas de Shakira y el clásico Cantinflas. Esta batalla carnavalesca se origina a principios de siglo cuando el país vivía la guerra de los Mil Días. En solidaridad con sus compatriotas, el alcalde de la época decretó la suspensión del Carnaval. Entre 1900 y 1902 no hubo celebraciones hasta que firmada la paz el alcalde autorizó el retorno a los festejos. Fue entonces cuando el general Heriberto Bengoechea dijo: «Vamos a hacerle un homenaje a la paz, cambiemos lo que estábamos viviendo, que era una batalla de plomo, por una batalla… pero de flores».
Al día siguiente, domingo de Carnaval, se realiza el Desfile de la Gran parada, protagonizado por las populares danzas del Torito, la del Garabato, la de las pilanderas y la cumbia, baile en el cual se fusionan elementos indígenas.
Agrupación Garabato del Norte. Vía 40
Por la noche acudimos a uno de los eventos nocturnos más importantes: El Festival de Orquestas. La sorpresa fue encontrarme sobre el escenario a Elvis Crespo, ese cantante que hace unos años hizo famoso esa canción que dice: «Suavementeeeeee, bésameeeeee, que quiero sentir tus labios besándome otra vez». Tomamos cerveza Águila en cantidades industriales y bailamos lo que pudimos con movimientos robóticos estilo gringo, si los comparamos con los suaves contoneos de los locales. En este festival las orquestas compiten por El Congo de Oro, premio a la calidad y esfuerzo musical por el que concursan las categorías de Lo Nuestro, Música Tropical, Salsa y Merengue, y Vallenato. Cada año artistas como Sergio Vargas, Oscar De León, Joe Arroyo y Juan Carlos Coronel participan por tradición pero no concursan.
Festival de Orquestas
Durante el resto de días se suceden desfiles en diferentes carreras de la ciudad hasta que llega el momento de echar el telón a una fiesta de 4 días de actividad frenética. En el Barrio Abajo, rodeada por sus príncipes y multitud de carnavaleros, la Reina vestida de negro, llora y despide a Joselito Carnaval.
CARTAGENA DE INDIAS
El cuerpo de uno ya no aguanta tanto como en mis años de mozo. Dos noches seguidas de faranduleo me dejaron literalmente echo polvo. Así que me tuve que arrastrar en taxi hasta la terminal de buses para tomar uno en dirección hacia Cartagena. Iván, compañero inseparable de aventuras y maestro en el arte del regateo, consiguió bajar el precio del billete por debajo de lo habitual. Pagamos menos que los propios colombianos. La ciudad de Cartagena de Indias es realmente preciosa. Declarada Patrimonio Histórico, Artístico y Cultural de la Humanidad en 1985 por la UNESCO -¡hay tantos ya que no sé si le queda a estas alturas algún lugar emblemático a este organismo por ponerle este apelativo!-, es escenario de la historia tanto del viejo como del nuevo mundo desde hace 460 años. Su fundador, Pedro de Heredia, llamó a este lugar Cartagena del Poniente para diferenciarla de la existente Cartagena en el levante español.
La ventaja de ser puerto y bahía protegida de vientos y brisas la convirtieron, para su gloria y desgracia, en el fortín donde se guardaban los tesoros de América para ser enviados a Europa. Razón por la cual los conquistadores españoles construyeron alrededor de ella más de 19 kilómetros de murallas que resistieron asedios constantes de piratas y corsarios así como de países con poderío militar como Inglaterra, Italia y Francia. Os recomiendo que busquéis información acerca del asedio que sufrió la ciudad por parte del temible pirata Sir Francis Drake y la estóica defensa del Comandante General Don Blas de Lezo. Nos alojamos en pleno centro de la ciudad a escasas manzanas de la catedral en el Hotel Plaza Center. Con la resaca del carnaval todavía haciendo mella dedicamos esos días a pasear por sus calles plagadas de edificios coloniales, universitarios y lugares de interés turístico como la Plaza de los Coches.
Plaza de los Coches
No muy lejos de allí se alza imponente el majestuoso Castillo de San Felipe de Barajas, la Iglesia de San Pedro Claver, el Parque del Centenario, el Muelle de los Pegasos o la Puerta del Reloj que véis en imagen y que en tiempos coloniales servía como acceso principal para la ciudad. Curiosidades de la tecnología y el mundo globalizado, en una de nuestras noches post-resaca vimos el show de Buenafuente gracias a la televisión por cable que teníamos en el cuarto. Recuperar una pequeña porción de tu país a través de la tele reconforta de alguna manera. Merece la pena destacar una pequeña aventura el último día antes de irnos hacia Medellín. Salimos con todas nuestras maletas -la mayoría mías- en taxi hacia la terminal de buses. Una vez allí, media hora más tarde de haber llegado, me di cuenta de que no tenía mi sombrero de rutero panamericano que con todo cariño me hizo Edelweiss antes de salir de viaje. Volver hasta el hostal suponía cerca de 45 minutos en taxi y otros tantos de vuelta. Decidí regresar arriesgándome a perder el bus. Y casi lo perdí porque cuando regresábamos había un atascazo imposible. Llegar, llegué tarde, pero conté con la ayuda de Iván y Paco que le comieron la cabeza al conductor para que me esperase. Sí, subimos al bus y dejamos atrás una ciudad bella que no olvidaré fácilmente.
Próximo destino en la ruta panamericana: Medellín.
El inexorable paso del tiempo se hace cada vez más presente cuando me detengo a pensar, en los momentos muertos entre autobuses y colectivos, que llevo ya 8 meses en ruta hacia mi destino final: Bahía Lapataia, Ushuaia. Atrás quedan hasta el momento aventuras, enfermedades difíciles, mi querida familia, nostalgias que uno lleva consigo en los bolsillos de su corazón y la tristeza de haber perdido puede que el mejor amor que he tenido. No voy a negar que continuar el camino se hace en ocasiones complicado, muy complicado. Quizás más por mi lucha con uno de mis peores enemigos -yo mismo- que por las dificultades que el exterior me ha planteado. Muchas veces me ha surgido durante el viaje esta pregunta: ¿Por qué estoy haciendo esto? Cumplir un sueño, superar un reto personal, vivir una experiencia inolvidable, disfrutar de un tiempo para estar conmigo mismo. Las opciones y variables son múltiples e infinitas. Soy feliz haciéndolo, de eso no hay duda.
El trayecto de 18 horas entre Cartagena y Medellín lo recorrimos entre las 17:30 y las 6 de la mañana del día siguiente con la empresa Rápido Ochoa. En las estaciones de autobuses colombianas siempre hay algún listillo que quiere hacer negocio con algún turista pardillo. En Cartagena entablamos conversación con un señor que se ofreció a conseguirnos un buen precio para viajar a Medellín. Conociendo de antemano los precios que nos ofrecían las diferentes compañías -hay mucha competencia y el regateo está a la orden del día-, probamos suerte con nuestro intermediario local quien logró negociar un muy buen precio de 50.000 pesos cada uno por pasaje (el último precio que habíamos conseguido era de 70.000). Evidentemente en esta cantidad estaba incluída la comisión del tipo. Después de toda la noche en un duermevela llegué con Paco e Iván finalmente a nuestro destino.
Desde la misma estación acudimos en taxi al Palm Tree Hostel, una casita de huéspedes muy mona situada cerca del hipermercado Éxito de la Avenida Colombia y a pocos metros de la estación de metro Suramericana. La red del metro de Medellín está compuesta únicamente por una sola línea desde la cual se puede hacer trasbordo al Metrocable. Desde esta especie de teleférico de varias gondolitas colgantes que ascienden hacia el barrio Santo Domingo Savio, sobrevolamos las humildes barriadas populares de Granizal, Andalucía, La Francia o La Esperanza divisando una hermosa vista panorámica del Valle de Aburrá en el que se encuentra emplazada la capital del departamento de Antioquia.
Metrocable
Medellín es conocida como la ciudad de la eterna primavera, y es que hace honor a su nombre celebrando cada año en el mes de agosto la tradicional Feria de las Flores que en este 2007 cumple su quincuagésimo aniversario. Entre las diversas actividades que se organizan destaca el Desfile de Silleteros en el que participan cada año cerca de 500 antioqueños que dan rienda suelta a su creatividad floral engalando la silla que portan a su espalda con más de 60 variedades de flores. Estas coloridas obras pueden llegar a pesar la friolera de 80 kilogramos.
La tradición de los silleteros se origina en el corregimiento de Santa Elena desde el cual bajan cada año hasta la capital cientos de campesinos cargados con sus hermosas sillas. Forma parte del imaginario popular antioqueño la leyenda de que antaño los silleteros solían transportar sobre sus espaldas a personas y mercancías antes de decidirse por las flores como la más preciada de sus cargas. «La tradición real nace a raíz de la figura de la silletera y caminante María La Larga«, comenta Divagante en su artículo del blog viajeros.com. Esta señora transportaba niños sobre su espalda hasta la población de Río Negro convirtiéndose así en símbolo de la fortaleza y el espíritu de lucha que poseen las mujeres de esta tierra. «María y su novedoso sistema de desplazamiento convencieron a muchos campesinos de la región para llevar de esta forma rápida y segura sus flores a la ciudad», apostilla Divagante. La tradición se convirtió en festejo y el festejo en emblema de la ciudad colombiana.
OBESIDAD ESCULTURAL
La vida de Fernando Botero, uno de los ciudadanos más ilustres de la ciudad de Medellín, ha transcurrido en los lugares más variados del planeta aunque, pese a la distancia, su Colombia natal ha ejercido constantemente una influencia decisiva en su obra. Como no podía ser de otra manera, la capital del departamento de Antioquia tiene dedicado a su hijo predilecto la Plazoleta de la Esculturas, en la que conviven obras como «La Maternidad» o «Señor con sombrero». Prueba de este amor entre Medellín y Botero es la amplia colección (catorce esculturas, catorce dibujos y 56 pinturas) donada por el artista al Museo de Antioquia. Un total de seis salas albergan algunas de las obras más representativas que este artista colombiano ha donado a Medellín en los últimos 26 años. La Plazoleta de las Esculturas complementa el tesoro cultural de la capital antioqueña transformando el centro financiero de la ciudad en un museo urbano.
Plazoleta de las Esculturas
En otras partes de la ciudad uno se topa mientras pasea con todo tipo de esculturas de Botero como la famosa Gorda («Torso femenino»), escultura de 4 metros de alto y 4 toneladas de peso, la «Venus Durmiente», «La Paloma» (una de las tantas referencias en la obra de Botero a la ternura y la libertad), «El Pájaro» situado en el Parque San Antonio y cuyo original sufrió las consecuencias de un atentado perpetrado el 10 de junio de 1995 por la guerrilla que ocasionó 28 muertos (siete de ellos eran niños) y más de 200 personas heridas. Los terroristas colocaron la bomba en la base de la estatua y todavía a día de hoy se puede apreciar el efecto de la deflagración. En el año 2000, el artista colombiano inauguró en la plaza que lleva su mismo nombre una réplica de esta escultura como símbolo de paz.
Botero comienza a definir su característico estilo de formas hinchadas tiempo después de casarse con Gloria Zea, su primera esposa. Antes de establecerse en México durante una temporada a finales de la década de los 50, el artista peregrinó por Europa para enriquecer su técnica estudiando en la Academia de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, se empapó de arte moderno en Barcelona, tuvo un acercamiento profundo con el arte antiguo y más lejano de las vanguardias en París y dedicó dos años al estudio de la técnica de pintura al fresco en la Academia San Marco de Florencia.
La resaca del carnaval de Barranquilla todavía hacía efecto sobre mi cuerpo dos días después de haber salido de la ciudad natal de Shakira. En Medellín mi actividad como turista se redujo a un par de paseos por el centro financiero y cultural, visitar fugazmente el metrocable y una salida nocturna para conocer la zona de marcha (creo recordar que en los alrededores del Parque Illeras y la zona del Poblado). Hay una cosa curiosa que me llamó la atención mucho en Medellín y no tiene nada que ver con el narcotráfico, el famoso cártel o su fallecido capo Pablo Escobar. Y es que en los supermercados y grandes superficies como el mencionado Éxito puedes financiar tu compra de comida en varios plazos. Eso dice mucho de la situación económica de muchas familias colombianas.
Colombia no deja de sorprenderme. Poco voy a ver de su basta extensión geográfica en los diez días que permaneceré en el país pero no dudo ni un instante al decir que sus gentes son las más amables, hospitalarias y cultas que me he encontrado a lo largo de lo que llevo de ruta panamericana. Próximo destino: Santa Fe de Bogotá, capital de Colombia.
Santa Fe de Bogotá (Bogotá D.C.), COLOMBIA. Km. 28973
Centro de Bogotá
El camino a través de Colombia se está desarrollando sin problema ni susto alguno. El temor a sufrir un asalto por parte de la guerrilla apenas es un murmullo en mi interior. Llegué a la terminal de buses de Bogotá procedente de Medellín sobre las seis y media de la mañana. 18 horas de viaje en un bus cama en el que medianamente pude descansar. Desde allí se puede tomar un taxi concertado -el precio te lo cobran en la misma estación- al hostal Platypus, que previamente había consultado en la guía Lonely Planet. Como estaba completo, preguntamos en un alojamiento aledaño, el Hostal Sue, lugar que resultó ser excelente. Desde el mismo hostal se podían apreciar las altas montañas que delimitan la ciudad de Bogotá. Una de ellas es el Cerro de Monserrate, santuario de peregrinación de millones de colombianos y viajeros desde su fundación en el año 1640, se alza por encima de Bogotá hasta los 3152 metros de altura. Fue Don Juan de Borja, presidente del Nuevo Reino, quien autorizó la construcción de esta capilla dedicada a la Virgen Morena de Monserrat, cuyo santuario principal se encuentra ubicado en Barcelona (España).
Para ascender a la cima decarté hacerlo andando principalmente por dos razones de peso: Pereza y atendiendo la recomendación de no hacerlo para evitar posibles robos. El ascenso se puede hacer cómodamente en un moderno funicular cuya construcción inicial se terminó en el año 1929. Desde hace cuatro años sus coches se han renovado con un diseño más moderno para ofrecer al turista vista extraordinarias gracias al techo de cristal que permite no perder detalle de los bosques circundantes, contemplar la completa panorámica de la ciudad o quedarse impresionado en su recorrido nocturno con bellos atardeceres.
Ascendiendo al Cerro de Monserrate
Desde la inauguración del Santuario de Monserrate -así le llaman en Colombia frente al vocablo original catalán Montserrat-, miles de creyentes han subido con devoción los cientos de escalones como acto de penitencia. Otros se lo toman como un reto deportivo y lo suben corriendo, saltando o haciendo el pino.
Santuario de Monserrate
Como habéis podido comprobar, la vista que se aprecia desde lo alto del cerro es una experiencia única. Arriba uno se da cuenta de las extraordinarias dimensiones que ocupa la capital de Colombia, incluyendo su centro financiero y el vasto extrarradio. Mientras que el ascenso al Cerro de Monserrate lo hicimos en funicular, el descenso fue en teleférico. Eso me hizo recordar aquellos maravillosos años de mi infacia cuando subí en uno parecido en los Picos de Europa. Este curioso medio de transporte lleva funcionando en Bogotá desde 1955. El teleférico tardar en descender de los 3152 metros a 2600, altura de la capital colombiana, tan sólo 4 minutos.
Descendiendo en teleférico
Es curioso que después de pasar por varias etapas y colores en su diseño, el teleférico haya terminado vistiendo los colores del Cerro de Monserrate: naranja como los atardeceres que desde allí se aprecian, verde como la gran vegetación que lo adorna y azul como el cielo que tiene de fondo permanentemente.
MIGUEL ÁNGEL ROJAS: ARTE CON COCA
Este artista colombiano nacido en Bogotá en el año 1946 lleva plasmando en su obra desde hace más de 30 años la dicotomía entre el consumo y la producción de coca en el mundo. Cuenta el crítico Carlos Barreiro Ortíz que Rojas ha tenido una «azarosa trayectoria -aunque coherente- como dibujante, grabador, pintor y, en última instancia, videoartista y minucioso constructor de instalaciones». Precisamente una de éstas últimas titulada «Broadway» (caminito hecho con trocitos de hojas de coca que hace referencia al tráfico) y «Medellín – New York» (díptico en el que las letras de la ciudad colombiana están hechas con círculos obtenidos perforando billetes de dólar y la Gran Manzana a través de círculos sacados de hojas de coca) llaman la atención por una aparente simplicidad tras la cual se agazapa un mazo que golpea el intelecto del espectador. Rojas se formó en la Universidad Nacional y en su juventud dedicó parte de sus esfuerzos creativos a la fotografía en blanco y negro de larga exposición. En los últimos años se ha metido de lleno en temas de contenido político en donde las hojas de coca se emplean como puntos reducidos con los cuales dibuja en la pared textos e imágenes y que remiten a los minúsculos fotomontajes.
Entre ellos llaman la atención una serie de vaqueros cinematográficos de la década de 1970, se convierte ahora en testimonio de la presión ejercida por los consumidores de droga en Norteamérica que el artista bautiza con ironía como «Narcowboys». «Quiero mostrar al mundo la violencia que afrontamos a diario como resultado de las drogas», me comenta Miguel Ángel en su estudio/taller de Bogotá. Su trabajo analiza la responsabilidad compartida de los productores y consumidores de drogas. En «Go On», Rojas realiza un dibujo que visto desde la distancia recuerda una ilustración tomada de un libro sobre el Lejano Oeste; una mirada cercana hace evidente que ha sido construído pacientemente con «puntos» de color verde, que en realidad han sido realizados con la ayuda de una perforadora a partir de hojas de coca. Aludiendo a la conquista de territorios a sangre y fuego -convertida por Hollywood en una saga mítica- Rojas inscribe su obra en el actual escenario político. La actual ‘narcotización de las relaciones entre Colombia y los Estados Unidos es evidencia de que el fondo del problema no es esencialmente político: se trata de un problema de mercado’.
En la página web de Alcuadrado de Bogotá puedes contemplar algunas de sus mejores obras así como su cronología creativa. La galería Alcuadrado es un espacio para el arte contemporáneo y para la proyección de sus artistas en el exterior. La obra que ves a la derecha, titulada «David», tiene un trasfondo profundo. Este ex soldado del ejército colombiano que posa subido a un pedestal como el David de Miguel Ángel perdió la mitad de la pierna izquierda al pisar una mina mientras hacían un batida por la selva erradicando cultivos de coca.
Sin intención de que esta crónica resulte pesada no puedo obviar reproducir parte del interesantísimo artículo publicado por el curador y crítico de arte colombiano, José Roca, en la «Columna de Arena». Roca maneja desde 1994 las exposiciones temporales de la Biblioteca Luis Ángel Arango en Bogotá, lugar en el que tuve el honor de conversar con él sobre el papel del arte colombiano frente al conflicto con la guerrilla y el narcotráfico. Dice José Roca que «a principios de los años ochenta, Miguel Ángel Rojas realizó una serie de obras con fotografías porno de tamanos minúsculos, logradas con una perforadora de papel. Con estas imágenes mínimas Rojas componía dibujos en las paredes basándose en dibujos infantiles. Estos dibujos murales guardaban relación con trabajos fotográficos anteriores realizados subrepticiamente en cines porno en el centro de Bogotá, muchos de los cuales se han convertido en sitios de encuentros gay. En una sociedad conservadora e intolerante, la obra de Rojas lograba develar la violencia social que supone la exclusión de los grupos marginales y de las minorías (Rojas hablaba desde su homosexualidad y sus raíces indígenas), poniendo al espectador en la incómoda posición de ser mirado mirando, cómplice en tanto voyeur de actos que la sociedad usualmente reprime violentamente».
José Roca continua analizando en su columna: «En una versión posterior de esta obra, el título de uno de los íconos del Pop (la conocida obra de Richard Hamilton ¿Que Es Lo Que Hace A Los Hogares De Hoy Tan Diferentes, Tan Atractivos?) es realizado con puntos de hoja de coca en una tipografía futurista. El comentario irónico alude a la doble moral de la comunidad internacional respecto al problema de la droga. Al tiempo que se estigmatiza a Colombia como el principal productor, el consumo de la droga en los países industrializados no solamente no esta acompañado de este estigma, sino que en ocasiones esta asociado con un cierto estilo de vida lleno de glamour, el medio de los ejecutivos, los corredores de bolsa, los artistas. Evidentemente, en términos morales el consumo de drogas es un asunto estrictamente personal, y en una sociedad democrática la decisión de consumir o no se desprende del derecho al libre desarrollo de la personalidad. Pero la criminalización genera el escenario actual en el cual el negocio prospera, los grandes dividendos se quedan en los países consumidores y en el que Colombia es la que pone los muertos».
«PALOMITAAAAAA….»
Santa Fe de Bogotá tiene más de 8 millones de habitantes. Su nombre, cuenta Wikipedia, tiene origen en la palabra indígena Bacatá, nombre de la capital de la confederación del Zipa en la antigua civilización muisca, la cual significa «cercado fuera de la labranza» o «territorio del cercado de la frontera». Esmeraldas, piezas de orfebrería, artesanías de todo el país, antigüedades, ropa y confecciones, joyería, reproducciones precolombinas, calzado y artículos en cuero, obras de arte, libros, música, rosarios e iconografía religiosa son algunos de los productos que se pueden adquirir en los alrededores de la Plaza de Bolívar, punto neurálgico de la ciudad.
Plaza de Bolívar
Los que me conocen saben que soy un gran amante de los animales. Nunca he sabido la razón. De niño tuve un periquito, gusanos de seda y algunos peces, así que por tradición familiar no ha de ser. Curiosamente, todos murieron. ¿Puede que eso me provocase un trauma antianimales que se mueren? El caso es que entre el variado mundo animal, en mi top de bichos odiosos, obtienen el primer lugar las cucarachas. Adela, mi amiga de Costa Rica, os lo podría contar con pelos y señales. Un odio acrecentado cuando mientras me lavaba los dientes en su casa de San José me salió una de 8 centímetros desde el desagüe del lavabo justo en el momento en el que echaba los restos de pasta de dientes. En segunda posición, están las palomas o… «ratas con alas», como las denominó un amigo que responde a la inicial G. Sé de alguien, a quien todavía sigo queriendo mucho pese a la distancia y las ausencias, que me regañaría por este vengativo acto antipalomas.
Advertencia de las autoridades: Este video puede contener imágenes que hieran su sensibilidad. Por favor, presione play y no sea cagueta.
Amaestrador de palomas
¿Fácil no? ¡Quién no ha hecho esto de chaval! Se les engaña con unos cuantos granos de maíz y cereales y cuando están desprevenidas, uno se transforma en el loco de la colina agitando brazos y emitiendo sonidos guturales. Imagináos la cara de los transeuntes que pasaban a mi alrededor. Debían de pensar: «Pobre hombre, tan barbudo y tan infantil». Pasemos al clip de video número 2 con el comentario de Paco, para más señas barcelonés y gran cantaor de flamenquito. 😉
Ratas con alas
Bogotá ha resultado ser una capital para volver a visitar con más días en la agenda. Moderna, con un carácter particular, tiene una vida cultural efervescente si lo comparamos con otras urbes latinoamericanas. Algunos le dicen la Atenas suramericana y en ello tienen razón. 58 museos, 62 galerías de arte, 45 teatros, más de 160 salas de cine, 161 monumentos nacionales, 4800 parques, 28 iglesias coloniales y 33 bibliotecas por decir sólo unas pocas cosas lo confirman. Me decía el otro día una amiga argentina que la mayoría de las veces es complicado describir una experiencia de este tipo en unas pocas palabras. «Al final, los mejores momentos quedan en el corázón», me comentaba. También los malos diría yo aunque suene cenizo y pesimista. Al menos hago este ejercicio narrativo para disfrutar de vuestra compañía virtual y haceros soñar conmigo. Lo malo, el sufrimiento, la tristeza, prefiero sobrellevarlo.
El cantante español Nino Bravo se refiere en el tema «América, América» a este vasto continente como el lugar «donde brilla el tibio sol con un nuevo fulgor dorando las arenas. Donde el aire es limpio aún bajo la suave luz de las estrellas. Donde el fuego se hace amor, el río es hablador y el monte selva». Apreciaciones para nada desacertadas de este continente que se extiende en gran parte del Hemisferio Occidental de la Tierra abarcando desde el Océano Glacial Ártico por el norte hasta el Cabo de Hornos por el sur, en la confluencia de los océanos Atlántico y Pacífico. El primer tercio de este viaje que llevaba planeando toda la vida, embarcándome sin apenas maletas con intención de llevar mi corazón por los senderos del sentir, me hizo atravesar las gélidas tierras de Alaska, conocida como la última frontera de América, hasta el inicio de mi ruta en Deadhorse, junto a la bahía de Prudhoe. De allí en un descenso atravesando las amplias llanuras verdosas de los estados canadienses de Yukon y British Columbia donde uno se siente parte minúscula frente a la grandeza de la naturaleza. Estados Unidos muestra su cara más europea en San Francisco, la decadencia del experimento humano que supone pasar tres días en Las Vegas o el sol eterno de las playas de California compartiendo estancia con mis amigos Belén y Nacho en Los Ángeles.
Las fronteras de aquí en adelante, líneas dibujadas en el suelo por políticos que separan personas y dividen corazones, marcan a fuego las diferencias entre la gran potencia del continente y el resto de países latinoamericanos. Tijuana es la puerta extremadamente vigilada por el Tío Sam que se permite el desagradable lujo de clavar una valla fronteriza hasta en medio de una playa. Menos mal que nuestros hermanos mexicanos se las pelean con los gringos ganando la partida en hospitalidad germinada al calor del tequila, las rancheras y narcocorridos frenéticos. Tonalli, Tonatiuh y Dania me abren las puertas a la ciudad fronteriza con mayor tránsito de vehículos y personas de América. El descenso por Baja California aparece salteado por desiertos, misiones y oasis inverosímiles con sorpresa final: El azote de los poderosos vientos del Huracán John sobre La Paz. El árido norte de México pierde su nota descolorida en la verdosa Sierra Tarahumara mientras el Chepe (tren Chihuahua-Pacífico) hormiguea adentrándose en la Barranca del Cobre.
La inmensidad del gigante mexica muestra una nutrida paleta de colores, paisajes, tendencias, sonidos y restos de historia azteca, maya y teotihuacana en sus más de 4000 kilómetros de verticalidad. La amistad de Patricia Ávila en Morelia, las conversaciones regadas de tequila reposado en el DF con Marcela Fuentes o las charlas políticas con Pirix en San Cristobal de las Casas (Chiapas) se suman a los gratos recuerdos guardados en el saco de la memoria de más de dos meses vagamundeando por México lindo. Manoseando el tópico que dice eso de «más vale una imagen que mil palabras», el videoclip que sigue a estas líneas reúne algunos -no todos- de los instantes capturados con la cámara de fotos en el deambular solitario por esta ruta panamericana que atraviesa Norteamérica y que será inolvidable el resto de días de mi vida.
Ruta Panamericana: Norteamérica Música: Antonio Orozco – «El viaje»
El resto del viaje se extiende por Centroamérica y América del Sur camino de mi destino final: Ushuaia, la ciudad más austral del planeta tierra. No te pierdas los detalles de mi aventuras por Ecuador, Perú, Bolivia, Chile y Argentina.
Mi viaje a través de Colombia se ha reducido a unas cuantas ciudades importantes (Barranquilla, Cartagena, Medellín y Bogotá). Me quedo con las ganas de poder regresar algún día a este bello país, de gentes amables, mujeres lindas, gastronomía diversa y paisajes que quedaron sin disfrutar tras las altas montañas y cumbres. El tiempo pasa de manera inexorable, el dinero va menguando y, si quiero llegar a mi meta, debo de mantener el paso firme. Desde Bogotá hasta Ipiales, última población importante cercana a la frontera, calculo que hay unos 1200 kilómetros y 28 horas de paliza autobusera. La última parte del trayecto, muy montañosa, tenía en los últimos años fama de ser peligrosa por la presencia de la guerrilla de las FARC sin embargo yo no vi guerrillero alguno. El único bus que encuentro directo hasta allí pasando por Ibagüe, Popayán y Pasto es de la empresa Expreso Bolivariano que me cobra 82.000 pesos colombianos. Existen otras empresas en la Terminal Sur de Autobuses que ofrecen este mismo trayecto pero sólo hasta Popayán por 60.000$ haciendo transbordo una vez llegado allí a otro bus con dirección a Ipiales. El viaje resultó menos duro y pesado de los esperado aunque nuestro conductor se afanó en ponernos los testículos de corbata conduciendo como un loco por puertos de montaña y haciendo adelantamientos suicidas en curvas de visibilidad nula. Después de muchos meses de viaje subiendo a autobuses conducidos por fitipaldis latinos no queda más remedio que encomendarse a la suerte porque ni el ángel de la guarda más esmerado podría evitar un susto o desgracia.
FORMALIDADES FRONTERIZAS
El puesto fronterizo entre Colombia y Ecuador está situado en la microlocalidad fronteriza de Rumichaca. Para llegar allí hay que tomar un colectivo en Ipiales que te cobra unos 1200 pesos colombianos. En migración aguardé la cola para obtener el sello de salida del país sin costo alguno mientras los brasas de los cambistas fronterizos ofrecían intercambio monetario. Una vez realizada la formalidad fronteriza hay que dirigirse andando unos 200 metros al puesto de control de pasaportes del lado ecuatoriano cruzando el puente que separa simbólicamente ambos países. Para entrar en Ecuador rellenas un formulario -tarjeta andina- cuyo resguardo debes conservar como oro en paño porque perderla supone tener que pagar 200 US$ y posteriores inconvenientes para salir del país. Desde la frontera hasta Tulcán, la ciudad más cercana, hay poco más de 6 kilómetros en un colectivo que cuesta unos 75 céntimos de dólar. Inevitablemente, como en todo el viaje, hay que estar preparado para ser abordado en la terminal de buses por los comerciales de las compañías de autobuses. Lo mejor, sentarse, pedir que te dejen en paz y una vez calmado comenzar a consultar precios y regatear hasta el infinito y más allá.
«ME VOY DE TRAPITOS»
Mi primer destino en Ecuador era el pueblecito andino de Otavalo, famoso por su mercado semanal de artesanías, telas y ponchos. Después de negociar pagamos tan sólo 2 dólares para llegar hasta allí con la compañía Pullman Carchí. Durante los próximos días hay que cambiar de nuevo el chip de cambio de divisas por una débil economía dolarizada. A diferencia de los excelentes autobuses que he encontrado en Colombia, los vehículos de viajeros ecuatorianos son un poco más destartalados pero mucho más baratos. Después de un par de horas de viaje, el chófer prácticamente nos dejó tirados en medio de la carretera panamericana sin casi tiempo para sacar nuestro equipaje. Continuo compartiendo viaje con Paco e Iván, dos estupendos compañeros. Nos adentramos por una de las calles de Otavalo en busca de hospedaje (Residencial San Luis; 5US$) y un sitio donde cenar. Otavalo es un punto de encuentro en los Andes, a 110 kilómetros al norte de Quito y a 2530 metros de altura sobre el nivel del mar. La primera cena en el país andino: Un delicioso pollo asado en un local llamado «El pollazo», marca que en España podría causar furor y asombro por lo burdo del nombrecito.
Dicen que el origen del mercado de Otavalo se remonta a los tiempos preincas cuando los hombres transportaban en mulas los productos de la selva de las tierras bajas orientales para intercambiarlas por artículos de las regiones montañosas. Los otavaleños son un pueblo tejedor por excelencia. Su producción textil está a medio camino entre la producción artesanal y la semi industrial que les permite fabricar metros y metros de tejidos. Es cada vez más patente la invasión de sus productos en los mercados artesanales de otros países, cosa que ocurre también en Centroamérica con el intercambio de productos artesanales en la zona del Gran Petén (Guatemala-México). Tapices decorativos, ponchos, paños, fajas, sacos, pulseras, bordados, bolsos, alfombras, bisutería, antigüedades. artesanías de madera, alforjas y cobijas, además de sombreros y collares indígenas (Walkas y manillas) se ofrecen en los centenares de puestos callejeros que inundan el centro de la ciudad. La locura del regateo comienza cada sábado desde muy temprano en las calles céntricas del pueblo decoradas a cada lado con unas farolas adornadas con motivos diversos. Cuenta Cristina Morató en un artículo de El Mundo que «cuando los conquistadores españoles llegaron en 1555 a estas tierras pronto descubrieron la habilidad de los indígenas para tejer y durante años les explotaron obligándoles a trabajar en los talleres textiles. Así, a la fuerza, se convirtieron en expertos artesanos textiles aunque con el paso del tiempo y la destreza adquirida, consiguieron hacer de este arte un floreciente negocio».
Los índígenas locales se entremezclan con gringos, grupos organizados de turistas y mochileros a la búsqueda de una ganga. Los mercaderes tienen tan estudiado al comprador que si uno es un poco observador percibe que la posibilidad de obtener un precio muy satisfactorio no es fácil. Tuve que contener al comprador impulsivo que llevo dentro aunque finalmente cayeron en la mochila un par de chompas -jerseys-, una camiseta, unos calcetines y una bufanda. No hay frontera ni límite claro entre el mercado de ponchos y el mercado de alimentos donde los campesinos, ganaderos y agricultores de aldeas remotas del altiplano circundante venden sus productos (quesos, cereales, carne…). Este espectáculo de colores y olores entremezclados merece la pena ser visto al menos una vez en la vida.
QUITO y EL MAL DE ALTURA
Durante mi estancia en Bogotá (2644 mts de altitud) no sentí ningún tipo de malestar. Sin embargo al ascender desde Otavalo a Quito (2819 metros) en el autobús de Panamericana (Billete por 2$) me invadió una pesada somnolencia. El cansancio y la falta de aire se acrecentó al llegar al hotel Huasi Continental de la capital ecuatoriana con un dolor de cabeza descomunal. Era la primera vez que tenía una jaqueca de esas dimensiones aunque no el mal de altura que también sufrí hace tres años en Cuzco (Perú). Paco me dio un Toradol con el que aplaqué a medias el dolor. Para prevenir el mal del altura es posible encontrar en las farmacias peruanas y bolivianas -no sé si en las de Ecuador-un par de productos que se llaman Sorjchi Pills y PunaCap. Ambos medicamentos contienen cafeína y aspirina además de una sustancia química añadida. En el caso de las PunaCap contienen acetolamida, muy efectiva para el mal de altura pero que puede ocultar algunos de sus efectos severos. Lo más importante es que en las primeras 48 horas tengas una alimentación liviana (una sopa de verduras o pollo) y que camines despacio, sin prisa. Además de estas medidas preventivas, es muy bueno el té de coca y tomárselo con mucha calma. En caso de encontrarse muy mal lo mejor es descender a una población con menor altura y aclimatarse tranquilamente. En el hotel Huasi Continental donde decidimos hospedarnos conseguimos una triple por 4$ cada uno. Se encuentra muy cerca de lo que se conoce como la zona roja, conjunto de calles del casco viejo de Quito en las que se ejerce la prostitución y donde deambulan rateros y maleantes. La verdad es que por la noche los alrededores se quedaban muy solitarios por lo que conviene no arriesgarse.
Desde la ventana de mi habitación se ve perfectamente El Panecillo, una montaña con cerca de 3000 metros de altura que fue bautizada así por su parecido con un pequeño pan. Cuentan los historiadores que este montículo recibió su calificativo de los conquistadores españoles aunque se cree que su nombre auténtico es Shungoloma que en quechua significa «loma del corazón». En la época preincaica se erigió sobre él un templo dedicado al culto del dios Sol, llamado Yavirac, el cual fue destruido por el indígena Rumiñahui mientras resistía con sus tropas al avance español. En 1976, el artista español Agustín de la Herrán Matorras realizó en aluminio el monumento a la Virgen María que se encuentra en la cúspide del cerro. Está compuesto por siete mil piezas y es considerado como la mayor representación de aluminio del mundo.
El Panecillo
Para subir al Panecillo es recomendable hacerlo en taxi por unos 6 dólares (Ida y vuelta con espera incluida). No solamente por la comodidad y rapidez sino para evitar que te roben o atraquen en el ascenso. Quito es una ciudad que me llamó la atención por su arquitectura y la disposición de calles, decenas de iglesias (Iglesia de la Compañía de Jesús, Iglesia de San Francisco, Monasterio de San Agustín…) y monumentos. Me esperaba pasear por una ciudad sin demasiado atractivo pero descubrí su encanto que resultó un tanto empañado por los síntomas del mal de altura.
LA MITAD DEL MUNDO
El ser humano tiende a etiquetar y clasificar todo: Animales, plantas, montañas, planetas… No sé de donde surge esa necesidad no sólo de delimitar espacios y lugares sino de hacerlo además con sentimientos tan puros como la amistad o el amor. En ese afán por dibujar el mapa terráqueo, un grupo de científicos conformado por los franceses Pedro Bouger, Luis Godin y Carlos María de la Condamine, los españoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa y el ecuatoriano Pedro Vicente Maldonado formaron en el año 1736 la Primera Misión Geodésica con la intención de comprobar la redondez de la Tierra. Durante los 9 años que tardaron en realizar cálculos imposibles los lugareños comenzaron a llamar «Tierras del Ecuador» a los alrededores de Quito, tomando como referente el paralelo que divide al planeta en dos hemisferios.
La Mitad del Mundo está ubicada 13 kilómetros al norte de Quito. Para llegar a la línea imaginaria equinoccial o paralelo cero (0°0’0″) es necesario hacer alguna que otra combinación de transportes. En primer lugar tomé el trolebús hasta la estación «Y griega» (a la que los habitantes de Quito llaman Ye). Muy cerca de allí se toma por 25 céntimos el metrobus hasta la parada de «La Ofelia». En esta estación no hay más que buscar el bus de la compañía Transhemisféricos que por 15 céntimos te dejan en la misma puerta de acceso. En aquel lugar se erige un monumento de 30 metros de altura que conmemora la importancia del trabajo de la Primera Misión Geodésica. Fruto del despiste entre latitudes, longitudes y hemisferios en el siguiente videoiosing incurro en un error, decir que el ecuador está en la longitud 0 y no es así.
En el ecuador…
Cuando uno conoce las condiciones en las que tienen que vivir muchos ecuatorianos día a día, entiende el porqué de la ola masiva de emigrantes que salieron de su tierra para ir a España en busca de una vida mejor y con más oportunidades. Todos esos españoles que han olvidado que hace años fuimos un pueblo de emigrantes deberían reflexionar y exterminar esos sentimientos xenófobos y racistas. Un dato irrefutable; el 40% de los ecuatorianos viven bajo el umbral de la extrema pobreza.
Próximo destino de la ruta panamericana: Cuenca (Azuay).
Esta reflexión no pretende ser agónica ni victimista. Tan sólo pretendo mostrar mediante una pincelada superficial lo que ha supuesto para mí enfrentarme a algunas de las dificultades como viajero. Mi primer contacto con Centroamérica estuvo marcado por la enfermedad; compañera perpetua con la que tuve que lidiar muchas batallas para no darme por vencido. Soy un tipo de persona que tiende a somatizar tensiones y miedos en su propio cuerpo, un tanto hipocondríaco, lo cual no deja de ser un autocastigo que he aprendido en estos meses a erradicar y aceptar con éxito. En un viaje tan largo, expuesto a diferentes formas de alimentación hubiese sido raro no tener alguna vez la comúnmente llamada diarrea del viajero. Tuve un primer conato de disentería -algo más grave- a mi llegada a la ciudad mexicana de Morelia. Al parecer fue a raíz de comer unos tacos que estaban en mal estado. Gracias a la ayuda y el cariño de Patricia Ávila, investigadora antropóloga de la UNAM a quien había conocido en Alaska y que me acogió en su casa como a uno de sus familiares, este episodio fue muy llevadero. Por mucho que uno intente tener cuidado con lo que come y bebe en todo momento, pillar un virus o bacteria es cuestión de suerte y lotería. Unos se enferman, otros no. Quien sabe si desde ese momento incubé la bacteria que un par de semanas más tarde se revelaría como una dura rival a exterminar.
Mi batalla contra la fiebre tifoidea -salmonella tiphy- estuvo realmente más centrada en combatir la angustia, ansiedad, soledad o necesidad de tener a alguien querido a mi lado mientras estuve ingresado un par de días en la capital de Belice que contra la propia enfermedad. Imagino que gracias a la vacuna que tenía puesta los efectos nocivos fueron mucho menores de lo que hubiesen sido sin ella. Fue muy duro tener que tomar un par de tratamientos de antibióticos para eliminar esta bacteria pero de todo se sale con paciencia. Therese (Seaside Guesthouse) y Teresa Parkey (Belize Dive Connection) se preocuparon porque no me faltase de nada en Belize City y les estaré eternamente agradecido. En esos momentos de dificultad en los que personas desconocidas te ayudan sin pedir nada a cambio uno cree firmemente de nuevo en la bondad del ser humano. Sin todas las muestras de cariño que me llegaron a través del blog hubiese sido más difícil superar uno de los peores momentos del viaje. Mi estado anímico quedó por los suelos. ¿Hacia donde se puede dirigir uno desde abajo? Únicamente hacia arriba pero de forma lenta y pausada.
Decidir realizar una aventura de este tipo implica ser plenamente consciente de la situación laboral, sentimental y familiar actual de uno. Da vértigo separarse de todo lo que quieres y has ido construyendo a tu alrededor ladrillo a ladrillo. Da pánico el mero hecho de pensar que a tu vuelta todo habrá cambiado y te encontrarás fuera de lugar pero hay una fuerza interior que estima básico realizar un sueño cuyos motivos son muy diversos. Estaba enamorado. Y todo eso mezclado con miles de sentimientos, tristezas, euforia y sufrimiento entrelazados. Una lucha interior contra uno mismo. Sigo enamorado. Se hizo duro para ambos estar separados por miles de kilómetros de océano. Tan lejos, pero tan cerca a veces. Ahora viajo solo. Creo que no vale sólo con quererse. Las relaciones se componen de muchos matices y puntos de vista. Dice una conocida cita de un autor anónimo: «Amar es verse en la distancia y oírse en el silencio». Pero… ¡qué duro y difícil es! La vida no deja de ser un camino lleno de ramificaciones y sendas por las que caminar. Siempre hay que elegir.
Dos caminos divergían en el bosque;
y yo fui por el menos transitado,
Y eso hizo que todo fuese diferente.
Robert Frost. «The road not taken»
No dejes de tomar el camino que te indique tu corazón si crees que es algo importante en tu vida. Corres el riesgo de perder (no siempre) algo importante pero tienes la certeza de que estás realizando una parte indispensable de tu yo interior. Estás siendo libre en tus elecciones. Escribió el filósofo clásico Epícteto en sus Disertaciones acerca de la libertad: «Ningún hombre es libre si no es dueño de sí mismo». Puede que decidas que lo tuyo es recorrer mundo, o dedicarte al ballet, o cultivar patatas, o hacer ganchillo. Algunos puede que piensen que estás loco, o intenten impedírtelo, o te apoyen… Es un reto más que hay que asumir. Nunca llueve a gusto de todos. «Las personas más libres del mundo son aquellas que están dotadas del sentido de su paz interior: Simplemente se niegan a dejarse desequilibrar por el prójimo y son patrones de su propia vida», afirma Wayne W. Dyer, profesor de psicología del asesoramiento.
Momentos malos aparte, esta «pequeña» extensión de tierra llamada Centroamérica que une norte y sur del continente americano gracias a un rompecabezas de países minúsculos me brindó paisajes, gentes y lugares bellísimos. Geográficamente se extiende desde el Istmo de Tehuantepec en México hasta el golfo de Urabá en Colombia a lo largo de más de 762.000 kilómetros cuadrados. He aquí una escueta selección de imágenes tomadas durante mi paso por Belice, Guatemala, Honduras, Nicaragua, Costa Rica y Panamá.
Ruta Panamericana: Centroamérica
Música: Carlos Jean vs Bebe – «Tiempo»
El tiempo juega un papel muy importante en nuestras vidas pero intentar dejar huellas en él es como intentar retener granos de finísima arena entre los dedos. Es un atleta veloz, un bandido huidizo y un compañero de vida. Aprovecha el tuyo al máximo. Aunque suene a tópico manido exprime cada momento presente como si fuera el último que fueras a vivir y deja de lado dos grandes enemigas que no hacen más que inmovilizarte: la culpabilidad y la preocupación. Si te detienes un instante a pensarlo: ¿Solucionas algo desperdiciando segundos, horas y minutos que no volverán?
Bajo mis pies se extienden ahora las vastas tierras por las que deambuló el Che Guevara y otros tantos libertadores y tiranos de Suramérica. Dice sabiamente Wayne W. Dyer: «No tienes que saber hacia dónde vas; lo importante es estar en el camino». ¿Me acompañas?
Seguir avanzando por los caminos de la ruta panamericana, costura cosida a base de pespuntes hilvanados entre el extremo norte y sur de América, sería de otra forma sin ese feedback que mantengo con algunos de vosotros gracias al globalizador invento de internet. Esas muestras de apoyo, ánimo, consultas y curiosidades alimentan mi espíritu viajero. Últimamente me siento, valga la redundancia, bastante sentimental. No es malo. Todo lo contrario. Aunque la tristeza a veces quiere pegarse al corazón de uno como un lapa, los momentos de reflexión y acción la distraen y despegan durante algún rato.
Hace un par de días recibí un e-mail de Adolfo Rovayo de Fuengirola muy reconfortante: «A pesar de nacer y vivir en puntos diametralmente distintos de España, creo que compartimos muchos sentimientos y sobre todo una visión de las cosas muy personal, alejada muchas veces del sentir general, y sobre todo responsabilizándonos de cada acto que nace desde dentro de nosotros. A pesar de nuestros miedos, siempre optamos por seguir el camino que nos dicta el corazón, que es un camino tan sumamente personal, que si lo oímos con detenimiento y calma, nos dará todas las respuestas que necesitamos a lo largo de nuestra vida. El gran problema es la sociedad que nos rodea y que está diseñada de tal forma, que los sentimientos son vistos como algo ridículo y luchar contra esa actitud generalizada, sólo te provoca un inconformismo interior en contraposición con el sentimiento mudo y robotizado que nos marcan estos tiempos. Por mi forma de ser me resigno a esta dinámica, por eso te digo que tienes una suerte grandísisma por hacer lo que estás haciendo y sobre todo por tener oídos para tu corazón». Adolfo, gracias por tu reflexión en la que me veo plenamente reflejado. Me alegro de que en este mundo en el que vivimos haya gente como tú Adolfo, con ese ahínco de búsqueda interior -sin perderse completamente en ella- y con la fortaleza necesaria para comandar tu vida siendo tu propio patrón.
URGANDO EN LA NARIZ DE SATÁN
¡Que no cunda el pánico! No, no me he adherido a una secta satánica ni nada por el estilo. La razón de un titular tan freak y escatológico es debido al insólito viaje que he realizado recientemente por el sur de Ecuador en uno de los pocos trenes que quedan con vida en América del Sur, el tren de la Nariz del Diablo. La vía férrea en cuestión une las poblaciones de Riobamba y Alausí a través de un sinuoso recorrido que cruza el río Chanchán y continua su rumbo hacia los parajes más altos de la cordillera de los Andes. Para llegar a Riobamba desde Quito, capital de Ecuador, tomé un autobús en dirección sur desde la terminal con la compañía Ecuador Ejecutivo por 3’75US$.
El viaje estuvo de lo más apasionante si tenemos en cuenta la original teletienda que nos tocó vivir a los pasajeros. Fue como si uno hubiera comprado una entrada para una función de teatro del absurdo. Los artefactos en venta y las revolucionarias acciones de marketing ambulantes de lo más raro: Una cadena de la mejor plata del mundo con su colgante en forma de delfín que no podías rechazar, una señora cortando cochinillo asado con hacha de carnicera en medio del pasillo, un bolígrafo multicolor con regalos extra o el payasito Tomasito que da la brasa con una historia lacrimógena y te acaba endiñando chocolatinas nutritivas energizantes … Lo mejor de todo el arte dialéctico de estos vendedores ambulantes que terminaban convenciendo al personal más que los políticos de turno en campaña presidencial. Una vez llegamos a Riobamba tomamos un taxi por 1US$ al hotelillo que habíamos mirado junto a la estación de tren. Una de las ventajas de ser periodista, teniendo además en este caso interés en hacer un reportaje sobre el tren de la Nariz del Diablo, es poder acceder a lugares vetados normalmente para el usuario corriente. Tuve el lujo de subirme a la locomotora y acompañar en el trayecto al maquinista Sergio Luna.
Abordo de la locomotora
Durante el trayecto que realizamos a velocidad de caracol espídico dejamos atrás poblados como Durán, Yaguachi, Chobo, Milagro, Naranjito, Bucay, Cumandá, Ventura, Pistishí o Sibambe en cuyas estaciones o paraderos esperan algunos de su pobladores -niños y mayores- como agua de mayo para vender alimentos y artesanías a los turistas o recibir regalos de éstos. La seguridad de algunos puentecitos y el estado de la vía en general dejan mucho que desear.
Avanzando por el recorrido
Pero… os estaréis preguntando ¿por qué se conoce este singular recorrido ferroviario como La Nariz del Diablo? Lo mejor, echar un vistazo atrás a la historia sin extenderme demasiado. La construcción del ferrocarril en Ecuador impulsó el progreso del país no sin unas cuantas y serias dificultades que solventar. Tras algunos intentos el gobierno encargó al ingeniero norteamericano Sighald Muller el estudio de un trazado del tren entre la costa y la sierra ecuatoriana. Muller después de dos años de investigaciones denominó eñ proyecto como «el ferrocarril más difícil del mundo» debido a los obstáculos geográficos que debía enfrentar. Se encargó la construcción al también norteamericano Archer Harman que inició esta obra de ingeniería empleando decenas de trabajadores indígenas y cerca de 4000 jamaiquinos. El implacable clima, las mordeduras de serpientes y la fiebre producida por las picaduras de mosquitos se cobraron la vida de decenas de obreros. No era extraño ver cada cierto tiempo como varios cadáveres eran conducidos en plataformas y sepultados en fosas comunes.
Vías y raíles
Este ferrocarril se convirtió en aquella época en la obra de infraestructura más grande del Ecuador. El tren arribó por primera vez a la estación de Chimbacalle de Quito el 25 de junio de 1908. En la actualidad subsiste únicamente como atracción turística y poco a poco se hunde en el pozo de la más absoluta decadencia sin apoyo del gobierno, con sueldos lamentables para sus trabajadores y un cuidado nulo de las vías. El destino final del viaje es la ciudad de Alausí hacia donde nos dirigimos. Originalmente el trayecto finalizaba en Durán (provincia del Guayas) pero algunas partes de la vía resultaron seriamente dañadas por el fenómeno de “El Niño”.
Llegada Alausí
Unos kilómetros más adelante de Alausí, última estación del recorrido, el tren de la Nariz del Diablo avanza unos kilómetros más y desciende 800 metros en zig zag sobre una formación rocosa que, por su dificultad y forma, fue denominada con esta alusión al demonio. Esta bajada permite sentir el cambio de climas desde el altiplano hasta el litoral.
Entre vagones
Algunos datos de interés que os pueden interesar si alguna vez decidís visitar Ecuador y tomar este tren:
Riobamba – Nariz del Diablo – Riobamba Días: Miércoles, viernes y domingos con autoferro Hora: 07:00 Lugar de partida: Estación de Riobamba Dirección: Avenida 10 de Agosto y Carabobo Teléfono: (03) 2961-909 Costo general: 14.20 USD
El tren se detiene unos minutos en el fondo de la barranca para tomar fotos y rehace el camino andado en sentido contrario de nuevo hasta Alausí.
Nariz del Diablo
El tren ofrece al pasajero la posibilidad de viajar sentado cómodamente, dentro de los vagones de carga con puertas abiertas a ambos lados cual peli de indios y vaqueros del Oeste americano o acurrucado en el techo. Sí, has leído bien.
Sobre el techo
Para hacer más entretenido el viaje nos faltaba una cosa que suele pasar «siempre que el tren sale», me dice Sergio, su maquinista. Y es descarrilar. Así fue. Estaba subido en el techo mientras ascendíamos hacia Alausí cuando sentí un frenazo seco. Imaginaos el posterior espectáculo de flashes y clicks de las cámaras de fotos de todos los turistas retratando el trabajo de los operarios para encarrilarlo. No puedo olvidar añadir en esta crónica la letra de una de mis canciones favoritas: «Cerca de las vías» de Fito y Fitipaldis. Ha sonado infinidad de veces en mi Ipod en esos momentos de melancolía buscada y en esta ocasión se hace necesaria su presencia por las contadas referencias a estaciones, vías y diablos…así que viene al pelo.
Hay días que parece
que nunca se va a apagar el sol,
y otros son más tristes
que una despedida en la estación.
es igual que nuestra vida
que cuando todo va bien…
un día tuerces una esquina
y te tuerces tu también.
Esa telaraña
que cuelga en mi habitación
no la quito, no hace nada,
solo ocupa su rincón.
Yo he crecido cerca de las vías
y por eso sé,
que la tristeza y la alegría,
viajan en el mismo tren
¿Quieres ver el mundo?
Mira, esta debajo de tus pies.
Con el paso de los años
nada es como yo soñé.
Si no cierras bien los ojos,
muchas cosas no se ven.
No le tengo miedo al diablo
¿no ves que no puedo arder?
No hay más fuego en el infierno
del que hay dentro de mi piel.
Todo lo malo y lo bueno
caben dentro de un papel.
¿Quieres ver el mundo?
Mira, está debajo de tus pies.
Me despido de Ecuador visitando la bonita ciudad de Cuenca acompañado por Iván y Paco. Apenas disfruté de ella porque reaparecieron los habituales episodios de fiebre y diarrea con visita a urgencias de uno de los hospitales de la ciudad. Estoy muy cansado y harto.
Panorámica
Abandono tierras ecuatorianas rumbo a la tierra de los Incas en busca de nuevos horizontes. Próximo destino: Máncora y la milenaria ciudad de adobe de Chan Chan (Perú).
Regresar al país que vio florecer el imperio Inca ha supuesto rescatar, asimilar y revivir un amalgama de recuerdos y sensaciones pasadas. Nada mejor para hacerlo que en la tranquilidad de las playas del norte peruano. Visité este hermoso país hace dos años en lo que supuso mi segundo viaje por Latinoamérica, después de un chute de naturaleza un añPlaya de Máncora en Perúo antes en Costa Rica. Mi recorrido por Perú fue el preludio de esta gran aventura en la que me embarqué hace varios meses. Cargado con mi mochila deambulé por el Valle Sagrado descubriendo en Cuzco, Písac, Ollantaytambo, Machu Picchu o Tambo Machay el ingenio, fortaleza y desarrollo de una civilización avanzada para sus tiempos. Sentí las primeras distancias lejos de la persona que más quería, ápices de nostalgia, extrañeza ante la visita de la soledad pero también me llené de vida conociendo a viajeros como Olivier, francés afincado en Lyon que daba la vuelta al mundo o a Ricardo y Juanita, pareja de australianos que degustaban sus últimas semanas de viaje después de casi 12 meses recorriendo el planeta. No puedo obviar esos recuerdos que me traen sabores agridulces.
¡HEY, EL CHE GUEVARA!
Después de una estancia de tres días en la señorial ciudad de Cuenca, tomé un autobús con Paco e Iván rumbo a la población fronteriza de Huaquillas por 5US$. Había pasado prácticamente todo el tiempo en cama con una de mis recaídas intestinales. El paisaje descendiendo desde la cordillera de los Andes hacia la costa cambiaba como si de una pase de diapositivas se tratase discurriendo por una carretera con mil vericuetos y precipicios de infarto. La escasa vegetación de las laderas andinas comenzaba a poblarse de palmeras y plantaciones de bananos conforme nos aproximábamos al océano Pacífico. El frío seco dejaba paso a un calorcito tropical. El autobús nos dejó unos kilómetros antes de Huaquillas junto al puesto fronterizo ecuatoriano de migración sobre el que caía un sol de justicia. Una vez obtenido el necesario sello de salida, tomamos un taxi hacia Huaquillas pueblo por 1’50 US$. Allí nos asaltaron los brasas presentes en toda frontera con intención de hacer negocio. Acordamos un precio con un par de peruanos de Tumbes (nunca aceptes un viaje sin haber acordado una cantidad concreta antes) y andamos unos 200 metros por tierra de nadie. Según nuestro acompañante este lugar es «una frontera peligrosa en la que no hay que despistarse ni un instante». Pagamos 1’50 US$ para llegar hasta el puesto de migración peruano -no muy lejano por cierto- donde sellamos el pasaporte y cumplimentamos la tarjeta andina en un pis pas. «¡Hey mira mamá, el Che Guevara!», soltó a grito pelado un niñito mientras el agente estampaba el sello en mi pasaporte. Sentí cierto rubor y orgullo al mismo tiempo. Por mi mente se paseó la absurda idea de levantar el puño izquierdo en alto y declamar aquello de «¡Hasta la victoria siempre!». Afortunadamente la cordura se impuso. La verdad es que mi aspecto es cada vez más parecido al del revolucionario cubano y no es que sea algo buscado, pero mola.
PERÚ: LA HORA CON DEMORA
Volvimos a subir al coche en dirección a Tumbes por 15 nuevos soles cada uno. Nos apeamos en la salida de esta población, en plena carretera panamericana y tomamos un bus por 10 soles que tardó más de 45 minutos en salir. Todo porque al parecer un par de tipos estaban panchamente terminando de comer y parecieron no enterarse de la puesta en marcha de la Campaña por el Respeto y la Puntualidad bajo el lema «Perú: la hora sin demora», una guerra contra la impuntualidad generalizada en el país y que comprobaré en los próximos días. A pesar de que es habitual que los habitantes de Lima lleguen tarde a reuniones, compromisos y hasta a sus mismos centros de trabajo, con demoras que pueden ser de 15 minutos o hasta de una hora, casi la mitad de ellos se considera puntual. Así funcionan algunas cosas en este país también.
MÁNCORA, PARAÍSO DE SURFEROS
Las extensas y solitarias playas que inundaban mis retinas desde el autobús me recordaban a Almería. De no ser por el reggaeton a todo trapo que sonaba en el bus infecto que había tomado y las letanías de vendedores ambulantes («Seco, seco, seco de pollooooo», «Gelatina, latina, latinaaaaaa», «Choclosssss, cho-clos-cho-clossss»), pensaría que todo era una sueño e iba hacia Mojácar desde Madrid. Máncora es una caleta de pescadores ubicada en la provincia de Talara, en el departamento de Piura, al norte del Perú. En los últimos años se ha convertido en una playa muy famosa para los amantes de las olas y la fiesta. Realmente las playas más bonitas se encuentran a ambos extremos de la costa partiendo de Máncora como las caletas de Colán, Punta Sal, Totoritas, Pocitos o Cabo Blanco.
Nos hospedamos en el Hotel Arena Blanca (15 soles por noche, piscina, televisión y camas horrorosas). Los dos días siguientes la premisa era disfrutar de la buena vida y relajarse por completo: Desayuno diario con una buena ensalada de frutas, comidas variadas como arroz con mariscos o papa a la huancaína y sus correspondientes cervecitas frescas, helados caseros… En lo referente a la gastronomía peruana comprobaré en los próximos días la gran variedad de platos que ofrece entre los que destacan los anticuchos que estoy ansioso por volver a probar. A partir de aquí Paco -en la foto el primero por la izquierda-, con quien venía viajando desde Honduras, se despedió de Iván y de mí para regresar hacia Colombia y disfrutar de sus últimas tres semanas antes de tomar su vuelo a Barcelona. Celebramos nuestra despedida con una deliciosa cena en el Luna Bar deseando a nuestro compañero nuevas y apasionantes aventuras así como sellar con un abrazo la promesa de vernos los tres de nuevo cuando regresemos a España. El viaje debía continuar así que decidimos viajar de noche para ahorrar hospedaje y continuar avanzando hacia el sur de Perú. Compramos el billete de autobús-cama con El Dorado por 45 soles, precio que incluía cena ligera y refresco, con destino a la ciudad de Trujillo.
LA CIUDAD DE ADOBE MÁS GRANDE DE AMÉRICA
Chan Chan (del muchik Jang-Jang, «sol-sol») es la ciudadela precolombina de adobe más extensa construida en la costa norte del Perú por los chimú. «Vino del mar, no se sabe de dónde, en una flota de balsas, con toda su corte y guerreros, llegó a la costa norte de lo que hoy es el Perú, en el valle de Moche y fundó un reino. Su nombre era Tacaynamo y fue el primer soberano de Chan Chan, la ciudad más importante de Chimú. Tuvo un hijo llamado Guacricaur, y éste, uno al que llamó Ñancempinco. Fueron diez los reyes de esta dinastía . El último, Minchancaman fue derrotado por los Incas, quienes destruyeron la ciudad y dividieron al reino», cuenta la leyenda recogida en el documento «Historia Anónima» escrita en 1604 por algún cronista español. Chan Chan se ubica en el valle de Moche, frente al mar, a mitad de camino entre el balneario de Huanchaco y la ciudad de Trujillo, capital del departamento de La Libertad en la costa norte del Perú. El sitio arqueológico cubre un área aproximada de 20 kilómetros cuadrados con multitud de pequeñas estructuras mal conservadas, veredas, canales, murallas y cementerios. Una mínima parte del recinto está restaurado mientras que el resto de la imponente ciudad emerge poco a poco de entre la arena gracias a decenas de trabajadores que se dejan la espalda bajo un calor abrasador.
Adobe por un muro
Ubicada 5 kilómetros al norte de Trujillo (capital de la eterna primavera), la Huaca Arco Iris o del Dragón es una pirámide de barro construida en los albores de la cultura Chimú mientras las culturas Tiahuanaco y Huari llegaban a su ocaso. Este templo contiene hermosos relieves donde destaca el arco iris adragonado, una escena de danzantes y 14 colcas en las que depositaban ofrendas. No muy lejos de allí, en el distrito La Esperanza, se puede visitar la Huaca Esmeralda que posee dos plataformas con rampas centrales cuyas paredes de adobe están decoradas con altorrelieves de motivos zoomorfos y geométricos. Este templo mal conservado se encuentra ubicado detrás del templo San Salvador de Mansiche, en la ruta hacia Huanchaco. A pesar de que se calcula que su antigüedad es de aproximadamente 1100 años, en mi opinión esta última huaca carece de interés. Recomiendo acudir mejor a la Huaca del Sol y la Huaca de la Luna.
Huaca Arco Iris
Antes de visitar ambos vestigios de la cultura Chimú tomamos un taxi desde la terminal de El Dorado hacia la zona en la que se concentran las terminales de las diferentes compañías que viajan a Lima. Comparamos precios y finalmente decidimos comprar el billete en Ormeño, decisión de la que luego me arrepentiría dado el autobús cutre que nos tocó. Desde allí cogimos un colectivo hacia Huanchaco por 1 sol apeándonos en el cruce desde el que se accede al recinto de Chan Chan. Allí suelen estar esperando algunos taxis con los que puedes negociar un trayecto -pagamos 25 soles creo- que incluye acercarte a las ruinas o el museo del sitio para comprar la entrada con la que acceder al complejo, museo y las Huacas Esmeralda y Arco Iris. Recibimos el atardecer en la ciudad de Trujillo comiendo un rico helado, compramos un par de botellas de vino para regalar a nuestros anfitriones en Lima -los tíos de mi amigo Miguel Ascenzo- y fuimos al cine para ver «Infiltrados» por 3’5 soles, poco más de 1€. ¡Ya podría vale eso aquí el cine!
Próximos destinos en la ruta panamericana: Lima y Arequipa.
Fueron dos jornadas de viaje apasionantes pero fatigosas desde que salimos Iván y yo de Máncora en dirección a Lima con una parada en Trujillo para visitar Chan Chan, la ciudad de adobe más grande de América. Llegamos con Ormeño a la capital peruana sobre las 7:30 de la mañana. Desde la terminal de esta compañía de autobuses tomamos un taxi por 10 soles a Los Álamos de Monterico, la urbanización en la que viven Pecas y Quique Ascenzo que son los tíos de mi amigo Miguel Ascenzo. Fueron unos magníficos anfitriones y nos trataron como si fuéramos de su propia familia. Después de dormir un rato para recuperar el sueño perdido en el largo viaje de 9 horas entre Trujillo y Lima, saboreamos una suculenta comida consistente en una rica ensalada de aguacate, arroz con pollo y de postre durazno -melocotón en España- con papaya. Mi intención inicial era pasar al menos dos o tres días en Lima pero el tiempo apremiaba si quería llegar el sábado a Arequipa. Aproveché mi estancia en la capital peruana para ir a una oficina de UPS y enviar un paquete de cintas del documental que estoy grabando sobre mi propia aventura a través de la ruta panamericana.
TIERRA DE NIÑOS
A mediodía había quedado con Joaquín Leguía, fundador de la ONG Ania (Asociación para la Niñez y su Ambiente), para obtener más información sobre su proyecto Tierra de Niños. Una Tierra de Niños (TiNi) es un espacio entregado a niñas y niños donde criar todo tipo de vida y diversidad. En este proceso de autogestión y aprendizaje los chavales fortalecen su autoestima e identidad con el medioambiente. Según la extensión y el tipo de ecosistema elegido esta Tierra de Niños podrá adoptar diversos nombres como «El Bosque de los Niños», «La Montaña de los Niños», «La Laguna de los Niños» o «La Maceta de los Niños». Cualquier microecosistema puede participar en esta interesante iniciativa. El proyecto piloto del Programa “Tierra de Niños” fue el “Bosque de los Niños” (BoNi). Esta experiencia se desarrolló por primera vez en las selvas de la región de Madre de Dios entre 2001 y 2004 gracias al apoyo de organizaciones como Ashoka, AVINA, la Fundación Matthiessen y ACCA. La experiencia se implementó por primera vez en Boca Amigo, un pequeño poblado rural de 100 personas ubicado en la cuenca del río Madre de Dios. En este pueblecito viven peruanos emigrados del altiplano que se dedican al comercio, la minería y la tala de árboles.
Joaquín Leguía, director ejecutivo de Ania, transmite una energía positiva e ilusión por lo que hace que no se encuentra fácilmente. Cree profundamente en su proyecto nacido de un sueño de infancia. Cuando era niño corría a refugiarse en el jardín de su casa cuando sus padres se enzarzaban en largas discusiones. No pasaría mucho tiempo hasta que se divorciasen. De esta experiencia habitualmente traumática, el pequeño Joaquín soñó un mundo propio en compañía de vegetales, flores y árboles. Eso sirvió años más tarde para luchar por algo que bullía en su interior, la necesidad de educar en la protección del medioambiente y cuidar el único hogar que tenemos. «El futuro de este planeta son los niños. Son nuestro legado y heredarán la Tierra en el estado en que la dejemos», me dice Joaquín. Habíamos estado hablando largo rato sobre Tierra de Niños y el valor de adoptar la postura de escribir tu propio guión de vida y no el que dictan a veces de manera cuasi automática las costumbres, las relaciones, la sociedad o el propio inconsciente. Al despedirme de Joaquín me regaló una semilla del Bosque de los Niños deseándome un feliz fin de viaje. Desde ese día la llevo colgada de mi cuello con la ilusión de culminar mi aventura en Bahía Lapataia y que todos aquellos a quienes quiero tengan un buen deambular por esa gran ruta que es la vida. No me puedo olvidar de Yllari Chaska, la persona encargada de comunicación en esta ONG, que nos atendió estupendamente. Muchas gracias y suerte con todos tus proyectos.
ANTICUCHOS: SUEÑO CUMPLIDO
La gastronomía peruana tiene a mi juicio algunos platos exquisitos. En mi anterior viaje a este país probé muchos de sus platos y bebidas típicas (ceviche, papa a la huancaína, mazamorra, chicha morada…). Sin duda el que más me gustó fueron los anticuchos, una especie de pincho moruno asado cuyo ingrediente principal es el corazón de vaca. A pesar de que dicho de esta manera no suene muy sabroso os puedo asegurar que está delicioso. Soñaba con volver a encontrar el puestecillo callejero en el que los probé por primera vez. Desde hace unos años ese puesto ambulante al que me refiero se ha hecho famoso en el centro de Lima por preparar este suculento manjar acompañado de papas sancochadas y choclos al que acuden día tras día decenas de limeños. Se trata de GRIMA Anticuchos (Esquina Enrique Palacios con 27 de Noviembre – Miraflores / Celular: 9849 3137). Todos los días hay filas de coches aparcados en doble fila esperando su turno e incluso el negocio ha evolucionado de tal manera que puedes realizar tu pedido por teléfono. Además del éxito adquirido a través del boca a boca entre los limeños, la recomendación de este puestecito callejero por parte del famoso cocinero peruano Gastón Acurio en su programa de televisión «Aventura culinaria» ha disparado la lista de clientes. Aunque todavía la tecnología no permite probar comida a través de internet ahí va un video explicativo del proceso para que os hagáis una idea.
Anticuchos paso a paso
El centro de Lima no tiene fama de ser un lugar muy seguro aunque en los últimos años algunas zonas son perfectamente transitables de día. Como en toda capital es mejor estar siempre atento a la mochila o el bolso para evitar robos al descuido. En un área no muy extensa el visitante se topa con la Estatua de San Martín, la Catedral, el Palacio de Gobierno, la Iglesia de La Merced y algo más lejos en el bohemio barrio de Barranco se puede pasear por el Puente de los Suspiros o ver la Iglesia de la Santísima Cruz ubicada junto al Parque Municipal. Y como no, no podía faltar en una zona turística como la Plaza de Armas la estampa típica de un grupo de japoneses sacándose fotos con policías antidisturbios. Hasta allí nos había traído desde casa de los Ascenzo un taxista-sexólogo muy instruido en las tareas de proporcionar placer a las mujeres.
Placer femenino
Regresamos a casa para recoger el equipaje, nos despedimos de Pecas y Quique agradeciendo su hospitalidad y tomamos un taxi a la terminal de la compañía Cruz del Sur. Salimos a las 20:30 hacia Arequipa. Por delante más de 11 horas de viaje y algo más de 1000 kilómetros. El billete de bus incluía cena ligera acompañada del refresco nacional: La Inka Kola. La curiosa historia de esta bebida originaria de Perú la resumen brillantemente Marco Avilés y Daniel Titinger en un reportaje publicado en la revista Etiqueta Negra. Dice así: «Color orina y sabor a chicle. Él no lo dijo, pero quizá lo pensó. Muchos lo piensan. En abril de 1999, el recién llegado a Lima presidente del directorio de The Coca-Cola Company, M. Douglas Ivester, tuvo que probar en público -para el público- la gaseosa que los peruanos preferían. Entrevista de rigor. La prensa esperaba el trago definitivo. Él no lo dijo, pero quizá lo pensó: la gaseosa más bebida en todo el mundo había sido derrotada, lejos de casa, por una desconocida. El brindis fue la claudicación: Coca-Cola no podía competir con Inca Kola, así que sacó la billetera y la compró.
Perder, comprar, todo depende del envase con que se mire. Lo cierto es que la compañía que había hecho añicos a la Pepsi en Estados Unidos, y que en menos de una semana desbarató el imperio de esta bebida en Venezuela, que facturaba más de diez mil millones de dólares al año, que pudo conquistar el enorme mercado asiático, que auspiciaba en exclusiva los mundiales de fútbol y las olimpiadas, que distribuía botellas etiquetadas en más de ochenta idiomas, que alguna vez hizo de Buenos Aires la ciudad más cocacolera del mundo, que se había adueñado de Columbia Pictures, que estuvo a punto de comprar American Express, que fue publicitada por The Beatles y Marilyn Monroe, y que hacía que el emperador de Etiopía, Haile Selassie, subiera a su avión sólo para ir a comprarla a países vecinos, es decir, la Coke, nunca logró convencer del todo el paladar de un país tercermundista llamado Perú». Al final el pez grande se come al chico pero al menos éste ha plantado batalla.
AREQUIPA, LA CIUDAD BLANCA
Nada más llegar tomamos un taxi hacia el alojamiento Hostal El Caminante Class Inn (15 soles, habitación doble, TV cable, agua caliente). En realidad buscábamos el hostal Caminante Class pero el taxista decidió llevarnos a este con nombre parecido y así cobrar su comisión. De todos modos el hospedaje estaba limpio y bien de precio -negociando claro-. Los colores de la bandera de Perú (rojo y blanco) dan una idea del contraste paisajístico que ofrece la tierra en la que reinaron los Incas. No es un país monocolor. La costa peruana de norte a sur mantiene un clima caluroso y desértico que contrasta conforme se asciende la cordillera de los Andes cambiando hacia un verde y marrón intenso salteado con las pinceladas blanquecinas de sus cumbres nevadas o el azul reflectante de lagunas y lagos como el Titicaca. El resto del colorido lo ponen los trajes y vestimentas tradicionales del altiplano. Por su parte Arequipa, segunda ciudad del país, se encuentra rodeada de majestuosos volcanes, en uno de los cuales se halló la mundialmente famosa momia «Juanita», una niña sacrificada en la época del Imperio Inca conservada en muy buenas condiciones. La ciudad blanca es además el centro más importante de producción de lácteos del país en el que tiene base la conocida empresa Gloria. Aunque lo de ciudad blanca nada tiene que ver con la leche.
Misti, Chachani y Pichu-pichu
Arequipa conserva en perfecto estado una arquitectura colonial con un centro histórico que transporta a la época de la conquista. Entre sus atracciones turísticas a parte de la mencionada momia «Juanita» están el Monasterio de Santa Catalina, la Iglesia de San Francisco o la Iglesia de La Compañía. Si lo que se quiere es tener cierta perspectiva del lugar en el que se emplaza la ciudad puede resultar interesante visitar el Mirador de Sachaca (1 sol por subir a la torre y otros tantos soles el taxi de ida y vuelta) desde donde hay una bonita panorámica de la campiña arequipeña. Después del oportuno paseo turístico era el momento de regresar al hostal para tomar una ducha y quedar al atardecer con Wilson, amigo que conocí hace dos años en mi anterior visita a Perú. Salimos a conocer la zona de marcha, probé de nuevo el pisco sour y terminamos la noche en la discoteca Casona Forum. Al día siguiente para hacer más leve la resaca recuperé mis dotes culinarias transformándome en Chef Guevara y preparar mi única especialidad: Pollo Strogonoff. Los comensales quedaron satisfechos y asentamos la cena con un mate de coca hervido con hojas naturales. Antes de partir y comenzar el ascenso hacia el altiplano andino compramos cuentos, cuadernos, pinturas y bolígrafos para llevar a una familia en la que Iván tiene un niño apadrinado con InterVida. La mochila que cargo a mi espalda no va cargada de piedras sino de regalos y Sonrisas Viajeras. Próximo destino: Ayaviri.
En primer lugar disculpar estos dos meses de ausencia sin crónicas en esta bitácora virtual reflejo de las experiencias de un viaje personal fraguado a través del continente americano desde Alaska a la Patagonia argentina siguiendo el trazado de la ruta panamericana. Todavía quedan muchas aventuras por contar en el camino hacia la ciudad más austral del mundo: Ushuaia. Os agradezco enormemente a todos aquellos que habéis visitado en alguna ocasión este rincón viajero, aquellos que me habéis enviado mensajes de apoyo o consultas diversas. Espero haberos podido ayudar en la medida de lo posible.
Nos quedamos en Arequipa, la ciudad blanca del sur peruano en la que tuve el placer de volver a ver a mi amigo Wilson. Desde esta ciudad rodeada por los majestuosos volcanes Misti, Chachani y Pichu-pichu, con una altitud de 2500 metros sobre el nivel del mar, partí en un autobús desvencijado con Iván, compañero de viaje originario de Valencia que me acompaña desde Honduras, hacia un pequeño pueblecito del altiplano peruano llamado Ayaviri. Allí acudimos con la intención de visitar a una familia en la que Iván tiene apadrinado un niño a través de la ONG Fundación Intervida. A pesar de los escándalos acaecidos hace unos meses por el supuesto desvío de fondos recaudados del apadrinamiento para inversiones en construcción y fondos bancarios, la impresión que me llevé de la gestión de los recursos por parte de Solaris (empresa peruana encargada de utilizar el dinero proveniente de Intervida España en este país) fue excelente.
Tomamos el bus sobre las 15:30 horas con una compañía local. El trayecto se antojaba largo y pesado, más aún si tenemos en cuenta que nos brasearon con la trilogía de Rambo con interrupción del audio cada medio minuto. El paisaje conforme se asciende al altiplano comienza a transformarse en puna, gélido desierto salpicado de arbustos aislados característico de la Cordillera de los Andes entre los 3500 y 4.500 metros de altura sobre el nivel del mar. A esta altitud el clima se torna muy frío, con escasas precipitaciones y una temperatura media anual de 0 °C a -7°C.
En el ascenso hacia Juliaca, la nieve decidió acompañarnos durante un buen rato haciendo más peligroso el rodaje por el asfalto. En pleno puerto de montaña nos topamos con un autobús de la misma compañía que bajaba hacia Arequipa y se había salido de la carretera, accidente que no había causado heridos por fortuna. Llegamos de noche sobre las nueve a Juliaca donde cambiamos de bus con Destinos Express, vehículo destartalado sin calefacción y que prometía un viaje de lo más incómodo. Recomiendo para trayectos nocturnos en este tipo de buses locales doble ración de calcetines ultragruesos, saco de dormir o manta y complementos de invierno para el resto del cuerpo(gorro, forro polar, bufanda y guantes). El conductor se pasó nuestra parada en Ayaviri recorriendo cerca de 50 kilómetros más. Menos mal que nos dimos cuenta porque si no terminamos en Cuzco. Bajamos en Sicuani a la 1:30 de la madrugada -la noche era oscura y llovía copiosamente- sin saber a ciencia cierta si tendríamos algún lugar para hospedarnos. Por suerte el Hospedaje Jose´s tenía una habitación libre con cama de matrimonio y sin calefacción por 12 soles (4US$). Allí descansamos Iván y yo como pudimos refugiados en nuestro saco de dormir unas pocas horas para dirigirnos pronto por la mañana de vuelta a Ayaviri con Power Bus. La altura comienza a notarse en el ascenso al altiplano cuando sientes que la cabeza empieza a embotarse, a veces con una leve sensación de náusea y cansancio físico al menor esfuerzo. De alguna manera mi cuerpo ya se había habituado al mal de altura cuando enfermé al llegar a Quito (Ecuador). Para evitar repetir esta desagradable situación tomé hoja de coca en infusiones así como mascada a modo de profilaxis.
HOJA DE COCA: REGALO DE LOS DIOSES
Cuenta Paulina Arce en la revista Ser Indígena que la Koka Kintu es el regalo que hizo el Dios Inti al pueblo andino. Durante muchos siglos ha sido sagrada y los pueblos andinos la han utilizado como sustento del alma y del cuerpo. Para los indígenas del altiplano la coca es mucho más que una planta. Se transforma en su alimento, en su consuelo, en la llave de su existencia. En estas tierras utilizan esta hoja sagrada en ceremonias, fiestas, pues son premonitoras del destino y, mediante el acto de acullicar –mantenerlas en la boca entre la mejilla y los dientes sin masticar- se transforma en un alimento, en un tónico revitalizante, que combate el cansancio, el frío y el hambre.
Sin duda, el mundo occidental difiere abiertamente del consumo de la hoja de coca y se ha transformado en un problema para la forma de vida moderna. Y, la primera razón de este rechazo es la gran confusión que causa la palabra, pues la coca se confunde con cocaína, concepto que ha provocado la reglamentación de los cultivos, la han considerado una droga y la han hecho caer en decadencia. La segunda oposición a ésta, es que se desconoce su verdadera utilidad y su uso tradicional.
Es importante entender la diferencia entre coca y cocaína. La coca, cuyo uso doméstico data de unos cuatro a seis mil años, es la hoja sagrada del pueblo andino. La cocaína, por su parte, es una invención europea de hace 140 años. Se necesitan 41 productos químicos para poder extraer la cocaína de la hoja de coca y se requieren 110 kilos de hojas para producir 600 gramos de cocaína pura.
KILÓMETROS DE SONRISAS
Cuando viajaba por México me vino a la mente la idea de dotar a mi viaje de un matiz solidario. Así nació Sonrisas Viajeras un pequeño gesto de ONG personal ambulante con el que evidentemente no cambiaré el mundo pero que merece la pena al menos por ver reflejada en el otro una sonrisa. Agradezco el apoyo en especial de Esperanza Cortés ya que con su donación se fraguó la mayor parte de una de las sonrisas viajeras más emotivas. Esta humilde iniciativa también contó con el apoyo desinteresado de Alejandro -creador de la web- y mi amigo Migueltxo Molina que editó este breve clip de presentación.
Para llegar desde Sicuani a Ayaviri es necesario pasar por paso Abra La Raya que se encuentra a 4338 metros de altitud. Esta mismo recorrido lo cubre paralelo a la carretera el trazado del tren de Peru Rail que une Cuzco con Puno. Llevo tallado en el corazón el recuerdo de aquel día vivido en Ayaviri con Ronal, un niño tímido y callado apadrinado por Iván. Miguel Araujo, coordinador de auspicio de Solaris en Ayaviri, nos recibió en la terminal de autobuses con un imponente 4×4 de la organización. Antes de acercarnos a la base de la ONG pasamos por una tienda de abarrotes y comestibles para comprar algunos alimentos básicos que pretendíamos entregar a la familia de Ronal.
Acopio de víveres
Una vez hecha la compra, pasamos un momento por las oficinas de Solaris para conversar con el coordinador general y conocer a fondo las labores que realiza la ONG en la zona. Hecho esto, cargamos los alimentos y material escolar (cuentos para colorear, pinturas, bolígrafos, cuadernos…) y nos acercamos a casa de Ronal.
Ayuda para la familia de Ronal
Antes de acudir a visitar a la familia de la que Iván es padrino, Miguel nos llevó a visitar una de las escuelas de Ayaviri financiadas por Intervida donde nos recibió el director de la escuela cordialmente cual si fuéramos autoridades políticas. Y como buen embajador de esperanzas, Iván se vio en el brete de dar un discurso ante la chavalería.
«El padrino»
En el patio como habéis podido comprobar en el video se alineaban más de 100 niños uniformados que desfilaban al ritmo de marchas marciales antes de entrar a las aulas. Curioso método.
Escolares desfilando marcialmente
En la escuela comprobamos de primera mano la calidad de las aulas, mobiliario escolar y el material didáctico que usan los niños. Al despedirnos, el director del centro educativo nos regaló a cada uno una escultura de barro típica del lugar. Sólo nos quedaba entregar todo el material que habíamos comprado a la familia del niño. Nuestra visita a su hogar fue especialmente emotiva. Sus padres nos recibieron con un abrazo y cierta vergüenza.
Entrega de la ayuda
Soy consciente que este gesto no solucionó sus carencias pero de alguna manera hizo que durante dos o tres semanas no tuviesen carencia de alimentos básicos y productos de higiene. Tanto el padre como la madre, cuyos rostros ajados por la dureza de tener que sacar adelante a una familia de ocho hermanos apenas con un trabajo de bicitaxi, leyeron a Iván un breve escrito que habían preparado agradeciéndole el apoyo de su donativo para la educación de Ronal.
CAÑÓN DEL DIABLO
Tras compartir un tiempo con la familia nos despedimos con un fuerte abrazo y fuimos con Miguel, Ronal y su hermano en 4×4 al alejado pueblecito de Umachiri para conocer el trabajo de la unidad móvil de salud que tiene Solaris allí desplazada. A doce kilómetros, al sureste de la ciudad de las huallatas y el cancacho: Ayaviri, se encuentra también la comunidad de Tinajani, ubicada a poco más de 4000 metros. Muy cerca de allí se encuentra el Cañón de Tinajani, también conocido como Cañón del Diablo. Este bosque de piedras es un lugar soñado para quienes practican el trekking y la escalada. Las rocas, erosionadas hasta adquirir formas sugerentes, pueden alcanzar más de cincuenta metros de altura y caminar entre ellas es toda una experiencia. Al mirarlas descubrimos formaciones distintas que pueden recordarnos a figuras humanas, saurios, fantasmas de granito, esfinges aladas… Este bello lugar no es muy frecuentado por turistas.
Las fábulas y leyendas generadas en el imaginario del los habitantes de la zona nos cuentan que en tiempos muy remotos no hubo sol ni luna y los habitantes de estas tierras a quienes llaman gentiles, eran tanto o más gigantes que estas rocas, siendo algunas de ellas sus palacios, utensilios de caza, sus mujeres y niños. Para desgracia de estos Davides pétreos un día salió el sol (Tata inti) y los petrificó, acabando con esta generación de gigantes que poblaron todo el altiplano. Actualmente al pie de estas gigantes rocas los “yatiris” (adivinadores de la suerte), durante el mes de agosto acuden a efectuar los pagos a la tierra (mesadas), convirtiendo este lugar en mítico y sagrado.
A estas formaciones rocosas los habitantes de la zona les han puesto nombres como Toldoqaqa, Qomerkiqllo, Tinaja, Hongo, La torre o Catedralqaqa. Todo es resultado de la erosión del viento, el granizo, las nevadas y la lluvia; muy frecuentes en esta zona. Todos los años al pie del majestuoso Tinajani se celebra el Festival de Danzas Autóctonas que suele congregar más de 3 mil bailarines de la provincia de Melgar, Ayaviri. otras provincias de la región de Puno y grupos de baile extranjeros.
Próximo destino en la ruta panamericana: Puno y las islas Uros y Taquile del Lago Titicaca.
Para aquellos que no hayáis consultado mi bitácora, hace tiempo que terminé este magnífico viaje a través de América. Ahora, dentro del tiempo que me permite mi trabajo y el tiempo que dedico a editar el documental de esta aventura, pretendo completar las crónicas que faltan hasta mi llegada a Bahía Lapataia (Argentina). Ya habrá tiempo para reflexiones una vez llegue a la meta que me propuse cuando partí de Madrid a finales de junio de 2006. En la última crónica os contaba mis peripecias en el pequeño pueblecito andino de Ayaviri donde conocí los proyectos que tiene allí la ONG Intervida así como a la familia de Ronal, un niño que tiene apadrinado mi compañero de viaje Iván. Es curioso como poco a poco la mayoría del continente americano ha ido quedando atrás cargando en la mochila vivencias, dolencias, alegrías, tristezas, nostalgia y felicidad.
Salí de Ayaviri en autobús con la compañía Power por 5 soles en dirección a Puno, localidad situada a orillas del azulado Lago Titicaca, en mi opinión uno de los lagos más bellos que he visto hasta el momento en mi vida. Puno, capital del departamento, es una ciudad bastante fea todo sea dicho. Poco queda del esplendor de la antiguamente conocida como Ciudad de Plata debido a que poseía las minas más ricas de este metal de toda Sudamérica. La razón de su atractivo turístico es que su puerto sirve como punto de partida para recorrer en barco los vastos dominios del Lago Titicaca, el más alto y navegable del mundo. Llegamos de noche a la estación de autobuses de Puno donde tomamos un TukTuk (especie de taxi sidecar) por dos soles hacia el hostal Tumi (muy recomendable para mochileros por calidad/precio. Como no conseguimos un buen precio fuimos al hostal Brisas del Titikaka donde gracias a Iván, un genio del regateo -estoy seguro que en su árbol genealógico debe tener antepasados moros-, logramos una habitación doble por 20 soles.
Siguiendo la dinámica de las últimas semanas volví a caer enfermo con un gripazo al que se unió una fuerte descomposición. Desde que me contagié la fiebre tifoidea en México no he terminado de recuperarme y cada día que pasa estoy más convencido de que parte de mi malestar es debido a que somatizo todas las tensiones que llevo encima. Viajar es increíble pero según sea la manera de ser de cada uno no es fácil. La tristeza bañada de recuerdos de un amor que quedó al otro lado del Atlántico o la nostalgia por ver a la familia y amigos siempre van contigo en un ventrículo del corazón. Nadie dijo que esto iba a ser sencillo aunque pese a todo sigue mereciendo la pena seguir en la carretera.
Puno posee alrededor de 60.000 habitantes. Esta ciudad fundada en 1666 es también centro artesanal y folklórico de la región. Aquí contratamos una excursión por el Lago Titicaca en Zárate Expediciones por 42 soles. Situado a más de 3800 metros de altura y con una superficie de 8000 kilómetros cuadrados, el Titicaca como ya os comentaba anteriormente es el lago navegable más alto del mundo y uno de los lugares legendarios de Sudamérica. Heredero de antiguas tradiciones y mitos, rodeado de montañas y jalonado de islas como Los Uros, Taquile o Amantaní oculta algunos de los misterios del altiplano incaico. Las leyendas sobre este espejo de agua abundan: una de ellas asegura que el Sol y la Luna se refugiaron en sus aguas, en la oscuridad, durante los días del diluvio, y allí se encontraron los dioses que dieron origen al mundo. También contaban los pobladores del imperio incaico que un día el Inca Manco Capac y su hermana y consorte, Mama Ocllo, salieron de las aguas del lago con el mandato de su padre, el Sol, de fundar el imperio uniendo las culturas indígenas en nombre de la paz y la civilización. Ese imperio fue el Tahuantinsuyo, que tenía en esta región del Titicaca –hoy compartido entre Bolivia y Perú– un tesoro natural donde criar llamas y alpacas y cultivar quinua, papa y café.
LOS UROS: ISLAS PORTÁTILES
Conviene tener en cuenta para esta excursión llevar ropa de abrigo, una gorra y sobre todo protector solar. Jenry Arias, nuestro guía local durante todo el viaje, amenizó la navegación por el Titicaca con datos históricos y curiosidades interesantes sobre las islas que emergen en su interior. En este tipo de excursiones siempre se conoce gente de diversas procedencias. Durante la navegación mantuve una entretenida conversación con un grupo de argentinos y una chica peruano-japonesa. Visitamos las islas flotantes de Los Uros construídas íntegramente con totora -especie de juncos nativos de la zona-. Nosotros desembarcamos en Jacha Challwa, una de las decenas de islas que hay en Los Uros. Lamentablemente el auge del turismo en esta zona ha originado que sus habitantes pierdan parte de la esencia original de su modo de vida (labores de pesca, caza de aves y recolección de plantas lacustres) para dedicarse en exclusiva a este negocio.
Jacha Challwa
Las casas en su mayoría están fabricadas también con totora así como algunas embarcaciones denominadas «caballitos de totora» con las que sus habitantes ofrecen al turista un breve paseo por unos cuantos soles extras. El número de familias que ocupan una isla en general oscila entre entre 3 y 10. Pertenecen al grupo étnico de los Uros, diferente de los aymaras y quechuas, cuyos orígenes se remontan a épocas anteriores a los incas. Cuando uno pone por primera vez los dos pies sobre una de las islas da la divertida sensación de estar sobre una colchoneta elástica.
Los Uros
TAQUILE: CUNA DE TRADICIONES
Al mediodía se llega a la Isla Taquile. Un sendero de piedras alineadas y zigzagueantes conduce hasta el pueblo, aproximadamente a 1 hora de caminata. Sobre el lago Titicaca, sin duda esta isla es el mejor lugar para descubrir las tradiciones regionales. Los pobladores se han organizado para administrar ellos mismos todas las actividades relacionadas con el turismo protegiendo así su modo de vida. Taquile o Intika (en quechua) se encuentra a 45 kilómetros de Puno. No hay hoteles pero se puede pasar la noche en casa de uno de los pobladores por una suma aceptable. Sus habitantes muy habituados a la visita constante de turistas se muestran algo distantes aunque tras esa barrera invisible se percibe realmente una gran hospitalidad con el extranjero. Una de las curiosidades más divertidas de la isla tiene que ver con el orígen de su nombre. Esta isla fue una de las últimas localidades peruanas que capitularon frente a los españoles en el siglo XVI. Finalmente fue tomada en nombre del emperador Carlos V pasando a manos del conde Rodrigo de Taquile, de cuyo apellido se desprende hoy su nombre.
Panorámica desde Taquile
Según cuentan algunos historiadores este noble catalán prohibió la vestimenta tradicional incaica por lo que los isleños tuvieron que adoptar la vestimenta campesina que hasta el día de hoy usan y que tiene un gran parecido con los trajes tradicionales de Cataluña. La mujer suele vestir una blusa roja y muchas faldas multicolores recubiertas con una amplia falda negra. Cubren su cabeza y cara con un largo manto negro para protegerse de la potente fuerza de los rayos del sol cuando rocía la isla cuya altura supera los 3900 metros de altura. Por su parte los hombres usan un pantalón tejido de color negro, una camisa blanca y un chaleco corto cuya forma y colores determinan su posición dentro de la comunidad. Además llevan ceñida a la cintura una larga faja cuyos bordados describen de forma simbólica los eventos que han marcado la vida de la pareja así como un chullo o gorro mediante el que los taquileños indican quienes están casados o solteros.
Baile taquileño
La familia que acogía al grupo en el que viajaba nos obsequió antes de comer con algunos bailes tradicionales taquileños en los que se representan escenas de la vida cotidiana de la isla como la labranza. Comí una nutritiva sopa de quinua (cereal de la región andina), un jugoso filete de alpaca y pejerrey a la brasa (pescado). Para hacer la digestión y recargar energías antes de continuar el recorrido por la isla nada mejor que terminar el almuerzo con una infusión de muña con coca. La muña es una arbusto que crece únicamente en las alturas andinas y tiene fantásticas propiedades para conservar los alimentos. Un ejemplo: Sólo rociándolos con su infusión ésta actúa como una refrigeradora portátil. Pasear por Taquile te brinda aire puro y saludable así como una tranquilidad imposible de encontrar en cualquier urbe de Perú. Cuando llegas a la plaza principal se acercan algunos niños para vender pulseritas tejidas a mano por unos pocos soles.
MISTERIOS DEL TITICACA
El Lago Titicaca como muchos otros lagos del mundo -véase el Lago Ness- tiene infinidad de leyendas y misterios sin resolver. El nombre del lago deriva de sus asombrosos gatos monteses nadadores (titi: gato montés, y karka: roca, dicho en lengua quechua antigua y aymara) que habitan en islas rocosas y avanzan chapotenado hasta tierra firme en busca de alimentos. Si uno mira una fotografía de satélite del lago descubre como sorprendentemente la forma del lago se asemeja a la imagen de un gato montés agazapado a punto de saltar. Por todas partes se escuchan leyendas referentes al monstruo del lago. Monstruo enorme que emerge al atardecer provocando enormes olas y dando gritos aterradores. Otra de las leyendas se refiere a un gran tesoro inca de oro y plata que fue hundido en el fondo del lago para ocultarlo de los españoles. Durante el verano de 1969, el oceanógrafo francés Jacques Costeau inspeccionó durante 8 semanas el fondo del lago con submarinos provistos de sonar sin encontrar tesoro alguno aunque sí detectó una especie de sapo submarino de color gris, amarillo y pardo que mide 60 centímetros de largo.
En torno al Lago Titicaca también se pueden contratar excursiones de ecoturismo, turismo de aventura, escalada y trekking tanto en Puno (Perú) como desde Copacabana (Bolivia). En lo alto de la isla, justo antes de descender por cientos de escaleras hacia el segundo embarcadero donde esperan los barcos, se arremolinaron a mi alrededor varios niños taquileños para posar conmigo en la foto. Mañana tomaré el autobús con Turismo Panamericano por 25 soles hacia La Paz con trasbordo en Cocabana (Bolivia). Próximos destinos en la ruta panamericana: Copacabana, La Paz y la temible Carretera de la Muerte (Bolivia)
Como os relataba en mi crónica anterior, salí a las 7 de la mañana desde Puno en dirección hacia La Paz en el autobús de la compañía Turismo Panamericano por 25 soles. Desde que me adentré en el tramo de la ruta panamericana que serpentea por Sudamérica hay una cosa divertida que se ha venido sucediendo últimamente en todas las estaciones de autobús. Generalmente en estos paraderos no hay megafonía y por tradición popular las compañías funcionan a la viaja usanza; vamos, a grito pelado. Desde hace unas semanas he terminado por establecer un ranking según la originalidad del anuncio sonoro. Entre los primeros puestos se encuentran aquel señor bajito que declamaba «Arequipaaaaa, Arequipaaaa – requipa – requipaaaaaa», el joven muchacho que entonaba a grito pelado variando la entonación varios semitonos: «Cusco CuscooOOOOoooo» o un señor uniformado de la estación de Medellín (Colombia) al que había que adivinarle el destino enunciando algo así como «Bgtaaaaaaaaaa, Bgta, BgtaaaaaaaAAAaaaa». No menos espectacular son los revisores de las combis (furgonetas) capaces de decir las siguientes diez paradas que hará la furgoneta en el camino con medio cuerpo asomado fuera del vehículo mientras cobran al pasajero que se está bajando y avisan al conductor para que continue. Funambulistas del transporte.
MÁS CERCA DE LA ÚLTIMA FRONTERA
Siento cada vez más próxima la última frontera que tendré que cruzar al sur de Argentina después de haber atravesado hasta el momento 12 puestos de control en los más de 34.000 kilómetros que llevo recorridos. El trayecto hacia Bolivia desde Puno discurre paralelo a la orilla del Lago Titicaca. No puedo borrar de mi memoria la belleza de sus aguas azules que perfectamente uno podría confundir con el cielo de no ser por la referencia de los campos y montañas que lo circundan. El bus me dejó en el puesto de control de pasaportes a pocos metros de la línea fronteriza que separa Perú de Bolivia en el término municipal de Desaguadero. Tras pasar el trámite para obtener el sello de salida de Perú caminé junto con Iván unos 150 metros hasta el control boliviano. Las paredes de aquel local más bien cutre estaba llenas de carteles informativos y símbolos patrios, entre ellos una fotografía de Evo Morales con un marco ciertamente kitsch. El funcionario se percató de que mi pasaporte caducaba en poco más de dos meses. Le expliqué que estaba de paso y que regresaba desde Argentina a España antes de que caducara. Sin demasiados problemas estampó el sello de entrada y respiré aliviado.
Algunas recomendaciones importantes para evitar problemas: Tener más de 6 meses de validez en el pasaporte respecto a la fecha de regreso estimada, llevar un seguro de viaje que cubra gastos médicos superior a 15.000 euros así como repatriación y comprobar antes de llegar a cada frontera a cómo está el cambio de divisa entre las monedas del país que abandonas y al que llegas. Es muy importante saberlo para evitar ser timado por los cambistas que te asedian a veces a ambos lados de la frontera. No viene mal tener la precaución de llevar siempre unos 200 dólares para cualquier imprevisto (pérdida de tarjeta, robo, ausencia de cajero automático) guardados en un bolsillo seguro.
COPACABANA, LUGAR DE PEREGRINAJE
Santuario de la Virgen de la Candelaria
El trayecto desde Desaguadero dura si no recuerdo mal cerca de media hora. Antes de entrar en la población te cobran una tasa municipal de un bolivariano por lo que conviene llevar una pequeña cantidad de efectivo en moneda boliviana. Copacabana se encuentra enclavado en una bahía a orillas del Titicaca a una altitud de 3.841 metros. La ciudad, construida entre los cerros Calvario y Niño Calvario (o Kesanani), tiene aproximadamente 6.000 habitantes y es conocida entre turistas y bolivianos por su espectacular Santuario de la Virgen de la Candelaria así como por ser punto de partida de las excursiones que visitan la Isla del Sol y la Luna.
La Virgen de Copacabana es la patrona de Bolivia, festividad que se celebra cada 5 de agosto en la que miles de peregrinos caminan 150 kilómetros desde la ciudad de La Paz en devocion a la Virgen de Copacabana. Su imagen, resguardada en el interior del Santuario, está tallada en madera de maguey con un recubrimiento laminado de oro fino. Los ropajes que porta reproducen los colores y las vestiduras propias de una princesa inca. Es curioso como a la entrada de la Basílica había una larga cola de vehículos decorados con coronas de flores esperando al parecer a que un sacerdote los bendijera. No me enteré muy bien de la razón de esta especie de tradición aunque intuyo que será un salvoconducto para evitar la muerte al volante en las malogradas carreteras del país.
Copacabana
Copacabana es parada casi obligatoria para el viajero que cubre el trayecto entre Cuzco (Perú) y la ciudad de La Paz. En este lugar también se pueden visitar importantes restos prehispánicos como Kusijata, la Horca del Inca e Intikala. Antes de tomar el autobús de conexión de Turismo Panamericano comí en un restaurante spaguetti con trucha, uno de los pescados más sabrosos que se puede probar aquí. El recorrido hasta La Paz toma aproximadamente 3 horas y media por carretera asfaltada cuyo surco bordea el Lago Titicaca ofreciendo al viajero unos bonitos paisajes de contraste azul verdoso.
Camino a La Paz
Son un total de 155 kilómetros hasta la capital del país andino interrumpidos por una breve parada en el Estrecho de Tiquina. Para atravesarlo es necesario bajar del autobús y tomar una lancha por 1´5 bolivianos. Las aguas en este pintoresco lugar están totalmente en calma interrumpida esporádicamente por el ir y venir de embarcaciones pequeñas transportando gente y balsas que cruzan los camiones y colectivos de una orilla a otra. El viaje dura a lo sumo cinco minutos. Al llegar al otro lado nos espera una plazoleta con poca gente, algunos puestos ambulantes y el autobús para retomar viaje hacia La Paz.
Estrecho de Tiquina
RESPIRA, RESPIRA
A mitad de camino el autobús se detuvo en medio de la nada. Al parecer había un problema con uno de los neumáticos. Media hora después arrancamos de nuevo. Llegamos por la tarde con ganas de encontrar un lugar para liberarnos de todos los bultos y maletas. Previamente había consultado en internet un hostal que tenía muy buena pinta (El Solario) y que ofrecía como muchas empresas de la ciudad excursiones por la Carretera de la Muerte. La primera impresión de la ciudad cuando uno llega por uno de los extremos en autobús es dantesca. Sobre un valle profundo situado cerca de los 4.000 metros de altitud -La Paz presume de ser la capital más alta del mundo- se extiende una incontable sucesión de edificios de media altura cuyo final no alcanza la vista. Afortunadamente después del mal de altura que me dio en Quito (Ecuador) y el posterior proceso de aclimatación en el ascenso a Puno desde Arequipa, mi cuerpo ya estaba habituado a la altura. Eso sí, por mucho que uno se haya aclimatado, al subir unas de las cuestas que hay en el centro de La Paz necesariamente hay que detenerse un instante para respirar profundo.
Centro de la ciudad
La Paz tiene un encanto particular. El ambiente fresco y falto de oxígeno que se respira debido a la altitud, la curiosa mezcla entre la gente local y cientos de turistas que se encuentran de paso, esas cuestas de grandes pendientes interminables, cientos de puestos ambulantes con todo tipo de mercancías y sorpresas como el ensayo con el que nos topamos Iván y yo de una de las agrupaciones que festejarían días después la festividad folclórica del Cristo del Gran Poder. Los cholos, como se llama a los descendientes de los aimaras que emigraron del campo y prosperaron como comerciantes, convierten las calles de La Paz en una pasarela gigante en la que ataviados con sus mejores galas reúnen a cerca de 25 mil danzarines en un desfile folclórico. Bandas de músicas marcan el compás de las tradicionales danzas Morenada, Diablada, El Tinku, los Caporales y la Llamerada, entre otras. En la fiesta de Jesús del Gran Poder sus participantes buscan al parecer reconocimiento social por medio de la ostentación económica y además muestran la fusión entre las religiones andina y católica.
Folclore
BRUJOS Y CURANDEROS
De obligada visita en La Paz es el mercado de Los Brujos ubicado en una angosta calle empedrada donde tradicionalmente, durante años y años, se han venido asentando los curanderos o Yatiris (en idioma Aymara) apostados detrás de sus mesas llenas de infinidad de amuletos, ungüentos, fetos de animales disecados, hierbas y kits de hechizos para pedir salud, dinero y amor. Por ejemplo, sacrificar el feto de un animal y disecarlo para ofrendárselo a la Pachamama (madre tierra) es la mejor forma de atraer la buena suerte y alejar las maldiciones. La manera de hacerlo es incinerarlo en un chispeante brasero mientras la casa o el negocio se impregnan del humo sagrado. Acto seguido, los restos son enterrados en una ceremonia en la que se da de comer y beber a la tierra. Pero no cualquier feto tiene estos poderes. Cada remedio casero, conocidos entre la gente como chiflería, sirve para un asunto en concreto. Según me cuenta un curandero el feto de llama «sirve para buscar el bienestar en la casa, el de cerdo para atraer el dinero y el de oveja para frenar los pleitos legales. El feto de venado sirve para que los mineros salgan bien librados de la mina y los de gato y perro, siempre que estén juntos, pueden lograr que una mujer abandonada recupere a su marido». Creer o no creer esa es la cuestión. Si uno pregunta a alguno de ellos podrá además probar que le lean el futuro a través de hojas de coca.
La ruta continúa por Bolivia en una próxima aventura que te recomiendo que no te pierdas. Próximo destino: Carretera de la Muerte (Bolivia).
Me escribe mi amigo Paco por e-mail: «Estaba yo trabajando sosegadamente a las nueve de la mañana, cerca de la archiconocida montaña de la capital catalana llamada Tibidabo -que es la unión de dos palabras latinas tibi-dabo, te daré, tomadas del Evangelio de San Mateo- cuando el olor a café recién hecho me atrajo a la mesa del comedor comunal junto con mis compañeros y los diarios del día. Ojeando las páginas del diario El País sin mucho interés entre las noticias de masacres, políticos mediocres, policías ladrones y demás, agarré con cierta curiosidad el apartado especial de los sabados El Viajero. Al mirar la portada aparecen dos personas en el Salar de Uyuni en Bolivia, contando que viajar no es ni caro ni difícil, y una ligera corriente de sabores y anhelos empiezan a erizarme el bello hasta que llegan de forma devastadora a mi cerebro provocando un estallido de recuerdos e imágenes de las experiencias, tan gratas, vividas en un pasado reciente que parecían, ahora, estar ya muy lejos de mí. Después de ese instante vuelvo a coger el café, aún caliente, y con la mirada perdida en mis recuerdos, pensando que sería de toda la gente conocida en el viaje (de los isleños de Utila, de los anfitriones de Ometepe, de la niña Kuna que se maravilló con el champu…), veo sin salir de mi asombro a mi compañero de viaje Superiosulopez, entrevistado por su vivencia en las Américas, que para mí es el reflejo de muchos otros viajeros que no quieren dejar de soñar. Palmada en el hombro, salgo de mi mundo, vuelvo al presente:
– Paco, ¡¡a trabajar nene!!, me reclama mi compañero.
Sorbo en un instante el resto de café que queda en la taza. Ya repasaré los recuerdos más tarde. Todo vuelve a empezar.
Y es cierto que cada vez que uno echa la vista atrás, aquellas aventuras vividas se sienten en el corazón como experiencias únicas e irrepetibles. Uno de esos instantes precisamente fue la excursión de un día que compartí junto a Iván y Maurizio en Bolivia. Desde que esta carretera se convirtiese en una atracción turística allá por el año 2001 han fallecido -según tengo conocimiento- al menos 9 turistas. La mayoría de ellos se despeñaron por imprudencia así como no atender los consejos y recomendaciones de los guías. En el centro de La Paz existen diversas agencias que ofrecen la excursión de un día en bicicleta de montaña para recorrer la carretera de la muerte desde La Cumbre (4700 metros) hasta la localidad de Coroico (1200 metros). Son un total de 64 kilómetros de recorrido en los que se puede disfrutar de paisajes espectaculares, vegetación frondosa y sentir climas muy distintos debido a la diferencia de altitud que separa uno y otro punto. Elegí hacer el tour con la agencia El Solario que pertenece al mismo hostal en el que me alojo. No recuerdo exactamente el precio pero ronda entre 35 y 45 dólares incluyendo desayuno, almuerzo, comida y equipamiento. Según el tipo de bicicleta que se elige el precio es mayor o menor.
DEL CIELO AL PARAÍSO
El traslado desde La Paz hasta el punto denominado La Cumbre se realiza en una furgoneta sobre la que se llevan las mountain bikes. Si uno ya se ha aclimatado a los 3900 metros de altitud a los que se encuentra la capital boliviana, la significativa diferencia de altitud no se nota excesivamente cuando se llega a lo alto de este puerto de montaña. La carretera de la muerte serpentea a lo largo de un tramo de la cordillera de los Andes mientras cubre un desnivel de 3600 metros hasta llegar a los valles subtropicales de las Yungas, donde se encuentran las poblaciones de Yolosa (1200 mts) y Coroico (1500 mts). Lo cierto es que, cuando uno recorre su trazado, se cerciora de que no es necesaria la ayuda sobrenatural para explicar la peligrosidad de esta vía que une el altiplano boliviano con la zona subtropical boliviana. Según sea la época del año uno puede partir de La Cumbre -punto de inicio de la excursión- rodeado de nieve o con ausencia de ella. De todas formas, la vista desde este enclave es todo un espectáculo.
La Cumbre. 4700 mts
La primera duda que me asalta mientras inicio el descenso es el porqué del trágico nombre que alguien otorgó en su día a esta vía de comunicación. En 1995, el Inter-American Development Bank otorgó a esta carretera el título de The world’s most dangerous road (la carretera más peligrosa del mundo) debido a la alta tasa de accidentes y muertes que se producen regularmente cada mes. En la zona la ruta es conocida entre los locales como la carretera de las Yungas. Algunos extienden la leyenda que en sus curvas y desfiladeros habitan espíritus que pugnan entre ellos para distraer al conductor y atraerlo al fatal abismo. Mientras ascendemos por el puerto con suerte se pueden divisar rebaños de llamas a lo lejos. En ocasiones se acercan al arcén algunos perros solitarios que permanecen quietos junto a la calzada a la espera de que algún conductor les eche un trozo de pan. Para los lugareños son representantes de los achachillas, espíritus que habitan en las montañas. Los conductores cuidan de ellos dándoles de comer para que éstos les protejan en su andadura para llegar sanos y salvos a su destino. El inicio del recorrido transcurre por un vía bien asfaltada. Hay que estar muy atento a los frenos para no tomar demasiada velocidad. Todos los conductores se santiguan al iniciar el descenso, cosa que harán también ante cada una de las cruces que aparecen a lo largo del recorrido.
Descenso por asfalto
Por un momento nos desviamos dejando de lado el asfalto para recorrer algunos metros por una pista de tierra y piedras paralela al trazado de la carretera. El paisaje te deja con la boca abierta. Nubes densas abrazan con ternura grandes montañas escarpadas. En ese instante no somos más que diminutas e insignificantes hormigas montados sobre dos ruedas. El frío todavía se nota debido a la altura.
Piedras vs asfalto
Cada día circulan por la carretera de la muerte cientos de camiones y autobuses cargados hasta los topes de personas o mercancías, muchos de ellos en precario estado de ruedas o frenos. Un cóctel mortal que puede tener consecuencias trágicas. En el año 1983 un accidente se llevó la vida de 100 viajeros cuando el camión en el que viajaban cayó al vacío. Impacta comprobar que el precipicio que queda siempre al lado izquierdo cuando se desciende en algunos puntos supera los 300 metros de profundidad.
Cascada
Varios kilómetros después debemos detenernos en el control de narcóticos de Chusquipata. Al parecer la policía revisa cada uno de los vehículos en busca de hojas de coca ilegales así como cocaína. Bolivia es uno de los países más pobres de América del Sur, de ahí que sus habitantes busquen manera inverosímiles de ganarse la vida. Incluso en un lugar tan apartado como éste algunos bolivianos se ganan la vida rescatando y recuperando los restos de los vehículos accidentados. No lo hacen provistos de arneses profesionales, generalmente usan viejas cuerdas con las que se cuelgan de los acantilados.
Carretera de la muerte
Los datos de esta carretera son escalofriantes. Entre 1997 y el año 2000 murieron anualmente 885 personas y cerca de 6200 resultaron heridas. A pesar de este balance muchos conductores prefieren este viejo camino lleno de curvas, firme endeble y precipicios que quitan el hipo al nuevo tramo Cotapata-Santa Bárbara que tardó doce años en construirse cuyos tramos son demasiado “largos, rectos y que terminan dándote sueño», dice un conductor. Curiosa percepción. Aunque la mayoría de vehículos utilizan en la actualidad esta nueva carretera que evita la pedregosa a la par que peligrosa carretera de la muerte, parece que -debido a las lluvías- el firme del nuevo trazado comienza a tener demasiados socavones por lo que no sería de extrañar que la antigua ruta se volviera a utilizar.
Camino angosto
El reclamo de ser la carretera más peligrosa del mundo atrae a miles de turistas cada año deseosos de soltar adrenalina y vivir una aventura extrema no exenta de riesgos. «En todo el mundo hay carreteras parecidas. El problema en Bolivia es que los chóferes beben mucho, no mantienen sus buses, no revisan los frenos, que son los que sufren en la bajada”, asegura un chófer. Y puntualiza en tono confidencial: «Algunos conductores de empresas de transporte suelen hacer carreras entre ellos en el camino».
Cascadas en la ruta
En un punto del recorrido hay una estrella de David marcando el lugar donde una chica israelita se cayó al vacío. Al parecer el grupo se había parado para dejar a dos camiones que se habían cruzado hacer sus maniobras, pero ella cometió el grave error de colocar la bici entre su cuerpo y la carretera en vez de entre su cuerpo y el precipicio, así que cuando el camión que reculaba se le acerco más de la cuenta, se asustó, echó un paso atrás y no paró hasta caer 200 metros más abajo. Cuando los servicios de rescate pudieron alcanzarla aún seguía con vida, pero murió más tarde en el hospital. El camino está salpicado de cruces que sirven el mismo triste propósito. A pesar de todo, a la gente le sigue gustando el riesgo.
Curva de la muerte
Puede que la crónica haya tomado un tinte demasiado tremendista aunque los datos son realistas y objetivos. Lo que está claro es que si uno sigue estríctamente las indicaciones de los guías, circula a una velocidad reducida y mantienes la precaución no tiene por qué pasarte nada.
Próximo a Coroico
Después de cruzar un pequeño río que se cruza en el camino con la bicicleta y avanzar unos cientos de metros más, llegamos a Yolosa. Este pueblecito no es más que un puñado de talleres, puestos de comida y rudimentarias pensiones que dependen de esta carretera en desuso.
Cruzando el río
Cerca de 6 horas de excursión y una vivencia inolvidable para sumar al bául de recuerdos de esta ruta panamericana. En unos minutos llegamos a Coroico tras haber subido las bicicletas a la furgoneta en Yolosa. Antes de comer, una ducha refrescante y a recuperar energías con un buffet mientras disfrutamos de una maravillosa vista panorámica. Próximo destino en la Ruta Panamericana: Potosí.
Casi once meses de aventura dan para mucho que contar. A parte de este cuaderno virtual de bitácora donde estoy intentando plasmar algunas reflexiones sobre aquellos lugares y gentes que me he cruzado en el camino; durante mi viaje he aprovechado para retratar con mi cámara de video algunas escenas a lo largo de la ruta panamericana. Los primeros trazos de esta vía surgieron durante el Imperio Inca, con los caminos del Inca. Posteriormente, la ruta se fue extendiendo para ser conocida como tal en la V Conferencia Internacional de los Estados Americanos de 1923. Hoy es un sistema colectivo de carreteras que, en más de 30.000 kilómetros, conecta el continente americano desde Prudhoe Bay [Alaska] hasta Bahía Lapataia [Ushuaia, Argentina].
Puesto que una de mis pretensiones era acercarme a los paisajes físicos y humanos de estos lugares del continente americano, llegué a la conclusión de que trenes, autobuses y transbordadores son los medios de transporte más adecuados para ello. Como dice Fabio Montale en la novela Chourmo: «Lo esencial del chourmo es conocer gente. “Mezclarse”, como decimos en Marsella. Meterse en los asuntos de los otros, y viceversa. Hay un espíritu chourmo. Dejas de ser de un barrio, de una ciudad. Eres chourmo». Éste ha sido el espíritu de mi viaje.
El documental centrará su atención no sólo en las dificultades y alegrías que experimenté en soledad sino que profundizará en los rasgos culturales de cada uno de los países. Desde mi propia perspectiva como “nómada” voluntario, recorreré el continente siguiendo el sentido contrario del flujo migratorio. A través de la mirada subjetiva descubrimos las dificultades a las que tienen que hacer frente cada día miles de latinoamericanos cuya calidad de vida cambia radicalmente por el hecho de vivir a un lado u otro de una línea fronteriza. Un ejemplo llamativo: Cada año unas 400 mil personas tratan de entrar a EE.UU. a través de su frontera con México. La mayoría es detenida y deportada, pero muchos logran pasar y otros –cerca de 700 cada año- mueren en el intento.
“No pido otra cosa: el cielo sobre mí y el camino bajo mis pies”.
Robert Louis Stevenson
Para abrir boca, os presento un avance del documental «La Costura de América», un retrato cinematográfico personal acerca del que probablemente haya sido el viaje que más ha marcado mi vida. El cambio en mi perspectiva vital, el autoconocimiento y el esfuerzo personal de superación marcan un viaje de descubrimiento de la rica y compleja topografía humana y social del continente latinoamericano.
Teaser «La Costura de América»
Un abrazo fuerte para todos aquellos/as que aportaron luz en mi camino, que me brindaron su ayuda, su comprensión, su cariño… tanto en las distancias cortas y como desde la lejanía. Cada uno de vosotros tiene un espacio privilegiado en mi corazón. Próxima crónica de la ruta panamericana: Potosí (Bolivia).
Sin duda alguna Bolivia es un país que me ha sorprendido gratamente. En esta parte final de mi aventura en la que el presupuesto está muy mermado, decidí descender hacia el sur por aquí en lugar de por Chile ya que me iba a resultar más barato el alojamiento, comidas y transporte. Sin embargo, la decisión ha sido todo un acierto. He descubierto algunos lugares espectaculares: La Paz, el lado boliviano del Lago Titicaca, la carretera de la Muerte… y todavía me queda por descubrir el Salar de Uyuni. El camino entre La Paz y Potosí lo recorrí en un autobús de línea regular. Me intrigaba cómo sería la que han denominado como la ciudad más alta del mundo, y es que Potosí está situada a 4824 metros de altura sobre el nivel del mar. Se dice pronto. Esta ciudad boliviana fue declarada patrimonio mundial de la humanidad por la UNESCO en el año 1987. La zona protegida incluye los monumentos industriales del Cerro Rico, montaña de la que se extraía la plata -y todavía se sigue extrayendo- en la época de la conquista y que luego se llevaba a España para financiar las guerras y la vida de la corona. También destacan la ciudad colonial, la iglesia de San Lorenzo y algunas casas que quedan en pie de esta época. Potosí fue fundada en el año 1546 y llegó a tener más de 200.000 habitantes, siendo una de las ciudades más importantes de América del Sur en el siglo XVI.
LA DURA VIDA DEL MINERO
Una de las atracciones turísticas de la ciudad, sin contar el atractivo que supone decir he estado en «la ciudad más alta del mundo», son las miles de galerías subterráneas que se encuentran bajo la montaña denominada como Cerro Rico. Su nombre original, Sumaj Orko, significa cerro magnífico y alude a la abundancia de plata que poseía este monte-mina. Algunas agencias de Potosí ofrecen excursiones para poder visitar la ancestral mina in situ. Y no me refiero a deambular por sus alrededores sino a adentrarse hacia las entrañas de este cerro por sus galerías. Cerro Rico fue un centro industrial puntero hasta principios del siglo XIX cuando la producción de plata entro en declive frente a la demanda de estaño. La ciudad sigue viviendo mayoritariamente de la minería extrayendo plata a muy pequeña escala y dedicando su esfuerzo a la obtención de estaño y arsénico. De hecho, hoy en día, se siguen utilizando las bocas de las minas y las galerías del siglo XVI y XVII y, a partir de estas, se abren nuevas. En la actualidad existen cerca de 5000 bocaminas en su interior. A pesar de los casi cinco siglos de existencia de la mina y la evolución que se supone deberían haber experimentado las condiciones laborales en las que trabajan los mineros, éstas siguen siendo pésimas. Falta de seguridad, herramientas de trabajo rudimentarias en muchas ocasiones, escasa ventilación… Eso sucede en las conocidas como «minas cooperativas», que son las más abundantes y a donde no ha llegado la tecnología. Aquí cada minero extrae a mano el mineral con herramientas muy rudimentarias.
Los mineros son, por llamarlo de alguna manera autónomos, es decir, que tienen permiso para realizar excavar y vender todo el mineral que sea capaz de obtener a la empresa que tiene la concesión del terreno. La tasación del mineral generalmente suele ser muy baja por lo que cada minero se ve obligado a trabajar 12 horas diarias, 6 días a la semana si quiere conseguir en torno a 1000-1800 bolivianos (uno 120 euros). Este sueldo apenas sirve para llegar a fin de mes a una familia potosina media que suelen tener de media entre ocho y nueve hijos. A eso hemos de añadirle el hecho de que todo el material que el minero emplea en su actividad diaria debe comprarlo él mismo: Detonadores, dinamita, carretilla, equipo de trabajo, lámparas de iluminación, etc. Tan sólo el camión que espera fuera de la bocamina para llevar el mineral a tasar pertenece a la concesión de la explotación. En su gran mayoría los trabajadores en el interior de las minas son hombres aunque se pueden ver niños de poco más de 10 años ayudando a sus padres en diversas tareas. El motivo por el cual hay tantos menores trabajando en las minas es porque suelen realizar algunos trabajos que por la estrechez de la mina a sus padres les resulta imposible. Los niños se encargan en ocasiones de poner las detonaciones (barrenos y dinamita para abrir nuevos huecos en la roca potencialmente explotables.
Por otra parte, cuando se visita la mina estatal, el contraste es abismal. En esta mina se extrae la materia prima de forma moderna y con tecnología. Tienen lámparas eléctricas, perforadoras, ascensores, supervisión médica y los mineros poseen sueldos decentes así como seguro médico. En Potosí también trabajan en la mina las esposas de los mineros aunque con un papel secundario. Generalmente se dedican a separar los minerales de los escombros del exterior puesto que tienen vetado el acceso a la mina ya que consideran su presencia impura.
DESCENSO A LAS PROFUNDIDADES
Provistos de una mascarilla, casco con foco de luz, botas y un mono de trabajo, seguimos a nuestra guía a lo largo de una galería escasamente iluminada. El aire poco a poco comienza a hacerse más escaso. En la agencia nadie nos había explicado en qué consistía la excursión. Inicialmente pensé que iba a ser una visita por las instalaciones y un breve acceso al interior de la mina pero resultaron ser casi dos horas de recorrido bajo tierra más de 70 metros. Las condiciones de seguridad dejaban mucho que desear. Íbamos únicamente con un solo guía, cosa que me pareció un error ya que en el caso de presentarse algún problema como un ataque de pánico o claustrofobia el grupo entero tendría que salir.
El modo anticuado de explotar las galerías hace que el aspecto interior sea laberíntico y muy sinuoso. En el interior pudimos comprobar el aspecto de la roca, diferentes vetas de mineral así como el duro esfuerzo que realizan los mineros arrastrando una vagoneta a mano que debía de pesar media tonelada por lo menos. Para soportar este esfuerzo titánico, los trabajadores suelen consumir hojas de coca. Bajo uno de sus mofletes ocultan una inmensa bola de esta sustancia energizante que les ayuda a soportar largas horas de trabajo físico.
Antes de llegar a la mina nos detuvimos en una pequeña tiendecita de comestibles para comprar algunos regalos para los mineros que íbamos a visitar. Generalmente se les suele llevar botellas de refresco, bolsitas de hojas de coca y, atención, cartuchos de dinamita y sus detonadores. Has leído bien. Sin necesidad de ningún permiso especial ni carnet de manipulación de explosivos allí podías adquirir dinamita y llevártela a casa como si nada. Un par de semanas más tarde, conocería el caso de unos turistas ingleses bastante estúpidos a los que no se les ocurrió otra cosa que llevarse un cartucho de dinamita y explotarlo dentro del hostal al llegar de borrachera. Alguno de ellos terminó herido leve y hubo bastantes desperfectos materiales. Debieron de tener suerte porque se escabulleron de un posible juicio por la explosión que provocaron.
El paseo hacia el interior de la mina se hacía cada vez más pesado. Nos adentramos tanto que apenas se podía respirar. Cuando llegamos a un espacio un poco más amplio, allí estaba trabajando un chico menor de 20 años que nos confirmó que llevaba trabajando desde los 15 años en la mina. Normalmente su esperanza de vida es muy corta ya que terminan enfermando años después de silicosis u otras enfermedades. A pesar de todo, ahí continúan ganándose la vida puesto que el sueldo de la mina es infinitamente mejor que el de cualquier otro trabajo en la ciudad. Sin darme cuenta, al mirar el reloj me percaté de que llevaba más de una hora dentro de la mina. Llegamos al final de un galería sobre la cual estaban trabajando en un hueco angosto con el martillo neumático. Para poder verlo teníamos que trepar por una rampa de arena y polvo. Una vez escalado el desnivel continuamos por la galería semiagachados. En medio del camino había un agujero con una profundidad de unos 5 metros donde estaban trabajando otros mineros. Llegamos hasta el fondo y comprobamos como trabajaban los mineros extrayendo el mineral. Cuando me disponía a regresar sobre mis pasos olvidé que estaba el hueco en el suelo y caí dentro de él. Por fortuna quedé encajado con los codos a ambos lados aunque me hice un leve esguince. Todavía sigo rezando por la buena suerte que tuve ya que podía haberme partido las dos piernas.
EL TÍO, AMO Y SEÑOR DE LAS MINAS
Algunos dicen que es pequeño, casi un enano, y que sus ojos rojos brillan en la oscuridad como los de un gato. Otros creen que su tez y barba es blanca, mucho más parecido a los rasgos físicos de un europeo que a un cholo (indígena andino). Los mineros cuentan que tiene cuernos y que los usa para excavar el socavón en busca de mineral, del que es dueño absoluto y celoso guardián. Por otro lado, cuentan que viste de minero y que posee todas sus herramientas (casco, sandalias, martillo) hechas completamente de oro. En ocasiones puede adoptar el aspecto de un hombre corriente, mezclándose con el resto de los trabajadores, pasando desapercibido; y en no pocas versiones, se aduce que puede convertirse en animal: sapo, víbora o perro negro. Este diablo no es otro que EL TÍO, rey y señor protector de la mina. Forma parte de la iconografía minera de Bolivia y su aspecto es muy parecido a la imagen tradicional que tenemos en occidente de Satanás: Figura humana, color rojo, cuernos en la frente, grandes ojos y perilla negra en el mentón. Su pene, de enorme dimensiones, es otro de sus atributos; inclinando su personalidad hacia hábitos libidinosos y lúbricos, muy propios de la tradición europea sobre el Diablo. Los mineros visitan al TÍO de vez en cuando para ofrecerle regalos a cambio de su protección. Bajo su imagen dejan tabaco y todo tipo de ofrendas.
Todavía con el susto en el cuerpo, un poco magullado y cojeando salí finalmente de la mina con una sensación de alivio y tristeza por las duras condiciones de vida de estos mineros bolivianos. Sinceramente, en Europa nos quejamos de vicio.
Exterior de la mina
Próximo destino en la ruta panamericana: Salar de Uyuni.
Define el diccionario de la Real Academia Española el adjetivo «viajero, ra» como:
1. adj. Que viaja. Apl. a pers.
2. m. y f. Persona que relata un viaje.
Y en ello estoy, relatando de la mejor manera posible lo que ha supuesto para mí recorrer la ruta panamericana. A las puertas de entrar en el último país de mi aventura a lo largo del continente americano, cada vez las horas de autobús se soportan mucho mejor, quizás sea ya la costumbre de meses y meses subido en este tipo de vehículos. 40 horas de Whitehorse (Canada) a Vancouver, 22 horas de Chihuahua a Morelia (México) o cerca de 20 horas de Bogotá a la frontera ecuatoriana son un bagaje a tener en cuenta. El trayecto entre Potosí y Uyuni no fue especialmente agradable. La calidad de los buses en Bolivia deja mucho que desear. Si no recuerdo mal por delante nos esperaban cerca de 6-7 horas para llegar al pequeño pueblecito de Uyuni, lugar desde el cual se organizan y parten la mayoría de excursiones por el mayor salar del mundo. El camino era de pura tierra. Los paisajes durante el recorrido avanzaban lentamente, eternamente desérticos, salpicados de algún que otro cactus moribundo y paupérrimas construcciones de adobe. A mitad de camino paramos a descansar al borde del camino, en medio de la nada, donde había una casita con una tiendecita que vendía algunos bollos y galletas.
El origen del nombre de Uyuni, lugar hacia el que me dirigía es algo oscuro. Algunos afirman que proviene de la palabra aimara «Uyu», que quiere decir casa o canchón, tipos de edificaciones que comerciantes y arrieros alquilaban para alojarse con la expresión «Uta uyunipa». Este pueblecito está situado en medio de la nada. De no ser por el turismo y la reducida extracción de sal en algún punto del salar, tengo la sensación que habría muy poco que hacer por estos lares. Hace más de 70 años el tren llegaba a este recóndito lugar rasgando el horizonte. Uyuni en el pasado fue un pueblo minero en pleno altiplano boliviano. De ese pasado tan sólo quedan algunos vestigios y estatuas conmemorativas. Media hora después de bajarme del autobús me di cuenta de que me había olvidado el saco de dormir debajo del asiento. Cuando llegué ya había desaparecido. Esto me hizo recapitular la de cosas que había perdido por el camino: Parte de mi salud, mi novia, las gafas de sol en el Valle de la Muerte (USA), una gorra que me molaba y se llevó el viento mientras iba en lancha de Bocas del Toro hacia tierra firme en Panamá o la gorra perdida en un taxi de México D.F. portando una borrachera de cuidado. Al fin y al cabo, no dejan de ser cosas materiales. Lo realmente importante son las pérdidas del corazón.
Llegamos por la tarde cuando casi comenzaba a anochecer. Maurizio (italiano que viaja conmigo e Iván desde hace unos días), muy cortés, durante el viaje le cedió el asiento a una señora indígena pensando que quedaba menos de media hora para llegar. Luego resultó que estuvo más de dos horas de pie. Caballeroso pero en absoluto agradecido su gesto. Intenté contactar con los dueños del hotel de sal con los que había acordado que iría un par de días para hacer un reportaje pero resultó imposible. La cobertura con el móvil fallaba bastante a menudo. Al final decidí junto con Iván y Maurizio buscar la manera de llegar hasta allí. Preguntando a los lugareños nos recomendaron tomar un autobús hasta Colchani, un pueblecito cercano que estaba a media hora de Uyuni y desde allí intentar volver a llamar. Hicimos todo el trayecto de pie en un autobús lleno de jóvenes y ruidosos turistas israelíes así como una decena de bolivianos, dos de los cuáles llevaban tal borrachera que uno de ellos había vomitado hacía poco en el pasillo del bus. Imaginaos que viaje más cómodo. Una vez llegamos al pueblo ya había anochecido completamente. Este lugar es uno de los pocos pueblos que se dedican a la extracción de sal. En la calle no había nadie ni manera de llamar al hotel. Deambulando en la más completa oscuridad vimos una casa con luz. Allí preguntamos si alguien podía llevarnos al hotel de sal. Tuvimos muchísima suerte. Eso sí previo pago de una cantidad superior a lo que nos hubiese costado en circunstancias normales.
HOTEL DE SAL
Una de las ventajas de ser periodista y trabajar durante el viaje es la posibilidad que a veces te brinda esta profesión de conocer lugares como el Hotel «Luna Salada». Tuve el honor de pasar dos noches en este magnífico alojamiento que todavía se encontraba sin abrir al público. Despertar por la mañana en un lugar tan fascinante como éste no tiene palabras. Es curioso que en algunas listas top ten de hoteles raros no se haya incluido todavía este alojamiento que podría estar sin duda a la altura del curioso hotel Imperial Boat House de Tailandia -que consta de 34 barcazas ancladas convertidas en habitaciones de lujo- o el Ariau Amazon Towers de Manaos (Brasil) donde los ecologistas y amantes de los árboles pueden dormir entre entre sus copas. Pero… a lo que vamos. El hotel «Luna Salada» se encuentra en un lugar privilegiado del Salar de Uyuni. Su particularidad es que está íntegramente construido con bloques de sal extraídos del salar: Suelo, camas, columnas, mesas, sillas…
Hotel Luna Salada
Construido a orillas del majestuoso Salar de Uyuni, también conocido como el desierto blanco -el mayor desierto de sal del mundo-, el hotel se encuentra a una altura de 3650 metros. Frente a él una superficie salina de aspecto lunar de 12.000 Kms. cuadrados y una extensión de 180 kms. de largo por 70 kms. de ancho. El hotel está regentado por el joven Gabriel Lora y su socio Edwin. Con ellos pude conversar relajadamente acerca de los detalles de la construcción de este hotel que posee 217.000 bloques de sal, sus objetivos, instalaciones y degustar una rica comida boliviana con las bonitas vistas que hay desde los ventanales del comedor.
El acceso principal al salar, viniendo desde Potosí, y una vez rebasado Uyuni, capital de la provincia, es como ya os comentaba el pueblo de Colchani. En sus afueras se pilan una serie de montones de sal a modo de muñecos de nieve inacabados lo que delata que en esta pequeña localidad se sigue extrayendo el mineral de manera artesanal, ya sea granulado o en grandes bloques. Precisamente la idea de crear este hotel surgió hace unos 10 años. En ese entonces los pobladores de Colchani, comunidad a 20 kilómetros de Uyuni, comenzaron a extraer bloques de sal con los que construían pequeñas habitaciones. Al ver eso, la familia Lora consideró que si la sal servía para levantar habitaciones, por qué no podría ser útil para montar un hotel de lujo que atraiga más turistas al Salar de Uyuni. Todavía quedaban algunos flecos para terminar de decorar este precioso hotel de sal cuando yo pase por allí pero se notaba que estaba hecho con muy buen gusto.
Interior hotel
Desde el momento en el que uno accede a este edificio de dos plantas se nota la calidez del lugar, sobre todo por la noche, cuando la temperatura en el exterior llega a alcanzar 10 grados bajo cero y los vientos helados que provienen del salar azotan los ventanales del hotel. La arquitectura interior parece un cruce entre templos andinos e iglúes helados. Es habitual entre los clientes, y yo mismo pude comprobarlo, dar un pequeño lengüetazo a las paredes or aquello de comprobar “si realmente se puede usar un condimento para construir un edificio”, me comenta Gabriel.
Sala de juegos
El hotel Luna Salada cuenta con 25 habitaciones con capacidad para 50 personas. Cada uno de estos cuartos posee camas y muebles de sal. El suelo está, al igual que en el resto del hospedaje, alfombrado por los cristales salinos de sal gruesa que es renovado periódicamente. De esta manera uno siente como si estuviera a la intemperie sobre el mismo salar. Una de las desventajas de la sal es que se mancha y tiene que ser renovada periódicamente. En diversos puntos del hospedaje, tapices y alfombras artesanales cubren la sal del suelo dándole al hotel un aspecto muy acogedor. En los largos pasillos del edificio, frente a las habitaciones, uno se encuentra además con pequeñas salas caldeadas por chimeneas. Estos espacios de convivencia cuentan con sillas y hamacas, situadas estratégicamente para que los huéspedes puedan ver el paisaje del Salar de Uyuni por grandes ventanales.
Comedor
Aquellos que estéis interesados en alojaros allí, tendréis que hacer una reserva anticipada, sobre todo durante los meses de julio y agosto que es cuando llega la época alta del turismo.
Las vistas al atardecer desde este comedor son sobrecogedoras como podéis comprobar en la foto. El resto de aventuras por el magnífico Salar de Uyuni las conoceréis en la próxima crónica. Termino con un poema que me ha encantado y que encontré hace muy poco en la web de un viajero.
«Y tú
me pides poesía,
poeta
de la fotografía,
viajero
del tiempo,
idealista
en vuelo,
francotirador
de la imagen,
alquimista
de los momentos
que buscan perderse
en la voracidad
del tiempo.
Me pides ilustrar
con palabras
aquello que con
exquisita sensibilidad,
los ojos
de tu alma
retratan,
momentos fugaces
que las pupilas
de tus sueños
rescatan,
para reciclar
el mundo
y devolverlo
a la realidad
de lo que
se nos escapa.
Yo escribo,
tu retratas,
los dos vivimos
y lo que hacemos
nos delata»
Leire Olkotz
Próxima parada en la ruta panamericana: Salar de Uyuni (Bolivia).
Por delante me esperaban tres días de excursión intrigantes cuando menos. La verdad es que Bolivia ha sido una sorpresa en esta ruta. En un principio no tenía previsto desviarme de la panamericana pero gracias al intercambio de opiniones con otros viajeros y que mi presupuesto cada estaba más mermado, decidí adentrarme en el país andino en lugar de descender hacia la Patagonia argentina por Chile.
En el pueblecito de Uyuni decenas de agencias ofertan una excursión en 4×4 de tres días cuyo destino final es la localidad chilena de San Pedro de Atacama. Los precios varían ostensiblemente según la agencia en la que preguntes entre 50 y 100 dólares. Con un poco de arte se puede regatear algo el precio. De todos modos no todas las agencias ofrecen el mismo servicio (calidad de la comida, alojamientos, furgonetas…) y es importante comprobar qué cosas se incluyen en la excursión y cuáles no. Normalmente la excursión incluye el transporte en vehículo 4×4, alojamiento durante 2 noches, desayuno, almuerzo y cena, además de un guía, que a la vez hace de chofer y cocinero. Una buena manera de comprobar qué agencias son las más fiables es consultar un ranking elaborado con los comentarios de los turistas que han hecho el tour y califican el servicio de cada empresa. Este ranking puedes consultarlo en la Oficina de Información Turística Ranking que se encuentra en la Avenida Potosi nº 9, a media cuadra del Boulevard Arce. Se puede llegar a Uyuni en autobús desde Potosí o bien en tren desde Oruro cuyo trayecto dura aproximadamente 10 horas. El coste del pasaje varía según la categoría de vagón. Más información sobre los horarios de la Empresa Ferroviaria Boliviana. Uyuni es un pueblecito que creció gracias a la actividad minera llegando a ser uno de los lugares más ricos de Bolivia. Como testimonio quedan algunos edificios ostentosos, hoy venidos a menos.
SALAR DE UYUNI, UN ESPACIO DE OTRO MUNDO
Antes de viajar a Uyuni, dependiendo de la altura del lugar en el que nos encontremos, es recomendable reservar un par de días para aclimatarse. Uyuni se encuentra a unos 3.600 metros sobre el nivel del mar así que si venís de una altura inferior os recomiendo tomar mate de coca varias veces al día o comprar unas pastillas que ayudan a contrarrestar el mal de altura que se llaman Sorojchi Pills. Salvo que llegues a Uyuni desde Argentina, es raro no haber pasado antes por ciudades como La Paz (3.650 mts) o Potosí (3.967 mts) con una altitud mayor. En mi caso, ya estaba completamente aclimatado a la altura. El Salar de Uyuni, también conocido como Salar de Tunupa, posee una superficie de 12.000 km², lo que le convierte en el mayor desierto de sal del mundo. Está situado a unos 3.650 metros de altura en el Departamento de Potosí, en el Altiplano de Bolivia, sobre de la Cordillera de los Andes. El área que ocupa hoy este desierto, estaba cubierto hace 40.000 años por el Lago Ballivián. El Salar de Coipasa y los lagos Poopó y Uru Uru también son vestigios de este gran lago prehistórico.
Centro del salar
Desde hace días había oído hablar maravillas de este lugar a algunos viajeros con los que me había cruzado en el camino. Otro planeta por descubrir, un desierto que parece extenderse hacia el infinito y que alberga en maravillas naturales: Lagunas de colores, extravagantes formas rocosas, animales luciéndose en un entorno natural intacto, gases sulfurados y pozos de vapor que alcanzan 100 metros de altura. Antes de adentrarme en el salar no tuve la oportunidad de visitar el cementerio de trenes, un complejo donde aparentemente se depositan locomotoras y vagones en desuso completamente oxidados por el paso del tiempo y la salinidad del aire. Aquel lugar da la sensación de ser una estación cuyo punto de destino es la nada. A casi 4.000 metros de altitud encontrarse una maravilla natural como este inmenso salar es una de las cosas por las que merece la pena seguir viajando y descubrir rincones fascinantes de nuestro planeta Tierra. Debido al paisaje cuasi lunar, el cielo azul intenso que ejerce de bóveda y la cantidad de luz que proyecta el sol sobre la superficie salina, uno puede entretenerse durante un buen rato con la cámara de fotos buscando perspectivas que permiten hacer infinidad de juegos ópticos divertidísimos. En el salar de Uyuni, el cielo y la tierra, tan cercanos, se miran a los ojos como dos enamorados para verse reflejados el uno en el otro.
Espejo salino
INCAHUASI
Con cerca de 9 millones de toneladas de litio y otros minerales evaporables, así como un estrato puro de 6 metros de profundidad; el Salar de Uyuni es el resultado de la desecación hace 13.000 años de un mar que se extendía por todo el altiplano y que llegaba hasta el lago Titicaca. Me encontraba allí, parcialmente ausente, ensimismado con todo lo que ocurría a mi alrededor. Cientos, miles de metros cuadrados de desierto salino, infinito, que invitaba a la ensoñación. En días nublados se produce el efecto white-out, el horizonte se difumina y es casi imposible diferenciar la tierra del cielo. En medio de todo este paisaje blanquecino de repente emerge la Isla Pescado, conocida desde tiempos remotos como Incahuasi.
Isla Pescado
El contraste de esta isla llena de vida, en medio de este desierto de sal es propio de otro planeta. Sobre esta formación rocosa compuesta de rocas calcáreas con restos de corales y conchas marinas, brotan centenares de Trichocereus pasacana, unos enormes cactus bicolores de hasta 10 metros de altura. La superficie de granito y restos de tierra orgánica han permitido que esta especie de cactus gigante haya desarrollado un ecosistema único. Aunque parezca increíble, desde hace 20 años Alfredo Lázaro vive y trabaja como vigilante en la Isla Pescado. Este comunario de la localidad de Llica ha contabilizado 4.030 cactus adultos, 5.000 unidades de cactus en desarrollo y 16 cactus quemados o resecados. Incahuasi es nido de pájaros, vizcachas y otras especies andinas. No hay palabras ni video que pueda describir con exactitud las sensaciones que produce divisar la inmensidad del salar desde lo más alto de la isla.
Panorámica del salar
Dicen que el mejor tiempo para viajar por el Salar de Uyuni son los meses de julio hasta noviembre, cuando el salar esta (casi) totalmente seco. Estos meses coinciden en el hemisferio sur con el invierno lo que quiere decir: Días soleados y secos, noches frías y estrelladas con temperaturas entre -10° hasta -15° C. En verano, las lluvias son copiosas y el salar se llena de agua convirtiendo el terreno fangoso lo que hace imposible atravesarlo.
Paseo lateral
Aprovechamos la parada para almorzar a los pies de la isla y continuar viaje a través del salar en dirección a San Juan de Rosario, un poblado situado en el extremo sur de la Isla de Lliphi en cuyos alrededores encontramos la Necrópolis de los Señoríos Lípez (1250 al 1532 D.C.). Se trata de un conjunto de tumbas preincaicas con apariencia de colmenas en cuyo interior se acurrucan inmóviles varias momias. Los habitantes de San Juan viven del cultivo de la Quinua Real -cereal andino- así como del turismo que transita desde y hacia Chile. En el camino, mientras dejábamos atrás el pueblo de San Juan, disfruté del silencio, la soledad y del indescriptible vacío de este paisaje apenas tocado por la mano del hombre. A nuestras espaldas dejamos atrás el Volcán Ollagüe, un volcán activo situado en la frontera de Bolivia y Chile que, con una altura de 5.870 metros, emite esporádicamente nubes de humo.
El viaje continúa atravesando el salar de Chiguana, mucho más pequeño que el de Uyuni. Primero llegamos a laguna Cañapa donde almorzamos mientras veíamos en el interior decenas de flamencos que emigran cada año a estas tierras en busca de alimento. El camino de tierra se retuerce entre montañas de más de 5.000 metros mientras pasamos la laguna Hedionda, una laguna con alto contenido de azufre que desprende un olor desagradable; la laguna Chiarkota y finalmente la laguna Honda.
Y en medio de semejante paisaje desértico, ahí plantado como por arte de magia, aparece el Árbol de Piedra. Esta curiosa formación de piedra es obra de la acción del gélido viento que sopla constantemente en el Desierto Siloli, en las inmediaciones de la Reserva Nacional de Fauna Andina Eduardo Abaroa. Este área protegida abarca una superficie de 7.147 km2 y alberga extraordinarias lagunas, una enorme diversidad de flora, géisers y pozos geotérmicos de sorprendente belleza. Cada año migran más de 30.000 flamencos de tres de las cuatro especies que existen en el planeta para anidar.
Casi atardeciendo llegamos a orillas de la Laguna Colorada, una enorme laguna roja cuyo color se debe a que en su fondo crece una planta roja que le da esa coloración. Pagamos unos 25 bolivianos como tasa de acceso a la reserva. En este mismo lugar nos quedamos a cenar y pasar la noche en una especie de albergue escasamente acondicionado. Sobre las 5 de la mañana del día siguiente, todavía de noche, volvimos a montarnos en el 4×4 para llegar antes de amanecer a una zona de geisers que emiten a alta presión nubes de vapor a una altura superior a los 4.800 mts. Esta excursión, si tenemos en cuenta la calidad-precio, es una experiencia sublime e inolvidable. Eso sí, no hay que ser tiquismiquis con la comida ni el alojamiento porque suelen ser bastante rudimentarios.
La última jornada de la excursión no iba a ser menos impactante que lo que llevábamos de viaje. Por la mañana, mientras el sol se despertaba en el horizonte y hacía un frío importante, me bañé en una piscina natural de aguas termales. De allí partimos hacia la frontera de Chile pasando por un paraje hermosísimo, el Desierto de Rocas Salvador Dalí, obra de la naturaleza pero que bien podría haber ideado el surrealista pintor catalán. Finalmente frente al imponente Volcán Licancabur, divisamos la Laguna Verde, punto donde Iván y Maurizzio -mis compañeros de viaje en las últimas semanas- nos despediremos del resto de viajeros.
Parece mentira que esté a las puertas de finalizar este viaje por el continente americano. Bahía Lapataia, punto final de la ruta panamericana al sur de Tierra de Fuego, cada vez está más cerca. De momento viajo en furgoneta hacia San Pedro de Atacama (Chile) desde donde tomaré un bus hacia Salta (Argentina). Próximo destino en la ruta panamericana: Quebrada de Humahuaca.
Recorrer el Salar de Uyuni ha sido una de las excursiones más impactantes del tramo de carretera panamericana que llevo recorrido por América del Sur. Durante tres días disfruté de una serie de impactantes contrastes paisajísticos que han quedado marcados profundamente en mis retinas. También me pareció igualmente llamativo el contraste, esta vez económico, cuando crucé la frontera entre Chile y Bolivia por el paso Hito Cajón. El camino, anteriormente formado por piedras y arena, se transformaba nada más entrar en Chile en una carretera pavimentada perfecta. Comenzamos a descender en furgoneta desde lo alto de los Andes por una carretera sinuosa hasta llegar a San Pedro de Atacama donde busqué junto a Maurizio e Iván un autobús que nos llevase al día siguiente hacia Salta (Argentina). Ubicado a unos 1.600 kilómetros al norte de Santiago de Chile, este lugar tiene una serie de atractivos turísticos de los que no pude disfrutar ya que el tiempo y el dinero cada vez menguaban con más rapidez.
Laguna Miscanti (San Pedro de Atacama)
Tanto la región chilena de Antofagasta como el noroeste argentino presentan un aspecto árido en el que resalta el espectáculo visual de colores que ofrecen las diversas capas de tierra. Un ejemplo de ello es el Valle de la Luna, una depresión rodeada de dunas desérticas y cerros con crestas filosas situada sobre la Cordillera de la Sal, que se encuentra a unos 12 kilómetros del pueblo siguiendo el antiguo camino a Calama. San Pedro de Atacama disfruta de más de un 90% de días de sol radiante al año y es el centro de partida de decenas de excursiones para conocer, además del precioso Valle de la Luna, maravillas como los Géiseres del Tatio, las Ruinas de Tulor que poseen más de 3.000 años de antigüedad, la mina de Chuquicamata (la explotación minera de cobre más grande del mundo) o la Reserva Nacional Los Flamencos. Es recomendable llevar en las excursiones botas de trekking, ropa térmica, algo de abrigo, guantes, gorro, gafas de sol y protector solar.
Nada más llegar a San Pedro almorzamos algo y fuimos a comprar un billete de bus con destino a Salta (Argentina). Desde San Pedro de Atacama operan las compañías Geminis (Martes, jueves y domingo) y Pullman Bus (Jueves y domingo) uniendo ambas ciudades por unos 60 dólares el trayecto. El autobús comenzó su ascensión a la cordillera andina partiendo de los 2400 metros de altitud de San Pedro alcanzando al pasar por la Aguada de Suco la friolera de 4600 metros. A un lado de la carretera dejamos el Cerro de la Pacana mientras descendemos levemente hasta alcanzar la frontera entre Chile y Argentina en el Paso de Jama (4300 metros).
DE SALTA A LA QUEBRADA
Me encuentro ya en tierras argentinas en la ciudad de Salta, relativamente cerca de la frontera sur de Bolivia. Parece mentira que haya casi recorrido cerca de 40.000 kilómetros por este inmenso continente aunque todavía calculo que me quedan por delante unos 5000 kilómetros más. Argentina, el último país que visitaré en esta ruta panamericana, es realmente inmenso. Si uno viaja al norte de Argentina no puede dejar de visitar Salta «La bella» que hace honor a su apodo. Uno de sus monumentos más representativos es la Catedral Basílica de Salta emplazada frente a la plaza del 9 de Julio. Muchos la consideran uno de los templos más bellos de Argentina. Pisar Argentina por primera vez y no resistirse a degustar una parrillada es como llegar a España y no probar el jamón serrano. Así que buscamos un lugar por el centro de la ciudad y terminamos cenando en un restaurante llamado «La Cava de Piedra» por 15$ cada uno. Nos alojamos en el hostal Backpackers City que pertenece a la red Hostelling International. Sin duda, esta red de hostales es la mejor opción para el mochilero: Precios asequibles, lugares limpios y organizados, gente de todo tipo de procedencias…
Uno de los aspectos más interesantes de esta región es la capacidad de sus habitantes desde tiempos prehispánicos a las duras condiciones climáticas. El clima es soleado pero no excesivamente caluroso. Creo que he llegado en muy buena época. Las excursiones por la Quebrada de Humahuaca a través de agencia suelen tener un precio de unos 80 pesos argentinos mientras que si uno busca compañeros con los que compartir un coche de alquiler el precio total por día varía entre 170$-200$. Opté por la segunda opción. Alquilamos un coche para adentrarnos en la Quebrada por nuestra cuenta. Nuestra primera parada: Purmamarca y su Cerro de los Siete Colores.
Cerro de los Siete Colores en Purmamarca
Esta maravilla de la naturaleza se originó hace aproximadamente setenta y cinco millones de años debido a la acumulación de sedimentos marinos, lacustres y fluviales. El itinerario para recorrer la Quebrada de Humahuaca parte de la ciudad de San Salvador de Jujuy por la carretera RN9 que se termina su trazado en la frontera de Bolivia. Pasamos de un paisaje verdoso en un puerto de montaña a la aridez característica de este profundo surco horadado en la tierra en el que sobreviven como pueden cabras, chivos y sus pastores. La quebrada se ha formado tras siglos de erosión laboriosa causada por el río Grande en cuyas orillas se apostan pequeños pueblecitos con un mágico encanto como Hornillos o Maimará donde la quebrada toma un colorido especial con el sol del atardecer, formando la conocida Paleta del Pintor. Un buen lugar para observarla es desde la carretera, justo encima del cementerio. Unos kilómetros más adelante llegamos a Tilcara. Desde lo alto de la colina la visión panorámica de la zona es brutal.
Tilcara (Jujuy)
Este pueblecito es el principal centro de servicios de la quebrada, una región que desde hace más de 10.000 años ha estado habitada por indígenas mayoritariamente de la etnia coya. En el recorrido por la quebrada nos detenemos finalmente en Humahuaca, un pueblo precioso situado a casi 3.000 metros de altitud que mantiene una estructura colonial con calles adoquinadas. Uno de sus edificios más importantes es la iglesia-catedral de Nuestra Señora de la Candelaria y San Antonio. Sobre la ciudad, en una colina resalta el monumento a los Héroes de la Independencia, una obra descomunal de 20 metros de altura. Allí había un mercado de artesanías en el que me pude comprar una ocarina hecha en barro de manera artesanal.
EL TREN DE LAS NUBES
Desde Salta, además de descubrir las maravillas naturales del norte argentino, existen otras tantos atractivos turísiticos que uno no debe perderse si el tiempo se lo permite. Uno de ellos es el llamado Tren de las nubes, el tercero con el recorrido más elevado del mundo, que inicia su recorrido en Salta y a lo largo de 200 kilómetros asciende sinuosamente por la cordillera andina hasta superar los 4.200 metros de altitud en un punto conocido como el Viaducto de La Polvorilla. Como podéis apreciar en la fotografía esta notable obra de ingeniería en curva tiene una longitud de 224 metros y una altura de 63 metros. El tren atraviesa 29 puentes, 21 túneles y 13 viaductos serpenteando hasta arribar a la Quebrada del Toro, en dirección al poblado de San Antonio de los Cobres. Esta obra de ingeniería creada por el constructor Richard Fontaine Maury ofrece al viajero una experiencia apasionante con salidas los miércoles, viernes y domingos a las 7 de la mañana y regreso a las 22:30 horas. El recorrido: Salta – Viaducto de la Polvorilla – Salta. Las paradas: Viaducto de la Polvorilla – San Antonio de los Cobres. Si tienes tiempo para realizar otros recorridos por la región te recomiendo la ruta de los Valles Calchaquíes.
América es un continente que tiene todas las paletas cromáticas. Cielos azules, desiertos amarillos, praderas verdes, rojos intensos, atardeceres anaranjados, gente multicolor… Todos se mezclan creando un arcoiris difícilmente olvidable. Sin embargo, en ese mundo que vive a velocidad de máquina revolucionada, a veces parece que triunfan los grises, los tonos sin alma. Por fortuna, entre toda esa gran masa siempre hay individuos que llevan a mano sus pinturas para colorear el día a día con buenas acciones. A tan sólo un día de celebrar mi 29 cumpleaños llego a Mendoza, capital del vino por antonomasia en este país. Durante meses he echado de menos este rico caldo que cada vez me acerca más a mi tierra y del que disfrutaré durante las próximas semanas. Próximo destino en la ruta panamericana: Bariloche.
Rumbo hacia el sur de América el frío cada vez se hace más patente. Un frío que me recuerda al inicio de mi viaje en Alaska a orillas del Océano Ártico hace unos meses miles de kilómetros hacia el norte de donde me encuentro. Es curioso como el ciclo de la vida abre nuevos caminos, cierra otros y deja algunos de ellos a medio recorrer. En este viaje ha habido de todo. Norte y Sur en América son un espejo en lo natural (frío, nieve, espacios inmensos), dos opuestos en lo económico. Los días que he pasado en el norte de Argentina han sido maravillosos. Sus paisajes áridos, el contacto con sus gentes y sobre todo degustar la maravillosa carne de este país han sido regalos como caídos del cielo en esta etapa final. Tengo la sensación de que el fin de este viaje cada vez está más cerca. Entrar en Argentina ha sido como poner medio pie en Europa. Este país tiene una personalidad propia dentro de Latinoamérica pero hace que me sienta cada vez más cerca de casa.
MENDOZA, TIERRA DE VINOS
Si la carne es mi perdición, el vino una pasión. La vitivinicultura tiene una antigüedad en el mundo de más de siete mil años. Argentina, por su clima y cultura, es un país que ha desarrollado ricos caldos con personalidad desde hace más de cuatro siglos. Se ha ganado su hueco en el mundo del vino a pulso convirtiéndose en uno de los principales países productores por detrás de Francia, Italia, España y Estados Unidos. Para llegar hasta Mendoza, capital del vino argentino, tomé un bus en Salta con el que atravesé las provincias de San Juan y La Rioja.
Al noroeste de la primera de estas provincias argentinas se encuentra Ischigualasto, nombre de origen diaguita -tribus que habitaban originalmente esta región- que la mayoría de turistas conocen como el Valle de la Luna. Un fascinante lugar con una geografía de ciencia ficción cuyo paisaje parece de otro planeta. Fruto de la erosión del agua y el viento en este valle durante millones de años surgen esculturas naturales del período triásico. Resulta difícil imaginar que en el pasado este desértico paisaje fue una exuberante selva de acacias, ginkos y palmeras satinados de lagos y pantanos. Al emerger la Cordillera de los Andes, hace apenas 60 millones de años, cambiaron totalmente las condiciones de vida.
El tiempo apremiaba. Tan sólo quedaban dos días para mi cumpleaños y tuve que decidir entre celebrarlo en el silencio del valle lunar o hacerlo al calor de una suculenta parrillada acompañada de un excelente vino en Mendoza. La segunda opción ganó. No siempre hay tiempo para todo así que el Valle de la Luna queda anotado en la libreta de lugares pendientes por visitar. Cuando llegué a Mendoza con mis amigos Maurizio e Iván nos dispusimos a buscar un hostal para alojarnos. Imposible, todos los hoteles y hostales estaban llenos debido a las vacaciones de Semana Santa. Finalmente gracias a las gestiones de la Subsecretaría de Turismo nos buscaron una habitación para los tres en un tugurio de mala muerte que más que un hostal tenía pinta de prostíbulo. Las paredes de la habitación estaban decoradas con espejos, la iluminación era de un tenue rojizo y se oía permanentemente el hilo musical con melodías sensuales y acarameladas. No, no tuvimos sexo entre nosotros. Como dicen Def con Dos en una de sus canciones: «¡Sigo siendo heterosexual!». Después de una noche en este antro encontramos sitio en el Break Point Hostel por 30$, un lugar tranquilo, cómodo y limpio. Otro hostal recomendable en Mendoza es Campo Base Hostel. Por la noche, cumplía ese día años, invité a Ivan y Maurizio a una parrillada en Facundo (Sarmiento 641, Mendoza / Tel: 261 420-2866). Luego nos fuimos a una discoteca llamada Alquimia (Chacra de Coria) situada a las afueras de Mendoza.
Por cuestiones de tiempo no me pude acercar a divisar en el extremo noroeste de la provincia de Mendoza se alza el Cerro Aconcagua, considerado uno de los paisajes más bonitos de Argentina. Con 6.959 metros sobre el nivel del mar la “montaña más alta de América”, también conocida el “Centinela de América”, el Aconcagua recibe cada año a escaladores de todo el mundo que llegan en busca de una dosis de adrenalina y riesgo. A falta de respirar aire puro en las inmediaciones de los Andes me conformé con imaginármelo viendo una postal. Pero… a lo que vamos: Al vino. Esta tierra exprime unos caldos excelentes y era obligatorio visitar al menos una de sus bodegas para ver in situ el proceso de elaboración. La excursión nos costó 30 pesos. El primer lugar al que llegamos fue la Bodega La Rural.
Mendoza
Esta tradicional bodega comenzó en el siglo pasado de la mano de Felipe Rutini. Con el paso del tiempo Rutini se convirtio en un importante viticultor que priorizaba la calidad sobre la cantidad. Además de contar con vinos de excelente calidad, esta bodega es reconocida mundialmente por el Museo del Vino que tiene en sus instalaciones y que es considerado el más importante de América. El museo cuenta con piezas de extraordinario valor histórico de la vitivinicultura de la zona.
Uva
Además de La Rural conocimos la elaboración de otros vinos en Cavas de Don Arturo así como la elaboración de aceite de oliva y frutas deshidratadas en Pasrai.
LA RUTA DE LOS SIETE LAGOS
Adentrarse en los dominios de la Patagonia argentina es como volver al silencio de Alaska. Tonos verdes por todas partes, paisajes brutales, ríos cargados de agua descendiendo con virulencia… Fui en autobús de Mendoza a Bariloche con Tramat (filial de Andesmar) durante casi 22 horas de viaje. La verdad es que en Argentina los autobuses son muy cómodos. Además, si viajas de noche te ahorras el hostal y los asientos de semi-cama no son del todo incómodos. San Carlos de Bariloche se encuentra en la provincia de Río Negro. Este nombre proviene de la palabra mapuche «vuriloche» que significa «gente del otro lado de la montaña». Al parecer los indígenas mapuches de Chile llamaban así a los habitantes del otro lado de la cordillera. A escasos 20 kilómetros de Bariloche se encuentra el centro de esquí más importante de Argentina: Cerro Catedral. Esta pequeña ciudad invernal me trae recuerdos de cuando iba a esquiar de pequeño en el pirineo aragonés. La arquitectura de los edificios (piedra, vigas de madera, tejados de pizarra…) se asemeja mucho a pueblos como Jaca o Canfranc.
Nos alojamos en el Tango Inn Hostel (25$/noche) de la red de albergues HI Hostelling y decidimos alquilar un Fiat Palio por 303$ para tres días en una pequeña empresa de alquiler de autos con intención de recorrer a nuestro ritmo la ruta de los Siete Lagos. La primera parte del camino rumbo a Villa la Angostura transcurre por asfalto. Luego se transforma en un pedregoso camino de ripio que bordea preciosos lagos formados debido al resultado de la metamorfosis glaciaria que sucedió hace millones de años. Cada lago tiene su encanto especial. El primero que divisamos es el más impresionante y extenso de todos los lagos: Nahuel Huapi, el mayor espejo de agua de la región.
Lago Nahuel Huapi
Desde Bariloche hasta San Martín de los Andes son 184 kilómetros de los cuales quedan aproximadamente 50 de ripio. La ruta de los Siete Lagos atraviesa los Parques Nacionales Nahuel Huapi y Lanín dentro de los cuales están ubicados otros lagos como el Correntoso -ideal para la pesca de salmónes-, el lago Espejo conocido así por el reflejo de las montañas sobre sus aguas, me llama la atención el color verde esmeralda del lago Escondido y no disminuye el nivel de belleza al recorrer las orillas de los lagos Villarino, Falkner y Machónico. Durante el trayecto, gracias a que vamos a resguardo en el interior del coche, el frío y el viento siempre están presentes.
Lago Meliquina
Una vez el camino desciende encontramos en un lugar apartado, perdido en medio de este paisaje cautivador, la rústica y pintoresca Hostería 7 Lagos de la familia Quintupuray donde aprovechamos para tomar un té y entrar en calor. Un par de horas más tarde llegamos a San Martín de los Andes, cuidado pueblecito cuya arquitectura parece medida al detalle. Elegimos para alojarnos el Puma Hostel (25$/noche). La Patagonia no solamente tiene bellos parajes. Éstos los disfrutamos con la vista. Con el gusto la gastronomía comprende un cúmulo de exquisiteces que por supuesto no dejamos de catar: cordero patagónico, chocolates artesanales, ciervo, jabalí, trucha, salmón, hongos del bosque, morillas, frambuesas… entre otros manjares. Y cómo dejar de compartir una exquisita tabla de ahumados y quesos, acompañada de una amplia variedad de cervezas caseras y vinos. Pero… aunque se me hace la boca agua, mejor os contaré con más detalle cuando esté más al sur de la Ruta 40.
Casi al final del recorrido pasamos junto al zigzagueante Río Limay que ha formado el “Valle Encantado”. Un lugar de película. Muy cerca de ahí nos adentramos varios kilómetros por un camino que desemboca en el «Mirador del Viento» donde, efectivamente, sopla un viento huracanado y la vista del Lago Traful es inmejorable. Al fondo montañas nevadas y en este incomparable marco un pequeño pueblecito con cabañas y casitas de madera: Villa Traful.
Lago Traful
Cada vez el fin del mundo está más cerca. Igual que el ocaso, igual que el punto y final de esta historia a lo largo de América. Exprimo cada segundo como si se tratase del último de mi vida. Pienso en el shock que supondrá para mí regresar a casa, no me agobia, forma parte del camino que emprendí hace 10 meses. Sin embargo la vuelta a esa realidad cotidiana después de tanto tiempo viviendo sin responsabilidades, libre de ataduras, lejos de convenciones… no debe ser fácil. Miro hacia adelante, en el horizonte, más allá de aquella línea está mi próximo destino en la Ruta Panamericana: El Calafate.
La Patagonia es un lugar para perderse pero no cualquiera puede hacerlo sin sufrir en el intento. Quien no ha soñado alguna vez con desaparecer del mapa, ocultarse del mundanal ruido y buscar un lugar apartado del mundo donde vivir una temporada. Islas, parajes montañosos, lugares olvidados… Sobrevivir en la Patagonia no es fácil. En El Bolsón, pueblecito que en el pasado acogió algunas comunas hippies y del que se dice que pudo inspirar al ilustre escritor John Ronald Reuel Tolkien para su obra «El Señor de los anillos», conocí al historiador Juan Domingo Matamala con quien conversé acerca de lo duro que es viviren estas latitudes. Frío, soledad, silencio y pocas oportunidades de trabajo. Muchos vienen buscando un ideal que realmente no existe. No todo es negativo. Estas tierras tienen una riqueza natural y paisajística impresionante: Ríos helados, bosques frondosos, lagos …
A pocos kilómetros de El Bolsón, en el corazón del Cerro Piltriquitrón se puede visitar un lugar mágico: El Bosque Tallado. En el año 1982 un incendio asoló este cerro de 1500 metros de altitud. Cuesta creer cómo de un lugar literalmente arrasado nació un bosque de tal belleza. Se trata de 31 esculturas monumentales realizadas sobre troncos que se salvaron del fuego en este bosque de lengas por un grupo de artistas de la región. En cuatro ocasiones en este lugar se han realizado una serie de encuentros de escultores cuyo trabajo ha quedado a perpetuidad en las laderas de este cerro. Para llegar al Bosque Tallado se puede hacer a pie desde la plataforma del cerro Piltriquitrón que se encuentra a 13 kilómetros del pueblo. Se tarda aproximadamente una hora de caminata hasta llegar al bosque y es uno de los paseos más bellos de la Comarca. Es conveniente llevar agua y calzado apropiado para ese tipo de senderos. En el trayecto se puede parar en los distintos miradores para admirar los picos nevados de los cerros Lindo, Hielo y Azul.
En las inmediaciones de El Bolsón, no excesivamente lejos del centro urbano, se puede ir paseando hasta el lago Puelo. Al llegar a sus orillas me sorprendió una leve llovizna y un arcoiris tan inmenso como el de los Osos Amorosos.
Lago Puelo
El orígen de la palabra Puelo proviene de la lengua mapuche (puelco) que significa «agua del este». Las aguas de este espejo prístino nacen en territorio argentino y llegan atravesando la cordillera andina hasta el mismísimo océano Pacífico.
En las orillas del lago
La Patagonia tiene una gastronomía particular y exquisita pero… a eso me referiré en otro momento con mayor detenimiento. Uno no puede irse de El Bolsón sin probar la cerveza artesanal que llevan fabricando más de 25 años. Con el estómago lleno emprendí viaje de regreso a Bariloche para tomar un autobús de más de 22 horas con la compañía Tramat. Si no recuerdo mal hicimos escala, entre otras ciudades, en Esquel y Comodoro Rivadavia antes de llegar a Río Gallegos. Iván y yo dormimos esa noche en un hostal y a la mañana siguiente tomamos el autobús de Taqsa hacia El Calafate. Cuatro horas de trayecto que también cubren otras compañías como Sportman e Interlagos. El Calafate es un pequeño pueblo coqueto con un arquitectura que me recordaba al Pirineo aragonés muy cercano a mi tierra natal y que sirve como centro neurálgico para visitar el glaciar Perito Moreno o poder vivir de primera mano la vida rural en algunas de las estancias que lo circundan. Este tipo de haciendas son típicas de la Patagonia y se mantienen como centros agrícolas y ganaderos aunque desde hace años han abierto sus puertas al turismo.
Estancia Río Mitre
En la actualidad, los dueños son los que atienden a sus huéspedes y comparten con ellos anécdotas e historias a la luz de una fogata. Una manera de vivir las costumbres de gauchos e inmigrantes que poblaron el campo argentino así como compartir sus tareas cotidianas, pasear a caballo, arrear el ganado, presenciar la esquila de ovejas, las yerras y las domas, trabajar en las huertas…
HIELO, HIELO, HIELO
No es la primera vez que había visto un glaciar pero sí uno de semejantes dimensiones. Tuve suerte, el día amaneció soleado y de un azul claro intenso.
Glaciar Perito Moreno
Conforme te vas a acercando la impresión es mayor. Lamentablemente debido al calentamiento global la amplia mayoría de glaciares del mundo están sufriendo un retroceso notable. El caso del Perito Moreno al parecer es una excepción. Dicen que es de los pocos que no lo sufren aunque muchos ecologistas y científicos tienen sus dudas. En el año 2008 hubo un aparente tímido e insólito derrumbe en el mes de julio. Sólo un centenar de personas plantaban cara al frío y presenciaron en directo cómo el dique del glaciar se venía abajo tras casi cinco días de valiente agonía. La preciosa estructura helada en forma de arco de 60 metros de altura que podéis ver en la foto se desplomó. Yo no asistí a semejante derrumbe pero sí al desprendimiento de un bloque de hielo del glaciar, un espectáculo precioso.
A los pies del glaciar
Según narran algunos artículos de prensa, la caída del puente de hielo se produce a intervalos de cuatro a seis años, pero tras una pausa de 16 años, se repitió la madrugada del 14 de marzo de 2006, ante unos 10.000 visitantes y millones de espectadores por televisión, y nuevamente en 2007, también a fines del verano austral. Con 257 kilómetros cuadrados de superficie, 30 de longitud y cuatro kilómetros de ancho este gigante de hielo te corta la respiración y no precisamente por el frío. Como podéis ver en este video, aparte de poder ver el glaciar frontalmente, podemos acercarnos en barco a sus paredes. Váis a ver que tengo un compañero de viaje, Iván, un poco graciosete.
Navegación hacia el Glaciar Perito Moreno
Para realizar esta navegación puedes contratar la excursión en cualquiera de las agencias que hay en El Calafate. Además, desde este pueblecito puedes hacer infinidad de actividades como minitrekkings, caminar con crampones sobre el hielo glaciar, excursiones en 4×4, actividades locales como la pesca, paseos por senderos o hacer una escapada a El Chaltén para admirar el pico Fitz Roy. Esta montaña es considerada por las tribus locales como un sitio sagrado y es un atractivo para montañeros y alpinistas exèrimentados. Una excelente referencia para buscar alojamiento cómodo, a buen precio y bien situado es la web de Hostelling International de Argentina.
Bajo el Glaciar Perito Moreno
PARQUE NACIONAL LOS GLACIARES
Glaciar Spegazzini
El Parque Nacional Los Glaciares está ubicado en una región conocida como Andes Australes en tierras argentinas, al sudoeste de la provincia de Santa Cruz en el límite con Chile. Por su imponente belleza natural, constituye una maravilla única en el mundo, y fue declarado Patrimonio Mundial por la UNESCO en el año 1981. Para hacer esta navegación, como en el caso del Perito Moreno, contratamos una excursión en una agencia de El Calafate. Si las cosas no han cambiado, en realidad sólo una empresa tiene la concesión para realizar esta navegación: Fernández Campbell. El resto de agencias ofertan este servicio que finalmente realiza esta naviera.
A toda velocidad
No tuvimos mucha suerte con el tiempo en esta ocasión. El día amaneció gris y lluvioso. A pesar de todo la magia del entorno superaba con creces la adversa climatología.
Entre icebergs
Para iniciar la excursión tuvimos que tomar un autobús fletado por la agencia hasta el puerto de Punta Bandera que está situado a 47 kilómetros de El Calafate. Allí embarcamos en un barco muy moderno y rápido. Durante unos minutos navegamos por la zona principal del lago antes de ingresar al Brazo Norte por la estrecha Boca del Diablo. Más adelante, en la encrucijada de canales que se dirigen a los glaciares Upsala y Spegazzini, hacemos una parada para conocer el bosque patagónico. Una zona poblada de lengas y ñires a través de la cual podemos pasear por un sendero de unos 800 metros para llegar hasta el Lago Onelli. Sobre la bahía, decenas de témpanos flotando y al fondo los maravillosos glaciares Onelli y Agassiz.
Bahía Onelli
Volvemos a subir al barco y comienza el espectáculo de nuevo. En este tramo atravesamos el Canal de los Témpanos con grandes bloques de hielo azulado a la deriva. Icebergs gigantes que se han desprendido mientras al fondo veo cada vez más cerca la pared vertical de más de 70 metros del glaciar Upsala, el más grande del Parque Nacional con 860 kilómetros cuadrados de superficie. El Glaciar Upsala forma una lengua de hielo de 50 Kilómetros de largo, 10 de ancho y varios cientos de metros de espesor. Si el capitán del barco se enrolla puede que nos ofrezcan una copia de licor ese día con unos pedazos de hielo glaciar recién «pescados» del canal. Algo que no se puede hacer en muchos lugares del planeta.
Navegando hacia el Glaciar Upsala
Regresamos en dirección contraria por el canal en dirección hacia el canal Spegazzini, una de las zonas con más humedad del parque. A ambos lados las laderas de las montañas están densamente porbladas de vegetación autóctona.
Cubitos de hielo
Si el Upsala me ha dejado la boca abierta, ni te digo el Spegazzini. Con sus 130 metros de pared vertical, es el más grande del Parque Nacional Los Glaciares.
Glaciar Spegazzini
Es curioso. Las monedas tienen dos caras. Nuestro planeta parece que también. Los paisajes de la Patagonia me recuerdan mucho a Alaska. El verde intenso de sus bosques, el frío, los glaciares… De regreso a El Calafate nos despedimos del día en el hostal con mi especialidad: Pollo Strogonoff y una buena botella de vino argentino. Caigo rendido sobre la cama. El día ha sido agotador. Casi once meses de viaje y mi último destino en la Ruta Panamericana está a tan sólo 18 horas de autobús: Ushuaia. El Fin del Mundo y la meta de mi viaje. Empiezo a sentir una inmensa sensación de felicidad. Pero… un obstáculo iba a cruzarse en mi camino.
Casi no llego. Sí, estás leyendo bien. Por un mísero trámite casi no logro entrar en Tierra del Fuego. Recapitulemos. Partí de El Calafate por la mañana desde la terminal de autobuses rumbo a Río Gallegos. Allí cambié de autobús con dirección a Ushuaia haciendo escala en Río Grande. 900 kilómetros de recorrido que realiza la compañía Tecni Austral, única empresa de transporte terrestre que une regularmente la Isla Grande de Tierra del Fuego con el continente. Hay otras compañías que también viajan a Ushuaia como Tolhuin.
Poco tiempo después de haber partido de Río Gallegos arribamos al Estrecho de Magallanes. Para cruzarlo el autobús se adentra en un ferry cuyo recorrido no es excesivamente largo y que opera la empresa Transbordadora Austral Broom. Para acceder a Tierra del Fuego se puede hacer bien desde el lado chileno en Punta Arenas o en mi caso, estando en el extremo oriental en territorio argentino, el paso más angosto de unión entre isla y continente es Punta Delgada. Antes de llegar a la primera población importante en territorio argentino hay que atravesar una pequeña porción de territorio chileno lo que significa que es necesario realizar los trámites aduaneros correspondientes.
No me esperaba lo que me iba a suceder minutos después. Rellené el formulario de inmigración y cuando me tocó el turno para que sellaran mi pasaporte el funcionario de aduanas me dijo que me denegaban la entrada. Es cierto que quedaba menos de un mes para que mi pasaporte expirase. Me quedé petrificado. Llevaba más de 40.000 kilómetros encima y por un mísero sello no iba a poder terminar mi viaje íntegramente por tierra. Salí desolado de la oficina. El conductor del autobús me dijo que debía sacar mi equipaje. Iván, mi compañero de viaje desde Honduras, me dijo que lo intentásemos otra vez. Volví a ponerme en la cola y diez minutos después me volvió a atender el mismo policía. Durante la larga espera dí con una posible solución. Mes y medio antes había entrado por el puesto fronterizo del norte cerca de San Pedro de Atacama. Sólo había estado un día en Chile y tenía muy poco más de validez en mi pasaporte. Le dije eso al policía y por hartazgo o divina providencia, terminó estampando el deseado sello con el que podía seguir viaje.
Parte del recorrido por la última tierra del continente americano la realicé en 4×4 manejado por la excelente empresa de aventura Canal Fun & Nature con base en Ushuaia. Nos adentramos en bosques a través de caminos embarrados imposibles, divisamos alguna que otra castorera y bordeamos uno de los lagos más grandes de América, el Fagnano.
4×4
Este imponente espejo de agua se encuentra a unos 100 kilometros de Ushuaia dividido entre Chile y Argentina. En el lago se pueden avistar aves autóctonas como los petreles, albatros y cauquenes; y se practica la pesca deportiva. Fue llamado Khami por la tribu Selknam que habitaba la región. Recibe su nombre actual en honor al sacerdote católico Monseñor José Fagnano, que fue el primer administrador Apostólico de la Patagonia.
Lago fueguino
A parte del majestuoso lago Fagnano, en el camino nos topamos con un maravilloso lago oculto en la cordillera, al pie del Paso Garibaldi, el lago Escondido. Se encuentra al otro lado de los Andes Fueguinos, 60 kilómetros al norte de Ushuaia. Desde la Hostería Petrel, ubicada en la cabecera del lago, se pueden realizar caminatas por las montañas que lo circundan y practicar la pesca deportiva. De allí, ascendemos hacia el Paso Garibaldi (450 metros de altitud) desde donde se puede ver una bonita panorámica del Lago Escondido, y al fondo, el Lago Fagnano. Finalmente llegué a las puertas del final de mi aventura: Ushuaia.
Vista de Ushuaia
Cuando casi estás a punto de concluir un viaje en el que has depositado todas tus energías no puedes creerte del todo que estás a un paso de la meta. La ciudad más austral del mundo nos recibió con un día soleado. Curiosamente un par de días más tarde se pondría a nevar copiosamente. En un lugar como éste aquello era un regalo para sumar encanto al final de mi aventura. Se nota que las condiciones de vida en el fin del mundo han cambiado notablemente desde que los primeros pobladores llegaron a estas tierras. Ushuaia es hoy una ciudad con todos los servicios. A pesar de todo, el hecho de sentir que uno está en un extremo del continente, en una isla y que toda muestra de civilización se encuentra a varias horas de viaje… te hace sentir por un momento aislado y privilegiado.
Bahía de Ushuaia
Durante todo el descenso por la Patagonia argentina una de las cosas que más he disfrutado aparte de sus paisajes es su gastronomía. La cocina patagónica es una de las cocinas más variadas del país. Truchas, mariscos, ciervos, jabalíes, cordero patagónico, centolla y una riquísima variedad de postres son algunas de sus suculencias. Dependiendo de la región los platos varían. Por ejemplo en la costa atlántica se cocinan meros, congrios, abadejos, merluzas, cholgas, mejillones y almejas.
Entre los crustáceos, las centollas -de un metro de largo- se suelen hacer en forma de crepes y con salsa de azafrán. Es uno de los mejores platos a probar en Ushuaia. Esta variedad de centolla se da sólo en el canal de Beagle y en el otro extremo contrario del mundo, en Alaska. Otro plato típico es la merluza negra preparada con salsa de limón y manteca.
En otros lugares de la Patagonia, más al norte, como San Martín de los Andes, Bariloche y El Bolsón se prepara el jabalí a la borgoña, el ciervo a la cazadora, en escabeche o en diversas formas de paté y las truchas de río se sirven enteras o en filete. Una especialidad de estas latitudes australes es la variedad de ahumados: Ciervo, jabalí, trucha y quesos. Como podéis ver a uno se le abre el apetito solamente con hablar de semejantes platos. Probé algunos de ellos y me quedo con las ganas de volver algún día a paladearlos.
Entre las delicatessen patagónicas hay que destacar la carne del cordero patagónico, plato que ha adquirido renombre en la cocina internacional. Rica y tierna como pude comprobar un día para cenar. Se cocina en el asador, a fuego lento hasta que la carne y la piel estén bien crujientes.
Para los más golosos existen dos referencias que uno no puede dejar de probar: Las frutas finas y secas hechas en forma de dulces y mermeladas de fresa, rosa mosqueta, guinda, grosella y moras. Esta zona también destaca por la elaboración de un riquísimo chocolate artesanal. Con el estómago saciado, sólo falta ponerle la guinda al corazón después de casi 11 meses en la carretera.
Ushuaia, el fin del mundo
HACIA EL FIN DEL MUNDO
Ushuaia tiene un montón de sitios que visitar tanto dentro como fuera de la ciudad: El Presidio y Museo Marítimo, el Parque Nacional Tierra de Fuego, el Tren del Fin del Mundo, el Glaciar Martial… Si hay algo imprescindible que uno no puede obviar es explorar el Canal de Beagle. Si decidís hacer esta excursión os recomiendo que lo hagáis con Patagonia Explorer SRL (Cel: +54 15-465841 / 42 / 603181). Al lado del muelle turístico están las casetas de las diferentes empresas que realizan los paseos por el canal. Este viaje en barco de media jornada o completa te permite conocer la extraordinaria geografía y fauna fueguina por las islas y bahías circundantes.
Isla de los Pájaros
La mayoría de itinerarios se detienen en la isla Alicia para observar una colonia de lobos marinos y luego se acerca a Isla de los Pájaros donde se aprecian los cormoranes reales e imperiales que podéis ver en el video que hay en la parte superior. La navegación continúa hasta la Isla de los Lobos donde se pueden avistar ejemplares de estos mamíferos, en sus variedades de uno y dos pelos.
Isla de los Lobos
El punto más alejado de esta excursión es el simbólico Faro Les Éclaireurs («Los iluminadores» en francés), una buena postal del fin del mundo. La mayoría de agencias turísticas utilizan en sus folletos el reclamo de llegar al Faro del Fin del Mundo sin embargo, la novela homónima escrita por Julio Verne se inspiró realmente en el Faro San Juan de Salvamento, enclavado en la Isla de los Estados, más al este.
Faro Les Éclaireurs
De regreso a Ushuaia desembarcamos en la isla Bridges para dar un paseo interpretativo sobre la flora y la avifauna local.
Isla Bridges
Los escasos restos arqueológicos que quedan en la isla cuentan cómo vivían estos indígenas 7000 años atrás. Sobreadaptados a las bajas temperaturas, andaban desnudos y se alimentaban de lo que obtenían con la pesca en el mar. En el siglo XIX llegó el hombre blanco y en sólo 70 años las enfermedades que con ellos trajeron acabaron con todos ellos.
AL FINAL DEL CAMINO
He logrado hacer realidad uno de mi sueños. Me siento feliz. Cuando partí hace casi 11 meses desde el norte de Alaska no imaginaba que finalmente fuera a llegar al destino que me había propuesto. En el camino he hecho muy buenos amigos, he vivido experiencias felices y otras muy difíciles como pasar casi un mes enfermo al contraer la fiebre tifoidea. Viajando he aprendido a valorar mucho más las cosas que tengo, a amar más aún a la gente que me rodea, que nada paga la suerte que tengo de contar con todo lo necesario y mucho más, algo con lo que no cuentan muchos millones de personas en este continente. He aprendido a no quejarme por cosas que realmente no merecen la pena, a intentar no entrar en el absurdo juego del consumismo, a vivir con mayor intensidad cada momento feliz y ver lo positivo en los malos momentos. Viajando aprendes, ríes, lloras, caminas, cantas, sufres, paladeas nuevos sabores, conoces otras costumbres, conversas, te enfadas… Es vivir al 100%. Esta droga engancha y te hace crecer como persona. Aquí estoy, a orillas de Bahía Lapataia.
Dicen que la felicidad sucede en instantes más o menos fugaces, más o menos intensos… que se saborea en el corazón y se siente por todo el cuerpo. Sé que uno de los momentos más felices de mi vida estará ligado a este apartado lugar del mundo a orillas de Bahía Lapataia. Tengo la sensación de que estoy infectado con el virus del viajero y ésta no va a ser la única aventura.
Videoperiodista, documentalista y aventurero. Entre mayo de 2006 y junio de 2007 realicé uno de los grandes viajes de mi vida: la ruta panamericana. De esta aventura nace el documental “La costura de América” que narra este viaje en solitario de 45.000 kilómetros, realizado íntegramente por tierra y más de 11 meses desde Prudhoe Bay (Alaska) hasta Bahía Lapataia en Tierra de Fuego (Argentina).
He trabajado como corresponsal de la Agencia EFE en la India y realizado decenas de reportajes sobre turismo, cultura y sociedad para el canal de televisión español Telecinco.
En enero de 2014 estuve nominado en los Premios Goya con mi cortometraje documental "La Alfombra Roja" rodado en un slum de India y que lleva acumuladas más de 130 selecciones en festivales de cine de todo el mundo.
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